SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85444
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

LINK EN FANFICTION PARA LAS QUE NO LO PUEDEN VER PASEN POR AQUÍII DISCULPEN LAS MOLESTIAS :(

Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 28: ENMENDANDO ERRORES

La introdujeron en el edificio, cargándola sobre el hombro de Tom. Antes de eso, habían aguardado que Will, el otro hombre más bajo, dijera que no había nadie a la vista. Bella experimentó cierto optimismo. La llevaban a un sitio donde alguien podía pasar y preguntarles por qué la trataban de esa manera. Sólo necesitaba dar un fuerte grito y sería rescatada.

En la posición en que se hallaba, con la cabeza hacia abajo, apenas vio una parte del edificio antes de entrar. Luego la llevaron escaleras arriba. Pero en la acera de enfrente se veían casas con fachadas de ladrillo, que parecían pertenecer a una zona residencial de cierta categoría. ¿Sería ésa una casa de huéspedes? Era probable que ya no hubiera nadie a esa hora de la mañana.

¿De modo que James se había instalado en una zona residencial de la ciudad? Eso explicaba que Edward hubiera tenido tantos problemas para hallarlo, pues había pensado que estaría en un sitio semejante al cobertizo del muelle, adonde la llevaran la vez anterior. Pero de nada le había servido hallar a James. Y ella, creyéndose segura, había caído en la trampa.

Demonios, despreciaba a James por su terquedad escocesa al no darse por vencido. Se detuvieron y alguien llamó a una puerta. Luego entraron y dejaron caer a Bella en una silla. Ella gruñó; los brazos, atados a su espalda, le dolían terriblemente después del largo y lento viaje hasta allí. Pero olvidó su molestia y miró con furia a su alrededor, buscando a James.

Cuando lo vio de pie junto a la cama, con una camisa en la mano, la maleta abierta sobre la cama como si estuviera empaquetando, lo miró fijamente, preguntándose quién sería.

Pero el cabello color zanahoria... Bella hizo una mueca. Si no hubiera sido por el cabello, no lo hubiera reconocido. Lucía horrible. Tenía el aspecto de alguien que debería estar en cama y no empaquetando para marcharse. Dios, cómo lo había dejado Edward. Su rostro estaba amoratado e inflamado; tenía un ojo negro, completamente cerrado y el otro, de color morado, apenas estaba abierto.

Su nariz estaba hinchada y torcida. Sus labios estaban cubiertos por costras sanguinolentas.

Tenía heridas en el rostro y en la frente, donde la piel se había desgarrado sobre el hueso. No la miraba. Contemplaba a los dos malandrines que la habían llevado hasta allí, que a su vez lo miraban como si nunca lo hubieran visto. ¿Acaso no sabían que él había recibido una zurra? Demonios, ¿se trataba de un error?

Así era. James arrojó la camisa con un gesto de furia, luego gruñó y apoyó sus manos sobre sus costillas. El movimiento brusco le produjo un intenso dolor. Wilbert y Tom Stow permanecieron de pie, inmóviles, sin saber qué pensar.

James se los dijo con voz ahogada por la ira. Apenas podía pronunciar las palabras a causa de sus labios inflamados.

-Idiotas. ¿El muchacho que envié no les entregó mi nota?

-¿Ésta? -dijo Tom sacando del bolsillo un trozo de papel-. No sabemos leer, señor - dijo, encogiéndose de hombros y dejando caer la nota al suelo.

James gruñó. -Esto me ocurre por contratar bodoques ingleses. -Señaló a Bella con el dedo. -Ya no la quería. Se ha casado con el maldito inglés.

En apariencia, Wilbert y Thomas creyeron que era gracioso y se echaron a reír.

Bella vio que lo poco que quedaba del rostro de James de color normal enrojecía. Si no hubiera debido pasar por una situación indignante, también ella lo hubiera hallado gracioso.

No así James.

–Marchense; ambos.

Los dos hombres dejaron de reír.

-Después de que nos pague, señor.

Wilbert empleó palabras respetuosas, pero su tono no lo era. En realidad, el individuo bajo y barbudo miró a James con gesto amenazante. El hombre más alto que estaba a su lado hizo lo mismo. James estaba callado y Bella lo miró sorprendida. Ya no estaba encolerizado; tenía miedo. ¿Acaso no tenía dinero para pagarles?

 

La verdad era que James apenas tenía el dinero suficiente para regresar a Escocia. Había contado con el dinero de Bella para pagar a sus mercenarios. Pero todo el dinero había ido a parar a manos del inglés. No era justo. Y ahora estos dos probablemente le matarían. En su estado, ni siquiera podría defenderse. Empujando la mordaza con la lengua, Bella logró zafarse de ella.

