LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103270
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 21: VEINTIUNO

HOLAAAAAAA, CHICAS, OTRA VEZ ANDO A LA CARRERA, HOY SERA EL ULTIMO DIA, LO PROMETO, MAÑANA ME PONGO A MANO CON LOS COMENTIOS, OK.

 

Jasper estiró el hombro. Había querido ir a lo alto de las torres, donde solía sentarse siempre, pero Edward quería que estuviera más cerca cuando llegara el ataque. Así que estaba de pie en las almenas, con los nervios a flor de piel y listo para el combate. Mantenía la mirada en la parte este del castillo y en el acantilado, el mismo por el que había caído Isabella.

Aquel día parecía tan lejano, como si Isabella siembre hubiese formado parte de su familia. Sus vidas, antes de ella, habían sido tranquilas y aburridas. Si hubieran sabido lo que significaría su presencia, ¿Edward la habría salvado igualmente?

Jasper sabía que la respuesta sería un rotundo sí.

Hizo una pausa en sus reflexiones cuando vio que Emmett venía hacia él. Su hermano mayor había cambiado, y a mejor. Aunque Jasper no estaba seguro de gustarle la actitud que había vuelto con la ausencia del vino.

Emmett siempre había sido un buen hombre. Había sido bueno en todo, incluso en liderar el clan. Su padre habría estado orgulloso de los logros de Emmett, y todo el mundo sabía que, en sus manos, el clan solo podía prosperar.

Era bueno ver que algunas partes de él habían vuelto, pero era inevitable ver la mirada de miedo en sus ojos. Era normal que tuviera miedo al dios de su interior, pues Emmett había usado el vino para ahogar sus sentidos, y al dios. Ahora, cuando más necesitaban a Emmett, era probable que les fallara. Pero Jasper no culpaba a su hermano. Él mismo, muchas veces, había pensado seguir a Emmett en su dulce inconsciencia.

Jasper tenía sus defectos, que eran muchos, pero no dejaría a Edward a solas al mando de todo. Aunque ese era el estilo de Edward. Le gustaba estar al cargo, controlarlo todo. Le gustaba hacer las cosas y ver las necesidades de los demás. Le habían hecho ser el hombre que era hoy.

—Jasper—dijo Emmett. Su voz baja en la tranquila noche—. ¿Cómo va todo?

—Tranquilo —respondió Jasper—. ¿Estás haciendo otra ronda?

—Sí. Un último vistazo antes de volver al gran salón.

Jasper resopló.

—Solo querías dejar a Edward y a Isabella un momento a solas.

—Así es. No tiene nada de malo. Si a Edward no le fallan los sentidos, podrían no tener más tiempo después de esta noche.

Jasper soltó un suspiro y asintió lentamente.

—A Edward nunca le han fallado los sentidos. Cuando vamos a cazar, siempre sabe dónde están los jabalíes o los ciervos.

—Sí. Por eso no le he preguntado.

—Los demás no lo entienden.

—No me importa —dijo Emmett—. Mientras estén en guardia y nos alerten si ven algo, pueden creer lo que quieran.

Emmett y Jasper estuvieron en silencio uno al lado del otro durante un rato hasta que Jasper volvió a hablar.

—Ibas a casarte con aquella mujer, como se llamara. Papá te dijo que lo hicieras, ¿no es así?

Emmett se rió.

—Yo tampoco recuerdo su nombre. Y sí, iba a hacerlo. Papá dijo que era por el bien del clan.

—A pesar de lo que tú quisieras.

—Lo que yo quisiera no importaba, Jasper. Esa es la cuestión de ser terrateniente. Se tienen que hacer sacrificios. La alianza con los MacDonald habría sido muy importante. Dos de los clanes más grandes y fuertes de Escocia. Ese había sido el objetivo de papá durante mucho tiempo.

Jasper se rascó la mandíbula y abrió un poco más los pies.

—Tu vida podría haber sido horrible con aquella mujer.

