LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103289
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 51: ONCE

Emmett le rompió el cuello a un wyrran y lanzó a la criatura al suelo. Volvió la mirada hacia su esposa y vio a Rosalie acabando con uno de los últimos wyrran. Le guiñó un ojo para comunicarle que todo iba bien.

Él se acercó a ella, observando la sangre que la cubría.

—¿Es tuya?

—No —respondió su mujer sacudiendo sus dorados cabellos—. Es toda de los wyrran.

Emmett bajó la mirada hasta aquel suelo cubierto de pequeñas criaturas. Llevaban horas luchando. Estaba hambriento y cansado. Mientras se dirigía a buscar un poco de agua para Rosalie oyó un rugido. Volvió la cabeza rápidamente intentando localizar la procedencia del sonido.

—Creo que Vladimir está disfrutando con esto —dijo Rosalie con unos traviesos ojos azules.

—Mmm... creo que tienes razón.

Emmett observó cómo Vladimir y Riley terminaban con la última docena de wyrran.

Emmett le cogió la mano a Rosalie y se encaminó con ella hacia el grupo de árboles en el que estaban los demás descansando. Ella soltó un suspiro al apoyarse contra uno de los árboles para reposar.

—¿Habrá más? —preguntó Edward.

Emmett se encogió de hombros. Se le había soltado el pelo de la coleta que llevaba atada en la nuca.

—Supongo que sí.

—No —dijo Jacob—. La próxima vez, Tanya nos enviará guerreros para que nos capturen.

Alistair miró a Emmett con unos fríos ojos grises. Tenía un mechón de pelo pegado al rostro por el sudor.

—Entonces sugiero que no nos quedemos aquí.

Emmett sabía que querían que saltara con ellos al interior de la montaña. Lo haría encantado, a pesar de no recordar la ubicación exacta, pero se negaba a poner a nadie en peligro, especialmente a Rosalie.

—Espera —dijo Alistair al ver que Emmett abría la boca para hablar—. Todos queremos seguir adelante, pero ¿y si hacemos lo contrario?

Riley resopló mientras él y Vladimir se unían al grupo.

—¿Quieres regresar al castillo?

Alistair sacudió la cabeza.

—No. No realizar todo el camino de vuelta al castillo, pero volver atrás lo suficiente.

—Podría funcionar —dijo Emmett rascándose la barbilla—. Aunque Broc nos encontró sin problemas la primera vez.

Rosalie se pasó la mano por el pelo para apartarse unos mechones del rostro.

—Pensaba que ahora Broc estaba de nuestra parte.

—Lo está, pero sigue intentando engañar a Tanya —dijo Alistair—. Y eso no es tarea fácil de llevar a cabo. Tiene que ir con muchísimo cuidado si no quiere que lo descubra.

Emmett asintió. Ya había tomado una decisión.

—Sé el punto hasta el que podríamos marchar. Está apartado y nos dará unas horas para descansar y comer algo antes de regresar aquí.

Edward se puso en pie de un salto.

—¿Quieres echar un vistazo antes de partir? Me gustaría regresar a un punto un poco más avanzado, si fuera posible.

—Id con cuidado —gritó Rosalie tras ellos.

Con su velocidad, Edward y Emmett cubrieron una gran distancia en muy poco tiempo. Emmett hizo detenerse a su hermano y se quedó observando las amenazadoras montañas que había frente a ellos. Su hermano estaba allí sufriendo quién sabe qué tipo de torturas y dolores.

—Ya podríamos estar en Cairn Toul si no hubiéramos tenido que luchar contra todos esos wyrran —dijo Edward mientras él también observaba aquel enorme amasijo de rocas.

—Estoy de acuerdo. Pero ahora me siento más tranquilo sabiendo que Broc favorecerá a Jasper.

Edward apretó la mandíbula y frunció el ceño.

—¿Qué pasa? —preguntó Emmett.

—Tanya podría tendernos una trampa en cualquier lugar.

Emmett ya había pensado en ello.

—Es un riesgo que hemos de correr. Con un poco de suerte, estará ocupada con Jasper.

—Lo que nos permitirá entrar —completó Edward. Dio una palmada en el hombro de Emmett—. Espero que tengas razón, hermano.

—Yo también —susurró Emmett antes de saltar ambos al punto en el que aguardaba el grupo.

 

 

Alice abrió los ojos y se encontró de nuevo en su cabaña, o mejor dicho, en la cabaña de su abuela. Parpadeó unas cuantas veces y se sentó. Todo estaba en orden y como debía estar. No como había quedado cuando los wyrran atacaron para capturarla.

Ella frunció el ceño y estiró las piernas sobre la cama. Algo no iba bien.

Alice cogió con fuerza las faldas de su vestido cuando su abuela entró en la cabaña. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que había visto a la mujer que la había criado y le había enseñado a vivir según las costumbres de los druidas que, por un instante, no pudo respirar.

—Hay muchas cosas que hacer, Alice. Tienes que levantarte —le dijo su abuela en el mismo tono sabio y amoroso que siempre había utilizado.

—¿Abuela? —Alice apenas podía creer lo que estaba viendo y aunque sabía que estaba soñando, era maravilloso poder contemplar de nuevo a su abuela.

Esta dejó la cesta con las hierbas encima de la mesa y se giró hacia Alice con una cálida sonrisa en su arrugado rostro. Siempre había sido una mujer menuda, con los hombros hacia delante, pero tenía una fuerza en su interior que Alice envidiaba.

—¿Qué sucede, mi niña?

Alice se puso en pie sobre sus piernas temblorosas. No quería que el sueño terminara.

—Estás muerta.

Su abuela echó atrás la cabeza de cabellos plateados y se puso a reír.

—Claro que lo estoy. Escucha atentamente porque hay poco tiempo. Te escondí muchas cosas, muchas más de las que probablemente debería haberte escondido. ¿Recuerdas qué te dije que tenías que seguir sobre todas las cosas?

—Sí, tenía que seguir a mi corazón.

—Exactamente. —Su abuela asintió con aprobación—. Sigue a tu corazón, mi querida niña. Te ayudará a tomar las decisiones que cambiarán tu vida.

