LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103243
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 44: CUATRO

Alice añoraba el sol. Solo habían pasado unas horas desde la última vez que lo había visto, pero ya lo anhelaba. No había ninguna necesidad de que Tanya la torturara o la lanzara al Foso, solo con el simple hecho de negarle el calor y la luz del sol, Alice acabaría volviéndose loca poco a poco.

—Te he traído algo —dijo Jasper, parándose ante ella mientras esta se sentaba en el suelo.

Los ojos de Alice se habían acostumbrado a la tenue luz lo suficiente como para permitirle ver el rostro de Jasper con claridad. Por fin. Se había recogido la melena oscura en una coleta en la nuca, dejando a la vista un rostro por el que cualquier mujer estaría dispuesta a morir.

Jasper era perfecto. Su fuerte mandíbula estaba cubierta de una oscura barba que le daba una apariencia letal y acentuaba sus firmes labios y sus pómulos marcados. La barba no era muy densa, lo cual significaba que no hacía muchos días que se había afeitado. Aunque no le importaba que llevara barba, quería ver su rostro completo sin ella.

Tenía una frente grande, con unas cejas oscuras formando un arco sobre unos ojos verde pálido. Había podido ver lo suficiente de su silueta en el poco tiempo que llevaba allí como para saber que era tan alto y musculoso como cualquier otro hombre de los que había en el Foso. Pero había algo en él, un cierto aire de mando que llamaba la atención de todos. Incluso la suya.

—¿Alice?

Ella parpadeó y se obligó a apartar la mirada de aquellos maravillosos ojos.

—Disculpa, nunca había visto unos ojos del color de los tuyos.

Una de las comisuras de sus labios de elevó ligeramente.

—Yo podría decir lo mismo de los tuyos.

Durante un momento, se quedaron mirándose el uno al otro.

Por fin, Jasper se aclaró la garganta.

—Entonces, ¿tus ojos ya se han adaptado a la oscuridad?

—Sí, ya veo mucho mejor. La luz de la antorcha también me ayuda. ¿Has dicho que me has traído algo?

—Sí. Comida. No es mucho, pero algo es algo.

Alice había estado tan preocupada por el hecho de hallarse en la oscuridad que no se había dado cuenta de que se encontraba hambrienta, justo en aquel instante, le sonaron las tripas.

—Cómetelo todo —dijo Jasper mientras le ofrecía un pedazo de pan—. Conseguiré más si lo necesitas.

Alice le puso la mano sobre el brazo antes de que él pudiera marcharse. El tacto de aquellos músculos bajo la palma de su mano hizo que deseara tocar más.

—Deja que lo comparta contigo.

—Tú lo necesitas más que yo.

—Por favor, Jasper. No quiero que nadie pase hambre para que yo pueda comer. —Partió el pedazo de pan en dos y le ofreció una parte—. ¿No quieres comer conmigo?

Durante un largo instante, pensó que rechazaría su oferta. Finalmente cogió el trozo de pan y se sentó a su lado.

Puede que fuera porque la había salvado, puede que fuera porque él era un MacMasen, pero ella confiaba en Jasper. Esa confianza podía acabar perfectamente con su vida, pero ella sabía que acabaría muriendo en la montaña de Tanya de un modo u otro.

—Tú puedes ver en la oscuridad, ¿verdad? —le preguntó.

Él asintió lentamente con la cabeza.

—Entonces, ¿por qué está esto lleno de antorchas?

—Por Tanya. Puede que sea muy poderosa e inmortal, pero no tiene los poderes que los dioses nos han otorgado a nosotros.

Alice cogió un trozo de pan y se lo introdujo en la boca.

—Interesante.

—¿Cómo te capturó Tanya?

Ella se quedó sorprendida por la pregunta. Miró detenidamente a Jasper mientras terminaba de masticar.

