LOS HERMANOS MACMASEN (+18)

Autor: lololitas
Género: Aventura
Fecha Creación: 27/08/2013
Fecha Actualización: 17/11/2013
Finalizado: SI
Votos: 24
Comentarios: 390
Visitas: 103277
Capítulos: 57

"FANFIC TERMINADO"

 

Tres hermanos, tres guerreros, unidos no solo por sangre sino  por una fuerza más poderosa, por culpa de una malvada hechicera, Durante trescientos años, han permanecidos alejados del mundo, ocultando al vengativo dios que llevan prisionero en sus almas, pero muy pronto las cosas cambiaran, una épica guerra entre el bien y el mal se avecina, Edward, Emmett y Jasper deberán luchar no solo contra el mal que los ha asechado toda su vida, sino también contra el amor y la pasión que se encontraran en el camino

Todo el poder, la pasión y la magia de los legendarios guerreros de Escocia atados al juramento de luchar por la victoria en la batalla y en el amor.

 

 

adaptacion de los personajes de crepusculo con el libro "Serie Highlander la espada negra de Donna Grant"

 

 

 

 

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Capítulo 19: DIECINUEVE

Edward dio un paso atrás y observó la trampa.

—Esto debería detener a un wyrran durante un rato considerable.

—No sé —dijo Emmett mientras examinaba la red—. Sus garras son tan afiladas como las de un guerrero.

—Pero no tan fuertes. Yo estoy de acuerdo con Edward. Esto los detendrá un rato —dijo Jacob.

Edward miró hacia la abertura de la torre. Esta estaba en la parte trasera del castillo, lo que la convertía en un punto de entrada perfecto para un ataque.

Habían puesto trampas por todo el castillo, excepto en el dormitorio de Isabella, en la cocina y en el gran salón. Edward inspiró y percibió un ligero olor a pan recién hecho.

—Lo he echado de menos. —Los ojos de Jacob estaban cerrados, y sus labios habían formado una sonrisa—. Pan recién hecho. Espero que Isabella haya hecho varias hogazas.

Emmett se rió.

—No sé de dónde saca Jasper las provisiones para Isabella, pero no se lo voy a preguntar. Estoy disfrutando mucho con el pan.

Edward asintió.

—Espero que Jasper haya cogido algún pez. Los necesitaremos con Jacob aquí.

—Tengo hambre —dijo Jacob—. Así soy yo.

—Ahora tendremos que cazar más, tenemos una boca más que alimentar —dijo Emmett con una sonrisa burlona.

Edward resopló.

—Considera a Jacob como cinco bocas más.

Jacob se rió y empezó a andar hacia el gran salón.

—Tranquilos, yo también cazaré. Conozco una aldea no muy lejos de aquí donde ya he comprado comida antes. Puedo conseguirle a Isabella todo lo que necesite.

—Buena idea —dijo Edward—. Hablaremos con ella hoy.

—Puedo salir con la primera luz del día y estar de vuelta antes de la cena.

Emmett se relamió los labios.

—Hace mucho tiempo que no pruebo una comida decente. Trae todo lo que quiera Isabella.

Edward se rió y negó con la cabeza. Era bueno ver a Emmett casi como era antaño. Bajaron varios tramos de escaleras en filia india, y luego recorrieron el pasillo. Emmett entró en una habitación que tenía la puerta quemada.

—¿Qué ocurre?

Edward dudó en la entrada. Sabía, por la manera en que Emmett se había movido, por la intensidad de su mirada, que sucedía algo.

Jacob se dio la vuelta y volvió junto a él.

—¿Emmett?

—Viene alguien —dijo Emmett—. Espera. Hay dos, no, tres.

Jacob se dio la vuelta y corrió hasta el gran salón sin decir una palabra más.

Edward fue rápidamente al lado de Emmett.

—¿Guerreros?

—Podría ser.

—Vamos a verlo, ¿de acuerdo?

