SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85414
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

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Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 13: ATRAPADA POR EL VERDADERO DEMONIO


-No, Dios mío, que todo sea un sueño.

En realidad era una pesadilla. Se había despertado en una habitación que no era la suya y no recordaba cómo había llegado hasta allí. Bella miró a su alrededor. Rogando no estar despierta, pero sabiendo que lo estaba. El papel de los muros estaba manchado y descascarado. Había un lavabo lleno de agua y una cucaracha caminaba por la jarra que estaba a su lado. Todo se hallaba sobre una mesa de tres patas precariamente instalada en un rincón, porque faltaba la cuarta. Bella se hallaba sobre una cama angosta, cubierta hasta la cintura con una manta de lana basta. Nada en el suelo, ni en los muros, ni en la ventana.

¿Cómo era posible? Oprimió sus sienes, tratando desesperadamente de recordar.

¿Había estado enferma? ¿Había sido víctima de un accidente? Pero sólo recordaba la noche anterior, aunque esa noche pudo haber sido la de muchos días atrás.

No había podido dormir, circunstancia enojosa que se repetía cada vez que veía a

Edward Cullen. Ella y Kate habían regresado de la campiña tres días antes, pero no había podido olvidar los momentos que pasara allí junto Edward, ni su inesperado ofrecimiento de ayuda en lugar de intentar seducirla.

 

Y sin embargo, a pesar de su promesa de no asediarla, al menos hasta que ella no se casara, había permanecido todo el día junto a ella. Le había permitido alternar con los demás invitados al almuerzo campestre y cortejar a sus otros caballeros, pero cada vez que ella lo miraba, él la estaba contemplando, como si la vigilara constantemente. Esa noche bailó con ella en tres oportunidades y con nadie más; ni siquiera con su sobrina.

 

Cuando ella comprendió qué trataba él de hacer, el daño ya estaba consumado. Lord Grahame, conde de Dunstanton, que la había invitado a ir al teatro cuando regresaran a

Londres, se había excusado, alegando recordar súbitamente un compromiso previo, cuando en realidad era obvio que estaba intimidado por el abierto interés que Edward demostraba hacia ella.

Sí, anoche Bella había estado insomne, furiosa e inquieta, porque ninguno de sus caballeros la había visitado desde que llegara a Londres, y no se engañaba a sí misma diciéndose que estarían muy ocupados. Las atenciones aparentemente inocentes de Edward la habían perjudicado.

Si podía recordar todo eso, ¿cómo era posible que no recordara cómo había llegado hasta esa horrible y sórdida habitación? Edward no hubiera... no, no lo hubiera hecho. Y dudaba que Kate hubiera enloquecido y tuviera algo que ver con todo eso. Sólo restaba una alternativa, a menos que estuviera muy enferma y todo formara parte de un delirio, y era demasiado real para que así fuera. Estaba en manos de James. De alguna manera se había ingeniado para secuestrarla de la casa de la calle South Audley, de Mayfair y le resultaba imposible imaginar dónde se hallaba. Era inconcebible, pero, ¿qué otra cosa podía creer? Pero una parte de ella se resistía a admitir que James se hubiera salido con la suya, una parte de ella que era muy optimista y que esperaba hallar una explicación. Cuando vio la realidad con sus propios ojos, su sorpresa fue auténtica. James Cameron entró impasiblemente en la habitación, con una expresión victoriosa en el rostro. Y después de todo cuanto ella había imaginado que le sucedería si él lograba apresarla, no era sorprendente que su ansiedad y su angustia fueran tan grandes que sólo pudiera limitarse a mirarlo fijamente.

-Bien, me alegra comprobar que la señora Pym estaba en lo cierto cuando dijo que finalmente te habías despertado. Ha sido muy amable al permanecer junto a tu puerta, aguardando a que te movieras para avisarme. Sabe cuán impaciente he estado, aunque naturalmente, el dinero que le di estimuló su diligencia. Pero no creas que prestará atención a las tonterías que puedas decirle, pues le he contado una interesante historia. Le he dicho que te he rescatado para reintegrarte a tu familia. No creerá una palabra de cuanto digas si contradices mi versión.

Después de lo cual sonrió y Bella recordó por qué nunca había podido tolerar a ese miembro de la familia. Sus sonrisas jamás eran sinceras, sino burlonas o despectivas y a menudo taimadas y sus ojos, que hubieran podido parecer hermosos, expresaban sólo una maldad maliciosa.

