Demon Prince (+18)

Autor: sistercullen
Género: Espiritual
Fecha Creación: 15/03/2011
Fecha Actualización: 12/12/2012
Finalizado: SI
Votos: 53
Comentarios: 148
Visitas: 183821
Capítulos: 47

Summary: Bella descubre, que la sesion espiritista hecha en su adolescencia,le marca la vida hasta lo altamente imporbable : la aparicion del principe de los demonios: Edward I.

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Capítulo 43: Capitulo 43

CAPITULO 43

Esme se retorcía las manos, nerviosa, mientras observaba el dulce rostro de su vulnerable nieta.

La pequeña dormía y densas manchas color cereza inundaban sus mejillas casi albinas.

No podía negar la semejanza con su padre. Edward era un demonio increíblemente atractivo y viril. Suspiró fuertemente y dio un respingo al notar la presencia de alguien a sus espaldas.

Baal había llegado y no se hallaba solo. Una bella muchacha lo acompañaba, Esme sintió como se le estrujaba el corazón y dio dos pasos hacia la muchacha rubia, mientras se llevaba las manos a su pecho.

—No puedo creer que seas tú… —gimió Esme con el dolor reflejado en sus ojos. — Al fin sé quiénes son mis hijas, al fin sé de ti, Rosalie…

Rosalie avanzó con lentitud y evaluó con meticulosidad los rasgos de su madre.

Si alguna vez albergó dudas o alguna clase de odio a la mujer que la trajo al mundo, abandonándola frente a la puerta del negocio de Sulpícia, fueron disipadas casi inmediatamente al mirarla. Se fundió con ella… en su dolor.

Le habían robado lo más preciado para ella, llevándola casi hasta la locura por encontrarlas. De nada le sirvió tener influencias en las altas esferas o haber copulado con el mismo Baal. Las pequeñas mellizas fueron robadas para ser entregadas a los padres de los mayores enemigos de Baal: La estirpe Vulturi, aquellos que los relegaron de todo su poder en el pasado. Ambas habían nacido con las marcas de las elegidas, siendo ya por eso, especiales hasta en el mínimo detalle.

Rosalie tenía trazada en su cabeza la runa de la precognición y se decidió entregarla a Sulpícia aunque ella ya no formara parte del mundo demoniaco. La mujer de Aro la instruiría hábilmente y una vez formada sería la mejor Wicca del mundo espiritual y demoniaco.

En la cabeza de Isabella en cambio, había una runa extraña que habían tratado de descifrar estudiando el libro del Gran Grimonio, decidiendo finalmente entregársela a Aro para que la criara dentro de su misma familia y su primogénito sintiera su esencia desde el primer momento.

Edward debía de haber cuidado de Bella desde su infancia haciéndose así el vínculo de ambos más fuerte y que el amor resurgiera más pronto que tarde. Pero Aro decidió no criarla y la historia no se creó como se hubo contado en tiempos pasados.

Rosalie entrecerró los ojos mientras admiraba el iris de su madre, veía claramente aquellas palabras extrañas entrelazadas las unas con las otras. Respiró profundamente e invocó a algún espíritu que le diera la suficiente clarividencia para entender.

La verdad explotó en sus ojos y comprendió el poder que ejercía Bella… un poder que no se asemejaba a nada, en todo el caminar de los tiempos.

—Madre —Rosalie tragó la bola formada en su garganta, perdiéndose de nuevo en el suave iris de la bella y angelical Esme —necesito hablar con Bella. Necesito hablar con mi hermana…

Su voz sonaba desesperada y Baal la miró frunciendo el ceño.

— ¿Qué ocurre Rosalie? —Preguntó su padre, buscando algo en los ojos de Esme — ¿Qué pasa con Bella?

Rosalie agitó la cabeza y giró el rostro hacia su padre que se encontraba recargado en el marco de la puerta con los brazos cruzados sobre su pecho.

—La marca de Bella… —susurró Rosalie.

Baal dio un respingo y giró a su hija hacia sí, agarrándola por los hombros.

—No me gustan las sorpresas Rosalie, te lo advierto. Dime ¿Qué ocurre con la marca de Bella? —Baal escudriñaba a su hija con la mirada, manteniendo el cuerpo tenso y apretando los hombros de ella con fuerza — ¿Sabes el significado? ¿Has encontrado el significado, Rosalie?

Rosalie cerró los ojos e intentó visualizar en su mente aquella línea elegante entrelazada.

