LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103280
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 29: SEIS

Con el cuerpo saciado, Rosalie empezó a quedarse dormida. Él cubrió ambos cuerpos con las sábanas para no coger frío y le besó la frente.

Emmett murmuró algo, pero ella no pudo descifrarlo. Quería preguntarle qué había dicho, pero el hábil modo en que sus dedos le acariciaban el brazo y la espalda la llevó a recordar el placer que justo acababan de experimentar. Ella quería pasar meses, años con él.

—Eres un buen hombre, Emmett MacMasen. —Ella giró la cabeza para mirarlo. No conocía a ningún otro guerrero que estuviera dispuesto a luchar contra Tanya con tanta convicción.

Él frunció el ceño y puso una mirada distante, como si sus palabras le hubieran traído a la mente recuerdos largamente enterrados.

—No, Rosalie, no lo soy. Todavía no. Mis hermanos son buenos hombres y yo intento serlo.

—Háblame de tus hermanos. Antes de que vuestro dios fuera liberado. ¿Cómo era vuestra vida?

Una débil sonrisa tocó sus labios.

—Llevábamos una buena vida. El matrimonio de nuestros padres había sido concertado, pero ellos se habían enamorado. Aquel amor era evidente en todo lo que hacían. Mi padre era un hombre severo, pero también inteligente y bien amado por todo su clan a la vez que respetado por los otros clanes. Mi madre era la que tenía el toque de ternura. Su voz podía calmar a cualquiera y nos miraba de un modo que podía conseguir que nosotros le dijéramos todo lo que quería saber.

Rosalie se rió. No le costó ningún trabajo imaginar a su familia y cómo podía haber sido su vida.

—Tus padres parecían encantadores.

—Eran los mejores. Yo era consciente de cómo eran los padres de algunos de mis amigos, sabía que mis padres eran especiales.

—Mis padres no se querían, no de ese modo. Pero aun así, se preocupaban el uno por el otro.

—Tú fuiste más afortunada que muchos otros.

—Sí.

—¿Tuviste hermanos?

Ella suspiró.

—Era yo sola. Siempre quise tener una hermana.

—Yo no podría imaginarme la vida sin mis hermanos. Lo hacíamos todo junto. Pocas veces andaba cada uno por su lado. Recuerdo cuando se casó Jasper. Era muy extraño pensar que ya no andaría por ahí correteando con Edward y conmigo.

—¿Cómo son tus hermanos?

—Fuertes. Inteligentes. Astutos. Honorables. Son los mejores hombres que conozco. Edward siempre era el que nos unía a Jasper y a mí. Edward heredó esa habilidad para tranquilizar a los demás de mi madre y la utilizaba con juicio. Mientras que yo tenía la costumbre de pensarme demasiado las cosas, Jasper era impulsivo y siempre se lanzaba a hacer las cosas sin pensar en las consecuencias. Pero, siempre que Jasper se metió en algún lío, fue lo bastante inteligente como para saber salir de él.

—Creo que me gustarán tus hermanos —le dijo con una sonrisa. Cerró los ojos lentamente mientras los perezosos dedos de Emmett recorrían de nuevo su espalda.

—Estoy convencido. Y tú les gustarás a ellos también.

—Y después de que Tanya liberara al dios con su magia, ¿qué sucedió?

Él soltó un largo y profundo suspiro.

—Fue el infierno. Mientras vivimos en las montañas comimos lo que pudimos encontrar. Nos estábamos convirtiendo en animales salvajes y aunque sabía que tenía que transformarme en el líder que mi padre me había educado para ser, no podía acostumbrarme al dios que llevaba dentro.

—No seas tan duro contigo mismo, Emmett. Para poder ayudar a tus hermanos, tenías que ayudarte primero a ti mismo.

Emmett gruñó. Bien que se había ayudado a sí mismo. Había intentado bloquear los recuerdos de todos aquellos años que vinieron después de lo de Tanya, pero le gustaba hablar con Rosalie. Y por alguna razón, quería que ella supiera quién era, que lo conociera de verdad en lugar de dejarla solo ver al hombre que ella pensaba que era.

Porque tienes miedo de fallarle como les fallaste a Edward y a Jasper.

Aquella era la única verdad, por muy doloroso que resultara admitirlo.

