LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103237
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 47: SIETE

 

Jasper nunca había probado nada tan dulce como los besos de Alice. Él había intentado evitar que ella se acercara, pero tras el primer contacto de su mano sobre su espalda, había sido incapaz de alejarla de él.

Ahora, con su esbelto cuerpo contra él y sus suaves gemidos inundando sus oídos mientras él la besaba, lo único que quería era hacerle el amor, sumergirse en sus profundidades, tener sus piernas alrededor de su cintura, oírla gritar su nombre. El deslizó sus manos por su cuerpo, que avanzaron hasta su diminuta cintura y luego hasta sus caderas, que se ensanchaban de aquel modo tan seductor.

Pero no podía dejar de besarla. Habían pasado cientos de años desde la última vez que había besado a una mujer, y nunca antes lo habían besado con tanta pasión y necesidad como lo hacía Alice.

Su miembro se estremeció ante aquella necesidad y le temblaron las manos al cogerla por las caderas y empujarla hacia él, presionando los senos de ella contra su pecho. Esta gimió, haciendo que su sangre comenzara a hervir de deseo, de urgencia.

Con el hambre de probar más de ella acuciándolo, se olvidó de todo menos de la exuberantemente hermosa mujer que tenía entre los brazos.

Jasper no dejó de besarla mientras la levantaba del suelo y ella le envolvía la cintura con sus piernas. Solo entonces la recostó sobre la losa que le hacía de camastro.

—Me encanta sentirte —le susurró ella al oído cuando él dejó caer su peso sobre ella.

El guerrero gimió y volvió a besarla. Podría estar besándola toda la eternidad y ni siquiera así tendría suficiente. Mientras ella le acariciaba la espalda y los hombros con las manos, él le cogió los senos. La druida le clavó las uñas en la espalda cuando él le acarició el pezón con el dedo por encima del vestido y sintió cómo se endurecía.

Aquella mirada de sorpresa le permitió saber que ella nunca había experimentado aquel tipo de placeres y él estaba dispuesto a darle todavía mucho más.

Alice no lo detuvo cuando le subió el vestido hasta poder tocarle la parte interna de los muslos. Durante unos momentos él dejó que sus manos reposaran sobre la suave piel de sus piernas antes de ir a buscar su sexo. Se le tensaron los testículos al sentir la humedad que había entre las piernas de la mujer.

Incapaz de retroceder, Jasper puso la mano sobre su sexo antes de deslizar un dedo en su interior.

—Jasper, por todos los santos —susurró ella contra su hombro—. ¿Qué me estás haciendo?

—Te estoy dando placer.

Volvió a besarla mientras dibujaba círculos sobre su clítoris con el dedo. El cuerpo de Alice se sacudió entre sus brazos. Él apenas había empezado a tocarla y, sin embargo, sabía que estaba a punto de llegar al clímax.

Jasper deslizó otro dedo en el interior de ella y empezó a moverlo mientras con el pulgar seguía jugueteando con su clítoris, suave y lentamente.

Cambió el ritmo del movimiento de sus dedos. Primero penetrándola rápida y profundamente, luego suave y lentamente. Ella levantaba las caderas y las movía al compás de sus estocadas y su respiración iba acelerándose por momentos. Jasper no había visto nunca antes nada tan hermoso.

Hasta que ella se desmoronó entre sus brazos.

Él la miraba fijamente al rostro y observaba el placer que la consumía. Y en aquel justo instante él supo que, en lo que a Alice se refería, uno nunca sería suficiente.

Jasper retiró la mano y le bajó el vestido antes de poder sumergir su erecto miembro en su interior. Él quería poseerla, pero la realidad de donde se encontraban cayó sobre él rápidamente como una losa.

Alice abrió los ojos y lo miró sonriente, con unos ojos llenos de pura felicidad.

—¿Qué me has hecho?

—¿Nunca antes habías tenido un orgasmo?

Ella sacudió la cabeza.

—¿Sucede con frecuencia?

