LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103279
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 54: CATORCE

Alice debería haber evitado mostrar abiertamente su alegría por el sufrimiento de Tanya, pero había sido maravilloso ver a la drough retorciéndose de dolor. Si aquello podía sucederle solo por un simple tortazo, ¿qué sucedería si alguien la mataba? Alice casi tenía miedo de averiguarlo.

Intentó desembarazarse en vano de los dos guerreros que la mantenían cogida por los brazos. A ratos la arrastraban, a ratos la llevaban en volandas hacia el centro de una habitación donde había una mesa con correas para atarle los brazos y las piernas.

—No te preocupes —dijo Tanya en un tono de voz demasiado amable—. No es para ti, aunque desearía que lo fuese.

Alice nunca había sentido tanto odio en su vida como sintió en aquel justo instante.

—¿Cómo puedes matar a los de tu propia especie?

—Fácil —dijo Tanya—. Si supieras la fuerza de la magia en estado puro que recibo con cada muerte, lo comprenderías.

—Nunca podría entender a alguien tan malvado como tú.

Tanya dijo:

—Una lástima. ¿Quieres que te cuente lo que te tengo reservado?

Alice se mordió la lengua para permanecer en silencio.

—¿No tienes nada que decir esta vez? —dijo Tanya, riendo—. Bien, entonces no te haré esperar más. ¿Ves a Lavena detrás de ti?

Los guerreros movieron a Alice para que se quedara de cara a la mujer que parecía estar flotando, pese a que no había agua a su alrededor, solo unas llamas negras.

Tanya se acercó y se puso al lado de Alice.

—Encantadora, ¿verdad? La he mantenido en ese estado cientos de años.

A Alice se le heló la sangre cuando se dio cuenta de que pretendía hacer lo mismo con ella. Había estado tan cerca de escapar, pero cuando había visto a Jasper, no había podido evitar detenerse y mirarlo, intentar hablar con él. Le había costado un gran esfuerzo no levantar una mano para tocarlo, para decirle que era ella.

Y ahora era demasiado tarde.

Tanya empezó a susurrar unas palabras que Alice identificó como gaélico, la antigua lengua de los celtas. Mientras seguía con el conjuro, unas llamas azul pálido, que iban del suelo al techo, aparecieron de la nada entre las piedras, en una oleada de magia.

—Espero que te guste tu nuevo hogar —dijo Tanya—. Estarás siempre conmigo, Alice. Ahora ya nadie averiguará nunca el conjuro para dormir a los dioses.

Alice tragó saliva y parpadeó para evitar que las lágrimas cayeran. Deseaba haber podido llegar a ser la druida que su abuela había querido que fuese. Deseaba haber podido ayudar a los guerreros y a los otros druidas encerrados en aquella montaña. Pero sobre todo, deseaba haber podido decirle a Jasper que lo amaba.

Entonces fue cuando se dio cuenta de la relación que había entre el cántico que escuchaba en su cabeza y Jasper. Su abuela le había dicho que siempre tenía que seguir a su corazón. Con Jasper había sido la primera vez que Alice había hecho caso de aquel consejo y fue entonces cuando empezó el cántico.

Su abuela se había asegurado de que cuando Alice se enamorara fuera capaz de recordar el conjuro. Pero ahora era demasiado tarde. Para todos.

Los guerreros llevaron a Alice de una sacudida frente al cilindro de llamas azules, apartándola de sus pensamientos sobre el conjuro y sobre Jasper mientras el pánico se apoderaba de ella.

—En cuanto las llamas toquen tu piel, dejarás de sentir —dijo Tanya.

Alice levantó la barbilla. Era una druida, no estaba dispuesta a encogerse de miedo ante Tanya.

—Tu reinado terminará enseguida. Disfruta del poder que tienes ahora porque pronto se habrá ido.

—No te hagas ilusiones, pequeña mie. Lanzadla a las llamas —les ordenó Tanya a los guerreros.

Mientras las llamas azules se la tragaban, el último pensamiento de Alice fue para Jasper. Hubo un momento de un frío dolor y luego... nada.