—No estoy muy seguro de dónde encontró Edward el vino —dijo Emmett lentamente—. Había salido a buscar comida, y cuando regresó a nuestra cueva llevaba una jarra de vino. Empecé a beber. No me costó mucho darme cuenta de que cuanto más bebía menos oía y sentía al dios.

—Así que seguiste bebiendo —dijo ella con voz sincera.

Él se detuvo. ¿Debería decírselo? Se dio cuenta de que ella tendría una opinión muy diferente de él en cuanto lo supiera. También podía acabar con todo lo que se estaba formando entre ellos, pero puede que fuera lo mejor. Destruir toda esperanza ahora, antes de perderla a ella después. Además, ella lo descubriría en cuanto llegara al castillo. Era mejor que supiera el tipo de hombre que era ahora.

Era mejor para ambos.

—Sí —respondió—, seguí bebiendo. Cuando Edward no me traía vino, salía yo mismo a buscarlo.

—¡Oh, Emmett! —Murmuró.

Él le cogió el brazo, aterrado de que fuera a apartarse de él y no podría terminar de contarle la historia si tenía que mirarla a los ojos.

—En lugar de convertirme en el líder que se suponía que tenía que ser, dejé que Edward cargara con toda la responsabilidad. Sabía que me necesitaba para ayudarle a controlar a Jasper, pero yo me sumergí en la bebida de todos modos.

»Cada mañana me levantaba y veía los evidentes rastros de la ira de Jasper en las paredes de la cueva donde había clavado sus garras. La pérdida de su mujer y su hijo le trastornaron. En todo este tiempo no ha sido capaz de recuperarse. Yo debería haber estado allí a su lado. Al lado de mis dos hermanos.

—¿Qué hubieras hecho? —Preguntó Rosalie—. La gente tiene modos muy diferentes de afrontar el dolor.

—Les di la espalda a mis dos hermanos. Edward me suplicó que dejara de beber. Trataba de esconder el vino, pero con aquello solo conseguía que los dos nos enzarzáramos en terribles peleas. Le doy gracias a Dios de que no pudiéramos matarnos, pero temo que hubiéramos acabado haciéndolo. Solo por conseguir mi vino.

Los dedos de Rosalie temblaron sobre su pecho y él pudo sentir el peso de sus párpados mientras le observaba. Su impresión de que era un buen hombre había sido destruida y, aunque él odiaba la idea, era para bien de los dos. Él no había sido el hombre que debería haber sido, y no quería fallarle a ella como les había fallado a sus hermanos.

—No sé en qué momento se dio cuenta Edward de que no podría detenerme. Solo sé que siempre se aseguró de que yo tuviera vino. Cuando nos pidió que volviéramos al castillo, yo quería negarme. Estar cerca del lugar que en aquel entonces solo albergaba muerte y destrucción no era el modo en el que quería pasar mis días. Pero después de todo lo que Edward había hecho por mí, no pude decirle que no. Aunque quisiera estar en cualquier otra parte antes que entre aquellas paredes de piedra.

—Él pensó que sería para el bien de todos.

Emmett se encogió de hombros.

—Supongo. De algún modo sí que le hizo bien a Jasper y aquello hizo que Edward se reafirmara en su idea. Él nos ayudó a Jasper y a mí lo mejor que supo, y no hay nada que pueda hacer en esta vida para agradecérselo a Edward. Durante casi trescientos años yo ahogué a mi dios en el vino. Durante trescientos años, dejé solos a mis hermanos. Cuando un wyrran se acercaba al castillo, luchaba contra él, pero solo con mi espada.

—¿Nunca dejabas libre a tu dios?

—No, nunca me atreví. Ni siquiera cuando Edward trajo a Isabella al castillo y los guerreros de Tanya nos atacaron por primera vez. Como yo no me convertí, un guerrero casi consigue marcharse con Isabella. Nunca olvidaré la expresión de terror en los ojos de Edward cuando vio a aquel guerrero con Isabella.

—¿Qué sucedió?

—Los tres habíamos sido siempre buenos luchadores. Nadie podía vencernos y cuando nos enfrentábamos unos contra otros, siempre acabábamos en empate. Éramos buenos luchando solos, pero imparables si luchábamos los tres juntos. Supongo que por eso, Apodatoo, el dios de la venganza, eligió instalarse en los tres.

Ella asintió con la cabeza, un mechón de pelo le rozó la nariz.

—Era justo lo que me preguntaba.