—Vimos unos wyrran cerca de nuestra aldea. En el pasado, pequeños grupos de wyrran deambulaban por los bosques en busca de druidas. Siempre nos habíamos enfrentado a ellos. Pero esta vez venían con un líder. Un hombre.

—Dunmore —dijo Jasper.

—Sí. Yo sabía que habían venido a buscarme a mí. No podía soportar la idea de que mataran a alguien por mi culpa, así que tomé la decisión de abandonar la aldea. Para entonces, casi la mitad de los habitantes de la aldea ya habían huido para salvar sus vidas.

—Fue una estupidez.

—El deseo de todas las personas de este mundo es vivir al menos un día más. Todos sabíamos lo que nos esperaba si Tanya nos capturaba. No los culpo por haber salido huyendo.

—Entonces, ¿tú también huiste?

—Yo también. Conseguí que Dunmore y los wyrran no persiguieran a los demás. Me dirigí al bosque y los tuve tras mi pista casi una semana.

Jasper arqueó las cejas.

—¿Una semana? Es impresionante.

—Lo conseguí porque yo conocía el terreno. Lo impresionante hubiera sido haber logrado escapar.

—Nunca podrías haber escapado de los wyrran, Alice. La magia los guiaba en tu búsqueda.

—Lo sé.

—¿Qué sucedió en cuanto llegaste aquí?

Alice respiró profundamente.

—Me condujeron de inmediato ante Tanya. Sabía perfectamente que yo conocía el conjuro y que lo tenía oculto en mi mente, pero no intentó sacármelo. ¿Por qué?

—Supongo que debe de tener miedo de hacerlo.

—No lo creo.

Jasper se inclinó a un lado para poder mirarla directamente a los ojos.

—Tanya es muy inteligente. No ha acumulado tanto poder tomando decisiones inadecuadas. Supongo que sabría que no podía matarte ni obtener el conjuro, del mismo modo que sabía desde el principio que tú poseías la fórmula mágica.

—¿Y cómo es eso posible?

—Con la magia negra.

Alice sacudió la cabeza.

—Como druida sé lo poderosa que puede llegar a ser la magia, pero para conseguir las respuestas que ella parece que tiene, ha de haber algo más.

—Tú conoces la magia mie. Pero con lo que te enfrentas ahora es magia drough. La magia negra es más poderosa que la tuya. Y, a medida que han transcurrido los años y Tanya ha adquirido más poder, su magia se ha hecho ilimitada.

—Si eso es así, ¿por qué no ha apresado ya a tus hermanos?

Jasper se dio cuenta de que volvía a sonreír. Alice tenía una mente ágil.

—Probablemente por la misma razón por la que tardó trescientos años en capturarme a mí.

—Que es...

—Que luchamos contra ella.

Alice sonrió abiertamente, haciendo que a Jasper le costara respirar. No podría cansarse nunca de mirarla. Era exquisita. Tan pura en su espíritu y en su forma que estaba atónito solo de tenerla sentada a su lado.

—Hay druidas que le hacen frente, la diferencia es que nuestra magia no puede hacerle nada —le respondió ella.

Jasper no quería seguir hablando de Tanya. Levantó una mano y le tocó una de las pequeñas trenzas que le colgaban a Alice por las sienes hasta llegar a sus senos.

—¿Por qué te trenzas el pelo así?

—La poseedora del conjuro siempre se ha trenzado el pelo así. Es una tradición que lleva en mi familia desde antes de que los romanos dejaran Britania.

Él se quedó observando las trenzas que le caían por la espalda hasta rozarle casi a las caderas y quiso acariciárselas con sus manos.

—Me gusta —dijo.

—¿Y tu torques? También es una tradición ancestral.

—Es cierto. En mi clan, la familia del jefe siempre llevaban torques. Fue mi madre la que eligió los animales que adornarían los torques de mis hermanos y del mío.

