Demon Prince (+18)

Autor: sistercullen
Género: Espiritual
Fecha Creación: 15/03/2011
Fecha Actualización: 12/12/2012
Finalizado: SI
Votos: 53
Comentarios: 148
Visitas: 183832
Capítulos: 47

Summary: Bella descubre, que la sesion espiritista hecha en su adolescencia,le marca la vida hasta lo altamente imporbable : la aparicion del principe de los demonios: Edward I.

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Capítulo 26: Capitulo 26

                                                         DEMON PRINCE.

 

Edward sonrió a su hermana de una manera extraña. A Alice le pareció que nerviosa. Edward se sentó al lado de Bella y emergió dentro de aquel periódico con ella.

 -Espero que me perdones por lo que voy a hacer.- dijo antes de rodearla con sus brazos.

-¿Qué….?

  Bella notó el calor abrasivo de los brazos de Edward y sintió que volaba, perdió la conciencia y todo se volvió negro.

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  Capitulo 26.

 

 

Sulpícia  habia trabajado de valiente aquella semana. 

   Su principal temor había sido despejado y como una vez lo fue ella, ahora. En la actualidad, uno de sus hijos clamaba la esencia de una mujer con rabia y derecho. Aquello la enervaba y a la misma vez la enorgullecía. Hacía  siglos que no veía a sus hijos, y ansiaba verlos, pero también los maldecía por ser hijos de quien eran; El demonio. Aro era el rey; desde hacía ya varios cientos de años. Pero la historia ahora; no tenia nada que ver con ella y su marido el cruel Rey de Los Demonios: Aro. Era la muchacha que habia visto entre ráfagas de fuego en la mente de la mujer decadente que habia pagado bien, para que la liquidase de una manera simple.

   Rosalie también era una elegida; lo habia visto claramente el dia que la pusieron en su puerta a los pocos años de nacida. Tenia la señal en aquella cabecita sin cabello. La señal de los ángeles caidos.

    Sulpícia quiso armarla de la mejor de las maneras posibles; haciéndola una buena bruja en en arte de la Wicca. Y así habia sido. Rosalie después de ella misma, era la mejor. Su belleza y exuberancia eran una nimiedad si se comparaba con la sabiduría que habia llegado a absorver a lo largo de todos aquellos años.

   ¿Pero para cual de sus dos hijos varones estaría destinada? 

   Al recordar a sus tres hijos se enfadó consigo misma. Sus rostros se habían borrado de su mente con el paso del tiempo y se martirizaba por ello continuamente.

   Pero ella no podia concebir haber amado a un hombre que emperaba el mayor de los ejércitos malvados; Aro. Y sus hijos, un dia llevarían por estandarte este mismo hecho.

   Pero ahora, todo habia cambiado. Los sentimientos, el anhelo, el amor de uno de sus hijos estaba seriamente en peligro. Aquella mujer, unida a la predestinada de su hijo, la quería muerta, pero lo que aquella mujer extraña no sabía era que la vida de ambas estaba unida….mas bien, la de la extraña a la de Isabella. Si Isabella moría ella caería segundos después.

   No así; al contrario.

  Había una especie de mala corriente sanguínea por parte de la mujer que habia llegado hasta ellas. Pero también habia podido oler mas allá de su piel, el aroma a azufre de quien ha vivido una temporada en el mismo infierno.

   Todo eran preguntas que pronto tendrían solución.

-Sulpícia. El altar ya está conformado. ¿A quien quieres invocar?

Sulpicia giró su rostro hacia Rosalie y acarició el amuleto terminado entre sus manos.

-No voy a hacerlo yo, hija. Lo harás tú.- Sulpicia se acercó a Rosalie lentamente.- Escucha hija. Escúchame bien. Quiero que invoques a Himrun; él me ayudó en su dia. Necesitamos que alguien te permita viajar al inframundo. ¿entiendes Rosalie?

   Rosalie jadeó y tapó su boca con una mano. ¿Súlpicia se habia vuelto loca?

-¿Estas diciendo en serio eso….si me dan el salvoconducto me mandaras al infierno; Sulpicia?

La mujer asintió con fervor la cabeza.

 Rosalie le dio la espalda y miles de preguntas se le atiborraron en la cabeza. Todo habia sido demasiado extraño aquella semana….y ella sentía que iba a ocurrir algo. Su precognición se lo clamaba. Incluso habia soñado con una extraña sombra enorme que la abarcaba de una manera total y por muy extraño que pareciese, ella se sentía poderosa y protegida.

