LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103286
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

mis otras historias

 

“PRISIONERA DE GUERRA” http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3899

 

“UN AMOR DE LEYENDA” http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3945

 

“CALAMITOSA” http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3946

 

“EL DIABLO” http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=3945

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 45: CINCO

Alice se descubrió a sí misma observando a Jasper mientras en su mente se desvanecía el cántico y la música que, estaba convencida, había vuelto a escuchar. Siempre que Jasper se paseaba por la cueva o hablaba con sus hombres, su mirada lo buscaba.

Sus movimientos eran fluidos y poderosos.

Ella observó el modo en que él y sus hombres escudriñaban el Foso sin cesar con la mirada. No le costó mucho tiempo comprender lo que había querido decir Jasper cuando afirmó que la había puesto en un gran peligro al salvarla.

Incluso entre las sombras de la cueva de Jasper podía sentir las miradas de los otros guerreros sobre ella. No tenía ninguna privacidad, pero mientras se mantuviera dentro de la cueva estaría segura.

Aunque la seguridad resultaba muy relativa en aquellas circunstancias. Mientras se hallase bajo las garras de Tanya, Alice nunca se encontraría segura. A pesar de ser consciente de ello, no podía imaginarse abandonar a Jasper. Es probable que Tanya no la matara con sus propias manos, pero se aseguraría de que acabase muerta.

El solo pensamiento de no volver a poder mirar los ojos verde pálido de Jasper hizo que se le revolviera el estómago. Todos los druidas de Britania sabían lo importantes que eran los MacMasen para su supervivencia. ¿Era, como Jasper le había dicho, la idea que tenía de él y de sus hermanos, forjada tras empaparse de todas esas historias que había oído, lo que hacía que lo viera como su salvador?

Es más que eso. Sé que es mucho más.

Alice había visto lo que había en los ojos de Jasper. Había podido atisbar las sombras que lo perseguían, pero también había podido ver cómo tomaba el control. Todos los guerreros del Foso lo consideraban el líder. Puede que no todos se hubieran aliado con él, pero sabían que no debían cuestionar su autoridad.

Jasper se dio la vuelta y la descubrió observándolo. Él frunció el ceño y le preguntó, con un simple movimiento de la cabeza, si todo estaba bien.

Ella asintió y apartó la mirada. Pero ya era demasiado tarde. Por el rabillo del ojo advirtió que se aproximaba a ella.

—¿Qué sucede? —preguntó él.

Alice flexionó las piernas, hasta plegarlas sobre su pecho, y descansó la barbilla en las rodillas. Había estado sentada en la losa que Jasper utilizaba como cama desde que se había apartado de él por la mañana. Tenía las nalgas entumecidas, pero le daba miedo moverse, le aterraba llamar todavía más la atención.

—¿Alice?

—No pasa nada. Solo estaba mirándote a ti con tus hombres.

Él se sentó a su lado y reposó los codos sobre las rodillas.

—Ninguno de los guerreros se atrevería a entrar en mi cueva. Puedes pasear y moverte tranquilamente.

—¿Y si Tanya me descubre?

—De hecho es solo cuestión de tiempo que lo haga.

Alice se pasó la lengua por los labios mientras su cuerpo se estremecía ante la idea.

—Entonces, ¿por qué posponer lo inevitable? Os estoy poniendo a ti, a Seth y a los gemelos en peligro escondiéndome aquí.

Jasper se puso tenso y giró la cabeza para mirarla.

—¿Crees que nos importa lo que Tanya pueda hacernos? Alice, ella lanza al Foso a la gente a la que quiere doblegar. Todos aquí acabaremos o aliándonos con ella o muriendo. Ese es el único modo que tenemos para liberarnos.

—Entonces, ¿crees que ella me dejará aquí abajo?

—Se me ha pasado por la cabeza. Tú misma dijiste que te quería muerta.

Alice esperaba que Jasper llevara razón. Tenía muchas más posibilidades de sobrevivir allí abajo con Jasper que en cualquier otro lugar.

—Espero que te encuentres en lo cierto.

—Por supuesto. Mis hermanos están de camino para salvarme y cuando lo hagan, te sacaré de aquí también.

—¿Estás seguro de que tus hermanos saben que estás aquí?

A Jasper se le dibujó una sonrisa irónica en la cara.

—¡Oh, claro que sí! Tanya me comentó que les había dejado una nota. Ellos saben que me tiene preso.

—¿Cómo te capturó Tanya?

Por el modo en que Jasper frunció el ceño, ella habría preferido no haber preguntado nada.

—No importa —dijo ella—. De verdad, no importa.

—¿Qué dicen las historias que conoces sobre mí y mis hermanos?

Ella dudó un instante sin saber muy bien por dónde empezar.

—Nos contaban que vosotros fuisteis los tres primeros guerreros a los que descubrió Tanya y que ella aniquiló a todo vuestro clan para capturaros.

—Es cierto. Tanya lo exterminó todo, desde el ganado hasta los niños y los bebés. Todo lo que había en la tierra de los MacMasen murió.

La forma que tuvo él de hablar hizo que a ella le doliera el alma. Pudo oír el horror y la aceptación en su voz y aquello la entristeció mucho.

—Lo siento, Jasper.

—Mi mujer y mi hijo murieron en aquella masacre, junto con mis padres. Yo me había marchado con Emmett, con Edward y con otros hombres a visitar a la futura prometida de Emmett. Tanya debió atacar justo después de que nos marcháramos.

