Próxima Estación: El Paraíso

Autor: caro508
Género: + 18
Fecha Creación: 12/06/2011
Fecha Actualización: 12/06/2011
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 72
Visitas: 163675
Capítulos: 93

Tras la violenta muerte de su marido, Bella trata de reconducir su vida junto a su hijo embarcandose rumbo a un paraje de ensueño, donde descubrirá no sólo el amor, sino su propia fuerza para hacer frente a las duras pruebas que tendrá que superar.


Hola aquí estoy con otra historia que no es mía, esta vez el turno le pertenece Sethaum,  yo solo la subo con su autorización, otro fic entre mis favoritas, espero les guste…

Los personajes pertenecen a Stephanie Meyer; los que no pertenecen a la saga son de cosecha propia de la autora.


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Capítulo 11: ¿Es ella? Sí. Es ella

Hooola chicas se que no tengo perdón por la tardanza, no voy a perder tiempo con excusas, pero justo hoy cuando iba a subir capítulos me falla el internet!!! Pero bueno aquí estoy y para compensar los días que no publique les dejo 5 capítulos, espero les guste.

 

Para Edward, la vida tampoco había sido un camino de rosas. A sus 28 años, había vivido situaciones bastante tensas, la mayor parte de ellas, con su familia, aunque a decir verdad, estás se reducían prácticamente a su padre.

Carlisle Cullen, era un influyente abogado en Boston. Era dueño del más importante bufete. Contaba entre sus clientes, con importantes empresarios, auténticos magnates de no importaba qué. Su especialidad eran los matrimonios, más concretamente, los que se disolvían.

Estaba casado con una mujer serena, sensata, bonita y dulce. El amor de su vida, Esme. Se conocieron en la facultad de derecho, en Harvard. Se hicieron novios prácticamente al segundo día de conocerse, y cuatro años después, se casaron. El mayor de sus hijos, Emmet, no tardó en llegar, a éste le siguió, dos años después Edward.

Distintos caracteres, distintos objetivos, distinto compromiso con la familia, aunque el respeto y el amor, era el mismo.

Emmet siguió el deseo de su padre, convertirse en abogado de familia y unirse al bufete de su padre, extendiendo su especialización a pruebas de paternidad, testamentos etc. Para Carlisle, que sus hijos siguiesen sus pasos era fundamental. Quería que la empresa quedase en manos de sus hijos, y en los descendientes de éstos, sus nietos. No seguía una tradición familiar, sus padres eran dos humildes agricultores de Virginia del Norte. El típico matrimonio humilde, trabajador y con el sueño de ver a sus hijos convertirse en hombres de provecho, estudiar una carrera y ejercer y vivir de ella. Y lo consiguieron. Consiguieron ver hecho su sueño realidad. Su único hijo se graduaba en la imponente Harvard, y sus padres no cabían en sí de orgullo.

En su caso, la necesidad económica era inexistente. Después de luchar duro y hacerse un nombre, dio el salto definitivo y se estableció por su cuenta, llenando su cartera de clientes adinerados. Sus hijos crecieron rodeados de todo tipo de comodidades. Los mejores colegios, la mejor Universidad. Tuvieron todo tipo de caprichos, aunque éstos se redujeron a lo normal en unos adolescentes, ya que la educación que tanto Carlisle como Esme les dieron, ayudó a no criar a un par de frívolos egoístas e insensibles. Eran dos chicos listos, apuestos, inteligentes, pero sobre todo, encantadores y en absoluto caprichosos.

Se rodearon de amigos de su clase social, tanto en la secundaria como en los estudios superiores. Una etapa, en la que el matrimonio temió que sus hijos se descarriasen, Pero sorprendentemente, los valores que les habían inculcado, quedaron intactos en ellos.