     Pero debía de confiar en su mentora. Aquella mujer aunque algo extraña, la habia acogido a una temprana edad, cuidándola y asesorándola en todo lo que ella sabía. Rosalie le debia la vida y ella era agradecida.

  -Esta bien.- le dijo volviéndose para encararla.- Pero antes dime que he de hacer allí.

Sulpícia sonrió y cogió a la hermosa muchacha de un hombro, llevándola consigo a un mullido sofá.

 -No temas Rosalie. Alli te enfrentaras con tu destino….

Rosalie sonrió a la mujer con benevolencia. Como si aquellas simples palabras totalmente enigmáticas, hubieran sido suficiente.

   -Vamos a invocar a Himrum….

 

 

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  Alice había seguido a su hermano. No tenia ganas de encararse con aquel maldito nieto de chamán que le haría un espectáculo en el bar de las oficinas. En aquel bucle extraño, se preguntaba como reaccionaria Bella al saberse secuestrada. La pequeña súcubo crujió los dientes y volvió a maldecir a su hermano, oyendo a lo lejos una suave risa socarrona.  Él ,sabia perfectamente todo lo que estaba pensando. ¡Maldito majadero!

   Sintió como el suelo se reafirmaba en sus pies y vió la tierra roja de Amenek. Eran las tierras de los Denalí…¿pero que pretendía el imbécil de su hermano?

    Corrió tras de él, al verlo caminar hacia un edificio alto y antiguo.

   -¿Por qué la has traído hasta aquí? Podias haberla llevado a casa…allí estaría mejor…tú lo sabes…

  Edward chasqueó la lengua y la miró de soslayo.

 -Lo hablé con Aro. Es el sitio ideal. Si ella es como mamá; puedo conseguir algo de glamour y confundirla.

  -¿Y si no lo es? ¿Y si Isabella no es como mamá?

  Edward se paró en seco con Isabella entre sus brazos, miró a su hermana; evaluándola.

-De sobras sabes que la elegida para el futuro rey sigue unos patrones. Tú antes que yo te diste cuenta de ello; ósea que ahora no intentes confundirme, pequeña charlatana.

Edward volvió a renaudar el paso, olvidándose completamente de su hermana. Abrió sin ninguna dificultad el grueso portón y caminó  decidido; mirando de vez en cuando la faz de su bella secuestrada. Una sonrisa ladina se dibujó en sus sensuales labios, anticipándose a todo lo que estaría por venir.

  -Déjame estar con ella, Edward. Sabes que es mejor….

  Edward abrió la puerta de lo que parecía una habitación y no se volvió para encarar a su hermana, antes de dejar a Bella en una mullida cama de terciopelo negro.

 -Voy a estar dándome de cabezazos toda la vida contigo…..-rugió, sin importarle que Bella despertase.- ¡Creaste el vinculo con ella! ¡Con mi esposa, con mi mujer! ¡Maldita desviada de mierda! ¡Como yo vea que la tocas de una manera lasciva, te juro Alice,que te convierto en pira al segundo!

  Alice lo miró muy seria y de pronto estalló en carcajadas.

   Edward se sentía un tonto y se pasó la mano por el cabello desordenado.

  -Ya sabia yo que eso me iba a crear problemas contigo…- Alice seguía mondada de la risa.- Pero somos hermanas de sangre hermanito y nada puedes hacer…¿sabes lo que quiere decir eso?

  Edward volvió a rugir, enormemente cabreado.

-Si.

  -Pues jódete. Ya, ya lo sé es un término, muy humano, pero estaba deseando de decírtelo. Juro por nuestro padre que he estado contando los días para esto.- Volvió a estallar en risas, acercándose a la cama donde descansaba Bella.- Ahora mas vale que te marches y me dejes sola con ella. ¿O prefieres que te encuentre aquí cuando despierte? Es mejor que vaya preparando el terreno…Edward.

  Edward apretó sus fuertes puños y miró una última vez a su linda secuestrada. Alice llevaba razón…

 

 

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-Himrum, poderoso señor a quien el inframundo  rinde culto.
Tu que dominas desde los antros tenebrosos del infierno hasta la superficie de la tierra y sobre las aguas del mar.
Tu espíritu infernal llave de paso hacia los infiernos. Yo te adoro, te invoco, te pido y exijo, después de entregarte mi don para que de el dispongas, que abandones las regiones infernales y te presentes aquí dispuesto a concederme lo que te pida.
Rey del inframundo, de todo corazón y con el alma condenada te entrego el mayor de mis tesoros, mi sabiduria entera sí accedes a mis ruegos.
Ven a mi, rey y señor, soy tu sierva, ninguna imagen o objeto religioso hay en mi casa.
Rey del inframundo, preséntate sin temor a ser desobedecido, desciende, penetrame con tu luz, lanza tu sombra majestuosa sobre tu esclavo.
Maldito, maldito, maldito sea el dia en que sobre mi cabeza derramaron agua bendita., Himrun,
señor, invoco tu presencia ante mi.