Emmett se dio la vuelta y apoyó la espalda contra el muro.

—¿Y si no son amigos de Jacob?

—Entonces lucharemos contra ellos, si son de Tanya. Si son mortales nos aseguraremos de que continúen su camino.

—¿Las cosas son tan simples para ti?

Edward captó las arrugas de preocupación que había alrededor de los ojos de su hermano.

—Hago las cosas todo lo más simples que puedo. No sabremos quiénes son hasta que no vayamos a ver si vienen al castillo.

—Sí que vienen —dijo Emmett mientras pasaba por delante de Edward en dirección al pasillo.

Edward lo siguió. En vez de tomar las escaleras, saltó al suelo del salón. Quería encontrar a Isabella, decirle que se escondiera, pero no había tiempo. Ya podía escuchar la voz de Jacob. Lo único que Edward podía hacer era esperar que Isabella tuviera la daga consigo.

Cuando Edward entró en el patio encontró a Jacob en las almenas de al lado de la torre de entrada. Edward corrió hacia las escaleras que conducían a las almenas. Por encima del hombro vio que Emmett lo seguía.

Cuando Edward llegó hasta Jacob supo, por su tono de voz, que conocía a los hombres.

—Os dije que vendrían —dijo Jacob mientras se giraba hacia Edward—. Conozco a dos de los tres. El rubio grande es Vladimir Campbell. El de su izquierda es Randall Hamilton. El otro, me dicen que es Alistair MacDonald.

Vladimir dio un paso al frente.

—Vimos el mensaje de Jacob. ¿Es cierto? ¿De verdad sois los MacMasen?

—Sí —dijo Emmett mientras se situaba al lado de Edward—. Somos los MacMasen. Yo soy Emmett y este es Edward.

—¿Dónde está Jasper? —preguntó Alistair.

Edward miró a Emmett.

—Ha salido.

—¿Podemos entrar? —preguntó Vladimir.

Edward se giró hacia Emmett.

—¿Qué opinas?

—¿Tenemos elección? —preguntó—. Los necesitamos.

Jacob se cruzó de brazos.

—Todavía no confiáis en mí.

Edward se frotó los ojos con el dedo pulgar y el índice.

—Nosotros podemos cuidarnos solos. Es Isabella quien me preocupa.

Jacob se rió.

—La he visto entrenar. No tienes que preocuparte. Cualquiera que sepa leer las marcas que hice, es un amigo.

Emmett esperó a que Edward tomara una decisión. La mirada fija que Emmett le dirigió a Edward le recordó mucho a su padre. Edward suspiró y se giró hacia los hombres.

—Bienvenidos al castillo MacMasen.

Emmett y Jacob bajaron las escaleras para saludar a sus invitados. Edward rezó por que estuvieran haciendo lo correcto. Si alguno de aquellos guerreros que dejaban entrar iba a por Isabella no se lo perdonaría nunca.

—Ven, Edward —lo llamó Jacob.

Edward saltó al patio, cayendo al lado de Emmett. Vladimir, con su kilt de color negro, azul oscuro y verde oliva, fue el primero en tender la mano. Edward agarró al hombre alto y rubio por el antebrazo.

Los ojos oscuros de Vladimir se encontraron con los de Edward mientras el hombre rubio hacía un leve movimiento con la cabeza.

—Me alegra ver que Tanya no ha podido reteneros.

—Y no es que no lo haya intentado.

Entonces Edward se giró hacia el siguiente hombre mientras Vladimir hablaba con Emmett.

Randall tendió su brazo, tenía una sonrisa amistosa en la Isabella y una mirada color avellana muy directa.

—Edward.

El kilt de Randall era de un color rojo apagado, naranja oscuro y naranja. Eran muy llamativos, y quedaban bien juntos.

Edward le cogió el brazo a Randall antes de girarse hacia el último hombre, Alistair. Alistair era callado, reservado. Su pelo negro le llegaba hasta el cuello de la túnica negra, y sus ojos grises no se perdían nada. Alistair no llevaba un kilt, como los demás. Llevaba una túnica y pantalones, como Edward. Se evaluaron durante un instante.

