LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103246
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 50: DIEZ

Alice se sentó cuidadosamente. Al ver que su estómago no se revolvía, gateó lentamente hasta el pilón de agua y metió la mano en el fresco líquido. Tenía sed, pero iba con cuidado de no beber demasiado, no fuera a afectar a su estómago de nuevo.

El martilleo en su cabeza, sin embargo, no desaparecería pronto. Era un efecto secundario que sufría cada vez que utilizaba su magia, pero había merecido la pena volver a ver a Duncan sano y feliz de nuevo.

Alice se apoyó en la pared para mantenerse en pie. Miró alrededor para asegurarse de que Seth y Duncan estaban ocupados en otras cosas antes de dirigirse hacia la cueva de Charon.

Tan pronto como emergió de las profundidades de la cueva de Jasper, Charon se acercó a ella desde las sombras. Esta no quería que Arran y Duncan supieran lo que estaba planeando, así que se metió en la cueva de Charon.

—Me sorprende verte en pie tan pronto —dijo él.

Ella se encogió de hombros.

—Estaré bien.

—No tienes buen aspecto. Deberías permanecer acostada.

—No puedo —dijo ella—. Antes no pudimos terminar nuestra conversación.

Los labios de él temblaron de preocupación.

—No hay nada más que decir, druida.

—Sí que lo hay. Deseo que le digas a Tanya que estoy viva. Que le digas que estoy aquí.

—¿Por qué? —preguntó con la voz llena de desconfianza—. Te matará.

—Estoy convencida de que lo intentará. Pero quiero que hagas que devuelva a Jasper aquí como intercambio.

Charon sacudió la cabeza.

—No funcionará.

—Lo hará si le dices que he recordado el conjuro para dormir a los dioses.

El guerrero se quedó como petrificado. Abrió y cerró los puños varias veces antes de volver a hablar.

—¿Qué acabas de decir?

—Enterrado en mi mente está el conjuro que me legó mi abuela y que conseguirá, una vez más, dormir a los dioses.

—¿Ya no seré inmortal nunca más ni tendré el poder de mi dios?

Ella sacudió la cabeza.

—No, no tendrás nada de eso.

—¿Sabía todo esto Jasper?

—Sí.

Charon soltó un suspiro.

—Ahora entiendo el motivo por el que te protegía de ese modo. Dime, druida, ¿por qué no te mató Tanya?

—Jasper cree que mi abuela me protegió de algún modo. Nada de eso importa ahora. ¿Le dirás a Tanya que he recordado el conjuro?

—No.

Ella parpadeó ante sus ojos.

—¿Por qué?

—Lo que guardas en tu mente podría salvarnos a todos.

—Es posible, si logro recordarlo. Ese es un riesgo que no estoy dispuesta a asumir. Si esperas salir de este lugar y huir de Tanya, entonces deberías haberte unido a Jasper.

Él levantó la mano en el aire para detenerla.

—Tú solo has estado en el Foso cuestión de días. No tienes ni idea de lo que hemos pasado la mayoría de nosotros en manos de Tanya. Solo hay una persona por la que me preocupo en este infierno y esa persona soy yo. Jasper no me dio ninguna razón para unirme a él. Tanya sí.

Alice solo podía mirarlo, sorprendida de que alguien pudiera ser tan egoísta.

—Lo siento por ti.

—No quiero tu compasión, druida.

—¿Hay algo que pueda darte para que le digas a Tanya lo que quiero?

Él se giró, ofreciéndole la espalda.

—No tienes nada que pueda tentarme.

Alice, sintiéndose más derrotada que cuando Dunmore la capturó, se dio media vuelta para salir de allí. Junto a ella escuchó un fuerte y feroz gruñido. Lo siguiente que pudo ver era que Charon la lanzaba contra la pared mientras utilizaba su propio cuerpo para protegerla del ataque.

Tenía ambos brazos abrazándole la cabeza y su gran cuerpo evitaba que pudiera ver quién había atacado. Ella se estremeció cuando Charon echó la cabeza hacia atrás y bramó como si le hubieran golpeado por la espalda. Una y otra vez pudo oír unas garras que destrozaban su carne color cobre, pero él no se apartó ni un por un instante ni dejó de protegerla.

Si alguien le hubiera preguntado justo un momento antes si creía que Charon estaría dispuesto a salvarle la vida, ella habría dicho que no.

Alice se arriesgó a echar un vistazo por encima del fuerte hombro de Charon y vio la blanca piel de Seth.

—¡Detente! —gritó, pero los rugidos de Seth y Charon apagaban su grito—. ¡Seth, detente!

Charon se dio la vuelta mientras Seth saltaba sobre él. Los dos guerreros se encontraron en un golpe demoledor. Ambos cayeron al suelo y salieron rodando, dejando rastros de sangre de sus garras en el camino.

Lo único que podía hacer Alice era observar horrorizada.

De pronto, Seth dio un salto para ponerse en pie. Mantenía una postura encorvada, con los ojos blancos de guerrero fijos sobre su enemigo. Una vez Charon consiguió ponerse en pie, ambos empezaron a moverse en círculos.

Seth fue el primero en atacar. Clavó sus garras profundamente en el pecho de Charon, mientras dejaba a la vista los colmillos. Su contrincante le sujetó el brazo en un intento de deshacerse de aquellas garras.

Alice no dudó ni un instante en acercarse a Seth y posar la mano sobre su brazo.

—Seth, para.

No pudo ver el brazo que se acercaba hacia ella. Aterrizó en su pecho con tal fuerza que le paralizó el aire que teñía en los pulmones y la envió volando hacia la pared. Un grito salió de sus labios al estrellarse contra la roca y deslizarse hasta el suelo.

—¡Por todos los dioses! —dijo Seth mientras se arrodillaba frente a ella.

Tan pronto como pronunció aquellas palabras, se doblegó a causa del dolor. Pasados unos minutos, levantó la cabeza.

—Alice, lo siento, no sabía que eras tú.

Ella intentó hablar, pero seguía sin poder recuperar el aliento.

Charon le cogió la mano y la miró fijamente a los ojos.

—Relájate y deja que el aire entre en tus pulmones.

Le costó un momento, pero finalmente pudo respirar de nuevo. Le hizo un gesto de agradecimiento a Charon, que le soltó la mano y se apartó.