Alice sacudió la cabeza.

—No lo entiendo. ¿Qué me ocultaste?

—Eso ya no importa. Ahora estás en manos de Tanya. No te resultaría de gran ayuda.

—¿Cómo puedo escapar?

La sonrisa de su abuela desapareció.

—Me temo que no puedes escapar.

Alice soltó un agitado suspiro y se encogió los hombros.

—¿Qué debo hacer?

—Recuerda el conjuro para dormir a los dioses.

—No puedo. Lo enterraste demasiado hondo en mi mente.

Su abuela levantó un delgado brazo en el aire.

—No estás escuchando tu magia, mi niña. Escucha y deja que la magia fluya a través de ti. Una vez lo hayas hecho, descubrirás el conjuro.

La cabaña empezó a desvanecerse. Alice hizo un gesto de dolor al sentir las uñas de su abuela rozar sus manos.

—Escucha, mi niña.

—¡Abuela! —gritó Alice mientras la cabaña desaparecía por completo.

Alice abrió los ojos y se quedó mirando la oscuridad del Foso. Le quemaban los pulmones de lo rápido que respiraba. ¿Por qué había soñado con su abuela justo en aquel momento y qué significaba aquella visión?

Al parecer, debía de existir un mensaje oculto en el sueño que su abuela estaba intentando transmitirle. Alice se volvió hacia el otro lado y reprodujo el sueño en su mente una vez más. Había sido un gran consuelo ver a su abuela. Era una lástima que aquella vieja y poderosa mujer no estuviera más con ella. Alice hubiera disfrutado presenciando cómo su abuela le enseñaba un par de cosas a Tanya.

 

 

Jasper estaba convencido, por el modo en que se había despertado, de que Alice había estado soñando. Se preguntó qué llenaría sus sueños. Y por muy orgulloso que pareciera, deseaba que soñara con él cuando se hubiera marchado.

Apoyó el hombro contra las rocas de la entrada de la cueva. Por mucho que quisiera dormir con Alice, apretar su cuerpo contra el suyo, sabía que tenía que hacer guardia.

El guerrero al que había matado Duncan ya no yacía en el suelo del Foso. Unos cuantos guerreros de Tanya habían intentado entrar para llevarse el cuerpo, pero los guerreros del Foso no habían tardado en despedazarlo y hacerlo desaparecer.

Resultaba evidente para Jasper que muchos de los guerreros que había en el Foso habían perdido la cabeza y todo rastro de humanidad. Sus dioses habían tomado el control sobre ellos y temía que llegara el día en que él compartiera semejante destino. Solo suplicaba que antes pudiera sacar de aquella montaña a aquellos a los que quería.

—¿Jasper?

—Estoy aquí, Seth —respondió—. ¿Qué sucede?

Seth se detuvo.

—Es Duncan.

—Estoy bien —gruñó Duncan mientras salía de su cueva. Miró a Seth al pasar por delante de él y ponerse al lado de Jasper—. Estoy bien, Jasper.

Jasper posó la mirada en los ojos blancos de Seth y después en los ojos azules de Duncan.

—Dime.

—El dolor... está regresando.

Jasper bajó la mirada y suspiró. Sería horroroso tener que decirle a su amigo lo que había sucedido con Ian, pero no podía aguantarlo más.

—Sientes el dolor de Ian.

—Así es —dijo Duncan—. ¿Pudiste verlo?

—No pude hablar con él y él no sabía que yo estaba allí, pero pude verlo.

Le explicó a Duncan todo lo que había sucedido el día anterior con James e Ian. Cuando hubo terminado, Duncan se puso en pie con los puños cerrados y unos ojos llenos de odio mortal.

—Mataré a James por esto.

Jasper asintió.

—Yo pretendo hacer lo mismo. Ian lo está soportando todo, amigo mío.

—¿Cuánto más podrá aguantar? —preguntó Seth.

Duncan se acercó a Seth hasta quedarse a pocos milímetros de su cara.

—Lo resistirá.

—Tranquilo —dijo Jasper y separó a ambos hombres—. Seth no está poniendo en duda la valentía de Ian. Está preocupado, igual que yo, por si Tanya consigue que se ponga de su lado.

Duncan estiró los labios para dejar sus largos colmillos a la vista.

—Nunca. Ian nunca se rendirá ante ella.

Jasper quería creer a Duncan, pero Duncan no había asistido a aquella tortura.

—Que sea lo que tenga que ser. Debemos estar preparados para todo.

—Conozco a mi hermano. No se someterá a ella —repitió Duncan.

Seth cruzó los brazos sobre el pecho e hizo un gesto con la barbilla hacia la entrada del Foso.

—¿Qué ha pasado antes con Broc?

—Eran Broc e Isla —informó Jasper—. El guerrero color naranja era para demostrarme que Tanya lo domina todo.

—Pero ha dejado que mataran a un guerrero —dijo Duncan.

Jasper suspiró.

—Ha matado al hombre que albergaba al dios. No ha matado al dios.

—Mierda —masculló Seth—. ¿No se pueden matar a los dioses ni siquiera cuando están liberados?

Jasper sacudió la cabeza.

—El dios pasará al siguiente más fuerte en la línea sanguínea.

—Excepto en lo que a tu línea sanguínea se refiere —señaló Duncan—. Tú, Emmett y Edward sois los últimos MacMasen.

—Lo sé —dijo Jasper—. Sea como sea, Tanya ha demostrado lo que quería. Si nosotros no nos rendimos, encontrará a otros que sí lo hagan.

Seth suspiró.

—¿Era eso todo lo que tenía que decir Broc?

—Tanya me ha ofrecido un regalo a cambio de acudir libremente a ella. Broc volverá por la mañana para escuchar mi decisión.

Duncan se giró hacia Alice.

—No se lo has dicho a ella, ¿verdad?

—No —admitió Jasper—. Cuando me encuentre con Tanya, haré lo que pueda para liberaros a todos. Dudo que ella me deje regresar y hablar con ninguno de vosotros, así que permaneced atentos ante cualquier posibilidad de escape.

