Demon Prince (+18)

Autor: sistercullen
Género: Espiritual
Fecha Creación: 15/03/2011
Fecha Actualización: 12/12/2012
Finalizado: SI
Votos: 53
Comentarios: 148
Visitas: 183809
Capítulos: 47

Summary: Bella descubre, que la sesion espiritista hecha en su adolescencia,le marca la vida hasta lo altamente imporbable : la aparicion del principe de los demonios: Edward I.

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Capítulo 45: Capitulo 45

DEMON PRINCE

Capitulo 45

—Me encantan esas alas tuyas, princesa—. Edward tenía todo el cuerpo recargado sobre el de ella y apoyaba su frente contra la de Bella.

— ¿Princesa…? ¿Desde cuando soy princesa para ti? —. Bella sonrió pícaramente mientras intentaba escapar de la íntima cárcel de sus brazos y su cuerpo.

Él rió y besó su frente con ardor, apartándose hacia un lado, recostando su espalda en el mullido colchón. Se giró levemente y la observó sin pestañear, atontando.

—Desde siempre… pero ahora lo eres de verdad. Eres la hija del nuevo Rey y eso me recuerda que yo no debería permanecer tanto tiempo fuera de la cárcel de sales, me extraña que aún no hayan venido a buscarme.

Bella frunció el entrecejo y tomó la misma postura que él, rozándole los pezones ligeramente en el vello suave de su torso.

—Cierto, no lo había pensado si quiera… —contesto en tono melancólico.

Edward sonrió lentamente hasta enseñar todos los dientes y rozó sus labios con el dedo pulgar.

—Tu Hex querida, te impide medir el tiempo mientras tu cuerpo ansia del mío… sé que aún lo haces, que no estas completamente saciada de mi fuerte e intenso empuje, ¿verdad que no, mi amor?

Ella jadeó al sentir como el dedo se colaba por su boca y buscaba la humedad de su lengua. Se acercó a él aplastando su pecho contra el de Edward y subió una pierna a su cadera, exponiéndose claramente ante él.

Edward bajó la mirada y se mojó los labios con la lengua al contemplar aquel coño abierto y extremadamente mojado de sus exquisitos jugos, inmediatamente buscó los ojos de ella, ciego nuevamente por la pasión y la besó engulléndola hambriento.

—Me encantas Bella —Le decía mientras bajaba por su cuello, hacia su clavícula— me vuelves loco —susurraba al tiempo que continuaba con húmedos besos— Y me gusta mucho tu coño brillante que no hace otra cosa que llamarme para que lo devore.

—Mmmmm… —era lo único que salía de la boca de Bella.

Edward llegó hasta su mayor punto nervioso ardiente e hinchado y la tomó con delicadeza entre los dientes, tirando de ella con rapidez.

Bella alzó las caderas, perdida en las sensaciones que le provocaba la boca de Edward sobre su muy hinchado clítoris. Él lo manejaba bien, chupando, devorando y lamiendo intermitentemente mientras que ella lo sujetaba del cabello y aplastaba la nariz hacia el triangulo de sus rizos castaños.

—Sí, Edward, así, así… fuerte… ¡Oh sí, sí…!— él arremetía con su lengua ahora dentro su llameante centro, mientras que ella elevaba las caderas para sentirlo con mayor plenitud.

— ¿Te vas a correr? —Gimoteó él con la boca pegada a su deliciosa ostra.

— ¡Sí! ¡Edward…!

—Oh, si…nena —Él sacó la punta de la lengua y toqueteó con ligereza los vértices de la almendrita hinchada, haciendo que ella explotara en un orgasmo apabullante; mientras que ella se corría, Edward atrapó todo el clítoris con sus labios y lo absorbió en movimientos sincronizados que hicieron que a ella se le revolviera la sangre del cerebro.

—Eres el mejor —Sollozó ella, agarrando aquel cabello cobrizo y empujando hacia arriba para poder besar sus labios.

Él rió, mientras se lamia los labios, goloso.

