SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85443
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

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Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 10: CIERRA PUERTAS Y VENTANAS!!! UN LIBERTINO ANDA SUELTO

Había sido sencillo huir de Londres sobre el lomo de Brutus, flanqueada por dos fornidos lacayos. En esta ocasión, Bella no se tomó la molestia de disfrazarse. Si la casa de la ciudad estaba vigilada, deseaba que Emmett se enterase de su partida y viera la pesada maleta con ropa que llevaba, para que pensase que se marchaba de Londres.

No obstante, el escape pareció innecesario cuando se hallaban a varios kilómetros de distancia y, aparentemente, nadie los seguía. El sol radiante les ofrecía muy buena iluminación para la vigilancia, pero los caminos estaban atestados de granjeros que llevaban sus productos al mercado y de viajeros que iban a pasar el fin de semana en Londres. Sólo se vio partir de Londres un importante carruaje y Bella lo dejó tan atrás que no le importó que la siguieran o no.

Desayunó en una posada mientras aguardaba la llegada de Kate y cuando ésta llegó, no trajo consigo noticias que despertaran sospechas, de modo que Bella viajó tranquila durante el resto del camino en el coche de los Grenfell, rumbo a Hampshire. Cuando habían hecho la mitad del recorrido, reemplazó una preocupación por otra, pero poco podía hacer al respecto, excepto esperar que sus temores fueran infundados. Tenía a su favor la circunstancia de que un hombre como Sir Edward no abandonaría el bullicio de Londres por una pequeña reunión campestre, y Lady Black le había dicho que esa fiesta, planeada con meses de anticipación, contaría con la asistencia de sus vecinos que, como ella, eran aficionados a la vida campestre y generalmente evitaban la vida de Londres durante la temporada.

Llegaron por la tarde y fueron los primeros en arribar. Eran pocos los que planeaban pasar allí la noche, ya que la mayoría vivía en las cercanías. Kate durmió durante el resto de la tarde. Bella dijo que haría lo mismo, pero cuando se halló a solas en la habitación que le asignaron, se instaló frente a la ventana que daba al frente de la casa y miró ansiosamente hacia el camino. Estudiaba cada carruaje que llegaba y cada pasajero masculino que descendía. Incluso observó detenidamente las idas y venidas de los criados, para asegurarse de escudriñar a todos los hombres que aparecían.

Cuando Angela entró mucho más tarde para ayudar a su ama a prepararse para la velada, tuvo que soportar pacientemente el nerviosismo de Bella y sus constantes viajes a la ventana, cada vez que oía llegar a un nuevo invitado. Le llevó media hora completar su peinado.

-¿A quién buscas tan afanosamente? -preguntó finalmente Angela cuando Bella volvió a sentarse frente al tocador.

-A mis caballeros, naturalmente -respondió Bella-. Hasta ahora sólo ha llegado Sir Artemus Shadwell.

-Si los otros deben llegar, llegarán. El hecho de que los vigiles no cambiará la situación.

-Puede que sea así -admitió Bella, pues su respuesta había sido una mentira.

 

La verdad era que, desde que conoció a Edward Cullen, había pensado muy poco en sus cuatro posibles. Eso debía cambiar.

Afortunadamente, para su tranquilidad de espíritu, el último ruido que la hizo ir hacia la ventana fue aparentemente el último coche en llegar. Angela logró ayudarla a ponerse el vestido de seda de color azul pálido que había escogido para esa noche, complementado con los zafiros de los Cameron alrededor de su cuello y sus delicadas muñecas. Bella se distendió un tanto.

Cuando Kate se reunió con ella para ir a la planta baja, Bella estaba muy tranquila. Él no vendría. Bella ignoró la pizca de decepción que esa certidumbre le produjo.

Lady Black las recibió al pie de la gran gradería que partía del gran vestíbulo de entrada y se dividía en el centro. Un pasillo bordeado por una baranda rodeaba el vestíbulo de la planta alta, permitiendo la visión de la planta baja. Una gran araña de luces pendía del centro del cielo raso abovedado y lanzaba sus destellos sobre el suelo de mármol blanco.