—Sucederá cada vez que yo te toque —le prometió él.

Ella le cogió el rostro con ambas manos antes de besarlo. Lentamente, sin prisas.

—No me has tomado como lo hace un hombre —dijo ella casi en un susurro.

Jasper quería sacar a su marido de la tumba y arrancarle la cabeza por haber sido tan insensible con una mujer como Alice.

—Quiero hacerlo. Más que nada en este mundo. Te quiero a ti, Alice. —Él le cogió la mano y la posó sobre su miembro—. Quiero volver a besarte, volver a saborear tu cuerpo.

—Espero que lo hagas.

Él suspiró y bajó la frente, reposándola sobre la de ella. No se había dado cuenta de lo mucho que necesitaba oír aquellas palabras hasta que ella no las había dicho.

—¿Cómo te sientes? —le preguntó la druida.

Fue entonces cuando Jasper se dio cuenta de que todas las emociones que lo estaban consumiendo desde el momento en que se habían llevado a Ian habían desaparecido. Él levantó la cabeza y la miró a los ojos.

—¿Qué me has hecho?

Alice se encogió de hombros.

—Es mi magia. No siempre funciona. ¿Te acuerdas cuando te dije que podía sentir las emociones de la gente? También puedo hacer que esos sentimientos desaparezcan.

Jasper parpadeó. Solo la idea de que toda aquella ira estuviera ahora dentro de Alice hizo que se le partiera el corazón.

—¿Te los llevas dentro de ti?

—Antes sí que era así, pero en esta ocasión... contigo ha sido diferente.

—¿Diferente en qué sentido?

—Las pocas veces que he utilizado mi magia en ese sentido, siempre acababa poniéndome enferma. Pero no contigo. Me has dado placer más allá de lo que nunca hubiera podido imaginar.

Jasper se quedó mirándola un instante antes de volver a besarla.

Y, de pronto, todo se vino abajo con los alaridos de Duncan.

 

 

A Duncan le costó solo un instante acordarse de que Tanya se había llevado a su hermano gemelo.

¡Ian!

En todos los años que habían vivido, nunca habían estado separados. Se hallaban unidos de un modo que la mayoría de la gente no podía entender y aquello ya era así antes de que su dios se liberase. Con el poder añadido que les había proporcionado su dios, su lazo de unión no había hecho más que fortalecerse.

Duncan no podía controlar la ira en su interior. Tenía que dejarla salir fuera como fuese o acabaría explotando.

—Tranquilo, Duncan.

No le hizo caso a Seth e intentó ponerse en pie, pero el aplastante peso de la pérdida de Ian pudo con él. Duncan se clavó las garras en sus propias manos y se le nubló la visión con la rabia que lo consumía por dentro.

Un rugido llegó a su garganta desde lo más profundo de su ser y fue incapaz de detenerlo. Pero ese pequeño alivio no consiguió calmar lo más mínimo el dolor por la pérdida de su gemelo.

Jasper llegó corriendo a la cueva y se detuvo ante Duncan.

—Si hubiera sabido lo que iba a hacer...

—No —lo detuvo Duncan—. Nadie de nosotros podía haberlo sabido. Tú has hecho lo que cualquiera de nosotros habría hecho. No te culpo por ello.

—Deberías hacerlo —dijo Jasper—. Yo lo hago.

Si había alguien que podía comprender a la perfección por lo que estaba pasando Duncan ese era Jasper. Duncan se puso en pie hasta quedarse mirando a Jasper a los ojos. Una parte de él quería culpar a Jasper, pero toda la culpa terminó por centrarse únicamente en Tanya.

—Golpéame —dijo Jasper—. Deja salir toda tu ira y proyéctala sobre mí antes de que te consuma por dentro.

Duncan bajó la mirada y sacudió la cabeza.

—No lo haré, Jasper. Ella podía haberse llevado a cualquiera de nosotros.

—Lo traeré junto a ti —dijo Jasper mientras ponía la mano sobre el hombro de Duncan—. Te lo prometo.