A Alice le dio un vuelco el corazón. No tenía ni la menor idea de que Jasper hubiera estado casado y de que hubiese sido padre. Ella le puso la mano sobre la pierna.

—Nada que yo pueda decir mitigará el dolor por la pérdida de una esposa y un hijo.

—¿Qué más contaban las historias?

Ella apartó la mano de su pierna y se aclaró la garganta. Era evidente que a él no le gustaba hablar de su mujer y de su hijo y ella no podía culparlo por ello. Siempre había escuchado decir que el tiempo cura todas las heridas. Puede que reduzca el dolor, pero uno nunca olvida la muerte.

—Cuentan que salisteis en busca de Tanya.

—No —dijo Jasper mientras sacudía la cabeza—. Ella nos envió una nota diciendo que sabía quién nos había atacado. Mis hermanos y yo nunca nos dimos cuenta de que detrás de aquello había una trampa. Tan pronto como pusimos un pie en su montaña nos encadenó y liberó a nuestro dios.

—¿Cómo fue el hecho de liberar al dios?

—Más doloroso de lo que nunca puedas llegar a imaginar. —Soltó un suspiro y se recostó contra las rocas—. Era como si cada hueso de mi cuerpo se partiera por la mitad y luego volviera a juntarse. La sangre me quemaba como el fuego en las venas, mientras el poder del dios empezaba a fluir por mis miembros. Mi cuerpo se sacudía por el dolor, pero el poder que el dios nos proporcionó pudo incluso con aquel dolor. Rompimos las cadenas que nos había puesto y escapamos antes de que ella se percatara de lo que estaba sucediendo.

—Fuisteis afortunados.

—Muy afortunados. Aunque en aquel momento no lo veíamos así. ¿Qué más cuentan las historias?

Alice flexionó las piernas y se sentó sobre ellas.

—En cuanto escapasteis de Tanya desaparecisteis, aunque seguisteis luchando contra ella.

—Desaparecimos. —Jasper soltó una carcajada—. Vivimos durante cincuenta años como animales en las montañas, enfrentándonos unos a otros. Teníamos demasiado miedo de aproximarnos a las aldeas. Fue Edward el que nos llevó de vuelta al castillo.

—¿El castillo MacMasen?

—Sí.

Alice no podía creerlo.

—Nunca a nadie se le ocurrió buscar allí. Las tierras de los MacMasen se habían dividido entre diferentes clanes y todo el mundo asumió que el castillo estaba vacío.

—Había una aldea cerca del castillo. Dejamos que creyeran que el castillo estaba encantado.

—¿Y nunca abandonasteis el castillo?

Jasper se encogió de hombros.

—Yo lo hacía ocasionalmente, pero mis hermanos nunca. Queríamos mantenernos escondidos de Tanya y cada vez que veíamos a un wyrran lo matábamos.

—¿Fue así como te capturó?

Jasper agachó la cabeza. Alice tenía muchas preguntas. Puede que él no hubiera querido que ella conociera al verdadero Jasper, pero la verdad acabaría saliendo a la luz. Nunca le había importado mentir, pero a ella no quería mentirle, aunque la confianza desapareciera de sus ojos color turquesa.

—No, Alice. Me capturaron porque Edward se enamoró de Isabella y yo no podía soportar verlos juntos.

—¿Porque echabas de menos a tu esposa?

Ojalá fuera tan simple.

—En cierto modo. Tanya atacó el castillo para capturar a Isabella, que es una druida. Logramos forzar la retirada de los guerreros y los wyrran que nos atacaron y pudimos salvarla. A pesar de que Isabella es mortal y Edward inmortal, su amor no tiene fronteras. Así que salí de allí con la intención de tener tiempo para mí mismo. Vi a un wyrran y lo perseguí, y acabé cayendo en una trampa. De nuevo.

—¿Entonces Tanya descubrió dónde estabais tus hermanos y tú?

—Sí. Estoy convencido de que ha vuelto a atacar el castillo desde entonces y, si conozco a mis hermanos y a los otros guerreros que hay con ellos, Tanya no ha tenido ninguna posibilidad.

—¿Hay más guerreros con tus hermanos? —preguntó con la voz llena de sorpresa.

Jasper se detuvo: Alice no se había alejado de él cuando había confesado que había salido huyendo de sus hermanos. Tenía curiosidad por saber el motivo.

—Sí, hay otros guerreros. Cuando yo me marché se habían unido a nosotros cuatro guerreros más para luchar contra Tanya.

—¿Lo sabe ella?

—Sí.

Alice tenía los ojos abiertos repletos de incredulidad y esperanza.

—¿Esperáis que se os unan más guerreros?

—Mis hermanos esperan que lleguen más. Y Seth, Duncan e Ian ya se han unido a mí.

—¿Es eso suficiente para vencer a Tanya?

—Tendrá que serlo.

Alice le puso una mano sobre el brazo y se acercó más a él. A Jasper se le desbocaba el corazón cada vez que ella lo tocaba. Quería cogerla entre sus brazos y besarla hasta que ambos se quedaran sin aliento y luego acostarla para poder cubrir el cuerpo de ella con el suyo. Quería penetrar su dulce cuerpo y escuchar sus suaves gemidos de deseo.

—Una druida más sería de ayuda. ¿Puedo unirme a vosotros?

De pronto a Jasper se le secó la boca. El rostro de Alice estaba solo a unos milímetros del suyo y sus pechos le rozaban el brazo. Su cuerpo ardía y la única cosa que podría aliviarlo era aquella mujer que lo miraba con unos exóticos y suplicantes ojos.

