LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103288
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 36: TRECE

Todavía faltaban unas cuantas horas para el amanecer cuando Emmett se despertó y descubrió que Rosalie todavía estaba entre sus brazos. La observó mientras dormía durante un momento antes de permitir que sus manos acariciaran su suave cuerpo. Su cuerpo era flexible y tenía los músculos tonificados, pero con las curvas de una mujer que podían hacer que un hombre tuviera una erección solo de pensar en ellas.

Él sostuvo un pecho en su mano y pasó el pulgar por encima del pezón. El pequeño pezón se endureció y se quedó tenso mirando hacia él, como si buscara más del placer que él quería proporcionarle.

Para su sorpresa, sus labios se movieron contra su cuello, lamiéndolo. La sensación de su boca contra su cuerpo le envió una oleada de deseo justo a su miembro. Se puso duro, anhelando estar dentro de ella una vez más.

Rosalie gimió y alargó las manos para alcanzar su erección.

—¿Es a esto a lo que crees que he venido?

Emmett ahogó una carcajada.

—Por favor, dime que sí. Antes de ti, he pasado trescientos años sin tocar a una mujer. No puedo imaginarme pasar un momento más sin poseerte.

—Oh, Dios mío. —Ella lo miró de frente—. ¿Trescientos años? Y yo que pensaba que mis ochenta años habían sido una eternidad.

—Si no has venido para aprovecharte de mí, entonces, ¿para qué has venido? ¿Desnuda y en mitad de la noche?

El brillo en sus profundos ojos azules hizo que se le encogiera el estómago. Disfrutaba mirándola, le encantaba ver cada pequeño gesto que cruzaba su rostro. Era tan expresiva y fascinante que deseaba reclamarla como suya.

—Sí, estoy desnuda, mi hermoso jefe. ¿Debería cubrirme?

—Ni te atrevas —le dijo él, y la retuvo cuando ella intentó apartarse de sus brazos—. Me encantaría que no llevaras ni una pieza de ropa el resto de la vida.

La hermosa risa de Rosalie inundó la habitación.

—¿El resto de mi vida? Eso puede ser mucho, mucho tiempo, deberías saberlo. ¿Qué te parece si no me pongo nada durante el resto de esta noche?

—Bueno, en realidad vas a llevar algo puesto.

—¿De verdad? —Preguntó arqueando las cejas—. ¿Y qué es eso?

—A mí.

Puso su boca sobre la suya e introdujo la lengua entre sus labios. Le encantaba el modo en que ella lo besaba y se aferraba a él.

Ella terminó el beso y le puso un dedo sobre los labios.

—He disfrutado dándote placer antes. ¿Quieres que vuelva a hacerlo? Quiero explorar tu cuerpo, Emmett. Quiero aprender qué te gusta y qué te da placer.

—La respuesta eres tú. Tú me das placer.

Ninguna de las mujeres que había llevado antes a su cama le había dicho aquellas palabras. Les gustaba cómo él les daba placer, pero ninguna antes había preguntado cómo satisfacerlo a él.

Las manos de Rosalie corrieron por sus hombros hasta su cuello antes de que sus dedos se entrelazaran con su cabello. Le tiró suavemente del pelo y le acarició el cabello con las uñas. Aquello le hizo sentir escalofríos por toda la piel, pero también le recordó que llevaba el cabello más largo de lo que ahora estaba de moda.

—Creo que tendré que cortarme el pelo.

—Ni te atrevas —le susurró—. Me encanta tal y como lo llevas. Y me encanta esto.

Emmett puso una mano sobre la suya que estaba sobre la cabeza de jabalí de su torques.

—¿De verdad?

—Es de un tiempo pasado, pero un tiempo al que perteneces. Eres la esencia de las Highlands, Emmett. Todo lo que hay en ti hace que la gente sepa que eres un auténtico hombre de estas tierras.

Sus dedos apresaron fuerte los de ella. Él no sabía si ella entendía el significado de lo que había dicho, pero él sí. Aquella mujer lo había ayudado a recuperar una parte de él mismo que se había perdido cuando Tanya desató a su dios. Ella lo había ayudado a recordar quién era en realidad.

Un hombre de las Highlands.

Emmett la tumbó mientras la besaba ardorosamente, mostrándole sin palabras lo mucho que la quería a su lado. Sus labios se separaron de los de ella y se deslizaron por su cuello y sus pechos. Hizo círculos con su lengua alrededor de un pezón antes de mordisquearlo.

Ella lanzó un grito de placer, pero Emmett solo acababa de empezar. Cambió al otro pecho y pasó la lengua por encima del pezón, ya duro antes de cerrar la boca sobre él y succionar.

Deseaba estar dentro de ella, pero todavía tenía que darle más placer. Emmett bajó hasta su estómago, parando durante el camino para besarle el ombligo y mordisquearle las caderas. Puso sus brazos bajo sus caderas para mantenerla quieta antes de inclinarse y lamerle el sexo.

Rosalie no había sentido nunca antes algo tan maravilloso. Tenía un gemido atrapado en la garganta, su cuerpo era incapaz de moverse mientras Emmett seguía moviendo su lengua sobre su parte más sensible. Con las manos sujetándole firmemente las caderas, ella no podía hacer otra cosa que rezar para que aquel increíble placer no terminara nunca.

Ella gritó de placer cuando su lengua comenzó a juguetear con su clítoris. Podía sentir cómo se hinchaba a medida que su deseo iba creciendo. Ella cogió sus antebrazos con las manos y meció sus caderas hacia él.

Como si él supiera que estaba a punto de llegar al clímax, Emmett le cogió el clítoris entre los labios y aspiró. Su cuerpo se aceleró mientras gritaba su nombre entre las convulsiones del orgasmo, dejándola jadeando y con el cuerpo todavía temblando.

Él siguió acariciándola con la lengua hasta que los últimos espasmos desaparecieron. Entonces se levantó y le dio la vuelta de Isabella contra la cama. Le levantó las caderas en el aire y de un empujón, se introdujo en su interior.

—Emmett —susurró ella mientras sus dedos se agarraban a las sábanas.

Emmett sabía perfectamente cómo se sentía. Él quería prolongar aquel momento, pero no podía aguantar mucho más. Emmett empezó a moverse con fuerza contra sus caderas, primero lentamente, luego más rápidamente a medida que sus gemidos aumentaban.

Le encantaba ver cómo Rosalie llegaba al éxtasis. Y saber que le había dado tanto placer lo hacía llenarse de orgullo. Salió de ella justo dejando solo la punta en su interior. Luego volvió a penetrarla de nuevo.

Su deseo crecía rápidamente como siempre que estaba con Rosalie. Pero era capaz de mantenerlo controlado mientras le daba placer. No fue hasta que no sintió su cuerpo contraerse sobre su pene en otro orgasmo cuando él perdió el control.