—Bienvenido —dijo finalmente Edward, y le tendió el brazo.

Alistair lo aceptó.

—Gracias.

—Venid dentro y os pondremos al corriente de todo —dijo Emmett.

Los labios de Vladimir se estrecharon.

—¿Todo? Sabía que algo importante debía de estar pasando para que Jacob abandonara el bosque. ¿Qué es?

—Tanya —dijo Edward mientras pasaba por delante de ellos. Quería avisar a Isabella de que tenían visitantes, pero otra parte de él quería mantenerla encerrada para que nadie pudiera verla.

Era irracional y primitivo, pero quería a Isabella solo para él. Ella se reiría si supiera lo que él quería hacer, le diría que todo saldría bien, que necesitaban ayuda. Ella tendría razón, pero eso no evitaría que él se sintiera celoso.

—Edward —susurró Emmett cuando llegó a su altura—. ¿Qué ocurre?

—Nada. Estoy bien.

Emmett negó con la cabeza, no se creía aquella mentira.

—Isabella estará bien. Ve a buscarla para que podamos presentarla.

—Aún no —dijo Edward. Quería conocer mejor a los hombres—. Desearía que Jasper estuviera aquí.

Emmett suspiró.

—Yo también. Hoy necesitaba estar solo. Eso nunca nos ha molestado.

—Tampoco nunca hemos tenido que enfrentarnos a Tanya o que prepararnos para las visitas.

—Esperemos que traiga bastante comida. Si comen tanto como Jacob, nunca tendremos suficiente.

Edward no pudo contener una carcajada. Dejó que los recién llegados y Jacob tomaran los bancos de la mesa y él y Emmett se quedaron de pie a cada extremo.

—Bueno —dijo Randall, y puso los codos sobre la mesa con los dedos entrelazados—. Has mencionado a Tanya. ¿Oué pasa con ella?

—Está planeando un ataque —dijo Emmett—. De hecho, ya ha enviado dos guerreros y una docena de wyrran.

Los ojos grises de Alistair se entrecerraron.

—¿Qué es lo que persigue Tanya?

Vladimir se rió.

—A los MacMasen, por supuesto.

Edward sintió la mirada de Emmett. Dejaría que Edward informara a los guerreros sobre Isabella.

—Nosotros somos un plus adicional. Va detrás de... otra cosa.

—Algo de gran valor —añadió Jacob.

Emmett se cruzó de brazos.

—La detuvimos y matamos a un guerrero y a todos los wyrran, pero el otro guerrero escapó.

—Él nos conocía, sabía que Tanya nos había estado buscando —dijo Edward—. Volverán. El hecho de que Tanya haya esperado varios días me dice que está reuniendo sus fuerzas.

Alistair puso la mano sobre la mesa y ladeó la cabeza al mismo tiempo que miraba a Edward.

—Tenéis un druida.

No era una pregunta.

Edward hizo una pausa antes de asentir.

Vladimir silbó entre los dientes.

—Quedan pocos druidas. Los pocos que no ha capturado Tanya, o han abandonado Escocia o se han escondido. No me extraña que Tanya vaya detrás del vuestro.

—No conseguirá mi druida —dijo Edward.

Randall miró alrededor del gran salón y se frotó la mano contra la mandíbula.

—¿Cuál es el plan?

Edward dejó que Jacob y Emmett les hablaran de las trampas que habían colocado. Él se quedó girado hacia la entrada de la cocina para que Isabella lo viera a él primero. El olor a pan inundaba el castillo, y por la manera en que Jacob miraba hacia la cocina, no pasaría mucho tiempo antes de que alguien pidiera un trozo.