—Teníamos al guerrero acorralado y atacamos. Edward se llevó a Isabella, y Jasper y yo matamos al guerrero. Pero sabíamos que Tanya atacaría de nuevo. Quería ayudar a mis hermanos, pero aquello significaría dejar libre al dios.

—No podías hacerlo, ¿verdad?

La vergüenza le cubrió el rostro.

—Había pasado demasiado tiempo ignorando lo que había dentro de mí, incluso los poderes que este hecho llevaba consigo. Tenía miedo de perjudicar a Edward más que ayudarle. Sabía que podía ejercer mucha presión luchando con mis espadas y eso es lo que tenía pensado hacer.

Volvió a recordar la batalla y cómo Isabella había luchado ferozmente contra el wyrran. Edward se había mantenido siempre cerca de ella, pero sucedió lo impensable. Un guerrero la capturó y salió huyendo antes de que Edward pudiera salir a seguirlo.

—Había demasiados wyrran. Nunca había visto tantos. Matabas a uno y aparecían cinco en su lugar. Invadieron el castillo junto con cuatro guerreros. Lo que no sabía Tanya es que de nuestro lado teníamos a cuatro guerreros más.

Rosalie sonrió para sí.

—Jugabais con ventaja numérica.

—O eso es lo que creíamos. Pero de algún modo un guerrero logró capturar a Isabella. Yo fui el único que lo vio y sabía que tenía que ser capaz de ayudarla. Si Jasper casi se había vuelto loco con la pérdida de su mujer y su hijo, yo sabía que Edward nunca se recuperaría. Isabella es su vida entera. Así que perseguí al guerrero y a Isabella, tratando de mantenerles dentro del castillo hasta que Edward fuera capaz de encontrarnos.

La mayor parte del castillo sigue en ruinas y el guerrero subió a una torre que daba justo al mar. Obligó a Isabella a que se cogiera a su espalda y empezó a bajar por la torre hacia el mar. Un movimiento en falso e Isabella iría directa a una muerte irremediable.

Rosalie se reclinó sobre el codo y miró a Emmett.

—¡Por todos los dioses! Tanya debía de querer capturar a Isabella desesperadamente.

—Sí. La madre de Isabella era una drough e Isabella lleva consigo la sangre de su madre.

—Ah, el Beso del Demonio. Robena me habló de ello.

—Exactamente. Esa sangre, junto con la de Isabella, le daría todavía más poder a Tanya. No podíamos permitirlo.

Rosalie asintió con la cabeza y se mordió el labio.

—¿Cómo conseguiste detener al guerrero?

—Unas semanas antes, había empezado a dejar de beber y bebía mucho menos de lo habitual. En el momento en que se produjo la batalla ya solo bebía vino en ocasiones muy contadas. Estaba lo suficientemente lúcido como para darme cuenta de que Edward estaba a punto de perder a Isabella aquella misma noche. Isabella y Edward comparten un amor como el de mis padres, y después de todo lo que le había hecho pasar a Edward, no podía permitir que perdiera la única cosa por la cual había luchado en su vida. Así que liberé a mi dios.

—¿Salvaste a Isabella?

Emmett asintió con la cabeza y apartó la mirada.

—Pude retrasar la huida del guerrero y eso les dio tiempo a Edward, a Jasper y a los otros a alcanzarnos. Al final, conseguimos liberar a Isabella.

Unos suaves dedos le acariciaron la mejilla, las uñas le rascaban la barba de tres días.

—No les fallaste ni a tus hermanos ni a Isabella, Emmett.

—Después de aquella noche, nunca más volví a probar el vino.

—¿Es por eso por lo que hay una botella en tu habitación?

—Sí, para recordarme lo que estuve a punto de perder. Si Isabella hubiera muerto, hubiera perdido a Edward. Jasper ya casi estaba más allá que aquí, pero sin Edward ya no hubiera habido nada que lograra mantenernos unidos.

Sus manos no dejaron de acariciarle en ningún momento. Él cerró la mano en un puño para hacer que dejara de temblar. Hablar de los tormentos que le habían perseguido durante tanto tiempo le hacía bien, pero estaba avergonzado de ver el hombre en el que se había convertido.

Ella le pasó el dedo por una ceja y luego por la curva de sus labios.

—¿Y ahora? ¿Cómo están tus hermanos?

