LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103259
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 52: DOCE

El estruendo de las puertas cerrándose todavía podía escucharse en el Foso un buen rato después de que Jasper se hubiese marchado. El malestar y la melancolía que se habían apoderado de Alice eran difíciles de superar. Jasper había vuelto a irse de su lado. Y esta vez ella sabía que era para siempre.

En lo más profundo de su corazón entendía los motivos por los que Jasper se había entregado a Tanya y sabía que eran buenas razones nacidas del amor y la devoción que sentía por la gente a la que él amaba. Sin embargo, ella se sentía enojada con sus hermanos por no haber venido antes a por Jasper, de ese modo él no hubiera tenido que entregarse a Tanya.

Pero sus hermanos no estaban allí.

Seth y Duncan no habían abandonado la cueva de Jasper desde que él partió. Alice sabía que la estaban protegiendo, pero ya no le importaba nada. Nada importaba ya sin Jasper.

¡Basta!  ¡Para ya de sentir pena de ti misma!

Alice soltó un suspiro y se centró en llevar a cabo lo único que podía hacer para ayudar a Jasper y a los demás: recordar el conjuro que dormiría a los dioses para siempre.

Pero no bastaba lo mucho que buscara en su mente, o las veces que pudiera pensar en lo que su abuela le había enseñado. Alice no podía encontrar el conjuro.

Se puso en pie en el lugar en el que había estado sentada y empezó a caminar arriba y abajo, recorriendo lo que era el ancho de la cueva, cualquier cosa que la ayudara a no volverse loca. Tenía la mente fija en Jasper, en el sacrificio que había hecho por todos ellos, y en lo triste que ella estaba por él. La sorprendió darse cuenta de que lo echaba de menos más de lo que echaba de menos a su familia o a su abuela.

—Jasper te importa mucho, ¿verdad? —le preguntó Duncan.

Alice volvió la cabeza y encontró al guerrero azul pálido mirándola.

—Sí. Mucho.

Más de lo que ella nunca hubiera imaginado que fuera posible.

Duncan asintió con la cabeza.

—Es evidente que tú también le importas mucho a él.

—Jasper se siente en la obligación de protegerme, es cierto —dijo Alice—. Se preocupa porque necesita mantenerme a salvo, así que yo debería ayudarlo a terminar con todo esto.

Duncan resopló y sacudió la cabeza lentamente.

—Créelo o no si quieres, druida, pero he visto el modo en que Jasper te mira. Le importas.

Alice deseaba que fuese cierto, en lo más profundo de su alma rezaba para que fuese cierto, pero era consciente de la realidad. Ella no era otra cosa que alguien que le había dado consuelo a Jasper en aquel oscuro y maléfico lugar.

Jasper había despertado algo en ella que ella no había sabido que tenía hasta entonces. Ella anhelaba sentir su tacto, sus besos, su cuerpo. Amaba el modo en que sus ojos verdes la miraban. Amaba el modo en que su pelo castaño, demasiado largo, le tapaba la cara. Amaba el modo en que él irradiaba tanto poder y autoridad que el resto de hombres que estaban a su alrededor sabían que Jasper era mejor que ellos. Amaba el modo en que se ponía en peligro solo para protegerla a ella y a los que quería.

Amaba... Lo amaba a él.

Alice se agarró con fuerza contra la pared al sentir que la verdad la golpeaba. ¿Amor? Ella nunca se habría imaginado que descubriría lo que significaba enamorarse de un hombre y ahora había sucedido sin darse cuenta.

—¿Alice? —dijo Seth mientras se dirigía hacia ella—. Te has puesto pálida.

—Lo amo —susurró—. Yo... yo lo amo. Y lo he perdido.

Duncan le cogió el brazo con su gran mano, procurando no hacerle daño con las garras.

—Necesitas sentarte.

—Ya he pasado sentada demasiado tiempo —dijo mientras se desprendía de la mano de Duncan—. He de hacer algo. Cualquier cosa.

—Entonces intenta recordar el conjuro —dijo Seth—. Es la única manera que tienes de ayudar a Jasper ahora.

Alice sacudió la cabeza.

—Lo he estado intentando, Seth. No sé lo que hizo mi abuela, pero lo enterró muy profundamente. Creo que demasiado profundamente.

 

 

Jasper buscó en el rostro de Grania cualquier rastro de la inocencia que siempre rodea a los niños, pero lo único que pudo ver fue maldad.

—¿Tan desesperada estabas por tener un niño que tuviste que dejarla así? —le preguntó a Tanya señalando a Grania.

Tanya soltó una carcajada.

—Ahora ven conmigo, Jasper. Sabes que solo hago cosas que me beneficien. Tengo mis razones para mantener a Grania en esa edad y esas razones no han cambiado. De hecho, dudo que lo hagan nunca. Grania es... bueno, digamos simplemente que ella consigue que determinadas personas hagan lo que deben hacer.

Él sabía que se refería a Isla. Era la única explicación.

—Haz que se marche. —No podía soportar seguir mirando a aquella niña.

—Iré contigo más tarde —le dijo Tanya a Grania.

