LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103240
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 31: OCHO

Emmett se dio la vuelta después de haber matado a un wyrran para encontrarse con tres más esperándole. Cuando empezó a correr tras estos, divisó a más subiendo por la pared del castillo.

—¿Qué está pasando? —Susurró para sí mismo.

Logró alcanzar a dos de los tres wyrran que estaba persiguiendo sin problemas, les cogió las cabezas y las estampó la una contra la otra. Con la fuerza que tenía, aquello los mató al instante. Por mucho que quisiera ir a por el tercero, tenía que deshacerse de los tres que ya había matado.

Emmett cogió a ambos wyrran por los pies y se fue a por el otro que había matado primero. Fue mientras regresaba del bosque cuando vio a Randall corriendo hacia él.

Randall lo cogió por los brazos, con los ojos azules muy abiertos, y lo miró con desesperación:

—Gracias a Dios, por fin te encuentro. Te he estado buscando por todas partes.

Fue entonces cuando Emmett se dio cuenta de las manchas de sangre sobre su chaleco.

—¿Qué ha sucedido?

—Es Rosalie. Tienes que venir conmigo de inmediato. Está herida, Emmett.

Emmett no dijo nada más y siguió a Randall. Mantenían un paso más lento de lo que hubiera querido Emmett, pero al ver que Randall no dejaba de mirar a su alrededor, Emmett comprendió que algo horrible había sucedido.

Mientras subían las escaleras hacia la habitación de Rosalie, una sirvienta pasó por su lado corriendo con lágrimas en los ojos. Un instante después, dos damas bajaron las escaleras cubriéndose la boca con las manos mientras murmuraban.

El pecho de Emmett se tensó. Rosalie era una guerrera, lo que significaba que su cuerpo podía cicatrizar muy rápidamente. No había nada que pudiera matarla, excepto cortarle la cabeza.

—¿Randall?

—Todavía no —respondió el joven.

Llegaron al piso superior y giraron por el pasillo para dirigirse a la habitación de Rosalie y entonces Emmett vio a la multitud. Gente, señores, señoras y sirvientes se amontonaban delante de la puerta de la habitación de Rosalie.

—¡Dejadnos pasar! —La voz de Randall se elevó por encima de los murmullos.

La multitud se abrió. Emmett miró a un par de personas mientras seguía a Randall y entraba en la habitación. Y de pronto se detuvo en seco.

Rosalie estaba sobre el banco que había a los pies de su cama, acostada y cubierta de sangre. Había un hombre arrodillado junto a ella que le puso un dedo delante de la nariz. Emmett no podía respirar. Se le nubló la vista y las voces a su alrededor desaparecieron como si estuviera en un túnel. Fue el contacto de una mano sobre su brazo lo que lo hizo volver en sí.

Los temblorosos dedos de Randall le cogieron el brazo.

—Un hombre la ha atacado —informó Randall al médico que se levantaba del lado de Rosalie.

—¿Pudisteis verlo, mi señor?

Randall tragó saliva y miró a Rosalie.

—Tenía el pelo negro. Salió dándome un empujón cuando yo entraba. No pude verle bien el rostro.

—Informaré de la muerte. Mi más sentido pésame, mi señor. La señora Rosalie era una mujer hermosa. ¿Queréis que me lleve el cuerpo?

—No —respondió Randall un poco demasiado hostil.

Emmett bajó la cabeza pero no podía apartar los ojos de Rosalie. Se quedó a un lado mientras la gente salía de la habitación. Randall cerró y pasó el pestillo antes de girarse hacia Emmett.

—Tienes que ayudarla —dijo Randall.

Emmett detuvo a Randall por el brazo y pasó por su lado para acercarse a Rosalie.

—¿Qué ha sucedido?

—La han atacado. No sé ni quién ni qué, pero toda esa sangre es suya.

Emmett sintió una punzada en el estómago. Corrió hacia Rosalie y le levantó la cabeza. Puso la mejilla junto a su nariz y esperó a ver si respiraba. Era apenas perceptible, tan débil que parecía que no respiraba.

—No está muerta, por lo menos todavía no —le dijo a Randall—. Cuéntamelo todo.

Randall se apoyó contra la cama y se aclaró la voz.

