LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103292
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 39: DIECISEIS

HOLA GUAPAS, ¿COMO ESTAN?, LES PIDO UNA DISCULPA, SE QUE ME HE PERDIDO DOS DIAS, PERO FUE POR UNA CAUSA DE SUMA IMPORTANCIA, NO SE SI SABEN PERO AQUI EN MEXICO, ESTAMOS PASANDO POR UNA CRISIS, ALGUNOS DE NUESTROS ESTADOS FUERON PERJUDICADOS POR EL PASO DEL HURACAN, Y PARA COLMO SE NOS VIENEN OTROS DOS, NO PARA DE LLOVER, ASI QUE POR MI TRABAJO NOS TUVIMOS QUE TRASLADAR A UNAS DE ESAS ZONAS PARA AYUDAR, LAS COSAS ESTAN TAN FEAS QUE EN LA MAYORIA NO HAY INTERNET, Y EN ALGUNOS NI SIQUIERA LUZ. ASI QUE ESTUVE INCOMUNICADA, PERO SABEN QUE SOLO POR UNA CAUSA DE FUERZA MAYOR NO ACTUALIZARIA, ESPERO ME COMPRENDAN.

 

AQUI LES DEJO LOS ULTIMOS DOS CAPITULOS DE EMMETT, MAÑANA PUBLICARE LOS TRES CAPIULOS DE INICIO DE LA HISTORIA DE JASPER.

 

 

 

 

 

Rosalie saltó de la silla cuando Alistair irrumpió en la cabaña. Una sola mirada a su piel color bronce, sus garras y sus colmillos y supo que algo andaba mal.

—¿Qué sucede? —preguntó Sonya desde la cocina.

Alistair dirigió la mirada de Randall, que estaba acostado en la cama, a Sonya.

—Un ataque. Tenemos que llevaros a ti y a Randall al castillo. Ahora.

—Si lo movemos, nos arriesgamos a dejarle el brazo inútil para siempre —arguyó Sonya mientras se apresuraba a ponerse junto a la cama.

Alistair dio unos pasos hacia Randall y se inclinó para cogerlo.

—Y si no lo movemos está muerto.

—¿Dónde está Emmett? —Preguntó Rosalie—. Él puede transportar a Randall y a Sonya de un salto.

Los ojos color bronce de guerrero de Alistair mantuvieron su mirada durante un instante, el silencio inundó la cabaña.

—Emmett y Vladimir han salido para intentar frenar el ataque.

—¿Ellos dos solos? —El corazón se le cayó a los pies.

Randall gimió cuando Alistair lo levantó en sus brazos. Rosalie miró el rostro de su primo y descubrió que la estaba observando. Hizo un gesto de asentimiento con la cabeza y Rosalie supo lo que tenía que hacer.

—Ve con él, Sonya —le instó Rosalie.

Alistair se giró hacia ella.

—¿Qué estás planeando?

—Yo me aseguraré de que consigas llevar a Randall y a Sonya al castillo. No hay tiempo para discutir, Alistair, ¡vete!

Al ver que él no se movía, ella convocó a su diosa y suspiró mientras el cosquilleo que sentía cada vez que la liberaba le recorría el cuerpo antes de cambiar su aspecto.

Pasó apresuradamente al lado de Alistair y salió corriendo a la aldea. Los agudos gritos de los wyrran ya podían oírse, pero fue un atroz rugido lo que hizo que se detuviera. Sabía, sin haberlo visto, que había sido Emmett el que había emitido aquel rugido.

Un escalofrío de terror y ansiedad le recorrió el cuerpo. Lo que se aproximaba hacia ellos no era un grupo aislado de wyrran contra el que podía luchar y al que podía matar. Se trataba de hordas de wyrran y guerreros que venían a capturarla para llevarla ante Tanya.

—Nunca —se juró Rosalie a sí misma mientras preparaba sus garras.

Se mordió el labio inferior con los colmillos mientras se alejaba de la aldea para situarse entre esta y el castillo. Sintió un movimiento a sus espaldas, se dio la vuelta y descubrió a Jacob, Riley y Garret, todos transformados en sus dioses, a su lado.

—Asegúrate de que Alistair llega al castillo con Randall y Sonya —le pidió a Riley.

Riley echó un vistazo hacia donde se aproximaba el ataque.

—Volveré —prometió antes de salir corriendo tras Alistair.

A Rosalie el corazón le latía con fuerza en el pecho y la sangre le palpitaba en los oídos. Se preguntaba dónde estarían Emmett y Vladimir y si estarían bien.

Por favor, Señor, mantén a Emmett a salvo.

Tanya quería a Emmett, así que existía la posibilidad de que hubiera sido capturado. A Rosalie se le heló la sangre al pensarlo. Si Tanya conseguía de algún modo encarcelar a Emmett, Rosalie estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para liberarlo. Lo que fuera necesario.

—¿Estás preparada para esto? —le preguntó Jacob desde su derecha.

Rosalie se encogió de hombros.

—Preparada o no, ahí está.

—Estoy deseoso por luchar —expresó Garret—. Dejemos que se aproximen.

—Sí—asintió ella—. Dejemos que se acerquen y que intenten lo peor.

Jacob le sonrió de oreja a oreja y se encogió de hombros.

—Esta será una noche sangrienta.

No hubo más palabras, pues los wyrran aparecieron ante ellos.

Rosalie nunca había visto tantos wyrran juntos. Por un instante pensó en salir corriendo. Luego recordó quién era, lo que era, y se quedó allí de pie mientras su diosa cobraba vida en su interior.