Advirtió que ambos, Duncan y Seth estaban a punto de discutirle su decisión. Divisó a Charon en las inmediaciones y se dirigió hacia el guerrero color bronce.

—¿Qué te trae hasta mi lado del Foso, MacMasen? —dijo Charon mientras se acariciaba uno de sus cuernos—. ¿Ha confesado Seth que golpeó a tu mujer?

Jasper no se creyó aquella actitud indiferente que Charon pretendía mostrar. Los ojos de un guerrero podían verlo todo.

—Sí —respondió finalmente Jasper—. Seth y Alice me han contado lo sucedido.

La oscura mirada de Charon se desvaneció.

—Interesante.

—Lo que a mí me parece interesante, Charon, es que tú seas un espía de Tanya por voluntad propia.

De pronto, la actitud del broncíneo guerrero cambió. Se apartó de la pared y miró fijamente a Jasper.

—Estás arriesgándote mucho hablándome de ese modo.

—Te hablaré del modo que me apetezca. Admito que Tanya es poderosa. Su magia es enorme y no tolera la traición. Pero los que están muriendo en su montaña son tu gente.

—No son mi gente —le espetó Charon.

—Tú eres un highlander. Todo hombre, mujer y niño que es traído a esta montaña, ya sea druida o guerrero, es de las Highlands. Así que sí, son tu gente. Niégalo cuanto quieras, pero esa es la verdad.

Charon apartó la mirada.

—Te tenía por un guerrero fuerte —siguió diciendo Jasper—. He visto la manera en que observas a todos aquí abajo. Utilizas tu encanto cuando puedes y tu fiereza cuando debes. Lo que no entiendo es cómo pudiste ser tan débil como para no enfrentarte a Tanya.

En un abrir y cerrar de ojos, Charon estaba a unos milímetros de Jasper.

—No sabes lo que dices.

—Sé mucho más de lo que tú sabrás nunca. —Jasper apartó a Charon con un empujón—. Todos tenemos historias tristes, y todos soportamos la ausencia de alguien a quien amábamos y nos ha sido arrebatado. Deberías conocer la diferencia entre el bien y el mal.

—Conozco la diferencia.

Había algo en los ojos del guerrero, algo angustioso que hizo que Jasper callase.

—Es posible.

Charon se dio la vuelta y se metió en su cueva sin decir ni una palabra más.

—En algún momento, Charon, tendrás que elegir de qué lado estás.

Una áspera carcajada siguió a las palabras de Jasper.

—Ya lo he hecho, MacMasen.

 

 

 

 

A Isla se le revolvió el estómago y sintió el sabor de la bilis en la boca, pero no se atrevía a moverse. Estaba de pie, rígida como una roca, en la habitación que Tanya utilizaba para matar druidas y absorber toda su magia.

Era una habitación que Isla odiaba con todo su ser. Solo encontrarse en ella la ponía enferma, pero tener que ver morir a un druida hacía que sintiera la necesidad de vomitar.

—Dunmore ha realizado un buen trabajo, ¿verdad? —le preguntó Tanya.

Isla asintió, incapaz de hablar. Tragó saliva e intentó no mirar a la joven y aterrorizada druida atada a la mesa de piedra que había en el centro de la habitación.

Tanya inclinó la cabeza hacia un lado mientras observaba a la joven.

—Gracias a la magia de tu hermana, Isla, ya no debo esperar hasta el equinoccio de primavera para encontrar lo que busco. Era muy aburrido tener que esperar, especialmente cuando se está construyendo un ejército.

Isla entreabrió los labios para respirar por la boca y detener así las náuseas que sentía en el estómago.

—Me costó mi tiempo darme cuenta de que tú, Isla, eres más fuerte que tu hermana. Sí, Lavena es una vidente, pero tú, tú eres casi tan perfecta como los guerreros.

Isla ya había tenido suficiente y, pese a saber que sería castigada, no le importó.

—Vos sabéis que no sigo vuestras órdenes de manera voluntaria.

—Ah, pero te sometiste voluntariamente a mi mando hace mucho tiempo. Ya te dije entonces que siempre serías mía, Isla. Y lo dije en serio.

—¿Por qué mantener presa a Grania? Ella no significaba nada para vos, solo era una niña.

La sonrisa de Tanya se desvaneció cuando clavó su fría mirada en Isla.

—Al parecer no tuviste suficiente con tu castigo de ayer. ¿Acaso debo volver a torturarte hoy por ser tan insolente?

Isla se giró para mirar a la druida que estaba a punto de morir.

—Haced lo que queráis, Tanya. Nada me importa.

Y era cierto. A Isla ya no le importaba nada. A Lavena no la reconocía como su hermana y Grania, su pequeña y querida Grania, había sepultado a aquella adorable niña que tanto había amado. Ambas, su hermana y su sobrina habían sido corrompidas por Tanya.

Entonces Isla comprendió lo que no había entendido en tanto tiempo: que no podría salvar ni a Lavena ni a Grania. Ojalá lo hubiera sabido antes, quizás entonces hubiera podido salvar su propia alma. Pero ahora ya era demasiado tarde. Estaba condenada a una eternidad en el infierno, y después de sufrir la ira de Tanya, tampoco había nada en el infierno que pudiera asustarla.

—Ahora —dijo Tanya mientras caminaba hacia la druida atada a la mesa. Puso una mano sobre el pecho de la muchacha y sonrió—. Para alguien tan joven, siento mucha magia en tu interior.

—Por favor —suplicó la chica—, déjame marchar.

Tanya se puso un mechón de su pelo blanco detrás de la oreja.

—Lamento comunicarte que eso no es posible. Necesito tu magia, y para que yo pueda absorber tu magia, tú debes morir.

Isla se cogió las manos a la espalda cuando la muchacha empezó a llorar en silencio. A pesar de todo, ya no volvió a suplicarle a Tanya.

—Si quieres mi magia, vas a tener que sacarla a la fuerza de mi interior —dijo la muchacha—. No te mereces la magia que te concedieron.

Tanya bostezó en un gesto de aburrimiento.

—Ya basta.

—No, depravada arpía. Pagarás por todos los pecados que has cometido, y...