Bella estaba ansiosa por recorrer el resto de la casa y Renesme no la decepcionó, diciendo que sus invitados podían aguardar. Contribuyó a tranquilizar más aún a Bella con su amena conversación y sus modales encantadores, mientras recorrían las habitaciones. Silverley era una enorme casa campestre, semejante a un castillo, con su parte central y sus esquinas almenadas, pero su interior no era en absoluto medieval, excepto quizás en los antiguos gobelinos que adornaban muchos de sus muros.

Bella tuvo la impresión de que se trataba de un hogar, no de una casa para ser exhibida, si bien podía serlo perfectamente. La visita guiada concluyó en la parte posterior de la casa, donde se habían reunido los invitados. De pie en la pequeña antecámara, que tenía ventanales de vitrales que iban desde el suelo hasta el cielo raso, podían vislumbrar la sala de estar a la izquierda y, más allá, la sala de música. A la derecha se veía un gran comedor y después un hermoso invernadero. Bella decidió visitarlo más tarde con detenimiento. Pero en ese momento Renesme estaba ocupada haciendo presentaciones, antes de que los numerosos invitados que deambulaban por los distintos cuartos, que daban al parque de la parte posterior de la casa, pasaran a la sala de estar.

 

-Tengo un vecino que te agradará conocer -dijo Renesme a Bella cuando finalmente la acompañó, junto con Kate, a la sala de estar-. No todos se marchan a Londres durante la temporada. Yo tampoco me hubiera marchado si no lo hubiera prometido, pero me alegra haberlo hecho, pues me dio la oportunidad de conocerte. Y no te preocupes, pues más tarde hablaremos sobre lo que Jacob me dijo acerca de los caballeros que te interesan.

-Sólo he visto a Sir Artemus, Bells -dijo Kate, inquieta, sabiendo que Bella había estado ansiosa sobre el hecho de que sus posibles asistieran a la reunión o no.

-Así es -dijo Renesme-. Pero podrían llegar mañana. Los cuatro aceptaron mi invitación. Pero, entretanto, debes conocer a Lord Warton. Jacob está muy celoso de él. Lo cierto es que en ocasiones me pregunto qué hubiera sucedido si hubiera conocido a Justin Warton primero. -Su sonrisa traviesa daba a entender que no hablaba en serio.

-Justin no es tan mayor como tus otros caballeros, Bella -prosiguió diciendo Renesme-. Sólo tiene alrededor de veintiocho años, pero es tan agradable. Sé que te gustará. Ama a su familia y aborrece Londres, de modo que no podrías haberlo conocido allá. Sólo va a la ciudad una vez por año para llevar a su madre y a su hermana de compras, y siempre fuera de temporada. Veamos, ¿dónde está? -De estatura diminuta, Renesme se vio obligada a ponerse en puntillas de pie para poder ver por encima de algunos hombros, pero finalmente sonrió. -Allí, junto al hogar. Vengan conmigo, queridas.

 

Bella avanzó dos pasos y se detuvo abruptamente. Acababa de ver al hombre apuesto y corpulento que estaba sentado en un sofá de color crema y dorado junto al hogar, flanqueado por una joven rubia muy parecida a él y por una mujer mayor, que obviamente eran su hermana y su madre respectivamente. Pero también había visto a los dos caballeros elegantemente vestidos que se hallaban a escasa distancia, de pie frente al fuego. Eran los hermanos Cullen y fue el moreno el que la miró a los ojos, haciéndola vacilar, gruñir por lo bajo y sentir un extraño vahído...

Debió realizar un enorme esfuerzo para dejar de mirar a Edward Cullen y continuar caminando detrás de su anfitriona, que no había percibido nada. Hubiera deseado volverse y retirarse, antes de acortar la distancia que la separaba del sofá, a sólo dos metros de donde se hallaba ella. Pero era imposible. Por lo tanto, decidió concentrarse en los Warton, especialmente en Justin Warton, y dar la espalda a los Cullen.

Era sencillo comprender por qué Renesme pensaba que Justin podría atraer su interés.

Era sumamente atractivo, de cabellos rubios, rasgos definidos y regulares, y unos hermosos ojos azules, ojos que contemplaron admirativamente a Bella. Además, era el hombre más alto que jamás conociera. Lo comprobó cuando él se puso de pie para besar la mano de ella.

