SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85428
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

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Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 15: UN ADIOS PLACENTERO A MI SENTIDO COMÚN!!!

Cuando Bella dejó de reír, tardíamente comprendió que su reacción era en realidad una ofensa hacia Edward. Mientras ella reía a carcajadas él se había apartado de ella.

Finalmente, lo vio sentado en la cama y apoyado sobre un codo.

No parecía ofendido. En realidad parecía confundido. Por lo menos el paso en falso de Bella no lo había enfadado, lo que hubiera sido razonable. Pero era tan ridículo. Casarse con él; qué ocurrencia. El libertino más famoso de Londres. Seguramente quiso decir otra cosa.

Pero ella se sintió mejor después de reír. Todavía debía afrontar muchos problemas. Sonriendo, se acercó a él con la cabeza inclinada hacia un costado para llamar su atención.

 

-Posees el don de levantar ánimos, Edward. La verdad es que nadie podría acusarte de no ser encantador. Pero es evidente que no estás en tu elemento cuando se trata de proponer matrimonio. Considero que debe hacerse como un pedido, no como una exigencia. Deberás recordarlo la próxima vez que tu sentido del humor tienda a lo absurdo.

Al principio, él calló, pero la miró a los ojos. Ella se sintió perturbada.

-Estás en lo cierto, querida mía. Creo que perdí la cabeza. Pero casi nunca hago las cosas de una manera convencional.

-Bueno... -Ella se envolvió en su gabán corto bordeada de armiño con gesto nervioso. -Ya te he demorado bastante.

Él se irguió y apoyó las manos sobre las rodillas. -Antes de marcharte deberás responderme.

-¿Responder qué?

-¿Te casarás conmigo?

Aunque la pregunta fue hecha de manera convencional, fue igualmente absurda.

-Bromeas -dijo ella con incredulidad.

-No, cariño. Aunque estoy tan sorprendido como tú, hablo en serio.

Bella apretó los labios. Esto no era gracioso en absoluto.

-De ninguna manera. No me casaría contigo ni con James.

Su risa anterior se tornó comprensible. Y la reacción que ella tuvo ante la proposición de él era débil comparada con su propia sorpresa. Pero si bien sus palabras habían sido impensadas, una vez dichas Edward comprendió que la idea de casarse, que antes lo horrorizara, era de pronto aceptable.

No era que no pudiese ser convencido de lo contrario si ella no hubiese estado allí y luciera tan atractiva. Había vivido treinta y cinco años sin necesitar una esposa; no tenía por qué necesitarla ahora. ¿Por qué demonios insistía en la seriedad de su proposición cuando ella la había rechazado con su actitud dubitativa?

El problema era que no le agradaba que lo arrinconaran y ella lo estaba haciendo al amenazar con casarse prácticamente con cualquiera. Y le agradaba menos la idea de no volver a verla, con lo que también lo estaba amenazando. En realidad, no deseaba que ella saliera de su habitación. Estaba allí. Y él sacaría ventaja de la situación.

 

Pero la rotunda negativa de ella había inclinado el platillo de la balanza. Ella lo aceptaría, aunque él tuviera que llegar a una transacción para obtener su consentimiento.

-Corrígeme si me equivoco, querida mía, pero ¿no tienes otra oferta, verdad? Y recuerdo que dijiste que no te importaría casarte con cualquiera con tal de hacerlo.

Ella frunció el ceño.

-Es verdad, pero tú eres la única excepción.

-¿Por qué?

-Porque serías un pésimo marido.

-Siempre he opinado lo mismo -dijo él, sorprendiéndola-. ¿Por qué otra razón hubiera evitado el matrimonio durante tanto tiempo?

-Bueno, entonces comprendes mi punto de vista, ¿verdad?

Él sonrió. -Sólo admito la posibilidad, cariño. Pero miremos la otra cara de la moneda. También podría inclinarme por el matrimonio. Black lo hizo y yo fui el primero que pensó que estaba condenado al fracaso.

-Pero él está enamorado de su mujer -señaló ella enfáticamente.

-Dios mío, no esperas que diga que te amo, ¿no? Es muy pronto...

-Naturalmente -lo interrumpió Bella secamente, con las mejillas encendidas.

-Pero ambos sabemos que te deseo, ¿verdad? Y ambos sabemos que tú...

-Edward, por favor. -Se ruborizó más aún. -Nada de cuanto digas me hará cambiar de idea. No me sirves. Juré que jamás me casaría con un libertino y has admitido que lo eres. Y no puedes dejar de serlo.