Las palabras de la joven se cortaron cuando el cabello de Tanya se le enroscó por el cuello.

—Te he dicho que ya basta. No estoy dispuesta a escuchar tus incesantes lamentos solo porque tengas miedo a morir.

Isla parpadeó cuando la druida empezó a reír. Nadie se reía de Tanya.

Los ojos de Tanya habían perdido su color azul y se habían vuelto blancos a causa de la magia negra que ahora estrechaba el cuello de la joven.

—Puedo hacer esto tan doloroso como quieras.

—Hazlo —replicó la druida.

Isla sabía que no podía escapar de allí. Había visto a muchos de los suyos, ya fueran mie o drough, morir sobre la mesa de Tanya. Y aunque Isla sabía lo que iba a suceder, se estremeció como siempre al contemplar cómo el filo cortaba las muñecas de la muchacha.

Los cortes eran profundos y largos, y la sangre brotaba con fuerza de las venas de la joven hacia las hendiduras de la mesa donde se recogía la sangre en unos cálices situados en el suelo.

Mientras fluía la sangre, Tanya se quedó en pie al lado de la druida y empezó a recitar un antiguo conjuro. Isla sabía las palabras de memoria, era la magia negra que invocaba a Satán y a todo su mal. Pero cada vez que contemplaba la negra nube que se levantaba sobre el centro de la mesa, tenía que luchar por mantenerse quieta y no salir huyendo de la habitación.

La muchacha gritó, aunque estaba débil por la pérdida de sangre. La nube, un espíritu malvado del infierno, descendió sobre la druida. La muchacha se revolvió, sus gritos producían eco en aquella habitación de altos techos. Entonces la aparición tomó su alma.

—¡Soy tuya! —gritó Tanya y clavó la daga en el estómago de la muchacha, atravesando al espíritu.

El espectro se desvaneció y los ojos sin vida de la druida miraban al infinito. Pero la ceremonia solo acababa de comenzar.

Las dos sirvientes cubiertas con sendos velos negros abandonaron sus esquinas y recogieron los cálices llenos de la sangre de la druida. Se los entregaron a Tanya y ella se bebió ambos cálices, lamiéndose los labios teñidos del rojo líquido.

Las sirvientes retornaron a sus esquinas a toda prisa cuando el viento empezó a ulular y a arremolinarse alrededor de Tanya, mientras la nueva magia se mezclaba con la que ya poseía.

—¡Soy invencible! —gritó Tanya.

Tanya clavó la mirada en Isla mientras el viento comenzaba a disminuir. Sin mover un solo músculo, Tanya tenía a Isla atrapada contra la pared con los pies flotando sobre el suelo.

Isla quería deshacerse de la invisible mano que la sujetaba por la garganta, pero mantuvo las manos colgando sobre su falda. Enfrentarse a Tanya solo hacía que el dolor se agudizase.

Y no importaba cuánto sufrimiento le infligiera Tanya, Isla sabía que Tanya no la mataría. Por lo menos no por ahora. Tanya estaba unida a Isla con un lazo tan fuerte que hasta el momento no había podido conseguir con nadie más. De ningún modo se arriesgaría a hacerle daño a Isla.

—Les he enviado a los MacClure un mensaje a través de Dunmore —dijo Tanya.

Isla esperó, preguntándose qué sería lo que Tanya querría de los MacClure. Isla no tenía ningún interés en regresar con aquel clan. Ya había tenido suficientes problemas con ellos cuando los wyrran habían destruido su aldea en busca de la druida Isabella, que ahora estaba casada con Edward MacMasen.

Evidentemente habían sido los MacClure los que se habían quedado con gran parte de las tierras de los MacMasen, una tierra que incluía el castillo que ahora los MacMasen reclamaban como suyo.

—Creo que Emmett y Edward necesitan algo con lo que ocupar su tiempo —dijo Tanya.

Isla sabía que debía permanecer en silencio, pero no pudo evitarlo.

—Pensaba que queríais capturar a los MacMasen.

—Oh, claro que sí. Y lo haré. Pero primero deseo que sufran. Puede que los MacMasen hayan asustado a los MacClure y los hayan echado de sus tierras, pero me aseguraré de que los MacClure tengan todo lo preciso para recuperarlas. Una vez tengan lo que necesitan, tú estarás al lado de los MacClure.

Isla se mordió la lengua para no replicar.

Tanya la liberó de la mágica mano que la mantenía atrapada. A Isla se le doblaron las rodillas cuando tocó el suelo, pero se las arregló para mantenerse en pie, agarrándose a las piedras de la pared.

—Te has vuelto bastante audaz últimamente, Isla. He recibido cierta información esta misma mañana y creo que voy a necesitar que salgas a hacer un viaje.

A Isla se le heló la sangre en las venas. Sabía perfectamente lo que aquello significaba, pero era incapaz de imponerse a Tanya.

Una luz iluminó la habitación, se trataba simplemente de la magia de Tanya. Isla se cogió la cabeza con las manos y se tragó un grito de dolor cuando la voz de la bruja estalló en su mente dándole unas instrucciones que sería incapaz de incumplir.

 

 

No importaba lo mucho que Alice lo intentara, pero el sueño no regresaba después de haber despertado de aquel otro con su abuela. Y para hacer que todo fuera peor, Jasper no había compartido con ella aquella noche.

Cuando lo vio salir de la cueva, ella se sentó y se apoyó contra un lado. No estaba preparada para verlo hablar con Charon, pero fuera lo que fuese de lo que estuvieran hablando, no era nada bueno por el modo en que el rostro de Charon se había endurecido mostrando su enfado.

Alice los observó durante un buen rato hasta que Jasper regresó al lado de Seth y Duncan. Tenía curiosidad por saber qué tenía que decirle Jasper a Charon.

Flexionó las rodillas contra el pecho y se pasó los brazos por las piernas. Estaba aburrida y nerviosa. Jasper quería que se mantuviese en las sombras, y aunque ella entendía la razón, estaba acostumbrada a no parar quieta y a hacer sus tareas diarias. No estaba acostumbrada a estar sentada durante horas y horas en la oscuridad.