Edward salió del gran salón sin mirar atrás. Emmett lo tenía todo controlado. Edward entró en la cocina y vio las hogazas de pan recién hechas enfriándose sobre la mesa. Unos peces, unas liebres y unos faisanes habían sido limpiados v estaban listos para ser cocinados.

Jasper, pensó. Cuando no encontró a Isabella supo que estaría en el jardín. Edward fue hacia la puerta que conducía fuera y apoyó un hombro contra las piedras cuando la vio.

Estaba arrodillada junto a las plantas, con las manos llenas de tierra. A Edward siempre le había sorprendido que en aquel suelo tan rocoso pudiera crecer algo, y en aquel pequeño trozo de tierra su madre se había pasado años cultivando un jardín. Había estado muy orgullosa de haberlo conseguido.

Edward sonrió cuando imaginó a su madre junto a Isabella, con sus cabezas juntas mientras discutían sobre una planta. Era una lástima que Isabella nunca fuera a conocer a su madre.

Observó como Isabella envolvía una planta con sus manos y acercaba su rostro a ella, susurrándole algo que no pudo entender. Ante sus ojos, la planta creció. No mucho, pero lo suficiente como para que él pudiera verlo.

La cabeza de Isabella se levantó y su mirada se encontró con la de él. Sus ojos color caoba brillaban de deleite y... magia.

—Edward.

Con el sonido de su nombre, él se separó de la entrada y fue hacia ella. Ella se levantó y llegó hasta sus brazos. Él se inclinó e inspiró brezo, un olor que nunca volvería a oler sin pensar en ella.

—¿Lo has visto? —le preguntó ella.

Él la separó de entre sus brazos y asintió.

—Sí. ¿Estás bien?

—Perfectamente. —Ella sonrió y se giró para mirar a la planta—. He animado a todas a que crezcan. Había algunas que aún tenían semillas en el suelo y lo he logrado, pero con algunas otras ha sido imposible.

Edward le puso un dedo debajo de la barbilla y le giró la Isabella hacia él.

—¿Te encuentras bien, Isabella?

Su sonrisa era amable y pura.

—Sí, Edward. Desearía que pudieras sentir la magia que fluye por mi cuerpo cuando les hablo a las plantas. Es una experiencia emocionante.

—Estoy seguro de ello.

Él sabía de primera mano lo que era el poder, gracias al dios que llevaba dentro.

Ella frunció el ceño.

—No estás contento.

—Estoy encantando de que hayas encontrado el bien en tu magia.

—Entonces, ¿qué ocurre? —Ella le pasó un dedo por los labios—. Puedo ver en la expresión dura de tu boca que sucede algo.

Él suspiró y le colocó detrás de la oreja un cabello que el viento había sacado de su trenza.

—Tenemos compañía.

—¿Tanya?

—No —se apresuró a decir él—. Guerreros. Amigos de Jacob, para ser más concreto.

Ella se pasó la lengua por los labios y apoyó las manos sobre el pecho de Edward.

—¿Cuántos?

—Tres. Vladimir, Randall y Alistair. Quería decírtelo antes de que entraras en el salón y los encontraras.

—Menos mal que Jasper ha cazado bastante. ¿Vendrán más?

Él se encogió de hombros.

—No lo sé.

Cuando la miró a los ojos, sintió que su deseo se despertaba, como siempre le pasaba cuando ella estaba cerca. Su solo perfume hacía que la sangre se le acelerara por las venas.

Ella sonrió y se puso de puntillas para pasarle los brazos alrededor del cuello.

—Conozco esa mirada.

—¿Ah sí?

—Oh, sí. Te conozco bastante bien, milord.

Él se rió y frotó su nariz contra la de ella.

—Tendrás que convencerme.

—Puedo hacerlo —susurró ella, y puso sus labios contra los de él.

Edward ardió de deseo. Apretó sus brazos alrededor de Isabella mientras ella se hundía en él. Su verga latía con una necesidad tan intensa, tan pura, que estuvo a punto de hacerle caer de rodillas.

