Él se sacó del bolsillo una cartera de piel que abrió para mostrar su placa. El teléfono del ascensor empezó a sonar. Bella hizo como que no lo escuchaba y se inclinó para leer en alto los datos que aparecían escritos:
-Agente Edward Cullen. ¿Eres poli?
-Eso es -confirmó él-. ¿Contesto ya? -preguntó mientras señalaba el teléfono.
En cuanto Bella asintió, Edward descolgó el auricular-: Oiga, lo siento mucho, le hemos dado al botón que no era sin querer. -Volvió a apretar el botón de seguridad y la alarma se detuvo. El ascensor se agitó y luego reinició el ascenso-. Sí, ya sé que es algo tarde. Lo siento. Colgó.
-Parece que hemos despertado al vigilante.
Bella se encogió de hombros.
-Sobrevivirá.
-¿Ya te sientes mejor? -preguntó, apoyado en la pared del ascensor.
Ella asintió.
-Sólo quería comprobar que no eras un sórdido delincuente.
Edward arqueó una ceja antes de contestar:
-¿Satisfecha?
-Sólo por ahora.
Edward se irguió y tomó a Bella por la cintura aunque, en lugar de atraerla hacia él, se quedó esperando, como si pidiera permiso.
Si bien invitarlo a su piso no era lo más inteligente que podía hacer, llevaba dos años durmiendo sin compañía y en aquellos momentos el sentido común no guiaba tanto sus actuaciones como acostumbraba. Bella echaba de menos el sexo. Añoraba la intimidad, la emoción, la comodidad al estar desnuda delante de un hombre. Se acordaba de que Rosalie la animaba a que fuera más lanzada, más espontánea. A pesar de la forma tan poco ortodoxa en que se habían conocido, Edward había sido amable y a ella le apetecía sentir aquellos labios y aquellas manos sobre su cuerpo.
Él seguía esperando a que Bella diera el primer paso. Ella se puso de puntillas y lo besó por primera vez. En cuanto sus labios se posaron sobre los de él, todo pareció desvanecerse..., todo salvo su sabor, su tacto y su olor.
Ed Pov.
Edward se había mantenido en silencio durante el trayecto que separaba el portal de Vulturi y el edificio de Bella , atento aún a cualquier signo de la presencia del mafioso o del equipo de vigilancia. «¡Mierda! El teniente va a cortarme la cabeza por haber tenido contacto con una persona vigilada con la operación aún abierta. ¿Qué voy a decirle?»
Aunque nadie lo había visto noquear a la rata de Vulturi, de eso estaba seguro, también estaba convencido de que el equipo de vigilancia lo había reconocido al salir del bar. Con suerte, aquello sería lo único sobre lo que tendría que dar explicaciones y era evidente que se había tratado de un encuentro accidental.
Se había sentido aliviado al llegar al edificio de Bella sin que se hubiera producido ningún otro incidente. Para cuando llegaron al ascensor, ya había logrado relajarse un poco. Ella se había mantenido a su lado con la mirada angustiada y una expresión de amargura en su rostro. «Pobre.No tiene ni idea de lo que está ocurriendo. Estoy actuando como el maldito Clark Kent al tratar de ocultar mi identidad de Superman.»
Sin embargo, cuando Bella había hecho sonar la alarma y el ascensor se había detenido, él se había quedado paralizado. Nunca se habría esperado nada así de agresivo por parte de su dulce trabajadora social.
Edward se había notado tenso al ponerle las manos en la cintura. Le tocaba lanzarse a ella.
Afortunadamente, Bella se había acercado y había juntado sus labios contra los de él, quien, sin necesidad de mayor estímulo, la había atraído hacia sí. El beso de Bella era indeciso, vulnerable, lo que hizo que Edward se preguntara quién le habría hecho sufrir tanto.
Deseoso de liberarla de aquel dolor, en lugar de centrarse en el beso inmediatamente, había empezado a besarla en la cara, prodigándose por las mejillas, la comisura de los labios y, por último, la boca. Por su parte, Bella , que se había mantenido rígida durante unos segundos, enseguida se había fundido en aquel abrazo.
Edward retiró las manos de la cintura de Bella y las arrastro hasta envolverle los pechos. Se moría de ganas de quitarle de una vez aquel maldito vestido. La sola imagen de su cuerpo desnudo en la pantalla bastaba para que se empalmara. Apretó sus labios contra los de ella, que se abrieron de inmediato para él. Edward aceptó aquella invitación y le introdujo la lengua para jugar con la de ella, la giró, la retorció y la retiró hasta que Bella empezó a participar. Con timidez al principio y con mayor confianza al cabo de un rato, ella empleó sus labios y su lengua para acariciarlo y provocarlo.
De repente, él escuchó vagamente el timbre del ascensor, ya en el sexto piso. Sin querer separarse de Bella, la guió con sus propios labios y fue ella quien acabó separándose para informarle:
-Tengo que coger las llaves.
-Ya lo sé -le respondió antes de empotrarla contra la pared, en una postura que le permitía presionar su cuerpo contra el de ella. De nuevo, su pene erecto se apretó contra el vientre de Bella .
Quería recoger en sus manos aquellas nalgas blancas y redondeadas que había visto en la pantalla, modo que empezó a levantar le la falda y se quedó encantado al comprobar que ella no ofrecía resistencia alguna.
-¡Dios, nena! ¿De verdad no llevas nada?
-Ya te lo he dicho -le susurró Bella al oído.
-Sí...
Edward manoseó y apretujó las nalgas de Bella , que se arqueó apretándose más contra él. Impaciente por penetrarla, Edward comenzó a mover a Bella hacia la puerta de su casa.
Como ninguno de los dos quería separarse para caminar los apenas seis metros que los separaban de la entrada, fueron dando tumbos y golpeando la pared empapelada como si conformaran una criatura cegada y con cuatro piernas.
Bella agarró con fuerza el cabello de Edward , que, a su vez, empezó a lamerle la boca. Como a mitad de camino, él escuchó el sonido de alguien que salía de casa y se retiró para comprobar de dónde provenía el ruido al tiempo que protegía a Bella con su cuerpo de modo instintivo.
Una puerta se entreabrió y, por la rendija, un anciano esquelético en un batín ya muy gastado asomó la cabeza.
-¿Quién anda ahí?
|