SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85432
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

LINK EN FANFICTION PARA LAS QUE NO LO PUEDEN VER PASEN POR AQUÍII DISCULPEN LAS MOLESTIAS :(

Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 21: LOBO CON PIEL DE CORDERO

 

-Ayer estuve aquí, pero tenías tantos invitados...

-Que te marchaste -dijo Bella. Dejó de enmantecar su panecillo para mirar fijamente a Kate. -Lamento que lo hayas hecho.

-No quise parecer una intrusa.

-Kate, era sólo su familia que había venido a conocerme y a felicitar a Edward. Hubieras sido bienvenida, créeme, en especial por mí. No imaginas cuán sola me sentí en medio del clan Cullen.

 

Kate calló. Bebió un sorbo de té, jugueteó con la servilleta que tenía sobre su regazo y con el pastel que había sobre su plato y que no había probado. Bella la contempló, conteniendo el aliento. Sabía que se avecinaba. Lo temía, especialmente ahora, que lamentaba haberse casado tan apresuradamente con Edward. Y era la primera vez que veía a Kate desde su boda. Cuando apareció inesperadamente a la hora del desayuno, Bella supo que, además de las tentadoras delicias que el cocinero había preparado, debería digerir una considerable cuota de críticas.

Trató de demorar el momento.

-Espero que no hayas estado muy preocupada la otra noche. -Demonios, ¿sólo hacía cuatro días que James la había secuestrado?

-¿Muy preocupada? -Kate rió amargamente. -Te sacaron de mi casa. Yo era responsable.

-No. James fue muy astuto y nos engañó a todos. Pero espero que comprendas por qué me vi obligada a partir antes de que regresaras.

-Sí, lo comprendo. No podías permanecer conmigo después de que él había descubierto tu paradero. Pero esa esquela que me enviaste hace dos días. Jamás podré comprender eso. ¿Cómo pudiste hacerlo, Bella? ¿Nada menos que con Edward Cullen?

 

Y bien, ya había formulado la pregunta tan temida; la misma que ella se había estado formulando. Las respuestas no eran satisfactorias, no para ella; pero debía responder a Kate.

-La Noche en que Angela y yo nos marchamos, me detuve aquí para ver a Edward.

-No puede ser.

Bella vaciló.

-Sé que no debí hacerlo, pero lo hice. Cuando estuvimos en Silverley, él se había ofrecido a ayudarme. El marido de Regina no conocía muy bien a mis caballeros, pero Edward, sí. Supuestamente, iba a clarificar algunos rumores sobre ellos. Bueno, la cuestión es que, después de ese encuentro con James, yo llevaba mucha prisa. Vine a esta casa sólo para que él me sugiriera un nombre, para que escogiera uno de los cinco caballeros más adecuado para mí.

-Bien. Es razonable, aunque muy indecoroso -dijo Kate-. Estabas atemorizada y alterada. Esa noche no pensabas con lucidez. Pero, ¿qué sucedió? ¿Por qué escogiste a Sir Edward?

 

-Me mintió -dijo Bella sencillamente, mirando el panecillo que aún tenía en la mano-. Me convenció de que los cinco eran tan inadecuados que no podía casarme con ninguno de ellos. Debiste haber escuchado alguna de sus horribles historias y la forma convincente con que las inventó. En ningún momento sospeché que mentía.

-Entonces ¿cómo sabes...?

Bella rió un instante.

-Porque después de casarnos lo admitió. Arrogantemente, lo confesó todo.

-Qué canalla.

-Sí, lo es -suspiró Bella-. Pero no es ésa la cuestión. La noche que vine a verlo yo estaba desesperada y cuando me dijo todo eso comprendí que estaba como al comienzo y no supe qué hacer.

-De modo que le pediste que se casara contigo -aseguró Kate, sacando sus propias conclusiones-. Bueno, ahora lo comprendo... o creo comprender. Supongo que tuviste la sensación de que no tenías otra alternativa.