De un simple vistazo, pudo ver que Alistair y los otros habían conseguido cruzar las puertas del castillo. Soltó un suspiro y se giró para enfrentarse a las hordas que tenía delante.

Se unió a Garret y a Jacob mientras ellos lanzaban un rugido. Con un movimiento de sus garras, decapitó al primer wyrran que se le aproximó.

Rosalie giró sobre sus talones y esquivó un carnoso puño que vio aproximándose hacia ella. Cuando se levantó, lanzó un golpe a la pierna del guerrero y acertó en toda la ingle.

El guerrero se encogió de dolor y se llevó las manos a la entrepierna mientras caía de rodillas. Rosalie no desperdició la oportunidad y le dio una patada en la cara. Hizo retroceder sus garras para impulsarse, pero antes de poder decapitarlo, el brazo de Jacob surgió de la nada y lo hizo por ella.

—¡Detrás de ti! —Gritó.

Rosalie se giró justo a tiempo para descubrir al wyrran que se abalanzaba sobre ella. Cayó de espaldas y se golpeó la cabeza contra el suelo. El golpe la dejó aturdida durante un momento, pero fue suficiente para que otro wyrran se uniera al primero y ambos empezaran a cargar con sus garras contra ella.

El dolor le atravesaba el cuerpo mientras los wyrran intentaban hacerle trizas el pecho y el estómago. Ella flexionó una rodilla y le asestó un fuerte golpe en la cabeza a uno de los wyrran. Al segundo lo cogió por los brazos y estiró hasta que se los dislocó con un fuerte sonido que se los dejó inútiles. Giró, se puso sobre él y le partió el cuello.

Justo en el momento en que se ponía en pie, el primer wyrran volvió a intentar atacarla. Esta vez, Rosalie sacó sus garras y la criatura se empaló en ellas.

Le arrancó la cabeza y se dio la vuelta. Entonces descubrió que Emmett y Vladimir se habían unido a la lucha con ellos. Emmett giró la cabeza, su mirada se encontró con la de Rosalie. El tiempo prácticamente se detuvo al notar su mirada fija en la de él. Con Emmett a su lado, ella podría enfrentarse a cualquier cosa.

Para su sorpresa, vio a Vladimir utilizar fuego. Ese impacto le duró solo hasta que sintió la tierra temblar bajo sus pies. Echó un vistazo a su alrededor y descubrió a Garret convocando a la tierra a su alrededor y utilizándola como arma.

Los wyrran y los guerreros que había enviado Tanya detuvieron su ataque y se quedaron mirando la pared de tierra que los separaba de Rosalie y los otros.

—No podré mantener esto mucho tiempo —gritó Garret—. Están utilizando sus poderes para romper la pared.

Emmett sintió como si tuviera los pulmones ardiendo. Miró a los guerreros que tenía a su alrededor y descubrió sus heridas y la sangre que los cubría. Finalmente su mirada se detuvo en Rosalie. Tenía la túnica rota y apenas se le sostenía sobre los hombros. Su piel iridiscente brillaba como un faro en la oscuridad y todo lo que deseaba era rodearla con sus brazos y asegurarse de que estaba bien.

—No podemos ganar esta batalla —lamentó—. Son demasiados.

—Randall está en el castillo con Sonya —agregó Jacob.

Emmett asintió.

—Bien. Los mantendremos aquí todo lo que podamos.

—Para que no puedan llegar hasta las druidas. —Rosalie terminó la frase.

Hubo un zumbido en el aire y oyeron el batir de unas alas. Emmett levantó la mirada y encontró a Broc suspendido sobre ellos.

—Este ataque no es para matar, es para capturar a tantos de vosotros como podamos. Especialmente a las druidas.

—¿Por qué nos das esa información? —le preguntó Emmett.

Broc echó una mirada al castillo.

—Tengo mis razones, MacMasen. No puedo decirte más.

La mente de Emmett empezó a pensar a toda velocidad mientras Jacob maldecía. Esperó hasta que Broc se había marchado y se pasó una mano por el cabello. Los superaban en número y solo era cuestión de tiempo que alguno fuera capturado.

—Tenemos que escondernos —dijo Emmett—. Garret, ¿puedes mantener la pared un rato más?

El guerrero asintió centrado en la pared de tierra que había levantada frente a él con las manos levantadas delante de su rostro.

—Me aseguraré de que aguante.

—¿Cuál es tu plan? —preguntó Jacob.

—Tenemos que escondernos pero no en el castillo. En algún lugar que no se puedan imaginar, para que no nos encuentren—respondió Emmett.

Vladimir se movió y se puso al lado de Garret.

—Haz lo que tengas que hacer, Emmett. Yo me quedaré con Garret y me aseguraré de que cada wyrran o cada guerrero que intente atravesar la pared, arda.

Emmett se giró hacia Rosalie con la intención de llevársela a ella primero, pero ella sacudió la cabeza con los iridiscentes rizos acompasando el movimiento.

—No. Tengo mi propio poder, Emmett. Me haré invisible si tengo que hacerlo. Llévate a los otros.

Emmett maldijo. Ella tenía razón, claro, pero eso no significaba que a él le gustara dejarla atrás. La cogió y le dio un rápido beso en los labios.

—Mantente a salvo.

—Lo haré —le prometió ella.

Con un suspiro, Emmett se giró hacia Jacob.

—Tú primero, Shaw.

—Mierda —murmuró Jacob con la mandíbula apretada.