Bella siempre había creído que era alto, hasta que conoció a los Cullen, que lo eran mucho más. Desde la última vez que lo viera, sus cabellos de color zanahoria se habían tornado espinosos, pero era indudable que no habría tenido mucho tiempo para acicalarse desde que comenzara a correr tras ella. No era obeso, pero su cuerpo era un tanto rollizo y fornido y sabía que no podría luchar contra él para huir de allí.

-Estás muy callada -dijo James al ver que ella continuaba mirándolo fijamente sin decir nada-. ¿No le das la bienvenida a tu único primo?

La incongruencia de la pregunta hizo reaccionar y enfurecer a Bella. ¿Cómo se había atrevido a hacer lo que ella tanto temía? Naturalmente era porque estaba allí en

Londres, porque planeaba casarse sin necesidad de hacerlo, porque había entablado una amistad ridícula con Edward, aceptándolo como confidente, cuando sabía que en realidad debía eludirlo. Pero lo terrible era estar en lo cierto. Olvidó su temor al pensar en todos los problemas y angustias que ese canalla codicioso le había creado.

-¿Bienvenida? -dijo ella despectivamente-. Lo único que deseo saber, primo, es cómo lograste llevarlo a cabo.

 

Él rió, complacido de explayarse sobre su habilidad y de que ella no le hubiera preguntado por qué lo había hecho. Que ella supiera por qué estaba allí, le ahorraba el trabajo de explicárselo y de convencerla de que debía colaborar con él. No le agradaba estar en

Inglaterra ni contratar mercenarios ingleses; cuanto antes regresaran a casa, mejor.

-Fue tan sencillo, niña; tan sencillo -alardeó él-. Supe que tratarías de conspirar algo en cuanto el viejo fue enterrado, pero no imaginé que vendrías aquí. Pero hice vigilar casi todos los caminos, de modo que el único lugar al que podías ir sin que yo me enterase era Inglaterra.

-Eres muy inteligente para hacer semejante deducción.

Él entrecerró los ojos ante la mofa de ella. -Sí, inteligente; lo suficiente para tenerte donde deseo.

Bella dio un respingo. Él estaba en lo cierto. -Pero, ¿cómo me hallaste tan pronto, James? Londres no es una ciudad tan pequeña.

-Recordé que tenías una amiga aquí. No fue difícil hallarla y por tanto, hallarte a ti. Pero te hubiera apresado antes se esos malditos idiotas que contraté no hubieran sido tan cobardes porque había mucha gente a tu alrededor ese día en la calle Oxford.

 

De modo que había sido obra de James. Pero la referencia a la cantidad de gente hizo reír a Bella, risa que se convirtió rápidamente en tos. Podía imaginar la historia que esos maleantes habrían contado a James para justificar su fracaso y evitar su ira.

-Y luego saliste de la ciudad y pensé que te había perdido -continuó diciendo James ceñudamente-. Me diste mucho trabajo y debí gastar mucho dinero. Debí enviar hombres en todas direcciones para seguirte el rastro, pero no lo dejaste, ¿verdad? Nadie llegó tan lejos.

Pero regresaste por tu propia voluntad. -Volvió a sonreír, como indicando que ella había cometido un error típicamente femenino. -Y luego fue tan sólo cuestión de esperar... y aquí estás.

 

Sí, allí estaba y aún no sabía cómo se las había ingeniado James para hacerlo. Pero su mirada demostraba que estaba dispuesto a decírselo, incluso deseando hacerlo, porque estaba muy complacido de que todo le hubiera resultado tan bien y deseaba que ella apreciase su habilidad. Y bien que la apreciaba; como a la peste. Ese había sido siempre el problema de James. Era muy inteligente y taimado, como un maldito zorro. Durante toda su vida había experimentado placer al tramar y fraguar las jugarretas y accidentes que tanto le agradaban.

¿Por qué habría de ser distinto ahora?

 

Maliciosamente, Bella decidió desalentarlo en lugar de estimular su ego con su curiosidad. Al oír sus explicaciones bostezó y dijo con gesto fatigado: -¿Y ahora, qué, primo?

Él quedó boquiabierto. -¿No te interesa saber cómo llegaste hasta aquí?

-¿Importa acaso? -preguntó ella con tono indiferente-. Tal como tú dijiste, el hecho es que estoy aquí.

La mortificación fue tan intensa, que Bella pensó que su primo estallaría.