—¿Estás malherida? —preguntó Seth mostrando un rostro cargado de arrepentimiento.

—Estoy bien. ¿Qué te ha pasado después de que me golpearas?

Seth se encogió de hombros.

—No estoy seguro. Era magia, magia que creo provenía de ti.

—Jasper tenía razón —susurró ella—. Mi abuela me protegió con conjuros.

—Nunca había sentido tanto dolor —confesó Seth—. Si eso ha sido solo por haberte golpeado, no puedo ni imaginarme el dolor que podría llegar a experimentar el que intentara matarte.

Alice asintió con la cabeza.

—Ahora ya sé la razón por la que Tanya no me mató. Ahora dime, ¿por qué has atacado a Charon?

—Pensé que pretendía tomarte.

Ella sonrió y le acarició la mano.

—No. Tenía que hablar con él.

—¿Hablar con él? —repitió Seth—. ¿Sobre qué?

—Para ver si me podía ayudar a intercambiarme por Jasper.

Seth abrió los ojos, horrorizado.

—No lo intentes, Alice. Jasper está dispuesto a sacrificarse, pero si regresa y tú no estás aquí, es capaz de matarnos a todos.

Por mucho que le gustara pensar que Jasper se preocupaba por ella hasta tal punto y que esa era la causa por la que Seth parecía tan preocupado, ella sabía que era por el conjuro que poseía y nada más.

Pero deseaba con todas sus fuerzas que no fuera así.

Jasper pensaba que la tortura no iba a terminar nunca. Ian no suplicó en ningún momento ni tampoco gritó y Jasper sabía que el dolor era espantoso.

No solo lo azotaron y golpearon, sino que además le habían arrancado las garras.

Jasper había querido liberar a Ian varias veces, pero cada vez que lo intentaba golpeaban a este con más fuerza, hasta que Jasper abandonó tal actitud. Si Jasper realmente vivía eternamente, nunca olvidaría la visión de su amigo sufriendo tal tormento. Y para hacer las cosas más difíciles todavía, además Jasper sabía que aquello era culpa suya. Nunca se había sentido tan impotente e inútil. Todo por ser uno de los maravillosos MacMasen.

—No te preocupes por tu amigo —dijo James con una mueca socarrona—. Las garras volverán a crecerle.

Jasper cerró las manos en un puño y dejó que sus garras le pincharan la carne. Era lo único que lo mantenía sereno para no atacar y matar a James.

Se giró para mirar de cara al guerrero añil.

—Un día llegará la batalla que estoy esperando poder librar entre nosotros. Y quiero que sepas que ese día disfrutaré matándote.

 

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—Oh, MacMasen, puedes intentarlo cuando quieras. Por mucho que Tanya se deleite viéndonos a los dos enfrentados, nunca permitirá que ninguno de los dos muera.

Jasper se aseguraría de que James muriera pese a lo que le pudiera costar aquel acto luego.

—Creo que es hora de devolverte al Foso —dijo James.

Cuando Jasper pasó por la habitación vio a Isla que se dirigía hacia él acompañada de cuatro mujeres cubiertas con velos negros. De las manos de Isla goteaba sangre hasta el suelo. La drough tenía el rostro pálido y debajo de sus ojos podían verse profundos surcos oscuros.

James se detuvo frente a Isla.

—Bien, bien, bien. Ya veo que Tanya te ha infligido tu castigo.

—Apártate de mi camino —le pidió Isla al guerrero.

—¿O qué?

Los ojos azul pálido de Isla se clavaron en la frente de James.

—¿De verdad quieres descubrirlo?

James soltó una carcajada y se apartó a un lado para dejarla pasar. Justo cuando ella estuvo a su altura, James le dio un manotazo en la espalda. Isla gimió y dio un traspié, pero no se detuvo y tampoco miró atrás en ningún momento.

Jasper seguía mirando a Isla un buen rato después de que James ya hubiera apartado su atención de ella, así que el guerrero azul marino no pudo ver que Isla tuvo que agarrarse a la pared para mantenerse en pie ni escuchó su maldición. Jasper se descubrió a sí mismo preguntándose qué habría hecho la druida para que la castigasen.

—¡MacMasen! —gritó James.

Jasper apartó la mirada de Isla y se quedó mirando a James, pero sus pensamientos seguían fijos en aquella drough. Si Tanya la había torturado, tal y como había sugerido James, entonces quizás fuera posible que Isla se pusiera de su lado. La pregunta era hasta qué punto tenía Tanya control sobre aquella mujer.

Cuanto más se acercaba Jasper al Foso, más se centraban sus pensamientos en Alice. No tenía la menor idea de cuánto tiempo había pasado desde que se había ido, pues las horas se habían sucedido borrosas, pero rezaba para que estuviera todavía sana y salva.

Estaba ansioso por verla, por abrazarla... por besarla.

Solo el hecho de pensar en tener sus suaves curvas contra su cuerpo hizo que se le tensaran los testículos ante la expectativa.

Prestó mucha atención para poder escuchar su voz mientras esperaba que se abriera la puerta. Cogió una bocanada de aire e intentó captar su esencia de rayos de sol entre la lluvia.

Pero todo cuanto olió fue sangre y muerte.

Se le aceleró el corazón a medida que el miedo crecía en su interior. ¿Estaba herida Alice o, peor todavía, estaba muerta? ¿Había descubierto de algún modo Tanya que ella estaba allí mientras Jasper había permanecido fuera?

Tan pronto como oyó el crujido de la puerta que se abría, la apartó a un lado y entró corriendo al Foso. La primera persona a la que vio fue a Charon apoyado contra las rocas como si tuviera todo el tiempo del mundo.

—MacMasen —dijo Charon cuando Jasper pasó por delante.

Jasper hizo un gesto de asentimiento con la cabeza.

—Charon.

Cuando Jasper llegó a la entrada de su cueva, se detuvo. Ni Seth ni Duncan estaban haciendo guardia y tampoco había ninguna señal de Alice.

—Gracias a los dioses —dijo Seth mientras se acercaba a Jasper.

Jasper le dio unas palmadas en el hombro a modo de saludo.

—¿Cómo ha ido todo?

Seth bajó la mirada hasta el suelo.

—Tienes que entrar.