-Supongo que debo agradecer tu inflexibilidad a Lady Kate ¿no es así?

Desconcertada, ni siquiera se preguntó por qué llegaba él a esa conclusión.

-Sí, Kate sabe por experiencia qué ocurre cuando una se enamora de un libertino. Cuando ella se vio en la necesidad de casarse, el de ella huyó velozmente y se vio obligada a aceptar lo que pudo: un anciano al que detestaba.

Sus ojos eran más rasgados cuando él fruncía el ceño.

-Creo que ha llegado el momento de que conozcas la verdadera historia, Bella. El viejo Garrett fue presa del pánico cuando debió afrontar la paternidad en forma inesperada. Se marchó por dos semanas para resignarse a la pérdida de su soltería y, cuando recapacitó,

Kate ya estaba casada con Grenfell. Ella nunca le permitió ver a su hijo. Se negó a recibirlo cuando Grenfell murió. Puede que tu amiga haya sido desdichada a raíz de cuanto ocurrió, pero mi amigo también lo fue. La verdad es que Garrett se casaría con ella ahora si ella lo aceptara.

 

Bella se sentó en el sillón y miró fijamente el fuego del hogar. ¿Por qué debía ser amigo de Garrett Amherst? ¿Por qué le había contado eso? Tal vez Kate se casaría con Amherst de inmediato si pudiera perdonarlo por una reacción que indudablemente había sido muy natural, considerando que en esa época él era un disoluto. ¿Y qué pasaba con Bella?

Demonios, nada le agradaría más que casarse con Edward Cullen... si él la amara, si pudiera serle fiel, si ella pudiera confiar en él. Pero no era así. Probablemente Jacob Black amaba a Renesme, su abuelo pudo haber amado a su abuela, Garrett probablemente había amado y ama a Kate, pero Edward había admitido que no la amaba. Y, lamentablemente, a ella se resultaría muy fácil amarlo. Si la situación no fuera como era, ella aceptaría su proposición. Pero no era tan tonta como para exponerse al sufrimiento que Edward podía causarle y que indudablemente le causaría.

 

Ella se volvió para mirarlo, pero la cama estaba vacía. Desorientada, se dio cuenta de que le ponían el sombrero y la empujaban hasta el borde del sillón. Luego vio que Edward había apoyado los brazos sobre el respaldo del sillón. Bella tardó un segundo en habituarse a su cercanía; luego carraspeó y dijo:

-Lo lamento, pero lo que me has dicho acerca de Garrett y Kate no me hace cambiar de idea respecto a ti.

-Lo imaginé -dijo, meneando la cabeza, y luego sonrió seductoramente-. Eres una escocesa empecinada, Lady Swan, pero es una de tus cualidades que más me agrada. Te ofrezco lo que más necesitas y lo rechazas, perjudicándote; todo por un motivo que es tan sólo una ridícula suposición. Podría llegar a ser el más ejemplar de los maridos, no me das la oportunidad de averiguarlo.

-Edward, te dije que no me agrada hacer apuestas. No deseo arriesgar el resto de mi vida a un quizás, cuando hay tantos factores negativos.

Él se inclinó hacia adelante y apoyó el mentón sobre sus brazos cruzados. –Supongo que te das cuenta de que si te obligo a permanecer aquí durante toda la noche, te verás en una situación comprometida. Ni siquiera necesitaría tocarte, mi querida; las circunstancias hablan por sí mismas. Así se casó Nessie, a pesar de que su primer encuentro con Black fue completamente inocente.

-No harías tal cosa.

-Creo que sí.

Bella se puso de pie y lo miró, furiosa. El sillón estaba entre ambos. -Eso es... eso es... de todos modos no resultaría. Regresaré a Escocia. No me importa que mi reputación se haya arruinado aquí. Aún tengo mi... -No pudo pronunciar la palabra. -Mi marido se daría cuenta y sólo eso me importa

-¿Ah, sí? -preguntó él con una mirada maliciosa que asomaba a sus ojos azules-. Entonces, como debo ayudarte a pesar de ti misma, no me dejas muchas alternativas. ¿De modo que debo comprometerte realmente y no sólo aparentemente?

-¡Edward!

Su exclamación lo hizo sonreír. -Dudo que me hubiera conformado con la apariencia. Fui considerado al tenerla en cuenta, pero, como reiteradamente afirmas, soy demasiado libertino para no sacar ventaja de tu presencia en mi habitación.