 

 

Broc maldijo para sus adentros al ver que los guerreros cogían a Alice y se la llevaban. Había sabido desde el momento en que Jasper tropezara con ella, mientras observaba a la falsa Alice abandonar la montaña, que era la druida.

Si no hubiera habido tantos wyrran y guerreros a su alrededor, Broc le hubiera dicho a Jasper lo que estaba sucediendo. Pero Broc había mantenido la boca cerrada sabiamente o todos hubieran sufrido en sus propias carnes la ira de Tanya.

Broc abrió la puerta de la alcoba de Tanya y entró. Había estado esperando alguna noticia de Emmett o de alguien del grupo que le informase de si habían llegado ya para ayudar a escapar a Jasper, pero Broc ya no podía esperar más tiempo. No ahora que Tanya tenía a Alice.

Encontró a Jasper sentado en la cama de Tanya con la cabeza entre las manos. De pronto, Jasper levantó la vista y se quedó mirando a Broc.

—¿Qué quieres? —preguntó Jasper en un tono apagado, ausente de todo sentimiento.

Broc no sabía muy bien cómo empezar. Jasper había pasado todo un día en la habitación de Tanya. Tanya podía haberle hecho cualquier cosa.

—¿Broc? —insistió Jasper con una voz extraña.

Broc miró por encima de su hombro hacia la puerta abierta y se preguntó cuánto tiempo tendría antes de que regresara Tanya.

—La Alice que viste abandonar la montaña no era real.

Jasper contrajo las pupilas de sus ojos verdes y frunció el ceño.

—¿Qué tipo de broma es esta?

—Ninguna. La sirviente con la que tropezaste era Alice.

—¡Estás mintiendo!

Broc cogió aire, procurando tranquilizarse. Necesitaba que Jasper lo creyera, no podía perder un tiempo precioso intentando hacer que lo comprendiera.

—No te miento. Ayudé a Alice a escapar de los otros guerreros. El plan era que abandonase la montaña vestida como una de las sirvientes de Tanya y fuese a buscar a tus hermanos.

—Ya basta —masculló Jasper mientras se ponía en pie y empezaba a caminar por la habitación—. No sé qué pretendes hacer, pero basta ya. Alice está a salvo. Mis hermanos están a salvo.

Broc se miró la piel azul oscuro y las garras. Había estado tanto tiempo al lado de Tanya que Jasper no iba a creerlo sin ninguna prueba y, puesto que ni Edward ni Emmett estaban allí, no tenía nada que poder mostrarle a Jasper.

—¿Acaso quieres luchar? —preguntó Jasper—. ¿Quieres ver si eres mejor que yo?

Broc sacudió la cabeza.

—No busco pelear contigo, Jasper. Debes creerme.

—Sí, Jasper, tienes que creer a Broc.

La voz femenina venía de al lado de Broc, pero allí no había nadie. Sin embargo él reconoció la voz.

—¿Rosalie?

—Sí —respondió ella—. Estoy aquí, Broc. Por favor, dame algo con lo que pueda cubrirme.

Broc se acercó a la cama y cogió una sábana.

—¿Qué demonios está pasando aquí? —preguntó Jasper.

Hubo un pequeño tirón y la sábana se soltó de la mano de Broc. En un abrir y cerrar de ojos Rosalie se materializó a su lado, con la sábana envuelta alrededor de su cuerpo desnudo.

—Estaba empezando a pensar que no vendríais —dijo Broc.

Rosalie hizo una mueca.

—Los he visto llevarse a Alice.

—Lo sé. Estoy intentando explicárselo a Jasper.

Jasper se sujetó a la pared de piedra mientras su piel se volvía negra por la ira.

—Dime qué está pasando.

Rosalie dio un paso hacia Jasper.

—Me alegro de conocerte al fin, Jasper. Soy Rosalie, la esposa de Emmett.

 

 

Jasper estaba en pie, aturdido, mientras miraba a la mujer de cabellos dorados que había frente a él. Había aparecido de la nada. Era hermosa, una belleza clásica, pero no podía compararse con Alice.

—¿La esposa de Emmett? —repitió él, inseguro de si había oído bien.

Ella sonrió.