Era corpulento, de hombros anchos y músculos firmes. Su tamaño lo hubiera convertido en un hombre intimidatorio si no fuera por su sonrisa infantil y sus modales encantadores.

Bella se sintió de inmediato muy cómoda junto a él y, durante algunos minutos, casi olvidó a la persona que estaba detrás de ella... casi. El problema era que podía sentir esos ojos sensuales que recorrían su cuerpo, con la misma mirada con que la había mirado aquella noche del baile de los Crandal. ¿Mirado? No, devorado a través de la habitación, como lo hacían ahora a pocos centímetros de distancia. Trataba de no imaginar lo que él estaría imaginando en ese momento mientras la miraba.

La interrupción que provocó la aparición de otra persona fue una distracción bienvenida.

-Aquí estabas, mi amor -dijo Jacob Black, deslizando un brazo posesivo alrededor de la pequeña cintura de su mujer-. ¿Por qué será que cada vez que salgo de la habitación este grandote tonto siempre aparece a tu lado?

Ni sus gestos ni el tono de su voz demostraban que hablase en serio o en broma, pero Justin Warton no se ofendió. En cambio rió, como si estuviera habituado a que su anfitrión hiciese esa clase de comentarios.

-Si deseara robártela, Montieth, lo sabrías -dijo Justin, guiñando un ojo a Renesme.

-No comiencen con sus bromas -dijo Renesme, con tono suavemente admonitorio-, o harán creer a estas señoras que hablan en serio. No es así -dijo a sus invitadas-; en absoluto-.

Y añadió: -Por si no lo han adivinado, éste es mi marido. -Luego continuó con las presentaciones, ya que, aunque Kate sabía de su existencia, no lo conocía personalmente.

 

Bella había supuesto que una mujer tan hermosa como Renesme Black tendría un marido excepcionalmente apuesto y el cuarto vizconde Black de Montieth lo era. Tenía cabellos castaños con reflejos dorados y los ojos de color café, que brillaban con reflejos ambarinos cada vez que miraba a su mujer y no era difícil comprender que se le hubiera considerado un libertino hasta un año atrás, y que su comportamiento hubiese estado a la altura de su reputación. Tampoco era difícil comprobar que ahora estaba completamente domesticado y muy enamorado de su mujer. Lo asombroso era que fuese tan joven. Bella calculó que debía ser apenas unos pocos años mayor que ella; pero sus actitudes eran las de un hombre mayor. De hecho le recordaba a Sir Edward que, de pronto, invadió nuevamente sus pensamientos.

 

-Vamos, gatita, ¿durante cuánto tiempo piensas ignorarnos? -dijo de pronto la voz profunda de Sir Edward.

-Durante toda la noche, si de mí depende -respondió Jacob con tono hostil.

Durante un instante, Bella creyó que Edward se dirigía a ella. Pero la respuesta de Jacob, que provocó el codazo que Renesme le propinó en las costillas, la enfrentó con la realidad.

-Oh, Dios, ¿es que siempre debo actuar como árbitro? -dijo Renesme, sin dirigirse a nadie en especial. Luego fue hacia el hogar y besó a los hermanos Cullen en la mejilla-. Como si alguien pudiera ignorarlos durante mucho tiempo -añadió riendo-. Pero no creo que sea mi atención la que desean con tanta impaciencia. Vengan conmigo y los presentaré. –Les dio el brazo a ambos y los hizo avanzar. -Lady Kate, creo que no conoces a mis tíos, Emmett y Edward Cullen, ¿verdad?

Tíos. ¿Tíos? ¿Por qué esa pequeña información no se dio a conocer antes?, se preguntó Bella, enfadada. Ella no hubiera asistido a la reunión si hubiera sabido que los Cullen eran tan conocidos de Renesme Black. Su sobrina. Mierda.

Su incomodidad se hizo más llevadera pues el grupo estaba formado por cuatro personas, los Warton y Kate. Justin se apresuró a alejar de allí a su hermana, para que no entrara en contacto con dos notorios libertinos. Bella deseó tener a alguien que cuidara de ella tan diligentemente; alguien que evitara que él estuviera en presencia de ella.

Kate no apretó los labios y respondió con frases breves, poniendo en evidencia su animosidad hacia los dos hombres. Pocos minutos después dio una excusa y se dirigió hacia otro grupo de personas.

