LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103284
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 53: TRECE

Jasper se aseguró de parecer que estaba dormido hasta pasado un buen rato desde que Tanya había abandonado la cama. Cuando ella se puso en pie a su lado y le recorrió el cuerpo con las manos, tuvo que mantener a raya sus impulsos para no apartarla de él.

Hasta que ella no salió de la habitación, él no se levantó de la cama. Encontró un aguamanil con agua y se refrescó la cara.

Se sentó para ponerse las botas, y en ese instante la puerta se abrió de par en par y Tanya entró y se quedó quieta en el quicio de la puerta, con los ojos blancos rebosantes de ira.

—¿No has dormido bien? —le preguntó él, sin preocuparle qué podría haberla alterado de aquel modo a horas tan tempranas.

—Mi sueño no te concierne en estos momentos.

—¿Ah, no? —Se calzó la segunda bota y se levantó—. ¿Entonces, qué es lo que me concierne en estos momentos?

—Alice.

Jasper sintió como si alguien hubiera trepado por su pecho y hubiera saltado sobre su corazón para partirlo en dos. No podía lograr que le entrara aire en los pulmones. El mundo se detuvo de pronto, mientras se debatía entre la ira y la confusión que generaba el hecho de que hubiera descubierto a Alice.

Tanya se acercó a él.

—He oído que la cobijaste en el Foso. ¿Por qué no la mataste?

—¿Por qué no lo hiciste tú?

Cuanto más hablaba Tanya de Alice, más se enfurecía él. Tanya no merecía pronunciar el nombre de Alice.

—Tenía mis razones —respondió Tanya—. La druida es una molestia, Jasper. La lancé al Foso para que muriera. Deberías haber permitido que sucediera.

Él se cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Y por qué?

—Probablemente te habrá dicho que conoce el conjuro para dormir a los dioses. Te mintió. Ella sabe el conjuro que permitirá que los dioses tomen el control absoluto sobre vosotros.

Jasper sacudió la cabeza y gruñó.

—Basta ya de mentiras. Alice conoce el conjuro para dormir a los dioses. No la mataste tú misma por temor a lo que te podría suceder si le hacías algún daño. Todos esos conjuros que la protegen deben ser irritantes para una bruja tan poderosa como tú.

—Entonces es que no me conoces en absoluto. No le temo a nada.

—No es cierto. Tienes miedo a la magia de la abuela de Alice. He visto lo que le puede suceder a alguien que intente hacerle daño a Alice. Es algo con 1o que no te gustaría enfrentarte, Tanya.

En la frente de esta solo se arqueó una de sus blancas cejas.

—Crees que lo sabes todo, ¿verdad?

—Has matado a casi todos los druidas que has capturado, ya fuesen mie o drough, para absorber su magia. Y yo me pregunto a mí mismo, ¿por qué no ibas a querer la poderosa magia que corre por las venas de Alice? Resulta bastante sencillo averiguarlo.

Tanya se movió alrededor de Jasper lentamente hasta detenerse a su espalda.

—Dime, Jasper, ¿qué interés tienes en Alice?

Sabía que debía elegir sus palabras con cuidado. No quería que Tanya supiera lo profundos que eran sus sentimientos hacia Alice, especialmente porque todavía estaba intentando averiguar lo profundos que eran él mismo.

—La salvé. Es mi responsabilidad.

—Mmm..., me pregunto si tus sentimientos son más intensos que eso que acabas de decir. Te has acostado con ella, así que supongo que habrás encontrado en esa mujercita algo de tu agrado.

Jasper se dio la vuelta y se quedó mirándola. No quería estropear lo que había sucedido entre él y Alice, pero tampoco podía dejar que Tanya sospechara nada.

—Había pasado mucho tiempo desde la última vez que me acostara con una mujer. Ella estaba agradecida de que yo la salvara y me recompensó con el uso de su cuerpo.

—Podrías haber tenido el mío —dijo Tanya.

—Antes me hubiera cortado el cuello.

Tanya de pronto sonrió.

—Oh, pero mi querido Jasper, aceptaste acostarte conmigo a cambio de que dejase tranquilos a tus hermanos.

—Así es, y no me retractaré de mi promesa.

—No tengo la menor duda de que cumplirás tu parte, lo que me pregunto es hasta cuándo vas a seguir intentando evitarme.

Jasper apretó con fuerza la mandíbula. No se había esperado que Tanya descubriera a Alice tan pronto. Mierda.