De pronto, la preocupación por Alice inundó a Jasper. Empujó a Seth a un lado y accedió al interior de la cueva para detenerse unos pasos más adelante al ver a Alice.

Ella se puso en pie lentamente, con los labios partidos en una especie de sonrisa. Nunca había sido tan feliz de ver a nadie en su vida. El horror de las horas pasadas se desvaneció al contemplar su belleza.

—Has vuelto —dijo ella.

—Sí.

No pudo hacer que ninguna otra palabra atravesara sus labios, no cuando lo único que quería era besarla con aquella desesperación. Hizo que su dios desapareciera para no herirla con las garras y los colmillos.

Sin preocuparle quién había alrededor, la cogió entre sus brazos mientras sus labios se posaban sobre los de ella. La besó profundamente, apasionadamente y el deseo que había en su interior crecía con el dulce sabor de su boca y el tacto de sus manos sobre él.

Él ocupó su boca, dejando que el deseo que palpitaba en sus adentros creciera hasta sentir que su cuerpo se sacudía con él. Recordaba vívidamente cómo era estar dentro de ella y quería que sus resbaladizas paredes lo rodearan una vez más.

—Podría estar besándote toda la eternidad —le dijo mientras le mordisqueaba el lóbulo de la oreja.

Ella sonrió contra su pecho y lo abrazó.

—Eso parece maravilloso.

Él deslizó las manos por su espalda y sintió que se ponía tensa.

—¿Qué ha sucedido?

—No ha sido nada —dijo ella.

—No era mi intención —dijo Seth a la par.

Jasper miró a uno y después al otro.

—Alguien que se explique mejor.

—Me fui a hablar con Charon —le empezó a explicar Alice mientras se cogía un mechón de pelo de detrás de la oreja.

—¿Con Charon? —repitió Jasper—. ¿Por qué?

Ella se encogió de hombros.

—Quería saber si él podía ayudarte.

Seth apretó la mandíbula.

—Yo la vi allí y pensé que Charon se la había llevado. Entonces ataqué.

—Y yo cometí el error de intentar detenerlo —dijo Alice—. Debería haber ido con más cuidado.

—Yo no debería haberte golpeado.

Jasper volvió la mirada hacia Seth y empezó a temblar de la ira.

—¿Tú la golpeaste?

Alice cogió a Jasper por el brazo.

—Solo porque no se dio cuenta de que era yo. Y en realidad no me golpeó, fue más como un empujón.

—Por todos los dioses —masculló Jasper.

—Fue un accidente —volvió a decir Alice-—. Por favor, no te enfades con Seth.

Jasper se quedó mirando al guerrero blanco.

—Tenías razón al pensar que estaba protegida con conjuros —dijo Seth.

Jasper frunció el ceño.

—¿Resultaste herido?

—Sentí un dolor como nunca había sentido. No me extraña que Tanya no quisiera arriesgarse a lastimar a Alice. Nunca fue mi intención hacerle daño.

—Te creo, amigo. ¿Eso es todo lo que ha sucedido?

A Jasper no le pasó por alto la mirada que ambos intercambiaron. Abrió la boca para preguntar qué estaba pasando cuando Seth habló.

—Duncan está... mejor. Sigue sin ser él mismo.

—Tampoco espero que lo sea.

De hecho Jasper estaba sorprendido de que Duncan no hubiera tratado de abrirse camino con sus garras para ir a buscar a su hermano gemelo. Y si Duncan tuviera la menor idea de lo que le estaban haciendo a Ian, Jasper sabía que haría lo que fuese con tal de poder llegar hasta Ian.

Alice entrelazó sus dedos con los de él. Al ver que tenía el ceño fruncido, Jasper supo que algo la preocupaba.

—¿Qué sucede? —le preguntó.

Ella miró a Seth antes de hablar.

—Al parecer hay un lazo muy fuerte entre Duncan e Ian.

—Claro que lo hay. No son solo hermanos, son gemelos.

—Es mucho más que eso.

Jasper se movió para poder recostarse sobre una gran roca.

—Creo que deberías explicarte mejor.

—Todo empezó cuando te sacaron de aquí —dijo Seth—. Duncan no había abandonado su cueva, así que fui a ver cómo estaba. Entonces fue cuando lo encontré en el suelo, retorciéndose de dolor.

Alice se sentó junto a Jasper.

—No sé cuánto tiempo pasó hasta que yo oí sus gritos de dolor. Corrí hacia su cueva y descubrí que tenía un hilo de sangre saliéndole por la boca y que todo su cuerpo se estremecía de dolor.

Jasper cerró los ojos. No quería escuchar más, pero sabía que tenía que hacerlo.

—Utilizaste tu poder, ¿no es así?

—Sí —susurró Alice—. Parecía que se estaba muriendo, Jasper. No tenía otra opción.

Él asintió con la cabeza.

—Lo sé. Gracias por cuidar de él.

Seth resopló.

—Es mejor que no vuelva a hacerlo porque se puso muy enferma.

—¡Seth! —dijo ella bruscamente.

Jasper la cogió por la barbilla y le giró la cara para que lo mirara.

—¿Cómo de enferma?

—Nada que no pudiera soportar.

—Eso no es lo que te he preguntado, Alice. ¿Cómo de enferma?

Ella suspiró.

—Había mucho dolor y sufrimiento en su interior. Le saqué todo lo que mi magia me permitió.

Jasper la apretó contra su pecho y la besó en la cabeza. Le daba miedo que ella hubiera hecho tal cosa sin que él estuviera allí para cuidarla, pero también estaba agradecido de que hubiera ayudado a Duncan.

—Gracias.

—No sé cuánto tiempo durará —dijo Alice mientras levantaba la mirada hacia él—. Duncan podría empezar con el sufrimiento en cualquier momento. Me dijo que podía sentir cómo estaban torturando a Ian.

Jasper se frotó los ojos para intentar controlar la culpa y el resentimiento que se habían asentado en su interior.

—¿Dónde está Duncan ahora?

—Descansando —respondió Seth—. ¿Qué ha sucedido, Jasper? ¿Has podido ver a Tanya?

Jasper pensó por un momento en no contarles nada, pero todos, especialmente Duncan, tenían derecho a saber. Aunque Jasper hubiera preferido cortarse un brazo antes que tener que referirle a Duncan lo que le habían hecho a su hermano.

