Edward puso algo de hielo en un vaso y vertió en él un chorro de vodka con zumo de naranja. Luego preparó un segundo vaso con whisky y sin hielo, y se dirigió a la cocina. Al ver las llaves y el bolso de Bella tirados en el suelo no pudo evitar sonreír.
Se había excitado tanto como él y se había mostrado de lo más receptiva en todo momento. Si pudiera acabar con aquella vergüenza poscoital...
De repente escuchó el sonido de su móvil. Dejó las copas en la encimera y rebuscó en los bolsillos de su chaqueta hasta dar con él.
-¿Sí?
-Cullen, ¿qué idioteces estás haciendo? -le gritó James, el supervisor del equipo de vigilancia.
A Edward le dio un vuelco el corazón. Sus compañeros debían de haber informado ya sobre el incidente del Jerry's con Vulturi.
-Buenas, teniente, ¿qué tal está? -saludó en un intento de procurarse algo de tiempo.
-Pues aquí, sentado y preguntándome por qué uno de mis hombres en esta operación se dedica a socializar con el maldito sospechoso, así es como estoy. ¿En qué diablos estabas pensando? -contestó elevando la voz.
-Eso no es lo que ocurrió exactamente, teniente -protestó Edward-. Me fui con mi novia a tomar algo al Jerry's y al salir de allí Vulturi... se quedó mirándola. Hubo un rato de silencio mientras James digería lo que su agente acababa de contarle.
Todo el mundo en la operación sabía lo pervertido que era Vulturi, de modo que la explicación de Edwar encajaba.
-¿Y eso fue todo? -quiso asegurarse el teniente en un tono algo más suave.
-Sí, señor. Estoy convencido de que el equipo lo habrá informado de que saqué a Bella de allí lo más rápido que pude y que nos alejamos caminando calle abajo.
-Está bien. Supongo que eso es algo inevitable -concluyó James-. Ahora procure mantener a su novia lejos de Vulturi. No quiero que ese cerdo alegue incitación por agentes de la ley y tampoco quiero que el fiscal federal me arranque los huevos.
-Sí, señor. Entendido, señor.
James colgó sin despedirse. Edward cogió la copa de whisky y se la bebió de un trago.
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Bella se lavó el pecho y luego pasó a la entrepierna; al frotarse los labios con la mano enjabonada suspiró por el placer y el leve dolor que le proporcionaba el roce. Tenía el cuerpo hecho un manojo de nervios, y cualquier presión volvía a llevarla al orgasmo. Aunque tuvo la tentación de acariciarse para alcanzarlo, para cuando había encontrado el punto exacto con el dedo índice, escuchó la voz de Edward al otro lado de la puerta.
-Se te está derritiendo el hielo -la informó mientras trataba de girar el picaporte.
-Ya salgo -respondió Bella .
Enseguida volvió a concentrarse en la ducha. Luego cerró el grifo, salió de la bañera y se cubrió con una enorme y suave toalla. Abrió la puerta y se encontró a Edward delante de ella, que la estaba esperando y le tendía su copa mientras él daba un sorbo a la suya.
-Mmm -murmuró Bella tras beber un trago de vodka con zumo.
Caminaron juntos hasta el cuarto de estar. El aire frío que notó por el cuerpo le produjo un escalofrío. Edward había abierto la ventana del balcón, aunque había dejado las cortinas corridas.
Movida por un impulso, Bella retiró una de las telas y, descalza y envuelta en la toalla, salió al exterior.
Entre la sólida pared y las sombras oscuras que se producían en ella, su cuerpo quedaba casi totalmente oculto a la vista. Edward la siguió y juntos, con las copas en la mano, apoyaron los antebrazos en el murete de ladrillos para mirar hacia abajo.
A pesar de que era ya algo más de media noche, seis pisos más abajo, en la avenida McKinney, aún había movimiento. La brisa suave transportaba el sonido de las risas y de la música hasta la casa de Bella y, aunque el tranvía de la línea M dejaba de funcionar a las diez, todavía se veían hileras de coches en dirección al Hard Rock Café, que permanecía abierto hasta las dos de la madrugada.
La luz de la calle contrastaba con la oscuridad del balcón, que quedaba envuelto en una penumbra aterciopelada, mientras el suave sonido de las hojas del ficus ofrecía un agradable contraste con el bullicio de abajo. El frío de la noche hizo que a Bella se le pusiera la carne de gallina. Al recorrerle un escalofrío, Edward le pasó un brazo por los hombros y la atrajo hacia él.
Ambos se acurrucaron juntos.
La mirada de Bellase quedó clavada en el ático en el que vivía el dominador, situado en el edificio de enfrente. Aunque se veía luz en el cuarto de estar, no se percibía ningún movimiento.
-¿Qué es lo que pensaste la primera vez que viste a Vulturi azotar a una mujer? - la serenidad de la voz de Edward dejó a Bella perpleja y enseguida quedo invadida por el recuerdo de aquella noche.
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