LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103295
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 49: NUEVE.

Jasper se dio cuenta de que se había metido en un lío cuando se percató de que no podía dejar de mirar a Alice. Se había levantado sin despertarla, pero ahora solo podía quedarse de pie a su lado, mirándola, mientras las imágenes de la noche que habían pasado juntos se reproducían una y otra vez en su cabeza.

Deseaba haberla conocido de otra forma, pero entendió que, de haber sido el hombre que era antes, no hubiera sucumbido al deseo de tenerla. Había cambiado desde que lo capturaron, cambiado como nunca hubiese creído que podía cambiar.

Aún echaba de menos a su hijo, pero al final había comprendido que lo peor siempre les pasa a los inocentes. Incluso en el caso de que este hijo hubiese conseguido sobrevivir. Jasper no se hubiese quedado a su lado por miedo a hacerle daño.

No obstante, la necesidad de venganza por las muertes de su hijo y su esposa nunca habían abandonado a Jasper. Mataría a Tanya o moriría en el intento.

Un ruido sordo le obligó a dejar de deleitarse con la imagen dormida de Alice y, al darse la vuelta, se encontró a Duncan con un brazo apoyado en la pared y el otro aguantándose el estómago.

Jasper se fue hacia su amigo.

—¿Duncan, qué te pasa?

—Nada, me encuentro bien —dijo con desgana el guerrero.

Jasper sabía que mentía.

—¿Te atacaron anoche?

—No —dijo Duncan con una carcajada triste.

—¿Entonces, qué ha pasado?

Duncan fijó sus pálidos ojos azules de guerrero sobre Jasper.

—Nada que yo no pueda solucionar.

Jasper inclinó la cabeza y al girarse se encontró a Seth en la otra parte de la entrada.

Caminó hacia el guerrero blanco que estaba de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho, observando a Duncan.

—No está bien —dijo Seth cuando se le acercó Jasper.

—No, no lo está, pero no quiere decirme qué pasa.

Seth se frotó los ojos con el dedo pulgar y el índice.

—No me gusta esta situación.

—A mí nunca me ha gustado. Le he prometido a Duncan que arreglaría las cosas y lo voy a hacer. Pero necesito algo de vosotros.

Seth suspiró y agitó contrariado la cabeza.

—No me voy a molestar en discutir contigo otra vez, pero considero que es absurdo que te enfrentes a Tanya. Yo he prometido que cuidaría de Alice.

—Ya, y yo te lo agradezco. Sin embargo, esto es más importante.

Esta frase atrajo la atención de Seth. Arqueó las cejas y se acercó a Jasper.

—¿Qué?

—No tengo ninguna duda de que al final Edward y Emmett vendrán. No importa ni lo que diga ni lo que haga, tenéis que marcharos en cuanto vengan, porque vendrán. Estoy seguro. Escapad con todos los guerreros que podáis, pero seguid a mis hermanos.

—¡Preferiría tenerte a mi lado!

Jasper quería estar ahí, pero Broc llevaba razón: su tiempo había acabado.

—Contádselo todo a mis hermanos...

—Lo haré —prometió Seth—. Se lo contaré todo.

Jasper respiró profundamente. Se sentía mejor tras la promesa de Seth. No sabía cuánto tiempo le quedaba con Alice, pero se imaginaba que no sería mucho. Tanya ya se había manifestado al respecto, pero quería a Jasper lo suficiente como para recibirle antes de tiempo.

Los ruidos procedentes de la puerta del Foso le anunciaban que su desayuno había llegado. Jasper se transformó y salió de una zancada de la cueva. Al otro lado de la puerta, de pie, se encontró a Isla.

—¿Has venido a por mí? —le preguntó a la drough.

Levantó las pestañas y lo miró con unos fríos ojos azules. Era tan pequeña como Alice, pero su frialdad la hacía parecer más alta, mortífera.

—No.

—Mierda —murmuró Jasper y cerró los puños con fuerza.

—¿Qué es lo que quieres, Jasper MacMasen?

Apoyó su cabeza en la escuadra y gruñó.

—Sabes que quiero que deje de torturar a Ian.

—La ira se está apoderando de ella por momentos.

—¿Por qué estas aquí? —le preguntó Jasper.

Ella levantó uno de sus finos hombros.

—He venido para ver cómo servían el pan y si alguien se había dado cuenta de que sería mejor servir a Tanya que pasar un segundo más en el Foso.

—Yo sí. —Se oyó una voz detrás de Jasper.

Al girarse se encontró con un guerrero con la piel de un color amarillo anaranjado saliendo de las sombras. Jasper recordó cómo había luchado contra el guerrero su primer día allí, pero no lo había vuelto a ver desde hacia semanas.

—Ven —dijo Isla, y le mandó a un guardia que abriera la puerta. Esperó a que el guerrero amarillo anaranjado llegara hasta su lado, lanzó otra mirada a Jasper y se marchó.

Jasper cogió el pan y lo partió con sus garras. Se debatía entre la rabia hacia Tanya por hacerle esperar y la furia por haber permitido que otro guerrero se hubiera aliado con ella.

Cuando llegó a su cueva, Alice lo estaba esperando. Le acarició el brazo y dijo:

—¿Sigue sin querer verte?

