-No - Edward negó con la cabeza-. He estado repasando. Lo hemos hecho en un coche, en un avión, en el despacho de mi jefe, en tu despacho y en el jardín de casa de tu madre, pero en una escalera todavía no.
A ella le entró la risa.
-Seguro que nos descubriran.
-Eso es lo que dijiste sobre las estanterías de la biblioteca -respondió con una amplia sonrisa-, y no nos descubrió nadie.
Bella notó enseguida aquella sensación familiar de calor entre los muslos.
-Esta bien, pero deprisa. No quiero faltar cuando corten la tarta.
Edward la cogió de la mano y la sacó de la sala de baile por una estancia que llevaba hasta una pesada puerta de incendios.
Al otro lado, había un rellano de escalera de color gris. Bella miró la escalera que llevaba hacia los pisos más altos. También había un tramo que bajaba hasta el sótano del hotel.
-No sé. Puede entrar alguien por la puerta, bajar o subir . Me parece un poco arriesgado.
Él sacó la navaja multiusos que llevaba encima, seleccionó el destornillador y trucó la barra de hierro de la puerta.
-Ya está. He cerrado la puerta. Por ahí ya no vendrá nadie -luego se volvió hacia Bella y preguntó-: ¿Qué llevas debajo del vestido?
Bella se rió al escuchar la pregunta, ya tan familiar.
-Un liguero y unas medias. Nada más.
-Dios, nena...
La erección le dificultó a Edward lo de desabrocharse los pantalones del traje gris y crema que llevaba puesto. Cuando por fin logró bajarse la cremallera, el pene apareció listo para la acción.
-Aquí está -susurró Bella -, ¡pobre!, todo arrugado en ese horrible traje.
-Dale un beso para que se ponga mejor -sugirió él. Bella se miró el precioso vestido y, luego, la sucísima escalera.
-Si subes tres escalones, lo haré. No quiero estropearme el vestido al arrodillarme.
Con las prisas, Edward casi se tropezó al subir la escalera.
Antes de dedicarse a él, Bella dejó el bolso en el suelo. En aquella posición, Bella podía acceder al pene con sólo inclinarse y apoyarse en las piernas de Edward.
Empezó a pasarle la lengua por la punta.
-Eso es, cielo -gimió él con los ojos cerrados-. ¡Dios, sí! ¡Qué bien! ¡Me gusta!
Bella se detuvo para mirarlo.
-Sólo acuérdate de que me debes una, ¿eh?.
Edward abrió los ojos.
-Oye, esto es sólo para ponerme, ahora me ocupo de ti.
-Ya, promesas, promesas -susurró ella antes de abrir la boca e introducirse en ella el capullo del pene.
De repente oyeron una puerta que se cerraba y unos pasos que bajaban al trote por la escalera.Bella se incorporó mientras Edward la separaba. Para cuando los dos chavales llegaron al descansillo en el que estaban, ella ya estaba delante de él para tapar la bragueta abierta y el pene empalmado.
-Hola -saludaron los niños al pasar corriendo al lado de los dos adultos antes de dirigirse a la puerta de incendios.
-Está cerrada -avisó Edward-, tendran que bajar un tramo y salir por el sótano.
Los chicos no lo pusieron en duda y siguieron bajando golpeando en los peldaños con las suelas de las deportivas.
En cuanto oyeron la puerta del sótano cerrarse tras los chavales, a Bella y a Edward les entró un ataque de risa.
-Te lo dije -insistió ella mientras lo miraba. El pene de Edward estaba caído frente al vestido de Bella, que lo miró y empezó a reírse-: Se ve ridículo.
-Ya te daré yo ridículo -rugió Edward antes de empezar a subirle la falda de seda a manos llenas.
-¡Espera! ¿Qué haces? - gritó.
Él metió por fin las manos bajo el vestido, le agarró las nalgas desnudas y, en un movimiento suave, levantó a Bella .
-¡Edward! -Bella lo cogió por los hombros para sujetarse.
-Abrázame por la cintura con las piernas -le pidió.