-Desátenme y les daré su dinero... a cambio de mi daga.

-No la toquen -ordenó James.

Bella furiosa, se volvió hacia él.

-Cállate, James. ¿Sabes qué hará mi marido contigo cuando se entere de esto? Si vuelve a tenerte entre sus manos quedarás mucho peor que ahora

Wilbert y Thomas repararon en el significado de vuelve, pero de todos modos escucharon a James. Habían matado a algunos hombres, pero nunca habían lastimado a una mujer. Este trabajo les había desagradado desde un comienzo y no lo hubieran aceptado si el escocés no les hubiera ofrecido lo que para ellos representaba una fortuna.

Wilbert se adelantó y cortó las ataduras de Bella con la daga de ella. Luego se la entregó, pero retrocedió con rapidez para estar fuera de su alcance.

Bella se sorprendió al comprobar que había resultado muy sencillo, ya que no tenía ninguna seguridad de que los dos rufianes la obedecieran. Pero lo habían hecho y ella se sentía mucho mejor. Y había estado en lo cierto al pensar que James no tenía dinero. De lo contrario él les hubiera pagado antes de que la liberaran de sus ataduras. James se sentó en la cama, sosteniendo sus costillas y mirando a los tres con cautela.

-¿Cuánto? -preguntó ella, poniéndose de pie.

-Treinta libras, señora.

Bella miró a su primo desdeñosamente.

-Eres tacaño, James. Pudiste ofrecer un poco más a estos individuos tan eficientes.

-Pude hacerlo si te hubieran atrapado antes de que ese canalla se casara contigo –dijo él, colérico.

Ella chasqueó la lengua, satisfecha de haber logrado dominar milagrosamente la situación que tanto temía. Tomó un puñado de dinero de su bolso.

-Creo que esto será suficiente, caballeros. -Entregó los billetes a Wilbert.

Los dos hermanos miraron fascinados las cincuenta libras. Wilbert dirigió la mirada al bolso de Bella. Ella se puso tensa.

-Ni lo intenten -les advirtió-. Y si no desean terminar como él -dijo mirando a James- no vuelvan a presentarse ante mis ojos.

Ambos sonrieron a la pequeña mujer que osaba amenazarles. Pero habían recibido una paga abundante. Si el escocés no hubiera estado tan maltrecho, lo hubieran golpeado por haberles insultado. Dadas las circunstancias, se dieron por satisfechos y después de inclinar las cabezas sonriendo, se marcharon.

Pero al llegar a lo alto de las escaleras, dejaron de sonreír. En ese momento subía el mismo caballero cuya casa habían estado vigilando durante los últimos diez días; el mismo que sin duda era el marido de la dama. Su aspecto no era amenazador, ni siquiera los miró al subir los escalones, pero ninguno de los dos hermanos pudo dejar de pensar que el estado en que se hallaba el escocés era obra de ese hombre.

Wilbert sacó su cuchillo, sólo para sentirse más seguro, pero lo ocultó contra su cuerpo. Si el caballero no hubiera actuado con tanta indiferencia, hubiera resultado peligroso.

En realidad, había visto el cuchillo y se detuvo. Suspiró antes de hablar.

-Mierda. Vengan hacia mí y acabemos de una vez.

Wilbert miró a Thomas antes de que ambos atacaran al unísono. Pero el ataque no dio el resultado que ellos esperaban. El caballero se apartó un segundo antes de lo previsto y, apoyando la espalda contra el muro, extendió un pie. Thomas rodó por las escaleras y, antes de que Wilbert comprendiera qué estaba ocurriendo, ya no tenía el cuchillo en la mano. Al ver que lo sostenía el caballero en la suya, corrió escaleras abajo, recogió al dolorido Thomas del suelo y lo arrastró fuera del edificio.

 

Arriba, en la habitación, Bella se paseaba enfadada ante la mirada amargada de

James.

-No existen calificativos para definirte, James. Me das vergüenza, no estas a la altura del apellido del abuelo

-Y tú lo has estado, ¿verdad?

-Cállate. Por tu culpa estoy casada. Por tu culpa debí casarme cuando no era lo que deseaba, al menos no de esta manera.

-Y lo has perdido todo, ¿verdad, estúpida? -dijo él-. Y me alegra, ¿me oyes? Ya que no puedo poseer la fortuna, por lo menos sé que él ha logrado quitártela.

Bella se detuvo y lo miró con furia.

-¿De qué hablas?

-Él me dijo que había quemado tu contrato matrimonial -respondió James con una mueca similar a una risa-. Él muy canalla lo posee todo ahora y aunque muera, no lo recuperarás, porque lo heredará su familia. Qué lindo marido te has agenciado, prima.