—La mañana después de la batalla encontré un fragmento de pergamino metido entre dos piedras de las murallas de nuestro castillo. Había salido a buscar a Jasper, pero en cuanto vi aquel trozo de pergamino lo supe.

—Tanya.

Él asintió.

—Había capturado a Jasper. Ella nos quiere a los tres y sabía que todo lo que tenía que hacer era coger a uno de nosotros y los otros dos iríamos hasta ella para buscarle.

Rosalie cogió aire y se sentó sobre sus piernas.

—¿Pudisteis liberar a Jasper?

—Todavía no.

—¿Entonces qué es lo que haces aquí intentando recuperar tu castillo?

Emmett por fin se atrevió a mirarla.

—Es mi contribución mientras los otros intentan averiguar todo lo que sea posible sobre el Pergamino.

—¿El Pergamino?

A él no le pasó desapercibido el modo en que su voz se había hecho más aguda y su cuerpo se había tensado. Ella sabía algo, pero ¿qué sabía exactamente?

—¿Sabes algo de él?

—¿Es la lista con los nombres de cada familia que lleva en su sangre a un guerrero?

—Sí.

—He oído hablar de ello. —Pero ella apartó la mirada mientras lo decía.

Estaba mintiendo. Emmett no podía echarle la culpa por hacerlo. Ella no lo sabía. Para poder liberar a Jasper todo dependía del Pergamino.

—¿Para qué queréis el Pergamino? —Preguntó Rosalie.

—Para liberar a Jasper de la montaña de Tanya. Eso si es que realmente existe. Por lo que sé, es posible que sea simplemente una leyenda.

Los profundos ojos azules de Rosalie se cruzaron con los suyos y pudo ver la ira ardiendo en su interior.

—¿Quieres darle a Tanya los nombres de los otros guerreros para poder salvar a tu hermano?

Emmett no le explicó el resto del plan. No había ninguna necesidad, y menos habiendo visto el odio con el que ella había reaccionado. O bien no lo entendería o bien no lo creería.

—¿Es que tú no harías lo mismo por Randall o por tu padre?

La tensión se liberó en su interior.

—Haría todo lo que estuviese en mis manos por liberarles de ese monstruoso demonio.

—¿Entonces entiendes por qué es tan importante?

—Lo entiendo —susurró—. Pero es posible que Tanya os tenga preparada una trampa a ti y a Edward.

Emmett empujó su espalda contra su pecho y le recorrió los largos y dorados rizos con los dedos.

—Puede que sí y puede que no. No tengo ninguna intención de volver a convertirme en su prisionero. Pero el simple hecho de saber que mi hermano menor lleva en aquella montaña ya más de un mes hace que se me revuelva el estómago.

—Puedo imaginármelo.

Emmett no dijo nada más. Probablemente ya se había dicho demasiado. Por lo menos Rosalie seguía entre sus brazos y no se había alejado de él ni tampoco lo miraba con compasión. No había habido ninguna acusación. Solo comprensión en aquellos preciosos ojos.

La esperanza brotó en su pecho por primera vez en trescientos años.

Rosalie nunca había compartido tantas cosas con nadie antes. El hecho de que Emmett se mostrara tan abierto con ella hizo que confiara más en él. Pero todavía había muchas cosas que quería saber.

—Las historias sobre lo que Tanya hizo con tu clan se cuentan por todas las Highlands.

—Lo sé —respondió él con una voz neutra.

—¿Quieres contarme lo que sucedió aquel día?

Este se detuvo un momento, como si estuviera sopesando sus palabras.

—A veces todavía puedo sentir el olor a sangre y muerte de aquel día. Todos los recuerdos felices que tenía de mi clan, de mi familia y de mi hogar desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos. Estaba destinado a ser el próximo jefe, pero no pude hacer nada para ayudar a mi gente.

—No hubieras podido hacer nada contra Tanya.

—Lo sé —admitió—. Pero por aquel entonces no tenía ni idea de que había sido una druida la que me había hecho aquello a mí, la que les había hecho aquello a mis hermanos. Nuestras vidas se acabaron en aquel justo instante. Y entonces ella nos llevó al mismísimo infierno.

Rosalie le acarició el pecho, con la esperanza de poder aliviar parte del dolor que lo consumía.

—Sé el dolor que se siente cuando se libera por primera vez al dios y, aunque no pensaba que iba a ser yo, sabía lo que estaba sucediendo. Pero vosotros no sabíais nada, ¿verdad?