—Entré y la encontré tal y como está. La sangre no paraba de brotarme entre los dedos mientras mantenía la mano apretada contra la herida. Le pregunté qué había sucedido y me dijo que no había tiempo. Luego dijo tu nombre. Y yo salí de inmediato a buscarte.

—¿Se lo dijiste a alguien? —Emmett dejó que una de sus garras se extendiera y le abrió el vestido. Le quitó toda la ropa menos la combinación. Todo estaba empapado en sangre. Encontró la herida y le rompió la última prenda para poder verla mejor.

—No, a nadie —respondió Randall—. Una sirvienta debe de haber venido y la habrá encontrado.

Emmett vio que tenía cinco cortes en el costado y soltó una maldición.

Randall se acercó para observar.

—¿Qué es eso?

—No fue ningún hombre, Randall. Un guerrero estuvo aquí. Eso es lo que la ha atacado.

—¡Dios mío! —Randall se acercó de nuevo a la cama y se dejó caer—. ¿Cómo? ¿Por qué?

—Espero que Rosalie pueda decírnoslo. —Un sudor frío cubrió la piel de Emmett. No podía recordar haber estado tan asustado nunca antes. Había sido un estúpido al pensar que no tendría que preocuparse por la muerte de Rosalie, que no tendría que pasar por lo que Edward pasaba cada día. ¡Qué idiota había sido! En ese mismo instante se estaba muriendo en sus brazos.

Quería gritar de dolor, pero más que eso, quería encontrar al guerrero que se había atrevido a hacerle aquello y cortarle el cuello de lado a lado. Cogió el vestido de Rosalie y arrancó un trozo de tela para ponérsela en el costado y hacer que cesara de sangrar.

Con la ayuda de Randall, sacaron los aros de la parte de debajo de las faldas para que fuera más fácil transportarla.

Emmett pasó un brazo por debajo de los hombros de Rosalie y la estrechó contra él.

—¿Rosalie? ¿Puedes oírme?

¿Había vuelto a fallarle a alguien tan pronto? Estaba intentando convertirse en el hombre que su padre habría querido que fuera, pero todo le salía mal.

Al ver que Rosalie no respondía, Emmett la sacudió ligeramente. No podía soportar no saber qué había sucedido o por qué el guerrero la había atacado a ella en lugar de atacarlo a él. ¿Habían sido los wyrran una distracción para así poder capturar a Rosalie? Aquello tenía sentido y lo enfureció como nunca se había enfurecido.

—¿Alguna vez había estado herida como ahora? —preguntó, y levantó la mirada para ver a Randall con los ojos cubiertos en lágrimas.

—Sí —declaró Randall al cabo de un momento—. Siempre llega herida.

—Tienen que haber hecho algo. Es la única razón por la que no haya cicatrizado ya. No puedo ayudarla, no aquí, pero las druidas de mi castillo sí que pueden.

Randall se puso en pie.

—Llévatela. Ahora mismo. Ya me ocuparé yo de todo aquí.

—Necesito algo para cubrirla.

Randall se levantó y regresó al cabo de un instante con una capa en las manos. Entre ambos cubrieron a Rosalie con ella y luego Emmett la cogió en sus brazos. La cabeza le cayó sobre los hombros e intentó abrir los párpados.

—Rosalie —dijo—. ¿Puedes oírme?

—Emmett —murmuró.

—Sí, estoy aquí. ¿Qué ha pasado?

—Un... guerrero.

Emmett apretó la mandíbula.

—¿Quería matarte?

Ella movió la cabeza.

—De... De...

—¿Tanya? —terminó de decir él.

Ella abrió los ojos y asintió una sola vez.

—¡Por Dios! —Maldijo Randall—. ¿Cómo? ¿Cómo lo ha sabido?

Emmett sacudió la cabeza.

—Tanya es muy poderosa. Puede haber descubierto a Rosalie de mil maneras.

—Salid de aquí ahora mismo —ordenó Randall—. Yo vigilaré el pasillo.

—No es preciso. —Emmett se dirigió al balcón—. Tengo otro modo.

Emmett se había transportado a sí mismo muchas veces desde que había descubierto que podía hacerlo, pero nunca lo había intentado con otra persona. Miró a los jardines y encontró un lugar aislado entre los arbustos. Un instante después ya había liberado a su dios y estaban en los jardines. Rosalie se había vuelto a desvanecer y él temía que esta vez ya no volviera a despertar.