—No lo sabes Bella, no has follado con otro para saber —Gruñó antes de tomarle la boca y entrar en ella como un animal sediento.

— ¡Bella!... ¡Hija!

Ambos se giraron y clavaron la mirada en la puerta de la habitación de ella. Era la voz de Esme que urgía demandante.

—Ahora, mamá… espera…— Gritó la castaña despegándose a regañadientes del calor de su macho.

Bella saltó de la cama, completamente desnuda, buscando algo con lo que cubrirse. Edward se tendió sobre el colchón de nuevo con las manos debajo de su nuca, admirando el lindo cuerpo de ella, corretear de un lado a otro de la habitación.

—Tu madre sabe que estoy aquí, fue ella la que me ha sacado de la cárcel de sales, Bella—. Dijo él en un tono indiferente—. A efectos prácticos soy tu esposo y bueno… tu madre sabe a lo que he venido aquí, princesa—. La boca de él se ensanchó en una sonrisa diabólica mientras ella lo miraba con una ceja alzada.

Bella había agarrado un bonito batín color crudo que dejaba poco a la imaginación. ¿Pero qué demonios? Ella estaba en su Hex y Edward la estaba calmando… y además ahora existían aquellas dos alas suaves que colgaban en su espalda dándole un aire de santidad.

No debía de preocuparse por la presencia de su madre.

Al agarrar el picaporte y abrir la puerta, Esme entró casi sin mirar a su hija saciada.

—Lo siento Bella—. Esme, algo avergonzada miró hacia el lecho y Edward tuvo la suficiente decencia de taparse un poco mas arriba de sus caderas— Edward —Hizo un gesto con la cabeza y dirigió la vista de nuevo a su hija —Debemos dejar a la niña con los mortales, Bella.

Edward se irguió y dejó escapar una maldición antes de apartar las sabanas y caminar hacia su suegra completamente desnudo.

—Ni pensarlo —Siseó, enfrentándose a ella todo lo largo y majestuoso que era.

Esme elevó la mirada a su yerno y le sostuvo la mirada intimidante.

—No tienes ni idea… —se dirigió de nuevo hacia su hija —Bella cariño, tú… hemos comprendido que en ti se ha cumplido una profecía…

Bella negó con la cabeza y desató lentamente el nudo de su batín para darle la espalda completamente a su madre, dejó que aquella prenda de ropa descansara completamente en el suelo y Esme dio un paso hacia atrás asombrada por lo que estaban viendo sus ojos.

—Alas….

— ¿Me puedes explicar que significan estas alas, madre? —Preguntó Bella dirigiéndole una mirada a Edward para que se cubriera, el muy descarado iba completamente desnudo.

—Bella, hija hazme caso por favor. Tenemos que mandar a la niña con alguna familia humana que la crie como su hija, se va a desencadenar una guerra…

Edward que se estaba subiendo la bragueta de sus pantalones, caminó hacia su suegra y su esposa descalzo, con el torso desnudo y despidiendo una aroma a sexo que se metía por todos los poros de su piel.

—No voy a permitir que ocurra con mi hija lo que paso con Bella. Y ahora con todos mis respetos Esme, cuéntame eso de que se va a desencadenar una guerra.

Esme valoró a Edward, mientras veía por el rabillo del ojo como las alas de Bella se expandían, ocupando casi dos metros a lo ancho, se le erizaron los vellos al recordar que sensación tan agradable era aquellas dos inmensas alas cernidas en su espalda.

— ¿Conoces la profecía de Henoc? —Preguntó a Edward.

Él asintió con el ceño fruncido.

—Ella es Luzbell —dijo dirigiendo su vista a su hija.

— ¿Qué? —Edward abrió los ojos asombrado.

—Bella es la reencarnación de Luzbell, Edward. ¿Conoces la profecía?

Él miró a Bella que se había quedado inmóvil y tiró de su cabello caminando hacia su esposa, recogiendo su cintura bajo sus manos y agarrando todo aquel cuerpecito que ahora parecía temblar.

