LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103283
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 30: SIETE

Emmett andaba arriba y abajo en su habitación mientras observaba cómo rompía el alba en el horizonte. Tenía la mente ocupada con pensamientos sobre Rosalie. No habría querido que se apartara de su lado, pero si iban a dejar el castillo, tenía que dejar sus cosas en orden.

Todavía no podía creer que ella fuese una guerrera. Nunca en la vida se hubiera imaginado que hubiera guerreros mujer. Pero no entendía por qué estaba tan sorprendido. Era bien sabido que algunos de los guerreros celtas más feroces habían sido mujeres.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo cuando pensó en lo que pasaría si Tanya descubría a Rosalie. Emmett había experimentado en sus propias carnes la ira de Tanya y no quería que Rosalie estuviera cerca de aquella malvada bruja.

La necesidad de volver al castillo MacMasen era enorme. Si hubiera dependido de él, ya estarían allí, pero Rosalie había insistido en hablar antes con Randall. Él lo comprendía, Randall había hecho mucho por ella, pero Emmett no podía evitar pensar que cuanto más tiempo permanecieran en el castillo del rey, más se ponía en peligro Rosalie.

Tenían que encontrarse en los jardines en menos de una hora. Rosalie no tenía la más remota idea de que estarían en el castillo de los MacMasen en un abrir y cerrar de ojos. No veía el momento de regresar a casa, aunque desgraciadamente no llevara noticias sobre el Pergamino que podría ayudar a liberar a Jasper de las manos de Tanya.

Emmett suspiró profundamente. No había podido hablar con el rey. Sin embargo le preguntaría a Rosalie si sabía algo del Pergamino. Tenía que haber alguien, guerrero o druida que supiera si aquel escrito era real o no.

Emmett se dio cuenta de que estaba mirando detenidamente un rosal de rosas rojas. A su madre le encantaban las rosas. Un año su padre le había llevado un rosal de un viaje que realizó a Glasgow. Emmett sonrió al recordar el cuidado con el que su madre había plantado aquel rosal y lo había cuidado día a día. Emmett no creía que pudiera sobrevivir en aquel suelo rocoso, pero con el cuidado que ella le dio, la planta creció y floreció con unas rosas de un blanco virginal.

Debería haber cuidado de las rosas, pero al igual que todo, las había dejado marchitarse y morir.

Llamaron a la puerta y Emmett salió de golpe de sus pensamientos. Abrió y se encontró con Randall. Emmett miró al joven noble con nuevos ojos. Randall había arriesgado su propia vida por ayudar a Rosalie.

—Te debo todo mi agradecimiento —dijo Randall. Se apartó un mechón de pelo rubio que le caía continuamente sobre los ojos.

Esta asintió con la cabeza e hizo un gesto para que entrara en el cuarto.

—Me ha contado todo lo que has hecho por ella. No sé si eres consciente del peligro al que te has expuesto.

Randall se encogió de hombros.

—Mi familia se equivocó con ella. Solo estoy intentando resarcirla.

—¿Ya está lista?

—Vengo a decirte que ya está en los jardines. Está deseosa de abandonar Edimburgo.

—Gracias a Dios —dijo Emmett.

Randall rompió a reír. Luego su sonrisa se apagó y se acercó a Emmett bajando la voz.

—Rosalie ha estado sola durante la mayor parte de su vida. Está acostumbrada a cuidar de sí misma y le cuesta mucho confiar en la gente. Dale tiempo.

—No la obligaré a nada —le prometió Emmett—. Simplemente la llevo a un lugar donde estará a salvo de Tanya. Mi castillo está siendo reconstruido en estos momentos. Hay cuatro guerreros más en el castillo, y dos druidas.

—¿Dos? —Repitió Randall con los ojos abiertos de sorpresa—. ¿Cómo habéis encontrado a dos druidas?

—Una de ellas es la esposa de mi hermano. La segunda nos encontró a nosotros.

—¿Os encontró? ¿Cómo?