—Sí. —Jasper le entregó a Alice su trozo de pan—. No creía que me hiciera esperar. Isla ha dicho que está muy enfadada y, si es así, descargará contra Ian una y otra vez.

—Es posible que haga lo mismo contigo.

Jasper vaciló.

—Ella desea demasiado tener un hijo conmigo como para arriesgarse a decirme que no. No me torturará, al menos no como está torturando a Ian.

—¿Crees que capturará a tus hermanos?

—¿Cómo puedo saber si no lo ha hecho ya?

Alice frunció el ceño mientras masticaba.

—¿No te lo habría dicho ella misma? Yo apostaría a que ella preferiría regodearse y usarlos como cebos para obligarte a hacer cualquier cosa que tenga pensada para ti.

—Puede que estés en lo cierto. Con la misma fuerza que temo que mis hermanos no vengan a por mí, sé de corazón que sí lo harán. Tengo el compromiso de Seth de ir con ellos cuando lleguen, y quiero el mismo compromiso por tu parte.

—¿Y qué pasa contigo?

Le apartó una trenza que le había caído sobre los ojos.

—Yo voy a ser quien se asegure de que todos conseguís salir de aquí.

—¿Te vas a quedar atrás?

—Sí.

Sus preciosos ojos color turquesa se crisparon.

—No te puedes quedar.

—He estado toda la noche dándole vueltas, Alice. Alguien se tiene que quedar y asegurarse de que Tanya no consigue todo lo que codicia. No puedo hacerlo si estoy preocupado por mis hermanos, por ti o por los guerreros que me han ofrecido su lealtad.

Bajó la mirada mientras observaba la mitad del trozo de pan que le quedaba por comer.

—Pides demasiado, Jasper. No creo que sea capaz de dejarte aquí con ella.

—Debes hacerlo. Mis hermanos te protegerán. Estarás con otras druidas y rodeada por guerreros que no desean más que la muerte de Tanya.

Como Alice no respondía, Jasper le puso un dedo debajo de la barbilla y levantó su cara hacia la suya.

—Por favor. Tienes que encontrar el modo de apartar todo esto en algún rincón de tu mente. Te necesitamos.

A Alice no le gustaba esa sensación que le revolvía el estómago. El hecho de imaginarse a Jasper, no solo entregándose de propia voluntad a Tanya, sino quedándose atrás y alineándose con ella, la ponía enferma. Se estaba arriesgando demasiado, pero en esta ocasión, también entendía la razón.

—Emmett y Edward no estarán muy contentos con tu decisión. Lo más seguro es que regresen a por ti.

Jasper asintió con la cabeza y apartó el pan para agarrarla de los hombros.

—Por eso, es preciso que les hagas entrar en razón. Tú y Seth les tenéis que contar todo lo que yo no podré. Decidles que lo estoy haciendo por nuestros padres, por nuestro clan. Decidles que lo estoy haciendo por ellos. Les debo mucho.

—Se lo diré —dijo ella.

Soltó sus brazos y respiró profundamente.

—Hay algo más que necesitas saber. Creo que hay un espía en el Foso.

—¿Quién?

—Sospecho que es Charon. Siempre me está observando, a mí y a todo lo que hago. No me fío de él. No tiene nada ni conmigo ni contra mí.

Ella asintió con la cabeza.

—Charon siempre te está mirando.

La puerta del Foso chirrió y se abrió.

—¡MacMasen!

Alice se sobresaltó. No podía creer que Jasper la fuera a dejar. Él era lo único en lo que empezaba a confiar y ahora, se quedaría sin nada.

Antes de que pudiera rogarle que no se fuera, él la cogió entre sus brazos y la besó con tanta pasión y vivo deseo como el que ella sentía. Se entregó a él con todas sus fuerzas. Ahogándolo. Comiéndoselo. Sucumbiendo a él.

Sus manos recorrieron la espalda de Alice, apretándola fuerte sobre su cuerpo duro como una roca. Sus labios eran suaves, insistentes e implacables cuando la tomaba. Él saqueaba su boca, tomaba su aliento y parte de su alma, con un beso capaz de detenerle el corazón.

Un beso que le demostraba toda su pasión, todo el ferviente deseo que sentía por ella, un beso que Alice nunca olvidaría.

De pronto, la apartó de él.

—Mantente siempre escondida —dijo mientras dejaba que su dios se liberara—. Y por lo que más quieras, no confíes en nadie más que en Seth, los gemelos y mis hermanos.

Entonces se marchó.

Alice, tambaleándose, corrió hacia la entrada de la cueva. Justo antes de doblar la esquina, con la esperanza de capturar otra mirada de Jasper, Seth la tiró hacia atrás, hacia las tinieblas.

—No lo hagas —le dijo Seth al oído—. Esto es más difícil para él de lo que demuestra. Si te oye, si te ve, es capaz de cambiar de opinión.

—¿Y no es eso lo que queremos? —preguntó ella, con lágrimas ardiendo en sus ojos.

—Con todo mi corazón, sí. Por mucho que odie ver a un amigo dirigirse a su condena, le he dado mi palabra y la mantendré, a pesar de lo mucho que me duela. Su sacrificio va a salvar muchas vidas.

Alice se estremeció cuando la puerta se cerró de golpe y oyó pasar el cerrojo. El Foso ya parecía distinto sin Jasper. Su mera presencia llenaba el Foso. Ahora, la oscuridad parecía no tener fin.