 

Ella comenzó a retroceder hacia la puerta. Se apresuró cuando él fue hacia ella.

- Aceptaré un compromiso aparente.

Él meneó la cabeza. -Querida niña, si todos pensaran que has compartido mi cama, ¿por qué negarte ese placer?

Las palabras de Edward la perturbaron, pero Bella trató de luchar contra su perturbación, estaba segura de que él bromeaba. Él lo había aparecer como un juego, pero cuanto más se acercaba a ella, más se alarmaba. Sabía qué ocurriría si él la besaba. Había sucedido antes. Hablara él seriamente o no de una supuesta seducción, si la tocaba era probable que se produjese. Edward no necesitaría realizar un gran esfuerzo.

-No quiero...

-Lo sé -dijo él tiernamente, tomándola por los hombros y acercándola a su pecho-. Pero lo querrás, cariño, te lo prometo.

Naturalmente, tenía razón. Él sabía cuáles eran sus deseos profundos, los que no quería admitir ni ante sí misma. Por mucho que luchara contra ellos, no dejarían de existir. Él era el hombre más atractivo y adorable que ella jamás conociera y lo había deseado desde el momento en que lo vio por primera vez. Era un sentimiento intenso que nada tenía que ver con la lógica o el razonamiento. Era una ansiedad del cuerpo y del corazón, y al diablo con el sentido común.

Bella cedió, entregándose al torbellino de los sentidos, en el momento en que él la tomó entre sus brazos. Había imaginado tantas veces ese instante, que era como regresar al hogar. El calor de su cuerpo, la fuerza de sus brazos, la embriaguez de la pasión. Ya los conocía, pero todo se renovaba de una manera maravillosa.

Pero cuando la besó, lo hizo con tal suavidad, que apenas lo sintió. Y comprendió que él le estaba dando una última oportunidad para detenerlo, antes de que él dominara la situación por completo. Él sabía muy bien que era lo suficientemente hábil y experimentado como para quebrantar cualquier resistencia que ella pudiera oponer. Lo había hecho antes. El hecho de que se contuviera la perturbó más y lo deseó con más intensidad.

Bella dijo que sí al rodear el cuello de él con sus brazos. Quedó vencida por el enorme atractivo de él. Los labios de Edward la anonadaron con su magia; respirar no era importante. Sus labios eran cálidos y rozaban nuevamente los de ella. La sostuvo entre sus brazos durante un largo rato, besándola, provocando en ella sensaciones deliciosas. Cuando él se echó hacia atrás, comenzó a desabrochar el vestido de Bella. Ya le había quitado el sombrero y la capa, sin que ella lo advirtiera. Ella contempló cómo la desvestía lentamente y no pudo moverse; no quiso hacerlo. Los ojos de él la hipnotizaban; sus párpados pesados y su mirada intensa escudriñaban su alma como si tuviese el don de leer mentes. Ella no pudo dejar de mirarlo, ni siquiera cuando percibió que su vestido se deslizaba por su cuerpo hasta caer a sus pies. Su ropa interior siguió el mismo camino.

 

En ese momento él sólo la tocó con la mirada, recorriendo con los ojos su cuerpo de arriba hacia abajo y viceversa. En sus labios reapareció esa sonrisa sensual que tenía el poder de fundir sus miembros, lo que era peligroso pues sus sentidos ya se le habían rendido. El cuello de ella osciló y él sostuvo sus caderas. Luego, lentamente, acarició la piel desnuda de su cintura, deteniéndose en los senos. Los sostuvo con el pulgar. Los pezones de ella se irguieron y su respiración se aceleró; una suave tibieza recorrió su ser.

La sonrisa de Edward se ensanchó, triunfante. Se regocijó con su victoria. Y a ella no le importó. Ella también sonreía, pero interiormente, porque si bien él había triunfado, también lo había hecho ella, derrotando a su sentido común, para obtener lo que había deseado en todo momento: hacer el amor con ese hombre; que él fuera quien la iniciara y se convirtiera en su primer amante, porque sabía que, con él, todo sería hermoso.

 

Pero, dado que cedería a los deseos de él, quería desempeñar un rol activo. Había pensado desvestirlo, preguntándose cómo sería su cuerpo desnudo. En su imaginación, lo veía como a un Dios Griego. Frente a ella estaba el hombre, que la intimidaba mucho más que una fantasía, pero el deseo la tornaba audaz.