Los problemas comenzaron, cuando Edward se licenció en derecho y sorprendió a la familia con la conversación que tuvo en el restaurante dónde celebraban dicha licenciatura. Carlisle y Esme, no podían ocultar el orgullo que sentían por sus hijos, más Carlisle si cabe, ya que de ese modo, se aseguraba el nombre en el bufete para un futuro lejano. Sabía que Emmet adoraba la abogacía. No tanto Edward. Él, siempre se había mostrado reacio. Le llamaba más la atención el arte, de hecho, la mayor parte de las discusiones entre padre e hijo, llegaban por ese motivo. Edward pensaba que su padre le quería elegir su futuro, le cortaba las alas a su sueño. Carlisle sin embargo, pensaba que su hijo pasaba por una etapa de rebeldía temporal. Por un trecho dónde se dejaba llevar por ilusiones, aunque siempre tuvo claro, que con el tiempo su hijo recapacitaría y le daría la razón. Por eso, le obligó a estudiar algo en lo que el creía firmemente, le otorgaría a su hijo el equilibrio que pensaba le faltaba. Y creyó haberlo hecho …

La relación entre ambos se tornó algo fría, y eso le dolía sobre manera. Pero prometía a su esposa, que el tiempo haría que retornase el Edward cariñoso y entrañable, el Edward amigo de su padre. Su Edward. Y así pasaron los años de Universidad. Llamadas, visitas, cartas… Edward seguía manteniendo un trato cariñoso con su madre, pero más frío y distante con su padre con el paso del tiempo. Ninguna de las charlas con su madre, evitaron que la relación entre ambos fuese deteriorándose cada vez más.

Para ella, era difícil estar entre su marido y su hijo. Comprendía las razones de ambos, se inclinaba más hacia su hijo, pero evidentemente no podía hacer o decir nada que dañase a su esposo. Cuando lo intentó, Carlisle pasó por una pequeña etapa de depresión. Y optó por estar al lado de su marido, y no volver a comentar nada acerca del tema. Por su parte, Edward entendía la delicada situación de su madre, y no forzó ningún enfrentamiento entre ellos. Contaba con el apoyo silencioso de su madre, y aunque eso no le bastase, al menos era algo.

Con Emmet la relación era estupenda. No se inmiscuían en la vida de ambos. Sabían como marchaban, pero no tomaban parte. Se respetaban y se querían como hermanos. No estudiaron juntos, y no tuvieron amigos comunes, pero su trato era inmejorable. Ambos sabían, que tendrían a su hermano cuando lo necesitasen. Y ese día en el restaurante, Edward lo necesitó…

Cuando dijo en pleno brindis, que no ejercería de abogado, al menos de momento, la tempestad se desató. Lo tenía decidido. Sabía a lo que se enfrentaba, pero había decidido tomar las riendas de su vida. En la facultad, conoció al que se convertiría en su mejor amigo, Jasper Hale. Un chico introvertido, serio, noble y leal.

Jasper estudiaba derecho por el mismo motivo que él. Sus padres se habían sacrificado para darles estudios a su hermana y a él. No era su sueño, pero sabía del esfuerzo que se hizo en su casa para que el pudiese ir a Harvard, y no quiso defraudar a sus padres. Su hermana eligió empresariales, pero se quedó en su Kansas City natal.

No quiso irse lejos de sus padres. Así que Jasper, optó por derecho, y en Harvard, y gracias a eso, hoy puede presumir de tener el mejor amigo que todo hombre puede soñar. Ya que, arriesgó más que él. Decepcionó a sus padres mucho más que él para cumplir su sueño y el de Edward. Les convenció que ese sueño también daría sus frutos, que no los desampararía y les juró, que si las cosas iban mal, ejercería de abogado. Edward, le había prometido un puesto en el bufete de su padre…

Durante meses, forjaron su sueño en su apartamento compartido en el campus. Sabían que el monto económico sería un hándicap en cuanto sus padres supiesen que rumbo iban a tomar sus vidas. Contaban con eso, por tal motivo, trabajaron a media jornada los dos últimos años de carrera, para lograr reunir el mínimo necesario para emprender su nueva vida.

-¿Las Maldivas?- Dijo Carlisle totalmente fuera de sí. - ¿Me estás diciendo, que mi hijo, Edward Cullen, va a tirar su vida a la basura por un absurdo capricho? No, ¿me oyes hijo? ¡No!- dijo completamente enajenado.

-Está decidido papá. Digas lo que digas, está decidido. En dos semanas me marcho- Respondió Edward visiblemente nervioso.

Sabía lo que vendría a continuación. Era perfectamente consciente de lo que su decisión iba a originar. Su padre no escatimó en sarcasmo, en ironía, en golpes bajos… Lo sabía, pero tenía muy claro que nada ni nadie, conseguiría cambiar el rumbo de su vida.