—Sí. También soy un guerrero. Tanya trató de apresarme hace unas semanas, pero Emmett y los otros me ayudaron a escapar de sus garras.

Jasper se frotó los ojos con el pulgar y el dedo índice. Ya no sabía qué era real y qué no lo era. Pero ¿Emmett casado? Aquello no podía... no podría creerlo hasta que Emmett se lo dijera a Jasper él mismo.

—No tenemos mucho tiempo —afirmó Rosalie—. Jasper, no sé lo que Tanya va a hacerle a Alice, pero tenemos que encontrarla, deprisa.

—Tanya no puede matar a Alice —dijo Jasper—. De todos modos, no tiene sentido hablar de todo esto. Yo he visto que Tanya la dejaba marchar, libre.

Rosalie sacudió la cabeza, la larga trenza que colgaba por su espalda se movió de un lado a otro.

—Tanya te está engañando. ¿Acaso crees que dejaría libre a una druida como ella tan fácilmente?

—¡Yo ya no sé lo que es real! —gritó.

Jasper se alejó de ellos. Se le revolvió el estómago al imaginar que Tanya lo había engañado y en lo que podría estar haciéndole a Alice.

Si Broc y Rosalie estaban diciendo la verdad... Jasper ni siquiera fue capaz de terminar aquel pensamiento.

—Has permanecido alejado de tus hermanos durante un tiempo —dijo Rosalie con una voz suave—. Ellos piensan en ti todos los días. Desde que te capturaron, no han hecho otra cosa que buscar el modo de sacarte de aquí.

Él así lo creía. Sus hermanos y él podían pelearse, pero el amor que compartían era inquebrantable. Jasper estaría dispuesto a atravesar el mismísimo infierno con tal de liberar a sus hermanos.

—Mírame —le pidió Rosalie.

Jasper se dio la vuelta y la observó mientras ella retiraba la sábana de su cuello para mostrarle un torques de oro con dos cabezas de jabalíes, idéntico al de Emmett.

—Emmett me lo regaló cuando acepté convertirme en su esposa —dijo Rosalie—. Solo llevamos unos días casados, Jasper. Ni Edward ni Emmett descansarán hasta que estés de nuevo en el castillo MacMasen con ellos.

Jasper no podía apartar los ojos del torques. Aquello era una prueba de que realmente Rosalie era la esposa de Emmett. Jasper recordó el día que su madre le entregó a Emmett el torques. Ella le había dicho que debía ser su regalo para la mujer que le robara el corazón. Que ambos estarían unidos para siempre.

Igual que Edward y Isabella se unieron cuando Edward le dio la daga con la cabeza de su grifo tallada en el mango.

Jasper miró a Broc.

—¿Y tú?

—Llevo años espiando a Tanya. Es un pacto que hicimos Alistair y yo hace años. Te lo explicaré todo en cuanto hayamos salido de esta montaña.

—Maldita sea. Es cierto que Tanya tiene presa a Alice, ¿verdad? —preguntó Jasper, todavía desconfiado.

Broc y Rosalie asintieron.

Jasper bajó la mirada hacia su mano y observó cómo las negras garras crecían en la punta de sus dedos. Una ira como nunca había sentido le desgarró el pecho, se le clavó en el alma, pidiendo que dejara libre a su dios y que se vengara por haberle arrebatado a su mujer. Necesitaba sangre.

—Mataré a esa malvada bruja.

—Espera —dijo Rosalie—. Primero Emmett quiere que te saque de aquí.

—No me marcharé sin Alice.

Broc se dirigió hacia la puerta.

—Yo sé dónde ha llevado Tanya a Alice. Acompañaré a Jasper. Hay una puerta al final de este pasillo que conduce directamente fuera. Diles a los otros que entren por ahí.

—¿Y entonces qué? —preguntó Rosalie—. Los wyrran y los guerreros nos superan en número.

Jasper sonrió mientras miraba a Broc.

—No nos superan si contamos a toda la gente y todos los guerreros que hay en las mazmorras.

—Entonces, yo me encargaré de liberarlos —dijo Broc—. Ahora ven conmigo, tenemos que irnos.