—Claro —respondió él—. A Isabella le encantará tener a otra druida en el castillo.

La sonrisa de Alice era embriagadora.

—Gracias.

Era Jasper el que debería darle las gracias a ella. Alice era especial, y no solo porque era una druida. Era extraordinaria porque lo hacía sentir de nuevo como un hombre.

El deseo que invadía sus venas debió mostrarse en sus ojos, porque de pronto la sonrisa se desvaneció del rostro de ella. Aun así, no se apartó de él.

Y aquello era todo lo que Jasper necesitaba para dar rienda suelta a la necesidad que sentía de besarla.

Jasper.

La voz de Seth rompió lo que fuera que estuviera pasando entre Alice y Jasper. Alice apartó la mirada para que Jasper no pudiera ver lo desesperadamente que deseaba que la besara.

Era una sensación asombrosa desear que la tocara. Durante su corto matrimonio, Alice no había gozado con el contacto de Rory ni con sus besos castos y sin sentimiento.

Pero con Jasper todo era diferente. El corazón y la respiración se le aceleraban y le quemaba el cuerpo entero. No podía entender cómo un simple hombre podía provocar tales cosas en ella, pero le gustaba demasiado como para cuestionárselo.

Alice se pasó la lengua por los labios mientras Jasper se ponía en pie. No hubo más palabras entre los dos hombres. Fuera lo que fuese que Seth quería que Jasper supiese, solo con decir su nombre le había transmitido toda la información.

Jasper le hizo un leve gesto con la cabeza a Seth antes de volverse hacia ella.

—Quédate en las sombras. No te muevas y por todos los santos, no hagas ningún ruido.

—¿Es Tanya? —preguntó ella.

—No lo creo, pero sea quien sea, no quiero que sepa que estás aquí.

Alice puso los hombros tensos.

—Haré lo que me dices.

Jasper le guiñó un ojo y se soltó el pelo de la coleta antes de apagar la antorcha. Él dudó un momento, pero fue suficiente para que ella se diera cuenta de que se había transformado en guerrero.

La cueva se llenó de oscuridad y Alice se quedó allí dentro, sintiéndose sola. Se acurrucó contra las frías piedras. Pensó que no era momento para esconderse en una de las esquinas más oscuras.

Gracias a la luz del resto de las antorchas, Alice pudo ver que Jasper y Seth tomaban posiciones en la entrada de la cueva de Jasper. También advirtió que se movía el pelo corto del gemelo Ian cerca de donde ellos estaban.

—Quédate donde estás —dijo Duncan mientras se acercaba para colocarse delante de ella—. Yo te protegeré.

Cuando Alice inclinó la cabeza hacia un lado, pudo observó que Jasper y su piel color medianoche se desvanecían en las sombras que lo rodeaban. Sentía demasiada curiosidad como para no querer saber lo que ocurría. El corazón le palpitaba en los oídos cada vez más fuerte a medida que crecía su ansiedad.

—Tranquila —le susurró Duncan—. Todo irá bien.

Alice quería creer al guerrero azul claro, pero para ella nada había ido «bien» desde hacía unas cuantas semanas, años incluso.

—No es Tanya.

Ella levantó la mirada hacia el robusto guerrero. Solo podía atisbar su silueta, pero eso bastó para descubrir que tenía la mirada fija en Jasper.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó ella.

—Los otros guerreros. Si fuera Tanya se esconderían.

El único guerrero al que podía vislumbrar, aparte de Jasper, Seth e Ian, era el que estaba justo delante de ellos. El guerrero se hallaba recostado, con un hombro sobre las rocas y los brazos cruzados sobre el pecho, con gesto despreocupado.

La luz de las antorchas parpadeó y permitió ver su piel cobriza y un pelo castaño largo hasta la barbilla, con raya en el medio y suelto, flanqueando su rostro. Su falda escocesa estaba en mejores condiciones que las de los gemelos, pero no pudo reconocer el tartán. A ambos lados de sus sienes sobresalían dos cuernos gruesos que se curvaban sobre su frente.

Si aquel guerrero suponía un indicio, entonces Duncan tenía razón y en realidad no era Tanya la que había llegado al Foso. Pero si no era Tanya, ¿quién podía ser?

—Jasper... —Una voz profunda retumbó en el Foso.

 

 

Jasper no se sorprendió al ver a Broc haciéndole señas para que se acercara. Pero ¿qué quería el guerrero alado? Jasper sintió la necesidad de volver la vista para buscar a Alice, pero mantuvo la cabeza hacia delante y confió en que Duncan la protegería.

—¿Quieres que vaya contigo? —preguntó Seth.

—No, hablaré con Broc yo solo.

Jasper no entendía la necesidad que tenía Broc de atormentarlo desde que estaba preso en la montaña, pero el guerrero azul añil se aseguraba de tenerlo siempre vigilado.

Quisiera lo que quisiese, no deseaba que los otros lo supieran. Broc no tenía miedo de nada, ni siquiera de que lo atacasen en el Foso. Ese había sido el plan de Jasper, atacar al guerrero para poder liberarse. Aunque Seth y los gemelos estaban de acuerdo, los otros guerreros no habían querido unirse al plan.

Jasper se tomó su tiempo mientras caminaba hacia la puerta que los mantenía encerrados en el Foso. Como con todo allí, la puerta era de piedra, con un vano lo suficientemente grande para poder pasar comida, pero demasiado pequeño para permitir que nadie pudiera escapar. Además, Tanya había utilizado su magia y no importaba el poder que tuviera el guerrero, no podría escapar del Foso si la puerta no estaba abierta.