Una de las sirvientes cubiertas con velo negro se adelantó para escoltar a la niña hasta su habitación. Jasper observó a las otras tres sirvientes. Todas llevaban velos negros que les cubrían el rostro, e incluso el pelo, por completo.

—¿Por qué llevan velos?

Tanya sonrió y arqueó una blanca ceja.

—Esas son las que se atrevieron a desafiarme, las druidas que pensaron que acumulaban más magia que yo.

—Así que las convertiste en esclavas.

—De algún modo —dijo encogiéndose de hombros—. Les hice ver el error que habían cometido al desafiarme.

—En otras palabras, las torturaste hasta que suplicaron la muerte y entonces tú les ofreciste convertirse en esclavas.

Ella rió abiertamente e inclinó la cabeza.

—Me comprendes mejor que la mayoría.

—No te hagas ilusiones. Eres el mal en persona. No es complicado averiguar lo que has hecho para conseguir tus objetivos. Ahora explícame lo de los velos.

Ella se acercó a una sirviente y le quitó el velo.

—¿Te gustaría contemplar esto?

Jasper ocultó una mueca de asco al mirar el rostro quemado y lleno de cicatrices de la sirviente. En el pasado había sido una orgullosa druida, pero ahora mantenía los ojos fijos en el suelo y el rostro cubierto. Incluso le habían trasquilado el cabello pelirrojo.

Tanya le lanzó el velo a la sirviente y con un gesto de la mano le indicó que se marchara.

—No pienses en volver a mis sirvientes en mi contra. Toda la magia que poseen es mía.

—¿Cómo lo has logrado sin matarlas?

Una traviesa sonrisa apareció en su rostro.

—Soy capaz de hacer muchas cosas con mi poder, Jasper. Muchas más de las que tú eres capaz de imaginar.

—Entonces, ¿por qué te ha costado tanto capturarme?

Ella suspiró.

—Empiezas a resultarme aburrido.

La miró con desprecio.

—No creo que tengas tanto poder como quieres hacerles creer a todos.

—¿Deseas que te lo demuestre? ¿Probamos con otro de tus hombres del Foso?

Jasper cerró la boca. No pretendía que nadie resultase herido a causa de sus acciones.

—Déjalos tranquilos.

Ella rió a carcajadas con un sonido áspero y vacío.

—No es muy complicado hacer que te muerdas esa lengüecita.

Jasper se volvió de nuevo hacia Lavena. Las negras llamas la devoraban, aunque su cuerpo permanecía ileso. Aunque por la reacción de Tanya cuando había intentado tocarlo, podría hacerle mucho daño a él si se acercaba.

Se preguntaba si Isla sabía que utilizaba a su hermana y supuso que sí. Jasper trató de imaginarse lo que sentiría si Edward o Emmett ocuparan el lugar de Lavena. De una cosa estaba convencido, no le permitiría a Tanya que les hiciera el más mínimo daño. Estaría dispuesto a matarlos con sus propias manos antes de que Tanya pudiera mantenerlos en tal estado.

—¿Es que no puedes ver lo lejos que llega mi magia, Jasper?

Él se puso tenso al sentir que Tanya se situaba a su lado.

—Lo que veo es que no te importa matar ni utilizar a la gente del modo que mejor te convenga.

—Para mostrarte mi buena fe, te he ofrecido algo a cambio de que estés aquí, como supongo que te habrá dicho Broc. ¿Qué quieres que te dé a cambio de que me ofrezcas libremente tu semilla?

—Mis hermanos —dijo, aunque sabía que ella lo rechazaría.

Ella sacudió la cabeza y lo miró como si fuera un niño.

—Broc ya te ha comentado que ellos no entran en el trato. Necesito a tus hermanos.

Jasper no pensaba que hubiera nadie en este mundo a quien pudiera odiar tanto como a Tanya. Sabía que Emmett y Edward eran la respuesta a lo que fuese que Tanya hubiese planeado, y sabía que no podía ser nada bueno.

—Si no me das a mis hermanos, regresaré al Foso.

Jasper sabía que estaba forzando mucho las cosas con Tanya, pero no le importaba. Mientras sus hermanos estuviesen a salvo de ella, Jasper podría concentrarse en liberar a sus hombres y a Alice.

—Te he dicho que no —respondió Tanya con un tono frío.

Jasper se encogió de hombros.

—Entonces será mejor que vuelva al Foso.

Se dio la vuelta y se dirigió hacia la puerta. Se preguntaba cuánto tiempo le costaría a ella ceder, porque él pretendía que la hechicera cediera o no obtendría nada a cambio.

—Detente —dijo cuando él llegó a la puerta.

Jasper se giró con una mueca exagerada.

—¿Qué pasa?

—Sabes que necesito tu semilla.

—Por mucho que me repugne, sí, lo sé.

Ella entrecerró sus extraños ojos blancos y se dirigió hacia él.

—También necesito a tus hermanos.

—No puedes tenerlo todo.

—Puedo y lo tendré.

—Esta vez no —respondió.