Quería poseerla. En aquel momento, en el jardín, con el sol brillando encima de ellos. Ella era hija de la naturaleza, así que parecía adecuado. Sus dedos encontraron el final de su trenza y desataron el cordel de cuero que sostenía sus gruesos cabellos. Cuando estuvo desatado, dejó caer el cordel al suelo y metió las manos entre su densa melena. Le encantaba la sensación de su pelo en sus manos, y que los cabellos resbalaran por sus dedos como la seda más fina.

El sonido de alguien que se aclaraba la garganta hizo volver en sí a Edward. Acabó el beso y miró por encima del hombro y vio a Jacob.

—¿Qué? —preguntó Edward.

Jacob mantuvo la mirada hacia el suelo.

—Siento interrumpir, pero Emmett quiere que lleves a Isabella al salón.

—Qué pena.

Isabella apoyó la mejilla sobre el pecho de Edward y toqueteó uno de los mechones de la sien de él.

Edward estaba roto. Quería decirle a Jacob que se fuera mientras él se llevaba a Isabella a la playa y le hacía el amor en el mar, pero sabía que había demasiado en juego para ignorar a los visitantes.

Él llevó la Isabella de ella hacia la suya y le dio otro beso.

—Luego —le prometió.

—Te lo recordaré, MacMasen —dijo ella con una sonrisa.

Él se giró hacia Jacob y cogió a Isabella de la mano.

—Los hombres saben que tenemos a una druida. No saben si eres una drough o una mie.

—¿Quieres que siga así?

—Por ahora.

Ella negó con la cabeza.

—Edward, algún día tendrás que confiar en la gente.

—Ya lo hago. Confío en ti.

El cuerpo de Isabella estaba tan absorto en el deseo que Edward había despertado en ella con tanta rapidez que no se dio cuenta de que su pelo estaba suelto hasta que entró en el gran salón.

La sonrisa de complicidad de Edward provocó una risa en los labios de ella. Ella se acercó a él y le susurró:

—No sabía que me habías quitado el cordel de la trenza.

—Entonces es que mis besos estaban cumpliendo con su cometido.

Ella se dispuso a recogerse el pelo, pero las manos de él la detuvieron.

—Por favor —dijo Edward—. Tienes un pelo precioso, déjame verlo.

¿Cómo podía negarse? Los ojos verde mar de Edward miraban fijamente a los suyos, en su profundidad había un ruego silencioso.

—Claro —susurró ella.

Un lado de la boca de Edward se levantó en una sonrisa. Aquello hizo que el corazón de Isabella se fundiera y que le hirviera la sangre. Edward siempre conseguía provocar aquellas deliciosas sensaciones en su interior. No podía imaginarse un día sin él, no quería imaginarse un día sin él. Se había convertido en su vida.

Ella se olvidó de todo y de todos cuando se puso derecha para besarlo. Una de las manos de él le cogió la Isabella mientras la otra la mantenía apretada contra él.

—No tienes ni idea de cuánto te quiero—le susurró él en los labios—. Pero no me gusta que los demás estén mirando mientras te beso.

Ella recordó a los invitados demasiado tarde. Cerró los ojos y emitió un gemido de vergüenza.

El pulgar de Edward le acarició la mejilla.

—Yo te protegeré, Isabella, no lo olvides nunca.

Ella abrió los ojos y asintió antes de darse la vuelta y mirar hacia la mesa. Jacob estaba apartado de la mesa y le sonrió. Emmett simplemente los miraba desde su posición a los pies de la mesa.

Pero fueron los otros tres hombres sentados a la mesa los que llamaron su atención. Dos estaban de Isabella a ella, mientras que el otro se había dado la vuelta en el banco para mirarla.

Edward le puso una mano reconfortante en la espalda.

—El rubio es Vladimir Campbell.

La mirada de Isabella se dirigió hacia el hombre grande. Parecía incluso más grande que Edward, con aquellos hombros y aquellos brazos tan enormes. Él la saludó asintiendo con la cabeza, sus ojos oscuros la observaban con duda y preocupación.