—¡Rosalie! —Gritó cuando su semilla se derramó con un orgasmo que lo dejó algo mareado.

El orgasmo lo dejó débil y saciado. Mientras se acostaba de un lado, todavía dentro de ella, supo que nunca se cansaría del cuerpo de Rosalie y de la satisfacción que le proporcionaba.

 

 

Rosalie se despertó en los cálidos brazos de Emmett, sus piernas se encontraban entrelazadas y sus rostros enfrentados. Amanecía y por la ventana entreabierta de la habitación entraba una tenue luz que le permitía ver su rostro claramente. No podía recordar la última vez que había dormido tan plácidamente o había sido tan feliz. Todo era por Emmett, ella lo sabía.

Emmett, que le había demostrado lo mucho que la deseaba. Lo había sentido en sus besos, lo había visto en sus ojos. No le había ocultado nada.

Y aquella última noche, ella tampoco.

Por una vez, quería ser la muchacha que había encontrado a un hombre que la complacía y le hacía sentir como la mujer que era. Emmett le había dado todo aquello y mucho más.

Una lágrima le resbaló por el rabillo del ojo y se deslizó por su mejilla para aterrizar sobre el brazo de Emmett, que le acariciaba el cabello. Deseaba poder quedarse con él, tal como estaban, para siempre. Pero sabía mejor que nadie que nunca nada duraba para siempre.

Rosalie se apartó de sus brazos lentamente y se levantó de la cama. Más lágrimas amenazaban con desbordarse de sus ojos y no quería que él se despertara y la encontrara llorando por un futuro que nunca podría ser.

Lo que lo hacía todo más complicado es que ella temía que ya se había enamorado de Emmett. Si él se despertara en aquel preciso instante y le pidiera el Pergamino, ella se lo daría y rezaría para que no la odiara por habérselo ocultado.

Se acercó para acariciarle el rostro, pero se detuvo antes de hacerlo. Puede que él se despertara y la atrajera hacia sus brazos de nuevo. Entonces ella no podría resistirse. Nunca había sido capaz de oponerse.

Acéptalo. Acepta el futuro que te ofrece.

¿Y si él descubría alguna vez lo que era el anillo que ella llevaba en el dedo? La odiaría, y tendría toda la razón para hacerlo, a pesar de todos los juramentos que ella había hecho. Emmett valoraba la familia y la honestidad. Ella no podía darle ninguna de las dos cosas.

Todo lo que podían compartir era la pasión que ninguno de los dos podía negar. Ella esperaba que aquello fuera suficiente porque era todo lo que podía permitirse darle.

Rosalie se alejó unos pasos de él y se dirigió a la ventana por la que había entrado la noche anterior. Convocó a la diosa de su interior y se hizo invisible. Durante un largo rato se quedó mirándolo, casi deseando que se despertara.

Cuando ya no pudo resistirlo más, Rosalie saltó por la ventana. Volvió a su habitación y se transformó antes de acurrucarse en su cama y dejar brotar las lágrimas que había estado aguantando.

Al despertarse su diosa, ella se había sorprendido, había tenido miedo y a la vez había sentido un poco de excitación. No había comprendido entonces el peligro que la aguardaba. O la soledad que desde entonces sería su eterna compañera.

Fue después de la muerte de Robena y el asesinato de su padre cuando Rosalie comprendió el futuro que la esperaba. No podía confiar en nadie.

A Robena no le había importado que Rosalie fuera una guerrera. Los druidas sabían que podía haber otras guerreras. No, lo que a Robena le preocupaba era el Pergamino. Le había inculcado aquella preocupación a Rosalie hasta que se convirtió en una obsesión, en lo único en lo que podía pensar.

Rosalie quería quitarse el anillo y lanzarlo lejos para olvidar que existía. Lo lanzaría al mar si supiera que Tanya nunca lo encontraría. Pero Tanya tenía muchos modos de averiguar las cosas. Rosalie no podía arriesgarse, no importaba lo que le dijera su corazón.

 

 

Emmett se hizo el dormido hasta que ya no pudo oler el perfume de Rosalie. Solo entonces abrió los ojos. Había deseado que se quedara con él hasta por la mañana para poder volver a hacer el amor.

Algo pasaba. Rosalie no había dicho nada, pero él había sentido sus ojos clavados sobre él cuando se había levantado de la cama, había podido sentir su anhelo. ¿En qué había estado pensando?

Ella estaba acostumbrada a estar sola y a hacer lo que quería. Él no le reprochaba eso, pero deseaba poder despertarse y encontrarla todavía entre sus brazos.

Emmett se sentó y se frotó la cara con las manos. Quería pensar que la noche anterior había hecho algún progreso con ella, pero no estaba seguro de ello. A aquella mujer le gustaba su tacto, lo sabía. Pero ¿era eso suficiente para mantenerla junto a él? ¿Se atrevería a intentarlo?

Por mucho que quisiera una respuesta, no la había. Soltó un largo suspiro antes de levantarse de la cama y prepararse para comenzar el día. Después de vestirse, abrió la puerta y encontró a Edward de pie frente a él con la mano levantada para llamar a la puerta.

—¿Va todo bien? —Le preguntó Emmett a su hermano.

Edward lanzó una mirada furtiva al pasillo.

—¿Puedo hablar contigo un momento?

Emmett se hizo a un lado para dejarlo pasar. Cerró la puerta detrás de Edward y se apoyó contra ella esperando a que su hermano hablara.

Edward se detuvo en el medio de la habitación y se giró para mirarlo.

—Isabella está preocupada por Rosalie.

—¿Por qué?

—Ojalá lo supiera —lamentó Edward con la mandíbula apretada por la frustración—. Es de lo único de lo que podía hablar anoche. No deja de decir que Rosalie parecía preocupada.

—Seguro que lo está. La atacaron y casi pierde la vida. Se despertó en un lugar extraño con gente que no conoce. Le preocupaba ver cómo la aceptarían los guerreros. Rosalie ha pasado la mayor parte de sus cien años como guerrera sola. Y no confía en nadie.

Edward entornó los ojos.

—Eso es lo que le dije a Isabella, pero ya conoces a mi esposa. Le gusta arreglar las cosas.

Emmett sonrió.

—Te arregló a ti.

—Dile a Isabella que Rosalie necesitará un poco de tiempo. Sé lo difícil que fue para nosotros vivir con el dios, pero no me puedo ni imaginar lo que habrá resultado para Rosalie siendo una mujer.

Edward asintió y miró hacia la cama.

—¿Le has dicho que sabes lo que es el anillo, lo que ella guarda?

—No, ni tampoco pretendo hacerlo. Déjalo, Edward. —Emmett se puso tenso contra la puerta—. Si no quiere decírmelo, que así sea. Tendrá sus razones.

—¿Qué pasa si te esconde algo más?