—¿Hacemos un pacto entonces?

Jasper se quedó observándola en silencio durante un momento. Tendría que ser precavido y utilizar toda la astucia, la que su padre proclamaba que tenía, para asegurarse de que Tanya nunca capturase a Edward y Emmett.

—Te escucho.

—Dejaré a tus hermanos en paz hasta que nazca nuestro hijo. Una vez haya nacido, los apresaré.

Jasper consideró las opciones, las pocas que tenía, y supo que eso era lo mejor a lo que podría aspirar.

—Dime, ¿por qué no has utilizado la magia para meterme en tu cama?

—Si el hijo de la profecía tiene que venir a este mundo, debe hacerlo sin magia.

—¿Y si yo no... si no puedo responder contigo?

A Tanya se le hincharon las aletas de la nariz de ira.

—Oh, Jasper, me aseguraré de que puedas.

—¿Sin magia?

—Sí.

Como Jasper sabía que no existía ninguna posibilidad de que él pudiera hacer nada con ella sin que interviniera la magia, que era imposible que él tuviera una erección y pudiera penetrarla, asintió.

—Tenemos un trato.

Ante un chasquido de dedos de Tanya, un guerrero entró en la habitación.

—Di a los demás que se alejen de los MacMasen.

—¿Señora? —preguntó.

—Hazlo. Ahora —ordenó ella.

El guerrero salió corriendo de la habitación para ejecutar sus órdenes y, cuando Tanya se volvió hacia Jasper, él supo que ella lo reclamaría en su cama mucho antes de lo que él se había imaginado.

—Necesito un baño —dijo antes de que la maga pudiera abrir la boca—. Y también necesito ropa nueva.

Ella sonrió con la mirada fija en su entrepierna.

—¿Un kilt, por casualidad?

—Prefiero una camisa y unos pantalones, como siempre he llevado.

—Una lástima —dijo ella con un suspiro—. Ahora mismo daré las órdenes. Acompáñame.

Regresaron a su dormitorio, donde se había preparado un banquete. Se le hizo la boca agua con el aroma de faisán asado, pescado y cordero, además empezaron a sonarle las tripas. Había pasado tanto tiempo tomando solo pan y agua que quería sumergirse en toda aquella comida y llenarse la boca con todo a la vez.

—Sírvete tú mismo —dijo Tanya mientras se sentaba a observar.

Jasper hizo caso omiso de su presencia y se lanzó primero a por el cordero. Arrancó un pedazo y atestó de carne su boca. Una explosión de sabor hizo que casi gimiera de placer.

Jasper descansó los codos sobre la mesa y pensó en lo maravillosa que hubiera sido la cena si hubiese estado rodeado por sus hermanos, sus hombres y Alice. Entonces, hubiera sido magnífica.

En lugar de eso, estaba en los aposentos privados de Tanya mientras ella salivaba ante la expectativa de verlo trepar a su cama.

—Tu baño está listo. —La voz de Tanya interrumpió sus pensamientos.

Jasper se levantó sin mirarla y siguió a la sirviente que aguardaba para conducirlo al baño. Habían llevado una enorme bañera de madera hasta la habitación y se encontraba repleta de humeante agua. El calor que salía del baño inundaba la sala y Jasper no pudo esperar para meterse en el agua.

Se desprendió de la ropa y se introdujo de inmediato en el agua. Cerró los ojos un momento antes de empezar a quitarse de encima la mugre que se había acumulado en su cuerpo y en su pelo durante su cautiverio en el Foso. Luego se afeitó la barba.

Afortunadamente, Tanya lo había dejado solo, aunque la cama preparada ante sus ojos era un constante recordatorio de lo que le esperaba.

Jasper no se demoró mucho en el baño. Salió del agua y se secó. No se sorprendió al hallar ropa limpia sobre una silla y se apresuró a ponérsela. Luego saltó a la cama y cerró los ojos.

Estaría profundamente dormido cuando Tanya lo encontrara y demasiado cansado como para poder despertarlo y hacer que cumpliera con su «obligación». No era un gran plan, pero era un comienzo.

Edward examinó la zona y, aunque no podía ver nada, supo que había algo allí fuera. Y ese algo eran guerreros.

—El plan no ha funcionado —susurró Emmett a su lado.

—Nos ha llevado más lejos de lo que estábamos y nos ha dado tiempo para descansar y recuperarnos de las heridas.

Emmett gruñó como respuesta. Echaron un vistazo a las tierras que los rodeaban, escondidos tras unos árboles. Nada se había movido en los treinta minutos que llevaban buscando, pero su sexto sentido como guerreros les aportaba más información de lo que sus ojos podían transmitirles.

—¿Cuánto tiempo quieres esperar? —preguntó Edward.

Emmett suspiró.

—No querría esperar ni un minuto más, pero seguro que nos superan en número. Nos capturarán si nos apresuramos.

—Estoy de acuerdo. Deseo llegar a la montaña cuanto antes, pero no así. Si nos capturan, no podremos hacerle ningún bien a Jasper.

—¿Y si un par se adelanta para ver qué pasa?