Su madre se limitó a intentar tranquilizar a su padre, y Emmet le prestó su apoyo, pidiéndole a cambio que pensase bien la decisión que había tomado. Pero Edward ya lo había decidido. No había marcha atrás.

Esas dos semanas, su padre se mantuvo alejado de él. Le prohibió cualquier visita a su casa. Su madre y el tenían que verse a escondidas, la mayor parte en el apartamento de Emmet, que se convirtió en su único y claro apoyo. Le prometió lidiar con su padre, hacer que las aguas volviesen a su cauce y además le dio una buena suma económica, que Edward aceptó a modo de préstamo, con la intención de devolvérselo cuanto antes.

Cuatro años después, la deuda económica estaba saldada con su hermano. Su negocio iba viento en popa. Al principio, trabajaban con el complejo hotelero de la Isla, ofreciendo a los turistas toda clase de diversión marina. Un par de años después, ambos socios se establecieron por su cuenta, comprando dicho hotel y engordando de manera significativa sus cuentas corrientes.

Jasper estaba especializado en pesca submarina, en cursos de buceo y en surf. Edward por su parte, se hacía cargo de los paseos en barco, en buceo por los arrecifes y dirigía el delfinario. Ambos tenían estructurado el negocio, de manera que funcionaba a la perfección. En unos meses, tuvieron que contratar a dos personas aumentando la nómina en los años sucesivos y ellos aflojaron el ritmo para poder dedicarse a vivir, ya que el trabajo, les mantenía ocupados prácticamente todo el día.

Habían hecho un grupo de amigos bastante compacto. Entre ellos se encontraba Lauren, una chica que llegó unos meses después que ellos, huyendo de una decepción amorosa. Con el tiempo, se había convertido, junto con Jasper, en la mejor amiga de Edward. Sabía que ella quería algo más. Lo supo prácticamente unos días después de conocerse, cuando Lauren se le insinuó, y el no quiso llevársela a la cama. Por que Edward, no era un mujeriego, ni siquiera era un ligón. Claro que había tenido sus aventuras, pero jamás sedujo a una chica sin dejar claras de antemano sus intenciones.

No era un tipo enamoradizo, jamás lo fue, aunque supiese el efecto que su físico ejercía en el sexo femenino, no necesitó de sus encantos para estar siempre rodeado de turistas enfebrecidas buscando sus atenciones. Tenía sus necesidades, como todo el mundo, y aunque de vez en cuando las saciaba, era amante de largas veladas con sus amigos y de la música. Lo primero que compró tras pagar la deuda de su hermano, fue un piano. De pequeño su madre se ocupó de que aprendiese a tocarlo, y terminó por amarlo. Y en esas estaba, cuando apareció Jasper…

-Suena triste- Dijo Jasper apoyado en el marco de la puerta

-Hola Jazz, no te había oído llamar- Respondió Edward irónico.

-Estaba abierta, llevo un rato oyendo esa melodía… ¿Triste?- Contestó sentándose en el banco junto a Edward.

-¿Tú crees? Sinceramente, no sé ni que estaba tocando. Dijo a la vez que volvía la mirada a un punto perdido.

-Entonces… ¿A qué pensamiento le estabas poniendo banda sonora? ¿Tiene nombre?- Inquirió divertido

-Jaja, eres demasiado listo Jasper. Digamos, que ese pensamiento sí tiene nombre, querido amigo. Y antes de que me preguntes, se llama Bella- Soltó mirando al teclado.

-Sabía cómo se llamaba- Le guiñó un ojo- Esa chica te gusta de verdad. Lo sé, lo he notado. Te conozco.

-Demasiado, no voy a negarlo. Demasiado…- Dijo suspirando ruidosamente

-¿Es ella?- Preguntó Jasper

Esa era la manera, en la que se referían a la chica que cambiaría sus vidas. Los dos eran hermosos, inmensamente atractivos. Tenían una larga lista de candidatas que caerían rendidas a sus pies. Ambos eran conscientes de eso, pero ambos también, sabían que su chica, que ella, no se encontraba en ninguna de esas listas.