—No he podido ver a Tanya —les explicó—. James me llevó a una pequeña habitación desde la que tuve que observar cómo torturaban a Ian hora tras hora. Traté de detenerlos, pero James había ordenado que mataran a Ian si yo intentaba atacarlo.

—Dioses... —masculló Alice.

Jasper miró a Seth y lo encontró con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza baja. Podía imaginarse perfectamente lo que Seth pensaba de él en aquel momento.

—Hubiera cambiado mi lugar con Ian si hubiera podido —dijo Jasper.

Seth movió los pies.

—Nunca he tenido la menor duda sobre ello. Solo estoy tratando de imaginarme a qué está jugando James.

—Me odia casi tanto como yo lo aborrezco a él. He prometido matarlo por esto, y algún día lo haré.

—Lo que no entiendo es dónde estaba Tanya. Pensaba que ella quería que tú cedieras —dijo Alice.

Jasper asintió con la cabeza.

—Lo mismo me preguntaba yo. Al parecer Tanya le ha dicho a James que no quiere hablar con nadie. Estoy convencido de que ella no tiene la menor idea de que James me hizo mirar cómo torturaban a Ian. Ni siquiera sabe que pedí verla, puesto que mi petición no pasó de James.

Seth dejó caer los brazos y levantó la cabeza.

—¿Qué vamos a hacer?

Jasper sabía exactamente lo que él iba a hacer, pero no iba a decírselo ni a Seth ni a Alice. Ellos no lo comprenderían. Pero ahora ya no tenía otra opción. Había demasiadas cosas que debía solucionar.

—Esperaremos —respondió—. Es lo único que podemos hacer.

Alice no podía creer que Jasper realmente hubiese regresado. Había llegado a pensar que tendría que resignarse a no volver a verlo nunca. Y, sin embargo, allí estaba, con su fuerte cuerpo abrazado al suyo.

Ella se pasó la lengua por los labios, todavía con el sentimiento del beso que él le había dado. Había podido sentir tanto deseo, tanta urgencia en aquel beso que había hecho que le temblara hasta el alma. No necesitaba su magia para saber que estaba ligada a Jasper. A pesar de ser consciente de ello, no podía apartarse de él.

Era como si Jasper tuviera su propia magia que la atraía hacia él. Estaban en el peor lugar del mundo, pero en lo único en lo que podía pensar era en Jasper y en cómo hacía que se sintiera.

La revelación de Jasper sobre que había tenido que ver la tortura de Ian hizo que se le estremeciera el corazón. No podía imaginarse lo que sería tener que soportar algo tan horrible sabiendo que no había nada que pudiera hacer para detenerlo.

—¿De verdad estás bien? —le preguntó Jasper mientras tiraba suavemente de una de su trenzas.

Ella sonrió, levantó la mirada hacia él y asintió con la cabeza.

—Estoy mucho mejor ahora que has vuelto.

Él le acarició el pelo con la mano. La druida cerró los ojos y reposó la cabeza sobre su mano. Levantó las manos para deshacerse las trenzas para que él pudiera mover sus dedos libremente entre sus cabellos cuando él la detuvo.

—No —susurró mientras le besaba el cuello—. Me encantan tus trenzas. Son parte de lo que hacen que tú seas tú.

Alice le acarició la mejilla y la barbilla, con su incipiente barba, antes de dejar que sus dedos se deslizaran hasta sus labios. Los sentimientos que despertaba en ella eran excitantes y maravillosos. Y ella deseaba que aquello no terminara nunca.

—Jasper.

No hizo falta añadir nada más. Él la rodeó suavemente con los brazos, empujándola contra su pecho, pero a ella no le importaba. Nunca estaba lo suficientemente cerca de él.

Él le mordisqueó y jugueteó con su boca. Luego, con su lengua, le lamió el contorno de los labios. Ella gimió y abrió sus labios para él. Su lengua se introdujo en la boca de ella velozmente, haciendo que se tragara el gemido de placer.

Alice fue arrastrada por una ola de placer como nunca antes había experimentado. Jasper conquistó su boca con la suya, seduciéndola y proclamándola suya con el simple tacto de su lengua.

No lo detuvo cuando la levantó y la sentó sobre su regazo, de modo que ella lo abrazaba con sus piernas. Alice dio un grito ahogado al sentir su rígida virilidad contra la sensible carne de su sexo.

Ella se sacudió con una necesidad tan grande, tan intensa, que empujó con sus caderas contra él, transmitiendo espirales de deseo cada vez que rozaba su miembro.

—Me estás volviendo loco —le dijo Jasper con la respiración entrecortada.

Alice quería decirle que él estaba haciendo lo mismo con ella, pero no le salió la voz. Ella le agarró con fuerza los hombros cuando él empezó a masajearle los pechos.

Uno de sus dedos rozó su pezón, enviando olas de deseo por todo su cuerpo. Ella lanzó un grito y se arqueó hacia él. Necesitaba tener más de él, tenerlo por completo.

Ella le tiró de la camisa, ansiando que se desprendiera de la ropa para poder sentir su piel bajo la palma de las manos. Él la soltó solo el tiempo justo para quitarse la prenda por la cabeza.

Alice suspiró de felicidad mientras deslizaba las manos por los músculos de su espalda y sentía cómo se movían bajo sus manos. La lengua de Jasper le estaba haciendo cosas maravillosas, increíbles, en el cuello, que la tenían sumida en un estado de éxtasis y deseo.

Ella le pasó los dedos entre los rizos castaños y le inclinó la cabeza hacia atrás.

—Quítate el vestido antes de que te lo arranque del cuerpo.

Alice se estremeció al oír el deseo que inundaba su voz. Con manos temblorosas trató de desabrocharse el vestido. Escuchó que la tela se rasgaba cuando las manos de Jasper se unieron a las suyas y le dieron un fuerte tirón al traje. Pero no le importaba. No mientras estaba entre los brazos de Jasper.

Sus labios se cerraron sobre un pezón y empezó a juguetear con él con la lengua y los dientes. Ella se estremeció cuando su lengua empezó a dibujar círculos sobre la pequeña prominencia. Empujó sus caderas contra él, buscando el desahogo a aquel placer que iba creciendo con cada breve mordisco.

Con la mano alcanzó su verga e intentó sacársela de los pantalones. Él gimió, el sonido del placer para sus oídos. Igual que antes, se quedó sorprendida ante la rigidez que tenía en su mano.