—No. Tanya nos encadenó en cuanto nos metió en la montaña. Edward se resistía de tal modo a las cadenas que le hicieron cortes en las muñecas. Había mucha sangre y nada de lo que le dijera podía calmarle. Y luego estaba Jasper. No podía dejar de maldecirla. No sé siquiera si sabía lo que decía, el dolor de haber perdido a su esposa y a su hijo casi acaba con él. Todo aquello parecía una pesadilla. Yo era el mayor, tenía que mostrarles a mis hermanos que podía mantener la calma ante una situación como aquella.

Ella se tragó el nudo que se le había formado en la garganta.

—Emmett...

—Pero en el momento en que ella empezó a decir el conjuro, todas mis buenas intenciones se derrumbaron. Estaba poseído por el dolor, cegado por la rabia por lo que estaba sucediendo. Sabía que algo había cambiado y que no iba a ser para mejor. Quería matarla, vengarme por lo que le había hecho a mi gente. Luché contra mis cadenas sabiendo que al igual que Edward no llegaría a ninguna parte, y entonces se rompieron. Mis hermanos hicieron lo mismo. Por mucho que quisiera matar a Tanya y tuviera la oportunidad de hacerlo, sabía que teníamos que salir de allí. Ella se quedó sorprendida al descubrir que habíamos podido huir. Yo saqué a mis hermanos de la montaña y corrimos, corrimos, corrimos sin descanso.

—No puedo creer que pudierais escapar.

—La cogimos por sorpresa. Ella no se esperaba que fuéramos a huir. Matamos a los wyrran que salieron a perseguirnos. Nos escondimos en las montañas durante años, cambiando constantemente de lugar. Finalmente, regresamos al castillo.

Él se detuvo y ella sintió su dolor como si fuera propio. Le acarició el pecho con la mano deseando poder cicatrizarle las heridas que llevaba en su interior.

—Nuestras tierras habían desaparecido, nuestro castillo estaba en ruinas, pero nos quedamos. Nos escondíamos en la oscuridad manteniéndonos alejados de todos y de todo.

Durante un buen rato, ambos permanecieron sentados en silencio. Rosalie no sabía qué decir en respuesta a lo que Emmett le acababa de confesar. Su historia era parecida a la que había oído cuando era una niña, pero nunca había sabido qué había pasado con él estando en manos de Tanya.

Y de algún modo, oírlo de su propia boca lo hacía incluso peor. Cómo alguien tan malvado y vil como Tanya había alcanzado tanto poder era algo inexplicable.

—Vas a enfrentarte a ella, ¿verdad?

—Sí —respondió él, y le pasó los dedos por el pelo—. Nuestro castillo dará cobijo a cualquiera que busque esconderse de ella o luchar contra ella.

—Quiero luchar contigo.

Él sonrió contra su frente.

—Me alegro.

—Pronto amanecerá. Hemos estado hablando toda la noche.

Emmett soltó una carcajada.

—No creo que nunca antes haya pasado tanto tiempo hablando con una mujer. Y pensar que en lugar de eso podría haber estado haciéndote el amor...

Rosalie se puso a horcajadas sobre su pecho y miró directamente a aquellos preciosos ojos verdes.

—Bueno... a mí me ha gustado nuestra charla.

—Eso parece, aunque básicamente he hablado yo solo. Ya te he dicho todo lo que hay que saber sobre mi vida.

La cogió por las caderas y posó su cuerpo sobre su erección.

—Todavía hay tiempo para otra ronda.

No había nada en este mundo que ella deseara más, pero también deseaba abandonar Edimburgo lo antes posible. Desde que había visto a aquel wyrran se sentía inquieta.

—¿Tenemos tiempo? —Preguntó ella.

Emmett miró hacia la ventana.

—Mierda. ¿Cuándo puedes estar lista?

—Dame al menos hasta la madrugada.

—¿Por qué no le envías una nota a Randall?

Ella movió la nariz.

—Después de todo lo que ha hecho por mí, no sería justo. Me daré prisa en prepararlo todo y si para entonces no ha venido a mi habitación iré a buscarle.

—Bien. Nos encontraremos en los jardines. Hay un banco rodeado de rosales amarillos.

—Lo conozco —respondió ella y reticente se apartó de él y salió de la cama. Se quedó en pie frente a él y se inclinó para darle un beso—. Nos vemos pronto.