Edward asintió con la cabeza.

—Me gusta la idea. Yo voy.

—No —dijo Emmett—. La idea es que no nos capturen a ninguno.

Edward apoyó la cabeza sobre un árbol y soltó un bufido de frustración.

—Estaréis mirando. Si la cosa se pone fea y creéis que me van a capturar, podréis salir a ayudarme.

El silencio de Emmett le anunciaba a Edward que no le gustaba el plan, pero Emmett se lo estaba planteando.

—Bien —dijo finalmente Emmett—. Quédate de modo que pueda verte, hermano. Ya he perdido a un hermano, no puedo perder a otro.

Edward asintió y se dieron la vuelta para regresar hasta donde estaban los otros.

—¿Qué habéis observado? —preguntó Rosalie en cuanto vio a Emmett.

El rostro de Emmett estaba cubierto de arrugas de preocupación.

—Los guerreros están allí. No sabemos cuántos hay, pero están esperando a que hagamos un movimiento.

—Estoy listo para enfrentarme a ellos —dijo Vladimir mientras mordía una manzana.

Edward también lo estaba, pero sabía que Emmett sería extremadamente cuidadoso con esa batalla. Reparó en que Emmett cogía a Rosalie de la mano y la acercaba a su lado.

Edward echaba de menos a Isabella, y aunque le gustaría tenerla junto a él, Isabella no era un guerrero como Rosalie. Se hallaba más segura en el castillo, pero no podía esperar para volver a verla, para volver a abrazarla, para volver a besarla.

—Tres de nosotros saldremos para comprobar qué bienvenida nos tienen preparada los guerreros —dijo Edward—. Yo voy. ¿Quién quiere acompañarme?

Vladimir dio un paso al frente y tiró a un lado la media manzana que todavía no se había comido.

—Estoy preparado.

—No les hagamos esperar más —concluyó Riley mientras daba un paso al frente para situarse al lado de Vladimir.

Edward asintió y se giró hacia Emmett.

—El resto, manteneos ocultos.

Como un único hombre, se dieron la vuelta y se quedaron observando el punto donde Edward había advertido la presencia de los guerreros. Emmett, Rosalie, Alistair y Jacob tomaron posiciones en los árboles y en el suelo para vigilar mientras Edward, Vladimir y Riley seguían caminando.

Edward sacó las garras, ansioso por liberar a Escocia de aquellos malvados guerreros que se habían aliado con Tanya. Echó un vistazo hacia la derecha y descubrió la piel roja de Vladimir mientras el gran guerrero rubio enseñaba los colmillos en una sonrisa plena.

Cuando Edward volvió la mirada hacia su izquierda pudo ver la piel plateada de Riley. Riley le hizo un gesto con la cabeza y le sonrió, preparado e impaciente, como todos ellos, ante la nueva batalla.

Y justo como Edward había imaginado, diez guerreros aparecieron entre los árboles delante de ellos. Vladimir flexionó un brazo mientras se formaba una bola de fuego en su mano. Se la lanzó a los guerreros que se aproximaban y rápidamente formó otra.

Edward se agazapó y estaba a punto de abalanzarse sobre los cuatro guerreros que se dirigían hacia él, cuando, de pronto, todos se detuvieron. Después de un momento, los guerreros se giraron y volvieron a ocultarse entre los árboles.

—¿Qué demonios significa esto que acaba de suceder? —preguntó Riley.

Edward se encogió de hombros.

—No lo sé. Podría ser una trampa. Saben que los seguiremos.

—Mierda —gruñó Vladimir mientras cerraba las manos en un puño—. Justo ahora que acababa de empezar.

Edward miró por encima de su hombro a Emmett, que estaba sentado sobre una rama en lo alto de un árbol. Después de un imperceptible gesto de asentimiento de su hermano, Edward les indicó a Vladimir y a Riley que lo siguieran.

—Vamos a ver adonde se dirigen esos bastardos.

Pero en cuanto llegaron a la cima de la colina y vieron que los guerreros se encaminaban hacia la montaña, Edward ordenó que se detuvieran. Definitivamente, algo extraño ocurría.

—¿Qué ha sucedido? —preguntó Emmett, que corría para ponerse a su altura.

Edward sacudió la cabeza.

—Están huyendo.

—Puedo verlo. Lo que quiero saber es por qué.

—Me tienen miedo —dijo Vladimir mientras le daba unas palmaditas en el hombro a Edward—. Celebremos nuestra victoria y vayamos a liberar a Jasper.

Edward se volvió hacia Emmett.

—¿Qué crees?

—No tengo ni idea —dijo Emmett—. Podría ser cualquier cosa. Tanya debe de haberlos avisado para que se retiren, y la única razón para que haga eso es...

—Jasper. —Edward terminó la frase por su hermano—. Jasper debe de haber cedido ante ella.

—Pero ella nos quiere a los tres —dijo Emmett.

—Ahora que tiene a Jasper de su lado, ella sabe que haremos lo que sea por él.

Emmett se pasó una mano por el pelo y soltó un suspiro de ira.