No podía perder el tiempo haciendo pequeños saltos. Tenía que llegar al castillo de inmediato. Abrazó con fuerza a Rosalie y se concentró en su castillo y en el patio. Le costaría un gran esfuerzo, pero iba a conseguir llegar hasta su castillo. No tenía ninguna otra opción.

Todos sus poderes se arremolinaron a su alrededor haciendo que la tierra bajo sus pies temblara. El brazo de Rosalie se deslizó muerto y la cabeza se le cayó hacia atrás, dejando su cuello al descubierto.

—¡No! —Gritó Emmett entonces.

Edward escuchó el grito desde el gran salón. Conocía la voz de su hermano tan bien como la suya propia. Edward se puso en pie de inmediato y corrió hacia el patio, donde encontró a Emmett arrodillado con una mujer entre los brazos.

—¡Por todos los dioses! —Exclamó Isabella cuando se unió a Edward en la puerta—. Está cubierta de sangre.

Edward bajó las escaleras de un salto y corrió hacia su hermano. Emmett no dejaba de susurrarle algo una y otra vez a la mujer.

—Emmett —dijo Edward lentamente. Nunca había visto a su hermano tan... perdido. Edward levantó la cabeza y se encontró con Jacob y Alistair a su lado. Pasara lo que pasara con aquella mujer, tenían que separarla de los brazos de Emmett para poder ayudarla—. Emmett, mírame. ¡Emmett!

Al fin, su hermano levantó la mirada, sus oscuros ojos verdes estaban cubiertos por un profundo dolor.

—No he podido salvarla, Edward.

—Apartaos de ahí —dijo Sonya mientras se abría paso entre los hombres. Se acercó para tocar a la mujer, pero Emmett la apartó a un lado.

—Deja que vea si puedo ayudarla, Emmett. No le haré ningún daño.

Su rostro era una mueca de dolor cuando dejó que Sonya pusiera sus manos sobre Rosalie.

—Se llama Rosalie Hale. Es una guerrera. Otro guerrero la atacó, pero no sé por qué no puede cicatrizar sus heridas.

Edward dio un paso atrás al oír las palabras de su hermano. ¿Una guerrera? Su mirada se volvió hacia Jacob, interrogante. Jacob se encogió de hombros como respuesta. Edward pensaba que solo los hombres eran guerreros. Pero fuera quien fuese esa Rosalie, su hermano se preocupaba por ella muchísimo. Solo por eso, Edward se aseguraría de hacer lo que fuera necesario para salvarla.

Sonya se sacó una daga que llevaba en la bota y cortó el trozo de tela que cubría la herida de Rosalie. Se inclinó y olisqueó la tela antes de volver a incorporarse.

—Sangre de drough.

—¿Qué? —Preguntó Emmett antes de que nadie más pudiera hacerlo.

Sonya suspiró y le tocó la frente a Rosalie.

—El guerrero debe de haber mojado sus garras en sangre de drough. La sangre de drough es veneno para los guerreros.

—¡Oh, dios mío! —El rostro de Emmett perdió todo el color—. ¿Está...?

—Todavía no —dijo Sonya—, pero tenemos que darnos prisa. Ha perdido mucha sangre y si no hacemos algo rápido, se nos marchará para siempre.

Emmett no soltó a la mujer en ningún momento mientras se incorporaba. Edward intentó ayudarlo, pero su hermano sacudió negativamente la cabeza.

—No. Voy a llevarla a mi habitación. Haz que venga Sonya allí.

Y de pronto Emmett había desaparecido utilizando su poder para saltar a su habitación.

Durante un momento nadie dijo nada. Edward tragó saliva y se dirigió al castillo. La mirada perdida en los ojos de su hermano mayor era algo que no había visto nunca antes y lo dejó profundamente preocupado.

—Una mujer guerrero —murmuró Isabella.

Edward miró a su mujer.

—No tenía ni idea de que eso fuera posible.

—Tanya la querrá entre los suyos —opinó Jacob.

Alistair asintió.