E incluso así era peligroso.

—¿Qué quieres? —preguntó Jasper en cuanto llegó a la puerta.

Broc escondió sus grandes alas, que le sobresalían por detrás de la cabeza, y cruzó los brazos sobre el pecho.

—Se te está acabando el tiempo.

—¿Te envía Tanya para ponerme nervioso? Porque no me estás diciendo nada que no sepa ya.

Broc puso los ojos en blanco.

—Puede que seas el más listo de los tres hermanos, Jasper MacMasen, pero a veces eres duro de entendederas.

Ese comentario consiguió llamar la atención de Jasper. Se acercó más a la puerta y bajó el tono de su voz.

—¿De qué me estás hablando?

—¿De verdad crees que Emmett y Edward vendrán a por ti?

—Sin lugar a dudas. —Aunque había dudado de ello un par de veces. Al fin y al cabo, no había sido el mejor de los hermanos.

Broc le echó un vistazo al guarda que había a su izquierda y bajó la voz.

—Ella se lo va a poner muy complicado y a ti también. Te quiere a ti, Jasper. Te quiere lo suficiente como para asegurarse de que nunca puedas salir de aquí.

—¿Por qué me cuentas esto?

—Creo que tienes que comprender en qué punto te encuentras. Has estado ya varias semanas en el Foso. Has demostrado tu autoridad frente a los guerreros, lo que le ha demostrado a Tanya que tú eres lo que ella necesita.

Jasper frunció el ceño ante las palabras de Broc.

—No hay nada con lo que pueda amenazarme, nunca sucumbiré ante ella.

—Ve con cuidado con lo que dices —Broc lo alertó y dio un paso atrás—. Se te está acabando el tiempo.

Jasper quería llamar a Broc para que volviera y preguntarle por qué había repetido aquella última frase. ¿Qué era lo que sabía? Jasper entendía que no podía preguntarle al guerrero, aunque deseaba llamarlo para hacerlo. Si Broc hubiera querido que lo supiera, se lo hubiera dicho claramente.

Jasper se dio la vuelta y regresó a su cueva. No se detuvo en la entrada y siguió adelante en busca de Alice. Tan pronto como lo vio, ella se puso en pie y Duncan se apartó a un lado.

—¿Quién era? —preguntó ella.

—Uno de los guerreros de Tanya. Se llama Broc. Es el único guerrero que conozco que tenga alas.

—¿Alas? —repitió ella con los ojos abiertos por la sorpresa.

Jasper asintió y se quedó mirando la antorcha que mantenía Duncan en la mano para volver a dar luz a la estancia.

—Todos los guerreros son diferentes.

—Estoy empezando a darme cuenta —murmuró—. ¿Qué quería Broc?

—Avisarme.

Jasper miró a Seth y a los gemelos.

—Broc me ha preguntado si estaba seguro de que mis hermanos vendrían a por mí.

Seth resopló.

—Claro que van a venir.

Pero Jasper había empezado a cuestionárselo. Puede que Tanya no les hubiera dicho a sus hermanos dónde estaba, tal y como le había hecho creer. Puede que les hubiera mentido a Edward y a Emmett, asegurándoles que se había unido a ella.

Nunca debería haber huido de sus hermanos, no importaba lo doloroso que hubiera sido ver a Edward y a Isabella juntos. Si..., no, cuando escapara de aquella montaña, Jasper iría directo a sus hermanos y les rogaría que lo perdonaran por haber sido un cretino durante tres siglos.

—¿Qué más te ha dicho Broc? —preguntó Ian.

Jasper se encogió de hombros.

—Solo quería recordarme que Tanya se ha dado cuenta de que he tomado el control aquí abajo.

—Supongo que eso le habrá gustado —dijo Seth, seco.

—Desafortunadamente.

Jasper bajó la vista y se quedó mirando sus garras negras. Eran largas y afiladas y habían visto mucha sangre desde que el dios fuera liberado. ¿Cuánta más tendría que derramarse antes de poder encontrar un poco de paz?

Las manos de Alice le tocaron el brazo. En un abrir y cerrar de ojos, él volvió a encerrar a su dios. No le gustaba que ella estuviera cerca mientras se hallaba en su forma de guerrero. Admitía que era una estupidez. Ella podía ver a los otros con su aspecto de guerreros, pero él había pasado tanto tiempo con alguna parte de su dios a la vista, que quería demostrarse a sí mismo que lo tenía todo bajo control.

Le costó un momento darse cuenta de que los otros los habían dejado solos a él y a Alice.

—Nunca se alejan de ti —dijo ella.

Jasper se quedó mirando la mano que ella había colocado sobre su brazo.

—Me tocas con más libertad de la que nadie lo ha hecho nunca.

—¿Y eso te molesta? —Alice dejó caer su brazo a un lado.

—Debería.

—Mi abuela nos enseñó que a veces un simple gesto de contacto puede hacer más por una persona que las palabras.

Jasper cerró la mano en un puño en un esfuerzo por no pasar sus dedos por su cintura y atraerla hacia él.

—Tu abuela era muy sabia.

—¿Por qué te molesta tanto mi tacto?

—Ya te lo he dicho. No estoy acostumbrado.

Ella sacudió la cabeza y algunas de sus trenzas cayeron por delante de sus ojos.

—Es muy triste.