-No fue exactamente así -dijo Bella, pero decidió no mencionar el hecho de que había sido seducida. Kate no tenía por qué saberlo todo.- Ni siquiera en ese momento pensé que Edward pudiera ser la solución de mi problema. Demonios; estaba decidida a regresar a Escocia y casarme con un granjero. Fue Edward quien sugirió que me casara con él.

Kate quedó boquiabierta.

-¿Él? -Se repuso con rapidez de la sorpresa. -Bueno, naturalmente pensé que... quiero decir que, como hace un momento dijiste que no hubieras vacilado en hacer la proposición, quizás fue necesario dado que contabas con muy poco tiempo para un noviazgo. Y el tiempo era cada vez menor, de modo que supuse... ¿Realmente te propuso casamiento?

-Sí, y me sorprendí tanto como tú. Pensé que bromeaba.

-Pero no era así, ¿verdad?

-No, en absoluto. Por supuesto, lo rechacé.

Kate volvió a abrir mucho la boca.

-¿Lo hiciste?

-Sí, y me marché a Silverley. -No era necesario que Kate supiera que eso había ocurrido al día siguiente. -Pero, como ves, cambié de idea. Él me ofrecía solución y decidí encararlo como un asunto de negocios. Aún no sé por qué lo hizo, pero así fue. Ésa es toda la historia. -Menos las partes que Bella no podía mencionar.

 

Kate se echó hacia atrás, más tranquila.

-Bien, espero que no tengas que lamentarlo. Rogaré para que se produzca un milagro: que Sir Edward logre convertirse en otro Jacob Black.

-Dios mío, muérdase la lengua, señora -dijo Edward, entrando en la habitación-. Ese individuo me resulta intolerable.

La pobre Kate enrojeció intensamente. Bella miró a su marido con furia.

-¿Te dedicas a escuchar conversaciones ajenas, señor mío?

-De ninguna manera -dijo él, pero su sonrisa desmentía su negativa-. ¿De modo que han llegado los refuerzos?

Miró a Kate significativamente y fue Bella la que se ruborizó esta vez. Recordó que el día anterior, cada vez que él trató de hablar con ella, ella se había dedicado a hablar con algún miembro de la familia, los que se habían quedado a cenar y aún más tarde, proporcionándole una buena excusa para eludirlo durante todo el día. Ahora tampoco estaban solos, con la diferencia de que la visita provenía de su bando. El empleo de la palabra refuerzos era indicado, si bien Kate no sabía a qué se refería con ella.

-¿Vas a salir? -preguntó Bella, esperanzada.

-Sí. Continuaré la búsqueda de tu querido primo.

-Oh. ¿Y harás otro desvío? -dijo ella enfurecida-. Entonces te veré... cuando te vea, supongo.

Edward apoyó las manos sobre la mesa y la miró a los ojos.

-Me verás esta noche, querida. No lo dudes. -Luego se incorporó y sonrió desganado.- Buenos días, señoras. Ahora pueden continuar despedazándome.

 

Giró sobre sus talones y salió con tanta indiferencia como había entrado, dejando a

Bella irritada y a Kate con la sensación de que sucedía mucho más de lo que se dejaba entrever. Edward, que había salido en silencio de la habitación, se marchó de la casa dando un portazo.

Bella hizo una mueca y Kate arqueó una ceja.

-¿Está disgustado por algún motivo?

-Sí.

-¿Tú también?

-Kate, no deseo hablar de ello.

-¿Tan terrible es? Bien, sólo puedo decirte que aceptaste este matrimonio, sabiendo cómo era. Imagino que no será fácil convivir con él, pero debes hacer todo lo posible por salvar tu matrimonio. No esperes demasiado.

 

No había esperado nada hasta que Edward le hizo forjar la ilusión de que podría cambiar. Antes de que transcurrieran veinticuatro horas, había demostrado que no podía. Ella lo hubiera comprendido un mes más tarde, incluso una semana, pero ¿cómo podía comprenderlo al día siguiente de que él le jurara que no quería a ninguna otra mujer, sino sólo a ella? El problema era que no podía superar su enojo y aceptar la idea original de tomarlo tal cual era.

