-¿Dónde estás?- Preguntó nervioso
-En la oficina- Respondió de mala manera.
-Lárgate de ahí ahora mismo, ve a la "cueva"- Ordenó.
-¿Qué es lo que pasa Paul?- Se envaró en su silla y un escalofrío recorrió su espina dorsal.
-Ocurre, que el asesino de cuarta ha largado, y se lo acaba de llevar la policía- Contestó ya sin paciencia.
-¡¿Qué?- Se levantó de golpe y las piernas la temblaron.
-¡No preguntes joder!- Sal de ahí antes de que te encuentren. ¡Ahora!- Y cortó la comunicación.
Tanya dejó el auricular en la base y miró al frente, al ventanal que había justo delante de su mesa. Newton estaba cazado y ella estaba perdida. Sin más, sacó todos los papeles y un par de discos duros del cajón superior, y tras agarrar el bolso y su abrigo salió apresuradamente de la planta. No se despidió de nadie, no miró a nadie, sólo quería salir de ahí cuanto antes.
Su móvil empezó a sonar. Número desconocido. Casi se le cae de las manos. Consiguió llegar al parking y arrancó su todo terreno saliendo aceleradamente. Condujo hasta las afueras, hasta un rancho al que se accedía por un camino de tierra, ahora cubierto por un espeso manto de nieve. En el cual, las rodadas de un par de coches mostraban lo poco transitado de ese camino.
Al llegar, Paul estaba ante la chimenea, a su lado sus cuatro hombres de confianza, aunque para ella eran perros.
-Te dije que teníamos que matarlo- Le escupió nada más soltar su abrigo en uno de los sofás.
-Vaya, ¿será que eso de matar te pone?- Preguntó burlón.- Si es que no hay nada como empezar y cogerle el gusto- Mostró sus dientes y los cuatro hombres rieron por lo bajo.
-¿Qué vamos a hacer ahora?- Cortó por lo sano las desagradables risas de los esbirros.
-No, querida… Tú, no harás nada más- Destiló veneno
-¿Qué harás entonces?- Preguntó impaciente.
-Salvarnos el culo. Obvio- Se encendió un cigarrillo y extendió la mano en la que tenía una copa vacía. Uno de los hombres, rápidamente la llenó de nuevo.
-¿Nos quedaremos aquí?- Preguntaba mientras se dejaba caer sobre el sofá y miraba con disgusto a dos de los hombres que delante de ella, no ocultaban la lascivia.
-Así es. De momento permaneceremos aquí- Seguía frente a la chimenea moviendo el líquido de la copa.
-¡Qué divertido!- Exclamó irónica y sacó sus zapatos para tumbarse sobre el sofá suspirando de aburrimiento.
-Serás puta- Siseó arrojando el licor al fuego, y éste levanto una llamarada. En dos zancadas se puso frente a ella y agarrándola del brazo, la puso de pie- Ya la has cagado bastante y te recuerdo que no me sirves de nada ya- Habló tan amenazadoramente que a Tanya le temblaron las piernas.
-¿Qué… Qué intentas decir?- Procuró preguntar dignamente, pero fracasó.
-¿Intentar?- Respondió con sorna.- No querida, nada de intentos. A partir de ahora estás en mis manos. Comerás, cagarás, y harás lo que yo ordene y cuando yo lo ordene- La empujó de nuevo contra el sofá.
-Quiero irme a mi cuarto- Pidió firmemente- Porque lo tengo, ¿no?- Retó altiva. Paul sonrió con burla.
-Oh, claro. Jean- Llamó a uno de sus hombres- Muéstrala su dormitorio, y haz que se sienta… cómoda- Sonrió entre dientes, y los demás le secundaron. Tanya apreció un brillo que no supo interpretar en los ojos del tal Jean- Después iré a verte- Despidió a ambos con la mano, de espaldas, con un gesto despectivo.
Siguió al hombre con cautela. De repente sentía temor. Pero sacudió la cabeza con fuerza negándose el pálpito. Se pararon frente a una puerta, y el sacó una llave que giró en la cerradura, y apartándose, abrió la puerta de la estancia permitiéndole la entrada.
Se encontró con una gran cama y una cómoda. No había nada más, salvo dos argollas clavadas en la pared, encima de la cama. Dejó sus cosas sobre ella y se dirigió al hombre que permanecía parado tras ella.
-¿Dónde está el baño?- Le preguntó sin educación alguna.
-El baño es la tercera puerta a la derecha- Movió la cabeza hacia ese lado y calló de nuevo.
-Llama a Paul, quiero baño en la habitación- Ordenó caprichosamente.
-Tanya- Llamó él y ella se volvió con ira.
-¿Quién te ha dado permiso para tutearme? ¡Estúpido!- Escupió con violencia.
Jean atravesó la habitación en milésimas de segundo, y estampó con una fuerte bofetada la cara de Tanya, dejando a esta tambaleándose incrédula.
-Que no se te olvide puta- siseó agarrándola sin cuidado la cara- Aquí no eres nadie. Cuidado- Advirtió, y antes de irse apretó uno de sus pezones retorciéndoselo con saña.
-¡Aaaauch!- Gimió retorciéndose de dolor y llevándose inmediatamente una mano a la zona.