—¿Qué quieres? —le preguntó con el tono de voz más neutro que pudo.

Ella soltó una carcajada.

—Siempre he disfrutado teniendo este tipo de poder. Es excitante.

—¿Qué es lo que quieres?

—¿Cuánto vale la vida de Alice para ti?

Jasper quería darle un puñetazo a Tanya en la cara, arrancarle el corazón del pecho y lanzarla al fuego.

—No quiero que muera nadie más.

—¿Y Alice? ¿Qué estarías dispuesto a hacer para asegurarte de que siguiera viva?

—¿Qué quieres?

—A ti en mi cama, inmediatamente.

Jasper se pasó una mano por la cara. No tenía otra opción. No podría vivir consigo mismo si sabía que él había sido la causa por la que Alice había muerto, y únicamente porque encontraba repulsiva a Tanya.

—Con una condición. Que permitas que Alice abandone la montaña. Y quiero ver con mis propios ojos que la dejas marchar.

Tanya levantó un hombro.

—¿Aceptarás acostarte conmigo en cuanto se haya marchado?

Él asintió con la cabeza, incapaz de pronunciar ni una palabra. ¿Cómo habían podido torcerse tanto las cosas en tan poco tiempo?

Por fin —dijo Emmett frente a la montaña de Tanya.

—No será fácil —dijo Alistair mientras observaba el montón de rocas que había frente a ellos.

Riley soltó una carcajada.

—Entrar será fácil, es la parte de la salida lo que me preocupa.

—Quizás prefieras quedarte atrás —dijo Vladimir.

—¿Y dejar que os maten a todos? —soltó Riley con una risotada—. Me necesitáis para que vigile vuestras espaldas.

Emmett sacudió la cabeza ante las bromas de Riley y Vladimir. La necesidad de precipitarse hacia la entrada de aquella montaña para salvar a Jasper era demasiado fuerte como para resistirse, pero por el bien de Rosalie, Edward y los demás, Emmett tenía que ir con cuidado.

—Ya sabes lo que se tiene que hacer —dijo Rosalie.

Él frunció el ceño; odiaba que ella tuviera razón.

—Ojalá no lo supiera.

—Esa es la razón por la que vine, Emmett.

Edward asintió con la cabeza.

—Tienes que dejar que entre.

Emmett sabía que el poder de Rosalie para hacerse invisible les permitiría encontrar a Jasper, pero solo pensar que su mujer, la dueña de su corazón, pudiera entrar en la montaña de Tanya, hacía que dejara de palpitar.

—Puedo arreglármelas yo sola —dijo Rosalie—. Soy un guerrero. Te he demostrado infinidad de veces que puedo cuidar de mí misma.

—Sí, mi amor, sé que puedes cuidar de ti misma. Solo que me gustaría estar a tu lado por si acaso.

Ella se inclinó hacia él y lo besó.

—Y yo te quiero solo por eso, pero ahora debes dejarme ir. Tenemos que encontrar a Jasper.

Emmett se apartó con reticencia.

—No te quedes ahí dentro más de lo necesario. Encuéntralo y sal enseguida.

—Es lo de encontrarlo lo que llevará más tiempo —dijo Jacob—. Jasper podría estar en cualquier rincón de esa montaña.

Emmett puso las manos en el rostro de Rosalie.

—Primero encuentra a Tanya. Si Jasper no está con ella, podrás descubrir dónde lo tiene preso. Luego solo será cuestión de hallar la ubicación exacta en la que permanece.

—Daré con él, Emmett —le prometió ella.

—No tengo ninguna duda. —Él la condujo hacia sus brazos y la abrazó—. Solo prométeme que no te capturarán.

Ella se inclinó un poco hacia atrás para mirarlo a los ojos.

—Volveré a tu lado. Tú eres el lugar al que pertenezco.

Emmett tuvo que reunir todas sus fuerzas para dejarla marchar. En un abrir y cerrar de ojos, ella se transformó, su maravillosa piel brillante refulgía bajo los rayos del sol y justo un instante después, ella ya se había hecho invisible. Después Rosalie se quitó rápidamente la ropa.

Hubo una suave presión en su mejilla y luego ella susurró:

—Te quiero.

—Te quiero —dijo él—. Vuelve pronto a mí, Rosalie.