Emmett apenas cerró los ojos y cogió aire profundamente.

—Puede que así sea. No confía en mí.

Edward frunció el ceño y miró atentamente a Emmett.

—Te importa mucho, ¿verdad?

—Mis sentimientos hacia ella son fuertes, tengo que admitirlo. La quiero en mi vida. No puedo explicar lo que me pasa cuando ella está a mi lado.

Edward se acercó a él.

—Me alegro de que hayas encontrado a tu mujer, hermano. Tú estuviste al lado de Isabella cuando lo necesitó, yo estaré al lado de Rosalie si me necesita.

A Emmett no le pasó desapercibida la duda en los ojos de Edward.

—Sé que no he sido un buen hermano estos últimos trescientos años. He dejado que te encargaras de demasiadas cosas y por eso nunca podré pedir las suficientes disculpas.

—No —dijo Edward—. Todos teníamos que enfrentarnos a lo que nos había sucedido.

—Si no hubiera estado borracho, quizá hubiéramos podido ayudar a Jasper. Siempre me maldeciré por eso.

Edward puso la mano sobre el hombro de Emmett y le dio un apretón.

—Eres un buen hombre y un buen líder. Te has apartado de la bebida y te has encargado de hacer lo que es necesario. Confío en tu juicio, Emmett.

—Entonces confía también en mí sobre Rosalie. La necesito, Edward.

Edward le sostuvo la mirada un momento y luego dejó caer la mano a un lado y asintió.

—Haré lo que me pides, hermano.

—Gracias.

—Vamos. Es hora de comer algo —sugirió Edward, y se dirigió hacia la puerta.

Emmett miró hacia la cama con las sábanas revueltas. La imagen de Rosalie encima de él con la cabeza hacia atrás atravesó su mente. Estaba decidido a tenerla en su cama cada noche, aunque tuviera que seducirla cada vez.

Sonya ya había puesto la comida sobre la mesa cuando él y Edward entraron en el gran salón. Isabella salió de la cocina con tres panes en las manos, una sonrisa en el rostro y los ojos brillantes al mirar a su marido.

Jacob entró en el salón desde el patio frotándose las manos. Se sentó a la mesa y olisqueó el aire.

—Pan caliente y leche. Llevo toda la noche hambriento.

Isabella se rió y puso un pan entero delante de Jacob.

—Raciónalo y así no tendrás que atacar la cocina por las noches.

Él miró a Isabella y sonrió.

—No puedo evitarlo cuando tengo hambre.

Edward y Sonya se rieron abiertamente cuando Jacob partió el pan y lo soltó de inmediato al quemarse los dedos. Hilos de humo salían de los dos trozos de pan y desaparecían sobre su cabeza.

Vladimir y Riley aparecieron desde la cocina y se sirvieron sus platos antes de sentarse. Las conversaciones llenaron el salón trayendo a la memoria de Emmett muchos recuerdos.

Él lo observaba todo con interés. Cuando él y sus hermanos regresaron al castillo y lo encontraron en ruinas, nunca se hubiera imaginado que volvería a oír las risas llenándolo.

Había costado casi trescientos años y una guerra que estaba a punto de llegar con Tanya, pero las piedras se estaban volviendo a poner en su sitio y de nuevo la gente llenaba el castillo. Ellos eran ahora su familia, su responsabilidad.

Emmett supo cuál era su papel en el momento en que dejó el vino y empezó a tomar decisiones. Todavía lo aterraba el pensar que pudiera tomar una mala decisión. Sin embargo, los demás lo seguían sin importarles nada.

Isabella le puso dos rebanadas de pan en el plato y le dio un beso en la mejilla.

—Estoy tan contenta de que hayas vuelto. Esto no era lo mismo sin tenerte aquí.

Le dio unos golpecitos en la mano a su cuñada y le ofreció una amplia sonrisa. Isabella tenía un buen corazón. Se lo abría a cualquiera que necesitara su amor y su atención. Había poca gente como ella en el mundo.

—Gracias.

Su sonrisa se desvaneció y sus ojos oscuros se posaron sobre los de Emmett.

—Confía en ti mismo y en tu juicio, Emmett. Conseguiremos hacer que regrese Jasper.

Él forzó una sonrisa. Ella siempre había tenido la habilidad de leer su mente y la de sus hermanos con precisión, a veces con demasiada precisión.

—Claro que lo conseguiremos.

—Ahora come. Tienes un largo día por delante.

Emmett esperó hasta que Isabella se había apartado para levantar los ojos hacia Edward. Los ojos verde mar de su hermano estaban apagados, pero llenos de determinación. Edward siempre había sido fuerte y eso no había cambiado.

—Iremos a la aldea hoy —dijo Emmett—. Sé que dije que teníamos que terminar la cuarta torre primero, pero no puedo esperar. Jacob, tú y Riley vendréis con nosotros.

Jacob asintió y se puso otro pedazo de pan en la boca.

—¿Esperas problemas?

—No, pero mejor que estemos preparados.

Alistair bajó las escaleras y ocupó su sitio.

—¿Quieres que Vladimir y yo vayamos también?

—No quiero dejar a Isabella y a Sonya solas.

Sonya entornó los ojos y resopló.

—No estaréis lejos.

—Yo voy con vosotros.

A Emmett se le paró el corazón al escuchar aquella voz tan familiar. Se giró hacia las escaleras y vio a Rosalie. Llevaba el pelo recogido en la base del cuello con un lazo añil que hacía juego con su vestido. Le gustaba verla con aquellos sencillos vestidos. Los llevaba con mucha más normalidad y confianza que los modernos vestidos de la corte.

Rosalie había aprendido a adaptarse de un modo que ni él ni sus hermanos habían hecho. Podían aprender la lección de ella.

—Si os parece bien —matizó Rosalie ante el repentino silencio.

Emmett se humedeció los labios y se obligó a mantenerse en calma en lugar de salir corriendo hacia ella y cogerla entre sus brazos para besarla.

—Perfecto.

Rosalie bajó el tramo de escaleras que le faltaba para llegar al salón y se dirigió a la mesa. Volvió a sentarse entre Isabella y Jacob. Emmett quería que estuviera a su lado, en el lugar reservado para Jasper.

Tenía todo el tiempo del mundo para cortejarla mientras se convertía en el hombre que quería ser. A Emmett no le gustaba que aquello pudiera durar varios años, pero estaba decidido a que finalmente fuera suya sin importarle lo mucho que le costara.

A Emmett le molestó que ella no lo mirara mientras comía. Mantenía su atención fija en Isabella y Sonya. De vez en cuando miraba a Jacob o a Alistair y hablaba con ellos.

Emmett hacía rato que había terminado de comer y estaba hablando con Edward sobre la reconstrucción de algunas de las cabañas más cercanas al castillo cuando Rosalie levantó la mirada. Emmett se encontró con sus maravillosos ojos azules y vio la incertidumbre que había en ellos.