—Se lo dijeron los árboles —dijo Emmett con una sonrisa.

Randall hizo un gesto con la cabeza.

—Sorprendente.

Emmett asintió.

—Sí, lo es. Sabes mucho sobre nosotros, Hale. Si alguna vez Tanya llegara a poner una mano sobre ti...

—Nunca pondría a Rosalie en peligro. Nunca —prometió. Tenía los ojos entrecerrados y las mejillas le ardían de la rabia—. No hay nada que pueda hacer Tanya que consiga que yo diga una sola palabra.

Emmett tenía sus dudas, pero le asintió a Randall con la cabeza.

—Espero que tengas razón.

—Tienes mi palabra, MacMasen.

—Eso parece.

Randall hizo una reverencia con la cabeza.

—Cuida de ella.

—Lo haré. Y Randall, si alguna vez necesitas algo, serás bienvenido a mi castillo sea cuando sea.

—Gracias.

Emmett lo observó marcharse. Randall era un auténtico hombre de las Highlands. Su clan debería estar orgulloso de él por poner en riesgo su vida para ayudar a Rosalie. Emmett se prometió a sí mismo que si Randall o el clan de los Hale alguna vez necesitaban su ayuda, él haría lo que fuese por ayudarlos.

Sin mirar atrás, Emmett salió de la habitación. Estaba listo para abandonar Edimburgo, ansioso por mostrarle sus poderes a Rosalie.

Había descubierto su poder por pura casualidad. Edward lo llamaba leum, la palabra gaélica para «salto». El término había arraigado y ahora todos en el castillo lo utilizaban.

Emmett todavía no daba crédito a que pudiera hacer tales cosas. Durante siglos había tenido una poderosa herramienta en sus manos, pero se había sumergido en el vino en lugar de aprender a controlar su poder. Tenía miedo de que llegara un momento en que necesitara usarlo y no supiera cómo.

Siguió el sendero que había en los jardines hasta llegar al banco donde estaba sentada Rosalie. Era un lugar aislado, ideal para la partida.

Emmett recordó la primera vez que había saltado. Había sido por accidente. Había dejado libre al dios para aprender a no temerlo tanto. Estaba en el gran salón y de pronto deseó estar abajo en la playa. Lo siguiente que recordaba era estar de pie con los pies metidos en el agua.

Después de aquello, había dedicado tiempo a aprender cómo controlar el poder a su antojo. Odiaba tener que liberar a su dios para utilizar el poder, pero estaba dispuesto a aprender a utilizarlo sin tener que convertirse. Convencido de que era posible y preparado para conseguirlo.

—¿Me dirás ahora por qué teníamos que encontrarnos en los jardines? —Le preguntó Rosalie con una sonrisa de bienvenida en el rostro.

Darse cuenta de que tenía alguien más que dependía de él hizo que Emmett se estremeciera. ¿Era innato en él fallar a todos los que quería? Le rogó a Dios que no fuera así, porque no podría soportar que Rosalie lo mirara con decepción.

—Vamos a partir desde aquí. Con mi poder.

Ella arqueó las cejas.

—¿Ah, sí? Estoy deseando ver ese poder. ¿De qué se trata?

—Mi hermano lo llama leum.

—¿Salto? —Preguntó ella con el ceño fruncido.

El rió y le cogió la mano.

—¿No hay nada que quieras llevar contigo?

—Absolutamente nada.

—Entonces deja que te muestre lo que es leum.

Justo en el momento en que Emmett empezó a transformarse para utilizar su poder, oyeron a un wyrran. Él se sacudió y miró alrededor para buscar a la criatura.

—¿Otro? —Preguntó Rosalie.

Emmett apretó la mandíbula.

—Tú no puedes luchar con ese vestido. Quédate aquí. Yo lo encontraré.

 

 

A Rosalie no le gustaba que la dejaran atrás, pero sabía que Emmett tenía razón. Se volvió a sentar en el banco y escuchó atentamente al wyrran.

Emmett le había dicho que se quedara allí, pero ella quería ayudar si podía.