 

Ella estuvo a punto de reír, pero si Edward se había molestado en urdir esa mentira, ella no lo desmentiría. En realidad, era brillante pues hacía creer a James que ya no le quedaba ninguna oportunidad.

-De todas maneras, lo prefiero que a ti, primo.

Él trató de ponerse de pie, pero gimió y volvió a sentarse en la cama. Bella, lejos de compadecerse de él, lo instigó.

-Debiste marcharte cuando aún podías hacerlo, James. Si mi marido te encuentra aquí, te destrozará. Ya habrás comprobado que es un hombre con el que no se juega. Pero te lo mereces por haber intentado matarlo.

-Sólo estaba tratando de atemorizarlo para que te dejara. No sabía que ya estabas casada con él. Pero me golpeó por dispararle. Me dejó tendido en el suelo y no pude levantarme hasta esta mañana. -Pronunció esas palabras gimiendo. -Pero ya ves que iba a marcharme, de modo que no tienes por qué decirle nada a ese maldito espartano.

 

¿Espartano? Sí, quizás Edward pudiese en ocasiones ser comparado con esos hombres austeros, famosos por su estricta disciplina y sus hazañas militares, pero sólo en un sentido superficial. Su autocontrol podía ser desesperante cuando se lo proponía, pero cuando no era así, era tan exaltado como cualquier escocés. Sólo había que mirar a James y recordar que él no había recibido ni un rasguño. El pobre James parecía haber sido aplastado por un caballo, y no sólo zurrado por un hombre a golpes de puño.

 -No pensaba decírselo a Edward; no si de verdad te marchas -dijo ella.

-Eres muy bondadosa, niña.

El sarcasmo la enfureció.

-Si esperas que te compadezca, James, lamento decepcionarte. No puedo hacerlo, después de todo cuando me has hecho. Trataste de lastimarme.

-Te amaba.

Esas palabras le provocaron una sensación de asfixia. ¿Era posible? Lo había dicho muchas veces a lo largo de los años, pero ella nunca le había creído. ¿Por qué en esta ocasión sonaban sinceras? ¿O quizás él se había convencido a sí mismo de que era así?

En voz baja, temiendo la respuesta, ella preguntó:

 -Si es verdad, James, dime qué pasó con mi madre. ¿Tú agujereaste su barco?

Él levantó la cabeza y luego, poco a poco, el resto del cuerpo que estaba tendido en la cama.

-¿Por qué no me lo preguntaste cuando sucedió, Bella? ¿Por qué nunca me lo preguntó el viejo? No, nunca dañé su barco. Estaba en el lago buscando lombrices para poner en el guisado. No me acerqué a su barco.

-Pero, cuando te lo dijeron te horrorizaste.

-Sí, porque deseaba su muerte. Ese día me había golpeado. Pensé que mi deseo se había cumplido. Me sentí culpable.

 

Bella sintió un malestar en el estómago. Durante todos esos años le habían culpado por algo que no había hecho. Y él sabía qué pensaban pero nunca se defendió; sólo alimentó su resentimiento. No le convertía en una persona grata ante ella, pero era inocente.

-Lo lamento, James; soy sincera.

-Pero no te hubieras casado conmigo de todos modos, ¿cierto? Incluso sabiendo la verdad.

-No. Y no debiste tratar de obligarme a hacerlo.

-Un hombre hace cualquier cosa cuando está desesperado.

¿Por amor o por dinero? No lo preguntó. Pero pensó que quizás el testamento de su abuelo hubiera sido distinto si hubiese sabido la verdad. Aunque, en realidad, ella no lo creía.

Debía ahora liberar su conciencia por haber responsabilizado a James de la muerte de su madre, que ahora comprendía había sido un terrible accidente.

Le dejaría el dinero que tenía en su bolso y con el cual pensaba pagar sus cuentas.

Diez mil libras no era mucho comparado con lo que ella poseía, pero le serían útiles a

James. Y tal vez pudiera emplearlas para abrirse camino, en lugar de tratar de hallar siempre la senda fácil que le convertía en un ser más débil aún.

Bella se volvió para tomar el dinero sin que él la viera. Lo dejaría donde él pudiera hallarlo antes de marcharse.

-Te ayudaré a empaquetar, James.

-No deseo que me hagas favores.

Ella ignoró su respuesta llena de amargura y fue hacia el tocador donde todavía quedaban algunas prendas. Las tomó y deslizó el dinero entre ellas antes de guardarlas en la maleta. Cometió un error al acercarse tanto a él. James la tomó por la cintura.

-Bell...

La puerta se abrió y él la soltó. Bella nunca supo qué había estado a punto de decirle. Deseaba pensar que se disculparía por todo cuanto le había hecho. Pero ya no importaba. Edward estaba en la habitación.