—A mi esposa no le gustaba que yo la tocara.

Jasper no estaba muy seguro de qué lo había llevado a compartir aquel secreto con Alice. Podía ser porque la druida no lo había juzgado en ningún momento o porque simplemente quería hablar de Maria.

Alice le cogió el puño cerrado con ambas manos y suavemente le abrió los dedos. Se sentó sobre la losa y lo instó a que se pusiera a su lado.

—¿Qué tipo de mujer no iba a querer que la tocaras? Eres un hombre atractivo que proviene de una familia poderosa. Seguro que tenías a todas las mujeres que querías.

—Es cierto —confesó Jasper—. Mi esposa y yo crecimos juntos. Siempre me estaba persiguiendo. Cuando era una muchacha era una pesadilla. Luego, cuando crecimos, nos hicimos amigos.

—Debió de amarte mucho.

—Eso creo. —Y eso fue su perdición. Su madre le había advertido sobre su matrimonio con Maria y le aconsejó que conociese antes de cualquier compromiso a otras mujeres, pero Jasper no la había escuchado. Había pagado con creces aquel error.

—¿ Estuvisteis casados mucho tiempo ?

—Casi cuatro años. —Que le habían parecido cuatro eternidades.

Alice suspiró. Sus manos todavía tenían sujeta la suya.

—¿Quieres contarme lo que sucedió?

Jasper no deseaba hacer tal cosa. Pero su boca se abrió y las palabras empezaron a brotar.

—Maria se quedó embarazada casi de inmediato. Yo estaba muy feliz y parecía que ella también. Pero lo pasó muy mal durante el embarazo. Estaba siempre enferma y casi nunca podía salir de la cama. Cada vez que me acercaba a ella, me pedía que me marchara.

—Los cuerpos de algunas mujeres no soportan bien los embarazos. No era culpa tuya.

Ahora él lo sabía, pero por aquel entonces no.

—Cuando por fin llegó el día del nacimiento de mi hijo, pensé que luego todo volvería a ser como antes, pero todo había cambiado. El parto duró muchas horas. Llegó un momento en que la matrona pensó que Maria no sobreviviría. Soportó casi dos días de parto hasta que por fin nació nuestro hijo.

—Un momento de gran alegría, seguro.

Jasper sonrió al recordar cómo Edward, Emmett y sus padres lo habían celebrado.

—Sí. Fue una gran celebración, según me contaron después. Yo no me uní a los festejos porque quería estar con Maria.

Alice sonrió.

—Como debe ser.

—La matrona le dijo a Maria que no se arriesgase a tener más hijos. Le entregó unas hierbas que tenía que tomar todos los días para no volver a quedarse embarazada.

Alice hizo una mueca para sus adentros. Sabía qué iba a ser lo próximo que dijera Jasper, pero no lo detuvo. Él necesitaba hablar de ello.

—Maria se negó a tomar las hierbas por miedo a que no funcionaran y yo no quería volver a poner su vida en peligro. Ella ni siquiera me permitía dormir en la misma cama porque pensaba que la forzaría.

Alice no podía creer que la esposa de Jasper hubiera sido tan egoísta. Si realmente hubiera conocido a Jasper, Maria hubiera sabido que él nunca le haría ningún daño.

—¿Hablaste con ella alguna vez de eso? —le preguntó.

Jasper sacudió la cabeza.

—Lo intenté varias veces al principio, pero ella no atendía a razones. Después de un tiempo dejé de intentarlo.

—Nadie lo sabía, ¿verdad? ¿Y tu familia? ¿Pensaban que eras feliz?

El modo en que Jasper la miró, como si le sorprendiera que ella lo comprendiera, hizo que se le encogiera el corazón. Las historias que había oído de los MacMasen, no contaban mucho sobre los hermanos. Ciertamente no contaban lo guapo que era Jasper o el modo en que hacía que ella deseara tener la magia capaz de proporcionarle toda la felicidad que él deseara.

—No —respondió él tras un largo silencio—. Mi familia nunca lo supo. Yo lo quise así. ¿Y la tuya? ¿Sabía tu abuela que eras infeliz?

Alice le soltó la mano y apartó la mirada. Siempre era más fácil escuchar a los demás que revelar algo de uno mismo, especialmente esa parte que hubiera deseado que no hubiera existido.

Ante su sorpresa, Jasper retuvo la mano entre una de las suyas. Con un dedo de la otra mano, le giró suavemente el rostro hacia él para que lo mirara.

—¿Es demasiado doloroso?

—Solo porque desearía que nunca hubiera sucedido. Rory nunca me forzó, pero temía la magia que corría por las venas de mi familia.

Jasper frunció el ceño.

—¿Es muy poderosa esa magia?

—Lo suficiente como para que mi abuela pueda esconder un conjuro en mi cabeza.

—¿Y tu magia?

Ella tragó saliva y bajó la mirada.

—Mi madre y mi abuela no tenían una buena relación. Mi madre pensaba que era mejor olvidarse de las cosas de los druidas. Por eso, no me enseñó los conjuros y mi madre le prohibió a mi abuela que estuviera cerca de mí para que tampoco ella pudiera enseñármelos.

—¿No conoces la magia?

—Sí, pero no del modo en que debería hacerlo. Cuando asesinaron a mi padre defendiendo nuestra aldea de los wyrran, creo que mi madre se dio cuenta de su error. Pero la profunda pena que sentía por la muerte de su marido hizo que se olvidara de mi hermano y de mí. Poco después, ella también murió. Cuando vino mi abuela, empezó a instruirme cuanto pudo, pero ya habían pasado demasiados años.