Alice se soltó de los brazos de Seth y caminó hacia donde ella y Jasper acababan de estar sentados juntos. Su comida quedó olvidada sobre las piedras. Se moría de hambre cuando le dio el primer bocado al pedazo de pan, pero ahora no podía ni pensar en comida.

Alice se dejó caer sobre la enorme losa de piedra, apoyando la cabeza sobre las manos. Sabía que su tiempo junto a Jasper iba a ser corto, pero aun así, no se esperaba que se fuera a marchar tan pronto. Demasiado pronto.

 

 

Jasper siguió a James desde el Foso a través de incontables y diminutos pasillos y escalones arriba. No era necesario que intentara memorizar el camino. Solo había un camino hacia el Foso a través de aquellas escaleras y era lo suficientemente sencillo de encontrar.

Lo que a Jasper le pareció extraño fue el modo en que James lo observaba, con una hostilidad tan manifiesta.

Habían tenido sus peleas, eso es cierto, pero esto parecía diferente. Como si Jasper estuviera invadiendo el territorio de James.

Y entonces es cuando Jasper se dio cuenta.

—Deduzco que no quieres compartir a Tanya.

James se dio media vuelta rápidamente y empotró a Jasper contra la pared. Jasper se empezó a reír a pesar de tener las garras de James a punto de hacerle un tajo en la garganta.

—No te reirás cuando acabe contigo —dijo James en tono amenazador.

Jasper arqueó una ceja.

—¿Se escapa de tus posibilidades, James? ¿Acaso no sabes manejarla o es que es demasiado para ti? ¿Por eso me necesita?

—¡Cállate! —gritó James.

—¡Intenta hacerme callar tú!

Por un instante Jasper creyó que iban a empezar a pelearse, como él quería. Pero, de repente, James lo soltó.

—Por mucho que quiera matarte, no puedo. De todos modos, algún día Tanya se cansará de ti, MacMasen. Cuando lo haga, estaré ahí para acabar contigo.

—¿Por qué esperar? Vamos a acabar con esto ahora.

Jasper le mostró los colmillos y se puso en posición de lucha. Necesitaba enfurecer de algún modo al guerrero y si era con una pelea a muerte, mucho mejor.

James gruñó para sus adentros, mientras torcía el gesto.

—Ahora no. Por ahora voy a disfrutar viendo lo que te depara tu destino.

A Jasper no le gustó cómo sonaba aquello. No tenía otra elección que seguir a James. Al rato, se pararon, Jasper supuso que se hallaban sobre el Foso.

Cuando James se detuvo junto a una puerta y la abrió, Jasper esperaba encontrar a Tanya al entrar en la habitación. Pero estaba vacía. El ruido de la puerta cerrándose detrás de él, hizo que se diera la vuelta. Se encontró a James plantado con una sonrisa de suficiencia.

—Creo que esto te va a gustar —dijo James.

Jasper se preparaba para cualquier cosa, mientras recorría la habitación con la mirada. Era de dimensiones reducidas, sin armas ni sillas. Lo único que había, además de la puerta, era una abertura muy ancha en la pared que llevaba a la siguiente habitación.

—¿Dónde está Tanya? —preguntó Jasper.

—No está lista para hablar contigo.

Jasper frunció el ceño y miró al guerrero. La necesidad de sentir su sangre en sus manos, de matar, era insoportable.

—¿Y por qué estoy aquí?

—Mira y lo descubrirás.

Jasper se giró hacia la abertura, alertado por los ruidos que se oían en la habitación contigua. Hizo todo lo que pudo para quedarse quieto cuando vio a Ian. Estaba todavía en su forma de guerrero, pero tenía la cara machada de sangre y llena de heridas. Solo se mantenía en pie gracias a los guerreros que lo sujetaban a cada uno de los lados. Cuando vio que lo enganchaban con grilletes en medio de la habitación, colgando de los brazos y con los pies arrastrando por el suelo, supo que las cosas solo podían empeorar.

—No deberías haberla rechazado, MacMasen —dijo James mientras se acercaba—. Tú y tus hermanos siempre os habéis creído mejores que los demás.

—Eso no es verdad. Nosotros solo pensamos que somos mejores que tú.

Jasper necesitaba una salida para sacar su ira y James era su válvula de escape. Pero James no cayó en la trampa.

—Mira cuánto sufre tu amigo por culpa de tu arrogancia, MacMasen.

Cada uno de los dos guerreros que habían traído a Ian a la habitación llevaba un látigo en la mano. Al final de cada látigo había puntas de metal con filos irregulares.

—¡Ian! —gritó Jasper, pero su amigo parecía como si no lo hubiera oído.

—No te molestes —dijo James—. La magia de Tanya hace que no te pueda ver ni oír.

Jasper se agarró al borde de la abertura de la pared mientras los guerreros levantaban los brazos y los látigos chasqueaban en el suelo. Si pudiera, haría cualquier cosa para que aquello cesara, incluso ser él quien se sometiera al castigo.

Ese golpe infligido en la espalda de Ian era como si una daga atravesara el corazón de Jasper. Ian se mantenía firme a pesar de todo y cuando se quedó inconsciente lo reanimaron solo para volver a empezar de nuevo.