—Tanya no se detendrá ante nada por tenerla bajo su poder. Lo que no entiendo es por qué un guerrero intentaría matar a Rosalie. Todos sabemos que Tanya mandaría al guerrero a por Rosalie, pero no para hacerle daño.

—Eso es cierto —declaró Edward—. Nunca tendremos las respuestas a no ser que Sonya consiga obrar un milagro y salve a la mujer.

Isabella se inclinó y lo besó en la mejilla.

—Voy a ayudar. Tengo el presentimiento de que Sonya me va a necesitar. Y Emmett te necesitará a ti a su lado.

Edward esperó hasta que Isabella estuvo dentro del castillo antes de girarse hacia los otros dos guerreros, Jacob y Alistair.

—Id a buscar a los otros. Explicadles lo de Rosalie. Tienen que estar prevenidos de que se puede producir un ataque muy pronto.

—Yo iré a buscarles —dijo Jacob, y se marchó.

Alistair cruzó los brazos sobre su pecho, con los ojos grises pasando del castillo a la puerta de entrada.

—¿Qué pasa? —Preguntó Edward.

—Tengo un sentimiento extraño —fue todo lo que dijo Alistair—. Ve con tu hermano, Edward. Yo vigilaré la zona.

—No vayas solo. —Esperó hasta que Alistair levantó una mano en respuesta antes de tomar las escaleras y subirlas de tres en tres hacia la habitación de Emmett.

Su hogar había estado vacío sin sus hermanos, incluso con los otros guerreros y la otra druida. Le gustaba saber que Emmett había vuelto. Luego se acordó de la mirada de Emmett cuando había entrado en el patio.

Emmett tenía el mismo aspecto que Edward se imaginaba que tendría él mismo si estuviera cogiendo el cuerpo sin vida de Isabella entre los brazos. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Emmett estaba superando todavía su afición al vino. ¿Qué le sucedería ahora si aquella mujer moría?

 

 

Alistair fue andando desde el castillo hasta la aldea arrasada con los ojos fijos en el cielo. Había estado esperando que un mensaje o, incluso mejor, un mensajero hubieran llegado ya a estas alturas.

Quería saber cuál era el próximo plan de Tanya y no podía saberlo sin el espía que tenía dentro de la montaña.

Con cada día que pasaba, Alistair se preocupaba más todavía de que su amigo hubiera sido descubierto. Mientras estaban encadenados juntos en la montaña de Tanya, habían hecho el pacto de que uno de los dos se marcharía y el otro se quedaría de espía.

El plan había estado funcionando durante más de cien años, pero ¿cuánto tiempo más podrían seguir engañando a Tanya antes de que los descubriera?

Y peor todavía, Alistair sabía que su amigo no sobreviviría cuando Tanya conociera su traición. Y su amigo era un buen hombre.

Soltó una maldición. Él debería haber sido el que se quedara en aquella montaña. Lo había sabido entonces y lo sabía ahora. Le parecía que cada vez eran más escasas las veces que veía a su amigo y siempre existía la duda en su mente de si él habría cambiado de bando y ahora lo estaba espiando a él.

—No —susurró Alistair para sus adentros. No podía imaginarse al hombre que había llegado a convertirse más en un hermano que en un amigo haciéndole eso.

Esperó media hora para ver si su amigo aparecía antes de darse media vuelta y apresurarse a llegar al castillo para ver cómo iba progresando Rosalie.

 

Emmett tumbó a Rosalie en su cama en la habitación principal. Edward había decidido que fuera la de Emmett en el momento en que habían regresado al castillo, pero este la había rechazado. La habitación le recordaba demasiado a sus padres. Sin embargo, Edward había insistido diciendo que, al fin y al cabo, Emmett era el jefe.

Emmett trató de tragar saliva mientras observaba la palidez de Rosalie en la cama. Solo unas horas antes, él la había estrechado entre sus brazos y le había revelado cosas que nunca antes había contado ni siquiera a sus hermanos. Le había hecho el amor a su dulce cuerpo y había besado y acariciado su suave piel. Había escuchado sus gemidos de placer cuando la había llenado con su semilla.

No puede haber muerto. Por favor, Señor, no la apartes de mí. No me digas que he vuelto a fallar.