Edward tenía pensamientos similares cuando ascendió al carruaje que lo aguardaba.

Tenía derecho a estar furioso y lo estaba en grado sumo. Un convenio comercial. Mujer empecinada, irracional e irritante. Y además, ilógica. Si empleara un poco de sentido común, comprendería cuán absurdas eran sus acusaciones. Pero no, ni siquiera deseaba hablar del tema. Ayer, había usado a la familia de él como barrera defensiva. Y ellos estaban encantados con ella. ¿Por qué no? Era adorable, inteligente (excepto cuando se trataba de ciertos asuntos) y hermosa, y todos consideraban que era la salvación de Edward.

 

Pero en realidad, era el abogado del diablo, cuya misión era enloquecerlo. Pues no perdería ni una sola noche más de sueño a causa de la testarudez de su mujer.

Ella debía dormir en su cama, en lugar de alimentar resentimientos en otra habitación. Esa noche hablarían, sin interrupciones. Debía pensar en hacer llegar un mensaje a Emmett, sugiriéndole que él y Seth salieran esa noche, sin explicarle por qué.

 

Poco después de que Kate se marchara, llegó Seth con una pila de periódicos y una garbosa sonrisa. Dijo a Bella que la noticia aparecería durante dos semanas. Ella halló el anuncio de su casamiento en cada uno de los periódicos, pero debía reconocer que Edward estaba en lo cierto. No existía ninguna seguridad de que James lo leyera. De manera que no pudo evitar sentirse agradecida ante el hecho de que él, a pesar de estar enfadado con ella, se estaba esforzando por hallar a James y advertirle al respecto.

 

Ella estaba casada y a salvo, pero si James lo ignoraba, ¿hasta qué punto lo estaba?

En ese mismo momento podía estar tramando una nueva estratagema para secuestrarla y desposarla. Sabía dónde se hallaba ella; por lo menos sabía que su ropa había sido enviada a esa dirección. Y si lograba atraparla nuevamente y ella debía decirle que ya era demasiado tarde, podría, en su cólera, someterla a toda clase de malos tratos.

Por eso motivo, Bella había decidido permanecer en su casa durante un tiempo. Las remodelaciones que planeaba podían ser llevadas a cabo por los artesanos que fueran a la casa, sin necesidad de que ella fuera a buscarlos. Había decidido hacer muchas reformas en la casa de Edward. Y no pensaba informarle al respecto. Y cuando él percibiera los gastos que debía pagar, ya que ella había cambiado de idea y pensaba emplear sólo el dinero de él, quizás lo meditara detenidamente antes de volver a mentir.

Una pequeña vocecita interior le decía que estaba actuando con malicia y rencor, pero

Bella no la escuchó. Había decidido gastar el dinero de Edward como si él poseyese una inmensa fortuna. Incluso quizás insistiría en que él construyese una nueva casa, tal vez una mansión en la campiña. Pero primero se dedicaría a redecorar ésta. Después de todo, la casa no era tan grande. Ni siquiera poseía un salón de baile. ¿Cómo podría recibir invitados en esas condiciones?

Si se lo propusiera, podría gastar todo el dinero de Edward y sumirlo en la pobreza. Sí, era una idea interesante. Imaginaba a Edward humillado, pidiéndole dinero para sobrevivir; la idea la fascinó. Lo merecía por haberla decepcionado.

Pero Bella no dedicó mucho tiempo a sus planes de venganza; no podía dejar de pensar en la amenaza implícita de Edward respecto de una posible confrontación. No podía negar que la perspectiva le preocupaba. Y su nerviosismo aumentó en el transcurso de la tarde; tanto que cuando Emmett le anunció durante la cena que él y Seth irían a Vauxhall Gardens esa noche, estuvo a punto de pedirle que la llevaran con ellos.