Sabían que un día ese Ángel aparecería, y lo sabrían porque se sentirían inseguros, perdidos y asustados. Edward, estaba inseguro, perdido y asustado. Por lo que no le quedó más remedio que admitirlo. Y volviéndose lentamente hacia Jasper, con toda la serenidad de la que pudo hacer acopio, dijo las palabras mágicas, aquellas que deseaba y temía a partes iguales pronunciar…

-Sí. Es ella- Y perdió la vista en el infinito…

 

Que les pareció, en este capitulo pudimos ver un poquito más sobre Edward.

Dejen sus comentarios y votitos que serán bien recibidos. Saludos.

 

Capítulo 10: ¿Porqué no me siento culpable? Capítulo 12: Lo que me haces sentir

 


Capítulos

Capitulo 1: Introducción Parte 1 Capitulo 2: Introducción Parte 2 Capitulo 3: Introducción Parte 3 Capitulo 4: Aterrizando en la realidad Capitulo 5: Acostumbrándome al vacío Capitulo 6: Ya lo he visto.... He visto el mar Capitulo 7: Buceando en tus aguas Capitulo 8: Estupendo, está pillado Capitulo 9: Me lías, me lío? ¿Nos liamos? Capitulo 10: ¿Porqué no me siento culpable? Capitulo 11: ¿Es ella? Sí. Es ella Capitulo 12: Lo que me haces sentir Capitulo 13: Lo Siento Capitulo 14: Un "helado" interesante Capitulo 15: Un Imposible Capitulo 16: La Vista Capitulo 17: Agridulce Capitulo 18: Aclarando puntos Capitulo 19: Y ahora, ¿qué? Capitulo 20: Comenzando? Capitulo 21: No puedo más Capitulo 22: Interrogatorio Capitulo 23: Afianzando Capitulo 24: Ley de Murphy Capitulo 25: Maldita Zorra Capitulo 26: Despedidas Temporales Capitulo 27: De Nuevo Por Aquí Capitulo 28: Te Necesito Capitulo 29: La Perra y su Amo Capitulo 30: A esto se le llama caer bajo Capitulo 31: Haciendo Conjeturas Capitulo 32: 24 Horas Capitulo 33: Por fin estás aquí Capitulo 34: La Charla Capitulo 35: Escondido Capitulo 36: Hiel Capitulo 37: Rabia Capitulo 38: Primer Contacto Capitulo 39: Instrucciones Capitulo 40: Compromisos Ineludibles Capitulo 41: Reencuentros y Primeras Citas Capitulo 42: Coto Privado Capitulo 43: Cena de Navidad Capitulo 44: Cuentas Pendientes I Capitulo 45: Cuentas Pendientes II Capitulo 46: Comida infructuosa Capitulo 47: Chocolate Calientito Capitulo 48: Verdades como puños Capitulo 49: Actos y Consecuencias Capitulo 50: Confesiones a la luz de las velas Capitulo 51: Nada Capitulo 52: Canta para mí I Capitulo 53: Canta para mí II Capitulo 54: Estoy aquí Capitulo 55: ¿Maravilla? Capitulo 56: Amargo desayuno Capitulo 57: Haciendo balance Capitulo 58: Fiesta Capitulo 59: Año Nuevo, Vida... Capitulo 60: Otra vez no Capitulo 61: No puedes irte... Capitulo 62: El presente Capitulo 63: Deja vú Capitulo 64: Des... Esperanza Capitulo 65: Desesperación Capitulo 66: Día Uno oscuridad Capitulo 67: Recogiendo Tempestades Capitulo 68: Día dos, tormenta Capitulo 69: Bombones Capitulo 70: Asimilando Capitulo 71: Día 15, como en casa Capitulo 72: Día 30, carta al cielo. Capitulo 73: Siguiendo la pista Capitulo 74: Desnudando el alma. Capitulo 75: Día 57, señales Capitulo 76: Día 63, Luz Capitulo 77: ¿Qué hay de nuevo? Capitulo 78: Cuéntame Capitulo 79: Normalidad Aparente Capitulo 80: Face to Face Capitulo 81: SÍ Capitulo 82: Previa Capitulo 83: Para siempre Capitulo 84: Consumando Capitulo 85: Step by Step Capitulo 86: Separando Destinos Capitulo 87: Cosechando Capitulo 88: Sentencia Capitulo 89: Buenas Nuevas Capitulo 90: !Hola! Capitulo 91: Cerrando Ciclo Capitulo 92: Y Comieron Perdices Capitulo 93: Epilogo

 


 
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