Pero sobre qué tenía dudas, no lo sabía.

Emmett caminaba hacia la aldea con Edward a su derecha y Rosalie a su izquierda. Detrás de él iban Jacob y Riley. Se quedó observando toda aquella destrucción que tenía delante y juró estar oyendo resonar en la brisa todavía los gritos de los inocentes que habían muerto en la aldea.

No hacía mucho tiempo, la aldea había estado rebosante de vida, pero Tanya la había arrasado en sus esfuerzos por encontrar a Isabella. Ahora, solo los fantasmas deambulaban por las calles vacías y las cabañas quemadas.

Al final de la aldea, un poco alejado y rodeado por un pequeño bosque de robles, estaba el convento en el que Isabella había crecido. Huérfana y repudiada por todos, había encontrado un hogar allí con las monjas.

Con frecuencia Emmett había subido a las torres para ver a la gente caminando por la aldea, con una alegría que llegaba incluso hasta el castillo. No había nada como el sonido de la risa de un niño. Era pura, sencilla y contagiosa. Les llegaba a las personas directamente al corazón.

Ahora la aldea estaba inquietantemente silenciosa, y aquello perturbaba a Emmett más que las señales del fuego en las murallas del castillo.

—¿Tanya ha hecho esto?—preguntó Rosalie cuando llegó a la primera cabaña incendiada. Posó la mano sobre la puerta que colgaba de una única bisagra.

Emmett asintió con la cabeza.

—Mataron a todo el mundo.

—Igual que hicieron con vuestro clan —murmuró ella, y volvió la mirada hacia él.

Emmett la miró y vio lo profundos que eran sus sentimientos. Ella no había conocido a los habitantes de la aldea, pero podía sentir el dolor de su pérdida. Los recuerdos de la masacre de su propio clan ya no le dolían tanto como antes.

Él no podía cambiar lo que le había sucedido a su familia y a su clan, pero podía asegurarse de que Tanya no matara a más inocentes.

Jacob dio una patada a los restos de una puerta que estaba en medio del sendero.

—Ojalá hubiera estado aquí durante el primer ataque. Al ver esto, me entran ganas de encontrar a los guerreros y a los wyrran responsables de esta masacre y cortarles las cabezas.

Edward suspiró.

—Si hubiéramos sabido que Tanya iba a enviar a su ejército, habríamos podido salvar a unos cuantos. Tal y como sucedió, solo pudimos proteger a Isabella.

—No —dijo Riley. Su voz, que habitualmente sonaba alegre y amistosa, ahora era fría y dura como el hielo—. No importa lo mucho que lo intentemos. No podemos salvarlos. No si Tanya está de por medio.

Emmett y los otros se giraron para observar al guerrero. La sonrisa habitual de Riley y sus brillantes ojos se habían esfumado. Miraba detenidamente hacia la aldea vacía como si estuviera viendo una imagen de su pasado, un pasado lleno de muerte y traición.

Emmett sabía que todos los guerreros de su castillo tenían un pasado. Algunos hablaban de ello, otros no. Riley era uno de los que se guardaba su pasado para él solo, pero lo que Emmett estaba viendo ahora en sus ojos lo preocupó más que el odio que mostraba Vladimir hacia los drough.

—¿Riley? —Dijo Emmett con cuidado.

El joven guerrero se sacudió como si le hubieran dado un bofetón. Sus labios se alargaron en una gran sonrisa que apenas llegó a mostrarse en sus ojos.

—Creo que quiero la primera cabaña. La idea de compartir habitación con Vladimir me da náuseas.

Todos rieron a carcajadas ante el comentario, pero Emmett sabía que algo oscuro y peligroso merodeaba en el interior de Riley. Emmett se dio cuenta de lo que estaba haciendo Riley. En lugar de esconderse tras el vino como había hecho él, Riley bromeaba con todos para conseguir pasar los días. Era el modo de escapar de su pasado.

Emmett estaba decidido a prestar más atención al joven guerrero. No había preguntado qué había pasado con su familia, y aunque lo hubiera hecho, no estaba seguro de que Riley le hubiera dicho la verdad. Puede que Vladimir o Alistair supieran algo. Emmett tomó nota mentalmente de que tenía que hablar con los dos guerreros tan pronto como le fuera posible.

Edward le dio unos golpecitos con el codo a Emmett mientras Riley los adelantaba y se adentraba en la aldea.

—Lo sé —dijo Emmett respondiendo a la pregunta que su hermano ni siquiera había formulado con palabras—. Tenemos que estar atentos.

Jacob se puso delante de Emmett, con sus ojos clavados en Riley mientras se alejaba.

—Todos tenemos un pasado que tenemos que superar. Es como un espíritu que nunca nos abandona. Sea lo que sea lo que tortura a Riley, es él el que tiene que sobrellevarlo.

—Es posible —aventuró Emmett—. Pero quiero que sepa que estamos aquí a su lado.

Jacob giró la cabeza hacia Emmett.

—Riley lo sabe. No hubiera venido si no lo supiera. Ahora solo quiere lo que también queremos todos los demás. Quiere enfrentarse a Tanya.

Riley gruñó.

—Estoy seguro de que podrá hacer realidad su deseo muy pronto.

—Sí —confirmó Emmett, y miró a Rosalie—. Tanya no se olvidará de Rosalie tan fácilmente.

—No después de haber perdido a Isabella —matizó Edward—. Aunque tampoco creo que se haya olvidado de Isabella.

Jacob sacudió la cabeza.

—Tanya no cede ante nada. Si quiere algo, lo intentará una y otra vez hasta que lo consiga.

—Entonces tenemos que asegurarnos de que no nos capture ni a mí ni a Isabella —dijo Rosalie antes de seguir a Riley hacia la aldea.

Emmett esbozó una sonrisa de oreja a oreja ante tanta confianza.

Jacob soltó una carcajada.

—No creo que Tanya supiera qué hacer con Rosalie una vez la hubiera capturado.

—No tengo ningunas ganas de averiguarlo —siguió Emmett—. Pongámonos a trabajar.

Se movieron de cabaña en cabaña inspeccionando los daños y analizando qué se tendría que volver a construir y qué se tendría que reemplazar. Rosalie, Riley y Jacob empezaron a recoger escombros y a apilarlos en el centro de la aldea para quemarlos.

De las veinte cabañas, solo cinco podían salvarse. Las otras tenían de reconstruirse por completo, al igual que el convento. Emmett calculó la distancia de la aldea al castillo.

Haría falta darse una buena carrera hasta alcanzar las puertas del castillo, y eso siendo guerreros. Los habitantes de la aldea habían tenido miedo del castillo de los MacMasen y por eso la comunidad se había instalado tan lejos.

—Debería estar más cerca —murmuró Emmett para sí mismo.