—Quiero tocarte —le dijo.

En un instante él se había desabrochado los pantalones y se los había quitado para dejar libre su erecto miembro. Alice lo cogió entre sus manos y se quedó sorprendida ante su tacto. Todo él era maravilloso. Y, por el momento, era todo suyo.

—Si no paras, derramaré mi semilla.

Ella quería hacer que él llegara al clímax con sus manos, pero la necesidad de sentirlo en su interior era todavía mayor. Ella se puso de rodillas y se colocó encima de él.

Él la miró a los ojos mientras pellizcaba con los dedos uno de sus pezones, produciéndole a la vez tal placer y dolor que ella gimió y empujó más contra él.

Ella bajó lentamente sobre su grueso y duro miembro. Alice cerró los ojos una vez que ya estaba completamente sentada. El sentimiento de Jasper en su interior era un sentimiento del que nunca podría cansarse.

Jasper le cogió la cabeza con la mano y la levantó hacia su rostro.

—Mírame. Quiero ver tus ojos cuando llegues al clímax.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo ante aquellas palabras. Ahora él podía tocarla solo con el sonido de su voz; era algo que nunca había experimentado, pero le gustaba, así que abrió los ojos. Con la mano que tenía libre, la sujetó por las caderas y empezó a moverla adelante y atrás. Alice se mordió el labio cuando una oleada de éxtasis le inundó el cuerpo.

Ella no apartó la mirada de los increíbles ojos verdes de Jasper en ningún momento, ni siquiera cuando él la penetró con más fuerza, rozando su clítoris en el proceso.

Era increíble el control que tenía estando encima de él. Ella movía sus caderas y se deleitaba con el sonido de sus gemidos. También utilizó sus piernas para subir o bajar sobre su falo. Pero de pronto no pudo soportarlo más. Su orgasmo estaba tan cerca que ya no podía aguantarse.

Entonces Jasper tomó el control, balanceándola adelante y atrás hasta que todo su mundo se desvaneció. Se le cortó la respiración y vio luce- citas blancas a su alrededor y alrededor de Jasper mientras su cuerpo se convulsionaba sobre él.

—Alice... —susurró mientras daba el último empujón y ella sentía cómo él se sacudía en su interior.

Ella se desplomó sobre sus hombros y le acarició la espalda. Ahora que Jasper había vuelto, la ansiedad que la había consumido se había desvanecido y todo lo que quería hacer era tumbarse entre sus brazos durante toda la eternidad.

Cada vez que hacía el amor con Jasper, parecía como si una parte de ella se abriera, como si pudiera sentir más, experimentar más. Como si pudiera comprender más.

La extraña música con cánticos que había estado oyendo desde que había sido lanzada al Foso, llenó de pronto su mente y se hizo cada vez más fuerte. Ella se perdió en el cántico. Por mucho que lo intentó, solo pudo descifrar algunas palabras sueltas, pero reconoció el antiguo idioma de los celtas.

Sin embargo, no tenía ni idea de su significado.

Jasper le besó el cuello, recordándole que estaba desnuda y que Seth o Duncan podían entrar en cualquier momento en la cueva. Ella se levantó a la vez que el cántico desaparecía y miró alrededor para buscar su vestido.

—Tranquila, no nos molestarán ahora —dijo Jasper con una sonrisa.

Ella hizo una mueca al recordar los ruidos que había hecho.

—¿Nos han oído?

La risa de Jasper era música para sus oídos.

—No lo sé y no me importa. ¿A ti te importa?

—Claro que sí. Lo que hemos hecho es algo íntimo y personal.

—Es cierto, pero no estamos en un lugar íntimo que digamos.

Ella pensó en sus palabras y se encogió de hombros. Nunca volvería a ver la luz del sol. ¿Quién sabe los días que le quedaban con vida antes de ser asesinada? ¿Qué importaba si alguien en aquella montaña sabía que ella y Jasper habían hecho el amor?

—Tienes razón —dijo—. No creo que me importe.

—Mentirosa —dijo él mientras le daba un rápido beso en los labios—. Me gusta que seas tan tímida con nuestra intimidad. Hace que tenga ganas de volver a poseerte hasta hacer que grites mi nombre.

El cuerpo de Alice se estremeció ante aquella idea.

—¿De verdad?

—Sabes que sí.

Ella soltó una carcajada mientras él la cogía y la tumbaba de lado para quedarse mirando cara a cara sobre la losa.

 

 

Charon apartó la mirada, avergonzado de seguir observando a Jasper y a Alice ni un momento más. No había pretendido espiarlos mientras hacían el amor, pero había sido incapaz de desviar la mirada.

El modo en que se tocaban, el modo en que se miraban era algo que no había visto nunca antes. Habían hecho magia juntos, algo que Charon sabía que no podría experimentar en su larga existencia.

Se dio la vuelta en la entrada y emprendió su camino hacia su cueva. Desde el momento en que Alice le había dicho que tenía en su interior el conjuro para dormir a los dioses, su mente había estado trabajando.

Gracias a sus más de doscientos años de vida había aprendido que no debía aliarse a un bando que estaba destinado a perder. Sin embargo, tampoco podía ir en contra de Tanya, puesto que ella era tremendamente poderosa. Pero lo que le había confesado Alice le había dado justo lo que necesitaba.

Tenía planeado hablar con Jasper sobre ello, y ahora estaba contento de no haberlo hecho en su momento. El plan de Charon era solo suyo. Nunca antes había necesitado a nadie y tampoco iba a necesitarlo ahora.

Después de haber sido testigo de los horribles actos de James en las últimas horas, a Jasper le parecía maravilloso poder tener ahora algo tan espléndido como Alice entre sus brazos. Ella alejaba de él todo vestigio del mal que albergaba en su interior, recordándole que en este mundo también había bondad.

—¿Estás bien? —le preguntó ella.

Él empezó a asentir con la cabeza, pero luego se detuvo.

—Podría soportar cualquier castigo y cualquier tortura que tuviera que sufrir excepto lo que he visto hoy. Saber que han torturado a Ian por mi culpa ha sido demasiado para mí.

Alice entrelazó sus dedos con los de él.

—Ni siquiera alcanzo a imaginar lo que has tenido que pasar. ¿Han terminado ya con Ian?