-Había tanto silencio que pensé que se habían matado mutuamente.

Ella no le preguntó por qué estaba allí.

-Según parece, tienes la costumbre de escuchar detrás de las puertas, señor mío.

Él no lo negó.

-Es una costumbre útil y, en ocasiones, fascinante.

El en ocasiones se refería a la conversación que había escuchado cuando ella había hablado con Kate. Entonces, a él no le había agradado lo que oyó. Pero en esta ocasión, no pudo haber oído nada que le enfadara. Su mirada era severa, pero ella ya conocía la diferencia. Estaba enfadado, pero no tanto. Tal vez fuera tan sólo un resto del enojo de la noche anterior.

-Como ves, se marcha -dijo ella, avanzando hacia su marido.

-¿Y viniste a despedirte? -respondió Edward secamente-. Qué amable eres, querida.

Ella no entraría en su juego.

-Si has venido para llevarme a casa, te lo agradezco. No tengo coche.

Ella tuvo la esperanza de que fuera suficiente y que él no se ocuparía de James, haciendo una escena de la que no deseaba ser testigo. No quería ver a Edward en el estado de ánimo que seguramente lo había llevado a golpear a James. Su mirada le hizo contener el aliento. Luego miró a James. Bella sabía que su primo debía estar temblando de miedo.

-Me habré marchado dentro de una hora -dijo James.

Edward continuó mirándolo durante un instante más. Luego saludó con una breve inclinación de cabeza y condujo a Bella fuera de la habitación. La tomó del codo con fuerza. Cuando llegaron a la calle, Bella sólo vio el caballo de Edward. Un niño de la calle sostenía las riendas.

Bella decidió atacar antes de que lo hiciera él.

-¿Qué hacías otra vez aquí?

-Vine para llevarte a casa.

-Dirás que viniste a asegurarte de que se hubiera marchado, ya que no podías saber que yo estaba aquí.

-También eso.

Ella rechinó los dientes.

-¿Lo sabías?

-No hasta que te oí decirle todas esas cosas desagradables.

De modo que había estado detrás de la puerta desde el comienzo. ¿Habría dicho algo que él no debía oír? No, creía que no... esta vez, no. Pero igualmente estaba enfadada.

-Mejor hubiera sido que ahuyentaras a sus hombres, que aún vigilaban la casa; desde el parque, sin duda. Me siguieron hasta el banco y...

-Sí, Seth dijo a dónde ibas. Imagina mi sorpresa al hallarte aquí.

 

Lo dijo como si no hubiera creído las palabras de Bella.

-Demonios, Edward. No sabía dónde estaba; ¿cómo hubiera podido hallarlo aunque lo hubiera deseado? Esos pillos que contrató todavía no sabían que él había desistido de su propósito de secuestrarme.

-Es plausible -dijo él, entregando una moneda al niño y montando su caballo.

Ella miró con furia la mano que él le ofreció. No le atraía mucho la idea de sentarse junto a él. Hubiera preferido tomar un coche de alquiler, pero no había ninguno a la vista.

Tomó la mano de Edward y se halló colocada entre las piernas de él; las suyas caían sobre los muslos de su marido. Obligada a rodearlo con sus brazos, se ruborizó. Fue un viaje desconcertante; le hizo pensar en su dilema principal. Junto al calor de su cuerpo, aspirando su perfuma, sólo podía pensar en la forma en que podría liberarse del convenio que había concertado con él, para volver al lecho de Edward sin ninguna clase de condicionamientos…

 

POOORRR FIIIINNNNNNNN JAMES YA NO INTENTARIA NADA.. Y BELLA QUERÍA ARREGLAR LA SITUACIÓN, AHORA SOLO HAY UN PEQUEÑO INCONVENIENTE, EL ORGULLO Y EGO DE EDWARD ¿PERMITIRA EL QUE OCURRA SU FINAL FELIZ?

Diosapagana: La verdad salió a la luz, James no asesino a la madre de Bella, ¿pero habría que creerle sus palabras de amor? No lo se, ya he leído montones de veces esta historia y aun no estoy convencida. De lo que si estoy convencida es que Bella se las vera negras para tratar de romper el pacto con el diablo que ella misma creo. Ajjajajjaa

Querida lectora, bella e inteligente, si estas aquí con ganas de mas te aviso que los capítulos que vienen son mi parte favorita de la historia, y creo que a ti también, por eso te pido un maravilloso y alegre review, para así poder seguir trabajando con mas ganas para ti.

Besos Deliciosos de Edward.

Priscila.

Capítulo 27: EL REMORDIMIENTO QUE CARCOME MI CONCIENCIA Capítulo 29: El comienzo de mi CELIBATO

 


 


 
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