Casi un mes llevábamos en el Paraíso. Las excursiones se sucedían casi a diario. La verdad es que no había lugar que nos mostrasen, que no hiciera que nuestros ojos se abrieran como platos.
Mi relación con Edward, se había tornado en una simple amistad. Había deseo, había atracción, pero… Por mi parte claro. A penas hablábamos, no es que lo notase ausente, pero aquel encuentro sexual en mi cabaña, no sólo no volvió a repetirse, sino que él, actuaba como si jamás hubiese ocurrido nada.
Se suponía que eso no tenía que afectarme. A fin de cuentas, fue sólo deseo satisfecho por ambas partes, ¿no? Claro, probablemente yo no era tan buena en la cama como las chicas con las que el andaría, auténticos monumentos a los que acompañaba a diario en distintas excursiones, o simplemente tomando algo en cualquiera de las terrazas de la pequeña Isla. Así que, era fácil de suponer que el interés en una reciente viuda que viajaba a un Paraíso acompañada de su cuñada y su amiga junto con su hijo, terminó tan pronto como satisfizo su deseo, y siguió buscando, hasta encontrar lo que el deseaba…
Y eso estaba bien. Las cosas iban como tenían que ir. Yo, jamás mostraba mi fastidio, o mis celos. Jamás le hice ver que necesitase más de él, y el por su parte hizo lo propio. Todo perfecto, me dedicaría a recargar las pilas unos días más, y regresaría a mi realidad, a mi Mundo. Ese, donde no había palmeras, a no ser que te registrases en un hotel de cinco estrellas claro, ni cocoteros, ni delfines, ni playas de arenas finísimas ni aguas cristalinas, ni Edwards con el mar invitándote a sumergirte en él a través de sus ojos…
Estaba jodida, jodídamente jodida. Perfecto…
Mi cuerpo, una vez se hubo curado de las quemaduras, tornó su color en un bronceado ligero que me sentó de maravilla. Había conseguido desprenderme del blanco enfermizo del que llegué, y Alice aprovechó la circunstancia para llevarme de compras con la excusa de lucir tono de piel. No me importó seguirla a una Isla mayor dónde abastecernos de ropa. Joel se quedó con Jasper mientras nosotras tres nos dedicábamos a fundir nuestras tarjetas de crédito.
Entre Jasper y Joel, se había creado un vínculo espectacular, hasta el punto de que había días en que mi hijo desaparecía con Alice y él y lo veía a la hora de la cena. Eso era estupendo. Se pasaba las noches antes de dormir, contándome todas sus aventuras diarias. Admiraba a Jasper, no así a Edward. No es que evitase su compañía, pero su trato hacia el, era frío, renuente, y debo reconocer, que Edward no tiraba la toalla, trataba por todos los medios que mi hijo se sintiese cómodo con él, y sólo lo conseguía cuando iban a pescar "pescados" o a dar de comer a los delfines y a las orcas del delfinario.
En esas ocasiones, yo les acompañaba, me quedaba mirando a Edward y perdía la noción del tiempo. Mi mente no dejaba de elucubrar una posibilidad con él, lo imaginaba llevando a mi hijo al colegio, yendo al cine los tres juntos, acostándolo por las noches, y compartiendo mi cama con él…
Tonta Bella. En todos esos días, el no se dignó ni a ofrecerme una triste invitación a un bar, pero era muy bonito soñar con una realidad paralela, una realidad, que nunca se daría. No conmigo. Lauren me hizo llegar a esa conclusión…
Pasó por mi cabaña dos días después de mi encuentro sexual con Edward. Tenía que comprobar el estado de mis quemaduras. Ella tenía el semblante sombrío, ausente, triste… Me moría de curiosidad por preguntar el motivo, pero a penas nos conocíamos y no quería darle la impresión de curiosa y descortés, lo que no esperaba es que no hiciese falta preguntar.