—Equilibrio —Rosalie abrió los ojos y pudo ver claramente la falta de comprensión en el rostro de su padre.

Esme se interpuso entre ambos y comenzó a elevar su voz en un cántico antiguo sobre la leyenda de los Ángeles. Baal y Rosalie la miraron ceñudos y ella con la mirada perdida, como el que ha perdido la noción de la realidad, susurró cariñosamente.

—Equilibrio… la balanza entre el bien y el mal por fin será estabilizada…

.

.

.

—Te busqué como un loco cuando desapareciste —Edward había enredado entre sus dedos un mechón de aquel cabello semi ondulado y lo acariciaba mirándolo fijamente, pensativo. Se hallaban recostados en la gran cama de Bella. Ella sobre el cuerpo de él, metida entre sus piernas y mirándolo sin si quiera pestañear. Embobada por aquella cercanía, por el dulce contacto de piel contra piel. Elevó uno de sus brazos y con la mano jugó ella también con un mechón del cobrizo cabello de él. Espeso, vigoroso y brillante.

—No quiero juramentos eternos, Edward —ella buscó su mirada, tan ardiente como la de él —Sabes perfectamente porque estás aquí —en el rostro de Bella se dibujó una risa amarga que no le llegó a los ojos —Quiero lo que únicamente tú puedes darme… y te odio por eso —fue un siseo casi inaudible, pero Edward se abalanzó sobre ella y la colocó debajo de su cuerpo para atacar sus labios con voracidad.

— ¿Y si me negara? —le susurró entre besos y lamidas —Si me negara a darte aquello que tanto necesitas. Si esto… —le volvió a susurrar él, ensalzando su verga entre los labios hinchados de su vulva —se negara a entrar de nuevo en ti ¿Qué serias capaz de hacer, Bella?

Bella lo miró terriblemente seria e intentó organizar sus ideas, sus prioridades. Pero era inútil, deseaba a Edward, lo deseaba tanto que su cuerpo picaba por aquellas áreas que no mantenía contacto con las de él.

—Te necesito de nuevo —dijo ella mirándolo a los ojos —Necesito que te entierres en mi, Edward. ¿Qué quieres que haga?

Él dejó su miembro erguido hacia un lado y le acarició el rostro a ella en un gesto sumamente tierno.

—Deseo que me escuches, quiero explicarte todo… quiero que entiendas todo lo que hice y porque lo hice. Debes comprender que te amo Bella y estoy destinado a amar solamente una vez. Y la hembra eres tú, eres mía así como yo también soy tuyo. ¿No lo sientes?

Bella no quiso contestar a aquella pregunta porque muy dentro de ella sabía que aquello que había dicho Edward era una realidad aplastante. Los músculos de su cuerpo se contraían cuando lo tenía cerca y las manos le temblaban al tocarlo. Lo deseaba constantemente y su subconsciente le decía que no era solo por culpa del Hex.

—Estoy en mi Hex, Edward. Contigo tengo la mala costumbre de no estar nunca en mis cabales cuando me abordas. Porque ¿Tengo que recordarte que me has manipulado en todo momento, Edward? —le censuró ella haciendo un mohín.

Él sonrió y le besó la clavícula haciendo que cerrara los ojos en un acto reflejo. Tener los labios de Edward en contacto con su cuerpo era la experiencia más maravillosa del mundo. Nada se le asemejaba.

—Es difícil para un demonio como yo, acostumbrado a hacer siempre lo que le ha venido en gana y no se ha justificado con nada ni nadie, manipular a quien yo creí fuera simplemente una humana, traerla a mi territorio y seducirla… —volvió a besar su piel, recorriendo con su boca el canal de sus pechos, preparándose entre sus piernas para volver a penetrarla —Pero estaba tan desquiciado con toda tú… Bella —alzó la mirada para perderse en sus malditos ojos. Tan bellos y sensuales —Haría cualquier cosa por ti, cualquiera…

Edward se posicionó en la entrada de su centro y rozó con su capullo inflamado los sensibles labios de Bella. Ella jadeó y volvió los ojos hacia atrás.

— ¿Cualquier cosa, dices? —preguntó ella entre cortadamente.

—Ahá… —susurró él. Perdido en la vorágine de estar en contacto con el área más placentera y ardiente de su cuerpo —Lo que quieras mi amor.

Bella alzó los brazos y se ayudó con las manos para aprisionar el rostro de Edward y estrellarlo contra el suyo, saboreando su piel salada. Recorriendo los labios con su lengua, dejando escapar un suspiro de agonía.