  

Rosalie; extendida de brazos delante de un espejo como instrumento de pasaje; admiraba su cuerpo con una escasa túnica negra, obedecíendo pies juntillas todas las palabras que el libro de invocaciones inscribía.

   Sulpícia se hallaba en un rincón, abrumada por la escena que estaba contemplando. El amuleto yacía en el cuello de su ahijada. Era el símbolo de protección para viajar al infierno. Ya todas las cartas estaban encima del tablero. De un minuto a otro Hirmum haría acto de presencia y entonces él sabría él porque, de aquella invocación.

   El espejo comenzó a deshacerse y de él comenzó a manar un extraño flujo verdoso, amontonándose en el suelo de la pequeña habitación.

   Rosalie admiraba el espectáculo sin miedo. Su mente le decía una y otra vez que aquello era el principio de todo y a la misma vez el final.

   De aquella masa deforme comenzó a subir un extraño pico y poco a poco fue formándose lo que podia adivinarse como un cuerpo. Poco segundos después; un hombre fornido y con ojos negros como el carbón se irguió ante ella, llevándole mas de dos cabezas.

  -¿Quién osa reclamarme?.- bramó, con una cruel autoridad.

 -Rosalie Hale.

 -Y bien…Rosalie Hale, torpe mortal sabionda. ¿Quién te ha formado para reclamarme?

 -Yo, Himrum. He sido yo.

  El demonio buscó la voz entre las sombras y Rosalie pudo apreciar el asombro del demonio, en sus ojos oscuros.

 -¿Sulpícia?.- preguntó con otra cadencia de voz; que no tenia nada que ver con la primera.

 Sulpícia salió de entre las sombras y miró al demonio enorme, sonriéndole.

 -Exacto, Himrun. Y necesito que Rosalie llegue al infierno. Sabes que solamente tú, puedes conseguirlo.

  Himrum quedó pensativo un lapso de tiempo y siseó algo en una lengua antigua.

 -¿Qué has dicho?.- Sulpícia, caminó aprisa hacia él y subió la cabeza para mirarlo a los ojos carbonizados.- ¿Qué has querido decir?

 El demonio; se mostró nervioso y balbuceó.

-Olvidé que sabias la lengua antigua. Contigo desde luego no puedo…. Esta bien. Edward, Edward ha estado confinado en mi mundo por siete años….

-¿Siete años?.- Sulpícia casi gritó.- ¿Por qué?

 -Sulpícia, tú no tienes ni idea….tu primogénito ha dejado el infierno en manos de tu esposo, mientras se ha estado revolcando con esa humana. Todos queríamos que fuese Emmet y no él, el que ascendiera al trono cuando Aro…

-¿Cuándo Aro…qué?

 -Aro quiere abdicar. Buscarte. Te hecha de menos, mi Reina.

 Rosalie, abrió los ojos asombrada y se giró levemente para admirar a la mujer que estaba posicionada a su lado.

 Sulpícia notó como nuevamente se abría la herida de su amor por Aro y reprimió un gemido de agonía. Pero ahora…él no era importante, ni ella tampoco. Todo aquello era por la futura esposa de su hijo.

   -Sigue.- ordenó ella, intentando parecer impasible.

   -Con todos mis respetos mi Reina; pero Edward no está preparado para este hecho. Quise alejarlo de la humana, y que Emmet reclamara como suya a la que estaba destinada para Edward.

 -¡Pero eso imposible! ¡Si esto se hace, ninguno de mis hijos varones será feliz!

-Calma, mi Reina. Por lo poco que yo sé. Emmet no la ha reclamado.

  Sulpícia respiró hondo y miró a Rosalie; haciendo un gesto indicándole que se marchara.

  Rosalie, extrañada, hizo caso a su maestra y cerró la puerta tras de sí al marcharse.

 -Himrum. Esa chica que se ha marchado, es la futura esposa de uno de mis hijos, llévala al infierno o te juro por lo mas sagrado para nosotros que cuando vuelva al infierno te relegaré….

 

Continuará….

Capítulo 25: Capitulo 25 Capítulo 27: Capitulo 27

 
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