Bella desató su cinturón y la bata se abrió. Apoyó las palmas de sus manos sobre la piel de Edward, tal como lo había hecho él, y las deslizó hacia arriba, tocando su piel, abriendo la bata y haciéndola deslizar por sus hombros. Él la dejó caer y luego tomó a Bella entre sus brazos, pero ella lo apartó para contemplarlo a sus anchas. Vio la piel tibia y los músculos firmes, el vello oscuro y ensortijado de su pecho hizo vibrar sus dedos. Sólido, poderoso, era mucho más de cuanto había imaginado. Ella sintió un fuerte impulso de rodearlo son sus piernas para acercarse a él todo lo posible.

-Oh, qué hermoso eres, Edward.

 

Él estaba hechizado por la mirada escrutadora de Bella, pero estas palabras, pronunciadas con esa voz ronca, lo estimularon hasta el delirio. La acercó a él y la besó apasionadamente. La tomó entre sus brazos, llevándola hacia la cama. La depositó suavemente sobre el lecho y luego se echó hacia atrás para contemplar su cuerpo una vez más con ojos encendidos de deseo. A menudo la había imaginado allí, con la piel sonrosada por la pasión, llamándolo con con ojos ardientes. Era exquisita, más de lo que había supuesto; sus curvas eran perfectas, femeninas y estaba allí; era suya y lo deseaba.

Hubiera querido gritar de alegría. En cambio, apoyó sus manos con ternura sobre las mejillas de Bella y sus dedos acariciaron su rostro, sus cabellos, su cuello. No se cansaba de tocarla.

-No imaginas lo que haces conmigo.

-Sé lo que tú haces conmigo -dijo ella suavemente, mirándolo-. ¿Es lo mismo?

Él respondió con una sonrisa y un gruñido. -Dios, espero que sí.

Y entonces la besó, introduciendo su lengua en la boca de ella y apoyando su pecho contra el de ella. Cuando ella levantó los brazos para abrazarlo, él los tomó, estirándolos hacia los costados y entrelazando sus dedos con los de ella. Bella no podía moverse, pero podía sentir; sentir el pecho de él que rozaba sus pezones, electrizándolos con su sensual suavidad.

Luego él bajó la cabeza para tomar uno de sus senos son la boca, succionando suavemente o deslizando la lengua a su alrededor. Pero no soltó sus manos y ella creyó enloquecer a causa del deseo incontenible de tocarlo y acariciarlo.

Lanzó un gemido. Él se detuvo y sonrió, mirándola a los ojos.

-Eres un demonio -dijo ella al percibir su maliciosa alegría.

-Lo sé. -Y deslizó la lengua sobre el otro pezón. -¿No te gusta?

-¿Qué si me gusta? -dijo ella, como si nunca hubiese escuchado una pregunta tan ridícula-. Pero desearía tocarte a mi vez. ¿Por qué no me sueltas?

-No. Luego podrás tocarme hasta que te hartes. Ahora no podría resistirlo.

-Oh -suspiró ella-. Pues yo tampoco podré continuar resistiéndolo.

Él enterró la cabeza entre sus senos, gruñendo. -Cariño, si no callas, comenzaré a comportarme como un joven inexperto.

 

Bella rió y el sonido ronco de su risa fue la perdición de Edward. Se quitó los pantalones, pero afortunadamente recapacitó antes de arrojarse sobre ella. Aún debía quitarle las medias y los zapatos y lo hizo rápidamente. El deseo lo atenazaba y su ritmo pausado del comienzo había sido reemplazado por una prisa frenética.

El puñal que cayó de la bota de Bella lo obligó a recuperar el control. Sonrió, íntimamente asombrado. La pequeña escocesa estaba llena de sorpresas. Casarse con ella no sólo sería sumamente placentero sino también interesante y de pronto sus dudas se disiparon y comenzó a pensar ansiosamente en la posibilidad.

Sopesó la daga. -¿Realmente sabes cómo usar esto?

-Sí, y lo hice cuando uno de los maleantes de James trató de secuestrarme en la calle.

Edward arrojó la daga hacia un costado y sonrió. -A partir de esta noche, ya no deberás preocuparte por eso, cariño.

 

Bella tenía sus dudas al respecto, pero se abstuvo de expresarlas. Nada había sido convenido. Aún consideraba que él no era un hombre apto para el matrimonio, aunque deseara que fuese todo lo contrario. Era un amante y como tal podía aceptarlo. ¿Qué importaba su virginidad, si los acontecimientos recientes le aseguraban que su matrimonio sólo sería un contrato comercial?