Mientras estaba allí sentada recapituló todo lo que había descubierto sobre Emmett. Nunca se había sentido tan hermosa, tan feliz como cuando estaba entre sus brazos. El contacto con sus manos le hacía sentir como si fuera el mismísimo centro de su mundo.

Ni siquiera cuando había admitido que había sido un alcohólico se había producido ningún cambio en sus sentimientos y su deseo por él. Estaba intentando cambiar lo que había sido y, ¿quién era ella para juzgar por todo lo que había tenido que pasar? Había descubierto estando a su lado que ya no bebía. Ella podía entender las razones por las que había empezado a hacerlo, y estaba feliz de saber que lo había dejado.

El amor que sentía por sus hermanos era evidente. Solo hacía falta escuchar su voz cuando hablaba de ellos. Sus hermanos eran lo más importante para él.

Rosalie se preguntó si algún día llegaría a importarle tanto a alguien como sus hermanos a Emmett. Sabía que había algo que los unía a ella y a Emmett, pero ¿duraría? No tenía respuesta para aquella pregunta.

Lo único que la preocupaba era lo que había dicho Emmett del Pergamino No tenía ni idea de lo cerca que estaba de él y se preguntaba si él le quitaría el anillo si supiera lo que había dentro. Ella no lo creía, pero sabía que se lo pediría.

¿Y podría culparle por hacerlo?

No es que ella no comprendiera por qué lo quería, pero era una locura entregarle un documento tan importante a Tanya. No le gustaba la idea de que nadie estuviera bajo sus manos, pero no había nada que mereciera arriesgarse a que Tanya consiguiera el Pergamino.

Tenía que haber otro modo de liberar a Jasper y ella les ayudaría a encontrarlo. El Pergamino no era una opción válida y ella tenía que guardarse las espaldas por si Emmett la traicionaba por el Pergamino.

Emmett ya se había ganado su respeto y no pasaría mucho tiempo más antes de que ella lo considerara imprescindible. Una vez eso hubiera sucedido, ya no podría seguir escondiéndole el Pergamino.

Iba a tener que mantener las distancias con él. ¿Cómo iba a poder soportar verle día tras día en el castillo y no besarle, y no querer acurrucarse entre sus brazos? Iba a ser lo más difícil que tendría que hacer en su vida, pero no tenía otra opción.

Rosalie estaba preparada para una nueva aventura incluso si esa aventura significaba abandonar a Randall y estar al lado de un hombre que le había llegado más adentro de lo que nunca hubiera podido imaginar. La conexión que había entre ella y Emmett la asustaba porque había sido instantánea y demasiado atractiva como para poder resistirse.

Y ella no podía permitirse otro error como el que había llevado al asesinato de su padre.

Castillo MacMasen

Edward estaba en pie junto a su esposa en el patio mientras inspeccionaban el castillo. A Isabella le colgaba por la espalda el pelo castaño en una trenza y sus ojos color caoba lo observaban con un sentimiento de amor que él nunca hubiera imaginado experimentar.

—Emmett estará muy contento —supuso Isabella—. No puedo esperar al momento en que vea todo lo que se ha avanzado en el castillo.

Edward observó la nueva puerta y luego una de las torres recientemente reconstruidas.

—Sí, creo que estará satisfecho. Espero que regrese pronto.

—Lo hará —declaró Isabella—. No quería marcharse, así que no creo que se quede en Edimburgo más tiempo del necesario.

Edward sonrió. Se acordaba del momento en que Emmett se había ofrecido voluntario para ir. Era evidente, por el modo en que tenía torcido el gesto, que hubiera preferido enfrentarse a todo un ejército de Tanya antes que ir al castillo del rey, pero Emmett había dicho que era su deber.

Era fácil adivinar que Emmett se habría sentido inútil en el castillo. Mientras todos ellos trabajaban en la reconstrucción de lo que antaño fue una esplendorosa estructura, se había progresado muy poco en las averiguaciones sobre el Pergamino o cualquier detalle que tuviera que ver con él.

