Como Edward sabía bien adonde se dirigía ella, se había detenido en el baño de caballeros antes de acercarse a la sala principal a paso lento. La primera vez que había echado un vistazo había encontrado aquello lleno de gente mayor que sin duda formaba parte de algún grupo que disfrutaba de una visita guiada, así que, después de comprobar que Bella no estaba allí, se había dado otra vuelta por el museo. Sin embargo, esta vez los ancianos amantes del arte habían avanzado y Bella se encontraba observando un óleo de Rubens. Edward se quedó en el arco de entrada con ganas de poder mirarla más de cerca, así que enseguida dio dos pasos hacia donde ella se encontraba.
Cuando Bella se volvió hacia la derecha para contemplar la obra siguiente, Edward rápidamente fingió estar estudiando el folleto que había recogido en la entrada mientras ella se movía por la sala hasta pararse frente al lienzo más grande de la exposición. Era el prefer ido de Edward: el de Betsabé, cuya figura dominaba el centro del cuadro.
Aparecía desnuda con la piel rosada y brillante. Había dos doncellas arrodilladas ante ella: una portaba un aguamanil con agua y la otra le ofrecía una toalla. En segundo plano, estaba representado el rey David, que observaba desde el tejado de su casa.
Rubens había plasmado a Betsabé con detallismo. La mujer llevaba el pelo recogido con una horquilla que dejaba escapar unos mechones que le caían sobre los hombros. Una hilera de gotas le rodeaba la cabeza a modo de tiara de perlas. Los pechos e ran exquisitos. A Edward se le secó la boca mientras que su mirada se trasladaba de la piel de porcelana de Bella hasta los suntuosos pechos de la mujer representada.
La ironía del rey David al observar desde el tejado aquel cuerpo femenino desnudo no pasó desapercibida par a Edward: le recordaba la primera vez que había visto a Bella desde el otro lado de la calle. Desde entonces, todas sus actuaciones parecían ser de alguna manera fruto del destino. Edward se preguntó si David habría sentido el mismo impulso que lo invadía a él en aquel momento. «Claro que sí, no pudo ser de otro modo. Había sido entonces cuando había tramado acabar con la vida del esposo de Betsabé, ¿no?»
Bella , a quien se le habían sonrosado los pómulos, permanecía embelesada. Nicholas se preguntaba si ella también estaría pensando sobre cómo miraba David a Betsabé.Bella se aproximó al cuadro y Edward vio a un vigilante del museo acercarse a ella. Bella no había tocado la tela, sólo se había inclinado sobre ella, fascinada. Edward sentía la presión del pene erecto contra los pantalones, de modo que cruzó los brazos sobre su estómago y el folleto quedó colgando para camuflarle el bulto de sus vaqueros.
Después de lo que pareció una eternidad, Bella sacudió la cabeza como si se despertara de un sueño. Miró a su alrededor con expresión de culpabilidad y se dirigió al siguiente cuadro.
«Tranquilo -se dijo Edward-, nadie se corre por algo así. Sal de aquí ahora mismo y deja de soñar con ella. No vas a llamarla esta noche. Si esto saliera mal, podrías quedarte sin trabajo, tirar por la borda tu carrera profesional e incluso acabar en la cárcel. Y ya sabes lo que les pasa a los polis en el trullo.»
Bella se sentó en un banco ubicado frente a un par de obras gemelas. Por primera vez pudo verle los pezones a través del tejido de la blusa.
«¡ Mierda! ¡Está tan caliente como yo!»
Edward apretó los dientes para contrarrestar el impulso de echarse a andar hacia ella y susurrarle algo al oído.
«¿Y qué Edwardcrees que hará si apareces detrás de ella así, de repente? Pegará un grito aterrorizado y saldrás en las noticias de las seis bajo un titular que rece "Policía, acosador sexual". Sal de aquí ahora mismo.»
A regañadientes, Edward caminó hasta la puerta principal después de lanzar una mirada de enojo a la mujer que le daba la espalda.
Bella Pov.
Bella se paseaba por su apartamento pisando fuerte y con ganas de arrojar algo al suelo.
Eran las ocho y diez de la noche, y aunque Justice le había prometido que la llamaría a las siete y media, aún no lo había hecho. Tendría que habérselo imaginado. Ni siquiera aquel chantajeador sexual la encontraba lo suficientemente atractiva. De pronto, la rabia hizo que se le llenaran los ojos de lágrimas, así que fue hasta la cocina en busca del medio litro de Ricky Road, el helado de chocolate, mani y nubes rosa de chuchería que guardaba en el congelador.
El sonido del teléfono interrumpió aquel homenaje calórico a la autocompasión. Bella salió disparada a cogerlo.
-¿Sí?
-¿Bella ? -preguntó la voz de Justice.
-¿Dónde has estado? -espetó sin poder contenerse-. Dijiste que llamarías a las siete y media -reprochó. Acto seguido se avergonzó de la actitud quejosa que había adoptado.
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