SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85427
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

LINK EN FANFICTION PARA LAS QUE NO LO PUEDEN VER PASEN POR AQUÍII DISCULPEN LAS MOLESTIAS :(

Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 27: EL REMORDIMIENTO QUE CARCOME MI CONCIENCIA

A la mañana siguiente, Bella bajó con premura a las siete y media de la mañana. Sus mejillas aún estaban enrojecidas a causa de la mortificante experiencia de encontrarse con

Emmett cuando salió de la habitación de Edward, vestida tan sólo con su bata transparente.

Emmett todavía llevaba su ropa de etiqueta; por supuesto acababa de regresar de una noche de parranda y estaba abriendo la puerta de su dormitorio cuando Bella lo vio y él la vio a ella.

Él la miró despacio, de arriba abajo y frunció el ceño con gesto divertidamente interrogante. Demonios, ella se había sentido muy avergonzada y, con las mejillas encendidas, había entrado apresuradamente en su habitación. Cuando cerró con fuerza la puerta, oyó la carcajada de Emmett. Sólo deseaba acurrucarse debajo de las mantas de su cama y no volver a salir de allí. Una cosa era que Emmett pensara que se había reconciliado con Edward y compartía de nuevo su lecho y otra que viera que no era ése el caso, pues ella aún dormía en un cuarto separado. ¿Qué pensaría Emmett? No debería importarle. Tenía demasiados problemas en qué pensar para preocuparse por lo que el hermano de Edward pudiese pensar de su insólito comportamiento.

Uno de esos problemas era el de hallar las facturas de todas sus compras recientes, antes de que las hallara Edward. Ahora comprendía que su deseo de provocarle problemas sólo por rencor era infantil. Y totalmente despreciable para una mujer de su edad. Además, él estaba demasiado enfadado con ella para arriesgarse a encolerizarlo aún más, cosa que ocurriría si descubría la gran cantidad de dinero que ella había gastado en su nombre.

No tenía mucho tiempo. Aunque había dejado a Edward durmiendo en el diván, él siempre se levantaba temprano para su cabalgata matinal. Ella deseaba estar fuera de la casa antes de que él bajara. Ahora que James ya no representaba un peligro y ella podía salir con libertad, iría al banco y pagaría esas cuentas en persona. Cuando llegara el momento de volver a encontrarse con Edward, por lo menos tendría la conciencia tranquila respecto a eso. Luego meditaría sobre la forma de anular ese horrible convenio que había hecho con él, sin sacrificar su orgullo y sin decirle que aún no le había perdonado sus mentiras. En realidad, consideraba que sería imposible corregir la situación sin que su orgullo sufriera. Ya había dedicado la mitad de la noche a tratar de solucionar el problema, sin resultado alguno. Al entrar en el estudio de Edward para buscar las facturas, dejó su bolso y su sobrero sobre una silla. La corta chaqueta de color castaño con hebras doradas y el vestido color castaño que llevaba puestos eran adecuados para las diligencias que llevaría a cabo y estaban de acuerdo con su estado de ánimo, lindante con la depresión y la desesperación que la aquejaban, a causa de la situación en que se había colocado.

 

En el primer cajón había libros mayores y de contabilidad y en el segundo, correspondencia personal que no revisó. En el tercer cajón halló lo que buscaba y más aún.

Estaba lleno de cuentas; algunas abiertas y otras no. Era típico de las clases acomodadas y no la sorprendió. Las cuentas solían ignorarse, en ocasiones durante meses, a veces indefinidamente, por lo general hasta que llegara el momento oportuno de pagarlas. Las suyas no habían sido abiertas. Lo comprobó con alivio al reconocer los nombres de los cinco comerciantes a los que ella había acudido.

Pero esta vez Bella no pudo resistir la tentación de examinar el contenido del cajón.

Una cuenta de quinientas libras de un sastre no la sorprendió, pero arqueó las cejas al ver una de un joven joyero por valor de dos mil. Otra por valor de treinta mil a nombre de un señor Simmons le produjo un gran asombro; y ni siquiera decía de qué se trataba. Y eran tan sólo tres acreedores de por lo menor veinte cuentas que había en el cajón.

