SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85422
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

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Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 25: Tiro al pichón

Garrett llamó varias veces a la puerta, luego retrocedió mientras silbaba una alegre

melodía. Dobson abrió la puerta.

-Hace cinco minutos que se marchó, señor -dijo Dobson, antes de que Garrett dijese nada.

-Diablos, y yo creí que me sobraba tiempo -respondió Garrett, pero permaneció imperturbable-. Muy bien. Será fácil hallarle.

Garrett volvió a montar su caballo bayo y fue hacia Hyde Park. Conocía los caminos favoritos de Edward, alejados de Rotten Row, los que las mujeres eludían. En varias ocasiones le había acompañado en sus cabalgatas matutinas, por lo general después de una noche de parranda, cuando ninguno de ellos debía por obligación irse a dormir. Nunca se había levantado a esas horas insólitas, ni para cabalgar ni para hacer ninguna otra cosa... hasta  hacía poco tiempo.

Garrett continuó silbando; estaba de tan buen humor que tenía la sensación de flotar en el aire. En los últimos tres días sus costumbres habían sufrido un cambio drástico, pero no podía ser más feliz. Se acostaba temprano y se levantaba temprano y pasaba todos los días junto a Kate, no podía ser más felíz, y todo se lo debía a Edward. Pero deseaba hallar una oportunidad para agradecérselo a su amigo; por eso había pensado en cabalgar con él esa mañana.

Al entrar en el parque apuró la marcha para alcanzar a Edward, hasta que lo vio a cierta distancia. Edward se había detenido antes de comenzar a galopar. Garrett levantó el brazo, pero antes de que pudiera gritar para que Edward lo oyera, se escuchó un disparo.

Lo oyó y no pudo creerlo. Vio que el caballo de Edward retrocedía con tanta brusquedad que el animal y el jinete estuvieron a punto de caer hacia atrás, pero aún así no pudo creerlo. El caballo recuperó el equilibrio, pero estaba evidentemente espantado; trataba de alejarse y movía la cabeza. Retrocedió hacia un arbusto que lo asustó más aún. Un hombre pelirrojo que se hallaba a unos veinte metros de distancia de Edward, montó un caballo oculto entre los arbustos y salió al galope.

Edward todavía no se había puesto de pie y, aunque todo había ocurrido en el espacio de pocos segundos, Garrett comprendió muy bien lo que había sucedido. Entonces Edward se sentó y se pasó una mano por los cabellos. Garrett que había palidecido, recuperó el color.

Miró al pelirrojo que huía y luego a Edward que se ponía de pie, al parecer ileso, y tomó una decisión. Enfiló su caballo hacia el pelirrojo.

Edward acababa de entregar su cabalgadura al lacayo para que la llevara de regreso a la caballeriza cuando Garrett pasó junto a él al galope. Mierda. No estaba de humor para soportar a Garrett y su euforia. No porque a Edward le fastidiara su buena suerte. Pero no necesitaba que le recordaran cuán distinta era su situación personal.

-¿De modo que saliste ileso? -dijo Garrett, sonriendo al ver el gesto ceñudo de Edward-. ¿No hay huesos rotos?

-Veo que fuiste testigo de mi caída. Te agradezco que hayas colaborado en la recuperación de mi caballo.

Garrett rió ante el sarcasmo. -Creí que preferirías esto, viejo. -Le entregó un trozo de papel.

Edward arqueó una ceja al leer una dirección que nada le decía. -¿Es un médico? ¿O un carnicero? -refunfuñó.

Garrett se echó a reír a carcajadas, pues sabía que no enviaría a su caballo favorito a un carnicero. -Ninguna de las dos cosas. Allí hallarás al individuo pelirrojo que te utilizó para sus prácticas de tiro. Hombre extraño. Ni siquiera aguardó para comprobar si te había herido o matado. Con probabilidad creer que es un tirador eximio. Los ojos de Edward brillaron.

-¿Le perseguiste hasta el lugar donde vive?

-Por supuesto, cuando te vi levantar tus huesos lastimados del suelo.

-Claro. -Después, Edward sonrió. -Gracias, Garrett. No hubiera podido ir tras él.

-¿Es el que estabas buscando?

-Estoy casi seguro de que es él.

-¿Irás a visitarlo?

-No te quepa la menor duda.

