Edward se disponía a mostrar su placa para que el hombre los dejara en paz cuando Bella intervino.
-¡Ah! Señor Guzman. Siento haberlos molestado.
-_Bella - una amplia sonrisa quedó dibujada en el rostro del hombre mientras la examinaba a ella y a su acompañante-, ¿has sido tú la que ha hecho saltar la alarma del ascensor?
«Bien, se trata de su vecino. Sé amable, Cullen.»
-Lo lamento mucho, señor.
-No se preocupen. Mi esposa creía que se trataba de algún ladrón -el viejo se dirigió a alguien que se encontraba dentro de la casa-. No pasa nada cariño. Son Bella y su novio que llegan ahora a su casa -se volvió hacia ellos de nuevo y les guiñó un ojo-. Mejor si seguen dentro, chicos.
-Claro, señor Guzman. Muchas gracias -respondió Bella .
Edward se quedó escuchando hasta que oyó al vecino echar el cerrojo y pasar la cadena de la puerta antes de mirar a Bella de nuevo. De alguna manera esperaba que ella actuara de modo más recatado después de aquello. Sin embargo, Bella comenzó a reírse como una adolescente. Él le tendió la mano.
-Dame esa maldita llave.
Ella hurgó en su bolso y extrajo un llavero que le entregó. Se acercaron hasta la puerta de la casa mientras Bella aún trataba de aguantar la risa. «Desde luego, esta trabajadora social está llena de sorpresas.»
Edward abrió la puerta y, antes de entrar, le cedió el paso a Bella , que le quitó las llaves y encendió la luz. Sin haber dado siquiera un par de pasos, él la atrajo de nuevo hacia sí.
-Quiero apoyarte sobre una silla para follarte desde atrás ahora mismo -le confesó al oído.
Luego le acarició el vientre y fue bajando la mano hasta hacerse con el dobladillo del vestido, que empezó a levantar. Bella tiró las llaves y el bolso, y descansó su cuerpo en el de Edward, que la empujó ligeramente hacia delante y cerró de una patada la puerta, aún abierta. Le tocó el sexo con los dedos y se los introdujo entre los pliegues.
-Oooh... -gimió Bella .
Edward le acarició los labios inferiores en busca del clítoris. Como enseguida notó que a ella le fallaban las rodillas, la cogió con el brazo izquierdo y la llevó hacia el interior del piso. Con la mano derecha, continuó masturbándola con el dedo índice dibujando pequeños círculos. Bella estaba caliente y empapada, y él tenía la polla palpitante.
«Mierda, espero aguantar para poder penetrarla», pensó. Llevaba tres preservativos en la cartera, de modo que, antes de que las cosas fueran demasiado lejos, se dio unos segundos para hacerse con uno de ellos y ponérselo.
Una vez preparado, Edward aumentó la intensidad al frotar a Bella , cuyo sexo estaba ya hinchado y húmedo. «Dios, me encantaría saborearla. Me encantaría sentir cómo se corre en mi boca.»
Bella comenzó a mover las caderas rozándolas contra el pene erecto de Edward, a quien le temblaron las piernas hasta casi perder el equilibrio y acabar gimiendo.
Aquel sonido de satisfacción pareció animarla, y apoyó la mano en la que Edward tenía sobre su sexo y presionó para que la estimulación fuera más fuerte. Él la empujó contra el respaldo del sofá, loco por penetrarla.
Le retiró la mano del clítoris, lo que provocó la inmediata protesta de Bella , que volvió la cabeza para mirar a su compañero.
-¡Edward!
Él le colocó una mano en la nuca y la presionó aún más contra el respaldo del sofá. Aunque aquel gesto puso nerviosa a Bella , que trató de incorporarse, enseguida pareció comprender qué era lo que Edward pretendía, y se relajó. Unos segundos más tarde, ya no estaba la polla frotándose contra su sexo húmedo. Bella se retorcía y dificultaba con ello la entrada de aquel pene en su cuerpo, hasta que Edward la mantuvo enderezada con un brazo y la penetró. «¡Dios, qué gusto da, cómo me aprieta!»
En cuanto Bella sintió su miembro dentro de ella, empezó a agitar las caderas adelante y atrás.
Enseguida encontraron el ritmo adecuado: Edward daba un empellón y Bella reaccionaba empujando hacia atrás. La respiración entrecortada de ambos se entremezcló con sordos sonidos de satisfacción. Ella llevaba el vestido aún arrugado alrededor de la cintura y él permanecía inclinado sobre su cuerpo mientras le sujetaba las caderas con las manos. Se retiró hasta casi sacar todo su miembro y luego volvió a hundirse en ella hasta el fondo, llegando a golpearle con los testículos por el impulso.
Aunque Edward sabía que estaba a punto de correrse, no quería hacerlo hasta que ella hubiera alcanzado el orgasmo, de modo que trató de distraerse contando en silencio: «Uno, dos, tres, ¡mierda, Bella , córrete ya!, cuatro, cinco...»
-Ahora,Edwardr, ahora... -gimió ella.
Jadeante como un corredor de maratones, él derramó toda su leche en el interior de Bella , que se arqueó contra él para acabar combándose delante de nuevo.
Edward tiró de sus caderas hacia él, deseoso de sentir las últimas sacudidas mientras aquel Edward lo ordeñaba hasta vaciarlo. Los músculos de la vagina continuaron contrayéndose rítmicamente alrededor de su polla un rato después de que Bella hubiera dejado de mover las caderas. Por fin, exprimido y agotado, se recostó sobre Bella , que yacía liberada de toda tensión, y se dio unos minutos hasta que fue capaz de recuperar el aliento.
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