Jasper le acarició la mano con el dedo.

—Sabes sanarte a ti misma.

—Sí, y puedo sentir el humor de las personas. Mi abuela decía que ese era mi gran poder y que podía haber sido mucho más grande si mi madre hubiera obrado correctamente. Ya ves, no todos los druidas poseen una magia especial.

—¿Por qué? —Él se recostó en la roca y flexionó una pierna para apoyar el brazo.

—Mi abuela decía que era o bien porque habían empezado a apartarse de los druidas o porque su magia no era lo suficientemente fuerte desde el principio.

Jasper sacudió la cabeza.

—No lo entiendo. O tienes poder o no lo tienes. Isabella, la esposa de mi hermano, no sabía que era una druida. Lo descubrimos por casualidad cuando estaba intentando arreglar el jardín.

—Ah, es parte de los mie querer que las cosas crezcan. Tenemos ese poder.

—Eso lo averiguamos más tarde con Isabella. Pero fue cuando se enfadó y la planta empezó a morir cuando descubrimos el poder que ella tenía.

—¿Está aprendiendo a utilizar su magia? ¿Hay alguna druida que le enseñe a utilizarla?

Jasper se encogió de hombros.

—Cuando yo me fui, Edward hablaba de salir a buscar una druida para Isabella, pero no sé qué ha pasado desde que me cogieron preso.

—Si no hay ninguna druida que ayude a Isabella, entonces lo haré yo.

—Eres una buena mujer, Alice.

Ella sonrió, de nuevo más tranquila.

—Ahora háblame de Rory.

 

Jasper odiaba pronunciar el nombre de su marido, odiaba saber que otro hombre había probado sus labios y había sentido su piel sobre la suya. Aquel pensamiento hizo que la ira de Jasper creciera rápidamente, instigada por unos inesperados celos. Luchó por mantener a su dios bajo control, rezando para que Alice no se hubiera dado cuenta de lo tenso que se había puesto.

—No hay nada que contar. Yo no quería casarme. Es tan simple como eso.

—Nada es tan simple como eso —dijo Jasper—. Puede que no lo amaras, pero podíais haber sido amigos.

—Eso hubiese sido imposible —susurró ella—. Él no quería casarse conmigo igual que yo no quería casarme con él. Ninguno de los dos tuvo elección. Hicimos lo que era mejor para la aldea.

—¿Qué era lo mejor? —Jasper sabía lo que era permanecer casado con alguien con quien desearía no estarlo. Pero por lo menos, él y Maria hubo un tiempo en que fueron amigos. Aparentemente, Alice y Rory no podían decir lo mismo.

Alice apoyó la cabeza contra las rocas y suspiró.

—No me alegré cuando murió, pero estaba feliz de ser libre de nuevo. Él hacía que me preguntara todo lo que yo era. No le gustaba mi pelo, no le gustaba mi magia, pero odiaba que no supiera todo lo que una druida tenía que saber.

—Puede que fuera el mejor luchador de tu aldea, pero era el hombre equivocado para ti.

Ella soltó una carcajada.

—Gracias. Nadie hubiera admitido eso en mi aldea.

—Son todos unos idiotas.

Su sonrisa era contagiosa y él sonrió también.

—Me has hecho sonreír a pesar de la situación en la que me encuentro.

Justo como había pasado antes, él se sumergió en sus ojos color turquesa, su cuerpo le pedía que la atrajera hacia sí y la besara. Que reclamara sus labios y su cuerpo como suyos. No había nada que deseara más en este mundo que tener sus brazos alrededor de su cuello y oírla suspirar mientras su cuerpo se introducía en el de ella.

Pero entonces pensó en la conversación que había mantenido con Broc y las palabras de alerta del guerrero.

—Tienes el ceño fruncido —dijo Alice.

—Broc me dijo que se me estaba acabando el tiempo.

—¿Qué significa eso?

Jasper se inclinó hacia delante y puso los codos sobre las rodillas. Agachó la cabeza mientras emitía un largo suspiro.

—No tengo ni idea. Supongo que tiene que ver con Tanya. Todo en este maldito lugar tiene que ver con esa bruja.

—Edward y Emmett vendrán, Jasper. Sé que lo harán.

Jasper deseó estar tan seguro como ella.

 

 

Charon tamborileó con sus garras color bronce en las rocas de la entrada de su cueva. Odiaba el Foso, odiaba la montaña y, al igual que todos los demás, no saldría de allí en mucho tiempo.

Sin embargo, él partiría antes que la mayoría. Tanya le había hecho una oferta que no podía rechazar. Todos sospechaban que había un espía en el Foso, pero nadie se había dado cuenta de que era él.

Aunque estaba interesado en lo que hiciera Jasper MacMasen, Charon no disfrutaba espiando ahora que estaba obligado a hacerlo. Le gustaba elegir sus propios vicios, y tenía muchos.

Se había quedado sorprendido ante la rapidez con que Jasper había impuesto su dominio sobre los guerreros del Foso. Charon no se había enfrentado a él. Aunque el enfrentamiento llegaría en algún momento. Estaba esperando el momento oportuno.

Todo el mundo tenía sus debilidades, incluso el gran Jasper MacMasen. Encontraría su punto débil y lo utilizaría a su favor contra Jasper y Tanya. Solo era cuestión de tiempo que pudiese dejar a un lado todo aquel montón de piedras y regresara a los asuntos con los que disfrutaba.