Garrett se alarmó al ver la expresión fría de los ojos de Edward. -¿Deseas que te acompañe?

-En esta ocasión no, amigo -respondió Edward-. Este encuentro se ha demorado ya mucho tiempo.

 

Bella abrió la puerta del estudio y se detuvo de golpe al ver a Edward sentado frente al escritorio, limpiando un par de pistolas. No le había oído regresar de su cabalgata matinal.

Había permanecido adrede en su habitación hasta que le oyó partir, pues no deseaba encontrarse con él después de haber actuado como una tonta la noche anterior.

A Edward le había resultado divertido verla arrastrar a Seth de la fiesta, a pesar de las protestas del muchacho. Edward sabía muy bien por qué no confiaba en sí misma cuando estaba a solas con él, aunque fuera durante un viaje corto. Emmett se había marchado temprano con su amigo Embry . Seth era su único amortiguador. Bella no concebía quedarse a solas con Edward después de la forma en que él se había mofado de ella durante toda la velada.

Ahora estaba sola con él. Había ido a cambiar un libro por otro. Pero, cuando ella entró, él no levantó la mirada. Tal vez si ella se marchaba en silencio...

-¿Deseabas algo, querida?

Todavía no había levantado la mirada. Bella rechinó los dientes.

-No es urgente.

A continuación, Edward le prestó atención y miró el libro que ella tenía en la mano. - Ah, el compañero de las solteronas y las viudas. Nada como un buen libro para pasar una velada cuando uno no tiene otra cosa que hacer, ¿verdad?

 

Ella hubiera deseado arrojarle el libro a la cabeza. ¿Por qué se empeñaba en aludir al distanciamiento que había entre ambos cada vez que la veía? ¿No podía mantenerse callado hasta que ella pudiera aceptar su infidelidad? Se comportaba como si ella fuese la culpable. Su actitud injusta la irritó, y atacó.

-¿Te preparas para un duelo, señor mío? He oído decir que es uno de tus pasatiempos favoritos. ¿Quién será el desdichado marido esta vez?

-¿Marido? -Edward sonrió, tenso-. De ninguna manera, cariño. Pensaba desafiarte. Quizás si permito que me hieras, te compadecerás de mí y nuestra pequeña guerra concluirá.

Ella quedó boquiabierta. Luego reaccionó. -Hablo en serio, por favor.

Él se encogió de hombros.

-Tu querido primo piensa que si se deshace de tu actual marido, tendrá otra oportunidad contigo.

-No -dijo Bella horrorizada-. Nunca pensé...

-¿No? -interrumpió él-. Pues no te preocupes por ello, cariño. Lo he pensado yo.

-¿Quieres decir que te casaste conmigo sabiendo que tu vida corría peligro?

-Hay cosas por las cuales vale la pena arriesgar la vida... al menos eso pensaba.

Mortificada, Bella no pudo soportar más, y salió corriendo del estudio. Fue a su habitación y rompió a llorar. Oh, Dios, había creído que todo concluiría cuando se casara. Nunca imaginó que James trataría de matar a su marido. Y su marido era Edward. No podía tolerar la idea de que algo le ocurriera a causa de ella. Debía hacer algo. Debía hallar a James y hablar con él, entregarle su fortuna, cualquier cosa. Nada debía sucederle a Edward. Resuelta, Bella secó sus lágrimas y bajó para decir a Edward cuál era su decisión. Se librarían de James con dinero. De todos modos, era cuanto él deseaba. Pero Edward se había marchado.

 

Edward comprendió por qué ni él ni sus agentes habían podido localizar a James. El escocés se había alejado de los muelles y había alquilado un apartamento en una zona mejor de la ciudad, lo cual era sorprendente, dado que los alquileres eran muy altos durante la temporada. El propietario, un individuo cordial, dijo que él había alquilado el apartamento pocos días atrás y que en ese momento, se hallaba en él. No sabía si se encontraba a solas. Pero a Edward le era indiferente.

James se hacía pasar por un tal Campbell, pero Edward estaba seguro de que se trataba de él. Había hallado a su hombre. Lo presentía. Su corazón se aceleró por el efecto de la adrenalina que inundó sus venas. Y una vez que arreglara cuentas con él, las arreglaría con Bella.