No era tan cobarde. Por lo menos así quiso creerlo antes de que Emmett y Seth se marcharan. Pero cuando la puerta de entrada se cerró tras ellos y ella quedó a solas con la servidumbre, la servidumbre de Edward (Angela no contaba), llegó a la conclusión de que era una cobarde. Era ridículo retirarse a su dormitorio a esa hora tan temprana pero lo hizo con premura. Dijo a Dobson que informara a Edward de que no se sentía bien y que no deseaba ser molestada bajo ningún concepto. Pero no sabía si daría resultado.

Por si la estratagema fallaba, se puso su camisón menos atractivo (una bata de grueso algodón, más indicada para el invierno no crudo de Escocia), ocultó sus cabellos debajo de un horrible gorro de dormir que pidió prestado a Angela, pues ella jamás los usaba, y completó su atuendo con una gruesa bata que solía usar después del baño.

 

 Al mirarse en el espejo comprobó que estaba bastante horrible sin necesidad de apelar a las cremas que usaba Angela para la cara. Si añadía algo más Edward percibiría que se trataba de un arsenal demasiado obvio y quizás riera en lugar de desanimarse. Como se había abrigado tanto, no se cubrió con las mantas. Se sentó con un libro en la mano; era más natural que fingir estar dormida, cosa que Edward pondría en duda siendo tan temprano.

No, debía parecer normalmente indispuesta, sin demostrar que trataba de eludirlo. Él se vería obligado a dejarla a solas. Eso, en el caso de que ignorara el mensaje de Dobson. O si regresaba a la casa.

Demonios, nada de ello sería necesario si Dobson hubiera hallado la maldita llave que ella le había pedido el día anterior. Pero, por otra parte, si se encerraba bajo llave, él podría considerarlo como un desafío. Sería evidente que ella no deseaba hablar con él. No, era mejor así. Si deseaba entrar, que entrara. Ella lo haría sentir culpable por haberla molestado, sintiéndose ella tan mal.

El libro que tenía en las manos era una aburrida recopilación de sonetos, melosamente sentimentales, perteneciente al anterior ocupante de la habitación, fuera quien fuese. Pero no tenía otro al alcance de la mano. Era muy tarde para arriesgarse a bajar al estudio de Edward, donde había una pequeña biblioteca. Si lo hacía, él podría entrar en ese momento y el efecto que ella buscaba crear se arruinaría.

Dejó a un lado el libro. En otro momento la hubiera fascinado ya que los sonetos de amor por lo general la conmovían. Pero esa noche no estaba para romanticismos. Su mente comenzó a divagar y se preguntó si sería conveniente prolongar su enfermedad durante todo el día siguiente. Ello le daría tiempo para pensar y para volver a controlar sus emociones.

Por suerte, Bella aún tenía el libro frente a ella y parecía estar leyendo cuando sorpresivamente Edward abrió la puerta. Por desgracia, no cayó en la trampa.

-Muy divertido, querida mía -dijo secamente. Su expresión era inescrutable.- ¿Te llevó todo el día tramar esto o te inspiraste cuando el halcón y su cachorro te abandonaron?

Como ella no tenía la menor idea de la referencia que él hacía acerca de aves y perros, ignoró la pregunta.

-Pedí no ser molestada.

-Lo sé, cariño. -Cerró la puerta y sonrió en forma intimidatoria. -Pero un marido puede molestar a su mujer, en cualquier momento, en cualquier lugar y como le plazca.

 

El significado que estaba asignando a sus palabras hizo ruborizar a Bella y él lo percibió.

-Ah, debe de ser la fiebre -continuó diciendo él, acercándose a la cama-. No me extraña, con toda la ropa que te has puesto. ¿O se trata de un resfriado? No, no has pellizcado tu nariz para que enrojeciera. Entonces debe tratarse de jaqueca. No es necesario tener síntomas visibles para padecerla, ¿verdad?

Sus palabras provocativas la enfurecieron.

-Bruto. Si la tuviera, no te importaría.