A Jasper le retumbaba el corazón en el pecho. Por primera vez en mucho tiempo se sintió a gusto liberando a su dios. Disfrutaría matando a Tanya y lo haría de un modo lento y terrible.

Emmett caminaba arriba y abajo en el exterior de la montaña. Desde que Rosalie se había marchado, estaba nervioso, aterrorizado por si algo le sucedía a su esposa y él no se encontraba allí para evitarlo.

—Estará bien —le dijo Vladimir.

Emmett deseaba que su amigo tuviera razón, porque si algo salía mal y le sucedía algo a Rosalie, no sabía qué sería capaz de hacer. Ella lo era todo, era su vida entera, lo único que lo mantenía respirando día tras día y lo único que le ayudaba a acordarse de que debía ser el hombre que siempre había querido ser.

Pero ya hacía mucho que se había marchado. La montaña de Tanya era enorme, pero guardaba muchos lugares en los que Rosalie podía ser descubierta. Debería haber sido él quien entrara. Un hombre no ponía a su esposa en peligro. Emmett se frotó la nuca, que había empezado a dolerle.

Percibió un extraño movimiento a sus espaldas. Luego pudo oír el sonido más dulce de este mundo, la voz de su esposa.

—Necesito mi ropa —le susurró.

—Daos todos la vuelta —les dijo Emmett a sus hombres.

Una vez ellos se giraron, observó cómo se materializaba Rosalie delante de él y se ponía la ropa rápidamente.

—Ya está —dijo ella cuando estuvo vestida.

Emmett se puso a su lado mientras ella se agachaba para calzarse las botas.

—¿Has encontrado a Jasper?

—Lo he encontrado. Me costó un poco demostrarle quién era yo. Fue el torques lo que acabó convenciéndolo.

Emmett miró a Edward.

—¿Dónde está Jasper ahora?

Rosalie levantó una mano y Emmett la ayudó a ponerse en pie.

—Ha ido a buscar a su mujer.

—¿Su mujer? —repitió Edward—. ¿La druida de la que nos habló Broc?

—Sí —dijo Rosalie—. Broc intentó ayudar a Alice a escapar, pero Tanya la descubrió. Jasper y Broc van a intentar detener a Tanya.

Vladimir dio un paso hacia delante.

—Entonces, ¿a qué estamos esperando?

Emmett cerró las manos en un puño y lanzó una maldición.

—Sabía que debía haber entrado en la montaña, ahora sabría dónde realizar el salto con todos nosotros.

—Yo puedo ayudar —dijo Jacob.

Emmett arqueó las cejas.

—¿Y cómo puedes hacerlo?

Jacob se puso al lado de Rosalie y colocó una mano sobre su cabeza.

—Piensa en el mejor sitio en el que podríamos emplazarnos dentro de la montaña, un lugar ahí dentro en el que los guerreros no puedan encontrarnos. ¿Lo tienes?

—Sí —respondió ella.

Entonces Jacob puso su otra mano sobre la cabeza de Emmett. En un instante Emmett pudo ver en su mente el lugar de la montaña en el que estaba pensando Rosalie. No lo dudó ni un instante y realizó el salto con los tres hacia el interior de la montaña.

La oscuridad de la montaña inundó a Emmett. Relajó sus hombros y miró a Jacob.

—Vas a tener que decirme cómo lo has hecho.

—En cuanto estemos de nuevo en el castillo MacMasen. Ahora ve a por los otros.

Emmett dio un rápido beso a Rosalie y volvió a saltar para ir en busca de los demás guerreros.

 

 

Tanya miraba atentamente a la ahora inmóvil Alice. Las llamas azules habían resultado ser la magia perfecta para mantener controlada a la irritante druida. Mientras que las llamas negras que apresaban a Lavena le permitían hablar con ella a través de sus visiones, las llamas azules que contenían a Alice lo único que hacían era mantener su cuerpo con vida. También frenaban toda la magia de los conjuros protectores, evitando que pudiera salir fuera y hacer daño a Tanya.