Edward llamó con suavidad a la puerta y pocos segundos después la puerta se abrió y vio por primera vez a James. Los ojos, muy azules, sorprendidos al reconocer a Edward, lo delataron. El escocés tardó unos instantes en reaccionar; luego lo invadió el pánico y trató de cerrar con violencia la puerta. Peor bastó una mano para impedírselo. Edward lo empujó con fuerza y James soltó la falleba y retrocedió cuando oyó el portazo.

La furia y la ansiedad hicieron presa de James. El inglés no le había parecido tan fuerte a la distancia.

Imaginó que Bella había sido presa del pánico y había abandonado la casa de Picadilly, circunstancia que Wilbert y Thomas Stow habrían aprovechado para atraparla. No estaba previsto que el inglés se presentara a su puerta, con aspecto saludable hasta la irritación, y sonriendo ominosamente, lo que alarmó muchísimo a James.

-Me alegro de que no necesitemos perder tiempo presentándonos, James-dijo Edward, entrando en la habitación y obligando a James a retroceder

-. Me hubiera decepcionado tener que explicarle por qué estoy aquí. Y le daré una oportunidad, cosa que usted no hizo esta mañana. ¿Es usted lo suficientemente caballero como para aceptar mi desafío?

El tono impasible de Edward provocó cierta beligerancia en James. -¡Ja!, no soy estúpido.

-Eso es discutible, pero no supuse que haríamos esto de la manera habitual. Muy bien, pues.

 

James no estaba preparado para el puñetazo. El golpe lo envió contra la pequeña mesa del comedor, cuyas frágiles patas se destrozaron, provocando la caída de la mesa y las sillas. James aterrizó sobre todos ellos. Al instante se puso de pie y vio que el inglés se quitaba despacio la chaqueta, sin ninguna prisa. James movió la mandíbula, comprobando que estaba intacta y miró su propia chaqueta que estaba sobre la cama, en el otro extremo de la habitación. Se preguntó si podría tomar la pistola que estaba en el bolsillo.

Descubrió que cuando se volvió hacia la cama fue obligado a girar sobre sí mismo, para recibir un golpe de puño en el estómago y otro en la mejilla. Nuevamente cayó al suelo y esta vez no pudo ponerse de pie con tanta velocidad. Tampoco podía respirar. El maldito canalla tenía rocas en los puños.

Edward dijo: -Eso fue por lo de esta mañana. Ahora nos ocuparemos del verdadero problema.

-No lucharé contra usted -dijo James, sintiendo el gusto a sangre en la boca, como consecuencia del puñetazo en el rostro.

-Por supuesto que lo hará, muchacho -dijo Edward alegremente-. No tiene otra alternativa. Se defienda o no, limpiaré el suelo con su sangre.

-Está loco.

-No. -El tono de Edward cambió. -Hablo muy en serio.

Se inclinó para levantar a James.  James volvió a sentir las rocas que golpeaban otra vez su rostro. Trastabilló hacia atrás y levantó sus puños antes de que Edward se acercara a él. Trató de golpear con el puño derecho pero no lo logró. Su cuerpo cayó hacia delante cuando recibió dos golpes sucesivos en el estómago. Antes de que pudiera recobrar el aliento, sus labios fueron destrozados contra sus dientes.

-Bas... ta -balbuceó.

-No, James -dijo Edward, que no acusaba síntomas de fatiga.

James gruñó y volvió a gruñir cuando recibió dos nuevos golpes. El dolor le enloqueció. Nunca le habían dado una zurra en su vida. No tenía la presencia de ánimo para sobrellevarlo como un hombre. Comenzó a gritar y a dar puñetazos en el aire. Cuando logró golpear rió, pero al abrir los ojos descubrió que había golpeado el muro, quebrándose tres nudillos. Edward le hizo girar sobre sí mismo y, de un puñetazo, hizo golpear la cabeza de

James contra el muro.

Pensó que todo había concluido. Estaba derrotado y lo sabía. Le dolía todo el cuerpo y sangraba en exceso. Pero no era el final. Edward lo levantó, tomándolo de la camisa, lo apoyó contra el muro y lo golpeó reiteradamente. Aunque James trató de evitar los golpes, estos continuaban cayendo sobre él.

Finalmente dejó de sentirlos. Habían cesado. Cayó al suelo y permaneció sentado sólo porque el muro lo sostenía. La sangre manaba de su boca, su nariz y de las heridas de su rostro. Tenía dos costillas rotas. El dedo meñique de su mano izquierda estaba quebrado. Sólo podía ver con un ojo y vio a Edward que lo miraba despectivamente.