Este asintió con la cabeza, aunque sabía que las posibilidades de que su hermano volviera junto a él como el hombre que había sido eran escasas. Todos habían visto de lo que era capaz Tanya y todos sabían que su tiempo en aquella montaña era limitado.

Pero a Duncan nunca se le había pasado por la cabeza que se pudieran llevar a su hermano.

Duncan cogió aire despacio.

—¿Ha visto Tanya a Alice?

—No —dijo Seth—. Si la hubiera visto se la habría llevado a ella en lugar de llevarse a Ian, de eso estoy seguro.

—Ve con Alice —le dijo Duncan a Jasper.

—Solucionaré todo esto —insistió—. Haré que vuelva Ian.

Con una última mirada a Duncan, Jasper abandonó la cueva. Duncan se escurrió laxo hasta una de las rocas que les servía de asiento y dejó caer la cabeza entre las manos.

Lo que los otros ignoraban era que Duncan sentiría cada corte, cada golpe que le dieran a Ian. Sufriera lo que sufriese Ian, también lo sufriría Duncan.

 

 

Alice se estiró perezosamente, con el cuerpo todavía colmado del placer que había experimentado y que nunca hubiera podido imaginar. Se sentó y se cogió las piernas entre los brazos, contra el pecho. De pronto se dio cuenta de que estaba sonriendo con ensoñación, sus pensamientos centrados en el atractivo e inmortal highlander.

Durante aquel maravilloso instante con Jasper, Alice había olvidado dónde se encontraban, se había olvidado de Tanya y su malévolo plan e incluso se había olvidado de que su vida pendía de un hilo. Todo lo que importaba en aquel momento era el exquisito modo en que Jasper había tocado su cuerpo.

Sin embargo, la realidad los había golpeado demasiado pronto. Alice frotó sus manos contra sus brazos sobre la tela del vestido. Los únicos instantes en los que su cuerpo estaba cálido era cuando tenía a Jasper a su lado; en cualquier otro momento, las frías temperaturas del lugar le absorbían hasta el último atisbo de calor de su organismo.

Las primeras notas de una melodía aparecieron flotando en su mente, una tonada que reconoció al instante. Justo un momento después comenzó el cántico. Del mismo inesperado modo en que había aparecido, se desvaneció dejando a Alice con un sentimiento de abandono y a la espera de volver a escuchar la música.

Se puso en pie en un esfuerzo por mantener el calor de su cuerpo cuando repentinamente pudo ver al guerrero de color cobrizo al otro lado de la cueva. La mirada de Charon, como siempre, estaba fija en Jasper.

Alice no necesitaba pisar la cueva de Duncan para distinguir lo que estaba observando Charon. Pero la razón por la que el guerrero color cobre se hallaba tan intrigado por Jasper era una incógnita.

Duncan le había dicho que él no se había puesto del lado de Jasper. Entonces, ¿por qué mostraba Charon tanto interés por todo lo que hacía Jasper?

Alice dio un paso para dirigirse hacia Charon y preguntarle, cuando Jasper apareció de nuevo en la cueva. Su mirada se quedó clavada en él y la sonrisa que había iluminado su rostro justo unos momentos antes, volvió a aparecer.

Jasper ralentizó sus pasos al verla. Todavía no se había puesto la camisa y mostraba el aspecto de su dios.

Ella lo llevó al centro de la cueva. Le levantó las manos con las suyas, examinando su piel negra y sus garras. Justo en el momento en que ella tocó una de aquellas mortíferas y largas garras, él empezó a convertirse.

—No —le pidió ella—. Deja que te sienta. Deja que sienta todo tu ser.

Él dudó un instante y, al comprobar que no se movía, ella volvió a acariciarle las garras. Aquellas garras eran más largas que dedos y, según supuso, más afiladas que el filo de una espada.

Era impresionante ver cómo se transformaba de hombre a guerrero y a la inversa. Ella no sabía dónde se escondían aquellas garras y los colmillos cuando volvía a ser hombre, pero no le importaba.

