-¿Qué es lo que te ocurre, cariño? -preguntó, pero al ver que Bella mantenía la mirada fija en el hombre que se había quedado junto a la puerta, Edward pidió al otro policía que se acercara-. Bella , éste es Embry. Somos compañeros desde hace casi dos años. , Embry ésta es Bella.
Embry era un poco moreno, pesaba al menos veinte kilos más. Iba vestido como Edward .Las gafas le daban un aire de entrenador de instituto. Aunque la expresión del rostro era dura, Bella pensó que su mirada era amable.
-Hola, Embry. Gracias por venir con Edward-saludó al tenderle la mano.
-No hay de qué.
El policía correspondió al saludo y luego volvió a dar un paso atrás, mientras barría el despacho con la mirada. Bella se preguntó qué pensaría aquel tipo sobre las antiguas portadas de números anteriores de la revista con que estaban decoradas las paredes. Algunas eran bastante atrevidas. De pronto se dio cuenta de que su amiga permanecía detrás de su mesa.
-¡Uy!, lo siento. Rosalie, te presento a Edward y a su compañero Embry.
-Ya me lo he imaginado -dijo ella sonriendo, al tiempo que salía de detrás de la mesa. Les dio la mano a ambos-. ¿Quiern tomar algo?
-No, gracias. No tenemos mucho tiempo -contestó Edward, y luego volvió a mirar a Bella -. ¿Qué pasa, cielo? -preguntó, agachado junto al sofá, tomándole la mano.
Ella no sabía hasta qué punto podía hablar con Hector allí delante. Al desviar la mirada hacia él antes de mirar a Edward, éste debió de comprender su duda.
-Confío plenamente en Embry. Puedes decir lo que quieras delante de él.
Embry se dirigió hacia la puerta.
-Puedo esperar abajo si lo prefieres... -empezó a decir.
-No, no -interrumpió Bella con un gesto-, si Edward confia en ti, yo también.
El policía asintió y se sentó en una silla que había junto a la pared.
Todos habían fijado su atención en Bella y esperaban a que ella empezara a hablar. Tras unos segundos, que empleó en organizar sus pensamientos, comenzó a contarles lo ocurrido.
Empezó explicando que el día anterior se había encontrado un ramo de flores al llegar a casa, luego les contó que le había colgado el teléfono a Vulturi y que se había encontrado con él en el supermercado.
Aunque nadie la interrumpió mientras hablaba, el rostro de Edward fue cambiando de expresión mientras ella narraba los sucesos del carro de la compra. Le apretó la mano con tanta fuerza que Bella hizo un gesto de dolor y trató de soltarse. Cuando él se dio cuenta de que estaba haciéndole daño, le liberó la mano y siguió sin decir nada.
A ella le daba vergüenza que Embry estuviera allí delante. Sin embargo, ahora que estaba compartiéndolo todo con Edward, no quería dejarse ningún detalle y, aunque bajó la mirada al hacerlo, repitió las palabras de Vulturi acerca de que lo que ella necesitaba era que le diera unos azotes en ese «enorme culo blanco» que tenía.
Edward se puso de pie de un salto.
-Mierda, Bella , ¿por qué no me lo contaste anoche? -Le temblaba el cuerpo por la rabia.
-No sabía qué hacer -se excusó ella-. Tenía miedo de que hicieras alguna locura y te hirieran o te despidieran. Y habría sido todo por mi culpa. No quería que te pasara nada por mi culpa.
-Así que decidiste esperar un día para contármelo... -
Edward paseaba airado por la habitación como si su enfado fuera demasiado grande como para estar parado.
Bella empezó a temblar. Los acontecimientos de las últimas veinticuatro horas habían caído sobre ella como si se tratara de un tsunami. Pensar que estaba protegiendo a Edward le había dado fuerzas para contener el miedo. Ahora, al verlo hecho una furia, se sentía indefensa. La estaba asustando más que Vulturi y todos sus hombres juntos.
Una voz tranquila rompió el silencio.
-Yo creo que algo más ha debido de pasar para que ahora Bella te cuente lo que le ocurrió ayer -dijo Embry.
Edward se volvió para mirar a su amigo.
-¿No es así, Bella ? -continuó Embry.
Con la mirada fija aún en Edward, Bella asintió lentamente.
-Sí -respondió.
-Siéntate, Edward. Estás asustándola y aún no ha terminado de explicárnoslo todo. -Embry se puso de pie y se acercó al aparador de la esquina. Localizó la botella de whisky y sirvió un vaso con generosidad. Luego se lo ofreció a Bella -: Toma, anda. Tienes pinta de que te hace falta algo así.
A ella le temblaban tanto las manos que le daba miedo aceptar la bebida y derramarla en el sofá o en la moqueta de Rose, así que la rechazó con un gesto y entrelazó las manos sobre su regazo.
Edward se sentó a su lado, cogió el vaso que Embry sostenía y se lo dio a Bella .
-Toma, anda Embry tiene razón,estás pálida como un fantasma.
Ella no reaccionó, de modo que le acercó el vaso a los labios.
-Vamos, cielo. Bebe. Te prometo que no volveré a gritarte.
Bella tomó un trago y continuó.
-No te preocupes,Embry tiene razón hay más y tengo que contártelo todo.
Embry volvió a sentarse mientras Edward se quedaba donde estaba, junto a Bella .
Esta vez, ella no se entretuvo en los detalles del episodio en la calle Hatcher y relató los hechos del modo más sucinto que pudo.
La tensión de Edward crecía por momentos y ella notaba la rigidez del muslo que le rozaba la pierna. Con todo, continuaba acariciándole las manos, que se le habían quedado heladas a pesar de la elevada temperatura del despacho.
Cuando hubo terminado, esperó en silencio a que Edward reaccionara.
-Voy a matar a ese cabrón. Empezaré destrozándole las rodillas y luego iré subiendo,pienso hacerle un agujero del tamaño de Manhattan en la polla
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