La espalda de Ian era una masa informe de sangre y piel cuando concluyeron, pero aún no habían acabado de torturarlo. Los guerreros tiraron los látigos y comenzaron a pegarle con los puños y las garras.

Jasper quería rogarles que pararan, pero debía ser fuerte. Tanya lo quería, y él le haría pagar muy caro todo el daño que le habían hecho a Ian. Si Ian sobrevivía, se curaría y Jasper podría arreglarlo todo.

Hasta entonces, Jasper tendría que mantenerse firme y no sucumbir al deseo de lanzarse a la lucha, como haría normalmente.

—Todavía tengo reservadas muchas sorpresas para tu amigo —dijo James—. Quería traer al otro gemelo, pero Tanya no me ha dejado. De momento.

Jasper se encaró a su enemigo y le enseñó los colmillos.

—Sabes que Tanya me quiere a mí. Ya le he dicho que seré suyo.

James echó para atrás la cabeza y se rió.

—En realidad, MacMasen, el mensaje no le ha llegado en ningún momento a Tanya. Se ha detenido en mí.

Una gélida furia recorrió el cuerpo de Jasper. Se abalanzó sobre James y en un instante estaba apretando con su mano el cuello del guerrero azul.

—Mátame y harás que Ian muera.

Jasper clavó las garras en el cuello de James y la sangre empezó a correr en cinco chorros por el pecho descubierto del guerrero. Jasper podría haber matado a James y a los otros dos guerreros que estaban con Ian, pero hubiera sido imposible llevar a Ian y a los otros hasta la salida de la montaña sin alertar a Tanya. Y no iba a dejar atrás a Ian.

—¿Por qué estoy aquí?

James intentó zafarse de la mano de Jasper, pero Jasper no lo soltó.

—He ordenado que torturen a Ian hasta mañana. Tanya no quiere hablar con nadie hasta ese momento, ni contigo, MacMasen.

Jasper soltó gruñendo a James. Se puso a andar por la pequeña habitación y avistó a Ian, que era incapaz de proteger su cuerpo de los brutales golpes.

—Te mataré por esto —le dijo Jasper a James.

James se frotó la garganta.

—Puedes intentarlo. Hasta entonces, te conformarás con observar cómo golpean a tu amigo o cómo lo matan.

—¡Tanya no ordenó su muerte!

—Quizás no, pero los accidentes ocurren.

Jasper dio un paso hacia él.

—Le contaré lo que has hecho.

—Y yo tengo dos guerreros que dirán lo contrario —replicó James—. ¿Qué pasará, MacMasen?

No quería arriesgarse a que mataran a Ian y se giró hacia la abertura. Mientras miraba cómo lo torturaban, Jasper planeó la muerte lenta y dolorosa de James.

Alice estaba perdida como nunca antes lo había estado. Todavía no podía creer que Jasper se hubiera marchado de verdad. Por mucho que quisiera confiar en que regresaría, sabía que no lo haría. Una vez en manos de Tanya, ella nunca lo dejaría ir.

Se acurrucó en las sombras, con los brazos envolviéndole el cuerpo. A pesar de que ella deseaba esconderse y hacer como si no estuviera en el peor lugar de Escocia, se mantenía cerca de la entrada para poder ver cada movimiento.

Ya antes se había fijado muchas veces en el más que simple interés que mostraba Charon por Jasper y sus hombres. Ahora ese interés se había volcado en Seth.

Seth estaba en la cueva de al lado con Duncan, al que no había visto desde que Jasper había abandonado el Foso. Pero cuanto más miraba a Charon, más interesado parecía el guerrero color cobrizo en lo que estuvieran haciendo Seth y Duncan.

Ella pensó en las palabras de Jasper sobre que Charon podía ser un espía. Todo lo que tenía eran sospechas, y ni siquiera sabía qué hacer con ellas.

Alice se cogió el final de una trenza y deslizó los dedos por la cinta de oro que mantenía su cabello atado. Ojalá hubiera algún modo de ayudar a Jasper.

Si quería ayudar a Jasper iba a tener que asumir riesgos que normalmente no correría y aquello significaba abandonar la seguridad de la cueva de Jasper. Antes de tener tiempo de cambiar de idea, se puso en pie y se dirigió hacia Charon.

El guerrero color bronce arqueó una ceja cuando la divisó.

—¿Te has perdido, pequeña druida?

Ella odiaba ser más pequeña que los demás, porque siempre había alguien que lo utilizaba en su contra. Ella levantó la cabeza para mirar al alto guerrero y sus gruesos cuernos color bronce.

—Sé adonde voy.

—¿Lo sabes? Puesto que has venido a mí, supongo que es que quieres algo de mí ahora que el MacMasen se ha ido.

—Sí, quiero algo de ti.

Él se apartó de la pared y la miró sonriendo.

—¿Protección? ¿Has venido porque te has dado cuenta de que Seth y Duncan no pueden protegerte?

—He venido porque me he dado cuenta de que tú eres el espía de Tanya.

Él parpadeó, perplejo ante sus palabras. A Alice le gustaba haberlo sorprendido.

—¿No tienes nada que decir? —le preguntó.

—Si fueras un guerrero te mataría solo por pronunciar esas palabras.

Alice sabía lo suficiente como para tener miedo, pero algo en su interior le decía que sus sospechas eran ciertas.