Él se sentó mientras ella se dirigía hacia la ventana.

—No tardes —le rogó justo en el momento en que se hacía invisible.

—No lo haré —le prometió.

 

 

Rosalie no podía dejar de sonreír. Desde que había regresado de la habitación de Emmett, había estado flotando en las nubes. Emmett no solo le había devuelto el deseo, sino que iba a llevarla a su castillo. E iba a protegerla.

Sabía que debería ser más prudente. Al fin y al cabo, la primera vez que se había entregado a un hombre había acabado con el asesinato de su padre.

Pero Emmett es diferente.

¿Lo era? Ella le estaba confiando ciegamente su vida, estaba confiando en un hombre al que apenas conocía. Y luego estaba su gran secreto, el Pergamino. Emmett quería el Pergamino para entregárselo a Tanya. Eso era algo que ella no podía permitir.

Pero se había sumergido en los ojos de Emmett. Su instinto le decía que Emmett no había mentido cuando había dicho que la protegería, pero Rosalie sabía que también debería protegerse a sí misma. Ya estaba pensando en entregarse de nuevo a sus brazos. No podía surgir nada bueno de su inextinguible deseo por Emmett.

Había pasado tanto tiempo sola, escondiéndose y huyendo... Sería hermoso tener un lugar donde saber que estaba a salvo, donde todo el mundo supiera su secreto sin importarle a nadie. Echaría muchísimo de menos a Randall, pero sabía que ese día tenía que llegar tarde o temprano. Randall se merecía una vida y ella se aseguraría de que la tuviera.

Salió de la bañera y se secó. Estaba entumecida por haber estado haciendo el amor con Emmett, pero era un dolor delicioso, un dolor que quería experimentar una y otra vez.

Sin embargo, ya había aprendido la lección. No confiaba en nadie aparte de Randall y los otros guerreros. El hombre que por primera vez tomó su cuerpo la cortejó con bonitas palabras y promesas. Se había dado cuenta demasiado tarde de las intenciones que realmente tenía y había sido incapaz de salvar a su padre con sus poderes.

Incluso ahora, tantas décadas después, aún podía recordar cuando encontró a su amante sobre el cuerpo de su padre, con la daga todavía clavada en su pecho. Una ira incontrolable la consumió, y cuando volvió en sí, su amante estaba muerto. Ella lo había matado.

Era la primera vez que quitaba una vida humana, y pese a que él había asesinado a su padre, todavía sentía sobre sus espaldas el peso de haber quitado esa vida.

Fue una amarga lección, pero una lección que la había ayudado a mantenerse con vida durante todos aquellos largos y solitarios años.

Rosalie se puso un vestido color crema. Odiaba aquel cuello con bordados decorativos igual que odiaba los aros que llevaba bajo el vestido. Era ridículo para una mujer llevar aquellos vestidos. No podía moverse con libertad ni entrar en batalla si un wyrran venía hacia ella, y costaba mucho tiempo quitárselo.

Se ajustó los lazos de las mangas y echó de menos los sencillos vestidos que había llevado mientras había vivido con su clan. Ella prefería la vida en las Highlands; con los hombres con sus faldas escocesas y los bufones peripuestos en lazos y encajes deambulando por el castillo con sus apretadas medias y sus pantalones bombachos.

Mientras su doncella la peinaba y le recogía el pelo, llamaron a la puerta Su corazón se aceleró al pensar que pudiera ser Emmett, pero se dio cuenta al instante de que Emmett no se atrevería a ir a verla.

—Adelante —respondió.

Sonrió al ver a Randall por el espejo de su tocador.

—¿Alguna novedad?

—Estaba a punto de preguntarte justo lo mismo —respondió él mientras se reclinaba contra la puerta—. ¿Ya estás lista?

—Eso es todo —le dijo Rosalie a la doncella para que se marchara.

Una vez estuvieron solos, Randall se acercó a la silla. Se sentó y cruzó los brazos sobre su regazo.

—Dime que tienes buenas noticias.

—Las mejores. —No podía apartar la sonrisa de su rostro—. Emmett ha aceptado llevarme al castillo. Quiere que partamos de inmediato.

Randall sonrió de oreja a oreja.

—Me alegro de oírlo. Creo que cuanto antes os alejéis de aquí mejor.