Ante ella se manifestaba la auténtica razón por la que Roma nunca llegó a conquistar Britania, y estaba agradecida de que no lo hubiera conseguido.

—¿Qué ves? —le preguntó Jasper.

Ella examinó con detenimiento sus ojos negros. Esa era la única parte de un guerrero a la que ella nunca podría acostumbrarse. Extrañaba los ojos verdes de Jasper, pero además de eso, cuando el ojo cambiaba y suprimía el iris y la esclerótica, la sensación resultaba inquietante.

—Veo fuerza y poder —susurró ella—. La evidencia de que la magia existe está en pie, frente a mí, en todo su esplendor negro como el ébano.

—¿Magia?

Ella asintió y le levantó la mano para que su palma quedara justo frente a la suya.

—No necesitas ninguna espada ni ninguna daga para defenderte. Tienes tus armas justo aquí. Diez, de hecho. ¿No es eso magia?

—Es maldad.

—¿Eso crees? —Ella le soltó la mano e intentó tocarle uno de los colmillos—. ¿No sientes la magia inundando tu sangre cada vez que dejas libre a tu dios? ¿Cada vez que esto sucede no rememoras lo mucho que los druidas y los celtas sacrificaron para salvar esta tierra?

—Recuerdo cada maldito día de mi vida, Alice. ¿Cómo puedes mirarme y no sentir repulsión? Tengo colmillos y garras, como una bestia —dijo él con un gruñido.

Ella supo en aquel justo instante que no había nada que pudiera decirle a Jasper para demostrarle que, incluso en su forma de guerrero, él era maravilloso a sus ojos.

Puede que fuera porque acababa de vivir la experiencia más extraordinaria de su vida, pero Alice se sentía osada. Se puso de puntillas y besó a Jasper.

La punta de los colmillos se le engancharon a los labios pero no le importó. Con el primer contacto de la boca de él contra la suya, el calor que había inundado su cuerpo solo un momento antes, volvió a recorrer todo su cuerpo.

Jasper la rodeó con sus brazos mientras ponía su boca sobre la de ella. Fue con cuidado de no cortarle los labios con los colmillos y no le importaba lo mucho que ella intentara intensificar el beso, él no se lo permitiría.

—Dioses... —susurró él al terminar el beso—. ¿Qué estás intentando hacerme?

Alice sonrió.

—Quería mostrarte lo que pienso de ti, ya seas Jasper MacMasen el hombre o el legendario guerrero del que habla Escocia entera.

—Si sigues con esto tendré que echarte de nuevo en la cama.

A ella le encantaba que bromease, pero también sabía que lo estaba diciendo en serio. Y aquello provocó que todo su cuerpo se estremeciera sin mayor motivo.

—¿De verdad?

Él sonrió y la apretó fuerte contra su cuerpo mientras la rodeaba con sus brazos.

—Eres como los primeros rayos de sol después de un crudo invierno. No deberías estar en este oscuro y malvado lugar, Alice.

—Tú tampoco, Jasper.

Isla no debería haberse sorprendido cuando descubrió que Tanya había tomado medidas para hacer que Jasper se pusiera de su lado. Tanya era conocida por utilizar cualquier táctica a su alcance que le permitiese conseguir lo que ella quería, y quería a Jasper por encima de cualquier otra cosa.

Isla era una de las pocas que sabía que Jasper supuestamente tenía que darle un hijo a Tanya, un hijo que albergaría todo el mal de los infiernos. Pensar en aquello hacía que Isla se estremeciera.

—¿Por dónde empezamos? —le preguntó James a Tanya.

Isla examinó la pequeña habitación. Además de Tanya, James y los dos guerreros que tenían cogido al prisionero, también estaba en la habitación Broc.

Isla sabía por qué la quería allí Tanya pero ¿por qué estaba también presente Broc? Normalmente Broc se mantenía alejado. Pese a todo eso, últimamente Tanya había reclamado su presencia con mayor frecuencia.