—¿Quizás porque son ciertas?

—Por todos los dioses, eres muy atrevida, mujer. ¿Es eso lo que encontró tan fascinante en ti Jasper?

Ella se negó a permitir que la conversación cambiara de tema.

—¿Por qué estás espiando para Tanya?

Él dio un paso hacia ella y estiró los labios para dejar los colmillos a la vista.

—Si yo fuera tú, me olvidaría de que hemos mantenido esta conversación y centraría toda mi atención en mantenerme con vida.

Un grave y torturado gemido inundó el Foso. Ella supo de inmediato que se trataba de Duncan. Alice se olvidó de Charon y salió corriendo hacia la cueva de Duncan, donde lo encontró tumbado de lado, cogiéndose la cintura con los brazos y retorciéndose.

—Alice —dijo Seth bruscamente—, vuelve a la cueva de Jasper.

Un hilo de sangre brotaba de la comisura de la boca de Duncan. Fuera lo que fuese lo que le estaba sucediendo, era algo malo. Ella necesitaba su magia para ayudarlo, y haría lo que hiciese falta para asegurarse de que esta funcionaba.

—Puedo ayudar.

Seth sacudió la cabeza.

—Nadie puede ayudarle.

Ella no se molestó en seguir discutiendo, en lugar de eso, apartó a Seth de su camino y se arrodilló ante Duncan. Le puso la mano sobre la cabeza y sintió el calor de su piel. Temblaba descontroladamente y apretaba con fuerza sus ojos cerrados.

Alice se pasó la lengua por los labios y rezó para que su magia acudiera a ella con facilidad. Se concentró profundamente en la magia que había en su interior. Le costó un momento, pero de pronto su magia empezó a fluir por su cuerpo mientras el cántico se desvanecía.

No perdió ni un instante celebrando tal logro y de inmediato dirigió su magia hacia sus manos y hacia Duncan. Con el contacto, ella notó al instante el dolor y la agonía que había en el interior del guerrero. Tan pronto como empezó a extraer aquellas emociones del cuerpo de Duncan, Alice empezó a sentirse mareada y con náuseas.

El sufrimiento de Duncan era tan grande que le costó más tiempo del que esperaba sacar aquellos sentimientos de su cuerpo para introducirlos en el suyo. Cuando hubo terminado, le dolía tanto el cuerpo que no podía siquiera levantar una mano para apartarse un mechón de pelo que le caía por la frente. Por lo menos, ahora Duncan descansaba tranquilo.

—¿Qué has hecho? —preguntó Seth con la voz tensa.

—He sacado sus emociones de su cuerpo. Es lo que puedo hacer con mi magia. Estaba sufriendo y yo sabía que podía ayudarlo.

Seth la miró, luego dirigió la mirada hacia Duncan y después de nuevo hacia ella.

—¿Dónde han ido sus emociones?

Alice trató de encogerse de hombros, pero todo lo que consiguió fue perder el equilibrio. Seth alargó las manos y la cogió por los hombros antes de que pudiera caer mientras maldecía.

—Jasper me matará —susurró.

—No, Jasper nunca lo sabrá.

Seth masculló algo entre dientes e intentó que se mantuviera en pie.

—Vamos, Alice, necesitas reposar.

Ella intentó caminar, pero no importaba cuántas veces les ordenara a sus pies que anduvieran, no había forma de que se movieran. Seth terminó por llevarla en brazos. Mientras salían de la cueva de Duncan, la druida pudo ver a Charon observándolos con su mirada color bronce puesta sobre ella.

Alice quería contarle a Seth sus sospechas sobre Charon, pero se le revolvió el estómago y le entraron arcadas. Ella prácticamente saltó de los brazos de Seth en cuento llegaron a la cueva de Jasper y vació el estómago.

Con la ayuda de Seth se tumbó sobre la losa. Los sentimientos que le había arrebatado a Duncan eran más de los que nunca había sacado de ninguna otra persona. No estaba segura de cómo había podido soportar el guerrero todas aquellas emociones, ya que cuanto más tiempo estaban en su interior, más enferma se ponía.

Los temblores invadieron su cuerpo a la vez que las fuerzas se esfumaban de su ser. Le dolía respirar y pasaba del frío al calor con cada latido.

—Alice, dime, ¿qué necesitas? —preguntó Seth.

—Necesita tiempo.

Alice abrió los ojos y encontró a Charon de pie en la entrada de la cueva.

Seth lanzó un gruñido ante aquella intrusión.

—Sal de aquí.

—Hazme caso, Seth —dijo Charon en voz baja—. Puede que empeore. No te alejes de su lado y que beba mucha agua.

Alice tuvo que cerrar los ojos cuando la habitación empezó a dar vueltas. Incluso estando allí tumbada sentía como si estuviera en un barco en alta mar.

Debió de quedarse dormida, porque cuando volvió a abrir los ojos se sentía mejor, pero el más mínimo movimiento seguía provocándole náuseas.

—¿Qué me has hecho?

Giró la cabeza y descubrió a Duncan acercándose. Se pasó la lengua por los labios y le dijo:

—He utilizado mi magia.

Él se puso en cuclillas a su lado.

—Pudiste sentir lo que había en mi interior, ¿verdad?

Ella asintió con la cabeza.

