LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103276
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 56: DIECISEIS

Sonya observó a Alice y a Jasper y supo que tendría que emplear toda su magia para salvarlos, e incluso así es posible que no fuera suficiente.

—Mantas —dijo—. Necesitaremos mantas y un fuego.

Isabella se apresuró a buscar mantas y ponerlas sobre la pareja antes de empezar a apilar leña en el hogar.

—Yo haré eso —dijo Garrett al entrar en la habitación—. Seth me lo ha explicado todo. ¿Qué más te urge aparte del fuego, Sonya?

Esta suspiró.

—Plegarias.

Confiaba en que la gente que había a su alrededor se aseguraría de que tuviera todo lo que requiriese. Isabella permanecería a su lado, añadiendo toda la magia que pudiera a la suya.

Esta era una de las ocasiones en que Sonya deseaba que hubiera más druidas en el castillo. Cuantos más pudieran añadir su magia a la de ella, mejor podría curar las heridas de Jasper y su mujer.

Sonya se frotó las manos antes de posar una sobre el corazón de Alice y la otra sobre el de Jasper. Solo podía curarlos de uno en uno, pero si lo hacía así, uno de los dos moriría.

Empezó el cántico, utilizando la entonación adecuada y suavizando el tono. Sonya podía sentir la magia bullendo en su interior antes de que pasara a sus manos y luego a Alice y a Jasper. Se concentró en Alice, con la esperanza de encontrar a la druida y conseguir que colaborara con la curación.

—Escúchame, Alice —susurró Sonya en la mente de la druida—. Ya no eres prisionera de Tanya. Estoy intentando curarte, pero necesito tu ayuda. Utiliza tu magia.

Sonya repitió lo mismo una y otra vez, pero la druida no respondía. Cogió aire profusamente y puso más magia todavía sobre la pareja. Podía sentir el cuerpo de Jasper que empezaba a deshacerse de la magia negra de Tanya, pero con Alice no había ninguna reacción.

 

 

Emmett regresó a la montaña y tuvo que cogerse con fuerza a la pared al sentir un fuerte temblor bajo sus pies.

—¿Qué está sucediendo? —preguntó.

Rosalie corrió hacia él con sus ojos azules llenos de preocupación.

—Ha empezado poco después de que te fueras. El cuerpo de Tanya desapareció y la montaña empezó a tambalearse.

—Tenemos que salir de aquí. Ahora mismo —dijo Edward.

Emmett sujetó con un brazo a Edward y con otro a Rosalie. A su vez Rosalie posó la mano sobre el brazo de Duncan.

En un abrir y cerrar de ojos, Emmett los había transportado al castillo.

—Busca a Sonya —le dijo a Rosalie—. Puede que necesite ayuda.

Rosalie asintió y corrió a hacer lo que le había dicho su marido. Emmett volvió a saltar a la montaña. Tuvo que realizar dos viajes más para trasladar a todo el grupo a casa.

Después del último viaje, Emmett se pasó la mano por el rostro.

—Haced de este castillo vuestro hogar —les dijo a los recién llegados—. Si necesitáis algo, decídmelo.

Emmett corrió escaleras arriba para asistir a los progresos de Sonya. Sintió una presencia tras él y se encontró con Broc. Era extraño ver al guerrero sin sus alas ni el color azul de su piel de cuando adoptaba su forma de guerrero y, por el modo en que el guerrero movía continuamente los hombros, Emmett supo que Broc no estaba acostumbrado a permanecer en su forma humana.

Emmett corrió a la habitación de Jasper y se encontró con Sonya e Isabella, una al lado de la otra, con las manos sobre Jasper y Alice. A los ojos de Emmett, el aspecto de Jasper había mejorado, pero Alice seguía exactamente igual.

—¿Cómo va todo? —le preguntó a Edward.

Edward sacudió la cabeza. Sus ojos verdes como el mar le transmitieron a Emmett lo que no podían decir las palabras. Las cosas no iban bien.

Emmett se acercó a Rosalie y entrelazó sus dedos con los de ella. El simple hecho de estar a su lado le fortalecía. Rosalie sonrió con tristeza y le puso la mano en el hombro.

Cuando Emmett volvió la cabeza hacia la puerta de la habitación, vio a Randall y a todos los demás guerreros. Ahora ellos eran una familia, y todos se habían reunido para hacer lo que estuviera en sus manos por la recuperación de Jasper y Alice.

—Está embarazada —dijo Sonya rompiendo el silencio—. Alice lleva en su seno al hijo de Jasper.

—Por todos los dioses —dijo Edward—, esta vez lo perderemos para siempre si Alice muere.