Emmett no le dio ni un instante. Se transportó a él mismo y a Jacob a una cueva en los acantilados. Tan pronto como llegaron, Emmett se transportó a las mazmorras del castillo.

—¿Qué sucede? —preguntó Edward con el ceño fruncido.

Emmett sacudió la cabeza.

—No hay tiempo. Te lo explicaré luego. Nos marchamos.

Tenía que transportar a más de uno a la vez, pero tenía miedo de fallar en el intento. Sin embargo, no había otra opción. Cogió a Randall en brazos y le hizo un gesto a Sonya con la cabeza.

—Cógeme con tus brazos.

Tan pronto como lo hizo, él los transportó a la cueva. Jacob estaba allí para coger a Randall y, de pronto, Emmett ya había vuelto a desaparecer. En un momento, ya estaban Edward, Isabella, Alistair y Riley en la cueva, pero a él le pareció una eternidad.

Cuando Emmett regresó para llevarse a Garret y a Vladimir, no pudo ver a Rosalie. Rezó para que se encontrara en un lugar seguro. La pared de tierra de Garret se estaba derrumbando ante ellos.

—Rosalie —gritó—. A los acantilados. Te encontraré allí.

No esperó a oír ninguna respuesta, puso sus manos sobre Vladimir y Garret y los transportó a la cueva.

Emmett se desplomó contra la pared de la cueva, con el cuerpo exhausto de los constantes saltos transportando a los demás. Se puso en pie contra las piedras dispuesto a salir justo cuando Edward se dirigió hacia él.

—Necesitas descansar.

Emmett asintió.

—Tengo que encontrar a Rosalie. Ella no conoce los acantilados.

—¿Ha utilizado su poder? —preguntó Edward.

—Sí. Le dije que nos encontraríamos en los acantilados. Tengo que ir a buscarla.

—Entonces ve.

Emmett cerró los ojos y suspiró profundamente antes de saltar de nuevo. Tan pronto como llegó a la roca que había mirando al castillo, tocó suelo y permaneció observando cómo los wyrran y los guerreros corrían a apoderarse de la aldea y del castillo. Destruirían todo lo que habían reconstruido, pero podrían volver a arreglarlo. Lo único que importaba era que todos estaban a salvo.

Se sorprendió al no descubrir ninguna evidencia de que Garret hubiera levantado la tierra y hubiera hecho un muro. Era como si nunca hubiera sucedido.

—Rosalie —gritó Emmett.

No hubo respuesta. No sabía dónde estaba o si lo había escuchado cuando había gritado que se encontrarían en los acantilados.

—¡Rosalie!

Con los wyrran chillando y los guerreros bramando con toda su furia, ninguno podía oírlo, aunque en aquel momento, no le hubiera importado que lo hicieran.

—Rosalie.

—Aquí, Emmett. Estoy aquí. ,

Emmett miró a su alrededor y sintió una mano posarse en su brazo antes de que ella volviera a ser visible.

—Gracias a Dios —dijo, y la envolvió entre sus brazos—. ¿Estás malherida?

—Estoy bien. Ahora.

Él se quitó su túnica y se la ofreció a ella para que no llegara desnuda a la cueva. Tan pronto como se la puso por la cabeza, él los transportó.

—Gracias al cielo —dijo Isabella cuando los vio aparecer.

Emmett no estaba preparado para dejar ir a Rosalie, pero había cosas que tenía que atender. Volvió a dormir a su dios y observó cómo el negro se desvanecía de su piel. El resto ya había vuelto también a su forma humana.

—¿Estamos todos? —preguntó.

—Sí —dijo Alistair—. Estamos todos aquí.

—Jacob me ha informado de todo—le dijo Edward a Emmett—. ¿Qué han hecho en cuanto ha caído la pared de tierra?

Emmett se pasó una mano por el rostro y se dejó caer sobre una piedra.

—Eso solo los detuvo un momento. Ahora están en la aldea y en el castillo.

Riley lanzó un gruñido.

—Esos malditos bichos van a destruir todo lo que hemos construido.

—Podemos volver a construirlo —dijo Emmett—. Seguiremos reconstruyéndolo para demostrarle a Tanya que no puede detenernos.

Rosalie se arrodilló frente a Alistair, con los ojos muy abiertos y la piel pálida.

—¿El Pergamino? ¿Dónde está?

A Emmett se le detuvo el corazón un instante al oír sus palabras.

—¿Le has dado el Pergamino?

Rosalie giró su afligido rostro hacia él.

—Quería ayudar.

—Lo tengo —le dijo Alistair a Rosalie, y se lo sacó de la túnica—. No podía dejarlos allí, ni este ni el falso, para que los encontraran.

—Gracias.

Alistair se detuvo un momento antes de darle el Pergamino a Rosalie.

—¿Has leído alguna vez los nombres?

Ella sacudió la cabeza.

—No. ¿Por qué?

Alistair miró a Emmett, su mirada estaba llena de significado.

—Por nada.

Pero Emmett sabía que algo pasaba. Alistair había visto algo y Emmett quería saber qué era.

Una vez el Pergamino volvió al anillo de Rosalie, Emmett soltó un suspiro de alivio.

—Hemos escapado esta vez, pero puede que no vuelva a funcionar. En algún momento acabarán descubriendo estas cuevas.

—Entonces tenemos que encontrar algún otro lugar —repuso Sonya.

Vladimir gruñó.

—Soy un guerrero, Emmett. No me gusta esconderme.