Él se detuvo en cuanto los dedos de ella se acercaron para tocar la cabeza de lobo que había en su torques. La sangre se le agolpó en las venas cuando ella posó su mano sobre su pecho, enviándole oleadas de calor por todo su cuerpo.

—Es precioso. El lobo va contigo, creo.

—¿Cómo puedes decir eso? No me conoces.

Ella se encogió de hombros, inclinando el cuerpo hacia él para contemplar mejor el torques, provocándolo con su aroma y sus curvas. Jasper obligó a sus manos a que se quedaran quietas en lugar de moverse hacia ella.

—Puede que sí —dijo Alice—. Puede que no. Sea como sea, sé que el lobo es astuto e inteligente y he visto esas cualidades en ti.

Jasper cogió el pan con las manos para evitar lanzarse a acariciarla. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había besado a una mujer, que ya había olvidado cómo se hacía; pero quería probar sus labios, quería introducir la lengua en su boca y descubrir su esencia.

Quería ahogarse en su perfume a rayos de sol entre la lluvia, quería sentir su sedoso pelo a su alrededor y su delicada piel sobre su cuerpo.

De pronto, Alice retrocedió y apartó la mano.

—¿Y tus hermanos? ¿Qué animales llevan en sus torques?

Jasper abrió la boca para hablar y tuvo que aclararse la voz antes de conseguir que saliera algún sonido.

—Emmett, el mayor, tiene un jabalí. Edward, un grifo.

—Tu madre eligió tres animales muy poderosos.

—Mis hermanos son hombres poderosos, y la elección de mi madre concuerda con sus caracteres.

Alice inclinó la cabeza a un lado, y todas sus trenzas se balancearan con el movimiento.

—¿Me estás diciendo que no crees que tu madre hiciera una buena elección contigo?

—En absoluto. —Jasper giró la cabeza y se rascó la barbilla, se ponía enfermo cada vez que pensaba en compararse con sus hermanos.

—Mentiroso.

Esa única palabra hizo que volviera de nuevo el rostro hacia ella.

—¿Por qué dices eso?

—Lo veo en tus ojos —susurró ella.

Jasper no sabía cómo responder. Tendría que estar enfadado por haberlo llamado mentiroso, pero la verdad es que ella llevaba razón. Había mentido. Bajó la mirada y descubrió que ella se había comido todo el pan.

—¿Tienes sed? Puedo mostrarte dónde puedes encontrar agua.

—Seth ya me lo ha explicado, gracias.

Tan pronto como lo dijo, bostezó y se abrazó a sí misma con sus brazos.

—¿Cuánto has dormido esta última semana mientras huías de Dunmore?

Ella se encogió de hombros.

—No mucho, esa es una de las razones por las que acabó cogiéndome.

—¿Y cuánto has comido?

—Comía las bayas que iba encontrando por el camino en mi huida.

Jasper le puso su trozo de pan en las manos.

—Come. Sin discusiones, Alice. Vas a necesitar todas tus fuerzas aquí abajo.

—¿Y tú?

—Yo llevo a un dios en mi interior, ¿lo recuerdas?

Ella le dio un mordisco al trozo de pan.

—Cuéntame algo de tu dios.

Jasper estaba dispuesto a hablar de lo que fuera, siempre y cuando ella siguiera comiendo.

—Es Apodatoo, el dios de la venganza.

—¿Es cierto que el dios está repartido entre tú y tus hermanos?

—Sí. Cada dios escoge al guerrero más fuerte de la línea de sangre a la que pertenece.

Ella tragó el pan que tenía en la boca y asintió con la cabeza.

—Lo que significa que tú y tus hermanos erais los tres más fuertes.

—Correcto. Los tres somos luchadores fuertes, pero cuando luchamos juntos y liberamos al dios, somos imparables.

Alice frunció el ceño ante aquellas palabras.

—¿Y no podéis enfrentaros a Tanya?

—Ojalá fuera tan sencillo. Puede que al principio hubiéramos podido hacerlo, pero ahora ella tiene demasiados wyrran y demasiados guerreros bajo su mando.