Estaba tan excitada por tener a Alice y a sus conjuros encerrados entre las llamas que decidió quedarse un rato más observando su obra de arte. A partir de ahora, Jasper sería el que la esperaría a ella. Después de todo, él pensaba que su preciosa Alice estaba a salvo, lejos de la montaña.

Qué imbécil era, si bien resultaba una certeza que todos los hombres lo eran. Tanya había querido pensar que Jasper sería diferente.

Sin embargo, cuando hubiese alumbrado al hijo de Jasper, el niño de la profecía, todo cambiaría.

Tanya se frotó las manos imaginándose lo que estaba por venir. Perfectamente podía concebir aquella misma noche. Y entonces sería el principio de una nueva era.

 

 

—¿Sabes dónde han encerrado a Ian? —preguntó Jasper a Broc mientras iban por el pasillo.

Broc asintió con la cabeza.

—Pero no está en condiciones de ayudar.

—Mierda. Sea como sea, tenemos que liberarlo.

Jasper quería llegar hasta Alice, pero también sabía que debía organizarlo todo perfectamente. Con sus hermanos y sus fieles guerreros, junto con sus hombres, que seguían en el Foso, se alzaba la oportunidad de vencer a Tanya.

Broc lo condujo por innumerables pasillos y salones antes de detenerse frente a una puerta.

Jasper abrió la puerta y encontró a Ian colgando del techo por las muñecas.

—Ian —musitó mientras se apresuraba a ayudar a su amigo.

Ian levantó la cabeza. Restos de sangre seca le cubrían el rostro y el pecho.

—¿Jasper?

—Sí, soy yo. He venido con Broc para sacarte de aquí.

Jasper y Broc liberaron a Ian de sus cadenas y lo ayudaron a ponerse en pie.

—¿Puedes ayudar a Broc a sacar a tu hermano y a Seth del Foso?

Ian encogió los hombros y se balanceó sobre sus pies.

—Sí.

—Entonces, daos prisa. Hay muchos otros guerreros en las mazmorras a los que tenemos que liberar. Necesitamos que se produzca un auténtico caos.

—Así lo haremos —aseguró Broc.

Jasper los observó marcharse antes de salir al pasillo. Broc le había explicado cómo hallar la habitación en la que Tanya había encerrado a Alice, y le faltaba tiempo para dar con ella. Le daba miedo pensar que era posible que llegara demasiado tarde, por lo que se apresuró todavía más por el pasillo.

Sabía que Tanya no mataría a Alice con sus propias manos, pero eso no significaba que Tanya no tuviera a alguien que lo hiciera por ella. Sus wyrran harían cualquier cosa por ella, como ya habían demostrado infinidad de veces.

Por mucho que Jasper entendiera que lo mejor era esperar a que empezara el caos con la liberación de los presos, no podía hacerlo. Alice lo necesitaba y él no estaba dispuesto a permitir que nadie más que le importara muriera a causa de Tanya.

Jasper caminó con pasos largos y rápidos mientras seguía las instrucciones de Broc. Al girar una esquina, divisó a dos guerreros. Ellos se detuvieron y se pusieron cada uno a un lado.

Cuando él los alcanzó, se detuvo.

—Os voy dar una oportunidad. O lucháis para mí o morís en este preciso instante.

Los guerreros se miraron el uno al otro y se echaron a reír. Jasper liberó a su dios y los atacó a ambos a la vez. Mientras utilizaba sus garras para abrirle el pecho a uno de los guerreros, el otro le hizo un corte profundo a Jasper en la parte trasera de la rodilla.

Cuando Jasper intentó volver a ponerse en pie, no podía utilizar una de sus piernas, pero aquello no lo detuvo. Le propinó un puñetazo al guerrero que le había cortado y lo lanzó al suelo. Jasper no perdió el tiempo en utilizar sus garras para arrancarle la cabeza al guerrero. Lo echó a un lado y se volvió hacia el segundo guerrero. Pese a que no guardaba bien el equilibrio a causa de la pierna herida, Jasper no estaba dispuesto a darle al guerrero la más mínima posibilidad de salir de allí con vida.

Se abalanzó sobre el guerrero, hundiendo todas sus garras en su cuello. La sangre brotó con fuerza del cuello del guerrero mientras se le salían los ojos de las órbitas. Con un giro de las manos, Jasper le cortó el cuello.