Charon le sonrió a Seth, el guerrero blanco que siempre estaba al lado de Jasper. Seth no confiaba en Charon, y bien que hacía.

Lo más interesante era que Jasper había salvado a la mujer; por su parte, no se hubiese molestado en hacer nada por salvarla. Pero era un hombre, y había pasado muchísimo tiempo desde que había desfogado su lujuria entre las piernas de una mujer. Y aquella maldita druida parecía realmente deliciosa.

No obstante, Jasper la vio antes. Y ahora la protegía como si fuera la respuesta a todas sus plegarias. Tampoco Seth ni los gemelos se separaban de ella.

Fascinante. Realmente fascinante.

Charon no se sorprendió al ver que Seth se le aproximaba.

—Estáis más protectores de lo habitual, ¿no crees?

Seth se detuvo frente a él.

—Dime, Charon, ¿por qué no te has unido a nosotros? No ayudas a Tanya. Cuantos más guerreros estén del lado de Jasper, más opciones tendremos de escapar de aquí.

—Han pasado décadas desde que alguien escapara de esta montaña. No creo que ahora vaya a ver que uno de vosotros lo consiga.

—¿Y por qué no nos ayudas a hacerlo posible?

—¿Por qué debería hacerlo? —preguntó Charon.

A Seth se le tensaron los músculos de la mandíbula.

—Porque estamos aquí metidos para morir o para convertirnos en sus esclavos. Personalmente, preferiría no hacer ninguna de las dos cosas. Jasper es nuestra mejor opción.

—Él es tu mejor opción. Pero no para mí, así que deja que me las apañe solo.

—Un día necesitarás mi ayuda y me encontraré en posición de negártela.

Charon se rió.

—Ese día no llegará nunca.

—Ya lo veremos —dijo Seth antes de girarse, quedar de espaldas y empezar a andar.

Él mantuvo la sonrisa en su rostro incluso después de que Seth desapareciera en la cueva de Jasper. A Charon no le gustaban las predicciones de ningún tipo porque había aprendido demasiado pronto lo lejos que se podía llegar con esas predicciones.

 

 

Alice intentaba pasar el rato pensando en los conjuros que su abuela le había enseñado en lugar de perseguir a Jasper con la mirada como una chiquilla que nunca antes hubiera visto a un hombre atractivo.

Había visto hombres guapos, pero ninguno como Jasper MacMasen.

A pesar de todo lo que le había dicho a Jasper, Alice había mantenido vivas la mayoría de las ideas de su madre durante su época de aprendizaje. El modo de obrar de los druidas no había sido parte de la educación de Alice, así que escuchar a su abuela pronunciar frases tales como «la guerra que acabará con todas las guerras o «el final de todo lo bueno de este mundo» no habían significado nada para Alice.

No hasta que Dunmore y los wyrran habían aparecido en su aldea. En su huida por el bosque, Alice intentó recordar todas las palabras que su abuela le había dicho. Pero era demasiado tarde.

La magia que tenía que haber fluido por su cuerpo, no respondía cuando ella la llamaba. Podía curarse a sí misma, sí, pero solo porque su abuela le había obligado a hacerlo cada día mientras estuvo viva.

Su abuela la había obligado a practicarlo tantas veces que se había convertido en su segunda naturaleza, al contrario que el resto de poderes de su magia. Uno de los principales poderes de Alice, el de adivinar los sentimientos de la gente, venía a ella por sorpresa esporádicamente. En otras ocasiones, como ahora, cuando quería descubrir qué era lo que hacía que Jasper se mostrase tan reservado, la magia ignoraba su llamada.

Era frustrante. En aquel preciso instante se odiaba a sí misma. Su abuela había intentado alertarla, prepararla para lo que estaba por venir. Puede que como Alice no le prestaba la suficiente atención, la anciana hubiese tenido que enterrar en la mente de su nieta el conjuro con el que se podía dormir a los dioses.

Alice levantó las manos. La parpadeante luz de las antorchas hacía que brillaran con un tono rojizo anaranjado. Sus manos eran las de una druida, con poderosa sangre druida en sus venas, pero no podía ayudar a los hombres que tenía a su alrededor a luchar contra una despiadada bruja.

Hubo un tiempo en que los mie podrían haberse levantado contra Tanya, pero Tanya había seguido incrementando su poder, yendo a escondidas a la caza de los druidas de todo el país y robándoles sus poderes. Cuando los mie se percataron de sus verdaderas intenciones, la magia de Tanya ya era demasiado fuerte. Se hubieran necesitado muchos mie enfrentándose a Tanya, y los druidas, tanto los mie como los drough, tenían demasiado miedo de ella.

Alice suspiró y cerró las manos. Podía centrarse y hacer que floreciera una planta, pero no tenía nada con lo que enfrentarse a Tanya o con lo que ayudar a Jasper y a sus hermanos en su misión. Resultaba inútil como druida.

No era de extrañar que Tanya no se hubiera molestado en matarla ella misma. No había suficiente magia en sus venas como para beneficiar a Tanya de algún modo.

Una sombra se movió y se dirigió hacia ella. Alice vio la piel azul claro y el pelo castaño y largo de Duncan. Él se quedó mirándola un momento en silencio.

—Eres una mujer muy tranquila.

—La penumbra hace que me acuerde del pasado, lo que nunca es bueno.

—No podemos cambiar nuestro pasado, no importa lo mucho que queramos hacerlo.

Sabias palabras.

—¿Siempre hay tanta calma aquí abajo?