Ella dejó a Bella en un aprieto terrible. Si ella también se marchaba, su actitud sería grosera. De modo que permaneció allí, sometiéndose al minucioso escrutinio de los Cullen.

Y ambos se dedicaron a examinarla abiertamente, sin ambages.

Emmett no consideró necesario ignorar lo que acababa de ocurrir.

-Creo que la joven está incómoda, Eddie. No debe estarlo, Lady Bella. Mi hermano y yo somos inmunes a esa clase de reacciones.

-Puede que tú lo seas -dijo Edward, con ojos brillantes-. A mí me agradaría que me tratasen con un poco más de consideración.

A Bella no le cupo ninguna duda acerca de la clase de consideración que él deseaba, ya que, cuando lo dijo, la miraba directamente a ella. Ella no pudo reprimir una sonrisa. Él no podía aguardar a que estuvieran a solas para ejercer sobre ella su seducción. Eso era incorregible.

También Renesme debió pensar lo mismo.

-Vamos, Eddie, prometiste comportarte bien.

-Y lo estoy haciendo -dijo él con toda inocencia-. Si hiciera cuanto deseo, gatita, provocaría un escándalo en tu casa.

Bella tuvo la sensación de que hablaba seriamente, a pesar de que Renesme rió como si él estuviera bromeando.

-La asustarás, Eddie; ten cuidado.

-De ninguna manera -objetó Bella.

-Ya ves, querida -dijo Emmett-. Puedes ir a atender tranquilamente a tus invitados. La señorita estará perfectamente segura con nosotros.

-Oh, jamás lo puse en duda -dijo Renesme y, al alejarse añadió: -Jacob, no dejes de vigilarlos.

-De acuerdo -dijo Jacob, frunciendo el ceño.

Emmett rió.

-Qué falta de confianza.

-Lamentablemente justificada -gruñó Jacob en voz baja.

-Creo que todavía no nos ha perdonado, Eddie -dijo Emmett.

-No me incluyas, hermano. Sólo le señalé que si se casaba con Nessie, su salud se vería afectada. Tú, en cambio, fuiste responsable de que tuviera que guardar cama durante varias semanas, para no mencionar el hecho de que lo trajiste a la rastra desde la India cuando demostró su renuencia hacia el matrimonio...

-Nunca...

Bella interrumpió a Jacob.

-Antes de que esta conversación tome giros insospechados, será mejor que yo...

Edward le impidió terminar la frase.

-Excelente idea. Mientras ellos riñen a sus anchas, usted y yo iremos a contemplar las flores del invernadero.

 

Sin darle oportunidad de rehusarse, Edward la tomó del brazo y comenzó a conducirla fuera de la habitación. Ella trató de apartarse de él, pero él no se lo permitió.

-Sir Edward...

-No se comportará como un cobarde, ¿verdad? -le dijo al oído.

Bella se irritó ante el desafío.

-Simplemente no deseo salir de la habitación con usted.

-Pero lo hará.

Ella se detuvo y él se vio obligado a arrastrarla o detenerse a su vez. Se detuvo y esbozó una leve sonrisa.

-Se lo diré de otra manera, querida. O la beso en el invernadero o la beso aquí, y en este mismo instante. De todas maneras, la tomaré entre mis brazos y...

-Eso cree usted -dijo Bella, antes de percibir que muchas personas los observaban-.

Está bien -dijo en voz baja y sibilante-. Me agradaría ver el invernadero, pero no habrá besos y deberá prometérmelo antes, canalla.

Él sonrió confiadamente.

-Vayamos entonces.

Continuó conduciéndola, deteniéndose cada tanto para intercambiar algunas palabras con personas a las que conocía, como si estuvieran simplemente recorriendo las habitaciones.

Bella alcanzó a mirar a Kate, que la contempló con gesto de desaprobación. Pero Bella no se atrevía a intentar de nuevo liberarse de él. Era discutible que Edward hubiera osado besarla en presencia de todos, pero no podía arriesgarse.

Pero debió haberse asegurado su promesa. Cuando dijo “Vayamos entonces” no le prometió nada, cosa que corroboró cuando entraron en el invernadero.