Jasper se dio cuenta de la velocidad con que Alice había devorado el trozo de pan. Seguramente tendría ganas de más y precisaría carne para ayudarla a recuperar sus fuerzas. Pero ellos no tenían carne.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí abajo? —le preguntó.

—No lo sé. Uno pierde la noción del tiempo cuando no puede ver la luz del sol.

—¿Has estado en el Foso todo el tiempo?

—No. También estuve encadenado en otra mazmorra, donde me golpeaban continuamente. Tanya pensó que así podría hacer que cediera a su voluntad.

—Pero no lo consiguió —dijo Alice con una sonrisa—. ¿Ves? Tú y tus hermanos nos salvaréis a todos.

Jasper pensó que ojalá eso resultara tan fácil.

—¿Cómo terminaste aquí?

Jasper hizo una mueca al recordar lo que Tanya quería de él.

—Quiere que le dé un hijo. Yo me negué, así que me metió aquí para que cambiara de opinión.

Alice abrió sorprendida aquellos ojos color turquesa.

—¿Por qué quiere ella un hijo tuyo?

—Algo sobre una profecía. Afirma que algún día cederé a sus deseos.

—¿Y por qué no utiliza su magia para obligarte a hacerlo?

—Seguramente por la misma razón por la que no te mató, porque no puede.

Alice echó la cabeza hacia atrás ante sus palabras.

Jasper había repasado una y mil veces en su cabeza el incidente con Tanya. Él creía que ella lo obligaría a cumplir sus deseos, pero no lo hizo, pues necesitaba que él acudiera a ella por voluntad propia, y él nunca acudiría a ella por voluntad propia.

El simple hecho de pensar en intimar con Tanya hacía que Jasper sintiera arcadas. Estaría dispuesto a quitarse la vida antes que ceder y darle su semilla por voluntad propia.

Jasper levantó la mirada y descubrió que Alice tenía los ojos cerrados y respiraba acompasadamente mientras dormía. Ella apoyó la cabeza contra su hombro. Él se estiró y la reclinó contra su cuerpo para que no se hiciera daño con las rocas de las paredes.

El Foso no era un lugar ruidoso. Los guerreros pasaban la mayor parte del tiempo solos. Pocos hablaban y cuando lo hacían era entre susurros. Cuando arrojaron a Jasper al Foso, el goteo constante del agua casi lo había vuelto loco, pero ahora ya no lo oía.

Lo que sí oía era la conversación que mantenían un par de guerreros. El tono iba subiendo rápidamente, lo que significaba que aquello iba a terminar en una pelea. Una batalla entre guerreros podía resultar muy ruidosa. Jasper se levantó y le tapó los oídos a Alice con sus manos para atenuar los ruidos que sabía se producirían.

Desde su posición pudo advertir movimiento cerca de la entrada de su cueva. Había otros guerreros que se acercaban a la acción para averiguar qué estaba pasando.

Jasper pudo distinguir a Duncan y supo que luego el guerrero le contaría todo lo sucedido. Deseaba que los otros dejaran de luchar entre ellos y se decidieran a unirse para combatir a Tanya, pero nada de lo que él decía lograba convencerlos.

También albergaba sospechas de que Tanya tenía un espía en el Foso. Esa sensación pronto se convertiría en un hecho, pues si había algún espía en el Foso, este pronto informaría a Tanya de que Alice seguía viva.

Jasper sabía que en cuanto Tanya descubriera lo de Alice, él no podría hacer nada para salvarla. Puede que Tanya no matara a Alice con sus propias manos, pero haría lo que fuera necesario para ver a la druida muerta por culpa del conjuro que custodiaba.

Si Jasper pudiera extraer el conjuro de la mente de Alice, entonces podrían utilizarlo contra Tanya y volver a dormir una vez más a todos los dioses. Sin sus guerreros, Tanya solo tenía a los wyrran. Aunque los wyrran eran fuertes, podían matarlos fácilmente.