Ya no hubo ninguna respuesta y tampoco la precisaba. Ella regresaría si podía hacerlo. Ella era toda su vida, y si por algún motivo Tanya apresaba a Rosalie, Emmett movería cielo y tierra para liberar a su esposa.

—Estará bien —dijo Edward.

Alistair asintió con la cabeza, mostrando que estaba de acuerdo.

—Gracias a los dioses que tenemos a Rosalie de nuestra parte.

—Sí —dijo Emmett, aunque deseaba en lo más profundo haber podido ser él quien tuviese el don de la invisibilidad, así se hubiese enfrentado él a tal peligro en lugar de su mujer.

 

 

Alice supo en cuanto se abrió la puerta del Foso que habían venido a por ella. A la entrada de la cueva se detuvo el gran guerrero alado. Seth y Duncan se negaron a dejarlo pasar, así que Alice fue hacia él.

—¿Has venido a por mí? —le preguntó al guerrero.

—Así es.

—Broc —dijo Seth—, no te la lleves.

Así que ese era Broc, del que tanto hablaba Jasper. Alice observó sus enormes alas y no pudo evitar preguntarse qué aspecto tendrían cuando las abría.

—No tiene otra opción —dijo Alice.

—Todo el mundo tiene otra opción —dijo Duncan.

Alice puso sus manos sobre Duncan y Seth mientras pasaba por entre medias y se quedaba frente a Broc. Se giró para mirar a los dos guerreros que la habían estado protegiendo.

—Recordad lo que os he dicho.

—Alice —le advirtió Seth.

—Déjalo —dijo Broc—. Ahora debe venir conmigo.

A Alice le temblaban tanto las piernas que temía que no pudieran sostenerla. De algún modo consiguió seguir a Broc por el Foso sin volverse loca. Cuando pasó por delante de la cueva de Charon, pudo ver al guerrero color bronce observándola, con los ojos entrecerrados.

No tenía la expresión de un hombre que ha conseguido lo que quiere. De hecho, parecía más bien derrotado.

Cuando ella y Broc dejaron el Foso, la puerta se cerró tras ella y Alice cogió aire profundamente e intentó mantenerse tan entera como en la cueva.

No era fácil.

No tenía ni la menor idea de dónde la llevaba Broc ni si aquello la conduciría directamente a una muerte inminente.

—Mantén el ritmo —le dijo Broc por encima del hombro.

Alice tuvo que recogerse las faldas y prácticamente correr para poder seguir el ritmo de las zancadas de Broc. El guerrero azul oscuro parecía llevar mucha prisa.

—¿Has visto a Jasper? ¿Está bien?

Ella sabía que no debía preguntar, pero necesitaba saberlo.

—Guárdate tus pensamientos para ti.

Ella se detuvo.

—No.

Broc aminoró la marcha y luego se detuvo y se giró a mirarla.

—¿Qué has dicho?

—He dicho que no. Quiero saber cómo se encuentra Jasper o no me moveré de aquí.

Él dio un paso hacia ella.

—Podría llevarte al hombro.

—Podrías.

Pasado un instante, Broc suspiró.

—Jasper está bien. Tanya no le hará ningún daño. Ahora ven conmigo, druida.

Una vez que Alice supo que Jasper no estaba herido, siguió a Broc. Tenía la corazonada de que Tanya había planeado una muerte dolorosa para ella.

Alice nunca temió a la muerte, pero deseaba haber podido disfrutar de más tiempo con Jasper. Aquellas preciosas y escasas horas habían sido las mejores de su vida, aunque las hubiera pasado encerrada en la montaña de Tanya.

El único reproche que se hacía era no poder recordar el conjuro. Casi lo había conseguido. Había estado tan cerca... Si hubiese reconocido lo que era aquel cántico antes, ya podría saber el conjuro y haber liberado a muchos hombres de sus dioses. Incluso habría podido desbaratar los planes de Tanya.

Alice casi tropieza contra las alas sin plumas de Broc cuando él se detuvo de golpe. El guerrero la miró y le señaló una puerta que estaba abierta y daba a una habitación oscura.

—Debes entrar.

Alice miró hacia la habitación y cogió aire profundamente para intentar calmarse.

—Dime lo que me espera.

—La libertad, si te das prisa.

Ella frunció el ceño y entreabrió los labios confusa.

—¿Estás bromeando?

—No. Entra —dijo y la cogió por el brazo para meterla en la habitación.