A Edward todavía le costaba creer que Emmett hubiera dejado de beber. No sabía cuánto tiempo duraría, pero estaba feliz de tener de vuelta a su hermano.

Ahora ya solo tenían que rescatar a Jasper.

—Lo rescataremos —aseguró Isabella.

Él miró a su esposa y le besó la frente. Sus poderes como druida habían crecido desde que Sonya había llegado.

—¿Leyéndome otra vez la mente?

—No, mi querido esposo —dijo con una picara sonrisa—. Sé lo que estás pensando por el modo en que aprietas los labios. No trabajes demasiado.

Edward observó cómo Isabella volvía al castillo para seguir trabajando con Sonya en los conjuros que los podrían ayudar a volver a dormir a los dioses. Tenía muchas cosas que hacer, pero su mente estaba centrada en sus hermanos. No podía dejar de preocuparse por ellos.

Jasper era fuerte, pero ¿era lo suficientemente duro como para poder con Tanya? Y Emmett... No había salido del castillo en más de doscientos años. Acababa de dejar de beber y todavía estaba aprendiendo a controlar al dios que llevaba dentro.

Edward rezaba para que sus hermanos pudieran enfrentarse con éxito al destino que hubiera en sus caminos. Los tres juntos eran más fuertes pues los tres compartían al mismo dios. No le gustaba estar separado de ellos.

Aspiró profundamente el viento del mar.

—Date prisa, Emmett, por favor, date prisa.

 

 

Rosalie se reclinó en el banco sobre sus manos y se quedó observando el castillo. Emmett llevaba fuera más tiempo del que ella se habría imaginado. ¿Estaría teniendo problemas en encontrar al wyrran?

Justo en aquel momento divisó a una de aquellas criaturas amarillas cerca de su balcón y a otra en el tejado del castillo. No tenía ni idea de cuáles eran sus intenciones, pero no podía quedarse allí quieta mirando mientras esperaba a Emmett.

Rosalie se puso en pie de un salto y salió corriendo en dirección al castillo hacia su habitación. Pero cuando abrió la puerta no había ningún wyrran a la vista. Escuchó atentamente los sonidos del castillo, esperando oír los gritos de terror que había oído la noche pasada, pero no oyó nada.

¿Dónde se habían metido los wyrran?

Un sonido en su balcón llamó su atención. Al ver a los dos guerreros, el corazón se le paró en el pecho.

Miró al guerrero de un azul tan oscuro que parecía casi negro. Tenía unas alas recogidas contra la espalda que le sobresalían por encima de la cabeza. Mantenía su mirada quieta sobre ella mientras se adentraba en la habitación como si tuviera todo el derecho a estar allí. Ningún guerrero llevaba túnica ni zapatos, solo unos anchos pantalones que colgaban de sus caderas.

—Fuera de aquí. —Estaba orgullosa de oír que su voz había sonado tan firme e imponente como si no le importara haber visto a los guerreros. No sabía por qué estaban allí, pero no liberaría a su diosa hasta que no tuviera más remedio que hacerlo.

—Eso es algo que no podemos hacer —repuso el segundo guerrero, con una piel verde pálido y un pelo negro y corto—. Al fin y al cabo, hemos venido a por ti.

Rosalie sabía que la puerta hacia la libertad estaba justo a unos quince pasos a su espalda. No podría llegar antes de que los guerreros se abalanzaran sobre ella, así que el hecho de escapar no era una posibilidad.

En lugar de eso decidió hacer como que no entendía nada.

—¿Acaso son estos unos nuevos disfraces para un baile de máscaras que haya ordenado el rey? Tenéis un aspecto realmente aterrador. Mi hermano no aprobaría que hubiera un hombre en mi habitación y mucho menos dos.

Los pálidos labios del guerrero verde se volvieron casi negros sobre sus colmillos cuando empezó a gritar:

—No te hagas la tonta con nosotros, Rosalie Hale. Sabes exactamente lo que somos.