Jasper se dio cuenta de que se le estaban cerrando los ojos. Debía mantenerse despierto y buscar el modo de detener la pelea entre los guerreros, pero era una sensación tan agradable tener a Alice a su lado, con la cabeza apoyada contra su hombro mientras dormía.

Él juntó su mejilla contra la cabeza de la druida y sintió el tacto de sus trenzas. No podía imaginarse el tiempo que le llevaría trenzarse todo el cabello de ese modo, pero le encantaría observarla cuando lo hiciese.

Habían pasado trescientos años desde que había permitido que una mujer lo tocara del modo en que lo hacía Alice. Las mujeres que había tomado para liberar sus necesidades, nunca habían podido verlo y él tampoco había querido abrazarlas.

Con Alice todo era diferente. Pero era cierto que habían cambiado muchas cosas desde que Tanya lo apresó. Ahora él era capaz de controlar a su dios, algo para lo que no se había encontrado preparado en cientos de años. Jasper no podía esperar para contárselo a sus hermanos.

Alice se acurrucó contra su cuerpo para ponerse más cómoda. Jasper sonrió y se dejó llevar por aquel precioso instante. Por los rugidos que podía oír, la pelea entre los dos guerreros ya había comenzado. Pronto, el olor a sangre y a muerte llenaría el Foso.

Las ratas, siempre presentes, se iban acercando al lugar de la trifulca con la esperanza de encontrar algo para comer. Jasper sintió que una se aproximaba a la entrada de la cueva y accedía al interior.

—Fuera de aquí —le dijo Jasper al animal—. No entrarás aquí ni te acercarás a mí ni a la mujer.

La rata se marchó de la cueva de inmediato. Jasper había descubierto su poder cuando se había despertado en la mazmorra de Tanya. Durante todos aquellos años no había tenido ni la más remota idea del poder que residía en él. En trescientos años no había desarrollado su poder ni había aprendido a utilizarlo.

Cómo se arrepentía de la ira que lo había dominado todos aquellos años. Cambiaría tantas cosas si pudiera. Pero resultaba imposible volver atrás y alterar el pasado. Solo existía el futuro.

Y se presentaba inhóspito.

 

 

Jasper abrió los ojos bruscamente. No se había permitido dormir tan profundamente desde que lo lanzaron al Foso. Le podía haber pasado cualquier cosa a él... o a Alice.

Bajó la mirada y descubrió a la druida recostada en su regazo. Su cabeza debía de haberse desplazado desde su hombro mientras él dormitaba. Por suerte, la había acunado entre sus brazos y ella descansaba con el rostro contra su pecho.

Tenía los labios entreabiertos, y él sostenía su cabeza con el brazo mientras ella respiraba profundamente sobre su brazo y sus piernas. Jasper podía decir, sin miedo a equivocarse, que en toda su existencia no había visto a una mujer tan hermosa.

Había cierta pureza en Alice que brillaba a los ojos de cualquiera. Pero también había fuerza en su interior. Alice había sido lo suficientemente inteligente como para salir corriendo y alejar a Dunmore y a los wyrran de su aldea. Había salvado innumerables vidas con aquella acción. Para realizar un acto así se necesitaba mucho coraje, un coraje que Jasper no hubiera esperado encontrar en una mujer.

Incapaz de controlar sus movimientos, Jasper levantó la mano que tenía libre y acarició la suave piel de la mejilla de Alice con la yema de sus dedos. Le tembló la mano ante la necesidad, el hambre que sintió de seguir tocando más de su cuerpo.

Ni siquiera el hecho de saber que él no era lo suficientemente bueno para ella conseguía frenar el anhelo que sentía de llegar a conocerla como solo un hombre puede conocer a una mujer. Quería besar, quería lamer cada milímetro de su cuerpo.