—A mí tampoco —dijo Emmett, y se puso en pie. Sus próximas palabras tenían que ser escogidas con sabiduría o podía acabar perdiendo al grupo de hombres, y de mujeres, que habían venido confiando en él—. ¿Acaso crees que me gusta huir de Tanya? Prefiero luchar hasta la muerte, pero no estaban aquí para matar, Vladimir. Habían venido a capturarnos. ¿Prefieres salir huyendo o volver a la montaña de Tanya?

Vladimir giró la cabeza y se negó a contestar, lo que era respuesta suficiente.

—¿Qué demonios vamos a hacer? —Preguntó Edward—. Tanya tiene más wyrran de los que podemos matar y, aunque consiguiéramos matarlos a todos, simplemente crearía más.

Emmett observó mientras Edward cogía a la temblorosa Isabella entre sus brazos. Sonya estaba sentada al lado de Randall, que estaba acostado en el suelo. Los otros guerreros esperaban a que Emmett respondiera, pero lo único que él buscaba eran los azules ojos de Rosalie.

Ella le hizo un pequeño gesto de ánimo. Emmett tragó saliva y se cruzó los brazos sobre el pecho. La fuerza y la fe que ella tenía en él le dieron la valentía que necesitaba.

—Todos hemos prometido luchar contra Tanya. No es que hoy haya cambiado de idea. Lucharé contra ella hasta que no quede aliento en mi cuerpo.

Los otros murmuraron con asentimiento.

—No sé qué planes tiene Tanya ahora, pero sin lugar a dudas, mi próximo paso será liberar a Jasper de sus garras. No voy a esperar más. Saldré por la mañana. Mi lucha por liberar a Jasper es solo mía. No os pido que vengáis conmigo.

—¿Qué manera de hablarnos es esa? —Interpeló Jacob con una voz tan fría como el viento del norte—. Vine a ti, vine a vosotros para derrotar a Tanya. Así que iré con vosotros me queráis allí o no.

Uno a uno, los guerreros dieron un paso adelante y ratificaron su palabra. Emmett estaba desbordado de emoción. Cerró fuerte las manos en un puño, tenía miedo de hablar.

—Siempre te lo he dicho, hermano —dijo Edward—, pero tú nunca me has escuchado. Te seguiría hasta el mismo infierno.

—Me temo que ahí es donde nos dirigimos, Edward —murmuró Emmett.

Rosalie se puso en pie y se situó delante de él.

—Me salvaste la vida con tu sangre. Me trajiste aquí para protegerme de Tanya. Me diste... esperanza. ¿Crees que hay otro lugar en el mundo donde quiera estar que no sea a tu lado?

Él no sabía cómo Rosalie había descubierto que era su sangre la que ahora corría por sus venas, pero no le importaba.

—No puedo llevarte cerca de Tanya. Moriría si ella te capturara.

—Pero no lo hará. ¿Te olvidas de que puedo hacerme invisible? Soy vuestra mejor arma para entrar en la montaña y encontrar a Jasper y decirle que hemos venido a rescatarlo.

—Tiene razón —dijo Isabella—. Por mucho que odie admitirlo, tiene razón.

Sonya lanzó un suspiro y se humedeció los labios.

—La verdad, Emmett, es que vas a necesitarnos a todos. Si alguien cae herido, me necesitarás para sanarlo.

—No —gritó Edward—. Tú e Isabella no vais a acercaros a esa maldita montaña. Si alguno de nosotros cae herido, Emmett puede traerlo aquí. Además, no podemos dejar solo a Randall.

—Edward tiene razón —aseguró Emmett antes de que Sonya e Isabella pudieran discutírselo—. Ya estoy arriesgando demasiado llevando a Rosalie y a los otros guerreros hasta Tanya. Pero con cada gota de sangre druida, especialmente con el Beso del Demonio que lleva Isabella al cuello —dijo haciendo un gesto al frasco que contenía la sangre de drough de la madre de Isabella—, el poder de Tanya crece.

—Yo puedo ayudar —ofreció Isabella.

Emmett asintió con la cabeza.

—Y lo harás, pero desde el castillo. Acabaremos heridos y necesitaremos que tú y Sonya nos ayudéis.

Isabella cedió después de que Edward le susurrara algo al oído. Emmett dirigió la mirada hacia Sonya y descubrió su expresión derrotada, pero asintió.

—Bien.

Se dejó caer sobre la roca y se apoyó contra la pared que tenía detrás. Nunca se había sentido tan cansado y exhausto en su vida.

Una pequeña y tierna mano le acarició el rostro. Emmett se giró hacia ella, necesitaba sentir la piel de Rosalie sobre la suya.

—¿Cómo están tus heridas? —Le preguntó.

Ella se encogió de hombros.

—Ya han cicatrizado.

—Esta vez hemos logrado escapar, pero puede que no tengamos otra oportunidad.

—Ya nos ocuparemos de eso cuando tengamos que hacerlo, Emmett. No lo dudes. Fuiste rápido al pensar en alejarnos del ataque y llevarnos a un lugar donde no pudieran encontrarnos.

Él gruñó, poco seguro de merecer aquellas alabanzas.

—Pensaba que el corazón se me iba a salir del pecho cuando te vi luchando. Estuviste increíble.

—Igual que tú.

Abrió la boca para decirle que sentía lo de antes, pero ella se alejó y se retiró sola a otro rincón.

Puede que fuera lo mejor, se dijo Emmett a sí mismo. Había demasiados oídos escuchando y las cosas que él quería decirle, las cosas que tenía que decirle, eran solo para Rosalie.

Emmett se levantó y se dirigió hacia Sonya, que no se había apartado del lado de Randall. Se arrodilló al lado de la druida y le hizo un gesto de asentimiento a Randall.