Edward se acercó y se puso a su lado mientras se quitaba el polvo de las manos negras por haber estado revolviendo la madera quemada.

—Estoy de acuerdo. Las cinco cabañas que podemos restaurar son las que se encuentran más lejos del convento y eso nos vendrá bien.

—Sí—confirmó Emmett—. ¿Cuántas crees que deberíamos construir?

Edward miró por encima de su hombro hacia las cabañas que quedaban.

—Dos, tal vez tres. Siempre podemos construir más si las necesitamos.

Emmett no quería perder ni tiempo ni recursos construyendo cabañas que puede que no llegaran a utilizarse, pero por otro lado quería tenerlas listas por si las necesitaban.

Riley, Jacob y Rosalie se acercaron a ellos con un odre de agua. Sus rostros y sus ropas estaban negros por el carbón y a Rosalie se le habían soltado unos mechones de pelo que le colgaban por los lados de la cara.

—¿Qué habéis decidido? —Preguntó Jacob.

Emmett señaló hacia las cinco cabañas.

—Esas cinco son las únicas que se pueden reconstruir. Empezaremos primero con ellas mientras limpiamos la aldea de escombros.

—¿Y después? —preguntó Riley.

—Edward ha sugerido que construyamos dos o tres cabañas más.

Riley se apartó los mechones que se habían pegado a su sudoroso y brillante rostro y los observó.

—Tres serían suficientes, pero yo creo que construiría cuatro. Mientras las construimos deberíamos pensar también en un modo de asegurarlas.

Emmett arqueó una ceja.

—¿Asegurarlas?

—Sí. —Riley recorrió el espacio con la mirada—. Estoy de acuerdo en que los guerreros vivan en las cabañas. Todos sabemos que a Tanya le gusta atacar rápidamente y ya hemos comprobado que las trampas que pusimos en el castillo retrasaron el ataque de los wyrran y eso nos dio tiempo para prepararnos.

—Es una buena idea —convino Edward—. No se me había ocurrido asegurar las cabañas.

Emmett asintió.

—Riley, ¿se te ocurre alguna cosa para asegurarlas?

Riley asintió.

—Pensaré en ello.

—Bien. Ahora quememos los escombros.

Edward dio una palmada con las manos.

—Yo empezaré a recoger la madera que necesito para hacer los muebles.

—Y yo puedo empezar con la reconstrucción de las cinco cabañas —propuso Jacob, mientras aceptaba el agua que le ofrecía Rosalie.

Emmett exhaló y asintió con la cabeza. Todo estaba empezando a funcionar. Por lo menos tendría algo en lo que mantener la mente ocupada mientras esperaba a que el Pergamino falso estuviera terminado y pudieran liberar a Jasper.

Giró la cabeza para mirar a Rosalie. Ella se secó el sudor de la frente con el reverso de la mano y se rió de algo que le dijo Edward.

Después de haberla visto en la corte, no se habría imaginado nunca que estuviera dispuesta a ensuciarse. De nuevo, era cierto que era una mujer de las Highlands. Él sonreía de oreja a oreja, no podía evitarlo. Le gustaba tenerla en su vida. Ella traía el sol a su vida. Y había algo en su presencia que lo hacía ser un hombre mejor, un hombre del que su padre hubiera estado orgulloso.

De pronto, su sonrisa se desvaneció y abrió los ojos atenta. Emmett se dio la vuelta y encontró al guerrero alado aterrizando a unos pasos de ellos.

En un instante, Jacob y Riley se habían transformado en su forma de guerrero. Emmett levantó la mano para detenerlos. Quería saber qué quería aquel guerrero antes de que atacaran.

El guerrero azul oscuro los miró a ambos antes de centrar su mirada en Emmett.

—Emmett MacMasen, he venido con un mensaje de Tanya.

—¿Quién eres?—Preguntó Emmett. Cuanto más pudiera averiguar del guerrero, mejor. Su padre siempre le había dicho que tenía que conocer a sus enemigos mejor que a sus amigos.

El guerrero plegó las alas contra su espalda. Las puntas todavía podían verse sobre su cabeza y por los lados de sus piernas y parecía que estuvieran hechas de algo parecido al cuero. Eran del mismo azul oscuro que su piel.

—Soy Broc.

Emmett observó las alas.

—¿Cuál es su mensaje?

Broc levantó una ceja pero no respondió nada. Al cabo de un momento, dijo:

—Jasper está bien.

—¿Por qué íbamos a creerte? —Preguntó Edward.

Broc los observó atentamente.

—Ah, Edward MacMasen. El hermano mediano. Sé que Jasper está bien porque lo he visto antes de venir aquí.

—¿Qué es lo que quiere Tanya? —Repitió Emmett—. Seguro que no te ha enviado aquí solo para darnos un mensaje cuando sabe que podemos matarte.

Broc sonrió enseñando sus largos y afilados colmillos.

—Podéis intentar matarme. Muchos lo han intentado. Ninguno lo ha conseguido.

—Yo lo conseguiré —aseguró Jacob mientras se dirigía hacia él.

Emmett saltó delante de Jacob y lo obligó a retroceder. Hizo caso omiso del rugido de odio que salió de Jacob mientras escondía sus garras.

—Déjalo por ahora —le susurró Emmett.

Una vez Jacob había retrocedido, Emmett se volvió hacia Broc.

—¿El mensaje dice algo más?

—Sí —respondió Broc—. Ella sabe qué vais a ir a por Jasper. Por eso es por lo que lo ha capturado. Ella quiere que sepáis que es su deseo tener a los tres hermanos MacMasen bajo su control de nuevo.

—Nunca —gruñó Edward entre dientes.

Emmett cerró las manos en un puño mientras la ira se apoderaba de él. Podía sentir el cosquilleo en su piel al saber que se estaba transformando, pero no le importaba.

—Iremos por Jasper. Lo liberaremos. Y en el proceso mataremos a Tanya.

Broc se encogió de hombros.

—Ha pasado mucho tiempo desde que estuvisteis en su montaña. ¿Habéis olvidado el control que tiene sobre las piedras? No hay ninguna posibilidad de que podáis entrar en esa montaña y liberar a vuestro hermano.

—¿Qué tal un trato? —Preguntó Rosalie.

Cuando la mirada de Broc se volvió hacia ella, Emmett mostró los colmillos y gruñó. La sonrisa de Broc hizo que la rabia de Emmett creciera todavía más. La necesidad de matarlo y defender a Rosalie hizo que Emmett diera un paso hacia Broc.

—Me alegra ver que te has recuperado de tus heridas —dijo Broc.

Rosalie puso una mano sobre el brazo de Emmett para detenerle.

—No ha sido gracias a tu amigo.

Emmett no quería que ella hablara con Broc. No quería verla cerca del guerrero, pero Emmett no era tan estúpido como para decirle que se marchara. Rosalie era una guerrera y Emmett no debía olvidar que ella tenía poderes y que podía cuidar de sí misma.