—Es posible, pero entonces podría entender mejor tu maravillosa vida con María.

Él se encogió y se dio la vuelta, pero no fue lo suficientemente rápido, puesto que la mano de Emmett le cogió el hombro y volvió a girarlo hacia él.

—Siento haber hablado de María. Sé que no te gusta hablar de ella.

Jasper miró hacia las tierras, iluminadas por la luna.

—Habla de María cuanto desees, Emmett. Yo no hablo de ella porque le fallé a ella y a nuestro hijo. Y para empeorar aún más las cosas, no la amaba.

—Entonces, ¿por qué te casaste con ella? —La voz de Emmett estaba llena de preocupación y sorpresa.

—Parecía lo más correcto. Ella me quería, y yo quería una familia. Yo sabía que María siempre había sido de naturaleza delicada, pero después de casados, fue a peor. A mucho peor. No podía enfadarme sin que ella se encogiera de miedo, a pesar que nunca le puse la mano encima.

—No tenía ni idea.

—Ni tú ni nadie. Quise que fuera así.

—Hay algo más, ¿verdad?

Jasper apoyó las manos contra las piedras y levantó un pie para apoyarlo en la almena.

—¿Recuerdas cuando nació mi hijo?

—Vagamente. Fue un día de júbilo en la familia.

—Fue un infierno —dijo Jasper—. El parto fue largo y hubo que darle la vuelta al bebé. Después, María estaba tan débil y había perdido tanta sangre que estuvo a punto de morir. La matrona nos aconsejó que no tuviéramos más hijos. En la cabeza de María eso significaba que ya no podía hacerle el amor.

—Mierda —murmuró Emmett.

—La matrona le dio unas hierbas que debía tomarse todos los días para no volver a quedarse embarazada, pero María se negaba a tomarlas. Y yo me negué a tocarla hasta que se las tomara. A mí me hubiera gustado tener más hijos, pero no iba a arriesgar su vida por ellos. Yo era feliz con mi hijo, con la familia que tenía.

—Jasper...

Él negó con la cabeza.

—No lo digas, Emmett. No es necesario. Me casé con María porque quería lo que tenían papá y mamá. Esas miradas especiales y esas sonrisas secretas que compartían. Creía que todos los matrimonios serían así.

—No. Para nada.

—Lo entendí demasiado tarde. Veo esas mismas miradas entre Edward e Isabella, y los envidio por lo que han encontrado. Tú siempre has sido el mayor, el que estaba al cargo. Edward siempre ha podido arreglar los problemas de los demás, ya fueran grandes o pequeños. Yo no tenía nada. Yo no era nada.

—Nos tenías a nosotros —dijo Emmett mirando a Jasper—. Eres un MacMasen. Un buen guerrero y un highlander a quien me enorgullece llamar hermano.

Jasper golpeó una mano contra las piedras, partiéndolas.

—Mírame, Emmett. No puedo controlar la criatura, y que Dios me perdone, pero en realidad, no quiero hacerlo. No estoy en condiciones para estar cerca de nadie.

—El dios elige al mejor guerrero de cada familia, Jasper. El dios de nuestro interior eligió a los tres hermanos MacMasen. ¿Qué te dice eso?

—Que el dios es un idiota.

—Que los tres somos los mejores guerreros.

Jasper negó con la cabeza, desesperado por creer a su hermano.

—Tú y Edward sois todo lo que tengo, pero la furia de mi interior arde y aumenta cuanto más tiempo observo a Edward y a Isabella. He intentado controlarlo. Edward merece la dicha, no le culpo de nada.

—Ninguno de los dos me abandonasteis en mi época oscura causada por el vino. Ahora no te abandonaremos nosotros. Superaremos esto, Jasper, como hemos superado todo lo demás. Somos MacMasen. Solo nos tenemos los unos a los otros.

Jasper abrió la boca para responder cuando algo en el acantilado le llamó la atención. Frunció el ceño y se apoyó contra las almenas.