—El de su lado es Randall Hamilton —dijo Edward.

Isabella miró a la izquierda de Vladimir, a unos ojos color avellana. El oscuro pelo de Randall tenía cabellos de color dorado, y ella no tuvo dudas de que con aquel aspecto, Randall tendría a muchas mujeres a sus pies.

Edward movió los pies y se dirigió al hombre que se había dado la vuelta.

—Este es Alistair MacDonald.

Los ojos grises de Alistair no se perdieron nada mientras la observaba. Ella no encontró censura en su mirada, solo curiosidad. Era apuesto pero distante, y tenía el pelo azul oscuro cortado hasta los hombros.

—Y yo soe Isabella —dijo ella.

Alistair se levantó de la mesa y se acercó a ella. Isabella sintió que Edward se ponía tenso a su lado, pero ella no tenía miedo de nada, no con Edward a su lado.

Alistair se detuvo delante de ella.

—Eres una druida.

—Sí —respondió ella—. Aunque lo he descubierto recientemente.

Él asintió levemente y dirigió su mirada hacia Edward.

—¿Crees que Tanya quiere tanto a Isabella como para venir a buscarla ella misma?

Edward se encogió de hombros.

—Es una posibilidad.

—Tanya nunca abandona la montaña —dijo Vladimir—. La última vez que lo hizo fue hace casi doscientos años. Manda guerreros y wyrran en su lugar.

Isabella no estaba segura de querer conocer a Tanya, no después de todo lo que había oído sobre aquella mujer.

Emmett se situó al otro lado de Isabella.

—Tanya quiere a Isabella, y por lo que dijeron los guerreros, nada la detendrá.

—¿Qué la hace ser tan especial? —preguntó Randall—. Tanya no se molestaría tanto por una druida cualquiera.

Isabella levantó la mirada y vio que Edward y Emmett intercambiaban miradas por encima de su cabeza. Edward no quería que los hombres lo supieran, pero Isabella se dio cuenta de que cuanta más información tuvieran, mejor entenderían a lo que se enfrentaban.

—Mi madre era una drough —dijo. Se sacó el frasco de plata, el Beso del Demonio, y lo dejó colgando entre sus pechos—. Tanya la mató a ella y a mi padre cuando yo era una niña. Yo estaba escondida y no me vieron.

Vladimir se puso en pie mirando fijamente a Isabella.

—¿Una drough? —soltó.

—Isabella no es una drough —dijo Emmett—. Se crió en un convento.

—Isabella no tenía ni idea de lo que era hasta que nosotros se lo dijimos —dijo Jacob.

Alistair se daba golpecitos con los dedos en la pierna; su expresión era tranquila y paciente, muy distinta de la de Vladimir.

—¿Ha hecho el ritual de sangre?

—No —dijo Isabella—. No soy una drough.

Randall soltó un suspiro.

—Sea una drough o no, tiene que protegerse de Tanya. No quiero que esa malvada bruja capture más druidas.

Vladimir negó con la cabeza.

—Tiene sangre drough dentro de ella. Se convertirá en una drough.

Las uñas de Edward se alargaron en garras, e Isabella sabía que si no hacía nada, aquello acabaría en una pelea.

—No soy una drough —repitió—. Estoy aprendiendo a ser una druida, pero no seguiré los pasos de mi madre.

—No puedes estar segura de eso —rebatió Vladimir.

Isabella suspiró y abrió la boca para convencerlo cuando la piel de Vladimir cambió y se volvió de un color rojo oscuro. Le gruñó a algo que había detrás de ella, con los labios levantados para enseñar sus largos colmillos.

Ella se dio la vuelta y vio a Jasper de pie en la entrada de la cocina mirando a Vladimir. Jasper gruñó, sus brazos estaban estirados hacia abaio y tenía las garras extendidas v todo su cuerpo transformado.