A Emmett se le hizo un nudo en la garganta de la emoción al contemplar a Jasper, acostado e inmóvil en la cama. Había arriesgado su propia vida para salvar a Alice. Que los dioses los ampararan si Alice moría y Jasper sobrevivía.

Sonya cambió el peso de su cuerpo de una pierna a otra, movía los labios pronunciando palabras que Emmett no podía oír. Rosalie fue la primera en acercarse a Sonya y ayudar a la druida a calmarse.

A Emmett no le gustaba sentirse inútil, pero en aquel momento era justamente eso. Todo estaba en manos de Sonya y, pese a que era una druida poderosa, ¿reunía la suficiente magia para contrarrestar los poderes de la magia negra de Tanya?

Todos a la vez soltaron un gran suspiro cuando oyeron que Jasper aspiraba profundamente y empezaba a soltar el aire poco a poco. Emmett observó que Sonya centraba entonces toda su atención en Alice, con el ceño fruncido y el rostro lleno de preocupación.

Los minutos se transformaron en horas antes de que Sonya decidiera apartarse de la cama.

—He hecho cuanto puedo —dijo—. El resto depende de Alice.

Sonya ignoraba cómo era capaz todavía de mantenerse en pie. Tenía el cuerpo debilitado por haber empleado tanta magia. Nunca antes había utilizado tanta de una vez, pero al descubrir que un bebé crecía en el útero de Alice, Sonya no había querido abandonar por nada. Todavía seguiría allí si su magia fuera infinita.

—Gracias —dijo Emmett cogiéndole una de las manos y acariciándole la cabeza.

Edward dio un paso hacia delante e hizo lo mismo.

—Has salvado a nuestro hermano.

Sonya echó un vistazo por encima de su hombro hacia la cama.

—¿Qué es Alice para Jasper?

—Todo —dijo Seth.

—Eso pensaba.

Ella suspiró tratando de ocultar la preocupación que amenazaba con escapársele del alma.

—Si Alice no se recupera pronto, nunca lo hará.

Un hombre alto, con el pelo largo y castaño que le llegaba hasta la mitad de la espalda, dio un paso hacia delante. Él y el otro hombre que había a su lado resultarían idénticos si no fuera por el pelo.

—¿No hay nada más que puedas hacer por Alice?

—He usado toda mi magia, más de la que había utilizado nunca.

Sonya tenía que salir de la habitación y quedarse a solas un momento. Necesitaba descansar. Puede que entonces su magia cobrase fuerza y entonces podría volver a intentarlo con Alice.

Se dirigió hacia el grupo de guerreros que había en la puerta. Ya ninguno conservaba su forma de guerrero, pero los guerreros tenían algo diferente al resto de los hombres mortales.

Su mirada se perdió en un atractivo hombre que estaba en la puerta, detrás de los demás. Tenía unos ojos oscuros y misteriosos y un pelo rubio y ondulado que le caía hasta los hombros. Algunos mechones rubios cruzaban su cara, pero al parecer no se daba cuenta. Su rostro era tan perfecto que podrían haberlo creado directamente los dioses.

Sonya se obligó a sí misma a apartar la mirada de aquel pecho desnudo. No quería ponerse en evidencia tocando su piel dorada como tanto deseaba.

Salió de la habitación y se apoyó contra una pared del pasillo para tranquilizarse. Por el modo en que su cuerpo había reaccionado, no sería capaz de llegar hasta su habitación sin caer redonda al suelo.

Puso un pie delante del otro, decidida a no permitir que nadie viera lo débil que se encontraba cuando, de pronto, sus piernas cedieron. Antes de tocar el suelo, unos fuertes brazos la rodearon y la abrazaron contra un pecho duro como el acero.

—Te tengo —dijo una voz profunda y seductora a sus oídos.

—Estoy bien. Puedo yo sola.

Él la cogió en brazos a pesar de sus palabras. Sonya no se sorprendió al comprobar que el que la cogía era el guerrero con el pelo dorado y las facciones perfectas.

—No estás bien. Ahora dime dónde queda tu habitación. Me imagino que no querrás que los demás te vean así.

Ella sacudió la cabeza.

—No, no quiero. Mi habitación está al fondo del pasillo, a la izquierda.

Él empezó a andar con pasos largos y firmes. La miró una vez. Tenía unos ojos oscuros tan insondables como el cielo nocturno.

—¿Quién eres? —preguntó ella.

Frunció el ceño de un modo tan rápido que apenas pudo verlo.

—Broc MacLaughlin.

—Broc —repitió ella.