—Creo que tenemos que llegar a esa montaña inmediatamente.

—Creo que tienes razón.

 

 

Tanya esperó tanto como pudo para darle a Jasper un poco de tiempo para sí mismo. Ella sabía que no la quería todavía, pero en cuanto hubiera terminado con él, únicamente pensaría en ella durante el resto de sus días.

Sonrió mientras sus ansias crecían. Había disfrutado incluso viéndolo comer. Deseaba con todas sus fuerzas verlo en el baño, pero de eso ya tendría tiempo más adelante.

Ahora que era suyo.

Se frotó las manos y sonrió. Era realmente suyo. Después de tantos siglos, por fin tenía al único hombre que siempre había querido.

Tanya se levantó de su silla y se dirigió hacia la mesa en la que había estado la comida. Vertió un poco de vino en el vaso de Jasper y bebió donde él había posado sus labios hacía unos instantes.

Cerró los ojos y gimió mientras lo saboreaba mezclado con el vino. Su sexo se contrajo de deseo y solo de imaginárselo introduciendo su falo en su interior se humedeció totalmente.

Tanya recorrió la habitación arriba y abajo hasta que ya no pudo soportarlo más. Abrió la puerta, miró dentro de su dormitorio y descubrió la bañera vacía. Con un ligero empujón abrió un poco más la puerta y examinó la habitación en busca de Jasper.

Hasta que no miró a la cama no pudo verlo. Estaba allí acostado bocabajo, con un brazo descansando sobre los ojos. La ira se apoderó de ella al encontrarlo dormido. Él tendría que haber acudido a ella al terminar el baño, pero en lugar de eso, se había ido a la cama.

¿Puede que esperándote?

Consideró la idea. Podría ser, pero Jasper no había mostrado ningún interés por acostarse con ella.

A no ser que sea una treta.

A Tanya le gustaba cada vez más la idea.

Se dirigió hacia la cama y deslizó las manos desde los pies hasta el pecho de Jasper. Él roncaba suavemente, así que le quitó las botas y las dejó en el suelo. Entonces ella se tumbó a su lado y se quedó mirándolo.

Sabía de primera mano lo que experimentaban los guerreros en el Foso y el sueño no era algo de lo que hubiera disfrutado Jasper con frecuencia estando allí. Ella le acarició la mandíbula un instante, hasta que él se giró hacia el otro lado y siguió durmiendo. Ahora tenían toda la eternidad para ambos. ¿Qué eran unas pocas horas más de espera?

 

 

Jasper abrió los ojos al sentir que Tanya se alejaba de él. No podía creer que su idea hubiese funcionado, pero hubiera hecho cualquier cosa para no tener que tocarla. Ya era suficiente tortura saber que ella estaba en la misma cama que él.

Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había descansado en una cama. Despertarse tras haber cedido en la cama de Tanya no contaba para él.

Incluso cuando él y sus hermanos regresaron al castillo había sido incapaz de dormir en la cama de su habitación. La noche había sido su terreno de caza. Corría por los campos que tanto amaba sin preocuparse por los animales con los que pudiera cruzarse.

Cuando su soledad resultaba insoportable y la necesidad de desahogar sus instintos sexuales era demasiado grande, buscaba un pueblo en el que encontrar alguna mujer y hacer un rápido uso de ella.

Luego deambulaba por el castillo o por los acantilados. A veces, dormitaba en algún lugar un par de horas, pero siempre estaba despierto para ver el sol aparecer en el horizonte.

Pero era la suavidad de aquella cama lo que lo llamaba ahora, recordándole lo hermoso que sería tener a Alice allí. Le había hecho el amor varias veces, pero ninguna en una cama con sábanas limpias bajo su hermoso cuerpo.

Quería verla a la luz del sol, recorrer con la mirada sus curvas a la luz del día. Quería verla acostada en su cama con el estampado de cuadros escoceses de los MacMasen sobre ella, a la luz de las velas y con el fuego del hogar haciendo brillar su piel en un destello dorado.

Había tantas cosas que quería hacer con Alice. Tantas cosas.

A Jasper empezó a dolerle el pecho al imaginársela acurrucada en su cueva en la fría oscuridad. Aquel no era lugar para una druida, especialmente para una que significaba tanto para él.

Sabía que le importaba Alice, pero aquella preocupación iba mucho más allá que la responsabilidad que él debía sentir. Jasper no estaba seguro de cuándo habían cambiado sus sentimientos, solo sabía que lo habían hecho.

Y ahora ya nunca podría volver a tocarla ni volver a besarla.

No quería que Alice viera en lo que él se convertiría al lado de Tanya. Jasper no podría ejecutar su plan si sabía que Alice iba a mirarlo con vergüenza y repulsión.

Quizás tendría que haberle dicho a Alice lo que pretendía hacer, pero no había querido darle la oportunidad de que lo disuadiera de nada. Tal y como estaban las cosas, lo único que deseaba era volver a su lado y dejar que Tanya lo torturara como quisiera.

El problema radicaba en que la tortura recaería en cualquiera que no fuera él, y aquello era lo que lo mantenía en su cama en lugar de regresar con Alice.