—Sabes lo que deseo… lo sabes demasiado bien —dijo entrecortadamente.

—Sí —gruñó él, totalmente ofuscado por sus besos y el contacto — ¡Esto! ¡Quieres esto, maldita provocadora!

A medida que pronunciaba aquellas palabras se coló con fuerza en la vaina de Bella haciéndola jadear e impulsar sus caderas hacia arriba, recibiéndolo de nuevo, agradecida y con la piel deseosa de que su contacto fuese todavía más letal.

—Dime —embestida —que —embestida —me amas, Bella —Edward se dejó caer lentamente dentro del fuego de ella mientras que ambos se miraban a los ojos.

Bella sintió que volaba, mientras que aquella verga perfecta colisionaba con ella, haciéndola estrecha, marcando el paso. Paralizándole el corazón — ¡Dilo, Bella! Dime que me amas —Se alzó colosal, como él era de entre sus piernas y sacó toda aquella magnifica vara que la estaba matando de placer. Ella se revolvió en contra de él y quiso arañarle el rostro.

— ¿Qué parte de la palabra "Te odio" no entiendes? —le gritó ella, hecha un basilisco.

Él rió, como si le hubieran contado un chiste privado y se bajó de la cama, dando un breve paseo hacia el umbral de la puerta.

—No creo que me odies —Le dijo sin mirarla.

Bella parpadeó un par de veces aturdida por la visión de la fuerte espalda de Edward, sus glúteos y aquellas piernas atléticas. Se le hizo la boca agua inmediatamente y saltó del catre para ir a su encuentro, enrollando sus manos alrededor de la cintura de él, acariciando su arma colosalmente dura, pero a la misma vez tierna y blanda que se alzaba casi a la altura del ombligo.

—No te odio —le susurró —Aunque he querido hacerlo.

Bella sonrió al ver que él le tomaba las dos manos y se movía para mirarla frente a frente. Ella encandilada, volvió a perderse en el matiz de aquellos cabellos cobrizos y en la belleza de aquel rostro de Adonis perfecto.

Edward sonrió al sentir como ella lo miraba. Había abierto la boca lentamente y había apretado aquel labio suyo tan tentador con sus dientes… cuando ella hacia aquello lo volvía loco… y ya no podía estarlo más.

—Con eso me conformo, por ahora… —La alzó con fuerza y la estrelló a la pared con fuerza. Ella se rió de una manera tan sexy que a Edward se le vinieron abajo las pocas defensas que tenia… la cordura… todo, absolutamente todo.

Con las piernas alrededor de la cintura de él, Bella sintió como su potente masculinidad la llenaba de golpe y la devoraba con fuertes embestidas. Profundas, gloriosas, llenando hasta su alma de aquel placer sin descripción.

El sonido de sus cuerpos amoldándose a la perfección la puso aún mas frenética, sintiendo como su cuerpo se hinchaba de un cúmulo de perfectos hilos de sensaciones, ovillándose y expandiéndose por todos los rincones de su blanca anatomía aplastándola devorándola en un preludio sin límites.

—Voy a explotar, Edward —jadeó enronquecida y apresando los cabellos broncíneos de él junto a sus labios —Córrete conmigo Edward. Dame la mano.

Edward esclavizado por el cuerpo, los eróticos y lastimeros gemidos de ella separó con hastío las manos de sus pechos y las elevó poco a poco mientras que la embestía con una furia de amor desmedida llegando hasta las manos frágiles de ella, retorciendo su cabello, estirándolo y encogiéndolo, jodiéndolo de una manera tan malditamente perfecta que iba a reventar de puro éxtasis.

—Te voy a bombear más fuerte y más rápido Bella… lo voy a hacer y me correré —Edward arrancó las manos de su cabeza y las posicionó a ambos lados de su cuerpo. Gruñó y comenzó a planear dentro de ella de una manera perversamente arrolladora. Las embestidas rozando la bestialidad eran suaves caricias rápidas. La montaba como un salvaje, una fiera…un loco de amor.

Reconoció la luz en los ojos de ella, estaba al borde, a punto caer al vacío.

—Iremos juntos, los dos… —susurró él acariciando el oído de ella con la lengua.

La explosión fue brutal. Ambos comenzaron a gemir convulsionándose uno dentro del otro, dejándose engullir por una espiral de gozo tan abrumadora que se perdieron en aquel mar de sensaciones.