—A veces. Y otras hay peleas entre los guerreros, como la otra noche.

Alice frunció el ceño. ¿Había habido una pelea? No recordaba haber oído ninguna, pero era cierto que ella dormía siempre profundamente. Aunque resultaba extraño que se hubiera dormido de tal modo y que no hubiera escuchado esa pelea.

—¿Te has metido alguna vez en una pelea?

—Solo si tengo que hacerlo —dijo levantando uno de sus musculosos hombros—. Mi lealtad es para con mi hermano, Jasper y Seth. Siempre estaré de su lado en una batalla.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí abajo?

—Mucho más tiempo que Jasper, pero no tanto como Seth.

Lo cual no le aclaraba nada, pero era cierto que una persona podía perder la noción del tiempo en aquella oscuridad.

—¿Erais ya amigos vosotros y Seth antes de que Jasper llegara?

—No luchábamos unos contra otros, si es eso lo que quieres decir.

Alice volvió a mirar a Jasper. No se había movido de su posición, justo a la entrada de la cueva. Estaba oculto por las sombras, pero ella podía sentir su presencia.

—¿Y con Jasper? ¿Luchaste contra él?

—En cuanto lo capturaron, los soldados de Tanya no pararon de alardear de que habían atrapado a uno de los MacMasen. Quería conocer a Jasper, pero nunca me imaginé que Tanya lo lanzaría al Foso.

—Pero lo hizo.

—Sí, lo hizo. Ian y yo supimos, por el modo en que le hablaba a Jasper, que él podía ser uno de los MacMasen de los que tanto habíamos oído hablar. Tanya tuvo cuidado de no pronunciar nunca su nombre. Aunque no nos costó mucho descubrirlo.

—Supongo que los otros se enfrentaron a él.

Duncan se rascó la barbilla.

—La manera de sobrevivir aquí abajo es demostrar que nadie puede vencerte, que eres el más fuerte, el más poderoso. Cuando alguien nuevo cae aquí, una pelea es lo primero con lo que se encuentra. Así fue con Jasper. Ian y yo nos quedamos atrás y observamos. Todas las historias que habíamos escuchado explicando lo fantásticos guerreros que eran los MacMasen no habían mentido.

Alice estaba fascinada, pero era cierto que siempre se había sentido cautivada por la historia de los MacMasen. Su abuela le contaba la historia cada noche, sin cambiar ni una sola palabra.

—¿Se enfrentó Seth a Jasper?

—Seth hizo como nosotros, se quedó observando. Jasper no necesitaba nuestra ayuda, ni siquiera cuando seis guerreros lo atacaron a la vez.

Alice abrió la boca sorprendida.

—¿Seis? ¿Seis y no lo ayudasteis?

Duncan soltó una carcajada y movió los pies.

—Todavía no lo has visto luchando. En cuanto lo hagas comprenderás por qué le resultó tan fácil convertirse en el líder aquí abajo.

—¿Tú no hubieras querido su puesto?

—Antes de que Jasper llegara, había peleas todos los días, casi todos los días. Todos intentábamos ser mejores que los demás.

—Pero sois guerreros. Todos sois poderosos, o al menos, eso es lo que se cuenta en las historias.

Duncan cruzó los brazos sobre el pecho.

—Todos nosotros tenemos un dios en nuestro interior, sí, pero Jasper es el más viejo de todos. Es el que más tiempo ha vivido con su dios. También hay dioses que son más fuertes que otros.

—¿Cuál es tu dios?

—Ian y yo llevamos al dios Farmire. Es el dios de la batalla o el padre de la batalla, como le gusta que lo llamen.

—¿Ambos tenéis al mismo dios?

—Sí —respondió Duncan—. Somos gemelos, así que lo compartimos todo, incluso al dios. Jasper y sus hermanos también tienen al mismo dios.

Ella asintió.

—Jasper me lo dijo. ¿Cómo puede ser? Yo pensaba que había un dios por hombre.

—Tendrás que preguntárselo a los dioses —dijo Duncan antes de marcharse.

Alice sentía más curiosidad que nunca por Jasper. En ninguna de las historias se decía que los hermanos compartían al mismo dios.

Si Alice creía a Duncan, debía creer que los hermanos MacMasen eran los más fuertes. Ojalá hubiese visto a Jasper enfrentarse a los otros guerreros cuando lo arrojaron al Foso. Había visto luchar a los hombres muy pocas veces y nunca le había gustado verlo.

Pero era cierto que ninguno había sido Jasper MacMasen.

 

-----------------------------------

AAAAA SABEN QUE ME ENCANTA DE ESTA PAREJITA, ES QUE SE CUENTAN TODO, ESO ES HERMOSO, QUE NO AIGA SECRETOS ENTRE ELLOS, AUNQUE LA SITUACION NO ES MUY BUENA YA ESTA HABIENDO UN ACERCAMIENTO ENTRE ELLO, LA ATRACCION AHI ESTA, SOLO FALTA QUE LO DEJEN SURGIR, JAJAJA, QUE MALA SOY ¿VERDAD? A PESAR QUE ESTAN EN FOSO, LLENO DE GUERREROS DESCONTROLADOS, UN ESPIA Y TODO JAJAJA YO QUIERO  VER PASION ENTRE ELLOS JAJAJA.

 

PUES YA VEREMOS, LAS VEO MAÑANA CHICAS, BESITOS

Capítulo 44: CUATRO Capítulo 46: SEIS

 
14444151 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10761 usuarios