—Deberíais haber elegido luchar a mi lado —dijo observando a los guerreros muertos a sus pies.

Jasper reinició la marcha, decidido a convertir o a destrozar a cada guerrero que se cruzara en su camino. Mató a otro antes de escuchar unos gritos. Cuando volvió la cabeza, encontró allí a sus hermanos.

Se olvidó del tercer guerrero muerto a sus pies y sonrió mientras se acercaba a Edward y a Emmett.

—¡Por los dioses, cómo me alegro de verte! —dijo Edward mientras atraía a Jasper hacia él para abrazarlo.

Jasper nunca había estado tan feliz de ver a sus hermanos. Edward lo liberó de su abrazo y justo entonces los brazos de Emmett lo envolvieron.

—¡Pensé que nunca más volvería a verte! —dijo Emmett.

Jasper soltó una carcajada.

—No iba a desistir tan fácilmente. —Dio un paso atrás y observó a Rosalie—. He oído por ahí que te has casado.

Emmett se encogió de hombros.

—Deberíamos haberte esperado.

—No —dijo Jasper—. Debes disfrutar de todas las alegrías que puedas.

Riley se aclaró la garganta.

—¿Vamos a pasar todo el día aquí recordando viejos tiempos o vamos a matar a Tanya?

Jasper les hizo un gesto de asentimiento a Riley, Jacob, Alistair y Hay den.

—Vamos a matar a Tanya, pero primero salvaremos a Alice.

—¿Dónde está Broc? —preguntó Alistair.

—Ian y él han ido a liberar a mis hombres del Foso. Luego los cuatro empezarán a liberar a los demás que están en las mazmorras.

Edward rió.

—Me gusta tu plan, hermanito. Indícanos el camino y salvaremos a tu Alice.

Jasper se apresuró por el pasillo con las palabras de Edward resonando en su mente. Su Alice. A Jasper le gustaba cómo sonaba. Le gustaba mucho.

Consiguieron subir dos pisos antes de encontrarse con un grupo de wyrran. Las pequeñas criaturas amarillas no tenían ninguna oportunidad frente a ocho guerreros. En un abrir y cerrar de ojos, los wyrran estaban muertos.

—Espero que haya más —dijo Vladimir.

Jasper se limpió la sangre de las manos y de la camisa.

—Los habrá. Yo le ofrezco a cada guerrero con el que me encuentro la posibilidad de luchar conmigo. Si la rehúsa, muere.

Vladimir soltó una carcajada y asintió con la cabeza.

—Te he echado de menos, Jasper.

Edward caminaba al lado de Jasper, con Rosalie y Emmett detrás de ellos. Cada momento que separaba a Jasper de Alice era como un cuchillo en el estómago.

No estaba ya muy lejos, pero le pareció una distancia abrumadora.

Bajo sus pies, Jasper empezó a oír gritos y gruñidos que venían de las mazmorras.

—Mis hombres están liberando a los prisioneros.

—Id con cuidado de no matar a los guerreros equivocados —advirtió Emmett a todo el mundo.

 

 

Isla se desplomó contra la pared, las rocas golpeando contra su brazo y su magullada espalda. Estaba tan cansada... tan harta. Cuando se levantó del trance en el que la había dejado Tanya, fue para verse a sí misma luchando por su vida contra un hombre tres veces más grande que ella.

Había podido librarse de él gracias al uso de su magia y por mucho que había intentado no mirar, había podido avistar los cuerpos sin vida de una mujer, una muchacha y un niño pequeño.

Isla solo se había despertado del trance una vez, mientras estaba cumpliendo las órdenes de Tanya. Intentó huir y pagó más tarde con creces por ello con un castigo que la había mantenido postrada en la cama durante tres meses.

Pero una pequeña parte en su interior quería volver a intentarlo. Quería estar tan lejos de Tanya como fuera posible. Así que corrió y no miró atrás. Entonces pensó en su hermana y en su sobrina. Ellas la necesitaban, incluso aunque no lo supieran, la necesitaban.