Él le observó la herida y se dio cuenta de que el sangrado se había convertido en un simple goteo, pero, con toda la sangre que había en su ropa y en su habitación del castillo de Edimburgo, le sorprendía que todavía le quedara algo en el cuerpo.

Se abrió la puerta y entraron Sonya e Isabella. Isabella se quedó en pie a su lado mientras Sonya se puso en el otro lado de la cama.

—Por favor, ayudadla —dijo Emmett. Estaba dispuesto a suplicar si era necesario.

Sonya lo miró a los ojos y asintió.

—Haré todo lo que esté en mis manos.

Él rezó para que aquello fuera suficiente.

Isabella intentó hacer que se sentara, pero al ver que se negaba, le cogió la mano entre las suyas. Emmett quería apartarla, debería haberla apartado, pero necesitaba la fuerza que Isabella le infundía.

Esperó en el silencio de la habitación mientras Sonya examinaba las heridas de Rosalie. La mayor parte del tiempo Sonya mantuvo una expresión pasiva, pero Emmett pudo adivinar algunas muecas. El estómago se le revolvía cada vez. Podía sentir como su mundo se estaba volviendo a romper en pedazos y él sabía que esta vez no podría superarlo.

Con Rosalie había intentado ser el hombre que siempre había querido ser, había dejado el pasado a un lado y había empezado a mirar al futuro.

Ahora, todo aquello se estaba desvaneciendo, como había sucedido el día en que su clan fue destruido.

La necesidad de beber era tan grande que le sacudió el cuerpo entero. Pero no dejaría sola a Rosalie.

Sonya puso sus manos sobre las heridas y cerró los ojos. Un momento después Isabella se unió a ella. Emmett se apoyaba en un pie y luego en otro mientras las dos druidas vertían su magia sobre Rosalie.

Una eternidad más tarde, Sonya abrió los ojos y miró a Emmett. Su rostro estaba marcado por la preocupación y el cansancio de haber utilizado tanta magia. Sonya se quitó el sudor de la frente con el antebrazo y suspiró.

—Ha perdido demasiada sangre como para que sus heridas puedan empezar a cicatrizar. Ni toda la magia del mundo podría ayudarla ahora.

—¿Entonces qué podría ayudarla? —Preguntó Emmett.

Sonya frunció el ceño.

—Necesita sangre.

Emmett dio un paso hacia la cama y se levantó la manga de la túnica.

—Utiliza la mía.

—Y la mía si hace falta —ofreció Edward a su espalda.

Emmett escudriñó por encima del hombro y vio a Edward de pie junto a la puerta. Su hermano le hizo un gesto con la cabeza en señal de apoyo. Emmett le devolvió el gesto y luego miró a Sonya.

—¿A qué estás esperando?

—Puede que necesitemos mucha.

—No me importa —dijo Emmett—. Hazlo. Cada momento que perdemos discutiendo la acerca un poco más a la muerte. No puedo perderla, Sonya.

La druida respiró profundamente y se inclinó para coger la daga que llevaba en la bota cuando Edward dio un paso adelante.

—Deja que lo haga yo —dijo Edward mientras extendía su garra y la posaba sobre el brazo de su hermano.

Emmett miró a su hermano a los ojos un instante antes de que este le hiciera un corte en el brazo. El corte fue rápido y profundo. Emmett apretó los dientes y mantuvo la mirada sobre el rostro de Rosalie. Aquel pequeño dolor que estaba padeciendo merecía la pena. La sangre que brotaba de su herida era oscura y fluía rápidamente. Sonya le cogió el brazo para que la sangre fluyera por las heridas de la mujer guerrera.

No pasó mucho tiempo antes de que su herida empezara a cicatrizar. Edward le volvió a cortar la carne una y otra y otra vez. Sonya le inmovilizó el brazo para no perder ni una gota de sangre.

La habitación empezó a dar vueltas y Emmett se balanceó sobre sus pies. Edward estaba allí para ayudarlo a mantenerse en pie pasándole un brazo por la espalda.

—No será suficiente —dijo Sonya—. Edward, puede que necesitemos también la tuya.

—No —dijo Emmett. Intentó tragar saliva, pero tenía la boca seca—. Mi sangre, solo mi sangre.

—Vas a acabar matándote—le dijo Edward al oído—. Sé razonable, Emmett.