Aun así, no podía evitar sus instintos de protección.

—Rosalie —le gruñó como advertencia. No estaba dispuesto a seguir escuchando mucho más antes de atacar a Broc.

Ella lo miró, sus ojos azules le suplicaban en silencio que confiara en ella.

Estuvo a punto de decirle que él confiaría en ella en el momento en que ella empezara a confiar en él. Pero no dijo nada.

Broc gruñó ante sus palabras, con lo que volvió a llamar la atención de Emmett.

—James no es mi amigo. Tanya está muy enfadada por lo que te ha hecho. Si no necesitara a sus guerreros tan desesperadamente, estoy convencido de que lo hubiera matado.

Rosalie estaba agradecida de que Emmett la hubiera dejado hablar con Broc. Estaba convencida, por el tenso cuerpo de Emmett y el modo en que su piel había cambiado de normal al más oscuro de los negros, de que él estaba luchando por no liberar a su dios y atacar al guerrero alado.

Antes de poder hacerle más preguntas a Broc, el guerrero volvió su atención hacia Emmett.

—Los ataques empezarán pronto.

Emmett observó a Broc.

—¿Cómo puedo saber que dices la verdad?

—No puedes, pero pronto lo descubrirás. Los wyrran están de camino. Tanya pretende manteneros ocupados aquí y así evitar que urdáis un plan para liberar a vuestro hermano.

El estómago de Rosalie se le cerró en un puño del miedo y observó a Edward y a Emmett. Edward ya se había transformado, igual que todos los demás, y estaba al lado de Emmett esperando a que diera la orden de atacar.

Emmett resopló y sacudió la cabeza.

—Si ese es el plan de Tanya, es que necesita tiempo con Jasper.

—Tienes toda la razón. Tiene planes para vuestro hermano —dijo Broc.

—¿De qué lado estás tú?

Broc sonrió.

—Una buena pregunta, ¿no te parece?

Entonces la sonrisa de Broc se esfumó y levantó la cabeza para olfatear la brisa. En un abrir y cerrar de ojos, se elevó en el aire con las alas completamente extendidas. Se hizo hacia atrás y aterrizó en el tejado de una de las cabañas con los colmillos a la vista.

Rosalie vio la garra afilada que cortaba el aire y aterrizaba justo en el lugar en el que había estado Broc un instante antes. Ella se agachó y sintió unos brazos que la rodeaban y la apretaban contra un cuerpo duro antes de caer al suelo.

Emmett.

Cuando levantó la cabeza encontró a un hombre con el pelo largo y oscuro, con la piel, las garras y los ojos del marrón más oscuro.

—Mierda—masculló Emmett mientras recuperaba el equilibrio—. ¿Quién diablos eres tú? —Le preguntó al recién llegado.

El recién llegado dirigió su mirada de Broc a Emmett.

—Soy Garret MacKenna.

Rosalie recuperó el equilibrio, la sangre le golpeaba en los oídos. Estaba sobresaltada al ver que sus garras se habían extendido sin que ella se hubiera dado cuenta. Sus emociones eran un torbellino y si no lograba controlarse pronto, no sería de ninguna ayuda para los otros cuando los wyrran atacaran.

Al contrario que Emmett, Rosalie creía a Broc. Por qué el guerrero alado les querría dar la información no lo sabía y no le importaba. Aquello les daba cierta ventaja. Y necesitaban toda la ventaja que pudieran conseguir.

Broc no se movió del tejado. Tenía la mirada fija en Garret, su rugido de ira retumbaba en el viento. Emmett y los demás también tenían toda su atención puesta en Garret. Era el momento perfecto para preguntarle a Broc algunas cosas para las que quería una respuesta.

Rosalie dio un paso atrás alejándose de los hombres. Cuando estuvo a suficiente distancia, corrió y saltó sobre el tejado. Broc se giró para quedarse frente a ella, con los colmillos a la vista.

—¿Qué quieres? —Le preguntó.

—Quiero saber por qué no me atacaste en Edimburgo.

Él se encogió de hombros.

—¿Y qué importa eso?

—Erais dos. Podríais haberme vencido sin ningún problema.

—Mi obligación era llevar a James al castillo para que él se encargara de ti. Después, yo debía llevarte ante Tanya. Mis órdenes no incluían atacarte.

Rosalie observó atentamente a Broc. Su piel azul marino era tan oscura que parecía prácticamente negra. Había algo en el modo en que hablaba el guerrero que hizo que se diera cuenta de que él pensaba cuidadosamente cada palabra antes de pronunciarla.

—¿Sabías que James había bañado sus garras en la sangre de drough antes de llegar a Edimburgo?

Los ojos azul marino de Broc brillaron de enfado.

—No. Aunque no me sorprendió. James pensaba que la posibilidad de que existiera una guerrera era algo absurdo. Pensaba que serías débil y que no podrías luchar. Cuando vio que lo superabas, no pudo soportarlo.

Aquella era la reacción que Rosalie siempre había esperado de los guerreros.

—¿Y la sangre de drough? ¿Cómo sabías la reacción que produce sobre los guerreros?

—Se ve que nunca has estado en la cárcel de Tanya o no me preguntarías eso. Tanya utiliza métodos de tortura que tú nunca podrías llegar a imaginarte. Puede prolongarte el dolor durante meses e incluso años, hasta que acabes por suplicar la muerte.

Rosalie tragó saliva ante el odio que se desprendía de su voz. Ella, al igual que Emmett, se preguntaba de qué lado estaba Broc realmente. Era evidente que odiaba a Tanya, pero entonces, ¿por qué no huía de su lado como habían hecho los demás?

—Y una vez James me hubo sometido, ¿por qué no me llevaste ante Tanya?

Broc suspiró profundamente. Él mantenía toda su atención en los hombres que había abajo, pero volvió a mirarla.

—Supe, por la cantidad de sangre que salía de la herida y el dolor que te consumía, que necesitabas ayuda de inmediato. Yo puedo volar rápido, pero no tan rápido como para llevarte ante Tanya antes de que hubieras muerto.

—¿Y tú sabías que Emmett sí que podía?

—Sí.

No dijo nada más y Rosalie tuvo que tragarse el rugido de ira que amenazaba con salir por su boca. Estaba a punto de hacerle otra pregunta cuando el primer wyrran apareció de la nada y aterrizó ante ella en el tejado.

Rosalie no dudó ni un momento en transformarse. Estaba acostumbrada a luchar desnuda mientras era invisible, pero no había tiempo para ello. Y las faldas entorpecían todos sus movimientos.

Emmett gritó su nombre, pero no pudo responderle, pues el segundo wyrran se había unido al primero. Rosalie dio un salto atrás para evitar unas garras mientras el recién llegado le mordía la pierna.