—¿Cómo está?

—Estaba mejor antes de que lo moviéramos. —Ella puso la mano sobre su brazo roto e hizo un gesto—. Tuve que dormirlo por el dolor, Emmett. Quería ayudaros en la batalla y creo que lo hubiera hecho si yo no lo hubiera impedido.

—Hiciste lo que debías. Rosalie nos arrancaría la cabeza a los dos si le pasara algo a su primo.

Sonya se encogió de hombros y se apartó un mechón rebelde que le caía sobre el rostro.

—Temo por el daño que podamos haberle causado esta noche en el brazo. Había empezado a cicatrizar bien. Mi magia no puede hacer más.

—Haz lo que puedas. Es todo lo que podemos pedirte.

Ella se humedeció los labios y volvió sus ojos color ámbar hacia él.

—¿Es suficiente? Mis habilidades sanadoras siempre han sido excepcionales y han superado a las de la mayoría de los druidas con esta capacidad, pero temo que llegará un día en que realmente necesite mi magia y esta no me responda.

Una punzada de terror atravesó el corazón de Emmett.

—¿Has tenido alguna visión sobre eso?

—No, es solo un presentimiento de lo que está por venir.

Lo que significaba una visión, pero Emmett no iba a discutir con la druida.

—¿Has unido la magia de Isabella con la tuya para sanar a Randall?

—Estábamos a punto de hacerlo de nuevo cuando regresaste. Lo haremos ahora.

Emmett se apartó mientras Sonya le hacía un gesto a Isabella para que se aproximase. Se quedó de pie a un lado y observó cómo trabajaban las druidas. Aunque no podía ver la magia pasar de sus manos al cuerpo de Randall, podía sentirla.

Era un cambio en el aire particular, casi como un crujido, que alertaba a un guerrero de que había magia cerca. En una druida tan poderosa como Sonya, un guerrero podía sentir lo que era antes de que ella hablara.

 

 

Isabella había sido diferente porque no sabía que era una druida y no había desarrollado su magia. Ahora que Sonya había empezado a adiestrarla, Emmett podía sentir la magia creciendo en el interior de la esposa de su hermano día a día.

Eran afortunados de tener a dos druidas con ellos y todos los guerreros harían lo que fuera necesario para protegerlas de Tanya.

Emmett suspiró y se puso lo más cómodo que pudo. Todavía pasarían unas cuantas horas antes de que los wyrran y los guerreros dejaran de buscarlos. Mientras tanto, él planearía su ataque a Tanya.

Tanya necesitaba destrozar algo con todas sus fuerzas, despedazar a su ejército miembro a miembro y colgar sus cabezas en lo alto de su montaña. ¿Cómo era posible que ni sus guerreros ni sus wyrran no hubieran sido capaces de capturar ni siquiera a uno solo del castillo de los MacMasen?

—Deberíais haber visto lo que puede hacer Emmett —dijo James—. Un momento está en pie delante de ti y de pronto desaparece y está a kilómetros de distancia.

Tanya se daba golpecitos con una de sus uñas sobre la pierna.

—Así que finalmente ha aprendido a utilizar sus poderes. Me preguntaba cuándo lo haría.

No podía evitar especular sobre cuáles serían los poderes de Edward y Jasper. ¿Les habría dado su dios el mismo poder o cada uno tendría uno diferente? Debería estar alerta con Jasper, no fuera que de pronto se esfumara de la montaña.

—Broc —dijo mientras se giraba hacia su único guerrero alado—, ¿qué tienes que decir sobre todo esto?

Él encogió sus hombros azul oscuro. Las alas alcanzaban a los dos guerreros que tenía a los lados.

—Los habéis subestimado, señora. Ahora se ha unido otro a sus filas. Garret MacKenna.

Tanya soltó un bufido.

—Tenía tantas esperanzas puestas en Garret... Es una lástima que se haya aliado con ellos en mi contra. Lo único que salva este horroroso día es el grupo que guerreros que hemos interceptado cuando se dirigían al castillo de los MacMasen.

—¿Cuántos? —Preguntó Broc.

Había algo en el tono de Broc. Él había sido el que había interceptado al grupo y se lo había comunicado a ella, pero no podía apartar la inquietante sensación de duda de su cabeza.

—Solo cuatro. Uno murió al aplicarle demasiada sangre de drough en sus heridas.

Ella se acercó a Broc, los otros guerreros se apartaron de él. Su larga uña se deslizó por su corpulento torso hasta el liso estómago y se detuvo en la cintura de sus pantalones.

—Tu idea de utilizar una pequeña cantidad de sangre de drough para incapacitarlos fue brillante, Broc.

La miró con aquellos ojos azul medianoche y se encogió de hombros.

—Estoy aquí para serviros.

—Así es.

No había llevado nunca a Broc a su cama y si Jasper no estuviera yaciendo en ella ahora, habría estado tentada a probar por fin al guerrero alado. Tal y como estaban las cosas, tendría que esperar.

—Sigue vigilando a los MacMasen —le ordenó a Broc, y se apartó de él no sin antes pasar su mano por su miembro para descubrir lo rápido que podía hacer que tuviera una erección—. Vuelve mañana y tráeme noticias.

—Como deseéis, señora.

Puede que la duda que sentía no fuera por Broc sino por otro guerrero. Tendría que mantenerse alerta con sus hombres. Al fin y al cabo, si Broc hubiera decidido alejarse de ella, no le hubiera dado la ubicación de los guerreros que se dirigían al castillo MacMasen.