Quería preguntarle si era el mismo Broc que había conocido su hermana, pero aquello no era posible, ¿o sí que lo era?

Sonya empezó a cerrar los ojos y descansó la cabeza en el hombro de Broc, con su tibia piel contra su mejilla. Cuando la tumbó en la cama, quiso darle las gracias por haberla ayudado, pero el sueño se apoderó de ella.

Broc arropó a Sonya con las sábanas y se permitió tocarle la trenza medio deshecha.

—Por fin te encuentro. Gracias a los dioses que estás a salvo. Descansa, mi dulce Sonya.

 

 

Jasper se acurrucó debajo de las sábanas. Nunca había sentido tanto frío en su vida. Su mano rozó un cuerpo y se descubrió dándose la vuelta hacia el aroma de rayos de sol entre la lluvia que tan bien conocía. Estaba a punto de ceder al sueño de nuevo cuando oyó una voz pronunciando su nombre.

—¿Jasper?

Reconocería aquella voz en cualquier lugar. Jasper abrió los ojos.

—¿Emmett?

El rostro de Emmett se iluminó con una sonrisa llena de alivio y marcada por la tristeza.

—Sí, hermano. ¿Cómo te encuentras?

—Frío.

De pronto, pusieron más mantas sobre él. Miró alrededor y vio la habitación llena de guerreros, incluidos sus propios hombres, aunque había un par de hombres a los que no conocía.

—Este es Garrett —dijo Edward—. Es otro guerrero y amigo de Jacob.

Emmett hizo un gesto hacia el otro hombre del grupo, uno que era evidente que era mortal por las recientes cicatrices de su rostro.

—Él es Randall Hale, el primo de mi esposa. Ya te explicaré cómo nos conocimos Rosalie y yo, y cómo Randall nos ayudó, cuando estés completamente recuperado.

Jasper frunció el ceño. ¿Por qué estaba en una cama y se sentía tan mal? De improvisto, una imagen le vino a la mente.

—Tanya —masculló.

—Está muerta —dijo Ian—. Charon la mató.

Jasper miró alrededor buscando al guerrero de broncíneo.

—¿Dónde está Charon?

Duncan se encogió de hombros.

—Desapareció después de matar a Tanya.

Jasper tocó la mano de Alice por debajo de las mantas y sintió el frío glacial en su piel. Respiraba con dificultad e irregularmente y él supo, sin mirarla a la cara, que seguía inconsciente.

—Sonya se esforzó muchísimo con su magia para sanaros a los dos —dijo Edward.

Jasper asintió con la cabeza y se reclinó sobre su codo para contemplar a Alice. La arropó más todavía y le pasó un dedo por la mejilla.

—La he perdido, ¿verdad? —preguntó.

—Podría curarse a sí misma como hizo antes —comentó Seth.

Era una posibilidad.

—¿Cuánto tiempo lleva así?

El silencio era demoledor.

Jasper apoyó su frente contra la de Alice y cerró los ojos con fuerza. Tenía el corazón hecho pedazos y el alma desgarrada. Por fin había encontrado a la mujer que amaba, que amaba de verdad, y se la habían arrebatado de los brazos antes de poder decirle lo que ella realmente significaba para él.

¿Estaba destinado a pasar toda su vida solo?

—Oh, dioses —dijo—. No puedo pasar por esto de nuevo.

Hubo cierto movimiento en la habitación y, de pronto, dos manos se posaron en sus hombros. Sus hermanos. Como siempre, ellos estaban allí con él.

—La amo —dijo Jasper—. El amor que nunca pensé que encontraría, me encontró a mí en la oscuridad de la montaña. Por segunda vez, Tanya me lo ha arrebatado.

Una de las manos le dio un apretón en el hombro.

—Tanya está muerta —dijo Edward—. Ya nunca más podrá volver a hacernos daño.

Pero aquello ya no importaba en absoluto. No importaba ya nada sin Alice.

Jasper se quitó de encima las mantas y se puso en pie. No se movía con la soltura habitual en él. Probablemente eran todavía los restos de la magia negra de Tanya, pero se encontraba bastante bien.

—¿Qué haces? —preguntó Emmett.

Jasper ignoró a su hermano mayor y cogió a Alice entre sus brazos.

—Lleva días sumida en la oscuridad. Necesita la luz del sol.

Nadie lo detuvo mientras llevaba a su mujer en brazos fuera de la habitación. Salió del castillo hasta las murallas exteriores. Apenas si se dio cuenta de que ahora tenían una nueva puerta.