Alice se apartó una trenza que le había caído a la cara con un soplido. Jasper había hecho que su estancia en el Foso fuese soportable, pero ¿qué pasaría en cuanto se hubiese marchado?

Soy capaz de volverme loca.

Y aquello era cierto. Como druida, el sol, el viento y el agua la sustentaban. En la oscuridad de aquella montaña, llena de maldad y magia negra, solo sería cuestión de tiempo que la poca magia que tenía Alice desapareciera.

De la oscuridad resurgió el extraño cántico, tan débilmente que apenas podía oírlo. Alice inclinó la cabeza a un lado y cerró los ojos.

Se concentró en el cántico, en escuchar las palabras. Cuanto más se concentraba, más alta se hacía la música. Se perdió en aquella suave y lírica música, las palabras limpiaban su cuerpo como una tormenta de verano que colmaba su alma de magia.

—¿Alice?

Abrió los ojos y encontró a Jasper de pie frente a ella, con el ceño fruncido.

—¿Estás bien? —le preguntó.

Ella tragó saliva echando de menos aquel extraño cántico.

—Sí, estoy bien.

—Llevo llamándote un buen rato.

—Debo haberme quedado dormida.

Ni siquiera al pronunciar aquellas palabras creyó que hubiera estado soñando. Lo que había experimentado era algo completamente diferente.

Jasper se arrodilló delante de ella y cogió sus manos entre las suyas.

—Charon es el espía de Tanya, tal y como tú sospechabas.

—¿Por eso es por lo que has ido a hablar con él?

—Una de las razones. Es probable que se mantenga alejado de ti la mayor parte del tiempo, pero no esperes que te ayude de ningún modo, no importa lo que te diga.

—Quieres decir cuando te hayas ido.

Solo pronunciar aquellas palabras le provocó un nudo en la garganta. Ojalá no le importara tanto Jasper como realmente le importaba. Ya había perdido a demasiada gente a lo largo de su vida. Saber que iba a perder a Jasper, otra vez, era demasiado.

Jasper suspiró y asintió.

—Ojalá pudiera asegurarte que estarás a salvo, pero aquí abajo, nadie lo está.

—Lo sé —susurró ella.

—Duncan y Seth permanecerán siempre contigo. Les he dicho, y también te lo digo a ti, que Tanya no dejará que regrese, pero que estéis atentos a cualquier señal de que podéis escapar. Será rápido y debéis estar preparados en cualquier momento.

Ella se apartó un mechón de los ojos.

—¿Y tú? ¿Mientras nosotros escapamos, tú pretendes seguir aquí encerrado?

—Sí.

El modo en que lo había dicho no daba pie a réplicas.

—Sé lo que quieres decir y te pido que no lo hagas —dijo Jasper—. Ya es suficientemente difícil así, y la idea de dejarte aquí... no me gusta, Alice.

—Siempre que tenía dudas sobre algo, mi abuela me decía que siguiera mi corazón, que me guiaría para tomar la decisión adecuada.

—Eso es lo que estoy intentando hacer. Por ti, por mis hermanos, por todos.

El nudo de miedo y dolor se hizo más grande en el pecho de Alice hasta que le resultó difícil respirar con normalidad.

—¿Y crees que dándole un hijo a Tanya nos estarás ayudando?

Jasper sonrió y le cogió una de las trenzas entre los dedos.

—Nunca dije que fuera a darle un hijo.

—Pero... —Alice sacudió la cabeza—. Si acudes a ella, eso es justamente lo que esperará de ti.

—No dudo que eso sea exactamente lo que ella espera de mí, pero mi idea es hacer las cosas algo más interesantes. Intentaré, y lo conseguiré sea como sea, daros tiempo a ti y a los otros para escapar de esta horrible montaña y que podáis ir a buscar a mis hermanos.

Alice se abalanzó sobre él y lo rodeó con sus brazos, enterrando el rostro en su cuello.

—Te estás arriesgando mucho.

—Alguien tiene que hacerlo, y yo soy perfecto para llevar a cabo el plan. —Le acarició la espalda con las manos.

Y ese era el problema. Era demasiado perfecto.

 

Broc había sobrevivido a otra reunión con Tanya. Cada vez que se encontraba con ella, creía que le iba a revelar que conocía su doble juego. Jugaba a un juego peligroso, pero no tenía más opción que participar.

El día antes había esperado poder hablar en privado con Jasper, pero Isla había pedido ir con él. La menuda drough era uno de los juguetes favoritos de Tanya en su cruzada por dominar el mundo.

Por lo que había visto, Isla era una fuerza que había que tener en cuenta, por eso no había intentado disuadirla de que lo acompañara al Foso. Tanya podría perfectamente haber enviado a Isla para espiarlo, como era costumbre en ella.

Broc advirtió que Isla se movía de un modo muy cuidadoso mientras se dirigían al Foso. Tanya la había castigado, al igual que todos habían sido castigados en algún momento de su estancia en aquella montaña. A Tanya le gustaba asegurarse de que sus subordinados sabían que podía matarlos en cualquier momento que le pareciera oportuno.

Mientras Broc caminaba por los pasillos, sus alas rozaban los techos. Odiaba estar en aquella montaña. La libertad que le proporcionaba un cielo abierto, el sabor del viento en su piel, eso era lo que él ansiaba conseguir.

Y Sonya.

Cerró fuerte las manos en un puño al pensar en la druida. Alistair le había dicho que Sonya se encontraba en el castillo de los MacMasen, pero Broc aún no había podido verla. Se preocupaba infinitamente por ella, y, hasta que él no pudiera liberarse de Tanya, ambas, Sonya y su hermana Anice, tendrían que mantenerse ocultas.

Broc no hizo caso de las dos sirvientes cubiertas por sendos velos negros que estaban a los lados para abrirle el paso. Su mente, como siempre, se centraba en Sonya. Ella no sabía nada de él, no sabía que él había sido el que las había salvado a ella y a su hermana de la masacre cuando ambas eran solo unas niñas. Y no quería que ella lo supiera.