—Todavía no —dijo Tanya, interrumpiendo las cavilaciones de Isla.

Isla volvió su atención de nuevo al prisionero. Era uno de los gemelos del Foso. Sin embargo, la razón por la que Tanya lo había traído allí resultaba un misterio para ella.

Tanya se movió frente a Ian, que estaba de rodillas. Ella se inclinó y puso su rostro cerca del rostro azul pálido del guerrero.

—Te lo preguntaré solo una vez. ¿Vas a ponerte de mi lado?

—Nunca, bruja.

Tanya se apartó y James arañó el pecho de Ian con las garras antes de empezar a golpearlo en la cara. Isla había aprendido tiempo atrás a no reflejar sus sentimientos en su rostro. Aun así, no se sorprendió al ver a Tanya observándola.

—Estoy muy decepcionada contigo, Ian —dijo Tanya y se giró para mirar al guerrero—. Pensaba que comprenderías la situación. Jasper me ha rechazado, así que alguien tiene que sufrir mi ira.

Ian escupió con la boca llena de sangre en el dobladillo del vestido de Tanya y sonrió.

—Saca lo peor de ti, drough.

En lugar de matar a Ian, como Isla pensaba que habría hecho, Tanya simplemente dio un paso atrás. Isla llevaba allí el tiempo suficiente como para saber que nada bueno podía salir de la bruja cuando aparentaba estar tan calmada en toda su furia como se mostraba ahora.

—Estás muy unido a tu hermano gemelo, ¿verdad, Ian? Simplemente me pregunto hasta qué punto estáis unidos los dos a través de vuestro dios.

—Soy un highlander. Soportaré cualquier dolor que quieras infligirme —respondió Ian con los labios arrugados y un aire despectivo.

Isla estaba impresionada con el guerrero, pero con aquellos comentarios, no seguiría vivo mucho tiempo.

—Me aseguraré de que soportes todo el dolor que estoy dispuesta a infligirte —dijo Tanya—. Pero me gustaría saber si has pensado en cómo conducirá su dolor Duncan al comprobar que tú estás sufriendo de tal modo.

En un instante, Ian se deshizo de los guardas y se abalanzó sobre Tanya.

—¡Te mataré! —gritó.

La principal arma de Tanya, su cabello, atrapó a Ian antes de que él pudiera alcanzarla. Sus blancos rizos apretaron el cuello del guerrero hasta que murió por falta de oxígeno. Una vez Tanya lo soltó e Ian cayó al suelo, el color azul claro de su piel se esfumó.

En el suelo, a solo unos pasos de Isla, había un hombre con el pelo castaño claro, corto y con una falda escocesa tan roída y descolorida que ella apenas podía distinguir los colores.

James y los dos guardas levantaron a Ian y se lo llevaron de la habitación, dejando a Isla a solas con Tanya y Broc. Hubo un tiempo en que Isla había pensado que un día Broc traicionaría a Tanya, pero el guerrero añil era más leal que nunca.

—Jasper mantiene la esperanza de que sus hermanos vendrán a por él —dijo Tanya—. Deseo demostrarle que tanto Edward como Emmett o bien han sido capturados o bien no acudirán en su auxilio.

Broc levantó un hombro.

—Ya habéis enviado a los wyrran para que detengan a los hermanos.

—Sí, pero Edward y Emmett son más astutos que mis criaturas. Por el momento.

—Entonces dejad que vaya yo a por los MacMasen —dijo Broc—. Sabéis que puedo rastrear cualquier cosa en cualquier lugar. Los encontraré para vos.

Tanya consideró sus palabras.

—¿Puedes atraparlos?

—Eso necesitará una mayor planificación. Si queréis que haga algo de inmediato, puedo asegurarme de que... estén ocupados con los wyrran hasta que Jasper acepte vuestras condiciones.

