Se levantó en una cama que no conocía, en una desconocida habitación de no se sabe dónde, ni de a que día pertenecía.
Arrastrando penosamente sus pies, se acercó hasta una puerta que parecía dar a un baño. La empujó y ahí estaba aquello que tanto anheló durante un mes.
Comenzó a acercarse nerviosa, pero cuando estuvo a centímetros de él, paró en seco.
¿Estaría preparada para lo que el espejo le mostraría?
Tuvo miedo. Por primera vez en su vida, tuvo miedo de ver su imagen.
Varias veces aspiró fuertemente, llenando sus pulmones, intentando aligerar el ritmo de su alocado corazón, agarró con una de sus manos firmemente el lavabo y se encaró con el espejo. Mantuvo los ojos cerrados mientras se animaba mentalmente. Lentamente los abrió.
No quiso haberlo hecho…
Eso que el espejo le mostraba no era ella. No podía ser ella. Se negaba a creer que fuese ella.
Su cuerpo era una terrible mueca de horror. Sus brazos caían delgados y huesudos a su costado. Levantó lentamente el mini-vestido que llevaba, y vio el demencial estado de sus piernas. Otro tiempo largas y tersas, ahora se mostraban de un blancuzco enfermizo, con la única tonalidad amarillenta de sus repetidos golpes, fruto de los cerdos con los que se "acostaba".
Siguió subiendo la tela, su vientre cubierto de moratones, su estómago le acompañaba y sus pechos… Dos montículos de carne maltratada. Sus dos aureolas antaño rosadas, se mostraban de un marrón renegrido, llenos de mordeduras.
Cuando llegó al cuello emitió un gemido, lo tenía rojo, y con marcas a su alrededor. No recordaba cuando. A decir verdad, sabía que la drogaban, y en el fondo, casi lo agradecía. Era mucho mejor no sentir, dejar que mancillasen su cuerpo sin apenas ser consciente de ello.
Ver su rostro fue un ejercicio de verdadero control. Lo único que se mantenía, era el color de sus ojos. Sus mejillas demacradas, sus ojos hundidos, y sus labios gruesos llenos de grietas y heridas. Su preciosa melena, yacía grasienta, enredada, pegajosa y asquerosa. Odió verse, se asqueó así misma, y deseó morir.
Llevó sus manos a su rostro, y lo tapó con asco. Sus sollozos poco a poco se convirtieron en alaridos, comenzó a golpearse repetidas veces y a tirar de su pelo de manera incontrolada. Acabó en el suelo, retorciéndose entre lamentos y desesperación.
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-Señor- Llamó uno de sus hombre- Sukov está abajo.
Torció el gesto y habló por el intercomunicador.
Unos minutos después, Sukov atravesaba la puerta de su despacho con una carpeta entre sus manos.
-Sukov- Saludó.
-Kuznetsov- Respondió con aire cansino.
-Bien. ¿Qué te trae por aquí?- Preguntó casualmente.
El hombre, dejó la carpeta sobre la mesa, indicando con la mirada que la abriese. Lo hizo, ante el dos fotos. Tanya y Paul con sus correspondientes expedientes. No hizo gesto alguno, se mantuvo neutro, impasible.
-¿Qué?- Preguntó como si tal cosa.
-La Interpol les busca. Sabemos que uno de tus aviones les trajo aquí.
Vladimir fijó su vista en él.
-Así es. Pero desconozco para qué- Siguió mirándole fijamente.
Su interlocutor se carcajeó.
-Vamos Vladimir. Llevamos años tratándonos. Deja eso- Le conminó seriamente.
-¿Qué quieres?- Fue al grano.
- Les quiero a ellos- Dijo sin rodeos.
-¿Condiciones?- Se recostó sobre su sillón.
-Las de siempre. Me los entregas, la Interpol se los lleva, y todos contentos- Esbozó una sonrisa irónica.
-¿No habrá problemas?- Alzó una de sus cejas.
-Mira Vladimir. Esto es gordo. Esa perra tiene un historial cojonudo. La Interpol se está empleando a fondo, si sabes dónde está, entrégala. Deshazte de ella y evita problemas- Vladimir llevó sus dedos a sus labios.
-¿Él?- Inquirió.
-Él es un pobre diablo al que le van a caer muchos años a la sombra. Un maldito acosador, un matón de barrio. Pero está con ella, y eso son problemas.
Vladimir asintió. Tomó de nuevo el auricular, y después de hablar un par de minutos se volvió al policía.
Mañana. En la Catedral de Sta. Sofía.
Sukov asintió y se levantó. En silenció se dieron la mano y salió del despacho.