—No creo. No conociendo a Tanya.

—Entonces eso no presagia nada bueno para nosotros.

Él levantó las manos y besó el reverso de la de Alice.

—No permitiré que te lleven a ti también.

Y estaba convencido de lo que decía, lo creyera ella o no.

—Lo sé —respondió ella—. Es extraño lo rápido que puede cambiar la vida en un instante. Justo la semana pasada me lamentaba de lo aburrida que era mi existencia. Siempre hacía lo mismo y no tenía ningún anhelo. Estaba sola y seguramente hubiera pasado sola el resto de mis días.

—Ya no estás sola.

Ella sonrió.

—No, no lo estoy. Estoy enclaustrada en esta montaña, deseando poder volver a mi aldea y sembrar las mismas semillas en mi jardín día tras día, recolectar mis hierbas y practicar mis conjuros. No me había dado cuenta de lo buena que era la vida hasta que no me trajeron aquí. Extraño, ¿verdad?

—No. Durante trescientos años, he ido en contra de todo lo que me decían mis hermanos porque no podía liberarme de mi ira y mi culpabilidad. Tendría que haberlos escuchado.

—Bueno, pero tendrás todavía muchas posibilidades de hacerlo —afirmó ella.

—¿Las tendré? Lo dudo.

Odiaba desalentarla, pero necesitaba que entendiera que él no estaría a su lado por mucho tiempo.

Aquel simple pensamiento hizo que quisiera arrancarse los ojos, pero era la verdad. Necesitaba asegurarse de que nadie más sufría por su culpa.

Y podría conseguirlo estando de lado de Tanya.

—Por favor, no digas eso —susurró Alice.

Él le acarició la mejilla.

—Ojalá hubiera otro modo de hacer las cosas, pero no lo hay.

Ella parpadeó.

—De pequeña tuve un gato, un gato grande, negro como la noche. Tenía unos ojos verdes poco habituales y era muy protector conmigo.

Jasper escuchaba consciente de su necesidad de cambiar de tema.

—¿Ah, sí?

—Sí. Lo encontré cuando él solo era una cría. De vez en cuando se escapaba por ahí, como suelen hacer los gatos machos, pero siempre regresaba. Y a veces tan maltrecho que me preguntaba si sobreviviría. Por suerte, mi abuela utilizaba su magia con él para ayudarlo.

—¿Qué le sucedió?

—Murió hace dos años una fría noche de invierno entre mis brazos. Se había hecho viejo, ya no salía tanto. Se acostumbró a dormir conmigo cada noche, acurrucado a mis pies. —De pronto sonrió—Solía quedarme dormida escuchando sus ronroneos.

A Jasper le dolía la presencia del dolor en la voz de Alice al hablar de su querido gato. Había perdido tanto en su vida que no quería que perdiera a nadie más.

—Una mañana me desperté y oí que le costaba respirar. Supe que le quedaba poco tiempo. Había gozado de una larga vida, pero yo no estaba preparada para dejarlo marchar. Pasó varios días con mucho dolor. No importaba lo que yo hiciera, no podía convocar mi magia para ayudarlo. Tres días después murió.

Jasper no sabía qué decir ni tampoco sabía por qué ella le había contado aquella conmovedora historia.

Los ojos color turquesa de Alice estaban llenos de lágrimas.

—No tengo ningún control sobre mi magia, Jasper. No hay nada en este mundo que quiera más que ayudarte, que darte el conjuro que duerma a tu dios para siempre, pero no puedo.

Él le apretó la cabeza contra el cuello y suspiró. Entendía perfectamente la necesidad de ayudar, de controlar de algún modo algún aspecto de lo que estaba sucediendo. La única que tenía poder sobre lo que ocurría era Tanya y no renunciaría a él fácilmente.

—Mi padre solía decirnos que, como hombres, teníamos que ser capaces de mirar atrás en nuestras vidas y saber que lo habíamos hecho lo mejor posible en todos los aspectos. Antes no hubiera podido decirlo, pero a partir de ahora sí que podré.

Alice levantó la cabeza y se quedó mirándolo a los ojos.

—Eres el mejor hombre que he conocido.

Estaba conmovido por sus palabras, aunque supiera que no eran exactamente ciertas. Había muchos hombres mejores que él.

—Gracias.

—¿Cuándo crees que vendrá Tanya a por ti?

—James evitará contarle lo sucedido todo el tiempo que pueda. Está muy apegado a Tanya y no quiere compartirla.

Alice soltó una risita.

—¿Apegado?¿Me estás diciendo que tiene algún tipo de sentimiento hacia ella?

—No estoy seguro de si son auténticos sentimientos o si solo disfruta del poder que le otorga el hecho de estar junto a ella. La bruja le ha dado mucha libertad de movimientos desde que está enfadada conmigo.

Alice suspiró y frunció el ceño.

—Eso no nos da mucho tiempo.

—¿Mucho tiempo para qué?

—Para convencer a los otros de que se unan a ti.

A Jasper le encantaba el modo en que trabajaba su mente, pero a veces las cosas no eran tan fáciles como ella creía.

—Eso no sucederá. Solo tenemos a Duncan y a Seth. Y por desgracia no es suficiente.

—¿Te acuerdas cuando me dijiste que pensabas que Charon era un espía?

Lo atenazó un desagradable sentimiento cuando la miró a los ojos.

—Es por eso por lo que fuiste a hablar con él, ¿verdad?

—Sí. No lo admitió abiertamente, pero tampoco lo negó. Creo sinceramente que es un espía, Jasper.

—¿Entonces qué te hace pensar que nos ayudará?

Ella hizo una mueca con todo el semblante.

—He pensado que sea lo que sea lo que utilice Tanya para convertirlo en su espía, podemos utilizarlo nosotros para que nos ayude.

—¿Y...? —continuó Jasper. Había pensado en enfrentarse a Charon del mismo modo y estaba sorprendido de que Alice lo hubiera hecho sola. Se había arriesgado mucho.

—Se negó a colaborar. Aparentemente, lo que le proporciona Tanya por ser su espía es demasiado importante para él como para que se plantee ponerse en su contra.

—Mierda —masculló Jasper. Le faltaba un hombre desde que habían cogido a Ian. Hubiera sido de gran ayuda tener a Charon de su lado.