—Por la sangre de Dios —murmuró, y vio como aparecía un guerrero.

—Yo iré a avisar a Edward y a Isabella. Tú avisa a los demás —dijo Emmett antes de salir corriendo de las almenas.

La barriga de Jasper se tensó de inquietud mientras su sangre ansiaba ardientemente la batalla. Se puso las manos delante de la boca y emitió un silbido que sonó más como un pájaro que como un hombre. En el castillo se movieron unas sombras, indicándole que lo habían oído y entendido.

El ataque que llevaban días esperando había llegado.

Jasper echó la cabeza hacia atrás y dejó que la furia lo consumiera.

 

 

Isabella estaba sentada en las rodillas de Edward con la cabeza apoyada en su hombro. No se arrepentía de haberle dicho que le quería, y no había esperado que él le respondiera de la misma manera. Pero lo había deseado.

Ya hacía rato que se habían vestido, pero no podían dejar de tocarse el uno al otro. Ella cerró los ojos mientras los dedos de él peinaron su pelo, causando un delicioso placer en su cuero cabelludo.

No entendía el amor de Edward hacia su pelo, pero lo disfrutaba. Ella sentía una fascinación especial por el cuerpo de él, nunca lo miraba lo suficiente, nunca lo sentía lo suficiente.

Isabella le puso una mano sobre el corazón. Latía fuerte y firme, igual que él. Levantó la mirada y vio que él estaba mirando las llamas de la chimenea. Estaba pensando en la batalla que se aproximaba.

Como Edward era un guerrero, Isabella no temía que le pudieran herir. Y como Tanya quería a todos los guerreros, sobre todo a los MacMasen, Isabella no temía que les pudieran cortar la cabeza.

Pero Edward temía por ella.

La mirada de Isabella se dirigió hacia su espada, que estaba de pie al lado de la chimenea, apoyada contra las piedras. La daga, la preciosa daga que Edward había hecho para ella, la llevaba atada a la cadera. Todo lo que podían hacer era esperar.

De repente sonó el silbido de Jasper, la alarma de peligro. Isabella se puso derecha y encontró la mirada de Edward. La batalla había llegado.

La puerta del castillo se abrió de un golpe y Emmett entró corriendo, cerrando la puerta con fuerza tras de sí.

—Jasper ha visto al primer guerrero.

Isabella empezó a levantarse de las rodillas de Edward cuando sus manos la detuvieron. Ella lo miró y vio el miedo en sus ojos.

—Quédate conmigo, Isabella.

—Lo haré —le prometió ella.

Él deslizó una mano por detrás del cuello de ella y se la llevó a la boca para darle un beso que fue lento y sensual, lleno de pasión y del amor que se habían confesado.

—Volveremos a derrotar a los guerreros —murmuró.

Cuando la soltó, ella corrió a coger su espada y agarró la daga con la mano izquierda. Ya echaba de menos el calor de Edward. Le tenía pavor a aquella noche, pues sabía que sus vidas cambiarían para siempre.

Emmett, de un salto, se subió a la mesa con una espada en cada mano. Ella esperaba que Edward le pidiera que se transformara, pero no lo hizo. Edward le mantuvo la mirada mientras su piel se volvía negra y sus preciosos ojos verde mar desaparecían bajo el negro obsidiana. Estiró los dedos y las largas garras, que brillaban como el ónice con la luz de las llamas.

Ella caminó hasta él y se puso de puntillas para colocar sus labios contra los de él. Edward la envolvió con sus brazos, abrazándola con fuerza. Sus colmillos arañaron suavemente el labio de ella pero, en vez de dolor, ella encontró una sensación emocionante y peligrosa.

Él la soltó y ella se fue hacia la pared. Edward se quedó de pie delante de ella y un poco hacia su izquierda, de manera que podía ver a Emmett.