Sentía un dolor punzante en su miembro. Y ese sentimiento era peor al saber que ella estaba entre sus brazos. Trescientos años eran muchos años sin sentir la suavidad del cuerpo de una mujer como la sentía ahora.

La mirada de Jasper se posó sobre los labios de Alice. Era una boca deliciosa y refinada. Poseía unos labios carnosos, anchos y exquisitos. Él sabía que su sabor sería embriagador y que nunca tendría suficiente con un solo beso.

Inclinó la cabeza antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo. Justo un instante antes de que sus labios tocaran los de ella fue capaz de detenerse. ¿Qué pensaría ella si se despertara y lo descubriera besándola?

Jasper no quería averiguarlo. La druida lo miraba con unos hermosos ojos color turquesa llenos de confianza. No quería que eso cambiara.

Le cogió un mechón de pelo con su mano libre y se lo llevó a la nariz. Jasper aspiró su esencia, esa esencia que solo le pertenecía a ella. Pero aquello no era suficiente. Quería más. Ladeó la cabeza, posó su rostro sobre el cuello de ella y volvió a inhalar aquella fragancia a lluvia y rayos de sol. Todavía podía oler el sol en su piel.

Lentamente levantó la cabeza por miedo a que ella se despertara. Y por miedo a que no lo hiciera.

Ella abrió lentamente los párpados y él se quedó mirándola a los ojos. Durante un largo instante ninguno de los dos se movió, ninguno de los dos habló. Jasper se dio cuenta de que todavía sujetaba entre sus dedos un mechón de cabello de Alice, pero parecía que era incapaz de soltarlo.

—No pretendía que acabases convirtiéndote en mi cama. —Su voz era apenas un susurro, suave y seductora.

Como respuesta, a Jasper se le tensaron los testículos.

—Ha sido un placer.

Ella sonrió tímidamente.

—No te mantienes en la apariencia que te da tu dios, como hacen los otros. ¿Por qué?

—Porque eso es lo que quiere Tanya. No falta mucho para que mi dios tome el control sobre mí, y si eso sucede, entonces seré suyo.

Alice le puso la mano sobre la mejilla y frunció el ceño.

—Te arriesgas mucho al no permanecer en la forma de tu dios.

—Se lo debo a mis hermanos.

—¿Y a ti mismo? —preguntó ella.

Él empezó a sacudir la cabeza a modo de negación cuando ella le puso un dedo sobre los labios.

—No te atrevas a decirme que no. —Ella se sentó y situó su rostro cerca del suyo—. Puedes superar cualquier cosa que Tanya haga para intentar atraerte hacia ella o atraparte. He oído historias sobre ti y sobre tus hermanos durante toda mi vida, Jasper. Vosotros sois los que habéis logrado escapar de ella durante cientos de años.

Jasper cerró los ojos al escuchar aquellas palabras. No podía moverse, no mientras ella tuviera su mano sobre él, pero tampoco quería escuchar sus palabras. Ella no conocía al verdadero Jasper, a la persona que había avergonzado a sus hermanos y había puesto su plan en peligro.

Nadie quería conocer a esa persona, ni siquiera Jasper.

—No sabes lo que estás diciendo —dijo Jasper por fin—. Hay cosas sobre mí que ignoras.

—Nadie es perfecto, Jasper MacMasen. Tienes que asumir eso antes de que sea demasiado tarde.

Antes de que él pudiera decir nada, ella se había marchado. Su tacto, su calor se habían desvanecido. Jasper se sintió como huérfano, como si hubiera visto un atisbo de cielo durante el tiempo que ella había estado entre sus brazos.

Pero cuando abrió los ojos, descubrió que seguía en el infierno.

Encontró a Alice al lado del agua que recogían gracias a una piedra un poco ahuecada. Bebió y luego se mojó la cara.

Jasper quería ir hacia ella, pero no tenía nada que decirle. No iba a confesar quién era él en realidad. La druida era una de las pocas personas que lo veían como él quería ser.