Los próximos días serían los más duros de su vida. Solo podría mantener a Tanya alejada hasta que ella decidiera reclamar el uso de su cuerpo.

Por lo menos, por el momento, sus hermanos estaban a salvo. Y así sería hasta que llegara el niño.

Jasper tembló al imaginar que pudiera crear una criatura de ese modo. La concepción de un ser humano se suponía que debía ser un acontecimiento alegre. Tendría que armarse de valor para matar a la criatura en cuanto tuviera ocasión. Algo tan malvado no podía caminar por esta tierra ni por un instante.

¿Pero qué tipo de hombre era que planeaba matar a su propio hijo cuando lamentaba la pérdida de su primogénito hasta tal punto que casi lo había destrozado?

 

 

Alice se mecía con los acordes de aquella hipnótica música. Se había quedado extasiada cuando había vuelto a oír el mágico cántico. Durante un tiempo había llegado a pensar que lo había perdido para siempre, pero en cuanto se puso a pensar en Jasper la música regresó con una rápida ráfaga de sonido.

Las palabras eran cada vez más claras, pero aun así solo podía entender unas pocas. Sintió que eran importantes, pero ignoraba su finalidad.

Se dejó llevar por la melodía, permitió que la rodeara y la arrastrara hacia su magia. Sonaba como si hubiera cientos de voces cantando, pero no podía ver a nadie.

La brisa que había comenzado suavemente a su alrededor empezó a arremolinarse y se hizo paulatinamente más fuerte a medida que se intensificaba el cántico. Era como si Alice estuviera en el centro de todo mientras la magia se aproximaba a ella y se alejaba solo para volver a aproximarse de nuevo, acercándose más y más cada vez que acudía a ella.

Se sentía protegida, como si perteneciera a esa magia. Cuanto más la tocaba, más fuerte la sentía. Era un sentimiento maravilloso, tan hermoso que no quería que terminara nunca.

Las palabras del cántico se hicieron claras a sus oídos de pronto y por fin supo su significado. Ella dio un grito ahogado, se le había acelerado el corazón al darse cuenta de que aquel mantra era el conjuro para dormir a los dioses.

Alice no podía creer que hubiese sido capaz de encontrar definitivamente el conjuro, aunque en lo más profundo de su mente, sabía que no lo había conseguido sola. ¿Había sido su abuela? ¿O había sido algo más?

No importaba. Ahora podía ayudar a Jasper a vencer a Tanya. La excitación se apoderó de ella ante tal perspectiva.

Su concentración se desvaneció y la hermosa melodía desapareció cuando unas manos la sacudieron suavemente. Alice abrió los ojos de golpe y descubrió a Seth y a Duncan en cuclillas frente a ella.

—¿Por qué habéis hecho eso? —les gritó. En lugar de escuchar y memorizar el cántico, ella había estado pensando en Jasper. Solo sabía la mitad del conjuro, y la mitad no era suficiente.

—Llevas sentada en esa postura horas y horas, Alice —dijo Seth—. Nos tenías preocupados.

Ella se mordió el labio. No quería que ellos supieran que había estado muy cerca de poder liberarlos, al menos todavía no. Si se corría la voz antes de que se supiera todo el conjuro, no les haría ningún bien. Además, tenía que estar pendiente de que Tanya no la descubriera y acabara con toda esperanza.

Alice se levantó del suelo y se dirigió hacia el agua para refrescarse la cara.

—La próxima vez, por favor, no me molestéis. No estoy herida ni me pasa nada en absoluto.

—Llevabas sentada en la misma posición desde que se llevaron a Jasper. Ha pasado casi un día entero —dijo Duncan.

Alice se detuvo. No se había dado cuenta de que el cántico la había sumido en aquel trance tanto tiempo. ¿Habría conseguido descubrirlo si no la hubieran despertado los guerreros? No estaba segura.

Sabía que tendría que decirles lo que sucedía antes de que volviera a intentar recordar el cántico.

—¿Qué ha sucedido mientras he estado... descansando? —preguntó.

Seth sacudió la cabeza con una mueca en el rostro.

—Nada, y eso es lo que más me preocupa.

—Solo ha pasado un día —dijo Alice—. ¿Qué esperabais que pasara?

—Algo —respondió Duncan—. Es casi como si la montaña misma estuviera conteniendo la respiración.

Alice se sentía del mismo modo.

—Sé lo que quieres decir. Pero es probable que Jasper tarde días o incluso semanas antes de poder hacer algo para ayudarnos a escapar. Hasta entonces, debemos mantenernos vigilantes como él nos dijo.

Seth echó un vistazo a la entrada de la cueva.

—Es más que eso, Alice.

Ella pasó la mirada de Seth a Duncan y luego de nuevo a Seth.

—Decidme.

Duncan apartó la mirada.

Fue Seth el que finalmente habló.

—Antes vimos a Charon conversando con alguien.