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-Bueno Bella, la espalda está perfecta. No necesitas más cuidados médicos, ahora todo lo que tienes que hacer, es hidratar la zona un par de veces al día, y no olvides cubrirte y no tomar el sol en una semana al menos, olvida los baños y los paseos en barco sin camiseta- Al decir lo último, se le quebró la voz y me brindo una sonrisa triste, y sin pensar en lo que estaba haciendo, le tomé una de las manos y le sonreí agradecida. Ella, bajó el rostro y trató de despedirse rápidamente antes de comenzar a llorar. No lo consiguió, y las lagrimas la traicionaron incluso antes de comenzar a hablar. Eso me desarmó, pero más aún el hecho de que ella me abrazase y comenzase a balbucear…
-Lo siento. Discúlpame, no estoy en mi mejor momento- Trató de sonreír, pero sólo le salió una mueca.
-Tranquila- Dije confundida. -Si… necesitas algo…- Le ofrecí dudosa.
-No Bella, lo que necesito es un imposible- Dijo con la mirada perdida en el infinito.
-Lo que consideramos imposible, a veces es sólo difícil- Intenté animarla. Ella volvió su rostro a mí, y serena me respondió.
-No suelo rendirme Bella. Lo difícil no me asusta, me asusta lo imposible. Y lo imposible en éste caso, es acariciar un corazón que no quiere ser tocado por mi- Se le quebró de nuevo la voz, y no pude evitar recordar la última conversación que tuve con ella, esa en la que me decía, que Edward era más que un buen amigo para ella.
Dudé, me quemaba la curiosidad, me moría de ganas de saber en ese momento si se refería a el. Pero una vez más, no me dio tiempo si quiera a plantear la pregunta cuando ella siguió hablando.
-El, está enamorado de otra. ¡Ya ves! - Dijo con un intento de sonrisa, pero sin llegar a serlo.
-¿Edward?- Pregunté
-Sí- Respondió después de respirar profundamente. Automáticamente levantó, y recogiendo su maletín me dio dos besos y se despidió de mí. La acompañe hasta la entrada y tomándola de la mano, quise reconfortarla.
-Lo siento Lauren. Eres una chica maravillosa, trata de olvidar. El mar está lleno de pescados- Dije dándole una sonrisa imitando a mi hijo.
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Sin dejar que la depresión llegase a mis venas, opté por restarle importancia al asunto. Me convencí que no tenía de qué preocuparme, que Edward era un tipo al que prácticamente acababa de conocer, y que el hecho de compartir cama y fluidos una vez, no implicaba al corazón. Yo, amaba a Christian, mi marido… Mi difunto marido. Edward fue una simple distracción, y desde luego, no se convertiría en nada más. No quise seguir analizando sentimientos, por temor a llegar a conclusiones dolorosas que además, ahora carecerían de fundamento. El, estaba enamorado de una mujer, y esa mujer no era yo. Así que, tocaba olvidarse de hombres, tocaba divertirse, disfrutar, y cargar energías antes de regresar.
En una de esas tardes de compras, pasó algo. Llevábamos un par de horas de tienda en tienda, cuando les sugerí parar a tomar algo. Mientras nos servían en la terraza, Rose no dejaba de bromear con Alice. La llamábamos ambas cuñadita, ya que lo era por partida doble. La conversación versaba entre Jasper y ella, en lo rápido que iban, y es que, a pesar de que esa era la impresión que pudiesen dar a quienes no les conociesen, la realidad es que era palpable desde el minuto uno, que ambos estaban hechos el uno para el otro. Por lo que Rose, le preguntó, que harían una vez pasado el tiempo de estancia de ella en la Isla.
Alice hizo una mueca antes de responder.