—Isabella está bajo nuestra protección —dijo Jasper—. ¿Tenéis algún problema con eso? Pues marchaos. O morid.

Vladimir dio un paso hacia Jasper. Isabella parpadeó, no estaba segura de haber visto los pequeños cuernos rojos que le salían de la parte de arriba de la cabeza, entre el cabello rubio.

—No sabéis el mal que pueden hacer los drough —dijo Vladimir—. Si lo supierais, no dejarías que estuviera en vuestro castillo.

Al cabo de un instante, Edward se transformó y se colocó entre ella y Vladimir.

—¡No lo entendéis! —bramó Vladimir.

—No, Vladimir. —La piel de Jacob se había vuelto verde. Se colocó al lado de Jasper y Edward—. Eres tú el que no lo entiende.

Vladimir negó con la cabeza.

—Tú lo sabes, Jacob. Tú sabes lo que puede hacer un drough.

—Así es —admitió Jacob—. Y también sé que es una elección que hace un druida. Isabella no se ha criado como una druida, y mucho menos como una drough.

Emmett la cogió de la mano e intentó que se pusiera detrás de él, pero ella se soltó de un tirón y avanzó para colocarse entre Vladimir y Edward.

—¡Basta! —gritó—. Tenemos un enemigo común, Vladimir. Tanya. No puedes enfrentarte a ella solo, y nosotros tampoco. O estás de nuestro lado o te marchas, pero haz tu elección.

—Ya —gruñó Edward.

En el salón había mucha tensión, todos estaban esperando a que los demás hicieran algún movimiento. Alistair suspiró y pasó alrededor de Vladimir antes de colocarse junto a Emmett.

—Isabella tiene razón. Necesitamos estar juntos para derrotar a Tanya —dijo Alistair.

Randall dio una palmada contra la mesa y se levantó.

—Conozco tu dolor, Vladimir, pero Isabella no ha hecho el ritual. No es una drough. Tenemos que protegerla.

Isabella vio que Randall pasaba por delante de su amigo, dándole una palmada en el hombro. Randall no se detuvo hasta que estuvo al lado de Edward. Vladimir sacudió la cabeza y cerró los ojos. Isabella podía ver su dolor, supo que estaba en conflicto. Lo que fuera que le hubiera hecho un drough en el pasado había dejado unas cicatrices muy profundas.

Al final, Vladimir volvió a cambiar a la forma humana y se sentó en el banco. Todos menos Jasper se volvieron a transformar. Jasper asintió hacia Isabella y salió al patio por la puerta.

—Buena elección, Vladimir —dijo Jacob.

Los dedos de Edward agarraron el brazo de Isabella antes de bajar hasta su mano. Su calor la envolvió y la reconfortó. Nunca había esperado ver que unos hombres tuvieran que decidir entre defenderla o no. Sabía, sin ninguna duda, que Edward y sus hermanos habrían luchado junto con Jacob para protegerla. Era muy bueno que los otros tres se hubieran dado cuenta de que eran mejores como un equipo que individualmente.

Soltó un soplo de aire que no sabía que estaba aguantando y se apoyó contra la fuerza tranquilizante de Edward.

—Como somos siete, me gustaría que cinco vigiláramos los exteriores mientras dos guardamos a Isabella —dijo Emmett.

—Puedo quedarme en mi dormitorio —se ofreció Isabella.

Edward negó con la cabeza.

—No. Un guerrero podría llegar hasta ti fácilmente. Tienes que estar en un lugar más seguro.

—El salón —dijo Jacob—. Que se quede aquí. Está centralizado, y con nosotros haciendo guardia, tendrá más tiempo de prepararse para cuando entren.

—Buena idea —dijo Edward.

Isabella no quería dormir en el gran salón delante de todos, pero no iba a discutir con ellos. Intentaban protegerla. Lo mínimo que podía hacer era ponerles las cosas fáciles.

Emmett miró a Edward.