-Considera eso una advertencia. Ya sabes lo que hay- Y se giró hacia la cómoda, de dónde sacó una prenda de lencería negra y un antifaz- Póntelo- Se lo arrojó encima y salió de la habitación, cerrando la puerta de golpe.
Se sentó sobre la cama masajeándose el pecho entre muecas de dolor. Miró la prenda y pudo ver que era un diminuto camisón. Sabía lo que tocaba, y quiso llorar, pero no pudo, y tampoco quiso. Tampoco quiso pensar en lo que se le avecinaba. Sabía que su vida cambiaría, y que tendría que adaptarse a los cambios. Suspirando, se levantó y comenzó a desvestirse. Se puso el camisón y el antifaz, y se tumbó en la cama. Pasó el tiempo, y acabó por dormirse.
Tiempo después, sintió un peso al lado de la cama. Intentó quitarse el antifaz, pero unas manos se lo impidieron. Notó el frío metal en sus muñecas, y comprendió que eran unas esposas. Cuando pudo agitar los brazos, oyó el tintineo de unas cadenas, y entonces recordó las dos argollas en la pared. Su cuerpo se cubrió de un sudor frío repentino, y tembló de miedo. Notó como la abrían las piernas, y rompían sus braguitas sin contemplaciones.
Acto seguido, un miembro golpeó sus labios instándola a abrirlos. Lo hizo, y éste se alojó en su interior bruscamente, sin dilaciones. Tanya hizo lo que tenía que hacer, lamerlo y chuparlo. Pronto oyó los jadeos de Paul, y un alarido salió de sus labios cuando sintió su dolorido pezón estirarse. Un puñetazo la hizo callarse.
-¡Calla y chupa!- Gimió de dolor y el pene de Paul acalló los sonidos lastimeros de ella.
Cuando quedó satisfecho de su boca, bajó hasta su sexo y la penetró de golpe, asiéndola de las caderas con extremada brusquedad. La cabalgó largo rato, aminorando y acelerando las embestidas embebido en su propio placer. Por una vez, Tanya no se dejó llevar por su cuerpo, y no disfrutó. El miedo atería sus nervios.
Se corrió dentro de ella y sin mediar palabra alguna salió de la habitación. Sintió que se había quedado sola y las lágrimas cayeron libremente por sus ojos, empapando el antifaz. Hipó como en su vida. Y dio un respingo de absoluto pánico en cuanto oyó la puerta abrirse.
Unas manos la liberaron de las esposas, y cuando se quitó el antifaz vio a Jean. No miró su cuerpo semidesnudo, era como si ella no estuviese ahí. Aún, y a pesar del miedo que sentía, eso la llamó la atención.
-¿Puedo… ir al lavabo?- Preguntó temerosa.
-Sí- Respondió conciso.
-No he traído nada- Musitó ella.
-Hay de todo- Contestaba mientras enrollaba las cadenas y las metía en una bolsa junto con las esposas.
-¿No me deseas?- Su vanidad por lo visto, seguía intacta.
Jean la miró de arriba abajo, parándose en sus pechos cubiertos por la fina tela, y en sus manchados muslos, con el semen de Paul.
-Sí. Te deseo- Respondió sin inmutarse.
-Pero no me tocarás- Sacó de nuevo su estúpido orgullo a relucir y la mordaz sonrisa de Jean asomó en sus perfectos dientes.
-Te tocaré cuando realmente me apetezca follarte. No lo dudes perrita- La guiñó un ojo y ella quedó con el horror pintado en la cara- En realidad- se giró antes de salir del cuarto- Cualquiera de nosotros te follará cuando quiera- Y cerró la puerta tras el.
Se dirigió al baño mirando ambos lados del largo pasillo. Una sola vez había estado en ese rancho, pero apenas si pasó en él dos horas, por lo que lo desconocía completamente. No quería pensar en las palabras de Jean, o se hundiría, y ella era demasiada mujer para hundirse. Tendría que ser inteligente, a pesar de que la cosa pintaba mal, muy mal para ella, no había nadie en la Tierra capaz de doblegarla. No había nacido para arrodillarse ante un hombre, y más tarde o más temprano, Paul se las pagaría.
Ahora era tiempo de ceder, era tiempo de obedecer, ahora era tiempo de pensar y no dejarse llevar.
Entró al baño y después de inspeccionar la estancia y comprobar que estaba bien dotado, se quitó la diminuta prenda y se metió bajo el calido chorro de agua. Gimió fuertemente cuando frotó su pecho sin darse cuenta. Observó su pezón hinchado, enrojecido y apretó los dientes con odio.
Me las pagarás maldito cabrón, lo harás. Se dijo mentalmente mientras pasaba con delicadeza la esponja.
Oyó que la puerta del baño se abría, y los pasos que le siguieron. Abrió los ojos como platos cuando las cortinas de la ducha se abrieron, y ante ella otro de los hombres se desnudaba mientras miraba su cuerpo con lujuria. Tanya cerró los ojos con fuerza y soltó la esponja.
Se quedó parada, absolutamente bloqueada. Ahora sí sintió miedo de verdad, ahora sí, se sintió perdida. Ahora sintió que su vida ya no era suya, ahora sintió que ella estaba en la nada, que su vida era nada, que ella era nada…
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