Su corazón latía con fuerza en su pecho y su estómago se movía tanto que creía que podía estar enferma. No estaba preparada para aquello, a pesar de lo que le había dicho a Edward. Ningún entrenamiento podría haberla preparado para el ataque que se avecinaba.

Cogió un poco de aire e hizo que sus dedos soltaran un poco las armas. Las tenía cogidas con demasiada fuerza, estaba demasiado nerviosa. Se las quitarían de las manos sin tener que hacer mucha fuerza.

Con un gran esfuerzo, estabilizó su respiración e intentó calmar su acelerado corazón. Edward y los demás le habían enseñado a mantenerse alejada de los wyrran y los guerreros. Todo lo que tenía que hacer era quedarse cerca de Edward. Él la protegería.

Un grito sobrecogedor no humano sonó en una de las torres. El corazón de Isabella se tambaleó.

—Parece que uno de los wyrran ha encontrado una trampa —dijo Emmett con una sonrisa alegre.

El castillo tembló cuando algo entró a través de las piedras en una de las zonas altas del castillo. Rugidos, gruñidos y gemidos de dolor retumbaban por todo el castillo. Isabella se estremeció y se acercó a Edward.

El impulso por correr a esconderse era muy fuerte, pero era una druida, una mujer que había recibido el símbolo del grifo de su amante. No correría.

Cuando el primer wyrran entró en el salón, Emmett levantó sus espadas por encima de la cabeza y emitió un grito de batalla del que cualquier highlander habría estado orgulloso. Le arrancó la cabeza a la bestia e hizo girar sus espadas mientras esperaba a la siguiente.

No tuvieron que esperar mucho tiempo.

Los wyrran entraban en el gran salón como si fueran hormigas. Bajaban por las paredes, con sus ojos pálidos fijos en Isabella. Sus gritos inhumanos la hacían temblar y querer taparse los oídos.

—Isabella.

La voz de Edward la sacó del miedo. Él asintió levemente con la cabeza por encima del hombro antes de doblar las rodillas y esperar al siguiente wyrran.

Era una maravilla ver luchar a Edward. Se movía con tanta elegancia, habilidad y belleza que, durante un momento, Isabella olvidó que su vida estaba en peligro.

Una momentánea masa borrosa en el rabillo del ojo fue lo único que le hizo saber que un wyrran había ido a por ella. Ella levantó la espada y empezó a dar vueltas. Se oyó un chillido cuando la hoja penetró en el pecho de la criatura. Isabella no perdió tiempo en cortarle la cabeza.

Pero en cuanto cayó el primero, otros dos ocuparon su lugar.

El salón se desvaneció cuando ella se concentró en los dos wyrran. Se movían tan rápido como ella, pero ella consiguió utilizar la daga para cortarle las costillas a uno y los tendones de detrás de la rodilla al otro.

Cuando cayó al suelo, le cortó la cabeza. Dio un grito ahogado cuando unas garras le arañaron la espalda. Intentó no gritar, no quería que Edward perdiera la concentración mientras luchaba. En lugar de eso, se agachó y se dio la vuelta, utilizando la daga para separarle al wyrran la cabeza del resto del cuerpo sin vello.

 

 

Jasper saltó desde lo alto de las almenas al patio, donde un guerrero de piel azul acababa de entrar por la torre de entrada. Cayó encima del guerrero y hundió las garras en su cuello. El guerrero aulló y echó un brazo hacia atrás para arañarle a Jasper un costado de la Isabella. Jasper contuvo una maldición mientras el dolor lo atravesaba, pero el dolor se convirtió en furia, aumentando su necesidad de matar. Le cogió la cabeza al hombre e intentó girársela para romper­le el cuello, pero el guerrero se anticipó al movimiento de Jasper y se agachó.

A Jasper se le escurrió el guerrero y cayó al suelo. Se puso en pie con un giro, colocándose de Isabella a su adversario.

—No ganaréis —dijo el guerrero—. Nadie derrota a Tanya.

Jasper se rió cuando reconoció al enemigo azul como el guerrero contra el que había luchado en la primera batalla.

