Demon Prince (+18)

Autor: sistercullen
Género: Espiritual
Fecha Creación: 15/03/2011
Fecha Actualización: 12/12/2012
Finalizado: SI
Votos: 53
Comentarios: 148
Visitas: 183827
Capítulos: 47

Summary: Bella descubre, que la sesion espiritista hecha en su adolescencia,le marca la vida hasta lo altamente imporbable : la aparicion del principe de los demonios: Edward I.

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Capítulo 46: Capitulo 46

DEMON PRINCE

Capitulo 46

Eleazar Denalí sabia de la Profecía, pero siempre pensó que sucedería en un tiempo lejano y que serían sus herederos los que algún día vieran como el Reino Celestial era comandado por el mismo Arcángel Miguel y como éste con su espada deshacían los infiernos para siempre.

—Llevad a su Majestad a la Mina de Almas—. El Demonio ordenó a Jasper y éste asintió—. Guarda a esta mujer con tu vida chico... porque si Miguel no nos mata, lo hará Aro.

Jasper sonrió ladeadamente y antes de tomar a su reina por el codo y arrastrarla en dirección al primer Éxodo de personas que huían del lugar, miró sin ningún temor aquel resplandeciente velo que poco a poco inundaba la totalidad de la arena encarnada de los Infiernos, a cada paso de aquella Legión quedaba la nada tras ellos.

—Rápido mi Reina, pediremos ayuda a Himrum. No nos la negará—. Sulpícia parpadeó un par de veces antes de echar a correr junto a Jasper.

—Ese hijo de la gran puta, me debe una muy grande y es hora de hacérsela pagar—. Un gran estruendo los derrumbó a ambos al suelo, pero con rapidez demoniaca, Jasper agarró a su Reina del suelo y la cargó en sus brazos mientras corría hacia las Minas, dejando tras de sí, los cadáveres de algunos de los demonios, que como ellos habían tratado de huir de la ira celestial.

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Tenebrosos y quejumbrosos gemidos lastimeros inundaban las paredes resquebradas de las Minas donde yacía el rio de las almas perdidas. Éstas vagaban transparentes y correosas enredándose entre sí como una masa ectoplasmatica de babas. Sulpícia tragó en seco y caminó junto a Jasper recorriendo el laberinto de las brujas. Seguramente ellas ya sabían todo lo que iba a acontecer y habían huido antes de que aquella pesadilla las desmembrara para siempre.

—El altar está a pocos metros mi señora. Ya queda poco—. Jasper interrumpió sus pensamientos mientras ella que se agarraba un camafeo antiguo el cual estrujaba entre sus manos. Era lo único que se había llevado de Aro desde los infiernos, aparte de aquel amor condenable y amargo.

Caminaron los metros que restaban y dieron de bruces con lo que en su día había sido un altar donde se sacrificaban las almas de puras e indefensas jóvenes para el regocijo del Demonio mayor Himrun.

La mujer suspiró fuertemente y pasó delante de Jasper para posicionarse delante de la destruida estatua del demonio en cuestión.

Alzó los brazos y comenzó a susurrar palabras en un idioma antiguo que ni si quiera Jasper entendió.

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—Soy incapaz de dar la vida de mi hija para que esto se detenga—. Susurró el demonio acariciando el dulce rostro de la niña—. ¡Lucharemos!

— ¿Luchar? —La voz de Esme estaba teñida de sarcasmo— ¿Contra una Legión de Ángeles, Edward? Eso es imposible, estamos condenados a muerte sin poder redimirnos.

Bella se mantenía callada en un rincón. Sus alas plegadas le concedían un halo de santidad que a su padre le causaban escalofríos. Baal caminó hacia su hija y le agarró los hombros en claro signo de protección.

—Bella... no temas. Algo habrá que podamos hacer...

Unos fuertes golpes en la puerta hicieron que todos los que se agrupaban en aquel lugar se miraran los unos a los otros horrorizados. La voz de Alice como las campanillas, les hizo respirar de alivio durante un corto espacio más de tiempo.

— ¡Abrid! ¡Abrid!

Baal giró la manilla de la puerta y cuando vio a Sulpícia franqueada por Jasper caminó unos pasos hacia atrás asombrado.

Aro susurró el nombre de su esposa con idolatría y cerró los ojos uniendo las manos entre sí, como si diera las gracias por algo íntimo. El matrimonio se miró unos segundos y se sonrieron tímidamente.

— ¡Sulpícia! —La voz de Rosalie rompió el silencio corriendo hacia ella y abrazándola como si fuera su verdadera madre — ¿Cómo has llegado hasta aquí?

