Me sudaban las manos. Después de los últimos acontecimientos, necesitaba a Edward conmigo. Sólo unos minutos me separaban de él, los que tardase en facturar el equipaje. Alice, a mi lado, estaba extrañamente quieta. Hablábamos animadamente durante el camino al aeropuerto. Rose, Em y mi hijo nos acompañaban. Todo cambió al entrar en la terminal. Alice dejó de estar operativa, ni siquiera respondía a las bromas de Emmet.
-Alice, ¿Te encuentras bien?- Pregunté.
-Si Bella, es sólo que estoy nerviosa. No veo la hora de abrazarle- Me sonrió soltando el aire de golpe.
La entendía, yo estaba igual o peor. Los últimos días habían sido exasperantes, por no hablar de las noches. Las caricias que intercambiábamos por teléfono, claramente eran insuficientes. Ayudaban, sí, pero con semejante portento por novio, era demasiado frustrante la sensación de vacío al colgar.
Edward se alojaría con Rose y su hermano. Aunque Jackie conocía quien era Edward, no creímos oportuno que el compartiese casa con mi suegra. No habíamos mencionado esa posibilidad, sabía que ella no se negaría. Simplemente, no era lo más correcto ni lo más oportuno. Alice me secundó.
Había reservado una habitación de hotel para esa noche. El plan era quedarnos solos los dos, Joel junto con Alice y Jasper, iría a la mansión de mi suegra. No había problema, ésta era demasiado grande cómo para que ciertos ruidos no molestasen por las noches. Además, Jackie estaba emocionada por conocer al novio de su hija. Entendió mi necesidad de una noche con Edward. El asunto era muy delicado, pero ella jamás me hizo ver malestar por su parte. El punto era, que yo jamás forzaría eso. Estaba demasiado agradecida por como ella tomaba las cosas, con una predisposición exquisita, tragándose cualquier signo de dolor o molestia. Era digna de admirar. Christian era igual que ella.
Un carraspeo de Emmet nos sacó de la ensoñación en que nos encontrábamos. Giramos nuestras cabezas y… Ahí estaba.
Dios.
Ninguna foto, ninguna descripción, haría justicia jamás a ese pedazo de cielo.
El latigazo que me recorrió el cuerpo desde las uñas de los pies hasta las raíces de mi cabello, provocó un jadeo por falta de aire.
Se acercaba a mí, con sus penetrantes esmeraldas clavándose en mi alma. Le sostuve la mirada, incapaz de prestar atención a nada ni a nadie más. ¿Qué me había hecho ese hombre?.Era como estar dentro de una película dónde todo el mundo estaba paralizado, todo, excepto Él.
Me regaló de nuevo esa jodida sonrisa que me dejaba sin aliento. No pude por menos que corresponderle. Seguía clavada en el mismo sitio, contemplando como Mi Hombre acortaba la distancia entre ambos. El hormigueo era generalizado, las yemas de mis dedos quemaban clamando por su piel, mi saliva se escondió, provocando la sequedad de mi boca, ávida de que sus jugos la tornaran a la vida. Mi respiración agitada, castigaba a mis pulmones, sabedores de la proximidad de ese aroma que les embriagaría. Mi cuerpo estaba dispuesto a recibirle.
Dejó su maleta a nuestros pies. Miró dentro de mi alma comprobando que todo estuviese bien. Llevó sus manos a mis mejillas, y un gemido salió de lo más hondo de mi ser. Acomodé mi cara en sus manos, dejando que una tímida lágrima resbalase hasta chocar con sus dedos. Cerró sus ojos y pegó su frente a la mía, dejando que su aliento traspasase las barreras de mi olfato, poniendo en alerta mis sentidos.
-Estoy aquí mi vida- Susurró en mis labios.
Mis manos escalaron su cintura, hasta posarse tras su cuello. Acaricié su nuca aún sin abrir los ojos, dejando que mi mente, se embotase de su tacto. Su cabello se escurría entre mis dedos, devolviéndome sensaciones pasadas. Alcé mi rostro y le invité a entrar en casa.
Posó sus labios dulcemente sobre los míos, apenas un roce etéreo. Se quedó quieto, paralizó sus labios dejando que reconociesen el terreno. Sus manos apretaron dulcemente mi rostro, y sentí la humedad de su lengua recorriendo mis labios. Los entreabrí, dejando escapar un leve gemido. La urgencia de mi boca, quedó reducida a su ritmo. Entendí que Edward quería matar la ansiedad. Y me limité a disfrutar la dulce tortura.
Continuó acariciando mis labios con su lengua, dotándolos de su sabor, marcando con su esencia su territorio. Temblé cuando rozó mis dientes, mi mente ejecutó la orden y entreabrí los labios. Su lengua hizo presencia en todo su esplendor, bajó sus manos a mi cintura, me pegó a su cuerpo, y sentí como una de sus manos recorrió mi espalda hasta posarse en mi cuello, tomando mi cabeza, atrayéndola más a la suya, profundizando en un beso plagado de deseo, anhelo, carencia, necesidad, amor…
Cuando separamos nuestras bocas, y dejamos entrar el aire que nos faltaba, aún sin romper nuestro contacto, fuimos conscientes de dónde estábamos y quien nos rodeaba. Sonreímos antes de girarnos a los demás.