-Te lo diré, pues fue el más simple pero más ingenioso de mis planes.

-Adelante -dijo ella.

Pero volvió a bostezar y comprobó, complacida que él la miraba furibundo. Era tan transparente, tan mezquino, egoísta e irascible. Pensó que no era prudente irritarlo más. Ella estaba más tranquila después de la conmoción inicial, pero él continuaba siendo una amenaza para ella. Y, hasta tanto pudiera hallar la manera de huir de allí, en el caso de que la hubiera, era mejor aplacarlo.

-Fue la criada; una joven inteligente que contraté para que se introdujera en la casa.

Simplemente logré que una de las criadas habituales no se presentase a trabajar y esa joven la reemplazó, alegando que había ido para substituirla, pues la otra criada estaba enferma.

Bella se irritó -¿Y qué has hecho con la pobre joven que no se presentó a trabajar?

-No te engañes, prima. -Recuperó el buen humor al ver que ella volvía a prestarle atención. -No le hice daño; sólo tiene un pequeño golpe en la cabeza y ya he enviado a un hombre para que la libere, pues ya deben haber notado tu ausencia de todos modos. Pero, como te decía, estando mi criada en la casa y a tu servicio, sólo debió aguardar a que pidieses algo de comer o beber antes de acostarte y ella introdujo un somnífero en lo que ingeriste.

 

La leche. La maldita leche tibia que había pedido la noche anterior, con la esperanza de la ayudara a dormir, sin imaginar que dormiría tan profundamente que ni siquiera despertaría cuando la secuestrasen.

-Comprendes cómo lo hice, ¿verdad? -dijo James riendo-. Luego la criada introdujo a mis hombres en la casa y los ocultó. Después, habiendo cumplido su cometido, se marchó a su casa. Entonces, cuando el resto de las criadas se fueron a dormir y la casa se hallaba en silencio, mis hombres te sacaron de allí y te trajeron hasta aquí, sin que despertaras en ningún momento.

-¿Y cuáles son tus planes ahora? -preguntó ella, tensa y con voz burlona-. Seguramente habrás pensado en algo despreciable.

-He hallado a un sacerdote al que persuadí de que no necesita tu consentimiento para casarnos. El cura ebrio vendrá en cuanto mis hombres descubran en qué callejón se refugió anoche. Pero no tardarán, Y no intentes nada mientras aguardamos. La señora Pym estará alerta junto a tu puerta.

 

Cuando vio que se marchaba y oyó que hacía girar la llave, Bella pensó en llamarlo. ¿Reconsideraría la situación si supiese que tanto Angela como Kate estaban enteradas de que ella lo aborrecía y que jamás consentiría en casarse con él? Peor se abstuvo de decir nada, pensando en la codicia insaciable de él. Si se casaba con ella obtendría una fortuna y, si había sido capaz de secuestrarla, probablemente también se atrevería a eliminar a cualquiera que se interpusiese en su camino. Tal como estaban las cosas, tal vez planeara encerrarla en alguna parte. También podía tramar un lamentable accidente. Pero seguramente no la mantendría con vida si supiera que ella tenía amigas que denunciarían un casamiento entre ambos y, si ella las nombrara, también correrían peligro.

 

¿Cuál era entonces su situación? -Contraer matrimonio con ese canalla-, se respondió a sí misma. Demonios, no lo haría mientras pudiera evitarlo. Pero el pánico comenzaba a apoderarse de ella. Él había dicho que la boda se celebraría pronto. ¿Con cuánto tiempo contaba? Quizás el cura ebrio ya estaba a punto de llegar. ¿Y, dónde diablos estaba ella?

Miró hacia la ventana, se quitó las mantas y corrió hacia ella. Se desanimó al ver que estaba en la planta alta de un edificio. Por eso James no había tomado la precaución de entablarla. Y, si trataba de gritar pidiendo ayuda, la señora Pym aparecería en el acto, y Bella sería maniatada y amordazada.

 

Por un momento pensó en la posibilidad de razonar con la señora Pym, pero desechó la idea de inmediato. Era probable que la mujer pensare que ella estaba demente o algo similar. James era astuto y planeaba muy bien sus estratagemas. No dejaría nada librado al azar, sobre todo se estaba en juego la fortuna que tanto codiciaba. Bella miró nuevamente a su alrededor, pero lo único que podría servirle de arma sería la jarra de agua, y sólo podría usarla una vez, con la primera persona que entrase en la habitación. No tenía seguridad alguna de que esa persona fuese James, ni que el cántaro lo dejara inconsciente, ni de que él estuviese solo.