-Mierda. Usted no me proporciona satisfacción alguna, James.

Era gracioso. James trató de sonreír, pero sus labios estaban insensibilizados, de modo que no sabía si había podido hacerlo o no. Pero pudo pronunciar una palabra.

-Miserable.

Edward gruñó y se pusó en cuclillas frente a él. -¿Desea más?

James gimió: -No... basta.

-Entonces, preste atención, escocés. Su vida puede depender de ello, porque si me veo obligado a venir en otra ocasión hasta aquí, no emplearé los puños. Ella es mía ahora y también lo es su herencia. Me casé con ella hace una semana.

A pesar de su embotamiento, James comprendió sus palabras. -Está mintiendo. Ella no se hubiera casado con usted a menos que firmara ese estúpido contrato; ningún hombre cuerdo lo haría.

-Se equivoca, querido muchacho. Lo firmé en presencia de testigos y lo quemé después de la ceremonia.

-No pudo haberlo hecho si había testigos.

-Olvidé decir que los testigos eran miembros de mi familia -dijo Edward sarcástico. James intentó incorporarse, pero no pudo. -¿Y qué? recuperará todo cuando yo la convierta en viuda.

-Parece que usted no aprende -dijo Edward, tomando de nuevo la camisa de James. James aferró a sus muñecas. -No quise decirlo. Lo juro.

Edward lo soltó. Decidió continuar mintiendo en lugar de apelar a la fuerza. -Que yo muera o no será igual para usted, escocés. Según mi nuevo testamento, todo cuanto poseo, incluyendo la herencia de mi mujer, será heredado por mi familia. Ella se ocupará de que a mi esposa no le falte nada, pero fuera de eso, no recibirá nada. Lo perdió todo el día que se casó conmigo... y usted también.

 

El ojo sano de James se entrecerró con furia.

-Ella debe odiarlo por haberla estafado.

-Ése es mi problema, ¿no le parece? -dijo Edward poniéndose de pie. -Su problema es salir de Londres hoy mismo en ese estado en que se encuentra. Si mañana aún está aquí, lo haré arrestar por esa pequeña maniobra que intentó esta mañana en el parque.

-No tiene pruebas.

-¿No? -Edward sonrió. -El conde de Sherfield fue testigo de todo cuanto ocurrió y lo siguió hasta aquí. ¿Cómo cree que di con su paradero? Si mi testimonio no es suficiente para enviarlo a la cárcel, el de él lo será.

Edward se marchó mientras James murmuraba, diciendo cómo suponía que podía salir de Londres cuando ni siquiera podía ponerse de pie.

 

¿SERA ESTE EL FIN DE JAMES?... QUE AGONÍA EDWARD ACABA DE SOLTAR ALGO IMPORTANTE, LE QUITÓ TODO EL DINERO A BELLA…¿ACASO ES VERDAD? ESTAS  Y OTRAS PREGUNTAS SERÁN RESPONDIDAS EN EL SIGUIENTE CAPÍTULO DE EMBAUCANDO A ED….. DIGO EMBAUCANDO AL AMOR A ESTA MISMA HORA Y POR EL MISMO CANAL … JAJAJAJA…..

 

Diosapagana: por fin encontramos la cueva donde estaba la rata de james, y el tierno de Edward le enseño que a veces los puños dejan un mensaje mas claro que las palabras, ¿podrá salir de Londres a tiempo antes de que la amenaza se complete o ignorara los sabios golpes de nuestro Eddie? Veremos, veremos y luego actualizaremos.

Mi bella lectora, pedacito de chocolate, dulce y delicioso que alegra mis días, espero un review, un comentario, un  insulto, una amenaza de muerte, lo que sea para sabes que estas allí, con ganas de mas, al borde del colapso nervioso, por saber como continuara esta historia.

Ya cada vez falta menos y menos, para el final de la historia y para que yo sea la encargada de la próxima adaptación de la saga. Y Solo esperamos que continúes con nosotras para ver como se seguirá desarrollando la vida de estos geniales Cullen.

Besos deliciosos.

Priscila.

Capítulo 24: LA MANO QUE MECE LA CUNA Capítulo 26: Creando un pacto? o mejor dicho arruinándome la vida

 


 


 
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