—Tú estarás con Isabella siempre. El resto haremos turnos para ser el segundo guarda.

Edward asintió rápidamente.

—De acuerdo.

Isabella no detuvo a Edward cuando la sacó del castillo.

La soltó y bajó los escalones para caminar por el patio. Ella tragó saliva y se sentó sobre el último escalón.

—Ha faltado poco para enfrentarnos a Vladimir —dijo Edward.

Emmett se sentó al lado de ella.

—Demasiado poco.

Isabella no había oído que Emmett los siguiera, pero no le sorprendió que estuviera allí.

—No me fío de que esté cerca de Isabella. —Edward negó con la cabeza—. No quiero que esté a solas con ella. Nunca.

Isabella juntó las manos sobre su regazo.

—No sabemos lo que le sucedió a Vladimir, Edward.

—Eso no importa, no cuando te amenaza.

El corazón de Isabella se hinchó de orgullo. Siempre había sido solo Isabella, sola y no deseada, hasta que había conocido a Edward. Él la quería, la había protegido desde el momento en que había caído en sus brazos. Cuando miraba en sus ojos, veía deseo, sí, pero también veía algo más, algo más profundo.

Emmett suspiró.

—Hasta que sepamos qué le ocurre a Vladimir y por qué ha reaccionado así contra Isabella, será mejor que lo vigilemos.

—Me aseguraré de no quedarme a solas con él —dijo Isabella.

Edward le guiñó un ojo.

—Gracias.

La puerta del castillo se abrió y salió Jacob.

—¿Está lista la cena? Me muero de hambre.

Isabella rió y lo miró por encima del hombro.

—Sí, está lista.

—Jacob —Edward lo detuvo antes de que volviera a entrar en el castillo—. Nos gustaría saber por qué Vladimir ha reaccionado así con Isabella.

Jacob se apoyó hacia atrás, contra la puerta, y se cruzó de brazos.

—Todos tenemos una historia. Vladimir no es distinto.

—Es posible —dijo Emmett—, pero ninguno de los otros quería hacerle daño a Isabella.

—No creo que le hubiera hecho daño.

—¿No crees? —preguntó Edward—. Vi sus ojos, Jacob. La palabra drough lo ha vuelto loco.

Jacob permaneció en silencio durante un momento muy largo antes de soltar un suspiro.

—La historia de Vladimir es suya, pero os diré que hubo un tiempo en que Tanya usó a los drough para sus propios fines, antes de empezar a matarlos. Los drough hicieron cosas horribles mientras buscaban a los guerreros.

—Gracias. —Isabella se puso en pie y miró a Jacob—. Voy a preparar la comida para la cena.

Jacob le abrió la puerta. Algo tiraba de la punta de su pelo, y ella miró hacia atrás y vio que Edward tenía un mechón de su pelo enredado en su dedo.

Ella estaba apenada por Vladimir, por todos ellos. No podían evitar la ira y el odio que los alimentaba. Ella sentía el mismo odio hacia Tanya por la muerte de sus padres. La diferencia era que Isabella no tenía un dios primitivo en su interior que le proporcionaba poderes extra.

Pero tienes magia.

Sí, ella tenía su magia.

 

 

Vladimir cerró los puños. No se le había ocurrido que los MacMasen podían tener una druida, y menos una con sangre drough en su interior y alrededor del cuello.

La necesidad de matarla, de acabar con la existencia de todo mal, ardía en su interior. Era curioso que el dios de su interior fuera Ouraneon, el dios de la masacre, ya que eso era lo que habían hecho los drough. Y era lo que Vladimir quería hacerle a Isabella.

Pero cuando Alistair, e incluso Randall, habían elegido apoyar a los MacMasen y a Isabella, la ira de Vladimir se había enfriado. Por el momento.

La druida tenía razón. Tenían un enemigo común. Pero cuando Tanya estuviera muerta...

Capítulo 18: DIECIOCHO Capítulo 20: VEINTE

 
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