En cuanto notó la vibración del móvil, casi se le salió el corazón del susto. Era el equipo de Torres que avisaba de que ya había tomado posición. A los diez minutos llamó el equipo de Jenkins. Cuando Edward abrió la puerta del coche patrulla, el sheriff abrió los ojos.
-¿Estás listo, hijo?
Edward se humedeció los labios secos antes de responder:
-Listo, señor.
Luego se agachó delante de su asiento para permanecer escondido. Parnell arrancó y el coche empezó a moverse lentamente por el abrupto camino embarrado. El trayecto duró lo que a Javier le pareció una eternidad.
-Bien, ya vemos el lago -informó el sheriff-. Voy a aparcar y luego me acercaré a llamar a la puerta. Dejaré el coche en un lugar que no les permita verle cuando salga usted. Salga y espere. Están acostumbrados a que pase por aquí de vez en cuando. Les explicaré que ha habido varios casos de vandalismo en las casas de recreo y que estoy visitándolas una a una. Déme dos minutos. Luego dígales a Torres y a Jenkins que entren en la casa por la parte de atrás y por el garaje. Vulturi estará mirándome mientras me voy y le llevará unos segundos volver a centrarse en lo que estaba haciendo. Mientras tanto, usted salga del coche y venga a la puerta de entrada para echarme a mí una mano, ¿está claro?
-Correrá un riesgo enorme exponiéndose así mientras Jenkins y Torres entran por detrás.
-¡Qué va! Seguro que Vulturi nunca ha estado en un tiroteo. No sabrá cómo reaccionar. Usted sólo vaya allí y ayúdeme.
El sheriff aparcó y abrió la puerta del vehículo.
-Allá vamos.
Edward salió del coche y reptó hasta el parachoques trasero. Tal y como el sheriff había dicho, el lago quedaba justo delante. Observó la casa detenidamente desde detrás de la rueda.Embry se encontraba en la puerta de entrada y llamaba delicadamente con los nudillos.
Edward cogió el móvil y llamó a Torres, que respondió a la primera.
-Está en la puerta -susurró-, dale un par de minutos.
-De acuerdo.
Colgó y marcó el número de Jenkins.
-Está en la puerta -repitió-. Torres entra dentro de dos minutos. Síganla ustedes cuando la oigan.
-Entendido -contestó el teniente.
El protocolo habitual requería que el agente llamara a la puerta y se presentara, si traía consigo una orden. En este caso, el ruido metálico de los arietes equivaldría a la llamada,estaba tardando mucho y Edward no alcanzaba a ver a quién se dirigía.
-Vamos, date prisa -susurró.
Por fin escuchó al sheriff decir:
-Ahora podrá disfrutar de la estancia. Hasta luego.
-Gracias por pasarse por aquí -replicó una voz masculina.
Parnell volvió hacia el coche patrulla, pero antes de que hubiera avanzado apenas diez metros, Edward oyó el primer ruido de la incursión. El segundo se produjo tan seguido que pareció que se trataba del eco más que de otra entrada.
El sheriff se tiró al suelo y Edward salió corriendo de detrás del coche patrulla en dirección a la casa. Esperaba que le dispararan desde la puerta de entrada, sin embargo, el tipo allí apostado levantó las manos y dio un paso al frente.
-No dispare, no dispare. No voy armado. Yo sólo soy el chófer.
Edward lo agarró, lo hizo echarse en el suelo y estaba a punto de ponerle las esposas cuando el sheriff apareció tras él.
-Yo me ocupo de éste, usted vaya a por su chica.
Edward se introdujo rápidamente en la casa. La vivienda, enorme, estaba decorada con numerosos y pesados muebles de piel en tonos oscuros. No había nadie ni en el cuarto de estar ni en la cocina. Escuchó voces y corrió al lugar de procedencia del ruido. En el vestíbulo se encontró con cuatro miembros del Equipo de Especiales que habían atrapado a dos tipos enormes a los que habían esposado ya.
-¿Dónde está Vulturi? -gritó Edward a los agentes especiales.
Uno de ellos señaló al fondo de la sala y él corrió en la dirección indicada. Un grupo de policías conducía a Vulturi fuera de la habitación. Llevaba las manos esposadas y una expresión de rabia en la cara. Miró a Edward y lo reconoció enseguida.
Falta poco para el final!!
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