Las palabras que siguió pronunciando Alice quedaron apagadas por el inconfundible sonido de la puerta del Foso abriéndose. Jasper se levantó y se puso los pantalones.

—Quédate entre las sombras —dijo Jasper mientras miraba a Alice por encima del hombro.

Se transformó y se dirigió a la entrada de la cueva justo antes de que algo muy grande aterrizara con un fuerte golpe en el suelo. No se sorprendió al ver la piel naranja de un guerrero en el suelo.

—¿Amigo o enemigo? —preguntó Seth mientras se ponía al lado de Jasper.

Jasper no apartó la mirada del recién llegado.

—Lo averiguaremos en un momento.

Duncan se puso al otro lado de Jasper.

—Tengo ganas de luchar.

En aquel instante, el guerrero color naranja se irguió. Un hilo de sangre le caía por un lado del rostro y su falda escocesa estaba harapienta y sucia. Gruñó con fuerza, mostrando la ausencia de uno de sus colmillos.

—Creo que él también tiene ganas de luchar, Duncan —dijo Jasper.

Pero no era con Duncan con quien quería luchar el guerrero. Jasper bajó los hombros justo en el momento en que vio al guerrero naranja abalanzarse sobre él. El choque lanzó al guerrero hacia atrás y Jasper lo empujó contra las rocas.

—¿Por qué te ha tirado aquí? —preguntó Jasper.

El recién llegado empezó a reír.

—Me aseguró que intentarías engañarme.

Jasper se quedó tan sorprendido por sus palabras que no levantó el brazo a tiempo para evitar que le rasgara el pecho con sus garras color naranja. Lanzó un rugido y golpeó al guerrero en la mandíbula.

—¡No te escucharé! —gritó el guerrero color naranja—. Si te escucho acabaré muerto.

Jasper cogió al guerrero por la garganta.

—Si no me escuchas acabarás muerto. Tanya solo tira aquí abajo a los guerreros que quiere doblegar.

—Nosotros somos los malvados —dijo el guerrero mientras clavaba las garras en las manos de Jasper—. Ella está intentando que dejemos de ser como somos. Trató de evitar que mi dios tomara el control sobre mí, pero llegó demasiado tarde.

Jasper arrojó al guerrero a un lado y levantó la cabeza para rugir. Tanya había sentido la débil alma del nuevo guerrero y se había asegurado de que no creyera ni una palabra de lo que pudiera decir Jasper.

El guerrero naranja cruzó los pies cauteloso y expectante.

—¿Cuándo te has convertido? —preguntó Jasper.

Unos frenéticos ojos naranjas escrutaron a los otros guerreros del Foso que estaban en pie observando.

—Hace dos días.

Jasper se pasó una mano por el rostro.

—Con el tiempo descubrirás que todo lo que dice Tanya es mentira. Ella es la que ha liberado a tu dios, amigo. Ella es la malvada.

Tan pronto como Jasper pronunció aquellas palabras, el guerrero emprendió el ataque. Causó más heridas en el pecho a Jasper mientras este procuraba refrenar al desesperado recién llegado.

No era momento para hablar, no ahora. Sin embargo, el tiempo jugaba a favor de Jasper.

—¡Jasper! —gritó Seth para avisarlo.

Jasper divisó la botella en las manos del guerrero naranja. Se lanzó al suelo e hizo caer también al recién llegado, pero de alguna manera el guerrero había conseguido descorchar la botella. Jasper consiguió sujetar el brazo al guerrero y hacerlo a un lado mientras algo oscuro y rojo se derramaba de la botella.

No necesitaba oler el líquido para saber que aquello era sangre, pero ¿por qué iba a querer derramar el guerrero sangre sobre él?

—Detente o morirás —le advirtió Jasper. No deseaba matar al guerrero, pero sabía que Seth o Duncan sí lo harían.

—¡Me redimiré si te mato! —gritó el guerrero color naranja.

Jasper no sabía a qué estaba jugando Tanya, pero estaba dispuesto a averiguarlo.

El guerrero lanzó la botella hacia las heridas del pecho de Jasper. Jasper logró esquivar el frasco, pero Duncan ya le había arrancado la cabeza al guerrero color naranja cuando Jasper volvió a levantar la vista.

—No estoy dispuesto a ver cómo te hieren —dijo Duncan a modo de explicación.

Jasper asintió, se levantó y miró el cuerpo sin vida del guerrero. La única forma de matarlos era decapitándolos, y aunque Jasper no había deseado la aniquilación del guerrero, probablemente fuese lo mejor.

Sobre sus cabezas resonó una gran risotada. Jasper recordó demasiado tarde que los observaban. Levantó la mirada y se encontró con Tanya mirándolo con una cruel sonrisa en los labios.

—La detesto —masculló. Un buen hombre había muerto para su diversión.

—¿Acaso posee ahora tantos guerreros que puede permitirse matarlos así como así? —Seth articuló la pregunta que Jasper tenía en la cabeza.

Jasper se negó a moverse hasta que la puerta del Foso se hubo cerrado. Se volvió hacia sus hombres, pero un chasquido en la puerta llamó su atención. ¿Significaba aquello otro ataque? Sus heridas estaban cicatrizando, pero necesitaba un poco de tiempo para estar completamente recuperado.

Divisó a Broc por la rendija de la puerta. Jasper se dirigió hacia él cuando este hizo un gesto con la cabeza.

—¿Qué ocurre aquí? —preguntó Jasper—. Ha muerto un guerrero por nada.

Broc arqueó una ceja.

—El hombre ha muerto. El dios no.

—Explícate.

Isla apareció al lado de Broc y posó sus ojos azul pálido sobre Jasper.

—Los dioses pasaron por herencia sanguínea de generación en generación buscando al mejor guerrero y seguirán haciéndolo hasta que la línea de sangre se extinga.

—¿Me estás diciendo que el dios de ese guerrero que está ahí en el suelo ha abandonado su cuerpo y ahora está buscando a otro de su línea sanguínea?

—Eso es exactamente lo que te estoy diciendo —respondió Isla—. Míralo tú mismo.

Jasper volvió la vista y descubrió que la piel naranja del guerrero había desaparecido. En su lugar había un joven que apenas había alcanzado la edad adulta. Apretó fuerte los dientes y se giró hacia Broc e Isla.