Alice y Jasper se miraban embobados, abrazados. No vi su reencuentro, pero no creo que distase mucho del nuestro. Emmet abrazó a su hermano efusivamente, y Rose le dio dos calidos besos. Joel se quedó parado, se le veía algo incómodo, pero Edward facilitó las cosas inclinándose ante él.
-Y bueno enano, ¿no me vas a decir nada?- Preguntó sonriendo.
Joel sonrió tímidamente soltando su agarre de la pierna de Emmet y dio un corto y rápido beso a Edward bajando su cabecita. Le desarmó. Su cara era un poema Esperaba cualquier cosa menos ese recibimiento.
Edward le abrazó, le estrechó firmemente entre sus brazos y besó su cabeza. Lloré como una tonta, pero no fui la única, Alice estaba en las mismas que yo.
En ese momento, Jasper se me acercó abrazándome.
-Ya le tienes aquí- Me susurró guiñándome un ojo cómplice.-Y ella a ti- Respondí abrazándole igualmente.
-Bueno chicos, hora de irse- Anunció Emmet tomando a Rose de la mano.
-¿Cómo han estado las cosas por aquí?- Edward me preguntó a la vez que pasaba un brazo por mi cintura y llevaba a Joel de la mano.
-Mi abuela sabe que eres su novio- Joel lo dijo con una naturalidad pasmosa. Edward se paró en seco y me miró incrédulo.
-Ya te contaré- Le dije sonriendo y dejando un beso en su mejilla.
Joel se marchó con Alice y Jasper, nosotros nos fuimos con la otra pareja, que nos dejaría en el hotel que había reservado.
-Portaos exactamente como yo espero- Nos pidió Emmet desde la ventanilla del coche con una inmensa sonrisa. Rose la secundó guiñándome un ojo cómplice y Edward y yo, nos miramos unos instantes antes de entrar al hotel.
Cuando entramos en el ascensor, me acorraló inmediatamente contra la pared, cazando mis labios con ansiedad. Metió su lengua en mi boca y la retorció junto a la mía, provocando que ambos jadeásemos fuertemente. Sus manos apretaron mis pechos y mis pezones le dieron la bienvenida. Los acarició con los pulgares, y mis piernas se abrieron automáticamente. Edward respiraba jadeando mientras sus labios mojaban mi cuello, y sus dientes marcaban mi piel. Justo cuando mi mano bajaba a su entrepierna, las puertas del ascensor se abrieron. Edward gruñó, pero cogió mi mano y tiró de mí rápidamente.
Intenté pasar la tarjeta por la ranura, pero la excitación de la que era presa hizo que por dos veces se escurriera de mis manos. Edward resopló impaciente.
-Deja que yo lo haga- Su voz salió tan ronca que me temblaron las piernas.
Nada más abrir la puerta, tiró la maleta sin mirar dónde caía. Me agarró de la cintura y tras pasar a la habitación, cerró la puerta de ésta de una fuerte patada. Me reí de su impaciencia y el arqueó una de sus cejas divertidamente.
-¿Qué le hace gracia Srta. Swan?- Me miró amenazadoramente sexy.
-N…Nada- Balbuceé ante su proximidad.
Me apresó entre la puerta y su cuerpo. Subió mis manos sobre mi cabeza, y mirándome fijamente, pasó la lengua por sus labios, humedeciéndolos lentamente, castigándome.
Mi pulso amenazaba con pararse súbitamente, relamí mis labios, impaciente porque el estrellase los suyos en ellos. Pero por lo visto, no era esa su intención.
Restregó su dura erección en mi vientre mientras me miraba fijamente. Su jodida sonrisa de satisfacción me mataba. Un sonoro jadeo subió desde mis pulmones, y él volvió a frotarse contra mí.
-Por favor…- Gemí.
-Por favor… ¿Qué?- Preguntó ronco en mi oído, regándolo con su aliento.
-Edward…-
-¿Qué… Bella?- Pasando su aliento por mi cuello y bajando…
Sólo pude responderle con gemidos, retorciéndome, girando mi cintura, buscando su contacto. El me respondió alejándose cuando yo lo buscaba, y podía notar su sonrisa en mi clavícula.
Su agarre no cedía, y me desesperé. El me miraba divertido, mientras me seguía castigando con el roce de su aliento.
-Basta Edward…- Imploré.
-No entiendo cariño- Seguía jugando.
-Basta de juegos- Rogué
-¿De verdad?- Preguntó parando en mi cuello y mirándome fijamente.- ¿No quieres esto?- Lamió mis labios mojándolos completamente.- ¿Ni esto?- Mordió mi mandíbula- ¿O esto?- deslizó su húmeda lengua hasta mi oreja.-¿Esto tampoco?- La mordió- ¿Nada?- Bajó hasta mis pezones y los mordió sobre la tela.