Alice miró alrededor y descubrió que Broc la acompañaba y que había cerrado la puerta detrás de él.

—¿Qué está pasando? —preguntó ella.

—Estoy tratando de ayudaros a ti y a Jasper.

Ella quería creer a Broc, pero como no podía ver su rostro, no podía mirarlo a los ojos y ver cuáles eran sus sentimientos.

—¿Hay algo de luz?

Tan pronto como ella pronunció las palabras se encendió una vela. Broc encendió dos más antes de cruzar los brazos sobre el pecho.

—Dime por qué me estás ayudando —le pidió ella.

Broc sacudió levemente la cabeza.

—¿Importa acaso? Tengo mis motivos.

Alice quería saber qué motivos eran aquellos, pero estaba convencida, por el orgulloso gesto de su barbilla, de que no le sacaría nada más. Tendría que decidir si creerle o no, y con su vida en juego, no tenía muchas otras opciones.

—Está bien.

—De acuerdo. Ahora ayudaré a escapar a Jasper, pero primero, tengo que alejarte de Tanya. Ha descubierto que estabas en el Foso.

Aquello no la sorprendió en absoluto.

—¿Se lo dijo Charon?

—Sí —masculló Broc—. Pero no culpes al guerrero, Tanya tiene modos de conseguir información quiera o no quiera proporcionársela esa persona. Me sorprende que pudieras permanecer tanto tiempo oculta.

—Fue por Jasper, él me mantuvo a salvo.

Broc asintió con la cabeza.

—Todo el mundo lo sabe.

—Tanya no estará contenta con él.

—Me ha ordenado que te lleve ante ella. No sé qué planes tiene para ti, pero no pueden ser buenos. He oído que te ha utilizado para conseguir que Jasper se acueste con ella más rápidamente.

Alice se apoyó contra la pared y cerró los ojos con fuerza.

—Por todos los dioses. Eso no puede suceder. Jasper no puede darle el hijo que ella tanto desea.

—Estoy de acuerdo. Voy a decirle a Tanya que has escapado.

—¿No te castigará por eso?

Un lado de la boca de Broc se levantó en una sonrisa.

—Puedo soportarlo. Lo único que importa es que logres salir de esta montaña. Coge esto —le dijo y le ofreció lo que parecía un velo negro.

—¿Qué es?

—Las sirvientes lo llevan. Te cubrirá el rostro y hará que pases desapercibida. Cuidado también con el pelo, todas las sirvientes están rapadas. Que no se te vea.

—¿Y qué pasa con mi vestido? —preguntó mientras miraba el vestido que llevaba puesto.

—Te he buscado uno de los vestidos que ellas llevan.

Ella rezó para que realmente Broc estuviera ayudándola y no gastándole una broma para divertimento de Tanya.

—Gracias.

—Las sirvientes mantienen la cabeza gacha y no hablan a no ser que se les hable. Con esto podrás moverte libremente. Para salir de la montaña, has de salir de esta habitación e ir hacia la derecha. El pasillo es largo, pero no lo dejes por ningún motivo. No te aventures por ninguna de las escaleras. Si sigues en el pasillo principal, podrás llegar al nivel superior.

Ella lo miró detenidamente, asimilando todo lo que decía.

—Entendido.

—Hay un portal en el nivel superior. Tendrás que pasar por delante de los aposentos de Tanya. Sus puertas están siempre cerradas y hay hombres montando guardia. Una vez hayas superado la entrada a sus aposentos, tendrás que encaminarte por el siguiente pasillo a la izquierda. Te llevará a unas escaleras que terminan en una puerta. La puerta no es fácil de apreciar para los mortales. Tendrás que buscar el pomo.

—Primer pasillo a la izquierda después de los aposentos de Tanya —repitió ella.

—Yo no podré estar contigo. En cuanto me haya ido, tendré que dar la alarma de inmediato para que Tanya no sospeche. Cámbiate y sal de aquí rápido.

Alice se pasó la lengua por los labios y tragó saliva.

—Lo haré.

Él se detuvo un momento en la puerta y se giró para mirarla.

—Buena suerte.

—Gracias, Broc. Si alguna vez necesitas algo, no lo dudes ni por un momento: yo estaré allí para hacer lo que pueda por ti.

Él hizo un leve gesto de asentimiento con la cabeza y se marchó.

Alice se quitó el vestido que llevaba y se apresuró a ponerse el que le habían dado. Era un vestido ordinario y sin ningún color, pero la ayudaría a camuflarse.