¿Estaría Edward endeudado? Demonios, y ella había planeado aumentar sus deudas en forma considerable. Si hubiera abierto esas cuentas hubiera montado en cólera. Gracias a Dios, como el resto de su clase, había guardado todo, postergándolo para otro momento.

Mientras estaba en el banco se ocuparía de transferir a una cuenta a nombre de él los fondos que le correspondía de acuerdo con el contrato matrimonial. Después debería llevar a cabo la penosa tarea de explicárselo a Edward, pues si no lo hacía, él nunca sabría que ese dinero estaba a su disposición. Y éste no era el momento de hablar con él de dinero. Otro maldito problema que le preocupaba.

-Hola.

Bella se sobresaltó y ocultó las cuentas en el bolsillo de su falda que, por suerte, estaba a una altura inferior que la del escritorio, de modo que Seth no pudo ver qué estaba haciendo. Afortunadamente, estaba solo. Si hubiera sido Edward, ella no hubiera tenido excusas para estar allí. Con Seth no las necesitaba pero incluso así estaba nerviosa.

-Has madrugado -dijo ella, saliendo de detrás del escritorio y poniéndose el sombrero.

-Benjamin vendrá a por mí. Iremos a una fiesta en la campiña que con probabilidad durará varios días.

Estaba muy alborotado. Deseó haber conocido a Edward cuando era tan joven como

Seth, a quien tanto se parecía. Pero dudaba de que Edward hubiera sido tan transparente, ni siquiera a los diecisiete años.

-¿Tú padre lo sabe?

-Por supuesto.

Lo dijo con mucha rapidez y el instinto maternal de Bella surgió de improviso.

 -¿Qué clase de fiesta es ésa?

Seth le guiñó un ojo, lleno de entusiasmo.

-No habrá damas, sino muchas mujeres.

-¿Sabe eso tu padre?

Él rió al ver su gesto reprobatorio.

 -Dijo que tal vez asistiera.

Bella se ruborizó. Si su padre lo aprobaba, ¿quién era ella para entrometerse? El joven era lo bastante mayor para... bueno, Emmett seguramente pensaba que lo era. Pero sus hijos no saldrían con mujeres a los diecisiete años. Ella se encargaría de que así fuera... en el caso de que tuviera un hijo.

Suspiró y tomó su bolso.

 -Bien, que te... -No, no le diría que se divirtiese. No podía aprobar lo que estaba a punto de hacer, aunque su aspecto fuera el de un hombre adulto. –Te veré cuando regreses.

-¿Vas a salir? -preguntó él, preocupado-. ¿No hay peligro?

-Ninguno. -Ella sonrió. -Tu tío se encargó de todo.

-Entonces te llevaremos. Benjamin llegará muy pronto.

-No, un coche me aguarda y me acompañará un lacayo, aunque sólo iré al banco. Sé bueno, Seth -dijo al marcharse, mortificándolo.

El viaje hasta el banco no resultó tan breve como pensaba, pero, para exasperación de

Bella, aún era demasiado temprano. En su impaciencia por salir de la casa, no había pensado en la hora. En lugar de permanecer sentada allí, aguardando, ordenó al cochero que diera varias vueltas a la manzana, hasta que el banco abrió sus puertas. Él trámite le llevó casi una hora, pues también abrió la cuenta de Edward. Una suma de cien mil libras, además de un adicional mensual de veinte de acuerdo con el contrato, lo ayudaría a saldar sus deudas. Quizás no le agradecería esa dote, pero ésa era otra cuestión.

 La mayoría de los hombres lo haría. No sabía si Edward era como la mayoría. Al salir del banco Bella se distrajo al ver a dos hombres riñendo a puñetazos; era algo que uno esperaba ver en los muelles pero no allí...

Su pensamiento fue interrumpido por un brazo que la tomó desde atrás por la cintura y algo duro y punzante que se clavó en su costado.