—Bien. —Ella dejó de fingir—. ¿Por qué habéis venido?

—Como bien he dicho, estamos aquí por ti. Tanya está deseando conocerte.

—Tanya nunca ha sabido de mi existencia. ¿Por qué está ahora tan interesada en mí?

El guerrero verde pálido echó atrás la cabeza y empezó a reír mientras el guerrero azul inclinaba la cabeza a un lado, con el cabello rubio y largo cayéndole sobre el rostro. Su mirada mientras la examinaba era intensa. Rosalie no sabía a cuál temer más, si al tranquilo con las alas o al exasperado.

Fue el guerrero verde pálido el que respondió.

—Está interesada en ti porque eres una guerrera. Ya ves, el wyrran al que mataste el otro día no era el único que había en el castillo.

A Rosalie se le hizo un nudo en el estómago al escuchar aquello. El sudor empezó a brotar por todos los poros de su piel y las palmas de las manos se le helaron. Si se hubiera quedado con Emmett, no estaría metida en este lío.

Tarde o temprano te hubieran encontrado.

—¿Por qué envió Tanya a los wyrran aquí? —Preguntó.

—Un espía le dijo que Emmett había venido —respondió el guerrero alado.

Respiró profundamente para intentar tranquilizarse y arqueó una ceja.

—No tengo el más mínimo interés en marcharme con ninguno de vosotros dos. Dadle las gracias a Tanya por la invitación, pero voy a tener que rechazarla.

Rosalie habría jurado haber visto una especie de sonrisa en el rostro del guerrero con alas, pero había desaparecido tan rápidamente que no podía estar segura. Tal y como esperaba, el guerrero verde fue el que atacó.

Ella esperó hasta que estuvo casi sobre ella antes de liberar a su diosa. Se permitió sonreír abiertamente cuando vio la expresión de desconcierto en el rostro del guerrero antes de que se lanzara sobre él.

Robena había hecho bien su trabajo. Rosalie sabía cómo protegerse, pero parte de aquella defensa consistía en esconderse. Ahora que Tanya había descubierto que existía, Rosalie tendría que luchar contra un guerrero tras otro.

Si consigues escapar.

Quería gritar y llamar a Emmett, pero aunque lo hiciera, él nunca la oiría. Randall estaba justo en la habitación de al lado, pero no podía arriesgarse a que llegara a la habitación y acabara herido o, aún peor, muerto.

Rosalie clavó sus garras en la espalda del guerrero verde y le hizo una herida hasta la cintura. El guerrero aulló de dolor y le lanzó un puñetazo que le dio directo en la mejilla antes incluso de que ella pudiera hacerse invisible.

Ella retrocedió tambaleándose, unos puntos negros aparecieron ante sus ojos. Algo le desgarró primero un brazo y luego el otro. No necesitaba mirar para saber que el guerrero había utilizado sus garras para atacarla. La sangre empezó a brotar de sus heridas, deslizándose por sus brazos y cayendo al suelo.

No importaba las veces que intentaba aclararse la vista, no lo conseguía. El golpe la había dejado aturdida. No podía pensar claramente, y si no conseguía pensar con claridad, no podría salir de aquella situación.

Rosalie podía sentir que el guerrero estaba cerca. Cerró los ojos para hacer que la habitación dejara de dar vueltas y lanzó una patada al aire. Pudo oír un golpe seco y un alarido que le hicieron saber que el golpe había hecho que el guerrero perdiera el equilibrio.

—No compliques más las cosas —le dijo alguien al oído.

El guerrero azul oscuro. Había dejado que el otro se enfrentara a ella. ¿Por qué?

—No iré a ninguna parte.

—No tienes otra opción —le replicó.

Ella se sacudió la cabeza y se separó de sus brazos. Abrió los ojos y vio que la habitación entera daba vueltas. Tropezó con sus propios pies mientras intentaba dirigirse al balcón. Saltaría desde allí si era necesario, cualquier cosa para escapar.