Rosalie soltó un grito furiosa, clavó sus garras en el pecho del wyrran que la había mordido y le arrancó el corazón. El primer wyrran soltó un grito agudo, pero antes de que ella pudiera matarlo, Broc le arrancó la cabeza.

—Mantente alerta —le advirtió él antes de salir volando.

Rosalie no pudo observar cómo se marchaba, pues aparecieron más wyrran en la aldea. Ella dio un paso para saltar del tejado al suelo cuando oyó el inconfundible sonido de la madera cediendo. De pronto, estaba cayendo por el tejado y aterrizó con un golpe seco sobre el suelo.

Sacudió la cabeza con fuerza cuando la puerta se abrió de una patada y apareció Emmett. El polvo se levantaba tras su cuerpo negro y hacía que brillaran sus colmillos.

—¿Estás bien? —le preguntó mientras la ayudaba a levantarse.

Ella asintió con la cabeza.

—Un poco aturdida, pero tranquilo, puedo enfrentarme a los wyrran.

Él dudó un instante y ella pudo ver como estaba luchando consigo mismo entre dejar que luchara u ordenarle que se marchara a casa. De ningún modo estaría dispuesta a marcharse al castillo, y menos si podía ser de ayuda. Y no tenían tiempo para discutir.

Cuando Emmett le cogió la mano y se dirigió hacia la puerta, Rosalie soltó un suspiro de alivio. Sabía que era innata en Emmett la necesidad de proteger a las mujeres, pero ella no era cualquier mujer. Era una guerrera. Y se lo demostraría.

Rosalie vio al wyrran que se acercaba a Emmett antes que él. Ella dio un salto y se puso frente a la criatura de piel amarilla. A su alrededor, los sonidos de la batalla inundaban el ambiente. Los alaridos de frustración y dolor de los wyrran se mezclaban con los gritos y rugidos de ira de los guerreros. Era un sonido tan ensordecedor que no podía ni oír sus propios pensamientos.

Sus garras se hundieron en el cuello de un wyrran. El desagradable sonido de la carne cediendo a sus garras y la sangre que le salpicó las manos y los brazos le recordó lo fácil que era quitar una vida.

Sin embargo, Rosalie no se detuvo ante ese pensamiento. Sacó sus garras del cuerpo sin vida del wyrran y dio media vuelta para enfrentarse al siguiente. Sus ojos escrutaron la aldea y encontró a Jacob y a Riley luchando con los dos últimos wyrran. Los guerreros habían hecho un buen trabajo con aquellas demoníacas criaturas amarillentas.

—¿Dónde están los demás? —Preguntó Riley antes de echar la cabeza hacia atrás y soltar un profundo rugido con la sangre brillando sobre su piel plateada.

Jacob y Edward se reían como si fueran dos chiquillos que acabaran de cazar a su primer ciervo. Garret estaba en pie solo y ya había vuelto a su forma humana, pero todavía había un brillo de satisfacción en sus ojos oscuros.

Solo Emmett miraba en silencio a los wyrran muertos. Su piel negra, sus garras, sus colmillos desaparecieron como si nunca hubieran existido.

Rosalie se dirigió hacia él mientras hacía desaparecer a su diosa. Él levantó la cabeza mientras ella se aproximaba y un lado de su boca se elevó en una sonrisa.

A ella le gustaba aquella sonrisa torcida.

—¿Qué pasa?

Emmett se encogió de hombros.

—No puedo evitar pensar en las palabras de Broc. Dudaba sobre si creerlo respecto a lo de los wyrran. ¿Por qué nos lo diría? ¿Qué crees tú?

—No estoy segura. Cuando estaba en el tejado con él, mató a un wyrran que estaba a punto de atacarme.

—Interesante —murmuró Emmett—. Estaría bien tener a un espía en la montaña de Tanya, pero no sé nada de Broc.

—Y no puedes arriesgarte a confiar en él.

Emmett asintió con la cabeza.

—A pesar de todo, el ataque me está haciendo reconsiderar todo lo que nos ha dicho. Creo que necesitamos pensar en sus palabras, o por lo menos estar preparados para cualquier cosa.

Rosalie lo cogió por la mandíbula y sonrió. Se miraron a los ojos, perdidos en ellos mismos durante un instante. El momento se rompió con la llegada de Alistair y Vladimir.

—Por todos los dioses, ¿qué demonios ha pasado aquí? —Preguntó Vladimir.

Riley le dio una palmadita en la espalda y sonrió.

—Los wyrran nos atacaron. Pero antes tuvimos visita de un guerrero de Tanya llamado Broc. Luego, Garret llegó e intentó matar a Broc. Ha sido muy interesante.

Rosalie soltó una sonora carcajada cuando Vladimir le lanzó una mirada asesina a Riley.

Vladimir maldijo en voz alta:

—¿Que me he perdido una oportunidad de matar wyrran?

—No te preocupes —lo tranquilizó Emmett—. Presiento que muy pronto tendrás una nueva oportunidad.

La broma terminó cuando Jacob se dirigió hacia Garret y le ofreció la mano. Entonces ambos se abrazaron e intercambiaron algunas palabras susurradas.

Jacob se giró hacia ellos, con los labios estirados en una amplia sonrisa.

—Quisiera presentaros a Garret MacKenna.

Rosalie permaneció al lado de Emmett mientras Jacob les presentaba al nuevo guerrero. Garret era alto y de hombros anchos. Llevaba un blusón color azafrán bajo la falda escocesa y a pesar de ser un guerrero, llevaba encima diversos cuchillos enganchados a la cintura y uno enganchado a la parte superior de cada una de sus botas. Ella supuso que llevaría algunos más escondidos.

Cuando Garret volvió su oscura mirada hacia ella le sonrió.

—Garret —dijo Emmett—, Rosalie nos transmitió tu mensaje.

Garret asintió.

—Sí.

—De eso ya hace algún tiempo. ¿Dónde has estado?

—Por ahí —fue todo lo que dijo Garret. Se giró hacia Rosalie—. Me alegro de volver a verte.

—Yo también —respondió ella.

Emmett apretó la mandíbula. Resultaba evidente, por el modo en que Jacob había saludado a Garret, que eran amigos. Jacob confiaba en él y Emmett también lo haría. Pero antes, quería algunas respuestas.

—¿Por ahí? ¿Por ahí dónde?

Garret se encogió de hombros.

—Quería asegurarme de que lo que Jacob había dicho sobre vosotros, los MacMasen, era cierto.

—Nos has estado espiando —sospechó Edward.

—Así es —admitió Garret—. Jacob no hubiera salido del bosque si no fuera cierto que había encontrado a los MacMasen, pero la perfidia de Tanya no conoce límites. Tenía que estar seguro de que erais los auténticos —le dijo a Emmett.

—¿Y ya lo estás? —Le preguntó Emmett.