Pero Emmett sacudió la cabeza. No tenía la fuerza de su hermano, pero quería que Rosalie tuviera toda la fuerza que había en su sangre por haber hecho que casi la mataran.

—Es mi deber protegerla, Edward. Solo tendrá mi sangre.

Las rodillas de Emmett cedieron antes de que pudiera terminar la frase. Edward lo sostuvo en el aire mientras Isabella iba a coger una silla. Una vez situada la silla bajo él, Edward lo sentó en ella. Emmett se inclinó hacia la cama y tomó la mano de Rosalie con la mano que tenía libre.

Miró a Sonya y vio que le tenía cogido el otro brazo justo delante. Lo único que quería hacer era cerrar los ojos y dormir, pero aquel era un lujo que tendría que esperar todavía.

—Se me está cerrando la herida —le dijo a Sonya.

Ella observó las heridas de Rosalie antes de hablar.

—Veamos si con esto es suficiente antes de que vuelvas a hacerte ningún corte.

Emmett estaba feliz de que Edward estuviera allí. Había echado muchísimo de menos a su hermano mientras había estado fuera y tenía muchas cosas que contarle. Odiaba tener que reconocer que no había cumplido con sus objetivos mientras había estado en Edimburgo. Sin embargo, había encontrado a Rosalie.

O mejor dicho, ella lo había encontrado a él.

Intentó apretarle la mano a Rosalie, pero las fuerzas lo habían abandonado. Levantó la mirada hacia su rostro y vio que estaba recuperando el color, pero más lentamente de lo que él hubiera deseado.

—Emmett.

Sintió la mano de Edward sobre su hombro. Siempre era el fuerte, el que se mantenía imperturbable. Debería haber sido Edward el primero en nacer. Él habría sabido qué decisiones tomar y no hubiera dejado abandonados a sus hermanos por una botella de vino.

—Estás a punto de desfallecer tú también —dijo Edward mientras se arrodillaba frente a Emmett—. No le vas a hacer ningún bien a Rosalie si mueres tú también.

Emmett estaba de acuerdo en ese punto. Aunque quería ser el que salvara a Rosalie, sabía que era egoísta no dejar que Edward ayudara.

—¿Si necesitara más...?

—Ayudaré en todo lo que pueda —prometió Edward antes de que Emmett pudiera terminar—. Lo sabes, hermano. Ni siquiera tendrías que preguntarlo.

Pero Emmett tenía que preguntar. Tenía que demostrar a todo el mundo, incluido a él mismo, pero especialmente a sus hermanos, que era el hombre que su padre había querido que fuera. Un líder. Un hombre que consideraba todas las posibilidades y tomaba sabias decisiones.

—Se le están cerrando las heridas —observó Sonya en la quietud de la habitación.

Isabella se cogió las manos con fuerza.

—Gracias a Dios.

Emmett dobló el brazo herido sobre su pecho en cuanto Sonya lo soltó. Todo lo que quedaba del último corte era una fina línea rosada que desaparecería en un instante.

Sonya le puso las manos a Rosalie sobre la frente y luego movió los dedos hacia su cuello.

—Le ha bajado la fiebre y su corazón late con más fuerza. Creo que saldrá adelante, Emmett.

—Gracias —le dijo a la druida—. No sé cómo podré pagarte lo que has hecho.

Sonya sonrió y se apartó un mechón de pelo rojizo por detrás de la oreja.

—Me has dado un hogar. Esto es lo mínimo que puedo hacer. Isabella y yo hemos utilizado nuestra magia para acelerar el proceso de cicatrización. Con la sangre que ahora hay en ella debería estar mejor en unas cuantas horas. —Hizo una pausa—. ¿Puedo hacer algo por ti?

Él movió la cabeza negativamente. Sonya no podía sanar la herida que había en su interior, la herida que casi lo parte en dos al ver a Rosalie casi muerta. Solo el tiempo podría ayudarlo con eso. El tiempo y volver a tener a Rosalie entre sus brazos.

—Como quieras. —Ella cogió un trozo de tela y lo sumergió en el agua. Lo escurrió y empezó a limpiar los brazos y la cara de Rosalie.

Isabella se dirigió hacia la puerta.

—Voy a ver si encuentro algo que se pueda poner nuestra nueva invitada.