Era extraño que él lo hubiera admitido con tal facilidad. Puede que fuera porque ella decía que los MacMasen la salvarían y él quería ser el que lo hiciera. Por la razón que fuere, cuando ella estaba cerca, hacía que él quisiera ser el hombre que veía en sus ojos.

 

 

Edward MacMasen se lavó la sangre de la camisa en el lago y la colgó en el brazo de un árbol para que se secara. Por tercera vez en dos días habían sido atacados por los wyrran.

—Habrá más ataques —dijo Alistair.

Edward observó al guerrero tranquilo y reservado. Alistair era el que escuchaba, se formaba sus opiniones y luego hablaba. Así que cuando decía algo todos debían tomar nota de ello por su propio bien.

Emmett suspiró y se masajeó la nuca.

—Claro que habrá más ataques. Tanya sabe que iremos a por Jasper. No voy a permitir que mi hermano se pudra en su montaña para que ella haga con él lo que quiera.

Edward pasó la mirada de su hermano a Rosalie. La esposa de Emmett era la única mujer guerrero de la que tenían conocimiento y su poder para volverse invisible era una gran ventaja que pensaban utilizar en cuanto hubieran llegado a la montaña de Tanya.

Desde el mismo instante en que capturaron a Jasper, Edward no había dejado de preocuparse por su hermano menor. Jasper siempre había sido imprudente y había permitido que su temperamento lo gobernara en lugar de escuchar a la razón.

La ira que carcomía a Jasper era comprensible. Edward no sabía cómo obraría él si perdiera a Isabella, y mucho menos cómo encajaría la pérdida de un supuesto hijo. Aquella era una de las razones por las que Isabella y Rosalie tomaban una infusión especial para evitar quedarse embarazadas, por si acaso. No existían antecedentes de que un guerrero hubiera dejado embarazada a una mujer, pero Edward prefería evitar riesgos hasta que Tanya no estuviera muerta.

Jasper tenía todo el derecho a querer vengarse de Tanya, pero no había aprendido a controlar su ira. Era esa ira lo que más preocupaba a Edward.

—No crees que él vaya a sobrevivir, ¿verdad? —le preguntó Jacob.

Edward había dejado de preguntarse cómo hacía Jacob para saber siempre lo que pensaba. Jacob decía que podía leer las expresiones de la gente y el modo en que movían sus cuerpos, pero Edward empezaba a sospechar que había mucho más que eso.

—Es cierto. Estoy preocupado —admitió Edward.

Jacob arqueó una de sus rubias cejas. Todavía estaba en su forma de guerrero y su piel verde oscuro lo ayudaba a camuflarse entre el bosque. Jacob cerró en un puño su garra derecha y se quedó mirando al suelo.

—Jasper lleva a cuestas la carga de la pérdida de su mujer y su hijo, como tú bien sabes. Pero no es solo eso.

—Lo sé. —Edward se pasó una mano por el rostro y bajó la mirada hasta un tronco caído. Deseaba sumergirse en las frías aguas del lago, pero no había tiempo para pequeñas distracciones como aquellas—. Emmett me contó lo que había dicho Jasper sobre su relación con Maria.

Edward pensó en su momento que Jasper y Maria se amaban. Era cierto que no era un amor como el de sus padres, pero Edward creía que su hermano era feliz. Nadie llegó a saber realmente lo desdichado que había sido Jasper.

—¿Crees que hemos perdido a Jasper para siempre? —le preguntó Edward a Jacob. Esa pregunta le quemaba la garganta, pero se la hacía a sí mismo cada hora de cada día.

En un abrir y cerrar de ojos la piel verde oscuro de Jacob, sus colmillos y sus garras se desvanecieron. Se quedó observando a Edward con unos ojos azules llenos de complicidad y se encogió de hombros.

—No lo sabremos hasta que lleguemos. Pero hay una cosa sobre la que no puedes tener ni la menor duda, Edward.

