-Ya lo sé, nena; lo siento.
-¿Dónde estabas? -Pero ¿qué le estaba ocurriendo? Hablaba como una chica a la que hubieran dejado plantada, y este tipo era su chantajeador, no su amante.
-Aquí, tratando de decidir si llamarte o no.
-¿Por?
Edward dudó antes de continuar:
-Pregúntamelo otro día. Ahora cuéntame qué has hecho hoy.
Bella suspiró contenta sólo por el hecho de volver a hablar con él. Se negó a permitirse reflexionar sobre lo importante que se había convertido ese desconocido para ella en menos de veinticuatro horas.
-He ido de compras y luego he comido con unas amigas.
-¿Has ido al museo?
-Sí. -Se armó de valor-. Esos cuadros... ¿es así como me ves de verdad?
-Dime qué es lo que has visto tú en ellos.
-Había un cuadro de Betsabé desnuda. Es preciosa. Quiero decir, todas las mujeres que pinta Rubens tienen la cintura y el vientre anchos, pero parecen tan sensuales...
-Lo que quieres decir es que tienen muchas curvas y unos cuerpos brillantes, como tú.
El corazón de Bella se estremeció con aquellas palabras. ¿Lo creería realmente o estaría tomándole el pelo?
-¿De verdad te parece que... son atractivas las mujeres gordas?
-Me parece que eres sexy tú. ¿Has mirado esta tarde lo que había en la segunda caja?
-Sí, y no puedo creerme algunas de las cosas que he visto.
-¿Ha habido algo que te excitara? -había bajado la voz y el tono parecía más profundo.
-El body. Nunca había visto algo así. No sabía que los hacían...
-Bella -la interrumpió él-, vamos a colocar la cámara y luego te lo pones y me lo enseñas.
Ella no se lo pensó dos veces. Filmarse no implicaba tener que entregarle la grabación, de modo que apretó con fuerza el botón del altavoz y solicitó instrucciones:
-Dime qué tengo que hacer.
Justice le hizo sacar la cámara de la caja y enchufar el alargador. Luego le sugirió que fuera a buscar un taburete y un destornillador. Cuando Bella hubo vuelto a la sala de estar, él le dijo que desatornillara la rejilla del conducto de aire acondicionado que había en el techo.
Bella se subió al taburete.
-No entiendo nada, ¿qué es lo que estoy haciendo aquí arriba? -protestó.
-Enseguida lo verás -respondió Justice.
Con ayuda de la herramienta, Bellaretiró la rejilla y acto seguido apareció un cable eléctrico de color negro que le golpeó el hombro.
-Aquí hay un cable -comentó sorprendida.
-Claro, cielo. En cuanto lo enchufes a la cámara, tendremos conexión directa entre nosotros.
-¿Directa? ¿Como en un sistema de circuito cerrado de televisión?
-Eso es. Así te veré desde aquí.
-¿Y dónde es aquí? -quiso saber-. ¿Estás en mi edificio?
-Deja de hacer tantas preguntas, anda, y enchufa la cámara de una vez.
Bella descendió del taburete. No había previsto nada como aquello. Hasta ahora, había contado con que podía grabarse sin tener que entregarle a Justice la filmación. Un circuito cerrado significaba que él tenía una pantalla y, seguramente, una grabadora instalada en algún sitio no muy lejano.
-No sé si esto me convence -acabó confesando.
-Vamos, nena. Me muero de ganas de verte. Y tú también quieres que yo te vea, ¿a que sí?
-Yo no soy Paris Hilton, ¿sabes? No quiero que haya vídeos míos rudando por ahí.
-No voy a grabarte, preciosa. Sólo quiero ver cómo te das placer.
-Perdona, pero no me lo creo -contestó ella con brusquedad. Justice no replicó.
-Bella , cuando estabas mirando lo que había en la caja esta mañana, ¿encontraste la máscara?
-Sí -contestó. Le había extrañado dar con aquella elaborada pieza de arte engalanada con plumas y lente juelas. Inspirada en las caretas de carnaval, le cubriría la parte superior del rostro sin lugar a dudas.
-Póntela si no me crees cuando te digo que no voy a grabarte. Con ella puesta, nadie podrá reconocerte en el caso de que hubiera una cinta.
Aunque la razón le indicaba que debía negarse, su intuición la animaba a arriesgarse por una vez. Durante un rato, la noche anterior, se había convertido en una mujer diferente: atrevida, sensual, excitante. Quería experimentar esa sensación de nuevo, le apetecía fiarse de Justice. Y también le gustaba la idea de conseguir que le rogara, de oírlo gemir, primero para suplicar y luego al dejarse llevar.
Bella se acercó al lugar donde estaba la caja y rebuscó hasta que encontró la máscara. Justice tenía razón: podía ocultar su identidad con aquello.
-Si cambio de idea, no te enfades conmigo, ¿eh?
-Claro que no. Si lo intentas y ves que no puedes, pasamos de la cámara.
Bella no tenía aún muy claro si creer a Justice o si le importaba siquiera si le estaba diciendo la verdad. Su verdad era que hacía meses, años, que no se sentía tan viva.
La sangre parecía circularle a toda velocidad y el cuerpo se le estremecía excitado al imaginar lo que estaba por venir. No quería perder aquella sensación.
La torpeza de los dedos nerviosos de Bella hizo que le llevara varios minutos preparar la cámara. Se le caían las cosas y se veía obligada a descender del taburete para recuperar la herramienta o los tornillos. Justice se mostró paciente, ni levantó la voz ni le metió prisa.
-Te habrá costado un montón montar el cableado hasta mi piso -comentó Bella -, ¿cómo lo has hecho?
-Soy un hombre muy apañado.
-¿Por qué no dejas que lo grabe yo?
-Porque entonces sería imposible que tuviéramos los orgasmos al mismo tiempo, y quiero correrme cuando lo hagas tú.
El estómago se le encogió con aquellas palabras; había vuelto a poner voz a su fantasía más secreta. Esto era surrealista. Junto los muslos y los apretó para disfrutar de la sensación que le proporcionaba el tejido sedoso en el sexo. Los labios de la vagina se le humedecieron, expectantes, como el resto del cuerpo, al imaginar lo que iba a suceder.
Bella tomó la máscara, se la colocó y luego se situó enfrente de la cámara, que conectó después de emitir un profundo suspiro.
-¿Me ves ahora? -comprobó.
-Te veo perfectamente. Desnúdate para que pueda mirarte, Bella .
La tensión le produjo un escalofrío. Bella miraba a la cámara como si fuera un conejo al que han enfocado con una luz.
-Vamos, nena, sin miedo. Desnúdate.
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