No, Broc era suyo. Solo suyo.

 

 

Los minutos se convirtieron en horas. La lluvia había aparecido y desaparecido con un rápido chaparrón. Las olas ahogaban cualquier sonido que pudiera venir del castillo, pero Emmett ya había esperado todo lo que podía. El alba llegaría pronto y quería que todos estuvieran de regreso en el castillo para entonces.

Hizo un gesto con la cabeza hacia la entrada de la cueva indicando que Edward debía seguirle. Emmett se dirigió a la entrada de la cueva y encontró a Rosalie allí de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho.

La túnica que él le había prestado le colgaba hasta la mitad de los muslos y la brisa levantaba el dobladillo y moldeaba la tela contra sus curvas. La visión de sus piernas desnudas hizo que toda la sangre se le acumulara en su miembro con tal rapidez que el mundo empezó a dar vueltas como una peonza.

Ella se había soltado el pelo de la trenza y le caía por los hombros en doradas ondas. Deseaba hundir sus manos en sus sedosas profundidades y enterrar su rostro entre aquellos mechones de pelo para poder inhalar su fragancia natural de lirios.

Emmett, incapaz de mantenerse lejos, se acercó a ella, que no apartó los ojos de las aguas. Las observaba mientras se arremolinaban en las profundidades como si estuviera fascinada.

—¿Qué pasa? —Preguntó Edward.

Emmett apartó su atención de Rosalie y se giró hacia el otro lado, donde estaba Edward de pie.

—Voy a echar un vistazo, a ver cuántos quedan en el castillo.

—Deja que vaya contigo.

—No. No tardaré mucho. Solo quiero echar un vistazo rápido. Todos están cansados y quiero que puedan regresar a sus habitaciones tan pronto como sea posible.

Edward suspiró.

—Ve con cuidado.

Emmett esperó a que su hermano se marchara antes de volver a mirar a Rosalie.

—¿Estás bien?

—Esto es precioso —murmuró ella—. Todo lo que puedo oír es el mar y el viento. No tenía ni idea de que estuviéramos tan arriba en los acantilados.

—Solía ver esta apertura cuando nadaba en el mar. Siempre me había preguntado qué habría en la cueva. Cuando regresamos al castillo de la montaña de Tanya, este fue el primer lugar al que vine. Pasaba mucho tiempo aquí intentando calmar mi mente y prepararme para ser el hombre que mis hermanos necesitaban que fuera. No funcionó.

Entonces ella volvió su rostro hacia él. El reflejo de la luna en el agua se veía también en sus ojos azules.

—Ya entiendo por qué venías aquí. No puedo imaginarme qué hubiera sido de ti sin esta cueva.

—Es cierto, supongo.

—Vuelve pronto —le susurró ella.

Emmett quería cogerla entre sus brazos y besarla. Quería entregarse a su tacto. Tenerla así de cerca era la tortura más dulce que un hombre podía soportar.

No estaba seguro de en qué situación se encontraban. Después de la discusión, había tenido lugar el ataque y no habían tenido tiempo para hablar. Él sabía que ella todavía lo deseaba, pero aquello no significaba que no fuera a apartarlo de su lado. Y fue aquel pensamiento el que le impidió acercarse a ella.

Liberó a su dios y saltó al castillo antes de poder cambiar de opinión e intentar besarla.

Emmett maldijo para sus adentros al ver a un puñado de guerreros y varios wyrran merodeando por los alrededores del castillo y de la aldea. Había un gran fuego encendido en la aldea y sospechó que se trataría de una cabaña.

Aunque debería haber regresado de inmediato a la cueva, había algo en su habitación que quería recoger. Se transportó allí de un salto y la encontró vacía, intacta. O bien los wyrran no habían llegado todavía a sus aposentos o bien no habían sentido la necesidad de destrozarlos.

—Poco probable —dijo.

Emmett se acercó al arcón más grande y lo abrió. Apartó sus túnicas hasta encontrar un pequeño cofre adornado. Levantó la pequeña caja y la mantuvo entre sus manos observándola durante un buen rato.

La última vez que había mirado dentro había sido hacía más de trescientos años. Nunca se había imaginado que volvería a abrirla, pero tan pronto como había conocido a Rosalie, había querido regresar al castillo y encontrar el cofre.

Emmett abrió lentamente la tapa y observó la joya que había en su interior. El estómago se le hizo un nudo al pensar en Rosalie llevando aquella joya. Supo en aquel preciso momento lo profundos que eran sus sentimientos hacia ella.

Tomó la pieza de oro de su lugar y se la metió en la cinturilla de los pantalones. Le costó solo un momento dejarlo todo como estaba y luego saltar de nuevo a la cueva.

 

 

Rosalie deseaba estar a solas con Emmett. Necesitaba decirle que tenía razón, que ella tenía miedo. Pero que ya no lo tendría. No mientras pudiera estar con él.

No estaba segura de en qué momento había dejado de estar asustada, simplemente el sentimiento que la había acompañado durante tantos años había desaparecido de pronto.

Antes de que Emmett se marchara, ella había pensado que iba a besarla. Había podido contemplar el deseo en sus ojos, pero no lo había hecho. Su decepción había sido casi insoportable. Esperaba no haber arruinado las cosas entre ellos para siempre. Estaba dispuesta a ponerse de rodillas ante él y suplicarle si era necesario. Haría lo que fuera por poder tenerlo en sus brazos para siempre.

Con la mano se tocó la marca que él le había hecho. Su marca.