-Nada de juegos esta vez, señora, o le demostraré qué afilado está esto.

Ella no dijo una palabra. En el primero momento, a causa de la sorpresa y luego a causa del temor. A la luz del día y frente a un banco; era increíble. Y su coche estaba allí, a menos de un metro y medio de distancia. Pero la conducían por detrás del coche, mientras la riña que tenía lugar delante de él llamaba la atención de todos. ¿Habría sido organizada para distraer a los demás? Demonios, si esto era obra de James... pero no podía ser.

Había sido advertido por medio de la violencia. No se atrevería. La introdujeron dentro de un viejo coche, con cortinajes oscuros en las ventanillas. El individuo subió con ella y luego cerró la puerta. Ella trató de levantarse del suelo, pero una mano ruda la empujó nuevamente hacia abajo.

-No me cree problemas, señora, y todo será más sencillo -dijo él introduciendo un trapo en la boca de Bella y atando sus manos detrás de su espalda. Luego miró los pies de ella y decidió no correr riesgos. Ató una soga en torno a sus tobillos. Cuando sacó la daga de la bota de Bella, rió-. No tendrá otra oportunidad de usarla contra mi hermano.

 

Bella gruñó en su interior. De modo que era uno de los hombres que había participado en su intento de secuestro. Un hombre de James. Su primo debía estar demente para volver a intentarlo. Sabía que ella estaba casada. ¿Qué demonios estaba haciendo? La idea que la asaltó la puso tensa. Ahora querría vengarse por haberlo burlado. El hombre salió del coche y la dejó tendida en el suelo. Pocos minutos después el viejo vehículo comenzó a avanzar. Bella se puso de costado para tratar de sentarse. La mordaza que le habían colocado estaba floja y ella comenzó a empujarla hacia fuera con la lengua. Casi había logrado sacársela cuando el coche se detuvo y oyó que el cochero decía:

-Es suficiente, Tom.

Un segundo después se abrió la puerta y entró otro individuo. Era el que ella había herido con su daga. Su labio sangraba y estaba jadeando. La distracción había sido planificada. Era uno de los pugilista, que con probabilidad había provocado una riña con un extraño para que nadie notase que otro hombre se la llevaba. Y ella se había dejado llevar sin protestar, con un cuchillo apoyado en su cuerpo.

Tom le sonrió al levantarla y sentarla frente a él. Volvió a ponerle la mordaza, meneando la cabeza, divertido. Por lo menos no deseaba vengarse por la herida que ella le había causado la vez anterior, o al menos, así lo parecía. La contemplaba, sonriendo. Al fin, rió.

 

-Dios, es usted una belleza. Demasiado para ese canalla que nos paga.

Ella trató de hablar a través de la mordaza, pero fue en vano.

-No lo intente. Creímos que jamás podríamos capturarla, pero aquí está. Compórtese bien y no seremos rudos con usted.

Era la segunda vez que le advertían que no debía crear problemas. ¿Qué ocurriría si los creaba? Era una pregunta estúpida, ya que estaba atada de pies y manos y ni siquiera podía gritar.

 

BELLA POR FIN SE DIO CUANTA QUE ESTABA ACTUANDO COMO UNA BOBA AL QUERER DEJAR EN BANCARROTA AL POBRE EDWARD… ¿Cómo CREEEN QUE TOMARA EDDIE LO DEL DINERO?..

 

Diosapagana: A la pequeña Bella le remuerde la conciencia,   y al pobre Eddie vamos a tener que hacer una baquita para pagarles los gastos de Bella,  ¿y qué sucederá,  cuando vea que su endemoniada mujer no vuelve a casa?

Mi querida lectora,  pequeña y seductora,  esperamos tu review con ansias para así poder llenarnos de ganas de seguir adaptando esta historia.

Besos dulces.

Priscila

Capítulo 26: Creando un pacto? o mejor dicho arruinándome la vida Capítulo 28: ENMENDANDO ERRORES

 


 


 
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