—¿Y ahora qué? —preguntó—. ¿Quiere regodearse Tanya? Ya he pasado demasiadas horas viendo cómo torturaban a Ian por ella como para tener ganas de nada más.

—¿Qué has dicho? —preguntó Broc.

Isla giró la cabeza ligeramente hacia Broc.

—Tanya estaba furiosa y puso a James al mando de todo durante unas horas.

Broc soltó un suspiro controlado.

—¿Te ha hecho algo James?

Jasper encontró extraña la pregunta, especialmente viniendo de alguien a las órdenes de Tanya.

—¿Importa eso?

—Sí —afirmó Isla—. Responde a la pregunta.

Jasper los observó con detenimiento.

—No —confesó finalmente—. No me ha tocado. Al parecer sabía que no debía hacerlo.

—Este guerrero que acaba de ser lanzado al Foso es el modo que tiene Tanya de decirte que ella puede hacer lo que le venga en gana —dijo Isla.

Jasper soltó una carcajada.

—Esa maldita bruja siempre ha hecho lo que le ha venido en gana, excepto cuando se trata de mi cuerpo. Me parece extraño que no intente utilizar la magia conmigo. Debe de ser porque no puede. Y ese hijo de la profecía no nacerá a no ser que yo le ofrezca mi cuerpo voluntariamente.

Isla asintió levemente con la cabeza.

—Tienes razón, MacMasen.

—¿Qué quieres? —preguntó Broc—. ¿Qué quieres a cambio por entregarte a Tanya voluntariamente?

Jasper pensó un momento en que Alice y él acababan de hacer el amor. Pensó en cómo con un simple roce ella era capaz de traer la luz a su mundo. Por mucho que él quisiera liberarla ahora, no podía hacerlo. Tenía que mantener a sus hermanos alejados de Tanya. A Alice la liberaría tan pronto como fuera posible.

—Mis hermanos —dijo Jasper—. Quiero que los dejéis tranquilos.

Isla levantó una mano y Jasper pudo ver el ligero gesto de dolor que atravesó su rostro.

—Eso no va a concedértelo. Necesita también a tus hermanos.

Si Jasper abría la boca ahora mismo sobre Alice, Tanya ordenaría matarla de inmediato a pesar de los conjuros que la protegían. Tampoco podía pedir que liberasen a Seth y Duncan porque entonces no habría nadie allí que protegiera a Alice.

—Ian. Quiero que libere a Ian, no solo de la tortura que está sufriendo, quiero que lo deje salir de esta montaña. Que lo deje libre.

La boca de Isla se frunció en lo que parecía ser ira.

—Ian es un guerrero, MacMasen. Puede soportar mucho.

—Ya ha soportado más de lo que nadie debería soportar en este mundo.

—¿De verdad es por eso por lo que estarías dispuesto a ofrecer tu semilla libremente? —preguntó Isla.

Jasper frunció el ceño. Parecía haber mucho más en las palabras de Isla de lo que simplemente estaba diciendo. Incluso Broc la miró extrañado. Ojalá estuvieran solos, entonces Jasper podría hablar con ella libremente.

—¿Qué me estás pidiendo? —preguntó Jasper.

Los ojos azules de Isla parecieron brillar de emoción.

—No soy yo la que debe decírtelo.

Jasper estaba cansado de acertijos y respuestas evasivas. Lo único que quería era hacer lo adecuado y proteger a la gente por la que él se preocupaba. Sin embargo, cada vez se estaba volviendo todo más y más complicado.

Isla se acercó un poco más a la puerta.

—Se dice, MacMasen, que tus hermanos se dirigen hacia aquí.

—También se dice que Tanya ha enviado un ejército de wyrran para detenerlos mientras algunos guerreros preparan una trampa para capturarlos —dijo Broc.

Jasper había visto una luz de esperanza solo para volver a caer en la oscuridad de aquel pozo.

—Si les hace algo a mis hermanos, nunca le entregaré mi cuerpo.

—Nunca digas nunca —le advirtió Isla—. No puedes imaginarte lo poderosa que se ha hecho.

Broc asintió.

—Isla no te está diciendo ninguna mentira. Ve con cuidado, MacMasen. Al final, Tanya siempre obtiene lo que quiere. Has de decidir cómo quieres salir de aquí una vez todo esto haya terminado.

Jasper vio que Isla se marchaba. Él sabía cómo iba a salir de allí: se metería en la cama de un ser malvado para engendrar al ser más malvado que nunca había caminado sobre la faz de la tierra. Si eso sucedía, cualquier signo de bondad que alguna vez hubiera existido en el mundo, desaparecería para siempre.

—Piénsalo detenidamente, MacMasen —dijo Broc—. Elijas lo que elijas a cambio de tu cuerpo, ya no podrás retractarte. Tanya te ofrece este regalo. No lo malgastes.

—Ella no me dará lo que realmente quiero, que es la libertad de mis hermanos.

—¿Es lo que realmente quieres?

Jasper pensó en Alice, en sus exóticos ojos color turquesa y las trenzas que enmarcaban su hermoso rostro.

—Quiero muchas cosas.

—Entonces regresaré mañana para escuchar tu decisión.

Jasper se volvió y se dejó caer contra la puerta. Ahora ya sabía cuánto tiempo tenía con Alice. Y no le parecía ni muchísimo menos suficiente. Con ella, ni siquiera la eternidad sería suficiente.

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ODIO A TANYA PERO TAMBIEN ODIO A ESE ESTUPIDO DE JAMES, ESPEREMOS QUE LLEGADA LA HORA EL MUY MALDITO SUFRA UN MUERTE MUY DOLOROSA, JAJAJA, A LLEGADO EL MOMENTO DE LA VERDAD, ES MOMENTO DE DECIDIR QUE QUIERE A CAMBIO DE ACOSTARSE CON TANTA, COMO ISLA Y BROC LE DIJERON, LO TIENE QUE PENSAR MUY BIEN, Y OJALA QUE POR NADA DEL MUNDO, MENCIONE A ALICE, YA QUE LA BRUJA NO SABE QUE ESTA VIVA, AAAAAAAAAAAAA QUE EMOCION, COMIENZA LA GUERRA CHICAS, NO SE LA PUEDEN PERDER.

 

LAS VEO MAÑANA BESITOS

Capítulo 49: NUEVE. Capítulo 51: ONCE

 
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