Vladimir se volvió a la ventana. Sacó su móvil y marcó.
-Esta noche- Colgó y siguió mirando en silencio la ventana.
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-Bella…- Emmet suspiró- Oye ya está bien ¿Vale?- Bella se movió en su silla.
-¿De qué hablas Emmet?- Apenas si podía mirarle.
-Hablo de que te vayas a dormir. Hablo de que lo hagas en una cama, en TÚ cama, hablo de que descanses y te alimentes en condiciones. Hablo de que hagas lo que tienes que hacer. De eso hablo- Volvió a cruzar los brazos realmente enfadado. Bella estaba atónita.
-¿Y esto, a qué demonios viene?- Preguntó enfadada.
-¿Es que no te ves?- Vale, estaba cabreado.
-Me veo perfectamente- Respondió airada- Pero por lo visto, tú lo haces de distinta manera, ¿no es así?- Sabía que otro de los discursos de Emmet sucederían, pero lo que oyó la dejó de piedra.
-¿Y qué coño crees que verá él cuando despierte?- Señaló la habitación de Edward, estaban en la sala de espera - ¿A SU Bella, o a un holograma?- Bufó airado- ¿Acaso crees que se va a ir corriendo si despierta y no estás? ¿Crees que por descansar en condiciones te vas a perder algo?- Bella no sabía que responder - Deja de castigarte ya, joder- Lo ultimo lo susurró, pero el enfado era evidente en su tono.
-Emmet tiene razón- Jasper intervino tranquilo.
-¿Qué pasa, confabulación?- Se defendió cabreada.
-No Bella. Simplemente que no haces más fáciles las cosas- Jasper intervino de nuevo.
-¿Desde cuando no sales a dar un paseo, tomar el aire… No sé… Un café con las chicas?- Emmet preguntó.
-Perdona si a mí de repente la vida no se me antoja apacible- Le escupió, y eso le dolió.
-Oh, claro. Los demás lo estamos llevando muy livianos- Ironizó.
-Déjame en paz Emmet- Bella se levantó en dirección a la habitación.
-Eso, métete ahí. Háblale. Que se sienta mejor oyéndote, sintiendo como estás dejando escapar tu aliento. Eso le ayudará- Se arrepintió al momento justo de decirlo. Pero ya era tarde.
-¿Y qué coño sugiere el Señor que haga? ¿Eh? ¿Me voy de fiesta? ¿Duermo como un bebé?- Las lágrimas de rabia no la dejaban ver, pero no podía contenerlas.
-¡No! ¡Demonios no!- Espetó fuertemente- Simplemente limítate a no dejarte morir- Bella agachó la cabeza- Si Edward nos oye, si realmente él puede oírnos, no le hace ningún bien oír como te estás apagando. El te necesita fuerte para cuando empiece a salir de ésta. Y te estás quedando en los huesos, estás apática, ausente ¿Es que no te das cuenta?- Terminó y se sentó, llevándose las manos al rostro.
-Déjate ayudar Bella. Estamos aquí. Siempre estamos aquí. Simplemente deja que todos carguemos con ello- Habló con dulzura, y Bella volvió a sentarse de nuevo. Emmet tomó una de sus manos.
-Alguien tenía que decírtelo Bella. Te necesitamos fuerte. Te necesitamos en el grupo. No fuera de él. No tienes necesidad de cargarte todo esto a tus espaldas. No puedes hacer más de lo que haces. Vuelve con nosotros. Te necesitamos de vuelta. Él te necesita de vuelta- Bella asintió, y Emmet la estrechó en sus brazos.
Rose salió de la habitación de Edward junto con Alice. La vieron llorar y Emmet la levantó.
-Chicas, Bella se va a dormir… Unas cuantas horas- Bella torció el gesto pero asintió. Tomó sus cosas y salió de la habitación no sin antes besar la mejilla de su hombre y acariciar su pelo.
-Te amo Edward…
Durmió como hacía días no lograba. Al despertar, miró su móvil. Cero llamadas. Suspiró y se levantó a la ducha. Al llegar a la cocina, Jackie ya le había preparado su cargado café con leche. Carlisle y Emmet ya habían salido para el hospital y habían dejado a Joel en el colegio. Se despidió de Jackie y se dirigió en coche al gran parque que estaba cerca del hospital. Caminó. Aprovechó los escasos rayos de Sol de aquella fría mañana de Febrero, y compró unas flores. Titubeó y se dirigió de nuevo a su coche.
Sin pensar, sin apenas darse cuenta, estaba en aquel lugar que hacía tiempo no visitaba. Encamino los pasos, y se paró frente a él.
Respiró hondo.
-Hola…
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