Se obligó a sí mismo a apartar a Sonya de sus pensamientos y a volcarse en la tarea que tenía entre manos. Broc se dirigía a ver a Jasper de nuevo. Deseaba con todas sus fuerzas que Tanya siguiera lo suficientemente enfadada como para no querer hablar con Jasper, aunque ella ya sabía que Jasper había solicitado verla.

Si había tiempo, Broc pretendía decirle a Jasper que sus hermanos estaban de camino. Sin embargo, cuándo llegarían, era todavía una incógnita. Broc estaba convencido de que los hermanos MacMasen pensarían en un modo de entrar en la montaña sin ser capturados. Por lo menos él esperaba que así fuera.

Broc se detuvo en plena zancada al llegar a unas escaleras que conducían a diferentes direcciones. Podía girar a la derecha y subir las escaleras hacia las habitaciones de Tanya o podía seguir recto y coger las escaleras que lo llevarían al Foso. Sin embargo, era de las escaleras que salían a su izquierda, y que llevaban a las profundidades de la montaña, de donde procedía el inconfundible bramido de un guerrero.

Por lo que sabía Broc, no había nadie preso en las profundidades y nunca lo había habido. Pero el rugido lleno de ira y tristeza que podía oír evidenciaba que sí había alguien encerrado en lo más profundo de la montaña.

Broc decidió que iría a comprobar qué pasaba allí abajo más tarde. Cuanto más supiera de lo que estaba haciendo Tanya, mejor sería para los hermanos MacMasen.

Con un suspiro, Broc tomó las escaleras que había ante él y se dirigió hacia el Foso. Siempre había, como mínimo, dos guardas apostados a ambos lados de la puerta. Broc siempre había pensado que resultaba inútil. La puerta permanecía bloqueada con magia negra. No importaba lo fuerte que fuese un guerrero, no podría salir del Foso a no ser que Tanya así lo quisiera.

Broc saludó a los guardas y observó por la ventanilla de la puerta. Las antorchas que Tanya consentía en el Foso eran escasas, pero sus llamas anaranjadas permitían vencer la completa oscuridad. Le parecía divertido que Tanya necesitara antorchas para ver cuando proclamaba ser tan poderosa.

Broc respiró profundamente porque las cosas iban a empezar a ponerse muy interesantes.

 

 

Jasper dejó que sus dedos se deslizaran por la suavidad de los cabellos de Alice mientras ella estaba recostada contra su pecho. Podía sentir la intranquilidad, sabía que estaba más asustada de lo que demostraba. Era una mujer tan valiente, una mujer que estaría orgulloso de poder reclamar como suya. Y la reclamaría como suya si llegaba el momento en que pudiese hacerlo.

Alice levantó la cabeza para poder mirarlo. Él observó sus maravillosos ojos color turquesa e intentó memorizar cada milímetro de su rostro.

—Ojalá te hubiera conocido antes —dijo Jasper—. Habrías sido de gran ayuda para mi alma.

—¿Solo para tu alma? —preguntó con una sonrisa burlona en el rostro.

Él sacudió la cabeza.

—Me has hecho mucho bien.

—Y tú me has hecho mucho bien a mí también. —Ella frunció el ceño por un instante—. Jasper, hay muchas cosas que me gustaría contarte sobre cómo me siento.

Él le puso un dedo sobre los labios. Si le decía que se preocupaba por él, no sería capaz de alejarse de ella. La simple idea de que ella pudiera albergar algún sentimiento amoroso hacia él hacía de se le parara el corazón.

Jasper la besó. Se dejó arrastrar por su embriagador sabor. Y en aquel instante deseó haber estado haciéndole el amor en lugar de haber estado montando guardia. Había muchas formas en las que Jasper quería disfrutar del cuerpo de Alice, quería verla llegar al orgasmo y que gritara su nombre de muchas otras maneras.

Ella le rodeó el cuello con los brazos y dejó que sus dedos se deslizaran entre sus cabellos. Él gimió e intensificó el beso con la intención de poseerla una última vez.

—¡Jasper!

Ambos giraron la cabeza a un lado rápidamente. Jasper cerró los ojos lamentando aquella interrupción. Cuando los abrió, el miedo que vio en los ojos de Alice hizo que se le encogiera el alma.

—Te sacaré de aquí —le prometió—. Solo prométeme que te mantendrás oculta.

Ella asintió con la cabeza, inexpresivamente.

—Jasper, yo... Mantente tú también a salvo.

Se preguntó qué sería lo que había estado a punto de decir, pero decidió que era mejor no saberlo.

—Y tú.

Lo más difícil que había tenido que hacer en su vida fue bajar los brazos y apartarse de su cuerpo. Se puso en pie y descubrió a Seth y a Duncan aguardando.

—¿No podemos hacer que cambies de idea? —preguntó Duncan.

—No, mi querido amigo, no hay ninguna posibilidad de hacerme cambiar de idea.

Seth le dio unos golpecitos en el hombro.

—No dejes que se apodere de tu alma.

Jasper cogió con fuerza el antebrazo de Seth y luego hizo lo mismo con Duncan.

—Permaneced alerta —les advirtió antes de darse la vuelta y dirigirse hacia donde estaba Broc.

Los ojos azules de Broc estaban fijos sobre Jasper mientras este se aproximaba a la puerta. Cuando lo tuvo a pocos pasos, la puerta se abrió y él cruzó.

Jasper se detuvo mientras la puerta volvía a cerrarse a su espalda. Todas las fibras de su cuerpo le pedían que se volviera y mirara a Alice por última vez, pero no se atrevió. Ahora no podía hacerlo y era probable que nunca más pudiera.

—¿Has cambiado de idea? —preguntó Broc.

¿Era la imaginación de Jasper o las palabras de Broc parecían teñidas de cierta esperanza?

—No, en absoluto.

—Mmm... —musitó Broc mientras sus labios se transformaban en una fina línea—. ¿Has decidido qué vas a pedir que te conceda a cambio?

Jasper no había podido pensar en otra cosa.

—Sí.

—Entonces te llevaré hasta Tanya.