—Himrum—. Dijo ella secamente, acariciando el cabello de la muchacha, mientras que recorría con la mirada a sus hijos Emmett y Edward —Miguel ha entrado en los Infiernos, él con una Legión de Ángeles está dejando el Infierno vacío. Vengo de las Tierras Denalí, allí ha arrasado con todo... debemos de parar esto... —La mujer se despegó con lentitud de la rubia y sonrió con ternura a la muchacha que estaba llorando.

La apartó y caminó hacia su marido, tomando sus manos con veneración, besándolo casi inmediatamente.

—Esposa mía...

—Aro, esto ha ido demasiado lejos... demasiado... debemos hablar con Edward—. Esto último fue dicho en un sublime susurro que solo escuchó el antiguo Rey.

Sulpícia miró a su hijo y éste frunció el ceño angustiado.

Demasiado tiempo aceptando la ausencia de su madre.

Edward sabia de la historia de Sulpícia y de los engaños de Aro hasta que fue demasiado tarde.

Saber que había condenado su vida a un demonio había sido demasiado para ella y acabó huyendo... abandonando a sus hijos en el proceso, dejándolos con su padre. Unos hijos que llevaban la mitad de su sangre de un autentico demonio y la otra mitad de una de las elegidas.

—Edward, hijo debemos hablar—. Sulpícia dirigió su vista hacia Baal y Esme, mientras que se estrujaba las manos entre sí, víctima del nerviosismo —Tanto tu padre como yo omitimos una información que es vital para este momento. Creo que es la llave de todo, incluso más poderosa que la que contiene Esme/Uriel en su cuerpo.

Edward negó un par de veces con la cabeza y se llevó la mano al cabello, en un claro signo de impotencia.

—Lo que tengáis que decirme decidlo delante de mi esposa y de la familia de ella. Tienen todo el derecho a saber... todos estamos en el mismo barco ahora.

— ¡No! —Sulpícia negó categóricamente mientras se dirigía a su hijo con la mirada clavada en sus ardientes ojos color carmín—. Ven con tu padre y conmigo hijo. Por favor.

Edward miró a Bella que observaba la escena con el ceño fruncido. Preocupada por la información velada que iban a transmitirle a Edward detrás de aquellas cuatro paredes.

Asintió, dándole la confirmación a su esposo y él caminó con la niña en brazos hacia Baal y recargándola en los brazos del demonio que sonrió al ver el dulce rostro de su nietecita.

Edward no dijo nada, tan solo siguió a sus padres fuera de aquella habitación, mientras que todos se condenaban en un traumado silencio.

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Bella se mordía las uñas nerviosa, todo lo que estaba ocurriendo la estaba sobrepasado física y mentalmente.

Miró a su alrededor y comprendió que pese a todo aquella era la única familia que realmente la había valorado y la había querido como tal. No era justo que todo aquello se acabara de un momento a otro sólo porque ella fuese la reencarnación de la tal Luz Bell y debiese volver junto al Dios Padre. ¡Ella ya tenía su familia, su propia familia!

La niña que había dado a luz y que amaba con todo su ser, al igual que el padre de la misma que la hacía agonizar de amor cada vez que la tocaba.

Cuanto amaba a Edward... lo había comprendido demasiado tarde quizás… Pero aquel amor bien podía merecer cierto sacrificio si le daban la oportunidad de merecerlo.

Cerró los ojos y por primera vez en su vida inmortal clamó al cielo interiormente, rezando por el perdón y porque la vida de su pequeña hija no se truncara cuando apenas estaba iniciando.

Pensó en sus padres, en Aro, Sulpícia, Rosalie, Emmett y por supuesto en Alice y Jasper que no hacían otra cosa que mirarse en la otra punta de la habitación.

La tensión era latente.

¿Qué información secreta podían encomendarle Aro y Sulpícia a su hijo Edward? Príncipe de los Demonios…

Se acercó a su padre y tomó a su hija en brazo, para abrazarla muy fuertemente.

Breves segundos después aparecieron Aro y su esposa junto con Edward. Sus caras apesadumbradas lo decían todo, quizás todo era mucho peor de lo que Bella había pensado en un primer momento... todo estaba perdido...

Sintió la caricia de una mano en uno de sus espesos mechones de cabello y sonrió. Su madre la miraba con el brillo en los ojos de la persona que ha llorado.

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—Debemos prepararnos para el Final—. Susurró Esme con los ojos empañados de lágrimas —Huelo a Miguel, debe estar muy cerca. Bella—. Los ojos de Esme viajaron hasta su hija y luego tras unos instantes se enfocó en Edward —Muchacho, debes elegir y elegir bien. De ti depende el futuro de los seres más allegados a ti.