Se ató el pelo, lo escondió por dentro del vestido y se colocó el velo sobre la cabeza, asegurándose de cubrirse el rostro. El velo era largo y le colgaba por debajo de los hombros. No resultaba nada fácil ver a través de la oscura tela. Pero, cualquier cosa era mejor que lo que le reservaba Tanya.

Alice apagó las velas y abrió la puerta. Primero miró a un lado y luego al otro antes de acceder al pasillo. Mantuvo la cabeza baja, como Broc le había recomendado.

Broc no había mentido sobre lo de dar la voz de alarma de inmediato. Vio a muchos guerreros corriendo en la dirección en la que se encontraba ella. A Alice el corazón le latía en el pecho tan fuerte que estaba convencida de que los guerreros podían oírlo.

Se detuvo y apoyó la espalda contra la pared para dejar vía libre a los guerreros. Ni siquiera la miraron cuando pasaron por delante de ella a toda velocidad.

Alice sonrió para sí misma mientras un gran alivio la inundaba. Gracias a Broc podría escapar de la montaña sin problemas.

Jasper miraba fijamente a la pared de piedra que había frente a él. No se había levantado de los pies de la cama de Tanya desde que había descubierto que ella sabía de la existencia de Alice en el Foso.

Lo único en lo que podía pensar era en Alice, en sus maravillosos y exóticos ojos color turquesa y en sus pequeñas trenzas que le enmarcaban el rostro y que mantenía atadas con lazos de oro. Todavía podía saborear la dulce inocencia de sus besos en sus labios, todavía podía sentir el modo en que sus brazos lo envolvían y cómo él había sido el primero en despertar el deseo en su cuerpo.

Había pensado que permanecería a salvo en el Foso hasta que pudiera liberarla a ella y a sus hombres. ¿Cómo podía haber estado tan equivocado? ¿Quién se lo había dicho a Tanya?

Y de pronto lo supo. Charon.

Aquel maldito guerrero de piel color bronce se las pagaría por haber puesto la vida de Alice en peligro. Jasper se lo prometió a sí mismo. Disfrutaría haciendo sufrir a Charon mucho y repetidas veces.

Jasper se pasó las manos por la cabeza y las bajó hasta el pecho. Tanya lo había dejado solo en sus aposentos, y él estaba convencido de que estaría encerrado bajo llave. Ella no había dicho nada, solo se había dado la vuelta y se había marchado cuando uno de los wyrran le había susurrado algo al oído. No estaba seguro de que Tanya fuera a dejar libre a Alice, tal y como le había dicho que haría.

Es posible que él pudiera disuadir a Tanya para que no la matara. Por lo menos, si Alice seguía en algún lugar de aquella montaña podría llegar a ella algún día, de algún modo.

Sin embargo, sabía que Tanya no estaría satisfecha hasta ver a Alice muerta. La bruja era demasiado perversa como para hacer otra cosa.

Jasper pensaba que no podía odiar más a Tanya, pero al parecer estaba equivocado. Estaba enfadado, sí, pero la tristeza al pensar en la pérdida de Alice sobrepasaba con creces a la ira.

Contempló sus manos. No había ninguna garra a la vista y en su piel tampoco descubrió ninguna mancha negra. Era casi como si el dios ya no se hallara en su interior.

La puerta de la habitación se abrió de par en par. Jasper no se giró para mirar a Tanya. Podía sentir su magia negra y el mal en su interior.

—Alice está esperando —dijo Tanya—. Está deseosa por abandonar mi montaña. No entiendo que alguien pueda querer abandonar este maravilloso lugar.

Jasper no se molestó en responder. Se puso en pie y miró a Tanya a los ojos, agradecido de que Alice pudiera salir de allí.

—Llévame con ella.

Tanya arqueó una de sus cejas blancas.

—No intentes hablar con ella, Jasper. Te permito que la veas marchar. Eso debería de ser suficiente.

No lo era, pero si se quejaba era probable que Tanya decidiera encerrarlo en la habitación.

—Llévame con ella —repitió.

Tanya se dio la vuelta y abandonó la habitación. Jasper la siguió, sin preocuparse por las escaleras y las puertas por las que pasaba. Tenía la atención fija en Alice.

Cuando pudo verla fue como si los rayos del sol inundaran su rostro. Era tan hermosa. Simplemente se quedó mirando a aquella mujer menuda, con unas curvas tan perfectas que había reclamado su atención inmediatamente.