Isla encontró un caballo y regresó rápidamente a la montaña. No se había alejado aún demasiado y consiguió llegar a la montaña de Cairn Toul en menos de un día. Una vez dentro, supo que algo estaba sucediendo.

Y pudo hacerse una idea de que todo era a causa de Jasper.

Los hermanos MacMasen no se quedarían en pie observando mientras Tanya se apoderaba de Jasper. Isla hacía semanas que esperaba la llegada de Emmett y Edward. Y por fin habían aparecido.

Isla tomó las escaleras que la conducirían hacia Phelan. Perdió el equilibrio varias veces, a causa de las resbaladizas escaleras, y en una de esas, casi cae al suelo.

Redujo la velocidad de sus pasos, aunque sabía que el tiempo era de vital importancia. Sin embargo, su cuerpo no respondía con tanta velocidad a todo lo que pretendía hacer. Por la manga derecha empezó gotear sangre, desde la punta de sus dedos, que acababa derramada en el suelo. Sintió también que algo le corría por la espalda, y supuso que sería más sangre.

Sin tener la menor idea de las heridas que tenía o de cuánto tiempo aguantaría en pie su cuerpo, Isla siguió bajando por las escaleras. Tan pronto como divisó a Phelan, le cedieron las piernas y se golpeó contra los escalones con un golpe seco.

Phelan se giró en su dirección y lanzó un gruñido.

Hoy no tenía fuerzas para enfrentarse a una batalla dialéctica con él, pero estaba dispuesta a liberarlo. Sus cadenas no estaban cerradas con llaves sino con magia negra.

Isla levantó la mano y concentró toda su potencia en las cadenas. Repitió las palabras que le había oído decir a Tanya solo una vez y que Isla había memorizado con la esperanza de liberar a Phelan algún día.

Los grilletes de Phelan se abrieron y cayó al suelo con un golpe seco. Isla cogió aire mientras se le nublaba la vista. Cerró los ojos para concentrarse en su respiración. Al cabo de un momento, los abrió y descubrió a Phelan de pie frente a ella.

—¿Por qué? —le preguntó.

Ella sacudió la cabeza.

—No deberías estar aquí. Eres libre, Phelan. Vete tan lejos de este lugar como puedas.

Él miró hacia las escaleras y movió la cabeza al escuchar los sonidos procedentes de la zona superior.

—¿Qué está pasando allí arriba?

—Creo que se trata de una rebelión contra Tanya. Cogió preso a uno de los hermanos MacMasen.

—Jasper —dijo Phelan.

Isla asintió.

—Sus hermanos, Edward y Emmett, han venido a rescatarlo. El ruido que oyes son los prisioneros a los que están liberando.

Phelan se inclinó hacia ella y la olisqueó.

—Estás herida.

—Sal de la montaña. El mundo ha cambiado mucho desde que te trajeron aquí. Prepárate para descubrirlo.

Él se quedó mirándola un largo rato, en silencio.

—¿Y tú? ¿Qué harás tú?

Isla pensó en Lavena y en Grania.

—Hay otra cosa que tengo que hacer. —Solo deseaba tener la fuerza suficiente para subir las escaleras y completar su tarea.

—Te estás muriendo.

Isla sonrió con tristeza.

Al momento siguiente, Phelan la había cogido entre sus brazos y subía con ella cargada por las escaleras. La dejó de nuevo en el suelo cuando llegaron arriba.

Isla se asió con fuerza a la pared y sonrió.

—Que tengas buena suerte. Si alguna vez necesitas algo, busca a los MacMasen. Son buenos hombres en los que puedes confiar.

No se molestó en responder, únicamente levantó la cabeza y miró en derredor. Un instante después, ya estaba corriendo por el pasillo.

Isla había conseguido liberar a una de las personas de las que era responsable. Dos más y puede que encontrara un poco de paz entre sus pesadillas.

 

Tanya no podía creer lo fácil que había resultado atrapar a Alice, aunque se recriminó por no haber pensado en aquello antes de haberla lanzado al Foso con Jasper. Eso no marchó según sus planes.

