-Voy a matar a ese cabrón. Empezaré destrozándole las rodillas y luego iré subiendo. Pienso hacerle un agujero del tamaño de Manhattan en la polla.
-No, no lo harás -lo tranquilizó Embry-. Lo que vamos a hacer es presentar una denuncia por agresión e intento de secuestro contra sus hombres. Con suerte, se vendrán abajo en el interrogatorio y acabarán implicando a Vulturi. Vamos a pillarlo por un delito de conspiración.
-No, no pueden hacerlo -protestó Bella -, la policía se enterará de que... -derepente se interrumpió.
Edward le pasó un brazo por los hombros.
-No, cielo. Lo único que puede contarles Vulturi es que sospecha que fuiste tú quien lo denunció por maltrato. Nadie puede acusarte de nada. Estabas en el balcón, lo viste pegando a una mujer y avisaste a la policía. No hay nada de lo que tengas que avergonzarte.
Embry miró el reloj.
-Tienes que llevar a Bella a la comisaría. Yo me vuelvo al puesto y desde allí llamaré al teniente.
-Gracias, pero prefiero llamarlo yo mismo -dijo Edward con el rostro crispado-. Coge tú el coche, nosotros iremos en el de Bella .
Su compañero asintió. Se puso de pie, se acercó al sofá y le tendió la mano a Bella .
-Encantado de haberte conocido. Eres una mujer muy valiente. No me extraña que tengas a Edward loco por ti.
-Gracias por venir,Embry. Te lo agradezco mucho, encerio -respondió ella después de dedicarle una media sonrisa.
-¡Ánimo! Ya verás como todo esto se acaba enseguida.
Con tanta actividad, el tiempo pasó volando en las horas que siguieron. Edward y Bella fueron hasta la Central de Policía, que se encontraba en el número 1.400 de la calle South Lámar. Por el camino, él le aconsejó:
-Cuéntales la verdad, pero no digas nada sobre tu afición a espiar a los vecinos.
Una vez allí, la condujo a la unidad de seguridad ciudadana para que presentara una denuncia y se quedó a su lado mientras relataba lo sucedido. Bella siguió su consejo y contó todo a los hombres que la interrogaban, excepto lo relacionado con sus actividades nocturnas.
Los agentes le enseñaron unas fotos extraídas de los archivos electrónicos policiales vinculados a Vulturi y a sus colaboradores conocidos, pero ninguno de los rostros correspondía al que tenía pinta de ex marine ni a su acompañante. Luego se entrevistó con un caricaturista a quien describió a los dos matones.
Pasadas las nueve de la noche, Bella y Edward se reunieron por fin con un ayudante de la fiscalía del distrito y con la persona encargada de la unidad de seguridad ciudadana. Las noticias que traían no eran buenas.
-Señorita Swam, ¿está usted segura de que los dos hombres no mencionaron en ningún momento el nombre de Marcus Vulturi? -preguntó la capitana de la unidad, apellidada Torres.
-No -dijo Bella moviendo la cabeza-, pero no fue necesario. Yo sabía de sobra quién los había enviado.
El ayudante de la fiscalía, Jackson Green, un corpulento afroamericano, gesticuló extrañado.
-Me temo que eso no va a ser suficiente. No tenemos nada que vincule directamente al señor Vulturi con la agresión.
-¿Qué está usted diciendo? -preguntó Edward-. El hombre la amenazó ayer y hoy le ha enviado a sus dos matones.
-Eso será según usted -replicó Green, quien, consciente de la agresividad en la voz de Edward, continuó-, y estoy convencido de que tiene razón. El problema es que no tenemos motivos suficientes que justifiquen su detención.
-Sí, pero seguro que sí hay los bastantes como par a invitarle a responder a unas cuantas preguntas -insistió Edward, que miraba a la capitana Torres en busca de apoyo.
-Eso sí podemos hacerlo, ¿no? -Torres miró al ayudante de la fiscalía.
-Por supuesto. Sólo quiero que tengan en cuenta que Vulturi no es ningún idiota. Llamará a su abogado, y éste aparecerá aquí en menos de una hora -advirtió Green mientras reclinaba la silla hasta dejar la apoyada contra la pared.
-Telefonearé al teniente Jenkins para pedirle las grabaciones de Vulturi que ha conseguido tu equipo, Edward-propuso Torres antes de que el policía pudiera intervenir-. A lo mejor Bella reconoce a los matones en las imágenes.
Ella reaccionó de inmediato.
-Muchas gracias, capitana, y a usted también, señor Green. Les agradezco mucho el tiempo que le están dedicando a este asunto.
-Parece agotada -sonrió Torres-. Vaya a tomar algo con su novio. Nos pondremos en contacto con ustedes en cuanto hayamos hablado con Vulturi.
**********
El camino hasta casa fue muy tranquilo. Edward, que estaba al volante, parecía estar absorto en sus pensamientos. Bella se debatía entre la curiosidad por saber qué estaría pensando y el miedo de que él estuviera enfadado con ella. En cuanto cruzaron el río Trinity y dejaron atrás Qak Cliff, preguntó:
-¿Adonde vamos?
Claramente sorprendido al oír su voz, Edward volvió a la realidad y miró a su alrededor.
-Pues no lo sé. Supongo que iba con el piloto automático puesto -explicó, y miró la hora-. Es bastante tarde, ¿dónde quieres que cenemos?
-¿Y si vamos al Café Brazil, en Cedar Springs?
-Ok, buena idea. Podríamos pedir un poco de ese chorizo brasileño -y giró en dirección norte por la 135.
-¿Estás enfadado conmigo?
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