— ¿Y qué motivos tenemos para preocuparnos? La niña estará con nosotros. Con Bella, si Baal no deja que me acerque a ambas, no voy a permitir que… —negó un par de veces con la cabeza y prosiguió —es el reino de los hombres el que caerá, no el nuestro.

—Te equivocas… —farfulló Esme— ¿Conoces a Uriel, Edward?

Edward frunció el ceño y sonrió amargamente, sin apartar la vista de la mujer.

—Sí. El fuego de Dios.

—Heme delante de ti, Edward I, príncipe de los Demonios. Yo tengo en mi poder las llaves del infierno y solo las entregaré a Dios para que lo destruya si tú respondes de la misma manera que él hizo con su hijo.

—Se oyen pasos… —La voz de Bella, débil llegó a los oídos de Edward, llevándola de nuevo hacia el lecho y tumbándola mientras que parecía perder el sentido.

—Jesús murió por los hombres. No sé que quieres decir. ¡Maldita mujer! ¡Enséñame a mi hija o apártate de en medio… yo mismo iré en su busca!

La voz de Baal, ronca y gutural subió de volumen al ver con sorpresa a Edward en la habitación de Bella. El demonio mayor aceleró su paso, para propinarle un fuerte golpe a Edward en el rostro, pero el brazo de Aro lo redujo antes de que el puño apenas lo rozara.

—Esta no es tu guerra ahora, Baal. Lo chicos están destinados a estar juntos, tienen una hija y se adoran. No me hace mucha gracia que maltrates a mi hijo por tu obstinación ante la realidad. Además —Continuó Aro— Edward no es un mal chico. ¿Quién mejor que él?

— ¡Nadie! —bramó encolerizado mientras que sus ojos llameaban en dirección a su yerno.

—Padre —La mirada de Edward se posó en su padre, aquello no andaba bien, Aro le evitaba la mirada y parecía nervioso. Focalizo su atención en Baal e intentó tirarle de la lengua, tal y como él mismo le había enseñado mediante tretas y mentiras.

"Una mentira saca una verdad, Edward" le había dicho siempre.

—La chica está en su Hex, Baal. No hagamos que se sienta más incómoda de lo que lo que ya lo está —Aro, miró hacia el lecho y vio a Bella observando la escena con la mirada perdida —Edward hijo, no es el mundo de los mortales lo que Él vendrá a destruir… es a nosotros, si tu no sacrificas lo que mas amas en esta vida…

Edward miró a su padre sin pestañear y segundos después giró la cabeza en busca de su esposa. Ella mantenía la mirada al frente, como si estuviese perdida en algún tipo de shock.

— ¿Esto es una broma? —Caminó hacia la cama y se sentó junto a Bella agarrándola por los hombros y acercándola a su pecho —Nadie osará a darme a elegir. ¡Nadie!

—Él puede, Edward —la voz de Bella sonó clara a oídos de todos —Estamos aquí porque él lo desea… él es el que todo lo ve quien maneja el mundo… es el Dios padre de los mortales y de todos nosotros, si decide destruirnos está en su derecho. Tiene el poder.

—Exacto —Esme alzó la voz y focalizó sus ojos en Edward —Sólo podrás redimirte de tus actos pasados si sacrificas lo que mas amas por el bien de todos, Edward.

El demonio buscó en su memoria y recordó aquellos días en el desierto. El hijo de Dios se veía deseoso de su castigo, un mártir de la salvación del que él mismo se había burlado sin llegar a comprender qué clase de sentimiento podría forzarlo a morir por alguien que no fuera él mismo.

Miró a Bella y la estrechó aun mas entre sus brazos, cerrando los ojos y maldiciendo al ser Todopoderoso que por primera vez en su larga vida lo ponía contra las cuerdas.

—No elegiré a Bella…

— ¡Si, debes elegirla a ella cabrón ignorante! —gritó de nuevo Baal rojo por la ira.