-Esto es muy hermoso -dijo Bella, inquieta, mientras él deslizaba su brazo por la cintura de ella y la guió por los senderos bordeados de plantas.

-Estoy de acuerdo -dijo él, pero la miraba a ella.

Ella desvió la mirada, mirando fijamente las estatuas que se erguían a los lados del sendero, las flores, la fuente que se hallaba en el centro del recinto. Pero no podía dejar de pensar en la mano que se apoyaba en su cadera y quemaba su piel a través de la tela delgada del vestido de talle alto.

-Debería... debería ponerlo a prueba, Sir Edward.

Su voz era débil y temblorosa y debió carraspear para continuar hablando.

–Fue endiabladamente injusto que adoptara esa actitud.

-Lo sé.

-¿Era necesario ser tan despótico?

Él se detuvo y la hizo volverse. Estudió detenidamente su rostro. Alarmada, Bella percibió que estaban en un extremo del invernadero, donde las gruesas ramas de uno de los árboles impedían ver la puerta. Estaban solos y el sonido de la fuente apagaba los ruidos de la fiesta.

-Sí, era necesario -respondió él finalmente con voz ronca-. Porque desde que la vi, sólo he podido pensar en esto.

Bella no pudo reunir la fuerza necesaria para protestar cuando la acercó hacia él.

Deslizó la otra mano por el cuello de ella, levantando su mentón con el pulgar y, durante un instante fugaz ambos se miraron a los ojos. Luego ella sintió sus labios cálidos, seductores, que oprimían suavemente los suyos y cerró los ojos, aceptando lo inevitable. Necesitaba saber y ahora sabía. Y por el momento nada importaba, excepto su sabor y el roce de su cuerpo contra el suyo.

 

Edward no la atemorizó con su pasión, que refrenó, a pesar de que íntimamente tuviera la sensación de tener un volcán en su interior. No recordaba haber deseado algo con tanta intensidad y trató de no abrumarla con sus sentimientos; deseaba hacer surgir en ella el deseo lentamente, hasta que lo quisiera con la misma vehemencia.

Nunca nada le había exigido un esfuerzo tan grande, debía frenar sus impulsos cuando su cuerpo anhelaba poseerla allí, en ese momento. Enloquecido de deseo, no percibió las pequeñas cosas que le hacía, enterrando sus dedos entre sus cabellos y despeinándola; deslizando su rodilla entre las de ella. Pero, afortunadamente para él, también ella había perdido la noción de cuanto hacía.

Ese muslo que rozaba su ingle, unido a los besos cada vez más profundos, fueron la perdición de Bella. Gradualmente, él comenzó a introducir su lengua en la boca de ella, abriéndola y suscitando en ella sensaciones exquisitas. Finalmente, logró que ella también explorase con su lengua y, cuando se deslizó entre los labios de él, no la soltó, succionándola hacia el fondo de su boca.

Indefensa ante su experiencia, Bella fue completamente seducida, hasta quedar entregada y dispuesta a dejarle hacer cuanto deseara. Cuando Edward lo percibió, gruñó. Frustrado, comprendió que había escogido erróneamente el lugar. Nunca imaginó que alcanzaría el éxito tan rápidamente.

Deslizando sus labios hasta el oído de ella, dijo: -Ve a tu habitación, querida. Te seguiré.

Hipnotizada y aturdida, ella no pudo relacionar una idea con otra.

-¿A mi habitación?

Él hubiera deseado sacudirla. No era el momento indicado para confusiones. La tomó de los hombros.

-Mírame, Bella -dijo él con urgencia-. No podemos permanecer aquí. ¿Lo comprendes? No es sitio privado.

Ella frunció el ceño.

-¿Y para qué necesitamos que lo sea?

Maldición. ¿Estaría Renesme en lo cierto? ¿Sería Bella tan inocente a su edad? La idea le produjo disgusto y placer al mismo tiempo. Si fuera así, se arriesgaría a perder lo que había logrado si la hacía reaccionar. Pero íntimamente, su veta tierna, hasta entonces dormida, deseó que fuese así.

Edward suspiró y se armó de paciencia.