A Isla no le gustaba el sentimiento que apareció en la boca de su estómago ante las palabras de Broc. Durante muchos años, Isla había odiado a los MacMasen por el manuscrito que Tanya había encontrado con sus nombres. Por culpa de ese apellido, a Isla no le habían dejado vivir su vida.

Ella odiaba a los MacMasen, odiaba a todos los guerreros en realidad, pero más que nada en este mundo, lo que ella buscaba era su libertad. Estaba cansada de que Tanya la utilizara como su marioneta.

—Poseo otra arma —dijo Tanya con los ojos blancos cubiertos de un peligroso brillo, y se giró hacia Isla.

Isla sostuvo la mirada de Tanya sin parpadear. La muestra de cualquier signo de miedo o debilidad sería su condena.

—No —dijo Broc rompiendo el silencio—. Todavía no, señora. Dejad que intente detener a Emmett y a Edward. Cuando Jasper se doblegue ante vos, podremos capturar a los hermanos. Entonces podrán ver que Jasper os ha elegido y ya no podrán negarse a vuestros deseos nunca más.

Los ojos de Isla se volvieron de golpe hacia Broc, pero el guerrero se obstinó en no mirarla. ¿Por qué él se negaba a que Tanya la enviara a ella? Podrían capturar a los hermanos. Entonces, ¿por qué quería esperar Broc? ¿Estaba pensando acaso en aliarse con los MacMasen?

Quería hablar con él, pero Isla sabía que no podía arriesgarse a ello ni tampoco podía hacerlo Broc. Si Tanya llegaba a sospechar alguna cosa, los eliminaría a ambos de inmediato.

—Aceptaré tu idea por el momento, Broc —dijo Tanya mientras se pasaba la manos por la tela oscura de su vestido—. Pero solo porque quiero mantener a los hermanos alejados de Jasper. Los tres han de estar bajo mis órdenes antes de que termine el ciclo de la luna este mes.

Broc hizo una reverencia con la cabeza.

—Así será, mi señora.

—Ahora déjanos.

Isla esperó mientras Broc abandonaba la sala antes de volverse hacia Tanya. No tenía ningún sentido preguntarle a la drough qué era lo que pretendía. Tanya se lo haría saber en cuanto quisiera decírselo.

—Es hora de que vuelvas a visitarlo.

Isla hizo una mueca de disgusto, aunque intentó con fuerza que no se notara. Cada vez que veía a Phelan se acordaba de que ella había sido la que lo había traicionado, la que lo había encadenado en aquella montaña cuando él tan solo era un niño.

Enfrentarse a Tanya o tratar de hablar con ella para convencerla de que no la obligase, solo haría que Tanya supiera lo mucho que odiaba ir a visitar a Phelan. En lugar de eso, Isla simplemente asintió con la cabeza.

—Me han dicho que eres la única que puede acercarse a él.

Isla arqueó una ceja.

—Nadie puede acercarse a él, por eso es por lo que está encadenado.

Siempre.

—Se convertirá en uno de mis mejores guerreros. Todavía sigo celebrando el día que tu hermana lo encontró. Y no olvidemos el modo en que lo capturaste.

Isla cerró la mano en un puño sobre la falda de su vestido al sentir que se le revolvía el estómago. Nunca podría olvidar aquel día. Lo revivía vívidamente cada noche en sus pesadillas.

Tanya se dirigió hacia la puerta y se detuvo.

—Quédate con él más tiempo esta vez. No falta mucho para que pueda necesitarlo. Tiene que estar domesticado.

 

 

Decir que Jasper estaba preocupado sería decir muy poco. No era solo por Duncan, Ian o Alice, estaba preocupado también por sus hermanos.

Era cierto que Jasper había perdido la noción del tiempo en la montaña, pero sabía que ya había pasado una temporada nada desdeñable. ¿Dónde estaban Edward y Emmett? ¿Por qué todavía no habían ido a por él?

O peor todavía, ¿habían intentado rescatarlo y los había cogido presos Tanya?

Aquel pensamiento hizo que Jasper tuviera ganas de acabar con algo. Respiró profundamente por la boca para aplacar su ira mientras trataba de ignorar a su dios.