Garret asintió con un simple golpe de cabeza.

—Lo estoy. Quería darme a conocer hoy mismo, pero entonces sentí una presencia. Me mantuve oculto para ver de qué se trataba.

—Broc —afirmó Jacob.

—Sí, el guerrero alado —continuó Garret.

Entonces Alistair dio un paso adelante con la mirada perdida en el cielo.

—¿Dónde está Broc?

—No lo sé —dijo Emmett. Debió de ser el modo en que Alistair miró al cielo, o el modo en que preguntó por Broc, pero Emmett tuvo la sensación de que Alistair conocía al guerrero.

—Regresemos al castillo—propuso Edward—. Si no regreso pronto para decirle a Isabella que estoy bien, me cortará la cabeza.

Emmett asintió y todos empezaron a andar hacia el castillo excepto él. Rosalie dudó un instante, pero él le hizo un gesto con la mano para que los siguiera. Quería estar a solas cuando hablara con Alistair.

—Alistair —llamó—. ¿Podemos hablar un momento?

El guerrero se detuvo y giró su rostro hacia él lentamente.

—Supongo que querrás saber quién es Broc.

Emmett observó alrededor para asegurarse de que los demás estaban lo bastante lejos.

—Sí. ¿Lo conoces?

—Sí. Lo conocí en las mazmorras de Tanya.

No le sorprendió que Alistair le respondiera tan honestamente, pero qué le contaría Emmett todavía no lo podía saber.

—¿Cuánto tiempo hace que lo conoces?

Alistair se encogió de hombros y apartó la mirada.

—Pasé con él los cincuenta años que ella me tuvo preso. Él ya estaba allí cuando yo llegué. Uno pierde la noción del tiempo cuando está en esa montaña.

—Lo sé. ¿Por qué no escapó contigo?

—Escapar no es en lo que piensas una vez has pasado un tiempo allí.

Los ojos grises de Alistair se volvieron hacia Emmett. Sus ojos se habían endurecido y tenía los labios apretados a causa de los recuerdos.

—Solo piensas en sobrevivir a la siguiente ronda de torturas y te preguntas si esta vez por fin acabarás rompiéndote y uniéndote a ella.

—¿Es lo que le pasó a Broc?

—Lo ignoro.

Emmett consideró las palabras de Alistair durante un momento. Había cierta conexión entre los dos hombres. No estaba seguro de cuán fuerte era, pero seguiría investigando. Alistair podría ser un espía de Tanya. Dios sabe que tenía muchos.

—Me has dado consejo muchas veces desde que llegaste, Alistair. Tu mente es rápida y tus sugerencias buenas. Sin embargo, me pregunto, ¿he confiado en ti demasiado rápido? ¿Eres un espía de Tanya?

La piel de Alistair cambió de normal al color del bronce en un instante.

—Debería matarte solo por sugerir que soy leal a esa malvada bruja.

Respiró profundamente y logró controlar la ira que se había apoderado de él de improviso, tal y como Emmett había pretendido.

—Es tu trabajo asegurarte de que somos de confianza —continuó Alistair—. Si yo estuviera en tu lugar, haría las mismas preguntas. Pero aquí mismo te digo que la respuesta es no. No soy un espía de Tanya. Quiero verla muerta.

No había ni el más mínimo resquicio de engaño en los ojos grises de Alistair. Decía la verdad y Emmett le creía.

—Tenía que preguntar.

—Lo sé. Eso es lo que te convierte en un gran líder.

Emmett no esperaba ningún elogio. Le gustaba Alistair y el hecho de pensar que pudiera ser un espía le helaba la sangre.

—Las cosas que ha dicho Broc me han hecho preguntarme de qué lado está. Nos ha ayudado en un par de ocasiones. Hoy mismo ha matado a un wyrran para salvar a Rosalie y nos ha informado de los ataques.

—¿Os dijo que los wyrran iban a atacar? ¿Por qué?

—No tengo ni la menor idea. Luego nos explicó que Tanya lo hace para mantenernos ocupados y que no podamos hacer planes para liberar a Jasper. Edward cree que es para tener más tiempo con Jasper.

Alistair se pasó una mano por el cabello.

—Dudo que ella quisiera que vosotros tuvierais esa información. Sea la razón que sea por la que Broc nos lo dijo, tenemos que confiar en él.

—Ya he pensado en eso. ¿Crees que podríamos convencerle para que se uniera a nosotros?

Pasó un buen rato hasta que Alistair respondió.

—No contaría con ello.

No era la respuesta que quería Emmett, pero hasta que no hablara con Broc y se lo preguntara, no podría estar seguro. Evidentemente, Emmett no podía asegurar que Broc regresaría para darle la oportunidad de preguntarle, pero tenía el presentimiento de que volvería. Fueran los que fuesen los motivos del guerrero alado para ayudarles, seguramente harían que regresara.

 

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AAAAAAAAAAA, YO CREO QUE BROC, NO ES TAN MALO ¿USTEDES QUE PIENSAN? ¿SERA CIERTO LO DE LAS ADVERTENCIAS? O ¿SERA UNA TRAMPA? MMMMMMM, LAS COSAS ENTRE EMMETT Y ROSALIE TODAVIA NO ESTAN MUY BIEN, ROSALIE TODAVIA NO CONFIA, MUCHACHA TONTA, NECESITA UNOS BUENOS ZAPES JAJAJA.

 

CHICAS ESTA PARTE DE EMMETT ESTA A PUNTO DE TERMINAR. SOLO QUEDAN TRES O CUATRO CAPITULOS, ASI QUE "SEGUIRE CON LA TERCERA Y ULTIMA PARTE" "LA DE JASPER"  AQUI LES DEJO LA SIPNOSIS DE SU HISTORIA

 

El más temerario y feroz de los hermanos MacMasen, Jasper, es prisionero del dios que lleva en su interior y vive atormentado por haber sido incapaz de salvar a su familia de la muerte. Su ira lo gobierna y, día a día, va perdiéndose en la oscuridad de su alma. Pero Jasper anhela profundamente amar a una mujer…

Criada por los druidas, la hermosa Alice es tan cautivadora como la antigua magia que corre por su cuerpo. Para Jasper, ella es la mujer más deseable que jamás ha conocido. Pero para su enemiga Tanya, ella es el anzuelo perfecto para arrastrar a Jasper a su trampa. Una vez los amantes estén bajo su poder, su pasión deberá pasar por duras pruebas

 

¿QUE TAL HEEEEEEE? VERDAD QUE ESTA INTERESANTE, IMAGINENSE EN QUE CIRCUNSTANCIAS SE LLEGARAN A CONOSER ESTE PAR, Y AUN ASI PUEDA SURGIR AMOR ENTRE ELLOS,

LAS VEO MAÑANA CHICAS BESITOS

Capítulo 35: DOCE Capítulo 37: CATORCE

 
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