— ¡No puedes condenarlo de esa manera, eso no fue escrito así! —La voz enloquecida de Sulpícia encerrada entre los brazos de Aro era desgarradora—. ¡No puedes hacerlo decidir! ¡Esperemos a Miguel! Él... él tiene sentimientos hacia ella, hacia Bella.

Baal elevó su enorme mano en señal de atención y miró a la esposa de Aro con las cejas fruncidas.

— ¿Miguel conoce a mi hija?

Sulpícia asintió nerviosa y volvió a retorcerse de entre los brazos de su marido.

—Él ha estado siempre tras ella, observándola... queriéndola llevar de nuevo hacia Dios—. Sulpícia gorgoreó y escupió en el suelo al enunciar el nombre del Todopoderoso—. Él... es al que llamaban Carlisle…

Los dientes de Edward rechinaron y corrió hacia las puertas de palacio enloquecido... aquel humano que había querido despedazar cien millones de veces, no era tal... ¿como no lo había descubierto? Detrás de todo aquel halo de perfecta educación y bondad.

Abrió las puertas y respiró profundamente antes de abrir los ojos hacia la nueva verdad.

Decenas de Ángeles los esperaban en los jardines y justo en medio con una espada colgando del un grueso cinturón de gemas y rubíes estaba el hijo de puta que le iba a desgraciar todo lo bueno que había hecho en toda su larga vida.

— ¡Tú!-. Gritó el demonio lanzándose hacia él y propinándole un puñetazo que no hizo nada en el rostro del Arcángel —No te vas a llevar nada de lo que es mío, ¿Entiendes? ¡Nada!, maldito ángel toca cojones.

El Ángel no lo miró siquiera. Sus ojos estaban perdidos detrás del Demonio que lo bendecía con la peor sarta de insultos que se pudiera imaginar, pero él no escuchaba, se había quedado petrificado con la imagen de aquella Bella completamente nueva. Más madura y con aquel halo angelical y demoniaco que desprendía. Una débil sonrisa se dibujo en sus labios y apartando a Edward de un manotazo que lo arrastró varios metros, caminó hacia ella y la familia que la había condenado.

—Bella —La voz de Miguel ronca y varonil se filtró a través de los tímpanos de Bella, haciéndola estremecer. Algo en aquel deje la unía a los cielos, quizás era su ascendencia materna que la confundía tanto como pudo hacerlo en un principio la paterna. Cerró los ojos y antes de hablar notó el brazo fuerte y abrasador de Baal sujetándola.

—No te acerques a él, Bella. Él viene a matar a la niña...

La cara de horror de Bella hizo que Miguel se acercara mas a ella y con una ternura infinita alzó el brazo y abrió la palma de su mano para acariciar la blanca piel de la muchacha.

—No debes temer lo que está escrito, Bella. Ella es un cordero como una vez lo fue el hijo de nuestro Padre Celestial y tú debes volver con Él, eres su ángel más querido: Luz Bell... esto —Carlisle/Miguel elevó la mirada a todo lo que lo rodeaba con cara asqueada—. Debe desaparecer. La tentación es dolor y el dolor castiga sin hacer fuerte a los hombres. Guerras donde hermano contra hermano levantan sus manos teñidas de sangre, elevando voces y suplicando... rogando, preguntándose ¿Por qué no los ampara nuestro Señor? ¿Es que no saben que todo esto viene concedido por el mal que los ha transformado en una raza envidiosa que desea lo que ha ganado su vecino sin el menor de los esfuerzos?... Nuestro Padre ama a los humanos y no desea que sigan siendo tentados por los Ángeles del Infierno. Bella— Miguel amplió algo más su sonrisa —El padre de tu hija ahora estará en la misma encrucijada en la que un día el Padre puso al Hijo y deberá decidir.

— ¡No lo voy a permitir!... —La voz de Edward surgió como un rugido a las espaldas de Miguel y el Arcángel desenvainó su espada y apuntó el cuello del demonio antes de que éste se le tirara encima.

Emmett, Aro, Rosalie, Sulpícia, Jasper, Alice y la misma Esme retenían el aliento, dado que un solo movimiento podía hacer derramar la sangre de Edward y aquella espada lo haría mortal con una sola punzada.

— ¿Quieres morir por ella? —Preguntó Miguel en un tono deliberante —Di demonio cruel ¿Quieres morir por tu hija a la que apenas conoces?