Al darse cuenta de lo que pretendía hacer, Bella accedió y pataleó para apartar los metros de tela que le impedían mover las piernas. Él se volvió y la apoyó contra la pared al tiempo que ella le rodeaba la cintura con los muslos.
Aunque Bella notó en los hombros desnudos la frialdad y la dureza de las paredes de cemento, tenía el coño ya húmedo y caliente, preparado para recibirlo.
Con la espalda de Bella contra la pared, Edward vio una de sus manos liberadas. Se agarró la polla y la introdujo en la hendidura. Los dos rugieron de placer cuando él empujó para meter su carne en el cuerpo de Bella .
-¡Oh!-suspiró ella.
-¡Ah! -gimió él.
Edward no esperó. Empezó a mover las caderas con rapidez en un movimiento mecánico y a empellones contra Bella. Se agitó hasta que notó el golpeteo de sus propios testículos y entonces se retiró hasta casi salir del cuerpo de ella.
La combinación del roce de su enorme polla con la excitación de estar follando en un lugar público puso a punto a Bella casi al instante. En aquella posición, el pecho le quedaba a la altura de la cara de Edward. Con una mano, se retiró la parte superior del vestido y se pellizcó el pezón derecho. Cuando él lo mordió, Bella gritó y se corrió.
El orgasmo de Bella llevó a Edward hasta el borde de la tensión. Se introdujo en ella una última vez, se tensó y estalló lanzando toda la leche caliente dentro de Bella , que se derrumbó hacia delante y apoyó la barbilla en la cabeza de Edward. Notaba aún la cara de éste sobre el pecho y el calor de sus jadeos sobre la piel.
Y así permanecieron, con los cuerpos contra la pared, bañados por la tenue luz del descansillo, jadeantes y satisfechos.
Cuando Bella recuperó el aliento, bromeó diciendo:
-Bueno, pues ya podemos tachar la escalera de esa lista que estás haciendo.
-Sí -confirmó Edward-. Ahora, vamos por el restaurante.
-¿Cómo? ¿Estás loco? No podemos follar en un restaurante.
-Eso mismo dijiste de la biblioteca y del descansillo de la escalera.
A Bella le entró la risa.
-Bájame al suelo, anda, maníaco sexual.
Edward dio un paso hacia atrás y sacó la polla del calor de Bella.
-Vaya... -lamentó en cuanto notó la ausencia de Edward-. Odio cuando nos separamos.
-Yo también -coincidió él antes de dejarla en el suelo-. Por eso quiero casarme contigo. ¿Qué te parece, mi pequeña espía? Se acabó lo de darme largas. Te amo y amaria pasar los próximos cincuenta años contigo.
-Ok -suspiro Bella -, me casaré contigo este otoño, en el aniversario de nuestra primera cita. -Se recolocó el pecho en el sujetador del vestido.
-¡Este otoño! Ni de broma. Para eso quedan seis meses. Si espero mucho, vas a encontrar otro hombre y me mandarás a la porra.
-Eso no va a ocurrir, Cullen. Ya estás atrapado -Bella recogió el bolso que había dejado en las escaleras-. Si aceptas lo de celebrar la boda en septiembre, te dejo elegir el destino de la luna de miel. -luego le besó la barbilla-. ¿Te parece?
-Me parece. Si el juicio empieza en junio, Vulturi debería estar ya en la cárcel para entonces -Edward sonrió-. Aunque... antes de casarnos tenemos que follar en un cine y en una tienda.
Él le cubrió el pómulo de besos.
-Sólo si el cine tiene palco -Bella se separó de él y señaló la salida de incendios-. Deben de estar a punto de cortar la tarta. Vamos.
Edward abrió la puerta con el destornillador de la navaja.
Cogidos de la mano, él y Bella volvieron a la sala, pero no sin antes decir:
-Niña mala-
*Fin*
Espero les gustara la historia, gracias a todas las que se tomaron el tiempo para leerla, recomiendenla. besos y de nuevo GRACIAS 
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