-Ya sé que vamos a encontrarla, lo que me preocupa es cómo vamos a encontrarla.
Cogió el teléfono para llamar a la capitana Torres. Pensó que si sabían que Vulturi iba en la limusina, podrían lanzar una señal de aviso por radio y emplear las cámaras de tráfico para dar con él.
Durante el mes que la unidad de operaciones había estado observándolo, Vulturi había llevado una vida muy comedida. Había estado en unos diez lugares distintos, siempre los mismos: su apartamento, su despacho, un par de bares en Deep Ellum, una casa en el barrio de Oak Cliff en la que se celebraban unas juergas tremendas y los casinos de Shreveport. Puede que se hubiera llevado a Bella a la casa que tenía en el sur de Dallas. Podían llegar allí en veinte minutos.
Hector interrumpió sus pensamientos.
-Salimos a la carretera setenta y cinco, ¿qué dirección tomo?
-Ve hacia el sur -respondió Edward-. Vamos a comprobar si está en la casa de la zona de Harlandale.
-Ok. Puede que para cuando lleguemos Torres tenga ya alguna señal del móvil de Bella .
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Bella estaba cada vez más desesperada. Habían abandonado la autopista y ahora circulaban por una carretera regional. A nadie se le ocurriría buscarla por allí. Necesitaba un plan, pero ¿cuál? Sin contar con la debilucha de "la muñequita", se enfrentaba a cuatro hombres. «Tengo que centrarme en entretenerlo el mayor tiempo posible. Edward me encontrará. Sé que lo hará», se dijo.
-Estás muy callada, Isabella -comentó Vulturi con voz susurrante-. ¿Te aburrimos? A lo mejor deberíamos tratar de entretenerte. -Se volvió hacia la chica que tenía al lado-: Paris, Isabella está aburrida. Hazle una mamada a Gordon.
Bella se quedó boquiabierta y el matón que tenía a su izquierda se revolvió.
Sin mediar palabra, la chica se levantó, se acercó al ex marine y se agachó frente a él. El tipo separó las piernas y ella se arrodilló a sus pies e hizo el ademán de bajarle la cremallera, pero él le apartó las manos.
Mientras Bella observaba horrorizada, él se de sabrochó el pantalón y se sacó la polla, que sólo estaba semierecta.
Aunque miró a otro sitio de inmediato, la visión de Vulturi y del tipo del mareo sonriendo lascivamente ante la escena que se desarrollaba delante de ellos resultaba tan desagradable como la de Paris y Gordon. Bella cerró los ojos y empezó a rezar.
-¡isabella! -la voz de Vulturi sonó como un latigazo-. Abre los ojos y mira, si no quieres que te folle aquí mismo. -Ella abrió los ojos y Vulturi continuó hablando, en un tono más suave-. Después de todo, Paris está actuando para ti. Fíjate en su técnica. Te vendrá bien para luego.
Bella se volvió lentamente para mirar a la chica.
Paris apoyaba las manos sobre los muslos del tipo mientras se entretenía en lamerle la polla. Gordon la miraba con los ojos algo dispersos y mantenía los puños en sus costados. El miembro estaba ahora completamente erecto y su respiración cada vez era más ruidosa.
-Ya lo has entretenido bastante, Paris. Mámasela.
Bella nunca había sentido tantas ganas de partirle a alguien la cara como en ese momento. Hubiera querido golpear a Vulturi. Aquella arrogancia, aquella voz exigente, esa expresión de sorna... Lo odiaba.
Paris no dio señales de haberlo escuchado, sin embargo, se introdujo el miembro de Gordon en la boca con la mano derecha. El matón empezó a dar empellones al tiempo que cogía a la chica por el pelo para mantenerla quieta. «Sólo la emplea como receptáculo para su semen. - Bella tenía la piel de gallina-. Esto es horrible.»
El olor a sexo impregnaba el interior del coche y sintió ganas de vomitar. Consciente de que aquella escena mantenía excitado a Vulturi, mantuvo los ojos fijos en Paris. No quería darle una razón para que centrara su atención en ella.
Gordon movía las caderas a un ritmo frenético. Los sonidos pringosos que la chica emitió al tragar quedaron ahogados por el grito contenido del matón, cuyo cuerpo quedó como congelado antes de desplomarse contra el respaldo del asiento.
Paris continuó chupando y tragando unos segundos más antes de retirarse de la polla, ya flácida. Luego miró a Vulturi «para buscar su aprobación», pensó Bella .
El mafioso se dio unas palmaditas en el muslo y Paris volvió para arrodillarse frente a él. El delgadísimo cuerpo de la chica rozó las piernas de Bella que necesitó de toda su fuerza de voluntad para no encogerse al contacto con aquella joven sumisa.
-Buena chica -la felicitó Vulturi, de nuevo como si le hablara a un perro. Luego le acarició el pelo sin prestarle demasiada atención mientras observaba la cara de Bella, que se mantuvo impávida para evitar mostrarle cuánto la había afectado aquello.
-¿Te hemos entretenido, Isabella? Espero que hayas tomado nota. Antes de esta noche, voy a tenerte sirviéndonos a mí... y a mis hombres.
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Una mujer abrió la puerta en la casa de Harlandale. Sólo llevaba un camisón transparente .
No parecía sentir curiosidad ni preocupación alguna por que la policía hubiera estado dando golpes en la puerta de su domicilio antes de las ocho de la mañana. Cuando Embry le preguntó si podía entrar y echar un vistazo, no protestó ni le pidió siquiera que le mostrara una orden de registro. Se quedó quieta mientras sujetaba la puerta bien abierta y daba caladas a un cigarrillo.
Una primer a ojeada le bastó a Edward para confirmar que la mujer estaba sola. Cuando le preguntó cuándo había sido la última vez que había visto a Vulturi, ella lo miró con ojos apagados y respondió.
-¿A quién?
De nuevo en la entrada, Embry le agradeció su amabilidad y la mujer le correspondió con un portazo.
Los dos hombres bajaron, uno al lado del otro, por el camino que llevaba hasta el Audi R8.
-¿Y ahora qué? -quiso saber Embry.
-No se me ocurre dónde más podemos buscar. -Edward sintió el corazón en un puño-.
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