Solo tuvo que mirar un momento a Alice para que su ira desapareciera a la vez que se volvía a encender su deseo. Ella estaba sentada en el suelo con la cabeza inclinada hacia un lado y todo su cabello sobre un hombro. Se estaba peinando la cabellera con los dedos.

Él podía quedarse allí sentado y pasarse horas mirándola. El modo en que ella se movía, en que hablaba, en que lo hacía todo lo fascinaba. El hecho de que no tuviera miedo de él y de que además le gustara su forma de guerrero (por el modo en que lo había besado antes), hacía que todavía la deseara más.

Ella lo sorprendía constantemente. Alice poseía un coraje, un ímpetu y una fuerza que podía rivalizar con la de sus hermanos. Ella era lo que cualquier highlander buscaba en una mujer.

La vista que Jasper tenía de Marcad quedó bloqueada por Seth cuando este entró en la cueva. Jasper volvió su atención hacia Seth, que se había detenido frente a él.

—¿Qué le van a hacer a Ian? —preguntó Seth.

Jasper se pasó la mano por el pelo e hizo una mueca.

—Tanya ya te dijo lo que iban a hacerle. Le harán sufrir.

—¿Lo matará?

—Solo para poder devolverle la vida.

Seth se detuvo y se giró con rostro preocupado hacia Jasper.

—¿De verdad puede hacer tal cosa?

—No tengo ni idea, pero con el poder que tiene, no me sorprendería.

Seth soltó un largo suspiro.

—¿Cuánto tiempo hará que dure esto?

—Yo puedo hacer que termine antes de que empiece, Seth. Es lo que debería hacer. Solo le está haciendo daño a Ian para hacerme daño a mí.

—Ni te lo plantees, Jasper. Te necesitamos.

—Y Duncan necesita a su hermano.

—Jasper...

Jasper levantó una mano para detenerlo.

—Sé lo que vas a decir y te lo agradezco. Pero la verdad es que mis hermanos son hombres mucho mejores que yo. Ellos pueden y destruirán a Tanya con o sin mí.

—Ya has tomado la decisión, ¿verdad? Vas a entregarte a esa bruja.

—Así es.

—¿Y Alice?

Jasper lo intentó, pero no pudo evitar mirar a la druida en cuestión. Iba a echarla mucho de menos. Quería pasar una noche amándola, saboreando sus besos y sintiendo el calor de su cuerpo, pero esa era una noche que no se podía permitir.

Había un hombre al que estaban torturando por su culpa. Jasper no podría seguir viviendo si permitía que eso sucediera.

—Cuida de ella por mí —dijo Jasper.

—¿No vas a despedirte de la druida?

Debía hacerlo, lo sabía.

—No puedo.

Jasper pasó por delante de Seth antes de que este pudiera detenerlo y se dirigió directo a la puerta del Foso. A pesar de que Tanya tenía la puerta protegida con sus conjuros y su magia, siempre había dos guerreros haciendo guardia.

Jasper se detuvo ante la puerta y silbó para llamar la atención de los guardas.

—Llevadme ante Tanya.

El guerrero de la izquierda comenzó a reír.

—Ella dijo que querrías verla. Tenemos un mensaje para ti.

—¿Y cuál es ese mensaje?

—Que está ocupada torturando a Ian y que no deberías haberla rechazado.

Jasper soltó una maldición y giró sobre sus talones. No se había podido imaginar que Tanya hiciera tal movimiento. Ella lo quería, sí, pero él había conseguido irritarla. Ahora Ian pagaría por ello con una tortura que duraría días, semanas incluso.

Ya de vuelta en su cueva, Jasper se apoyó contra la pared de piedra y se quedó mirando al vacío.

—Maldita sea —gruñó.

—¿No quiere verte? —le preguntó Seth.

—No. Dice que está demasiado ocupada torturando a Ian.

—Mierda. ¿Y qué harás ahora?