—Entonces, es que no os habéis esforzado lo suficiente. Nos hemos mantenido alejados de las garras del mal durante más de trescientos años.

—Ah, pero la druida será vuestra perdición.

Jasper frunció el ceño mientras ambos se movían en círculos.

—¿Qué quieres decir?

—Exactamente lo que he dicho. —El guerrero mostró sus dientes y se pasó la lengua por los colmillos—. Tanya os quiere a todos vivos, pero yo esta noche necesito sangre.

—Me lo imagino. Yo también.

Chocaron con un ruido de huesos. Jasper apartó el brazo antes de que el guerrero pudiera hundir sus afilados colmillos en él. Echó la cabeza hacia atrás y rugió cuando el guerrero envolvió la cintura de Jasper con sus brazos y apretó.

Jasper le dio un cabezazo al guerrero color azul cobalto, haciéndolo retroceder a trompicones. Fue suficiente para que Jasper pudiera soltar­se. En cuanto los pies de Jasper tocaron el suelo lanzó al guerrero contra el castillo. Cayó al suelo con un resonante ruido sordo.

El guerrero se levantó sobre su codo y sacudió la cabeza. Hacía mucho tiempo que Jasper quería luchar. Se sentía bien cediendo a la furia y al deseo de sangre.

Un grito de arriba captó su atención. Levantó la mirada y vio a Vladimir luchando contra tres wyrran. La piel roja de Vladimir brillaba a la luz de la luna mientras lanzaba una bola de fuego a las horribles criaturas.

Cuando Jasper se dio la vuelta, el guerrero había desaparecido.

Jasper soltó una maldición y entró corriendo en el castillo, detenién­dose solo cuando vio la gran cantidad de wyrran que había en el gran salón.

—Cielo santo —murmuró.

Edward perdió la cuenta del número de wyrran que había matado. Sus cuerpos muertos estaban tirados por todo el gran salón, y tenía que ir con cuidado para no tropezar con ellos. Por cada wyrran que mataba, otros tres ocupaban su lugar. Estaban por todas partes, y sus chillidos resona­ban en sus oídos.

Miraba a Isabella siempre que podía. Estaba cerca de él, como le había pedido. Ella también había conseguido matar unos cuantos wyrran, aunque él había visto que uno de ellos le había hecho un corte muy feo en la espalda.

Isabella se movía con la velocidad y la agilidad que había mostrado durante el entrenamiento, pero se estaba cansando. No podría aguantar mucho más. Y con la cantidad de wyrran que había, podrían estar luchando hasta el alba.

Edward se acercó más a Isabella para poder encargarse de más wyrran. Ella le dirigió una breve sonrisa de agradecimiento antes de hundir su daga en el pecho de una de las amarillas criaturas y cortarle la cabeza con la espada.

Un movimiento cerca de la puerta del castillo llamó su atención. Levantó la mirada para ver que Jasper entraba en el castillo. Un momento después, se zambullía en la batalla.

De alguna manera, durante todo aquel rato Emmett había permanecido en su forma humana, usando sus espadas con la misma eficacia que Isabella. Edward sabía que Emmett no se transformaría, que no cedería al dios de su interior. Emmett temía demasiado al dios.

Las garras de Edward desgarraron el pecho de un wyrran antes de separarle la cabeza del cuello. Cayó al suelo en el mismo momento en que Edward vio que tres guerreros entraban corriendo en el salón por las escaleras.

Las trampas habían ralentizado el ataque, pero no mucho. Por encima de todos los chillidos y gruñidos, Edward oyó gritar a Emmett. Edward se dio la vuelta y vio caer a su hermano, tenía encima un guerrero de piel púrpura.

El guerrero le sonrió a Edward antes de agacharse y abrirle el pecho a Emmett.

—¡No! —bramó Edward.