Siguió a Broc por los pasillos y las escaleras hasta que dejaron atrás el Foso. Y sin embargo, lo único en lo que podía pensar Jasper era en Alice, no en el demonio que lo esperaba. Debería concentrarse en cómo conseguiría eludir los deseos de Tanya durante un par de días en lugar de preocuparse por si Alice estaría a salvo o no.

—Estás preocupado —dijo Broc.

Jasper arqueó una ceja. Broc no se había vuelto ni una vez a mirarlo, así que Jasper no sabía cómo podía saber el guerrero alado lo que le sucedía.

—Preferiría encontrarme con mi propia muerte que con Tanya.

—Entonces, ¿por qué acudes a ella? —Broc se detuvo y se giró para mirar a Jasper.

—Lo hago porque debo hacerlo.

Broc bajó la mirada por un momento.

—¿Estás seguro de esto, Jasper?

—¿Por qué no me lo dices tú? —Jasper no se hallaba de humor para más palabras enigmáticas—. ¿Tengo acaso alguna otra opción?

Broc se encogió de hombros.

—Has mantenido desde el primer momento que tus hermanos vendrían a por ti.

—Y tú me dijiste que Tanya envió un ejército de wyrran para detenerlos. Dime, Broc, ¿tiene Tanya ya presos a mis hermanos?

—No —respondió Broc—. Pretende capturarlos una vez hayas aceptado darle el hijo de la profecía.

Jasper se pasó la mano por el pelo, lleno de frustración ante aquella situación.

—¿Por qué no puede conformarse solo conmigo?

—Porque cuando los tres lucháis como uno solo, sois invencibles.

Y entonces fue cuando Jasper se dio cuenta de lo inútiles que habían sido sus esfuerzos. No importaba el tiempo que se mantuviera en contra de Tanya. Ella acabaría obteniendo lo que quería sin importar el tiempo que tuviera que esperar para conseguirlo.

Jasper pensó en Isabella y en el modo en que ella y Edward se miraban. Igual que hacían los padres de Jasper. No quería que Edward perdiera a la mujer que había conquistado su corazón.

—Tienes que ir ahora ante ella —dijo Broc bajando la voz.

Jasper observó al guerrero azul marino con suspicacia.

—¿Por qué?

—Porque has pedido verla. Ella espera que tú accedas a sus deseos. Debes hacerlo, Jasper. Tus hermanos están de camino, pero has de proporcionarles algo de tiempo.

Jasper dio un paso atrás y se apartó del guerrero.

—¿Qué intentas hacer?

Broc maldijo entre dientes y se acercó a Jasper.

—¿Tú qué crees? Lo estoy arriesgando todo solo por hablar contigo.

—¿Acaso esperas que piense que te has aliado con mis hermanos? No creo nada de lo que dices como tampoco creo en la absurdidad de destino que Tanya afirma tengo escrito.

—Entonces eres mucho más imbécil de lo que suponía. Sígueme, MacMasen.

Jasper respiró aliviado cuando Broc continuó adelante. No podía soportar seguir escuchando ni una palabra más de Broc, no cuando estas resultaban una inspiración para que aflorase la esperanza en su corazón, una esperanza que él sabía que se iría al traste en cuanto se percatara de que lo habían tomado por un estúpido.

Rezó para poder soportar cuanto estaba por venir. El simple hecho de mirar a Tanya era un suplicio y solo pensar que se tendría que acostar con ella hacía que se le revolviera el estómago.

Por todos los dioses, ¿qué estoy a punto de hacer?

Haría lo que fuese necesario por sus hermanos, por Alice y por los hombres que confiaban en él. Incluso si eso significaba sacrificar su alma en pro de Tanya, estaba dispuesto a hacerlo.

Broc se detuvo frente a una puerta e hizo un gesto para que Jasper pasara. Este miró al guerrero, pero Broc no lo miró a él. Jasper empujó la puerta para abrirla y volvió a encontrarse en la habitación de Tanya.

La última vez que había estado allí, había despertado desnudo en su cama. Se preguntaba qué habría hecho ella con él mientras había estado inconsciente, pero no le había permitido a su mente indagar mucho por miedo a descubrir la verdad.

Tanya estaba en pie en la entrada de su dormitorio, con su largo pelo blanco tocando el suelo. Llevaba su habitual vestido negro largo, de una tela que se acoplaba perfectamente a su figura.

—Me han dicho que querías hablar conmigo —dijo ella con una sonrisa de reconocimiento en los labios.

Él asintió con la cabeza y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Así es. Me pregunto, Tanya, si sabes todo lo que James ha estado haciendo en tu nombre.

De pronto su sonrisa había desaparecido. Respiró profundamente y se quedó examinándolo detenidamente con los ojos entrecerrados.

—Explícate.

—Pedí verte solo unas pocas horas después de que se llevaran a Ian. James vino a por mí, pero no se me permitió hablar contigo. En lugar de eso, me obligó a presenciar la tortura de Ian.

—¿James se negó a conducirte ante mí?

Él casi sonrió ante la ira que se había apoderado de su voz.

—No... ¡Tráeme a James! —le ordenó a Broc.

Jasper miró por encima del hombro y vio a Broc observándolo, con una sonrisa casi imperceptible en el rostro, como si estuviera de acuerdo con lo que Jasper acababa de hacer.

—James me confesó que tú tienes predilección por él sobre todos los demás y que eres especialmente solícita con él —añadió Jasper una vez Broc se hubo marchado para cumplir las órdenes de Tanya.

Ella hizo un gesto con la mano como si estuviera apartando las palabras que Jasper acababa de pronunciar.

—A James le gusta estar al mando. Le doy algo de poder de vez en cuando.

—¿Para mantenerlo a raya? —preguntó Jasper—. ¿Es tu influencia sobre él tan tenue que debes recurrir a tales artimañas?

Sus labios se tensaron mostrando su enfado.

—¿Te atreves a poner en duda mi poder?

—Así es.

—Yo te demostraré lo poderosa que soy en este juego que estamos jugando, Jasper. Después, te darás cuenta de lo vacuo que es que rechaces la evidencia.

Él soltó una risotada.

—Lo dudo.