—Quiero tenerlas a ambas, son mías y tú no vas a despojarme de ese derecho, maldito parásito con alas... —La voz de Edward entrecortada surgía valiente y fuerte, pese a tener apuntado su gaznate la espada reluciente del Arcángel San Miguel.

—Aglomeras los peores defectos, Ángel de los Infiernos. Engreído, cruel y temerario...

— ¡Miguel! Todo puede cambiar, Él puede perdonar, redimirlos. A fin de cuentas una vez también fueron Ángeles...

—No pienso escucharte Uriel, por culpa de tus bajas pasiones la profecía de Henoc se puso en marcha y con ella, el sufrimiento de seres inocentes como tu propia hija Bella... todo hubiese sido mas fácil si el mismo Aro la hubiera dejado consigo, apartándola del camino de los hombres y haciéndola un completo súcubo, pero no... Aro prefirió no hacerse cargo de ella y dejarla en manos de una mujer que la odiaba y una hermana que no era otra que el espíritu de una de las hijas de Morgana... ahora pagareis vuestros errores, ya que ella ha vuelto a los Infiernos y despertó como Ángel, fíjense en sus alas grises. Debo llevarla conmigo al lado del Padre...

Bella cerró los ojos con fuerza y suspiró acercándose al rostro de Carlisle.

—Si me llevas, para siempre... nunca, jamás estaré con ellos. Me separaras de todo lo que es realmente mío Carlisle, de lo que me pertenece... tú espada cortara en dos el cuello de mi hija, creada por el fruto del amor—. Bella giró la cabeza y miró a Edward, sonriéndole levemente con pesar —Y destruirás el único hogar que es realmente mío, mi verdadera familia... ¿Crees que tienes derecho a eso? ¿No crees que eso sea verdaderamente cruel? ¡No puede haber un Todo Poderoso que permita que se me despoje de lo único verdadero que me ha dado mi nueva vida!...

—Pero Bella, tú eres Luz Bell el ángel preferido de Nuestro Señor, tu misión es estar a su lado y Reinar con él por los siglos de los Siglos. Ellos son seres corruptos, demonios nacidos del pecado de la transición. Son la escoria, Bella. Tú no puedes pensar ni tan si quiera perecer con ellos... no.

Bella elevó el mentón y sus dos enormes alas grises se desplegaron totalmente haciendo jadear a Carlisle. Intimidado, dio dos pasos hacia atrás y tragó en seco.

—Es la ira de Dios, Bella. Contra eso nada hay que hacer. Si deseas revelarte contra él es tú decisión, pero debemos aniquilarlos. ¡A todos!

Miguel, elevó la espada y con ella toda la Legión de Ángeles comenzaron a correr hacia la partida de demonios que franqueaban la entrada del Palacio de los Reyes.

Aro tomó la mano de su esposa y ambos sonrieron.

Jasper y Alice se observaron y con aquella mirada comprendieron que su historia, aunque inacabada podría haber tenido un bonito final, lleno de pequeños hijos que los llenarían de felicidad... aunque aquello nunca ocurriría. Era el final…

Rosalie y Emmett se abrazaron y completaron aquel gesto con un beso apasionado que finalizaría con la muerte.

Baal y Esme avanzaron hacia su hija y agarraron sus dos manos en un gesto de protección.

Edward, había tomado a la niña en brazos y caminaba hacia Bella. Una vez en su espalda y con su pequeña hija en brazos, susurro a su esposa.

—Su nombre es Cruz María... Yo bautizo a mi hija con su nombre en mi voz.

Bella sonrió antes de girarse a mirar a su esposo y su hijo que elevaba sus bracitos para agarrar el mentón de su padre.

—Gracias amor... me hubiera gustado que todo hubiese sido diferente…

El primer golpe de espada no castigó a Bella, Baal se interpuso entre ella y el demonio cayó como un árbol pesado a los pies de su hija. Ella horrorizada sintió como también la mano de su madre poco a poco se iba deshaciendo de su agarre y miró hacia su lado, pero ya era tarde.

Esme yacía a un lado con el tronco partido en dos mientras que se oía los gritos de los Ángeles atacando a la familia sin piedad alguna.

Se abrazó a Edward con fuerza y cerró los ojos para omitir el final ante sus ojos, mientras los gorgoritos de la pequeña Cruz María los hacía sonreír a ambos.

Una voz se elevó entre los cielos antes de no sentir nada, de que todo se volviese, negro de que la oscuridad se zampara su espíritu como si no hubiese existido nunca.

—REDIMIRSE Y PERDON...

FIN.

Capítulo 45: Capitulo 45 Capítulo 47: Epilogo

 
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