-Haremos el amor; tú y yo. Es la consecuencia lógica de lo que hemos estado haciendo. Y, dado que ambos lo deseamos, debemos hallar un sitio en el que no nos molesten. Debes comprender que tu habitación es el lugar indicado.

Bella comenzó a menear la cabeza antes de que él concluyera la frase.

-Oh, ¿qué has hecho? No debías besarme. Te lo había dicho.

Su acento escocés lo excitó más aún y volvió a apretarla contra su pecho.

-Es muy tarde para mentiras, cariño; ya has claudicado en todo, menos en una cosa. Ahora compórtate como una niña buena y haz lo que te digo o te poseeré aquí mismo, lo juro, y que el diablo se lleve al que nos vea.

Si él trató con eso de amedrentarla, no lo logró. Ella estuvo a punto de reír ante sus embates, pero pensó que a él no le causaría gracia. El sentido común le decía que él no haría nada que pudiera causar a su sobrina una situación incómoda. Debió percibirlo antes de ir al invernadero con él.

-No le servirá de nada esa actitud descarada, amigo.

En ese momento, Edward no estaba seguro de que se hubiese comportado con descaro. Pero el hecho de que ella se lo señalara le hizo reaccionar, aunque no calmó por completo sus ardores. Había arruinado la oportunidad. Ella tenía todo el derecho a enfadarse.

Edward sonrió con su sonrisa devastadora.

-Si no puede ser ahora, iré a tu dormitorio más tarde.

Ella se apartó bruscamente de él y meneó enfáticamente la cabeza.

-No pasará de la puerta, se lo aseguro.

-No eches la llave.

-Tampoco haré tal cosa.

-La ventana entonces.

Los ojos castaños de ella lanzaron destellos de furia.

-¿Deberé sofocarme dentro de la habitación, cerrando todas las ventanas? ¿Por qué no puede aceptar una negativa? ¿Acaso no he hablado claramente?

-No es la respuesta correcta, cariño, y hasta que lo sea, no esperarás que desista, ¿verdad? Debo pensar en mi reputación.

Ella rió, aliviando un tanto la tensión. Dios, él era incorregible, completamente inmoral, pero, ay, tan tentador. Nunca había conocido a un hombre tan atractivo sexualmente, tan fuerte y poderoso que ella se sentía atraída hacia él incluso en sus momentos más lúcidos, sabiendo muy bien que no era el hombre para ella. Pero, hablara él en serio o no, ella sólo podría superar la situación en que se hallaba siempre que no lo tomara seriamente.

Controlando nuevamente la situación y regañándolo con la mirada, Bella dijo:

 -Precisamente pensaba en su reputación, Sir Edward.

-Entonces debo tratar de ahuyentar otra vez esos pensamientos.

-No.

Él fue hacia ella y Bella contuvo el aliento. Antes de que pudiera reaccionar, estaba sentada sobre la baranda y él le sonreía. Ella había pensado que él trataría de besarla otra vez.

Esto no era gracioso. Detrás de ella había una altura cercana a los dos metros y medio. Sus pies colgaban en el aire y, si perdía el equilibrio, sólo podría cogerse... a él.

Frunciendo el ceño, intentó saltar, pero Edward se acercó a ella y levantó su falda. Se acercó aún más, obligándola a separar las piernas; luego acercó su pecho al de ella, empujándola hacia atrás...

-Cógete a mí o caerás. -Su voz le llegó a través del pánico que experimentaba.

Se agarró a él, porque no podía hacer otra cosa. Pero él no se enderezó para que ella recuperase el equilibrio. Dejó que permaneciera pendiendo a medias por encima de la baranda; su única tabla de salvación era el cuerpo de él.

-Será mejor que rodees mi cuello con tus brazos, cariño. -Con un brazo, oprimió el estómago y el pecho de Bella contra el cuerpo de él. -Ahora, sostente con firmeza, porque te soltaré.

-No, no lo hagas...

-Shh, cariño. -Su aliento rozó el oído de Bella, haciéndola estremecer. -Si no quieres ceder, por lo menos concédeme esto. Necesito tocarte.

Ella contuvo el aliento al sentir la mano de él sobre su rodilla que avanzaba lentamente hacia su muslo.

-Basta. Eres un maldito... -Y luego, con voz ronca, murmuró: -Edward.