Antes de poder llegar al balcón, el guerrero verde pálido dio un grito y la cogió por un tobillo. Rosalie pudo recuperar el equilibrio justo a tiempo. Levantó la pierna y le dio una patada en la cara. De pronto, él estaba en pie, con los labios abiertos en una sonrisa que dejaba a la vista sus colmillos.

—Me las pagarás por esto —gruñó.

Vio cómo sus garras se dirigían hacia ella, y aunque intentó apartarse, no fue lo suficientemente rápida. Rosalie soltó un alarido de dolor cuando aquellas garras se le clavaron en el costado derecho.

Como guerrera, pronto cicatrizaría, pero siempre dolía cuando se hacía alguna herida. Tenía los brazos entumecidos por los arañazos, pero nada comparable al fuego que sentía en el costado. Ella se cubrió la herida con las manos; sentía la sangre brotar espesa y rápidamente entre sus dedos.

—¿Qué demonios has hecho? —Le increpó el guerrero alado al otro.

El guerrero verde pálido se encogió de hombros y se miró la garra izquierda.

—No debería haberme golpeado en la cara.

—¿Cómo te has atrevido? —Hablaba entre dientes, los colmillos le cortaban los labios—. Tanya te arrancará la cabeza.

El otro se rió y se marchó hacia el balcón. Sin echar la vista atrás saltó por la baranda.

Rosalie se tambaleó y cayó mientras cientos de luces de colores le nublaban la vista. Se acercó a las patas de la cama para reclinarse y volver a ponerse en pie. El sangrado ya debería haberse hecho menos abundante, y el dolor debería haber casi desparecido. Se miró el costado y vio que la sangre brotaba con tanta fuerza que se le escapó un gemido.

—Lo siento.

Levantó la cabeza para observar al guerrero alado.

—¿Qué me ha hecho?

—Ha bañado sus garras en sangre de drough. Tus heridas no cicatrizarán, Rosalie. Tienes que encontrar ayuda, encuentra a Emmett. Debes detener el sangrado antes de que sea demasiado tarde.

Cuanto más tiempo se mantenía en pie, más débil se sentía. Se dejó caer en el banco que había a los pies de su cama.

—¿Por qué me ayudas?

—Tanya te quiere viva. No estoy dispuesto a dejar que me arranquen la cabeza del cuerpo por culpa de un completo estúpido.

Antes de poder hacerle cualquier otra pregunta, se había marchado. Ella se concentró en seguir respirando. Llamó un par de veces a Randall, pero el sonido de su voz no era lo suficientemente fuerte como para llegar a la habitación de al lado.

No estaba segura de cuánto tiempo había pasado cuando empezó a escuchar los golpes en su puerta. Estaba tumbada sobre el banco toda cubierta de sangre. El dolor de la herida se había esparcido por todo el cuerpo y cada latido de su corazón era como si le lanzaran fuego por las venas.

La puerta se abrió de par en par y de pronto Randall estaba de rodillas ante ella.

—¡Dios mío, Rosalie! ¿Qué ha sucedido? ¿Por qué no estás cicatrizando?

Ella se pasó la lengua por los labios.

—No... No hay tiempo. Emmett.

—Iré a por él. —Randall le besó la frente y salió corriendo de la habitación.

Rosalie intentaba mantenerse consciente para explicarle a Emmett lo que pasaba con su herida, pero el destino jugaba en su contra. Perdió la consciencia de inmediato.

 

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AAAAAAAAAAAA DIOSSSSSSSSSSSSS, SE NOS MUERE ROSALIE, ¿LOGRARA EMMETT SALVARLA? ¿LLEGARAN AL CASTILLO MASEN PRA QUE SONYA E ISABELLA LA AYUDEN? QUE HORRORRRRRRRRRRRR, Y COMO PROMITI ES AQUI DONDE EDWARD E ISABELLA COMIENZAN A INVOLUCRARSE EN LA VIDA DE EMMETT Y ROSALIE.

 

GRACIAS GUAPAS BESITOS

Capítulo 29: SEIS Capítulo 31: OCHO

 
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