Superó la puerta abierta y continuó hacia los acantilados. Había querido enseñarle a Alice su hogar y los acantilados que tanto amaba. Aquella era su única oportunidad y nada podría detenerlo.

Jasper encontró el punto adecuado y se sentó en el suelo. Se quedó observando el pálido rostro de Alice, que estaba frío al tacto. Una de sus trenzas le caía por los ojos. Jasper se la apartó de la cara con cuidado y le besó la frente.

—Ojalá pudieras contemplar esto, Alice —le dijo—. El sol se está hundiendo en el cielo, tiñendo las aguas del mar de naranjas y dorados. Es uno de mis momentos del día preferidos.

Intentó tragar saliva a través del nudo que tenía en la garganta.

—Allá abajo está la playa donde mi padre nos enseñó, a mis hermanos y a mí, a nadar y a pescar. Por la noche, cuando cierro los ojos, puedo oír las olas rompiendo contra los acantilados. Es un sonido embriagador, un sonido que creo que llegaría a gustarte.

Una lágrima le resbaló por la mejilla. Suspiró y cerró los ojos deseando tener la magia suficiente en sus manos para poder ayudar a Alice él mismo.

—Hubiésemos sido muy felices aquí. Yo me hubiera encargado de eso.

No importaba con la fijeza que la mirara, Alice no se movía ni respondía. Por mucho que el corazón de Jasper insistiera en negarlo, sabía que había perdido a Alice. Solo era cuestión de horas que su débil corazón se detuviera.

 

Lo primero que sintió Alice fue el calor. Se dio cuenta de que la habían sacado de las llamas azules porque la magia ya no la mantenía congelada. Sin embargo, no podía despertar.

Sabía que le estaba fallando el corazón y podía sentir cómo sus pulmones luchaban para conseguir rescatar un poco de aire.

Durante algún tiempo había sentido también algo más, magia mie. ¿Acaso otra druida había intentado ayudarla? Como no podía oír nada más que el silencio, Alice no podía saberlo.

No quería morir y, no obstante, lo único que ella quería en este mundo, Jasper, le había sido arrebatado. ¿Qué sentido tenía entonces la vida? Pero sus pulmones insistían en seguir inhalando aire.

O bien podía dejarse morir o bien podía utilizar su magia para ayudarse a sí misma a sanar. Su abuela le había dicho una vez que se encontraría con que su vida pendería de un hilo y que Alice debería ser capaz de sobreponerse a todo.

¿Había visto su abuela lo que Tanya acabaría haciéndole?

Alice buscó su magia en su interior, pero no encontró nada. Era una mie, una druida que solo conocía el bien. Su línea de sangre podía trazarse hasta los antiguos celtas, cuando sus antecesores tenían un gran poder. No le podían haber quitado su magia.

Entonces... sintió una oleada de magia e intentó agarrarse a ella con su mente. Se aferró a aquel pequeño sentimiento y se centró en él, conduciéndolo por todo su cuerpo a través de su sangre y hasta sus pulmones.

Cada vez que respiraba luchaba contra la magia negra que quería su muerte. En muchas ocasiones estuvo a punto de ganar la magia negra, pero Alice se negaba a darse por vencida. Su abuela la había educado muy bien y Alice no estaba dispuesta a permitir que sus conocimientos y su magia se desperdiciasen.

Su magia comenzó a crecer como una brillante luz blanca en su interior. Cuanto más se concentraba, más crecía, hasta que superó a la nociva magia negra de su interior y la eliminó.

Sin más, multitud de sonidos inundaron sus oídos. Los pájaros cantaban, el viento ululaba a su alrededor y las olas rompían a lo lejos. Pero lo más hermoso de todo eran los fuertes brazos que la estrechaban, un abrazo que podría reconocer en cualquier lugar.

Jasper.

Abrió los ojos y lo vio con la mirada perdida en el infinito. El color de las nubes cambiaba entre el lavanda, un rosa brillante y un hermoso naranja. Ella levantó la mirada y contempló al sol esconderse por el horizonte.

Alice pudo ver el último pedazo del globo anaranjado antes de que este desapareciera y la noche cubriera la tierra con su manto.

Ella volvió la mirada hacia Jasper y sonrió. No sabía cómo habían podido escapar de Tanya y no le importaba. Estaba entre sus brazos, el único lugar en el que quería estar.

El corazón se encontraba a punto de desbordársele de felicidad, pero la tristeza que había en el rostro de Jasper hizo que se detuviera.

Él cogió aire profundamente y bajó la vista para mirarla. Abrió los ojos sorprendido e incrédulo.

—¿Alice? —susurró.