La única probabilidad de fuga era la ventana. Daba a una especie de sendero, o más bien un callejón lo suficientemente ancho para dar paso al tráfico. Pero no había tráfico.

Estaba desierto y envuelto en sombras, lo mismo que los edificios que se levantaban a ambos lados e impedían el paso de la luz. Sacó la cabeza por la ventana y en ambos extremos del callejón vio calles bien iluminadas, carros que pasaban, un niño que corría, un marinero que llevaba del brazo a una mujer vestida llamativamente. Si gritaba con fuerza quizás atraería la atención de alguien. Ninguno de los extremos de la calle estaba demasiado alejado. Pero un grito también atraería la atención de la señora Pym.

 

Bella volvió rápidamente a la cama, tomó la manta y, sacándola por la ventana, la agitó violentamente hasta que quedó exhausta y con la respiración entrecortada. Nada. Si alguien lo notó, seguramente pensó que estaba oreando la manta, lo cual no suscitaría la curiosidad de nadie.

Entonces oyó el ruido del carro. Volvió la cabeza y vio que entraba lentamente en el callejón; su corazón se agitó, emocionado. El carro estaba lleno de barriles y probablemente usaba el callejón a manera de atajo para llegar a la otra calle. El conductor solitario silbaba para estimular a su mula y luego le hablaba dulcemente.

Bella dejó caer la manta y comenzó a agitar los brazos. Pero como no hizo sonido alguno, el conductor no la vio. Llevaba un sombrero de ala ancha que obstruía su visión hacia arriba. Cuanto más se acercara, menos probabilidades había de que la viera y mayor era el pánico de Bella. Ella lo chistó y agitó los brazos con más violencia para llamar su atención, pero fue en vano. Cuando pensó en arrojarle el cántaro de agua, él ya había pasado. Además, el ruido que hacía el carro al avanzar por los adoquines hubiera impedido que él oyera el sonido del cántaro al estrellarse contra el suelo, a menos que diera directamente sobre él, lo que era muy improbable.

Decepcionada, se apoyó contra el muro junto a la ventana. No daría resultado. Aunque el individuo la hubiese visto, ¿cómo explicarle su situación en voz baja? Él no hubiera comprendido sus palabras y, si ella levantaba la voz, se delataría ante la señora Pym.

 

Demonios, ¿acaso no podía hacer nada? Miró de nuevo el jarro de agua, pero no tenía muchas esperanzas de que le fuera útil. Cuando James volviera a entrar, seguramente lo haría acompañado por el sacerdote y por los hombres que habían ido a buscarlo, para oficiar de testigos de la impía ceremonia.

Bella estaba tan distraída imaginando su casamiento con James Cameron, que no oyó el segundo vehículo que pasó por el callejón hasta que fue casi demasiado tarde. Cuando miró hacia fuera el carro cargado con heno estaba prácticamente debajo de su ventana. Ese conductor, también solitario, maldecía a las jacas que tiraban del carro, y enfatizaba su ira aparente blandiendo la botella de ginebra que tenía en la mano, bebiendo un trago y sacudiéndola continuamente al tiempo que volvía a maldecir. Éste no la oiría a causa del ruido que él mismo hacía.

No tenía alternativa. Tal vez no se presentara otra oportunidad. Sin detenerse a pensarlo, pues eso la hubiera aterrorizado y paralizado, Bella trepó al alféizar de la ventana, aguardó unos segundos hasta que el carro estuviese directamente debajo de ella y saltó.

 

Diosapagana: ¡¡¡Aaahhhh, ha saltado, Bella a saltado por una ventana, Oh dios, que locura!!! (Grita la escritora mirando la escena sin poder hacer nada, corre hacia la ventana tratando de mirar mas allá pero no ve nada, ya que todavía no se actualizo el siguiente capítulo).

Así querida lectora si estas preocupada tanto como yo, porque te interesa nuestra querida Bella o porque quieres al hermoso Edward disponible para que haga sus ardientes fechorías en ti, sobórnanos con un review, una caliente y internetica señal de vida para ver qué sucederá a continuación.

Besos deliciosos, colgada desde la ventana como la bella Rapunsel.

Priscila

Capítulo 12: EL DIABLO CON CARA DE ANGEL Capítulo 14: UN ENCUENTRO CASUAL CON EL DESTINO

 


 


 
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