Quería ir hacia Alice y cogerle una de aquellas trenzas que siempre le caían por la cara. Quería abrazarla e inhalar su perfume a rayos de sol entre la lluvia, ese aroma que solo le pertenecía a ella. Pero debería conformarse solo con verla.

Los ojos color turquesa de Alice se encontraron con los suyos. Ella le ofreció una leve sonrisa antes de seguir al wyrran que la guió hacia unas escaleras que conducían a una puerta abierta.

Jasper dio un paso atrás y tropezó con una de las sirvientes de Tanya. Ella dio un grito ahogado y Jasper murmuró una disculpa. Estaba perdido en el aroma de Alice, un olor que sabía que nunca más podría volver a disfrutar.

Él no miró a la sirviente, no ahora que estaba a punto de perder a Alice para siempre. Tan pronto como Alice hubo atravesado la puerta, Jasper cogió las escaleras, subió de tres en tres los escalones, y se quedó de pie frente a la puerta.

—Te dije que la liberaría —dijo Tanya mientras se ponía a su lado.

Jasper asintió con la cabeza y observó a Alice, que comenzaba a andar por la nevada montaña.

—Y lo has hecho.

—¿Estás preparado para cumplir tu palabra?

Él suspiró y giró la cabeza hacia ella.

—Lo estoy.

—Bien. Regresa a mis aposentos y espérame. Tengo algunas... tengo algunas cosas pendientes que debo atender de inmediato.

Jasper bajó las escaleras y pasó por delante de la sirviente con la que había tropezado. Ella no inclinó la cabeza como las demás hacían y él no pudo evitar sentir como si lo estuviera mirando fijamente.

Todo en la montaña de Tanya era extraño, así que no pensó demasiado en la sirviente. Regresó a los aposentos de Tanya y se sentó de nuevo sobre la cama.

Debería estar eufórico por haber logrado que Alice por fin obtuviera su libertad, pero todavía le pesaba el pecho. Sus hermanos estarían tranquilos y Alice fuera de la montaña. ¿Era entonces porque sus hombres seguían presos en el Foso? Tenía que ser eso, supuso Jasper. Había conseguido casi todo lo que pretendía de Tanya.

Ahora, ya solo tenía que enfrentarse a la parte más difícil.

 

 

Rosalie corrió lo más rápido que pudo por el pasillo. Alistair estaba en lo cierto, era verdaderamente fácil entrar en la montaña de Cairn Toul. Demasiado.

Superado el primer paso y ya en la base de la montaña, Rosalie se había detenido para escuchar a los guerreros. Los oyó hablar de una druida que, de algún modo, había escapado de Broc.

Rosalie se preguntó si realmente la druida había huido de él o si Broc la había ayudado. Si esa era la misma mujer a la que había auxiliado Jasper, entonces era lógico que Broc la socorriese ahora. Rosalie solo deseaba que la druida pudiera mantenerse lejos del camino de Tanya y pudiera finalmente escapar de aquella montaña.

Por mucho que Rosalie quisiera ayudar a la mujer, su primera prioridad era Jasper. No podía soportar la idea de regresar junto a Emmett y Edward y decirles que no había podido liberarlo. Se negaba a imaginar algo así. Si por el camino se presentaba la ocasión de ayudar a Alice o a alguien más, entonces Rosalie lo haría.

Redujo la marcha y se detuvo al ver que un grupo de guerreros se dirigía hacia ella. Ellos no podían verla, pero si no se apartaba de su paso, tropezarían.

Rosalie abrió la primera puerta con la que se topó y entró. La habitación se encontraba vacía, pero había sangre seca sobre las piedras que tenía bajo sus pies.

Cuando los guerreros pasaron por delante de ella, oyó que mencionaban el nombre de Jasper. Se deslizó fuera de la habitación y siguió a los guerreros el tiempo suficiente como para averiguar que Tanya había convencido a Jasper de que se pusiera de su lado.

Aquella noticia le rompería el corazón a Emmett. Rosalie sacudió la cabeza, todavía decidida a encontrar a Jasper y a comprobar por sí misma lo que acababa de oír.

Se giró y volvió sobre sus pasos. Alistair y Jacob le habían dicho que era probable que pudiera encontrar a Jasper en los aposentos de Tanya si ya no lo tenía encerrado como prisionero. Y después de haber oído a los guerreros, era obvio que Jasper ya no estaba enclaustrado en las mazmorras.