— ¡No!, ella es lo que más amo —besó la frente de Bella, sintiendo como ella comenzaba a llorar en silencio —Por ella lo daría todo, hasta mi vida misma. No puedo vivir si ella no está en este mundo. La amo, joder… ¡La amo!

—Eso te honra, Príncipe —Susurró Esme— Pero no es ella el cordero —Esme se limpió una lágrima con las manos temblorosas e hizo una señal para que Rosalie y Emmett entraran con la niña entre sus brazos.

Bella se tensó bajo el firme abrazo de Edward y quiso desprenderse de ellos para correr en busca de aquel pedacito dulce que había surgido de su cuerpo de la manera más dolorosa.

Edward deshizo el agarre en torno a Bella y como ensimismado caminó en dirección a la hermana de Bella, que flaqueada por Emmett y Baal no despegaban los ojos del pequeño bulto en movimiento que sostenía Rosalie. Una vez estuvo lo suficientemente cerca para observar aquellos brazos regordetes, Edward ajustó su visión al pequeño rostro que lo miraba con una curiosidad inteligente.

—Ella es la carne de tu carne, hermano. Sangre de tu sangre. No tiene nombre, está esperando que la nombres desde el mismo día que nació. Nuestro padre lo hizo con nosotros y ahora tu lo harás con tus hijos, ésta hembra es la primera de muchos de ellos, hermano. Nómbrala.

Una vez Emmett terminó de enunciar aquellas palabras, Rosalie extendió los brazos y ofreció la niña a Edward para que la sostuviera, él lo hizo y sonrió anonadado ante aquel rostro pequeño donde se fundían los rasgos de la mujer que amaba con los de él mismo.

La niña extendió el bracito y rozó su mentón ligeramente, haciendo que el demonio cerrara lo ojos comprendiendo todo, desde ese momento él ya no tenia corazón, no tenia nada que le correspondiera a él mismo. Ya que todo estaba entregado y si debía de perder alguna de aquellas dos partes, él moriría con ambas.

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—Te lo agradezco Reneé. Donde voy, los chicos no pueden estar conmigo.

Carlisle yacía sentado en el desvencijado sillón de una plaza, roído por los años, mientras que Reneé lo miraba con los ojos perdidos en el tiempo.

—Sabes que me encantará tenerlos conmigo, será como si la misma Jo no hubiera desaparecido nunca.

El hombre asintió y juntó las manos, retorciéndolas entre si, visiblemente, con una calma pasmosa.

—Sé que has dejado la bebida y por eso los dejo a tu cuidado —Carlisle respiró hondo y se levantó con pesar del sillón —Despídeme de ellos, no me gustaría verlos llorar.

Reneé lo siguió hacia la puerta y antes de que él traspasara el umbral de ésta, la pregunta escapó de sus labios en un tono triste.

— ¿Dónde vas Carlisle, que dejas a mi cuidado tus hijos?

Él la miró con intensidad y pudo ver algo de la belleza que aquella mujer perdió en el tiempo, sonrió con tristeza y elevó los hombros un par de veces antes de marcharse sin mirarla.

Reneé bajó los dos escalones que iban en dirección al jardín y recargó su espalda en la piedra de la fachada.

La brisa comenzaba a despeinarle los cabellos y sonrió al escuchar las voces de los niños en los cuartos de arriba, ambos habían pedido dormir en la habitación abandonada de aquella muchacha que maltrató por años y que crió en la sombra como a su hija: Bella.

Y entonces comprendió donde iba dirigida la búsqueda de aquel hombre que siempre visitó su hogar desde que llegaron a Forks.

Primero como el novio de Josephine y después como el de Bella… poco después el destino y las argucias de Josephine hicieron que éste sucumbiera y la pequeña castaña perdiera la batalla ante la malas artes de su propia hija…

… pero al volver ÉL, se lo llevó todo, sí, aquel hombre con ojos de demonio que sonreía con maldad cuando la miraba. Reneé sintió como el cuerpo se le enfriaba… aquella mirada y aquella sonrisa eran demasiado parecidas a las de aquel ser que le entregó a Bella… para devolverle la vida al cuerpo sin vida de su pequeña Josephine.