—No sé durante cuánto tiempo habré podido alejar todas esas emociones de tu cuerpo.

—Estaré preparado para la próxima.

Ella no podía entender cómo alguien podía estar preparado para un dolor como el que había sentido dentro de Duncan.

—No sabía que estuvieras enfermo.

—No lo estaba.

Y entonces Alice lo supo.

—Ian —susurró.

Duncan asintió lentamente con la cabeza.

—Lo siento mucho, Duncan.

—Me cambiaría por él si pudiera.

Ella le cogió la mano entre las suyas.

—Estaré a tu lado para extraer de tu cuerpo de nuevo tanto dolor.

—No —dijo Duncan—. Te has puesto muy enferma. Te agradezco lo que has hecho, pero no puedes repetirlo.

No tenía ningún sentido discutir con él, así que lo dejó correr. Por ahora. Volvería a ayudarlo y no podría impedírselo porque estaría sumido en la agonía de la tortura de su hermano.

—Descansa, Alice. Seth y yo estamos vigilando.

—¿Habéis sabido algo de Jasper?

Duncan sacudió la cabeza.

—No hemos sabido nada y ya han pasado unas cuantas horas.

Él no pronunció las palabras que todos sabían, que era muy probable que nunca más volvieran a ver a Jasper.

 

 

Isabella se hallaba en las almenas del castillo de los MacMasen con la mirada perdida hacia el norte, hacia donde su amado Edward se dirigía con los demás. Echaba de menos a su marido, el dolor en el pecho por su ausencia crecía cada día. Pero peor que eso era la preocupación por si Tanya lo capturaba, como a Jasper.

Todo lo que Edward y Emmett habían empezado a reformar en el castillo se había detenido. Isabella ya no podía oír las risas y las bromas de los guerreros mientras trabajaban en la reconstrucción de la torre y las cabañas de la aldea.

El castillo parecía más desierto que el día que lo había mirado antes de que Edward le hubiera salvado la vida. Isabella estaba segura de que se volvería loca si se quedaba sola.

Pero no lo estaba. Edward le había pedido a Garrett que se quedara en el castillo. Aparentemente al guerrero no le había importado, pero ella lo había visto mirando en la distancia como ella misma estaba haciendo ahora. También estaba Sonya, la otra druida. Sonya había querido acompañar al grupo a la montaña de Cairn Toul, pero se había quedado atrás para ayudar a Randall a recuperarse de sus heridas.

Isabella suspiró al pensar en el primo de Rosalie. Era el único hombre del castillo que no era un guerrero. Randall había arriesgado mucho al ayudar a Rosalie a esconderse de Tanya.

Ojalá los guerreros no hubieran atacado a Randall, al que abandonaron dándolo por muerto. Ahora, su cuerpo entero estaba lleno de cicatrices y tenía el brazo derecho casi inútil. Sonya utilizaba su magia a diario para intentar ayudarlo en su recuperación, pero hacía tiempo que no mejoraba.

El descontento de Randall crecía día a día. A pesar de tener el brazo derecho inútil, todavía era capaz de blandir una espada con la izquierda como había demostrado cuando él y Garrett habían practicado. Pero Randall se tenía por un inútil.

Isabella podía entenderlo. Ella era una druida que podía hacer crecer las plantas del jardín y podía ayudar a Sonya en los procesos de curación, pero nada más. Sonya trabajaba con Isabella en los conjuros que todo druida debía saber.

Pero nada de lo que hacía Isabella funcionaba. Ni siquiera durante su crianza en el convento se había sentido tan sola como en aquel momento.

El sonido de unas botas sobre las piedras llamó su atención y giró la cabeza para encontrarse con Randall. Él se detuvo a su lado y suspiró.

—Volverán —dijo él.

Isabella se quedó mirando fijamente al hombre que debía ser el jefe del clan de los Hale.

—¿Lo dices para calmar mi mente o la tuya?

Randall soltó un resoplido e intentó mover el hombro derecho, donde un dolor constante nunca lo abandonaba. Los guerreros con los que se había enfrentado le habían sacado el brazo del sitio, arrancando músculos y tendones en el proceso.

—Para calmar la de ambos, creo. He visto luchar a Rosalie y sé que es capaz de defenderse a sí misma.

—Es tu prima.

—Y mi amiga. Sé que Emmett cuidará de ella, pero no puedo evitar preocuparme.

—Emmett estaría dispuesto a morir antes que permitir que le sucediera nada malo a su mujer.

Randall se rascó la barbilla donde estaba apareciendo la sombra de una barba.

—Nunca me gustó que me dejaran atrás.

—Ellos tienen poderes que ninguno de nosotros tiene. Nosotros solo podríamos interferir en su camino.

—Sí, pero tú eres una druida, Isabella. Tú tienes magia.

Ella levantó la mano para tocar el Beso del Demonio que llevaba colgado al cuello. El pequeño frasco contenía la sangre de su madre, sangre ofrecida en el sacrificio de los drough que ataba a los druidas a la magia negra. Era lo único que le quedaba de su progenitora, pero también era un recordatorio de cuanto había perdido.

—A veces me lo pregunto, Randall.

—¿Sientes tu magia?

—Yo... —Ella bajó la mirada hacia sus manos, manos en las que había sentido el palpitar de la magia y cómo se trasladaba esta a las semillas que había plantado—. Sí.