Él no estaba todavía preparado para decir adiós ni tampoco lo estaba ella, para ser sinceros. Pero Randall había sacrificado demasiado.

—Debes prometerme que te olvidarás de mí y que seguirás con tu vida.

Él soltó una carcajada.

—Nunca. Me has proporcionado aventuras que nunca más volveré a vivir.

—Encuentra a una mujer y hazle muchos hijos. Tienes un clan que dirigir, Randall, y no tengo ninguna duda de que serás el mejor de los jefes de los Hale.

Él se rascó la barbilla con el ceño fruncido.

—¿Estás segura sobre el MacMasen?

—Sabes de mis problemas con confiar en la gente mejor que nadie. Emmett me ha dado su palabra de que me protegerá. Y yo le creo.

—Eso es todo lo que necesito saber.

Ella se levantó y le ofreció su mano.

—Gracias. Por todo.

—Te voy a echar de menos.

Ella se inclinó y le dio un beso en la mejilla.

—Sí, yo también.

 

A Jasper le dolía todo el cuerpo. Lo tenía lleno de cortes, magulladuras y golpes, pero a pesar de eso no había sucumbido a su dios como Tanya deseaba. Sonrió y de inmediato su gesto se torció de dolor cuando el labio que tenía partido volvió a abrirse y empezó a sangrar de nuevo.

Tanya había bajado hasta su celda. Se había quedado en pie en la entrada y había observado cómo sus guerreros lo golpeaban. Después de un tiempo, les había ordenado que se detuvieran y le había dicho a Jasper que cediera, que se convirtiera dejando libre a su dios.

Él la había mirado a través del ojo que no tenía cerrado por la hinchazón y se había reído de ella. Los golpes volvieron a empezar y esta vez los guerreros utilizaron sus garras. Repitieron el ciclo varias veces hasta que Tanya abandonó la prisión.

Él supo el momento en que se había marchado porque los guerreros empezaron a golpearlo de tal manera que parecía que iban a matarlo. Y casi lo hicieron. Acabaría curándose, pero llevaría su tiempo.

Le dolían los hombros de estar colgado de las cadenas, pero era mejor eso que andar arrastrándose por el suelo con las ratas. Dios, cómo odiaba las ratas. Siempre estaban allí, con aquellos chillidos que inundaban las mazmorras. Jasper las había notado corretear por encima de sus pies demasiadas veces.

No podía abrir los ojos de lo hinchados que los tenía a causa de los golpes y no podía ver nada, pero pudo oír cómo se acercaba a él una rata. Sabía por el sonido de sus pequeñas patas sobre las rocas que estaba casi encima de él.

Detente.

La rata se detuvo, pero luego siguió adelante.

¡Detente! ¡Maldita sea, detente!

Y para su sorpresa, la rata se detuvo.

Jasper sintió algo en su mente. No estaba seguro de lo que era, pero haría lo que fuese necesario para mantener las ratas alejadas de él.

No te acerques a mí. Mantén a las otras también alejadas.

El corazón se le cerró en un puño cuando la rata dio media vuelta y se alejó. Jasper no estaba seguro de lo que había sucedido y estaba demasiado cansado como para pensar en ello. Le dolía la cabeza como si alguien hubiera estado intentando aplastarle el cráneo. Lo único que quería hacer era dormir y soñar con su hogar y con sus hermanos.

Quería decirles a sus hermanos que había conseguido apartar de sí la ira que lo había carcomido durante trescientos años. Aquella rabia había hecho que el dios lo dominara y cuando descubrió que aquello era lo que quería Tanya, había luchado contra su dios con todas sus fuerzas. Estaba dispuesto a morir antes que liberar al dios.

 

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POBRE EMMETT, POR TODO LO QUE HA TENIDO QUE PASAR, COMPRENDO LO MUCHO QUE DEBE DE SUFRIR, DEBE SER DURO ESTAR DESEPCIONADO DE UNO MISMO, Y SI TU NO TIENES FE EN TI MISMO ¿QUIEN TE LA PUDE TENER?, AAAAAAAAAA ROSALIE DEBE DE DECIRLE LO DEL PERGAMINO, PERO TIENE MIEDO, TAMBIEN EN EL FONDO ES TAN  INSEGURA COMO EL.

 

GRACIAS GUAPAS POR ESTAR EN ESTA AVENTURA, BESITOS.

 

Capítulo 28: CINCO Capítulo 30: SIETE

 
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