Sin comprenderlo, corrió hasta llegar al auto de Carlisle y golpeó los cristales del vehículo para que le abriera la ventanilla, estaba sofocada y las lágrimas mojaban su rostro.

El hombre la miró con aquellos ojos color miel que lo caracterizaban y Reneé pensó en ese instante que estaba vislumbrando un ángel vengador.

—Vas en busca de Bella —Sentenció ella, con la voz entrecortada.

Él desvió la mirada y observó el horizonte, el sol se escondía dándole un suave color anaranjado al cielo de aquel lugar húmedo y verde.

Ajustó la llave para arrancar el coche y Reneé se sostuvo con fuerza en la obertura de la ventana.

—Si la encuentras algún día, dile que me perdone… por favor.

Carlisle la miró con pesar un momento, pero poco después una sonrisa radiante eclipsó su rostro tremendamente hermoso.

—Sin duda ya estas perdonada, mujer.

Ella dio dos pasos hacia atrás y vio como el coche se marchaba… desapareciendo en el horizonte. La voz de uno de los niños llamándola, la hizo entrar a la casa y una vez dentro cerró la puerta con llave.

Asombrada, sintió como las palabras del hombre se habían engarzado en su espíritu débil y lo habían hecho reforzarse, sintiendo el valor suficiente para retomar una nueva vida. Sonrió con una paz interior que hacia décadas que no sentía y fue en busca de sus nietos para atenderlos como se debía.

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— ¡Esta espada que empuño, romperá como papel las puertas del infierno! —La voz resurgió como un trueno en todos los confines del infierno haciendo que todos los demonios saliesen de sus mazmorras o lugares de caza.

Sulpícia salió de la gran Mansión Denalí.

Eleazar se había mostrado amable y les habían dado unas habitaciones hasta que un emisario de la casa de Baal, ahora Rey, diera su permiso para ir en busca de sus hijos.

Jasper por su parte, que la asistía en todo momento no tardó mucho en llegar a su lado, como a su vez decenas de demonios menores, susurrando atemorizados a sus espaldas.

— ¿Qué ocurre mi señora? ¿Y que es aquella Aura gigantesca que se ve en la lejanía?

Sulpícia sintió como si se le retorcieran las tripas y perjuró antes de entrar de nuevo a la Mansión de clan Denalí caminando hacia los aposentos de su dueño.

Jasper la seguía como una sombra y cuando la voz grave y firme del patriarca les dio paso para entrar, él lo hizo con ella.

Eleazar estaba sentado en una silla y una linda joven completamente desnuda cimbreaba la cabeza, engullendo su verga con glotonería dentro de la boca.

Sulpícia alzó el mentón, regia y Eleazar susurró algo en el oído de la muchacha. Ésta se levantó y caminó hacia una esquina, manteniéndose en la sombra.

—Necesito que alguien me lleve al Reino —Ordenó ella, sin mirar como el hombre se escondía el falo duro dentro de sus pantalones.

—Querida Sulpícia, eso es técnicamente imposible. Baal es el Rey ahora y no creo que te reciba con los brazos abiertos….

— ¡Maldito demonio fornicador! ¡Sal fuera y dime lo que ves! ¡Comprenderás la dimensión del problema que se nos echa encima! ¡Necesito estar con mi familia!

Eleazar la observó serio y caminó hacia fuera de la estancia.

Jasper se mantuvo al lado de su Reina mientras que Eleazar Denalí, se llevaba las manos a la cabeza atemorizado por lo que veían sus ojos.

— ¡Es Miguel! ¡Miguel y su Legión de Ángeles Vengadores! —gritó alguien a sus espaldas, horrorizado.

Continuará…

Capítulo 44: Capitulo 44 Capítulo 46: Capitulo 46

 
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