—¿Sobre qué?

—Tú y Emmett sois todo lo que Jasper tiene en este mundo. El lazo que os mantiene unidos a los tres es más fuerte que toda la magia de Tanya.

Edward se quedó pensando en aquellas palabras mientras Jacob se alejaba. Edward volvió la mirada hacia los otros seis guerreros que viajaban con él. Estaba Emmett, que finalmente había asumido su puesto de líder, y su esposa Rosalie. Luego estaban Jacob, Alistair, Riley, que siempre los hacía reír con sus historias, y Vladimir, que sentía un odio tan atroz por los drough que lo consumía por dentro.

La vida de Jasper se encontraba ligada al destino de siete guerreros que estaban de camino para liberarlo.

—Ojalá pudiéramos llegar antes —dijo Emmett mientras continuaba andando.

Al principio Edward se había enojado cuando descubrió que Emmett no podía utilizar su poder para saltar con ellos desde el castillo a la montaña de Cairn Toul. Habían pasado demasiados años desde que alguno de ellos estuviera en la montaña y si Emmett realizaba el salto y acababa aterrizando contra una roca, todos ellos acabarían muertos. Debía mantenerse a salvo y eso suponía tener que viajar a pie.

—Llegaremos pronto —respondió Edward—. Corremos más que los caballos y podemos maniobrar más rápido, si es preciso.

Emmett asintió con la cabeza, pero Edward pudo ver la preocupación en el rostro de su hermano.

—Jacob me ha dicho algo que no había tenido en cuenta.

Emmett soltó una carcajada y se apartó los largos mechones castaño oscuro que le caían por el rostro.

—No me sorprende. Cuenta.

—Me ha dicho que el lazo que nos une como hermanos es más fuerte que toda la magia de Tanya.

—¿Y crees que tiene razón?

Edward se quedó pensando un momento y luego asintió con la cabeza.

—Sí, hermano, creo que sí. Jasper puede ser muchas cosas, pero luchará contra Tanya.

—Un hombre no puede permanecer mucho tiempo en esa montaña, Edward.

—Entonces, mejor que nos demos prisa.

Emmett se puso en pie con el ceño fruncido. Era una mirada que Edward conocía bien. La mente de su hermano estaba trazando un plan.

—Separémonos —dijo Emmett—. Los wyrran solo pueden atacar a un grupo cada vez.

—¿Y los otros?

Emmett sonrió con el brillo de la batalla todavía refulgiendo en sus oscuros ojos verdes.

—Los otros seguirán adelante.

Edward le dio una palmada en el hombro a su hermano.

—Pongámonos en marcha. Jasper ya ha esperado demasiado. —Recogió su camisa, todavía húmeda, y se la pasó por la cabeza.

Con un simple gesto de Emmett, Edward indicó a Vladimir, Riley y Jacob que lo siguieran y continuaran por el sendero. Emmett, Rosalie y Alistair tomaron otro camino en dirección a la montaña de Tanya

 

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VERDAD QUE JASPER ES UNA DIVINURA, UN AMOR, CHICAS SE QUE LAS CIRCUNSTANCIAS EN LAS QUE SE ENCUENTRAN NO SON MUY PROMETEROS, PERO LES ASEGURO QUE ENTRE JASPER Y ALICE, SURGIRA UN AMOR IGUAL DE INSENSO QUE EL DE EDWARD/ISABELLA, QUE EL DE EMMETT/ROSALIE, SU AMOR LOS ARRASTRARA A LA PASION, YA LO VERANNNNNN

 

TODO COMIENZA POCO A POCO A ACOMODARSE JAJAJA, LA GRAN BATALLA EPICA SE ACERCA !Y NO SE LO PUEDEN PERDER!

LAS VEO MAÑANA CHICAS BESITOS

Capítulo 43: TRES. Capítulo 45: CINCO

 
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