Ella abrió la boca para replicar cuando James apareció en la puerta como un gallo lleno de confianza, creyendo que había conseguido todo lo que quería.

—¿Deseabais verme, señora? —dijo. Y entonces vio a Jasper y toda aquella confianza se desvaneció.

Jasper sonrió lentamente. Quería que James sufriera, ya que si él hubiera podido hablar con Tanya, Ian no habría sido torturado.

La hechicera se plantó delante de James y le pasó la manos por el pecho desnudo hasta descender a la cintura de los pantalones, en una caricia íntima.

—Dime, mi querido James, ¿había pedido Jasper verme antes?

James miró a Jasper y luego a Tanya.

—Dijisteis que no queríais que os molestasen.

—Por cualquier otro, pero tú sabías que estaba esperando recibir noticias de Jasper, ¿no es así? —dijo mientras se acercaba a él y le cogía con firmeza los testículos.

James gimió cuando Tanya apretó con fuerza.

—No, mi señora.

—No te atrevas a mentirme —dijo Tanya entre dientes.

James bajó la barbilla hasta el pecho.

—No quiero compartiros.

Con un gruñido, Tanya apartó de un empujón a James de ella.

—Por tu culpa hemos perdido todo un día. Te castigaré por ello.

—Como os plazca —susurró James.

Jasper se sorprendió cuando Tanya volvió sus malévolos ojos blancos hacia él.

—¿Cómo debería ser castigado? —le preguntó.

La respuesta resultó sencilla para Jasper.

—Quiero que sufra lo mismo que sufrió Ian. Cada golpe, cada corte, cada mordisco que le dieron quiero que lo sienta James. Y que no se olviden de arrancarle también las garras.

James lanzó un gruñido. Le temblaban los labios de tanta ira. Jasper bajó los brazos, dispuesto a enfrentarse a él, pero Tanya se interpuso entre los dos. De pronto, James se calmó.

Jasper puso los ojos en blanco al ver lo rápido que James respondía a los deseos de ella. Ni siquiera protestó cuando se lo llevaron a rastras dos guardas. Jasper sabía que llegaría el día en que mataría al guerrero y disfrutaría aquel momento intensamente.

—Ahora —dijo Tanya llamando su atención—, ha llegado el momento de que me sigas.

Por mucho que a Jasper le repeliese estar cerca de ella, tenía que averiguar todo lo que fuera posible de aquella bruja para poder contárselo a sus hermanos y que pudieran matarla.

Tanya no pronunció ni una palabra mientras lo guiaba fuera de su dormitorio y por numerosos salones hasta que llegaron a una arcada bajo la que había una puerta doble.

Las hojas se abrieron cuando Tanya se acercó. Jasper se quedó bajo el umbral y observó con repulsión e intriga a la mujer que flotaba sobre el suelo rodeada de llamas color ónice.

—¿No te parece maravillosa? —preguntó Tanya.

Jasper no tenía muy claro qué era lo que estaba mirando.

—¿Quién es?

—Era una druida, una mie que tenía el don especial de la videncia.

—¿Puede ver el futuro?

Tanya se encogió de hombros.

—Algo así.

—¿Y tú estás aprovechando su habilidad?

—Evidentemente.

Jasper se acercó a la mujer. Sus ojos se encontraban abiertos, pero parecía que escudriñaba un lugar indeterminado de la pared que tenía delante. Su oscuro y largo pelo flotaba a su alrededor como si estuviera sumergida en el agua, y su vestido evidenciaba que llevaba allí presa varios siglos, si no más.

Había algo en aquella mujer que le resultaba familiar, como si la hubiera visto antes. Parecía joven y tenía una piel hermosa e inmaculada. Los brazos le colgaban a los lados, mientras las negras llamas, que apenas parecían reales, le lamían la piel.

Jasper levantó la mano para tocar el fuego.

—¡No lo hagas! —le advirtió Tanya.

Jasper volvió la cabeza hacia Tanya.

—¿Qué son esas llamas?

—Mi magia, Jasper. Una magia muy poderosa. La mantienen en un estado en el cual yo puedo utilizar sus habilidades como vidente a mi favor mientras la conservo con vida todo el tiempo que se me antoje.

Se quedó atónito al comprobar lo poco que valoraba Tanya la vida.

—¿Cuánto tiempo hace que la tienes?

Tanya sonrió.

—No el suficiente. ¿Te suena de algo su cara?

—Sí —admitió Jasper con un poco de recelo.

—Es Lavena, la hermana de Isla. Las capturé a ambas junto con la hijita de Lavena hace muchos años.

Jasper apretó los dientes al oír hablar de la niña.

—¿Y qué ha pasado con la pequeña?

De pronto se abrió una puerta y entró una niña con el pelo tan negro que producía destellos azules, justo igual que el cabello de Isla y de su madre. Unos ojos azul pálido se quedaron mirando fijamente a Jasper.

—Pensaba que habías dicho que las capturaste hace muchos años —dijo Jasper mientras observaba a una criatura que no aparentaba más de ocho años.

Tanya asintió con la cabeza.

—Así es. Grania se quedará con esta edad para siempre.

Jasper miró a la niña y vio en ella la misma maldad que veía en Tanya. Tendría que emplear con mucho cuidado la astucia por la que su padre siempre le había elogiado si quería sobrevivir a todo el mal que lo rodeaba.

 

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AAAAAAAAAAA, CHICAS Y ASI SE INICIA, JASPER HA DADO EL PRIMER MOVIMIENTO, ¿USTEDES CREEN QUE SE ACUESTE CON ELLA? AAAAAAAAAAA, POR LO MENOS ME ALEGRO QUE A JEMES LO VALLAN A TORTURAR JAJAJAA, EMPEZAMOS CON EL PIE DERECHO JAJAJA, AHORA VEREMOS COMO SE LIBRA JASPER DE ESTA AAAAAAAAAAA QUE EMOCION, YA NO FALTA MUCHO PARA QUE ESTO SE TERMINE CHICAS,

LAS VEO MAÑANA BESITOS

 

 

Capítulo 50: DIEZ Capítulo 52: DOCE

 
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