Edward la miró intensamente mientras se corría, fue consciente como poco a poco se le iba emborronando la vista, como se perdía en el orgasmo más perfecto y duradero de toda su jodida vida de adulto.

—Be…lla… —farfulló con la garganta seca y los ojos perdidos en el rostro de ella —Te voy a robar del hijo de puta de tu padre —carraspeaba, mientras observaba como ella volvía a la cordura tal como lo había hecho él —Y te voy follar hasta que un hijo mío llene tu vientre —Jadeó—Eres mía… ¡Joder…no sé que he hecho toda mi apestosa vida sin ti, como pude confundir a la arpía de Josephine con mi elegida…! Perdóname Bella… perdóname mi amor.

Bella, jadeante intentaba recuperar el aliento de aquel tremendo viaje de placer hacia el precipicio de ella misma. De su alma.

¿Desde cuándo sentía aquello por Edward? ¿Desde cuándo le agradaba que le hablara de amor y la mimara entre sus brazos?

Pero ahora, la cordura había vuelto a ella en simples segundos, visualizando en su cerebro los preciosos ojos de su hija y la espesa mata de cabello cobriza tan parecida a la de él.

—Vete —susurró ella mirando el mentón fuerte de él. No se sentía con fuerzas de mirarlo a los ojos —Por hoy no te necesito mas. Vete.

Edward caminó hacia atrás forzadamente, desvinculando su cuerpo al de ella, aterrorizado con aquella reacción.

— ¿Qué ocurre? ¿Qué se te ha pasado por la cabeza para que…? ¿Qué he dicho o he hecho de malo, Bella?

Ella vomitó una risa amarga que erizó los vellos a Edward. La vio caminar serenamente hacia el lecho donde habían gemido de desesperación al amarse. Se sentó y tapó su desnudez con la sabana. Edward maldijo el tejido y sintió profundos celos hacia él.

— ¿No te has preguntado nunca porqué cambié? ¿Por qué ya no soy una débil mortal? tal y como tú nos denominabas —Lo miró sin pestañear, con la imagen de su hija clavada en su mente.

El dio dos pasos hacia ella, pero ella negó y alzó la mano para que se quedara donde estaba.

Edward frunció el ceño y buscó en aquel cuarto algo con lo que tapar sus vergüenzas antes de contestar a su pregunta. Hallando sus pantalones y embutiéndose en ellos sin si quiera abrochárselos. Se quedó en el mismo lugar donde había estado antes y se pasó una mano por el cabello, nervioso.

—Sí, pero sé que fue cuando Josephine murió.

Bella abrió mucho los ojos sorprendida y desvió la mirada para que Edward no pudiese verla llorar. Se apiadaba de su alma corrompida, de los deseos que la habían llevado hasta la muerte. Sabía que el culpable había sido Edward. Su destrucción había sido el ser que la había llenado con su carne.

—No entiendo…

—Tú y ella, estaban unidas. Aro encontró a Reneé en la sala de la Morgue de un hospital llorando por su hija muerta —Edward caminó despacio hasta llegar a ella y se arrodilló ante ella, acariciando sus rodillas con su pecho —Te llevaba a ti en brazos y decidió que te dejaría con aquella mujer humana, para pasar completamente desapercibida… a cambio de eso a Josephine le devolvió la vida, pero no fue su verdadera alma la que llegó a ella. Una descendiente de la bruja Morgana se metió dentro de ella y la hizo tal y como tú la conociste.

—Malvada… —sentenció Bella sin emoción en los ojos —Digna para entrar en nuestras filas…— la sonrisa amarga de ella no pasó a Edward desapercibida.

—Somos el mal personificado Bella y tenemos que admitirnos tal y como somos… aunque encuentro, sinceramente que tú no eres así… hay algo en ti, algo celestial…

Bella lo descuartizó con la mirada y alzó el mentón con petulancia.

—Mi madre fue un ángel.

Edward contuvo una carcajada. Lo había dicho como una niña pequeña que intenta quedar por encima de otra, con orgullo y una pizca de pedantería.

—Lo sé —susurró él, con la voz ronca.

—No me importa que haya muerto, eran dañina para todos los que estuvieran a su alrededor… ni te imaginas como utilizó a Carlisle, como lo envolvió en su tela de araña hasta atraparlo…

Edward se alzó y la miró desde arriba con ira en los ojos. Otra vez aquel humano en medio de ellos. Lo odiaba y cuando su nombre se verbalizaba en los labios de Bella le agarraban ganas de marcharse al plano mortal y arrancarle la cabeza.