Saltó por encima de los diminutos wyrran para aterrizar al lado de Emmett. Sus ojos verdes estaban arrugados de dolor mientras la sangre le empapaba la túnica. En aquel estado sería muy fácil para un guerrero o un wyrran cortarle la cabeza. La furia se apoderó de Edward. Sus garras cortaron, trocearon y rajaron la piel púrpura. Edward hacía unos movi­mientos tan rápidos que el guerrero solo podía sacudirse con cada corte de su cuerpo.

 

 

Isabella observó horrorizada como caía Emmett sin que el guerrero de piel púrpura perdiera demasiado tiempo en herirlo. Se alegró de que Edward fuera rápidamente al lado de Emmett, dándole tiempo para levantarse y apartarse. Solo un instante después, Jasper se unió a Edward, pero, en lugar de luchar, ayudó a Emmett a levantarse.

Un dolor agudo corrió por la pierna de Isabella. Incapaz de evitar que el grito saliera por sus labios, se dio la vuelta y clavó la daga en la Isabella del wyrran. La criatura gritó e intentó agarrar la daga.

Isabella la sacó rápidamente y le cortó la cabeza al wyrran. Cuando volvió a levantar la mirada, Jacob y Alistair ya estaban luchando en el gran salón.

Dio un salto hacia atrás para evitar otras garras de wyrran y tropezó con uno muerto. Isabella cayó hacia atrás, pero rodó y empezó a ponerse en pie cuando algo la cogió por detrás.

—Ha sido demasiado fácil —dijo una voz ronca y desconocida detrás de ella.

Isabella miró por encima del hombro y vio la Isabella color azul cobalto de un guerrero. Su sonrisa era siniestra, y sus colmillos estaban demasiado cerca de ella. Isabella luchó por liberarse, pero, con mucha facilidad, él saltó contra la pared con ella en brazos.

—¡Edward! —gritó ella, y lanzó la daga hacia atrás contra el guerrero.

Él saltó por encima de la batalla y aterrizó en las escaleras, donde le cogió la muñeca de la mano que tenía la daga y se la apretó. Ella apretó los dientes y aguantó todo lo que pudo. Sus huesos se apretaron unos contra otros, el dolor era insoportable. Cuando sus entumecidos dedos no pudieron aguantar más, la daga repiqueteó contra las escaleras.

—Tira la espada o te rompo un brazo —la amenazó el guerrero—. Tanya te quiere viva, pero un brazo roto no importará.

Isabella sabía que debía mantenerse fuerte para poder huir de él. Si resultaba herida todo sería más difícil. Dejó caer la espada, sintiéndose despojada sin sus armas. No tenía nada con que luchar contra los guerreros, pero las armas tampoco la habían ayudado mucho.

El guerrero volvió a agarrarla y la apretó contra su pecho. Ella le arañó la espalda y le lanzó patadas con la intención de alcanzarle en los testículos.

El guerrero se dio la vuelta, golpeándole la cabeza contra la pared de piedras. Su visión se oscureció mientras luchaba por mantener la consciencia. El guerrero siguió escaleras arriba hasta el rellano, su risa malvada hizo que se le pusieran los pelos de punta. Justo antes de que él se diera la vuelta, Isabella levantó la cabeza y vio a Edward mirándola.

—¡Isabella!

 

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AAAAAAAAAAAAA POBRE JASPER, ASI QUE ERA ESO LO QUE TANTO ESTABA GUADANDO, DEBE DE SER DIFICIL PARA EL, HA COMENZADO LA BATALLA, QUE COSA, SE LA LLEVAN, !!!!!SE LLEVAN A ISABELLA!!!!!!!!!, UUUUUUUUUY QUE NERVIOS, ¿QUE HARA EDWARD?, QUE NERVIOSSSSSSSS

LAS VEO MAÑANA GUAPAS, GRACIAS POR NO DEJAR DE COMENTARME, ME PONDRE A MANO PRONTO, BESITOS

Capítulo 20: VEINTE Capítulo 22: VEINTIDOS

 
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