Subió hasta quedarse frente a mí, mirándome profundamente. Hablando con la voz tan ronca por el deseo, que de no haber estado sujeta por sus manos, habría caído irremediablemente al suelo, incapaz de que mis piernas me sostuvieran.
-Pretendes decirme, que esto- Metió una de sus manos entre mis piernas, mojándola y enseñándome el brillo que mi excitación dejó en sus dedos- ¿No te gusta?- Los metió en su boca y cerró sus ojos mientras los lamía.
-¿Respóndeme?- Ordenó mientras clavaba su hinchada entrepierna en mi vientre.
Tenía los sentidos nublados. Una niebla espesa me rodeaba. Tan sólo era consciente del fuego que arrasaba mis entrañas, de la necesidad de apagarlo.
-Te necesito- Susurré apenas en un hilo de voz.
-¿Cómo?- Empujó contra mi vientre. Su boca dolorosamente separada de la mía.
-T… Te necesito- Repetí elevando la voz.
-¿Qué necesitas de mí?- Siguió torturándome con su aliento en mi boca.
-Edward…- Quería llorar, mi resistencia estaba bajo mínimos, y él me castigaba.
Una de sus manos liberó la mía, y arrancó los botones de mi blusa, dejando mis pechos expuestos bajo la ropa interior. Sus ojos se oscurecieron de deseo, jadeó profundamente y presionó más su entrepierna contra mí. Lamió la separación de mis pechos, y me derretí.
-Dios Edward… Por favor… Por favor… Por favor…- Mis súplicas parecieron conmoverle.
Soltó el agarre de mi otra mano, separó su cuerpo del mío y me dolió. Me mostró su sexy sonrisa antes de hablar.
-Dímelo- Y volvió a mojar sus labios mientras clavaba sus ojos en mi cuerpo.
Algo me corrió por las venas mezclándose con el deseo y la pasión. Enojo, puro enojo. Mi cuerpo ardía en llamas, y Edward, lejos de ser la tormenta que lo aplacase, avivaba aún más el fuego que me consumía.
Le agarré de la camisa y tiré de él hasta pegarlo contra la pared, ocupando mi lugar. Estaba cabreada, muy cabreada, e iba a darle un escarmiento.
-Quiero esto- Mordí sus labios- Y esto- rompí su camisa, chupé y mordisqueé sus pezones-Además de esto- lamí todos los dedos de sus manos, lentamente, succionándolos sin apartar la mirada de sus ojos-Y esto…-tomé su miembro entre mis manos presionándolo, haciendo que Edward emitiese un sonoro jadeo y apretase sus dientes- …Lo quiero dentro de mi Ya- Me había enfadado de verdad.
Sonrió de lado antes de capturar salvajemente mi boca con la suya. Literalmente destrozó mis labios convirtiéndome en una adicta. Mi sexo era un volcán a punto de estallar. No sé como, sentí chocar mi espalda contra la cama. Edward estaba poseído, destrozó mi ropa sin contemplaciones. Verle la cara era ya de por sí terriblemente excitante. Lamió todo mi cuerpo con una avidez lujuriosa, no podía dejar de jadear, era sencillamente insoportable. Abrió mi sexo con su lengua, dejando que mis manos apretasen su cabeza contra el.
Me retorcí como una serpiente ante el fuego, mis gritos debieron oírse por todo el hotel, pero nada importaba, sólo ese hombre que castigaba mi cuerpo con el más absoluto de los placeres.
Colocó mis piernas sobre sus hombros, y me penetró sin contemplaciones. Decir que vi las estrellas es quedarse corto, ese hombre acababa de abrirme una ventana al Universo. Mató mis gemidos con su lengua. Acompasó sus entradas en mi boca con las de mi sexo. Podía notar como sus testículos golpeaban mi entrepierna, sus gruñidos incentivaban mi ya descontrolado ritmo cardiaco. Noté como todos mis nervios confluían en mi vientre, los noté cargados de lava, deseando salir al exterior.
-Ed…Edward… Ahhhh Edwardd… no aguanto más…N…No puedo cariño- Jadeé como pude.
-No lo hagas. Córrete para mí. Hazlo Bella… ¡Hazlo!… ¡Ahora!- Bramó aumentando el ritmo de sus embestidas.
El frió se acomodó en mis pies, hizo que se contrajesen y se clavasen en el colchón mientras el torrente de lava bajaba por los conductos abrasándolos a su paso. Sentí como mi cuerpo se arqueaba con fuerza levantando incluso a Edward. Terminé gritando su nombre absolutamente presa del placer.
Me dejé caer exhausta al mismo tiempo que Edward se vaciaba en mi interior. Clavé mis uñas en sus brazos mientras sus estertores finales daban lugar. Rodó sobre mí y cayó pesadamente a mi lado. Ninguno dijo nada. No había aliento para nada más. Nuestras respiraciones decían con claridad lo que sentíamos.
Unos instantes después me abrazó. Besó dulcemente mis labios y me miró a los ojos.
-No sabes como te quiero- Susurró sonriendo.
-No sabes como te quiero yo- Respondí acariciando su rostro.
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