—Isabella me contó vuestra conversación —dijo Edward mientras se aproximaba a ella.

Rosalie esperaba que Edward hablara con ella de un momento a otro. Ella no lo miró, simplemente mantuvo la mirada en el mar que había abajo.

—¿He perdido a Emmett?

Hubo un largo silencio durante el cual Rosalie pensó que él no respondería. Luego Edward suspiró.

—Cuando éramos jóvenes solía observar a mi hermano con las mujeres. Ellas se arremolinaban a su alrededor por quien era él y por el poder que algún día tendría como jefe de nuestro clan. Siempre fue bueno con las mujeres, pero nunca lo vi mirar a ninguna como te mira a ti. Hay deseo y necesidad y algo mucho más profundo en su mirada. Solo por ti.

A Rosalie se le aceleró el corazón y sus esperanzas crecieron. Se giró para mirar a Edward y lo encontró observándola.

—No puedes perder a Emmett porque le importas demasiado. Si quieres lo que él tiene para ofrecerte, díselo. Te necesita.

—Y yo lo necesito a él —confesó ella—. Lo necesito más de lo que nunca hubiera imaginado que fuera posible.

Edward posó la mano sobre su hombro y le dio un apretón de hermano.

—Ambos sois individuos fuertes. Juntos podréis hacer grandes cosas.

—¿Igual que tú con Isabella?

—Más incluso por el tipo de hombre que es Emmett. Es un líder, Rosalie. Necesita a una mujer fuerte a su lado en la que pueda apoyarse.

Rosalie puso su mano sobre la de Edward y le sonrió.

—Seré esa mujer si él me acepta.

Justo cuando Edward regresaba al interior, Emmett reapareció en la cueva. Rosalie escuchó mientras les explicaba a los otros que todavía había guerreros y wyrran merodeando por el castillo y la aldea. Ella volvió a mirar al mar y a las olas que se arremolinaban contra las rocas.

No quería esperar para hablar con Emmett, pero dejar la cueva era arriesgado. Sin embargo, era un riesgo que estaba deseando asumir.

Su piel aumentó de temperatura como hacía siempre que sentía la mirada de Emmett sobre ella. Ella le sonrió de manera fugaz y se escabulló fuera de la cueva.

 

 

Emmett corrió hacia la salida de la cueva y vio cómo Rosalie se perdía entre las rocas hacia la playa con unos movimientos muy suaves, propios de un felino.

—Por todos los dioses —murmuró Vladimir.

Alguien silbó y fue entonces cuando Emmett se dio cuenta de que todos se habían reunido a su alrededor. Su sangre se calentó y su miembro se puso erecto cuando vio que Rosalie se dirigía directa al agua quitándose la túnica mientras andaba.

—Eso es una mujer como debe ser —proclamó Riley.

Jacob, que estaba de pie junto a Emmett, le dio una palmadita en el hombro.

—Eres un maldito cabrón afortunado, MacMasen.

Emmett soltó una carcajada. Luego se encontró con la mirada de su hermano.

—Sí, lo soy.

Saltó de la cueva y apareció no muy lejos de donde se encontraba Rosalie. Ella ya estaba en el agua cuando Emmett se quitó las botas y los pantalones. Dejó con cuidado la joya sobre los pantalones antes de meterse en el mar.

Rosalie estaba en pie mirándolo, las olas se agitaban a su alrededor, levantándola antes de dejarla caer de nuevo. Emmett no apartó sus ojos de ella mientras avanzaba en el agua. Luchaba contra la marea que intentaba llevarlo de nuevo a la playa.

No fue hasta que estuvo en pie frente a Rosalie cuando se permitió respirar. Tenía tantas cosas que decirle, tanto de que hablar que no sabía por dónde empezar.

—Tenías razón.

Las palabras de Rosalie lo sorprendieron.

—¿Sobre qué?

—Estaba asustada. Todo el mundo que me ha importado en la vida me ha dejado. Hubiera sido peor contigo porque tú eres inmortal.

Emmett le cogió las manos y la atrajo hacia él. Posó su mejilla sobre la frente de Rosalie y se quedó allí quieto abrazándola.

—¿No lo comprendes? Tienes mi corazón y mi alma, Rosalie. Son tuyos para hacer con ellos lo que quieras. Nunca podría abandonarte.

Ella lo rodeó con sus brazos, abrazándolo como si no hubiera un mañana. Tembló, si era por el agua fría o por sus palabras, él no podía saberlo.

Él la apartó de su abrazo y la miró directamente a aquellos preciosos ojos azules y supo que el sentimiento que lo invadía era amor.

—No puedo prometerte que no nos pelearemos, que no habrá días en los que quieras aplastarme la cabeza; pero puedo prometerte que te amaré siempre y que haré todo lo que esté en mis manos por hacerte reír, al menos, una vez al día. Te prometo que te seré fiel toda mi vida y que te daré todo lo que esté en mis manos para hacerte feliz.

—Solo quiero una cosa.

—Dime. Es tuya.

Una lágrima se escapó de sus ojos y cayó rodando por su mejilla.

—A ti, Emmett MacMasen. Te quiero a ti.

Se le hizo tal nudo en la garganta de la emoción que le resultaba difícil continuar hablando.

—Te quiero —susurró él antes de poner sus labios sobre los de ella.

Él bebió de su embriagadora esencia, ahogándose en todo su ser. Las manos de Rosalie se perdieron en su pelo y él soltó un gemido como respuesta.