Ella sonrió y levantó la mano para tocarle la mejilla.

—Sí, Jasper. Estoy aquí.

—¿Cómo?

—Magia. Mi magia.

Le temblaba la mano mientras le acariciaba el rostro.

—Dioses. Pensé que te había perdido. No vuelvas a hacerme esto nunca más.

—Nunca —prometió ella.

Él la apretó fuerte contra su pecho y ella agradeció el calor de su cuerpo. Le gustaba tanto poder tocarlo, poder abrazarlo de nuevo, que no lo habría soltado nunca.

—Estás en el castillo MacMasen —dijo mientras se estiraba—. Hemos liberado a todos los prisioneros de Cairn Toul. Duncan, Ian, Seth y Broc han regresado con nosotros.

Alice se mordió un labio.

—¿Qué ha pasado con Tanya?

—Está muerta —dijo Jasper—. Jamás volverá a hacernos daño.

Alice estaba abrumada por tantas noticias. Deseaba poder haberlo visto, pero le bastaba con saber que el mal de Tanya ya nunca formaría parte de su mundo.

Jasper le acarició la mejilla y ella se perdió en sus infinitos ojos verdes.

—Me di cuenta de algo al ver lo que Tanya había hecho contigo.

—¿De qué?

—De que te amo.

Ni en sus mejores sueños, ella había esperado oír esas palabras salir de su boca.

—¿Me amas?

—Sí. He soñado mi vida entera con encontrar a la mujer que amaba. No pensé que fuera posible.

Ella se incorporó un poco para acercar sus labios a los suyos.

—Es absolutamente posible, Jasper MacMasen. Me temo que yo me enamoré de ti en el mismo instante en que me salvaste en el Foso.

Los labios de él reclamaban los de ella en un apasionado beso, repleto de anhelo y promesas de futuro.

—Nunca más quiero estar lejos de ti. Nunca.

Ella rió abiertamente, su alma estaba tan llena de alegría que apenas podía contenerla toda.

—Estoy de acuerdo.

Jasper se acostó junto a su espalda y la acercó hacia él.

—No puedo esperar para enseñártelo todo y para que conozcas a mis hermanos. Una vez estés recuperada, quizás Sonya e Isabella puedan ayudarte a recordar el conjuro para dormir a nuestros dioses.

Alice frunció el ceño y apartó la mirada.

—¿Qué sucede? —preguntó él.

—Tanya casi acaba con mi magia. He podido recuperarla, y pese a que me siento más fuerte gracias a ella, me temo que he olvidado el conjuro. ¿Sabes?, empecé a recordarlo cuando estaba en el Foso. Tú hiciste que viniera a mí.

Él arqueó una ceja.

—¿Yo?

—Mi abuela siempre me había dicho que siguiera siempre mi corazón. Creo que ella enterró el conjuro para que aflorara cuando yo me enamorara. Cuanto más te conocía y te amaba, más oía en mi cabeza el extraño cántico. Después de que te marcharas, me di cuenta de lo que era. Casi lo tenía por completo cuando Broc vino a ayudarme a escapar. Y no he podido volver a intentarlo desde entonces.

Jasper sonrió y la besó.

—Todo irá bien. Si recuerdas el conjuro lo utilizaremos, si no...

—Tú vivirás para siempre, pero yo moriré.

Su rostro se ensombreció ante aquellas palabras.

—Preferiría pasar la eternidad a tu lado, pero me conformo con disfrutar del tiempo que tengamos.

Y en lo más profundo de su corazón, ella estaba de acuerdo con él.

—Hemos perdido mucho tiempo.

Jasper se puso en pie. Le ofreció la mano y, con cuidado, la levantó y la atrajo a su lado.

—No puedo esperar a que conozcas a Edward y Emmett.

Alice rió y volvió la cabeza para observar el gran castillo de piedras grises y poderosas torres.

—Es impresionante.

—Han trabajado mucho para reconstruirlo —dijo él—. Han pasado muchas cosas mientras he estado fuera.

—Y tú has cambiado.

Él asintió y la abrazó fuerte.

—Para bien. Tampoco imaginé que nunca volvería a decir esto, pero ¿quieres casarte conmigo, Alice?

Ella asintió con la cabeza mientras la felicidad inundaba su cuerpo y su alma.

—Nunca podría desear estar con nadie más.

Él gimió e inclinó la cabeza buscando otro beso, un beso que era el principio de un amor más maravilloso de lo que jamás ninguno de los dos hubiera podido imaginar.

 

 

 

FIN

Capítulo 55: QUINCE Capítulo 57: EPILOGO (FINAL).

 
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