Cuando encontrara a Jasper, comenzaría el auténtico peligro. Para poder hablar con él, tendría que estar a solas. Como él no sabía nada de su existencia, cabía la posibilidad de que no la creyera. Pero ella tenía algo que lo convencería.

 

 

Tanya tamborileó con sus largas uñas sobre la pared de rocas. Jasper había creído que había visto a Alice abandonar la montaña, cuando en realidad todo había sido simplemente magia, magia negra. Si hubiese intentado hablar con Alice, se hubiera dado cuenta de que no era ella.

Pero descubrir dónde estaba aquella maldita mie era lo que hacía que Tanya se hubiese puesto tan furiosa y lo que la mantenía alejada de Jasper para poder tener, por fin, todo su cuerpo para ella sola.

—¿No la has encontrado? —le preguntó Tanya a Broc.

El guerrero alado sacudió la cabeza.

—Estaba magullada de tantos golpes que había recibido y sabía que se le había terminado el tiempo de seguir escondida. Nunca me hubiera imaginado que podría reunir el valor necesario para salir huyendo.

—Sabes que vas a recibir un castigo por esto. Severo.

Broc inclinó la cabeza en una especie de reverencia.

—No espero menos de vos.

—¿Has utilizado los poderes de tu dios, Broc? —preguntó Tanya.

Él asintió una sola vez con la cabeza.

—Ella sigue en la montaña.

—Pero eres incapaz de encontrarla.

Los ojos azul oscuro del guerrero se contrajeron un instante.

—No os he fallado antes. No os fallaré esta vez.

No se dejó engañar por su humildad. Dentro de Broc estaba fermentando una naturaleza vengativa que hasta el momento ella había podido contener. Pero durante cuánto tiempo más tendría ella control sobre él, no podía saberlo. Comoquiera que fuese, se aseguraría de que permaneciese a su lado tanto tiempo como ella quisiera.

—Ayudarás a James y a los otros. Quiero que registréis esta montaña de arriba abajo. No ha salido todavía de aquí, y me aseguraré de que no lo haga.

—Sí, señora —dijo James, que estaba al lado de Broc, antes de que ambos se marcharan.

James todavía estaba recuperándose de la tortura que había exigido Jasper, pero siempre se mostraba dispuesto a servir a Tanya.

Tanya se dio la vuelta para darle órdenes a la sirviente que había visto en pie junto a ellos y descubrió que la mujer había desaparecido.

—¿Dónde está la sirviente que estaba justo aquí hace un instante? —preguntó al resto de los guerreros.

Un wyrran le dio unos tirones a la falda y señaló sus aposentos.

Tanya contrajo la mirada. Acarició la cabeza del wyrran y se quedó mirando detenidamente hacia donde le indicaba. Divisó a la sirviente junto a la puerta de su habitación. Tanya se acercó a ella por la espalda y le arrancó el velo de la cabeza.

En lugar de descubrir unos cabellos cortos, Tanya vio una larga cabellera escondida por el cuello del vestido. Alice se dio la vuelta, las trenzas que le cubrían la parte superior y los lados de la cabeza saltaron con el movimiento.

—No puedes alejarte de él, ¿verdad? —le dijo Tanya—. Podrías haber salido de aquí si te hubieses olvidado de Jasper.

—Nunca podré olvidarlo —dijo Alice entre dientes.

Tanya soltó una carcajada.

—Y eso, querida, será tu perdición. He planeado algo especial para ti.

Con un chasquido de sus dedos, los guerreros rodearon a Alice. Tanya observó a la druida de arriba abajo. No sabía qué era lo que había llamado la atención de Jasper. En cualquier caso, él ya la creía muy lejos de allí. Y ella se aseguraría de que nunca llegase a creer lo contrario.

—Llevadla a la habitación y preparadla —les ordenó Tanya.

Por mucho que Tanya quisiera ir con Jasper, primero tenía que ocuparse de Alice. Si este llegaba a descubrir alguna vez que lo había engañado, nunca accedería a acostarse con ella y no le daría el hijo que necesitaba.

Tanya siguió a sus guerreros mientras conducían a Alice lejos de Jasper. Se frotó las manos. Es posible que no pudiera matar a Alice, pero podía hacer otra cosa casi mejor.