—Entonces eres una druida. No dudes de ti misma. Edward no lo hace.

Ella sonrió y se giró hacia Randall.

—¿Y tú?

—¿Yo?

—¿Permitirás que Sonya siga depositando su magia en tu brazo?

Randall frunció el ceño y apartó la mirada.

—Está malgastando sus poderes conmigo. Supe que mi brazo nunca volvería a funcionar en el momento en que sentí que me lo sacaban del sitio. Me rompieron todos los huesos de la mano, Isabella. No se trata simplemente de utilizar el brazo, sino también la mano. La mayor parte del tiempo ni siquiera siento los dedos.

—No lo sabía.

Él suspiró y sacudió la cabeza.

—No podías saberlo. Le pedí a Sonya que no se lo dijera a nadie. Rosalie estaba tan preocupada por mí que temía que no se marchara con Emmett, y ellos la necesitaban para rescatar a Jasper.

Isabella volvió la mirada hacia las lejanas montañas.

—Que los dioses ayuden a Tanya si Edward no regresa a mí.

—Sí —susurró Randall—. Que los dioses la ayuden.

 

 

Broc volaba alto, por encima de los árboles, planeando por las nubes. Gracias a Poraxus, el dios que llevaba dentro, tenía los ojos de un halcón y sus alas. Cerró los ojos y se dejó llevar por el viento y el sol.

Debajo de él, los wyrran corrían por todo el campo como un ejército de rápidos movimientos. Broc intentaba mantenerlos lo más lejos posible de aldeas y cabañas. La superstición era habitual en las Highlands, así que si alguien veía alguna de aquellas criaturas amarillas, lo atribuiría a uno de los tantos demonios que se decía que deambulaban por aquellas tierras.

Broc abrió los ojos para mirar hacia delante, donde estaban Emmett y Edward MacMasen. Su poder para rastrear a cualquiera en cualquier lugar le había permitido encontrar a los MacMasen fácilmente. No había imaginado que se les hubiera ocurrido dividirse en dos grupos.

Con un movimiento de su mano, Broc envió a la mitad de los wyrran en una dirección mientras la otra mitad permanecían con él. Aquella silenciosa orden obligaría a los MacMasen a reunirse en un único grupo de nuevo, tal y como él lo necesitaba.

Broc silbó al resto de los wyrran, comunicándoles que se detuvieran y lo esperaran. Él plegó sus suaves alas tras él y se lanzó en picado hacia el suelo. Justo antes de golpear los árboles, abrió las alas y se puso a planear sobre ellos.

Con su magnífica visión pudo divisar a Alistair mucho antes de que su viejo amigo lo viera. La cabeza oscura de Alistair giró hacia arriba y sus miradas se encontraron.

Broc voló hacia arriba haciendo círculos y acabó aterrizando en un pequeño claro en el bosque por el que caminaban los MacMasen y su grupo. Broc plegó las alas a su espalda, una vez sus pies habían tocado tierra, y se detuvo.

Solo tenía que esperar para que los wyrran empujaran a Edward y su grupo a unirse al de Emmett y los demás. Los wyrran no atacarían hasta que Broc diera la señal.

Edward fue el primero en aparecer entre los árboles. Sus ojos verdes se entrecerraron al ver a Broc, mientras Alistair, Vladimir y Riley se situaban a ambos lados de Edward.

—Broc —dijo Alistair.

Broc volvió la mirada hacia el hombre que había llegado a llamar amigo. Ambos habían tomado la decisión, mientras estaban encerrados en la cárcel de Tanya, de que uno de ellos escaparía y el otro se quedaría como espía. Alistair había escapado. Se suponía que Broc era un espía. Pero aquello había pasado hacía más de cien años. Desde entonces muchas cosas habían cambiado.

Antes de que Broc pudiera responder, Emmett, Rosalie y Jacob aparecieron en el claro. Emmett miró a su hermano antes de quedarse clavado observando a Broc.

—¿Qué sucede aquí? —preguntó Emmett.

Broc arqueó una ceja. ¿Acaso nunca había estado tan enojado? ¿Nunca había tomado decisiones tan arriesgadas como las de los MacMasen? No podía recordarlo y en realidad no importaba.

—Estáis rodeados de wyrran —dijo Broc.

Edward se transformó en un guerrero en un abrir y cerrar de ojos.

—¿Has venido para decirnos eso? Ya llevamos días enfrentándonos a esas asquerosas criaturas.

Broc miró a Emmett, luego dirigió la mirada hacia Edward y finalmente hacia Alistair. Iba a tener que elegir un bando más temprano que tarde. Cuándo era la pregunta.

—Tanya ha capturado a una druida que tiene el conjuro para dormir a nuestros dioses enterrado en lo más profundo de su mente —anunció al pequeño grupo.

Rosalie dio un grito sofocado. Riley lanzó una maldición y Vladimir se quedó mirándolo fijamente.

—¿Está muerta esa druida? —preguntó Emmett.

—No —respondió Broc—. Por alguna razón Tanya no la mató. En lugar de eso lanzó a la druida al Foso, donde está también Jasper. Tanya quería que los guerreros que se encuentran en el Foso mataran a Alice.