Las olas la empujaban hacia él, haciendo que su cuerpo se rozara contra el suyo de un modo que hizo que ardiera con más fuerza el fuego que tenía en su interior. Él la cogió por las caderas y la puso a horcajadas sobre su erecto miembro.

—Tómame, Emmett. Soy tuya. Siempre seré tuya —murmuró ella.

Él la bajó hasta que ella estuvo sentada sobre su miembro. Ella se echó hacia atrás contra el agua con el pelo flotando a su alrededor como si de un mar de oro se tratara.

Emmett gimió su nombre mientras ella movía las caderas. El placer lo inundó convirtiendo sus venas en lava fundida. La vista de sus exquisitos pechos húmedos por el agua que los rodeaba y aquellos pezones erguidos era demasiado para él.

Se agachó y se puso uno de aquellos deliciosos pezones en la boca. Ella le clavó las uñas en la espalda cuando él le mordisqueó con suavidad el pezón y empezó a juguetear con su lengua.

—¡Emmett! —Gritó ella con la espalda arqueada.

Él la deseaba demasiado como para poder aguantar el flujo de su deseo. Cuanto más pensaba en lamer cada parte de su cuerpo, más difícil se hacía controlar el ímpetu del suyo.

Emmett salió de ella solo para poder penetrarla con más fuerza y profundidad. Una y otra vez, salía de su cuerpo y volvía a penetrarla cada vez más fuerte, más rápido. Ella se acompasaba a su ritmo a la perfección. Tenían las miradas prendidas la una sobre la otra.

La boca de Rosalie se abrió en un ahogado grito mientras todo su sexo se sacudía alrededor del de él. Emmett siguió penetrándola, tratando de prolongar al máximo su orgasmo mientras él echaba la espalda hacia atrás y llenaba su cuerpo con su semilla.

El cuerpo de Emmett se convulsionó con la intensidad de su orgasmo, pero Rosalie estaba allí, rodeándole el cuello con los brazos mientras le acariciaba el pelo que le caía por el rostro.

—Nunca dejas de sorprenderme —le susurró ella al oído antes de morderle el lóbulo de la oreja.

Emmett tembló y empujó sus caderas contra las suyas. Seguía enterrado en sus profundidades.

—Eres tú. Tú haces que me pase esto.

—Te quiero.

Él se apartó de su abrazo para poder mirarla a los ojos. Sabía que le importaba, era obvio por las palabras que acababa de decir, pero no había esperado escuchar tal declaración de amor.

—Rosalie...

Ella le puso un dedo en los labios.

—He intentado negármelo a mí misma, pero el sentimiento ha seguido creciendo. Te quiero más que a mi propia vida, Emmett MacMasen. Acepto las peleas y las risas y lo que nos deparen los años que pasemos juntos, siempre que tenga tu amor.

—Dios mío, Rosalie. Siempre tendrás mi amor.

Él la llevó a la orilla y se sentaron sobre una roca.

—Sé que no debería haber abandonado la cueva, pero necesitaba hablar contigo.

Emmett se encogió de hombros y entrelazó sus dedos con los de ella.

—Si algún wyrran nos ve, yo me encargaré de él.

—He puesto en peligro a los otros.

—La mayoría de ellos son guerreros todavía hambrientos de batalla. No pasa nada.

Ella giró la cabeza hacia él y sonrió.

—Creo que voy a tomar baños nocturnos con frecuencia.

—Estoy de acuerdo. —Emmett miró a las estrellas que había sobre ellos en un cielo que pasaba del negro al gris claro. Todo era casi como tenía que ser—. Solo falta Jasper.

—Lo rescataremos —le alentó Rosalie y le besó el hombro—. Jasper volverá contigo y con Edward al lugar al que pertenece.

Emmett soltó un suspiro.

—Espero que tengas razón.

Ante su sorpresa, Rosalie se puso en pie y le tiró del brazo.

—Me he perdido todos los amaneceres contigo. No voy a perderme ni uno más.

Emmett saltó de la roca.

—Quédate ahí.

Él se apresuró a ponerse los pantalones y las botas. Escondió la joya bajo la túnica que ella se había quitado antes del baño.

Caminó hacia ella y le ofreció la túnica. Rosalie frunció el ceño al notar el objeto que había entre la tela.

Emmett esperó con el corazón en un puño a que ella encontrara la joya. Cuando sacó el torques de oro de entre los pliegues de la túnica y permaneció mirándolo fijamente, él pensó que iba a morir de angustia.

Rosalie elevó su mirada hasta encontrar la de Emmett.

—Un torques con la cabeza de un jabalí.

—Es como el mío. Lo hice antes de que Tanya destruyera mi clan con la esperanza de dárselo a la mujer con la que pasaría el resto de mi vida.

Rosalie acarició con dulzura el torques.

—¿Quieres que yo lo tenga?

—Quiero que te cases conmigo.

—Emmett, ¿estás seguro?

Él rió.

—Tú eres la única cosa de la que estoy seguro. Dime que serás mi esposa, Rosalie.

—¡Oh, sí, Emmett! —Clamó ella con una amplia sonrisa—. Si me quieres, puedes tenerme.

Él la levantó de la roca y la rodeó con sus brazos.

—Quiero que nos casemos de inmediato. Quiero que todos vean el torques.

—¿Es que tu marca no es suficiente? —Le preguntó con una carcajada.

—Necesito atarte a mí de todos los modos que pueda.

Ella se inclinó y lo besó.

—Ya lo has hecho, con el más poderoso de los lazos. Con tu amor.

Capítulo 38: QUINCE Capítulo 40: EPILOGO (FIN SEGUNDA PARTE)

 
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