De hecho, nada que tuviera que ver con Jasper había ido según lo planeado. Pero aquello cambiaría a partir de ahora. Él estaba bajo su control y no pasaría mucho tiempo hasta que cediera todo el dominio a su dios.

Cuando ocurriese, ella tendría al primero de los MacMasen, y Edward y Emmett pronto lo seguirían.

Se dirigió hacia la puerta para regresar a sus aposentos con Jasper cuando oyó una profunda inspiración. Tanya se detuvo. Conocía aquel sonido. Era Lavena a punto de tener una visión.

Tanya se apresuró a acercarse a la druida. Los ojos azul pálido de Lavena se ensombrecieron mientras las negras llamas le lamían el rostro. Cuando habló, su voz sonó como si viniera de las profundidades de una gruta, suave y ligera.

—Ellos están llegando —dijo Lavena—. Le has arrebatado a su mujer y pagarás por ello.

La ira se apoderó de Tanya. Sabía que Lavena hablaba de Jasper y ella se pudo imaginar que «ellos» eran Edward y Emmett que venían a ayudar a su hermano.

—¿Quién le ha dicho a Jasper lo de Alice? —preguntó Tanya.

A veces Lavena respondía, a veces no.

Esta vez la vidente decidió no hacerlo.

—Tu muerte es inminente.

Tanya nunca había tenido ninguna razón para no creer a la vidente, lo que sí tenía era magia más que suficiente como para enfrentarse a miles de guerreros.

—Entonces que vengan —dijo Tanya y se giró hacia la puerta.

 

 

Jasper dejó libre a su dios. Detrás de él, sus hermanos y los otros guerreros esperaban a que abriera la puerta que los conduciría a la más grande de las batallas.

—Cuidado con su pelo —les advirtió Jacob.

Rosalie hizo una mueca.

—Yo me ocuparé de eso.

Jasper se giró para mirar a los otros guerreros y observó los rostros de aquellos hombres que habían arriesgado sus vidas por su causa. Ante él había poderosos guerreros que luchaban por el bien y contra el mal, y no habían pedido llevar a ningún dios en su interior.

—El poder de Tanya ha crecido. Estad preparados para cualquier cosa.

—Si es tan poderosa, ¿cómo podremos derrotarla? —preguntó Riley.

Alistair sonrió lentamente.

—Atacaremos juntos y seguiremos atacando. No puede luchar contra todos nosotros a la vez.

—No estará sola —dijo Jasper—. Habrá wyrran y guerreros con ella. Si os encontráis con James, el guerrero azul marino, dejádmelo a mí. Le prometí una muerte lenta y dolorosa.

—Dalo por hecho —prometió Vladimir—. Lo encontraré yo mismo.

Jasper le hizo un gesto de asentimiento a Vladimir.

—Ha llegado el momento de que termine el reinado de Tanya.

—Listos cuando tú digas, hermano —dijo Emmett.

Jasper se dio cuenta de que estaba rezando, algo que no había hecho en siglos. Los nervios en su interior por lo que le estaría sucediendo a Alice crecían con cada latido de su corazón.

Se volvió hacia la puerta y la abrió de una patada. Tanya estaba de pie, frente a una mesa de piedra, con una malévola sonrisa en los labios.

—Te esperaba, querido —dijo.

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AAAAAAAAA CHICAS NO ME MATEN SE QUE LA CORTE EN LO MAS INTERESANTE PERO CREANME QUE FUE LO MEJOR ES MEJOR CORTARLE ANTES DE LA PELEA DEL SIGLO QUE DEJARLAS A LA MITAD ¿NO CREEN?

AAAAAAAAAA POR FIN, ESTAN LOS GUERREROS EN EL CASTILLO, LA BRONCA SE VA A PONER BUENA JAJAJA, ESPEREMOS QUE NO SEA DEMASIADO TARDE Y LOGREN RESCATAR A ALICE,

 

QUE EMOCION, AHORA SI OFICIALMENTE LES DIGO QUE SOLO QUEDAN 2 CAPITULOS Y EL EPILOGO.

 

LAS VEO MAÑANA BESITOS

 

Capítulo 53: TRECE Capítulo 55: QUINCE

 
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