Como esta vez ya lo esperaba, Bella no dio un salto al notar la gélida presión. Él contó hasta tres antes de volver a besarle el clítoris.
Bella comprendió entonces el ritmo que Edward quería marcar, y se relajó. Calor, frío. Frío, calor. El contraste era... estimulante. Calor, frío. Frío, calor. Empezó a mecerse adelante y atrás en un movimiento que contrarrestaba el de la boca de Edward. La temperatura de su sexo aumentó y él pareció percibirlo a juzgar por el sonido del hielo que dejó caer en la bañera. Retomó de inmediato la tarea de lamerle y succionarle el clítoris con avidez. Con sus enormes manos le masajeó los glúteos mientras empleaba la lengua para juguetear con el pequeño pliegue superior de los labios de su vulva.
Bella comenzó a jadear al tiempo que le apretujaba el pubis contra la cara. El clítoris, ya completamente erecto, sobresalía como si se tratara de un minúsculo pene que Edward se introdujo en la boca.
Bella tiró de las esposas, agitada por el orgasmo. Él tensó los brazos al abrazarla por las caderas justo cuando ella perdía el control de las piernas. En aquella posición, con las manos enganchadas, y sostenida por el abrazo de Edward, resultaba imposible que se cayera. Durante el tiempo que duró la explosión de placer, cegada por los chispazos, Bella se contrajo arropada por Edward antes de dejar caer la cabeza con todo su peso.
Bella no fue del todo consciente de que Edward le retiraba las pinzas y abría las esposas. Se dejó caer sobre él, que la cogió en brazos y la trasladó hasta el dormitorio, la depositó en la cama y le retiró la venda.
-Hola -dijo al abrir los ojos.
-Hola -respondió él mientras le apartaba el pelo de la frente-, ¿qué tal estás?
-Genial.
-¿Hemos satisfecho la fantasía? -preguntó con una sonrisa.
-Yo diría que sí. Bella cerró los ojos de nuevo.
-Oye, no te me quedes dormida -protestó Edward. Luego le dio unas palmaditas en la mejilla-: aún no hemos comido.
-¿Comer? ¿Qué hora es?
-Ya es más de la una. ¿Adonde te apetece que vayamos?
Bella se dio un minuto para pensarlo.
-¿Qué tal el Jemima's? Está en la otra manzana y tienen un patio, así que podemos sentarnos fuera.
-Pues al Jemima's -dijo él tomándola de las manos para ayudarla a incorporarse.
-Cuidado -protestó Bella -, que todavía me duelen las muñecas y los brazos.
-Vaya, lo siento. No me he dado cuenta. ¿Te doy algo a ver si te alivia?
-No, no pasa nada -lo tranquilizó ella-. Con que no me tires de ellos es suficiente.
-De acuerdo. - Edward le dio unas palmaditas en el hombro-. Voy a vestirme. ¿Y tú qué vas a hacer ?
-Vestirme, si es eso lo que quieres -dijo ella dirigiendo la mirada al pene de Edward, que, si bien no estaba totalmente empalmado, aún no había perdido totalmente la erección.
Él sonrió. -Por una vez, tengo más apetito de comida que sexual. Suelo tomar desayunos más consistentes que el que me has preparado.
Bella le devolvió la sonrisa.
-Ok, ok, ya lo he entendi. Voy a vestirme.
-Ponte falda.
-¿Y eso? -Bellafrunció el ceño sorprendida por su tono imperativo.
-Es que me gustan tus piernas -dijo, y luego se dio la vuelta y se dirigió al cuarto de baño.
Aunque, encantada con el piropo, Bella se quedó mirándolo fijamente hasta que se distrajo con la visión de sus nalgas. «¡Madre mía! ¡Si es que está para comerselo y repertir y repetir y repetir!»
En cuanto lo oyó cerrar la puerta, se levantó y se dirigió al armario. Le gustaba que él se hubiera fijado en sus piernas, que ella consideraba una de sus mejores bazas.
Edward reapareció con vaqueros, camisa y chaqueta. Bella , por su parte, llevaba una falda de colores y una blusa blanca, de mangas anchas y holgada que le dejaba los hombros al descubierto.
-Muy, muy hermosa -alabó él.
-Te has afeitado -apreció Bella .
-Sí. Espero que no te moleste que haya usado tus cosas.
-¡Claro que NO! Aunque no me disgustaba ese look de chico malo que te daba la barba.
-Sí, claro, me lo cuentas esta noche otra vez cuando te raspe con ella. -Edward observó a Bella con detenimiento-. ¿Llevas algo debajo de la falda?
Ella sonrió, coqueta.
-Nada de nada. ¿Te gusta?
-No, me encanta-respondió él con una sonrisa-. Va a quedar estupendo con lo que voy a regalarte.
-¿Otro regalo?
Edward miró a su alrededor par a buscar la venda de nailon, que encontró sobre la cama.
Luego se acercó a Bella , que retrocedió.
-Ni en broma, Edward. Ya he tenido bastante.
-Pero si sólo es un regalo. Te prometo que va a gustarte.
No demasiado convencida, Bella accedió a que le colocara la venda sobre los ojos.
-Bien, ahora quédate ahí. Vengo enseguida.
Lo oyó salir del dormitorio y pensó que estaría rebuscando en la caja de juguetes sexuales.
Sin embargo, luego se dio cuenta de que estaba en su cuarto de baño. Al cabo de un momento reapareció, se agachó y le tocó una de las pantorrillas.
-Levanta la pierna, cariño -dijo. Bella subió la pierna derecha y le pareció notar que Edward le pasaba algo por encima-. Ahora, la otra -le pasó dos cintas por los muslos y, al hacerlo, le le vantó la falda- sujétala, por favor -le pidió al pasar le la tela arrugada para que la sostuviera.
-¿Qué estás haciendo?
-Una cosa estupenda, ya lo verás.
La abrazó mientras le subía las tiras hasta pasárselas por encima de las caderas desnudas.
Aquello era una especie de arnés con una tira que le pasaba entre las piernas. Le separó los muslos y situó sobre el pubis algo que parecía hecho de plástico, le abrió los labios del sexo y le introdujo el objeto, que le apretaba el clítoris y la hendidura.
-Pero ¿se puede saber que es eso?
-Tú fíate de mí, Bella . Sé que te va a gustar. -Edward le retiró la venda-. Ya está, échale un vistazo.
Con la falda aún levantada. Bella miró hacia abajo. Descubrió una pieza de plástico de color azul colocada de modo que le cubría todo. Se giró para mirarse en el espejo del vestidor: el objeto tenía forma de mariposa, y era azul, al igual que las tiras. Parecía más bien la braga de un biquini. Luego se tocó la parte que Edward le había introducido entre los pliegues.
-¿Es un vibrador?
Edward sonrió y asintió.
-¿Cómo se enciende? -preguntó ella con el ceño fruncido.
La sonrisa de Edward se tornó burlona.
-Así -respondió mientras se daba unos golpecitos sobre el bolsillo de la chaqueta.
-¿Tiene mando a distancia? -en cuanto se imaginó lo que eso significaba,Bella se quedó alucinada-. ¿Quiere eso decir que puedes encenderlo cuando estemos por ahí comiendo?
-Sí -respondió absolutamente encantado con la idea.
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