—Maldita sea —masculló Edward mientras se pasaba una mano por la barbilla—. Entonces la druida está muerta.

—Eso piensa Tanya.

Alistair dio un paso hacia él, mirando a Broc fijamente con sus intensos ojos grises.

—¿Y tú no piensas lo mismo?

—No.

—¿Por qué nos cuentas todo esto? —preguntó Emmett.

Broc meditaba sobre lo que podía decirles a los hermanos.

—Jasper tomó el poder en el Foso el primer día que Tanya lo arrojó allí. Cuanto más demuestra su fuerza, más lo desea ella. Ya no está dispuesta a esperar más a que Jasper se desmorone por sí solo.

—¿Por eso es por lo que estás aquí? —preguntó Alistair—. La bruja pretende que nos captures.

Vladimir lanzó un gruñido mientras su piel se volvía del rojo de su dios.

—Estoy dispuesto a morir antes que permitir que vuelva a cogerme preso.

—Y yo estoy aquí para asegurarme de ralentizar vuestra llegada a la montaña. Ella os quiere a todos de nuevo bajo su control, pero ahora mismo su atención se centra en hacer que Jasper ceda ante ella. Hay una profecía y ella cree que Jasper es el que conseguirá que se cumpla —dijo Broc.

—¿Y qué dice esa profecía? —preguntó Emmett.

—Ella quiere que Jasper le dé un hijo. Ese niño albergará en su interior todo el mal del mundo. Una vez tenga a Jasper bajo control, vendrá a por todos vosotros.

Alistair dio unos pasos hacia Broc, deteniéndose solo cuando estuvo frente a él.

—Necesito saber de qué lado estás. ¿Por qué nos estás avisando?

—Puede que por pura diversión.

Alistair sacudió la cabeza.

—Te olvidas, Broc, de que te conozco mejor que nadie.

—Me conocías. Ha pasado mucho tiempo. Las cosas han cambiado.

—¿Ha cambiado también tu odio hacia Tanya?

Broc no pudo contestarle, pero su silencio fue suficiente para Alistair.

—Así lo pensaba yo —dijo Alistair—. Dime la auténtica razón por la que Tanya no está intentando capturarnos ahora.

Broc apartó la mirada de Alistair y la fijó en los otros guerreros que esperaban una respuesta. La verdadera razón por la que todavía no se había aliado a los MacMasen era porque Tanya tenía sus modos de averiguar las cosas y Broc quería poder sacarle toda la información que fuera posible.

—La he convencido para que mantenga su atención sobre Jasper —respondió finalmente Broc.

Lo siguiente que pudo ver Broc es que estaba rodeado de guerreros. Edward y Emmett se hallaban de pie a los flancos de Alistair. Broc levantó las manos antes de que nadie hablara.

—No —les avisó—. El poder de Tanya es inmenso y ella utiliza a una vidente para conseguir la mayor parte de la información. Con ella descubre cosas que no debería saber. Si queréis mi ayuda, si queréis liberar a Jasper, no puedo deciros mucho más.

Emmett suspiró e intercambió una mirada con su esposa.

—Entonces dinos lo que puedas.

—Hay doscientos wyrran conmigo.

Vladimir lanzó un gruñido.

—Podemos matarlos fácilmente.

—Sí, pero harán que vuestro avance sea más lento.

—No hay otra opción: tenemos que luchar contra ellos —dijo Edward. Se giró hacia Broc y preguntó—: ¿Puedes alertarnos de lo que pueda pasarle a Jasper?

Broc asintió con la cabeza.

—Cuando me marché, Tanya estaba dispuesta a hacer lo que fuera por poseer a Jasper. Mientras ha estado en el Foso, no solo ha tomado el control, también hay algunos guerreros que se han aliado con él. Ella ha cogido a uno de esos guerreros para torturarlo hasta que Jasper acepte ser suyo.

—Mierda —dijo Emmett—. No tenemos mucho tiempo.

—Haré lo que pueda—prometió Broc—. Mientras tanto, intentad llegar a la montaña lo antes posible.

No esperó a que le respondieran y salió volando por el cielo. Tan pronto como los wyrran lo vieron marcharse, se inició el ataque. Broc quería quedarse y ayudar a los guerreros, pero no podía. Tanya le había ordenado que dirigiera a los wyrran hasta los MacMasen y que luego regresara.

Si se retrasaba demasiado, ella acabaría sospechando algo. Y si quería ayudar a los MacMasen a liberar a Jasper, tenía que estar cerca de la hechicera en lugar de encerrado en una mazmorra.

 

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AAAAAA NO SE USTEDES PERO YO DESEO DE TODO CORAZON QUE A JAMES LO QUEMEN CON LEÑA VERDE EN CUANTO LLEGUEN LOS GUERREROS, QUE TENGA UNA MUERTE LENTA Y DOLOROSA JAJAJA, QUE SANQUINARIA SOY, PERO ESQUE ME ESTOY DESESPERANDO,

AAAAAAA NO FALTA MUCHO PARA QUE LLEGUEN LOS GUERREROS, SOLO UN POCO MAS, PACIENCIA CHICAS.

 

AVISO: ESTA HISTORIA ESTA A PUNTO DE TERMINAR, NO LE FALTAN MUCHOS CAPITULOS.

Capítulo 48: OCHO Capítulo 50: DIEZ

 
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