Jasper se encogió de hombros.

—Lo único que puedo hacer es esperar. Ella sabía que yo cedería en cuanto se llevara a Ian. Ha obrado así para demostrarme de lo que es capaz. Ahora no hay nada que yo pueda hacer por Ian, pero pondré todo en su sitio en cuanto pueda.

—Aunque no me gusta saber que están torturando a Ian o a cualquier otro, creo que es una mala idea —dijo una voz femenina.

Jasper giró la cabeza y se encontró con Alice de pie a solo dos pasos de él.

—¿Qué otra opción tengo?

—Tú y tus hermanos sois la clave, Jasper —le respondió—.Tienes que seguir rechazándola.

Él se apartó de la pared de piedra y se quedó mirándola de frente.

—¿Y entonces qué? ¿Se llevará a Seth o a ti? ¿Y se supone que debo quedarme quieto mientras la gente que se une a mí es torturada o asesinada? No puedes pedirme que haga eso.

—Sí que puedo y lo estoy haciendo —dijo ella pausadamente—. Sé perfectamente lo que significa decir que me he aliado a los MacMasen. Estoy convencida de que si se lo preguntaras a Ian, él diría exactamente lo mismo.

Seth asintió con la cabeza.

—Y yo también. Si tengo que morir, entonces moriré.

—Estás siendo muy noble, amigo mío —le dijo Jasper a Seth—. Pero seguro que cuando Tanya empiece a torturarte no lo serás tanto.

—Soy un highlander, Jasper. No me insultes.

Jasper hizo un gesto con la cabeza.

—Perdóname. Sé el coraje que tienes en tu interior y serán los guerreros como tú los que ayudarán a acabar con Tanya.

—Estoy preparado para esa batalla.

—Igual que yo —susurró Jasper—. Estoy preparado para esta batalla desde que posé mis ojos sobre ella.

Alice le puso una mano sobre el brazo.

—Pronto llegará la hora. Hasta entonces, necesitáis prepararos para lo que esté por venir.

—¿Y tienes alguna idea de lo que será? —preguntó Seth.

Alice se mordió el labio inferior mientras pensaba.

—Tanya ya nos lo ha dicho. Comenzará por Ian y seguirá con cada uno de nosotros.

Jasper se movió alrededor de ellos, la ira ante tal situación crecía en su interior.

—Vosotros dos me pedís demasiado.

—Tanya mantiene que tú tienes un destino —dijo Alice mientras se acercaba a él—. Y creo que tiene razón.

Jasper se detuvo y se giró para mirarla a los ojos.

—¿Quieres decir que debo darle un hijo?

—No, que vas a matarla. La profecía sobre el niño podría ser cierta, no lo sé. Lo que yo creo es que Tanya sabe lo importantes que sois tú y tus hermanos para nosotros, para el mundo. Ella sabe que si os tiene a su lado, la batalla habrá terminado antes de empezar.

Jasper quería creerla pero no podía. La idea de que los druidas y otros guerreros pusieran todas sus esperanzas en los MacMasen era abrumadora y casi humillante. Demasiado abrumadora, especialmente para un hombre que ya lo había perdido todo una vez.

 

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AAAAAAA QUE EMOCION, PORFIN HUBO MANO JAJAJA, QUE ROMANTICO ES JASPER, POBRE DUCAN, LO QUE VA A SUFRIR, MALDITA BRUJA DE TANYA, SI QUE ES MALA, LA DESGRACIADA, UNA SANGUINARIA, POBRES DRUIDAS, DIOSSSSSSSSS ESTO SE VA A PONER MUY BUENO, POCO A POCO TODO SE ESTA ACOMODANDO EN SU LUGAR, ¿CREEN QUE JASPER SE ENTREGUE A TANYA POR SALVAR A IAN? AAA ESPEREMOS QUE NO Y QUE LOS GUERREROS LLEGUEN PRONTO.

 

BESITOS, GUAPAS

Capítulo 46: SEIS Capítulo 48: OCHO

 
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