Él se estremeció al oír cómo pronunciaba su nombre. Pero, antes de que pudiera decir nada más, sus manos llegaron hasta las caderas de ella y oprimieron sus nalgas con fuerza.

Bella gimió suavemente, echó la cabeza hacia atrás. Sus brazos y piernas caían laxamente a sus costados. Él tuvo la sensación de que pudo haberla penetrado. Sus labios besaron su cuello y, comprensiblemente, Bella olvidó su posición precaria.

-Supongo que no me agradecerás la intromisión Eddie, pero Lady Grenfell está buscando a la pequeña escocesa y es probable que venga aquí en cualquier momento.

Edward lanzó una maldición y miró a Emmett, que se hallaba a escasa distancia de ellos, mirando discretamente hacia la fuente. Tomó a Bella de las caderas y la levantó; durante un instante la sostuvo en esa posición, disfrutando de su cercanía. Las piernas de ella estaban prácticamente aferradas a su cintura. Transida de pasión, tenía los labios abiertos, los ojos cerrados y el rostro encendido. Edward dudó de que hubiera oído a Emmett.

-Oh, Dios -dijo, dejando que se deslizara hasta el suelo, irritantemente frustrado-. Deberemos continuar en otro momento, cariño.

Ella retrocedió; sus piernas estaban debilitadas y durante varios instantes él vio cómo sus ojos recuperaban lentamente la visión normal. Finalmente los abrió por completo y luego los entrecerró bruscamente. Fascinado, Edward ni siquiera vio la mano que ella levantó, pero sintió la sonora bofetada sobre su mejilla.

-No habrá otro momento para lo que deseas -dijo ella en voz baja, pero con una energía que demostró que estaba furiosa-. No conozco tus reglas, pero evidentemente no juegas limpio, de modo que aléjate de mí.

Ella se volvió y siguió en la dirección en la que habían estado caminando. Edward no trató de seguirla. Se apoyó sobre la baranda, tocando su mejilla y contemplándola hasta que desapareció.

-Me preguntaba cuándo saldría a relucir el carácter de esa escocesa. -Sonrió a Emmett, que se acercó a él.

-Diría que no fue muy severa.

La sonrisa de Edward se ensanchó.

-Ni siquiera se dio cuenta de que estabas aquí.

-¿Alardeas, hermanito?

-Sólo estoy muy complacido, viejo.

-Y bien, ahora que has logrado enfurecerla, imagino que no te opondrás a que yo haga un intento.

El buen humor de Edward se desvaneció de inmediato.

-Mantente alejado de ella, Emmett.

Emmett arqueó una ceja.

-¿Así que estamos posesivos? Pero tengo entendido que te ordenó mantenerte lejos de ella. Y, después de todo, querido hermano, todavía no la has conquistado.

 

Oh Dios Mio Emmett está peor que drupy apareciendo en todos lados….. ¿Que hubiese pasado si él no los hubiese interrumpido?.... Le llegó la hora a Edward de ser una completo canalla, Jake ya se reformó completamente… después de que lo quería golpear chicas recuerdan?, ahora fíjense lo feliz y enamorado que está de su esposa, y aún mejor la linda relación que tiene con sus tíos políticos que nos harán reír de aquí hasta la luna… ahora chicas, ¿Quién de ustedes quiere golpear a Ed?... espero sus opiniones y comentarios de este capítulo y chicass díganme que esperan para la próxima historia, o no quieren que haya otra?, a que protagonistas esperan?....

 

Diosapagana: Oh, por dios que calor!!! Perversos besos en un oscuro y perfumado invernadero, palabra ardientes que muestran necesidad “necesito tocarte”, y Emmett mi bello pirata irrumpe antes de que la inocencia de nuestra querida Bella sea perdida para siempre, aunque no se que quedara de inocente después de ese beso.

Querida lectora si aun estas allí, y quieres correr para tomar una ducha bien fría tienes toda mi bendición, pero antes déjanos un pequeño review, una brillante señal de vida, para no sentirnos solas, en este gran mundo que es la internet.

Besos de Eddie en el oscuro invernadero. Priscila

Capítulo 9: ¿TANTO SE ME NOTA? Capítulo 11: UN LABERINTO SIN SALIDA!!!!

 


 


 
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