Pero las decisiones de mañana eran muy lejanas y las manos de Edward se deslizaban por sus piernas, separándolas e imposibilitando todo pensamiento. Él se agachó para besar la cara interior de su muslo, luego la cadera, para finalmente introducir su lengua en su ombligo.

Llamas de fuego lamían los pies de Bella, que retorció su cuerpo. Ella tomó la cabeza de él, pero él volvió a besar sus senos, acariciando con su lengua los sensitivos pezones, hasta que ella enloqueció de deseo. Arqueó su espalda, amoldando su estómago al pecho de él, exigiendo el contacto. Ella no sabía exactamente qué necesitaba, pero instintivamente comprendía que sus sentidos estaban encendidos con alguna finalidad.

Tiró frenéticamente de la cabeza de Edward, pero él controlaba la situación. Cuando estuvo preparado, se deslizó hacia arriba un poco más, besando el cuello de Bella con labios ardientes y acercándolos a su oído. Cuando introdujo la lengua en su oreja ella reaccionó tan vivamente que estuvo a punto de arrojar a Edward lejos de sí. Luego comenzó a temblar deliciosamente y deseó acurrucarse junto a él.

A Bella le dolía la espalda y se sentí envuelta en un calor húmedo e infernal y cuando sintió que algo la tocaba en sus genitales por primera vez, su cuerpo lo envolvió instintivamente, ávido de sentir la presión en esa zona quemante. Y luego la penetró y ella experimentó una hermosa sensación de plenitud, rodeando el cuerpo de Edward con sus piernas para no perderlo, sintiendo finalmente que había logrado cierto control. No lo soltó y la presión comenzó a crecer en su interior hasta que pareció estallar, abriendo un nuevo canal de sensaciones, que alivió parcialmente la tensión. Pero el alivio no fue duradero.

 

Él la besó nuevamente, con avidez y ferocidad, con una voracidad similar a la de ella. Los brazos de él la aprisionaban como barras de hierro y sus dedos acariciaban sus cabellos, sosteniéndola, controlándola. Y su cuerpo se movía contra el de ella con un apremio al que ella respondía. La tensión volvió a crecer y finalmente alcanzó la culminación, que dio paso a un dichoso olvido.

Instantes más tarde, Edward se desplomó sobre ella; su propia culminación lo había debilitado tanto que durante un rato no pudo levantar la cabeza. Nunca había experimentado nada igual y estaba a punto de decírselo cuando se dio cuenta de que ella estaba inconsciente o profundamente dormida. Sonrió, apartando los cabellos de las mejillas de Bella, sumamente complacido consigo mismo y con ella. Hubiera deseado despertarla para recomenzarlo todo, pero se reprimió al recordar la barrera que había sentido y que revelaba su virginidad. Nessie le había dicho que lo era. Las respuestas apasionadas de Bella lo desmentían. La verdad lo llenó de un gozo inexplicable.

Y, aunque ella no pareció percibir la pérdida de su condición de doncella, esa pérdida era una recuperación. Existía la mañana. Existía el resto de su vida.

Desconcertado, meneó la cabeza. ¿Desde cuándo era tan caballeresco?

Cautelosamente salió de la cama y la cubrió con las mantas. Ella se estiró lánguidamente y suspiró. Edward sonrió. Dios, era hermosa, y tan seductora que un hombre desearía conocer cada centímetro de su cuerpo. Se prometió a sí mismo que lo lograría. Pero, por el momento, se puso la bata, recogió las ropas de ella y salió silenciosamente de la habitación. Debía despedir al cochero y tomar decisiones; la dama no iría a ninguna parte.

 

OHHHHHH!!!!:….. Bella se rindió, Edward se rindió, los dos se rindieron que lindos, ahora él no la dejará por ninguna razón ni motivo, ¿no es emocionante?, a él ya le gusta la idea de casarse y a ella también desde un principio y Ed encontró la forma de hacer que Bella no piense y seda antes los deseos de su corazón…. ¿Qué creen que pasará cuando ella despierte?

 

Diosapagana: OH, my god, oh my god!!! (Grita la escritora agarrándose sus largos cabellos con su bello pecho subiendo y bajando de forma escandalosa) Dios Bendiga a todos los libertinos de este planeta y más a nuestro ardiente Eddie. Lo siento no puedo decir más.

Besos, rasguños y mordidas.

Priscila

Capítulo 14: UN ENCUENTRO CASUAL CON EL DESTINO Capítulo 16: Tratando de tomar una decisión ya tomada

 


 


 
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