Emmett se pasó la mano por la barbilla. Aunque sabía que las heridas de Rosalie estaban sanando, no podía dejar de sujetarle la mano. Estaría a su lado hasta que se despertara, hasta poder ver con sus propios ojos que iba a sobrevivir.

—¡Por todos los dioses! —exclamó Sonya.

Emmett giró la cabeza para mirar a la druida.

—¿Qué pasa?

—Su anillo. —Sonya señaló la mano de Rosalie.

—¿Qué pasa con su anillo? —Preguntó Edward mientras se ponía en pie—. ¿Tiene algo especial?

La mano de Sonya temblaba al pasar los dedos sobre la blanca piedra ovalada.

—¿No sabes lo que es? —le preguntó a Emmett.

Emmett negó con la cabeza.

—Sé que nunca se lo quita. Lo lleva a todas partes consigo.

—Te fuiste a buscar información sobre el Pergamino a Edimburgo. Y ella lo ha tenido consigo todo el tiempo. Debe de ser la guardiana.

Emmett pasó la mirada de Sonya al anillo. Se levantó con piernas temblorosas y se quedó mirándolo fijamente. Vio algo dentro de la piedra, como antes.

El corazón empezó a latirle con fuerza en el pecho al recordar haberle dicho a Rosalie que quería el Pergamino para ayudar a liberar a Jasper. Ella había sabido todo el tiempo dónde estaba y que era real. Emmett le había abierto por completo su alma y ella le había escondido lo único que necesitaba para salvar a su hermano.

—¿Cómo? —Gritó.

—Magia —dijo Edward.

Sonya asintió.

—Nadie lo buscaría ahí.

Emmett sintió cómo la traición le pesaba en el alma. Darse cuenta de todo hizo que le diera vueltas la cabeza. Necesitaba salir de la habitación y alejarse de ella. Intentó darse la vuelta y levantarse de la silla. Hubiera caído al suelo si no hubiera sido por Edward y sus firmes brazos.

—¿Qué sucede? —Le preguntó su hermano.

Emmett no podía explicarle lo estúpido que había sido.

—Sácame de aquí. Ahora.

Edward medio lo arrastró medio lo ayudó a caminar fuera de la habitación hasta el pasillo.

—Necesitas descansar.

—Sí. —Y también necesitaba vino.

Dios, cómo necesitaba el vino ahora. Sabía que habría días en los que la necesidad lo sobrepasaría, pero al saber lo que Rosalie le había ocultado, hizo que aquella necesidad fuera insoportable. Tragó saliva, tenía la boca más seca que nunca. El vino lo arreglaría.

Sí, encuentra algo de vino. Eso aplacará todo el dolor, como antes.

Emmett se odiaba a sí mismo por su debilidad. Estaba feliz de no encontrarse solo. Si Edward no estuviera con él, no hubiera podido mantenerse en pie y sabía que habría intentado recorrer todo el castillo en busca de vino.

—¿Qué sucedió en Edimburgo? —Le preguntó Edward mientras abría con el hombro una habitación y entraba.

Emmett cayó en la cama y se quedó mirando al techo.

—Demasiado y no lo suficiente.

A pesar de su traición, se dio cuenta a regañadientes de que Rosalie solo estaba protegiendo el Pergamino. Él no le había explicado todo su plan y si hubiera estado en el lugar de ella, él tampoco hubiera dicho nada sobre el Pergamino.

Había sido un estúpido, un auténtico estúpido. Rosalie nunca sería suya, no importaba lo mucho que él lo deseara. Y seguramente aquello era para el bien de todos.

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AY DIOS!!!!!!!, DIOS, EDWARD ES UN AMOR ¿VERDAD? MIRA QUE SACRIFICARSE POR SALVARLA, AAAAAAAAAA ES UN AMOR, MALA SUERTE QUE TUVO QUE ENTERARSE DEL SECRETO DE ROSALIE, GRRRRRRR ESO LO FUE A ARRUINAR TODO, SONYA TUVO LA CULPA JAJAJA, ¿QUE PASARA AHORA?, POBRECITO SE SIENTE TRAICIONADO.

 

LAS VEO MAÑANA CHICAS BESISTOS.

Capítulo 30: SIETE Capítulo 32: NUEVE

 
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