—Eso —dijo ella con una sonrisa. ¿Por eso era por lo que estaban tan preocupados? Eso no era nada—. Lo más probable es que Charon quiera alzarse como líder del Foso como antes hiciera Jasper. Charon cree que podrá conseguirlo hablando con algunos de los guerreros para hacer que se pongan de su parte.

Seth tragó saliva y se rascó el cuello con sus blancas garras.

—No estaba hablando con ningún guerrero del Foso, ¿verdad? —preguntó ella mientras la aprensión empezaba a subirle por la espalda.

Seth sacudió la cabeza.

—No estoy seguro de con quién estaba hablando en la puerta, pero fuera quien fuera, estuvo allí un buen rato.

Alice se sintió enferma al darse cuenta de lo que sucedía.

—Ya sé qué ocurre.

—¿Qué? —preguntó Duncan.

—Cuando se llevaron a Jasper por primera vez le dije a Charon que le dijera a Tanya que sabía el conjuro. Yo tenía la esperanza de que ella me llevara a mí como intercambio por Jasper.

Seth golpeó con fuerza las rocas.

—¡Mierda!

Duncan masculló algo entre dientes.

—¿Sabía Jasper lo que ibas a hacer? —preguntó Seth.

Ella asintió con la cabeza.

—Se lo dije. No le gustó, pero Charon tampoco hizo lo que le pedí. No pensé que fuera a decirle nada a Tanya sobre mí, porque se quedó preocupado al enterarse de que yo conozco el conjuro, pero me encuentro bajo el control de Tanya.

—No puedes confiar en Charon —gruñó Duncan—. Él solo se preocupa por sí mismo. No le importa nadie más. Nadie.

La druida se había dado cuenta de eso ahora. Por desgracia, ya era demasiado tarde para ella.

—Van a venir a por mí. No intentéis evitarlo.

—Le prometimos a Jasper que te protegeríamos —le dijo Seth.

—Lo único que conseguiréis es que os den una paliza y os maten —respondió ella—. Dejad que me lleven. Lo mejor que podéis hacer por mí y por Jasper es manteneros vivos y a salvo.

Seth soltó un fuerte suspiro. Era obvio que no le gustaba su lógica.

Ella se volvió hacia Duncan.

—¿Has sentido más dolor que yo pueda aliviar antes de que me lleven con ellos?

—Nada que no pueda soportar—dijo—.Ya no han seguido torturando a Ian.

Ella puso la mano sobre el brazo de Duncan, luego hizo lo mismo con Seth.

—Ambos sois buenos hombres. Jasper cuenta con vosotros. No le decepcionéis.

—Nunca —prometió Duncan.

Ella sonrió porque escuchó la verdad en sus palabras.

—Tanya no puede matarme, recordadlo.

—Es posible que ella no, pero puede lograr que otros lo hagan —dijo Seth—. No lo olvides, Alice.

¿Cómo podría olvidarlo si pronto iba a tener que enfrentarse a esa posibilidad? Y, si había aprendido algo de Tanya, era que la muerte que la esperaba sería muy, muy dolorosa.

—No puedes irte con ella —dijo Duncan—. Si te vas, nunca más seremos los hombres que fuimos una vez.

Alice sintió un profundo dolor por los guerreros.

—No creo que tenga otra opción. Si pudiera me quedaría con vosotros.

—¿Y si les decimos a los otros guerreros del Foso lo que tienes enterrado en tu mente? Entonces es posible que nos ayudaran a protegerte —dijo Seth.

Ella sacudió la cabeza.

—Podéis intentarlo, pero que no creo que funcionara. Además, ¿no querréis que todos sepan que sé un conjuro que no puedo recordar?

—Lo que quiero que sepan es que tenemos la opción de alejar de nosotros a los dioses para siempre.

—¿De verdad la tenemos? —preguntó—. Tanya puede volver a convocar a los dioses una vez más y me imagino que habrá algunos guerreros, que están a su lado, que no querrán ser mortales de nuevo.

Seth lazó una maldición y se dio la vuelta. Ella comprendía su decepción porque se sentía exactamente igual.

—¿Qué opción tenemos? —preguntó Duncan—. Tú necesitas protección de Tanya.

Alice sintió la tristeza que pesaba tremendamente en sus hombros.

—Me temo que eso es imposible.

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JAJAJAJA QUE LISTO SALIO JASPER, BIEN PENSADO, AAAAAAAA AHORA QUE VA PASAR, TANYA SE LLEVARA A ALICE Y LA HARA SUFRIR, NO NO NO, POBRECITA, ESPERMOS QUE AHORA SI SE DEN PRISA LOS HERMANOS, ESTO YA SE VA A PONER MUY FEOOOOOOOO

 

 