— ¿Lo amaste? —preguntó él con un gesto de clara repugnancia.

—Sí.

Edward comenzó a pasear desquiciado alrededor de la cama, gruñendo y farfullando palabras sin sentido.

— ¿Lo amas? —Paró bruscamente delante de ella despidiendo brasas por sus ojos — ¿Lo amas todavía, Bella?

Bella lo miró un momento con los ojos entrecerrados. Estaba celoso, el maldito demonio estaba enfermo de celos hacia Carlisle, se tuvo que tapar la boca para que él no viese el dibujo de una sonrisa traviesa en los labios de ella y entonces contestó.

—No, no lo amo. Hay una persona que se lleva todo el amor que yo pueda ofrecer.

Edward se abalanzó hacia ella y le sujetó los hombros con fuerza, comenzando a cambiar, el profundo enfado que lo estaba poseyendo. Sus falanges se estaban convirtiendo en feroces garras que no podían hacer nada a la fuerte piel de ella.

— ¡Disfrutas castigándome! ¡Maldita! ¡Te digo cuarenta millones de veces que te amo como un imbécil y tú me sales con que hay una persona que se lleva todo el amor que tú puedas ofrecer! ¿Quién te crees que soy? ¿Un pelele? Bella, he matado a legiones de demonios muchos más fuertes que tú y no he sido magnánimo ni he tenido piedad… ¡Demonios! Hacía siglos que no cambiaba en estado de furia.

— ¿Te conviertes en macho cabrío? —preguntó ella divertida, viendo como de la cabeza de Edward comenzaba a crecer unas astas.

Él no contestó y la soltó sin ganas, respirando profundamente e intentando calmarse.

—Tenemos una hija —sentenció Bella como quien habla del tiempo —Baal me clavó la daga inmortal y por eso me convertí en lo que soy ahora… morí como humana, pero renací como demonio —explicó con una diversión perversa en sus ojos, pues veía como los rasgos de Edward poco a poco iban cambiando y su aspecto cada vez se asemejaba mas a un macho cabrío.

— ¡No es cierto! —rugió él, haciendo temblar las paredes del recinto — ¡Dime que estas poniéndome a prueba, Bella! ¡Dilo! —Edward temblaba, mientras sus piernas se convertían en feas patas peludas con pezuñas en los pies — ¿Me estás diciendo que has parido una hija mía? Jodida hija del Demonio… —La agarró fuertemente y la sacudió, escupiéndole en el rostro — ¿Esa es tu venganza por amarte como lo hago? Dime ¿Es esa?

—Fui la sustituta de mi hermana siempre… os burlasteis de mí, tanto Carlisle como tú… creaste un glamour para poder follarme ¡No hagas que enumere todo lo que me has hecho jodido cabrón de mierda! Os escuchaba follar todas las noches desde mi cuarto… como ella gemía, como tú lo hacías…

—Te olía —bufó Edward —Podía oler como rezumabas excitación, me deseabas, deseabas estar en el puesto de tu hermana.

— ¡No! ¡Maldito demonio orgulloso! ¡Deseaba a Carlisle!

— ¡Mentira! — me deseabas a mí, siempre lo has hecho… no te has dado cuenta, porque tu parte humana estaba ahí, pero en cambio tu parte demoniaca dormida, ¡sólo se retorcía por mi jodida polla! ¡Maldita embustera del demonio! ¿Dónde está mi hija? ¿Dónde?

Edward había perdido completamente el control y estaba casi convertido en macho cabrío… sus temblores habían desaparecido y miraba con un impacto criminal a Bella.

Ella muy al contrario de él comenzó a sentir como le picaba la espalda y enfurruñada, se rascó mientras sostenía la mirada a su demonio, preguntando por la niña.

Un dolor descomunal se cernió sobre sus omoplatos y pudo ver en los ojos de Edward la incredulidad al ver como ella se retorcía de dolor. Desnuda, jadeante y con la fuerte quemazón que algo estaba saliendo de su cuerpo, se llevó las manos a la espalda intrigada y aterrorizada.

Tocó algo tan suave como divino y cerró los ojos con fuerza por el dolor de la última sacudida.

—Bella —Edward volvía ser él, del macho cabrío no quedaba nada y su enfado parecía ser que mucho menos —Nena… —rió de manera juvenil —Tienes alas… unas perfectas alas gris plateado…

Continuará…

Capítulo 42: Capitulo 42 Capítulo 44: Capitulo 44

 
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