Los guerreros empujaron a la druida dentro de un cuarto y ella cayó de rodillas. Tanya pudo oler su sangre y la magia que corría por sus venas y sonrió.

—Este lugar es donde mato a los druidas.

Alice se puso en pie y se quedó mirándola fijamente.

—No puedes matarme.

—¿Qué te hace pensar eso?

—Si pudieras, ya lo hubieras hecho cuando me trajeron a la montaña. En lugar de eso, me lanzaste al Foso con la esperanza de que alguno de los guerreros que había allí lo hiciera por ti. Y que él fuese quien sufriera las consecuencias de los conjuros de mi abuela.

Tanya se encogió de hombros.

—Supongo que a estas alturas no tiene ningún sentido negarlo. No, Alice, no voy a matarte. ¿Sabes? Tu abuela era una druida muy poderosa.

—Lo sé —dijo Alice.

Tanya hizo caso omiso de la interrupción.

—Sabía que existía la posibilidad de que yo te capturara, así que se aseguró de protegerte con conjuros. Son muchos y muy poderosos. Si alguien te mata, el responsable de tu fallecimiento sufre una muerte horrible.

—Una lástima que supieras de la existencia de esos conjuros de protección —dijo Alice—. Mi muerte no importaría nada si con ella se conseguía acabar con tu existencia.

—Vaya, eres una muchacha muy valiente —dijo Tanya—. ¿Es eso auténtico coraje o un miedo tan atroz que hace que te levantes contra mí y luego, de pronto, te arrodilles a suplicar piedad?

Alice puso los ojos en blanco.

—He visto lo que puede hacer tu magia negra. He visto la facilidad con la que les quitas la vida a los demás. Hubo un tiempo en que te tuve miedo, pero me has demostrado que, incluso con tanto poder, tienes un punto débil.

—No tengo ningún punto débil.

El rostro de Alice se iluminó lentamente con una sonrisa.

—Pero sí que lo tienes. El hijo de la profecía, lo quieres. ¿Cuánto tiempo has esperado, Tanya? ¿Se ha vuelto tu útero un órgano frío y yermo? ¿Puede acaso tu cuerpo albergar vida?

Tanya se abalanzó sobre Alice y le dio una bofetada antes de tener tiempo de pensar en lo que estaba haciendo. La cabeza de la druida se giró a un lado con la fuerza del golpe. Tanya sonrió al ver que había puesto a Alice en su sitio. Hasta que oyó a la druida riéndose.

—¿Es eso todo lo que puedes hacer? —le preguntó Alice mientras se tocaba el labio sangrante.

Tanya abrió la boca para responder cuando un agudo dolor le atravesó el cuerpo. Era un dolor como nunca antes había sentido y supo en aquel mismo instante que se trataba de los conjuros que protegían a Alice.

Tanya cerró los ojos para intentar superar aquel punzante dolor, pero las carcajadas de Alice se hacían cada vez más fuertes. Durante un buen rato, Tanya no pudo hacer nada más que quedarse allí quieta y luchar contra la agonía que le inundaba el cuerpo. Era como si cientos de diminutos cuchillos se le clavaran y le rasgaran la piel.

Y si no hubiera sido por su magia, que mantenía el dolor bajo control, hubiera caído de rodillas. Cuando por fin pudo soportar el dolor, Tanya abrió los ojos y vio a Alice con una sonrisa de satisfacción, observándola.

—Espero que hayas disfrutado, porque allá donde tú vas, no hay nada. ¡Cogedla! —gritó Tanya.

 

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AAAAAAAAAAA ESTOY AL BORDE DEL COLAPSO NERVIOSO, !NO PUEDE SER!, JAJAJAJA, ROSALIE YA ENTRO EN LA FORTALEZA, AAAAAAA ESPEREMOS QUE NO LA DESCUBRAN, TONTA TONTA TONTA ALICE, DEBIO DE SALIR CORRIENDO DESPUES DE TODO LO QUE HIZO BROC POR ELLA, AAAAAAAAAA COMO FUE QUE JASPER NO SE DIO CUENTA, DIOS, DIOS, DIOS, QUE LE VA HACER LA BRUJA, !QUE HORROR!, SERA MEJOR QUE LOS GUERREROS SE DEN PRISA, ESTO SE VA A PONER MUY FEO.

 

LAS VEO MAÑANA GUAPAS BESITOS

Capítulo 52: DOCE Capítulo 54: CATORCE

 
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