CHICAS AHORA ES AQUI DONDE ME PONGO SERIA, COMO YO LO HABIA PROMETIDO LA SIGUIENTE HISTORIA TENDRIA QUE SER DE PIRATAS, Y DIGO QUE TENDRIA QUE SER DE PIRATAS, PORQUE LA VERDAD ES QUE ESTOY ALGO CANSADA Y DESANIMADA, LA VERDAD ESPERO QUE ME ENTIENDAN EN JULIO PUBLIQUE LA PRIMERA HISTORIA EN TRES MESES, SON 8 HISTORIAS, 10 SI CONTAMOS CONQUE EL BESO DEL DEMONIO VALE POR 3, LAS HISTORIAS NO SON MALAS, SI LO FUERAN NADIE LAS LERIA, PERO A LO QUE QUIERO LLEGAR ES QUE A DIARIO SON MAS DE 200 VISITAS, PERO SI SE FIJAN EL PROMEDIO DE VOTOS ES DE 11-15, ¿NO CREEN QUE ALGO VA MAL AHI?, DE COMENTARIOS NO ME QUEJO YA QUE TENGO UNAS GRANDES AMIGAS QUE JAMAS SE OLVIDAN DE MI ES POR ESO QUE SIGO ADELANTE, PERO LA VERDAD ESQUE LLEGA EL CASO EN QUE UNO SE DESESPERA, SOY CONTANTE, ACTUALIZO DIARIO, CONTENSTO A LOS COMENTARIOS TODOS LOS DIAS, ENTONCES NO SE QUE ESTE MAL.

PERO EN FIN, YA NO SE NI QUE HACER PARA CAMBIAR ESTO, EL BESO DEL DEMONIO ESTA A PUNTO DE TERMINAR ASI QUE COMO SABEN TAMBIEN TENDRIA QUE INICIAR LA SIGUIENTE HISTORIA., TENGO HASTA ENTONCES PARA DECIDIR QUE ES LO QUE VOY HACER  EN ESTE CASO SERIAN ESTAS DOS HISTORIAS.

 

"EL VENGADOR"

Un pirata sin escrúpulos…

El aristócrata inglés Edward Cullen, conocido como El Diablo, atacaba sin piedad a todas las naves que cruzaban el océano Atlántico buscando vengarse por los cinco años de brutal cautiverio que había pasado a bordo de un barco español. Cuando su barco abordó el Santa Cruz, encontró la ocasión perfecta para llevar a cabo esa venganza: una inocente dama española, recién salida del convento, cuyo cuerpo podía hacer suyo para de ese modo humillar a su gente. Pero pronto Edward se encontró dividido entre el deseo de venganza y la pasión que ella le provocaba.

 

Una extraña cautiva….

La vida de Isabella Swan cambió de forma traumática cuando su padre le informó que había acordado su matrimonio con el poderoso gobernador de Cuba, y que por lo tanto tenía que dejar el convento en el que había vivido hasta ahora y en el que era feliz. Su situación no mejoró con el repentino abordaje que sufrió su barco en aguas del Caribe. Pero aunque temía por su suerte a manos de aquel poderoso y temible pirata, Isabella luchaba contra el desbordante deseo que él le inspiraba, con aquellos ojos azules como el mar y aquel cuerpo flexible cuyos músculos parecían sacados de la estatua de un dios griego. Por más que se estuviera haciendo pasar por monja, las encendidas emociones que sentía entre los fuertes brazos de Edward eran cualquier cosa menos santas, y fueron consumiendo la cólera que los separaba hasta que no tuvieron más remedio que rendirse a sus sentimientos...

 

"¿GEMELAS? O ¿MELLIZOS?"

...  HABIA UNA VEZ UN PAR DE GEMELAS – ISABELLA Y ELIZABETH -

Las hermanas estaban en una sitúación desesperante. Su tío las había “vendido en matrimonio” a dos caballeros - nada recomendables- para saldar sus deudas de juego.

.... HABIA UNA VEZ UN PAR DE  MELLIZOS  - BELLS Y ELIZABETH – Estos hermanos estaban escapando de su tío cuando  conocen a Lord Edward Cullen.

El Lord  les ofrece escoltarlos  hasta  Londres, albergarlos en su casa e introducirlos a la alta sociedad como sus primos para que Beth pueda encontrar un marido a su elección y de ese modo  poder escapar a los siniestros planes de su tío. Aunque Beth es una joven muy atractiva, Cullen se siente atraído  por el  hermano varón , Bells!

Cullen está  más que preocupado por el “interés anormal” que ha desarrollado  por ese muchacho .  Cuando finalmente admite que se siente atraído por otro hombre ,  descubre que también se  siente  atraído por Beth ...

Pero Cullen tiene un plan para solucionar “esa sitúación tan extraña”. Decide que Bells debe convertirse en un verdadero “hombre” , y para eso lo llevará a un burdel ...

 ... HABIA UNA VEZ UN PAR DE GEMELAS BELLS Y BETH QUE DESARROLLARON UN COMPLEJO JUEGO DE IDENTIDADES Y DISFRACES . Todos los días   Bells y Beth   tomaban túrnos para desempeñar “los papeles de Bells y Elizabeth”. El objetivo del astúto plan es que cada una de ellas pueda encontrar un marido para escapar a los matrimonios arreglados por su tío.

Como si el juego  de las gemelas  no  fuera suficiente aparece un chantajista que amenaza con revelar  sus identidades .

 

Capítulo 51: ONCE Capítulo 53: TRECE

 
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