-No lo sé chicas, la verdad. A veces lo pienso, pero, luego reflexiono, y me digo que aún es pronto para pensar en qué pasara. Pero, está ahí, es un hecho- Suspiró preocupada
-No puedo hablar por mi hermano, claro está- Añadió Rose - Pero si sé que lo que siente por ti es muy serio cuñadita. Y si seguís por éste camino, cosa que no dudo, llegará un momento en que ambos tendréis que hablar-
-¿Qué es lo peor que podría pasar, Alice?- Pregunté yo, después que el camarero trajese nuestras bebidas.
-Lo peor sería separarnos. No creo estar preparada- Contestó mirando hacia otro lado
-Pues entonces, uno de los dos ha de hacer el sacrificio- Dijo tajante Rose
-Sí- Añadí yo, -no le veo otra solución-
-Chicas, sólo ha pasado un mes. Las cosas van bien, de acuerdo, pero nadie dice que mañana o pasado no se puedan torcer- Objetó Alice preocupada.
-Conozco a mi hermano Alice, veo como te mira, siente adoración por ti- Dijo Rose
-Hace cuatro años que no os veíais Rose, tu hermano ha podido cambiar- Discrepó Alice
-Y ha cambiado, ¡está mucho más guapo! -Respondió Rose riendo, pero acto seguido volvió a tornarse seria para añadir- aunque mantiene la esencia de tipo serio y responsable. No Alice, mi hermano te quiere. Lo sé- Acompañó la afirmación asintiendo con la cabeza.
-Y tú le quieres a él cielo, se te nota- Dije yo tomándola de la mano y sonriendo -Tendréis que hablar más adelante-
Ella se limitó a sonreír y a tomar su copa, pero cuando Rose habló, casi se ahoga con el trago.
-¿Sabéis si Edward está con alguien?, he desplegado mis mejores armas de seducción con el, pero no han servido de nada. ¡Me frustra!- Dijo enfadada
-Lauren me dijo, que estaba enamorado de una mujer-Dije como si tal cosa
-¿Sí? ¿Y de quién?- Inquirió Rose extremadamente curiosa -Nunca le veo con una chica el tiempo suficiente como para deducir eso- Preguntó intrigada.
-La verdad, no lo sé Rose. No le pregunté. Ella me contó sin preguntar, y tampoco me interesa- Mentí descaradamente y no pude evitar mirar a Alice y comprobar como ella me miraba a mi con interés
-¿Sabes algo tú, Alice?- Volvió a preguntar Rose
-No… No en absoluto- Pero rió de una manera rara, y seguí mirándola, por lo que ella desvió la mirada de nuevo y señaló a una tienda que estaba enfrente de la terraza.
-Chicas, acabad pronto que aún no hemos terminado- Nos apuró, pero yo la conocía demasiado bien. Apuramos las bebidas y nos dirigimos hacia esa tienda. Rose iba delante, así que alcancé a Alice y la tome del brazo para hablar con ella.
-¿Maniobra de distracción, cuñadita?- Le pregunté con ironía
Me miró con expresión inocente y acto seguido me respondió de manera indiferente - No sé de qué me hablas Bella-
Y siguió a Rose después de regalarme una de sus sonrisas. No le dije nada más, sacudí la cabeza y entré tras ellas. No podía evitar pensar en las ultimas conversaciones, me celaba el hecho de que Rose quisiera ligar con Edward, por eso no pude evitar sentir alivio cuando ella misma reconoció no ser correspondida, pero eso no evitaba el resquemor de saber que él estaba enamorado de otra, y que Alice sabía quien era.
Atando cabos soy buena, por lo que no era muy difícil deducir, que Alice no quería decírmelo. Quizá, no fui tan convincente con ella cuando le dije que no sentía ni sentiría nada por Edward Cullen, y quizá, ella quería evitarme a toda costa una verdad dolorosa. No se me pasaba por alto que no había vuelto a mencionar el asunto, no me había vuelto a animar, Edward Cullen apenas era tema de conversación.
Estaba claro. Edward Cullen no era para mí. Alice lo sabía, sólo faltaba yo por convencerme…
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