-Oh, no sé. -Se sentó en la cama y jugueteó con el cinto de la bata de Bella. Ahora que ella había dejado de fingir, la sonrisa de él era divertida. -¿Tienes jaqueca?

-Sí.

-Mentirosa.

-Estoy aprendiendo de mi maestro.

Él rió.

-Muy bien, querida. Me preguntaba cómo abordar el tema. Pero tú lo has hecho por mí.

-¿Qué tema?

-Lo sabes muy bien. ¿Tienes la intención de hacerte la tonta?

-No tengo ninguna intención. Tú saldrás de esta habitación.

Por supuesto, él no lo hizo. Hubiera sido demasiado sencillo. Edward se apoyó sobre un codo y la escudriñó irritantemente, en silencio.

De pronto, él se inclinó hacia delante y le quitó el gorro de dormir.

-Así está mejor. - Hizo girar el gorro con su dedo, mientras contemplaba los cabellos castaños con mechones rojizos de ella que caían sobre sus hombros. -Sabes que adoro tus cabellos. Imagino que los ocultaste para enfadarme, ¿no es así?

-Te halagas a ti mismo.

-Quizás -dijo él suavemente-. Y tal vez he conocido a suficientes mujeres para saber cómo funcionan sus mentes cuando se tornan vengativas a causa de un supuesto agravio. Comida fría, cuerpo frío, cama fría. Bien, me has dado todo eso, menos la comida fría, pero supongo que ya llegará.

Ella le arrojó el libro. Él lo esquivó con destreza.

-Cariño, si deseas apelar a la violencia, te advierto que estoy muy dispuesto a emplearla. En realidad, si hoy hubiera hallado a James creo que primero lo hubiera matado y luego le hubiera formulado preguntas. De modo que no abuses de tu buena fortuna.

Lo dijo con demasiada serenidad como para que ella lo tomara en serio. Estaba muy ensimismada en sus propias emociones violentas para darse cuenta de que jamás lo había visto así. Él estaba tranquilo. Ejercía el control de la situación. Pero estaba furioso. Y ella no lo sabía.

-Haz el favor de marcharte -exclamó ella perentoriamente-. Aún no estoy preparada para hablar contigo.

-Ya lo veo. -Arrojó el gorro de dormir al otro extremo de la habitación.- Pero no me importa si lo estás o no… amor.

Cuando él se lanzó sobre ella, Bella contuvo el aliento y levantó las manos para rechazarlo. Pudo hacerlo porque él se lo permitió... en esos momentos.

-Recuerda la primera condición de este matrimonio, Bella. Debo hacerte un hijo; tú insististe en ello. Y yo estuve de acuerdo.

-También aceptaste la segunda condición y la has llevado a cabo. Las mentiras que sobrevinieron después han cambiado la situación.

Ahora ella percibió que él estaba enfadado. Lo veía en su mirada dura y en su mandíbula tensa. Era un hombre diferente, que inspiraba temor... un hombre fascinante. Hizo surgir en ella algo primitivo, irreconocible. Podría haber afrontado sus gritos. Pero no esto.

 

No sabía qué haría él; de qué sería capaz, pero una parte de ella deseaba averiguarlo. Pero Edward estaba enfadado; no loco. Y ese destello de deseo que brilló en los ojos de ella cuando lo rechazó suavizó un tanto su cólera. Ella aún lo deseaba. A pesar de su furia, lo deseaba. Con esa seguridad, descubrió que podía aguardar hasta que la irritación de ella desapareciera. No sería una espera agradable, pero no quería que ella lo acusara de violación a la mañana siguiente y que su rencor se viese incrementado.

-Debiste pellizcar tu nariz, querida. Lo hubiera creído.

Bella parpadeó; no podía dar crédito a sus oídos.

Arremetió contra él con todas sus fuerzas. Él se puso de pie. La miró con una sonrisa tensa.

-He tenido paciencia, pero te advierto que la paciencia de un hombre es muy limitada.

No debes ponerme a prueba con frecuencia, especialmente cuando no tengo nada que ocultar ni me siento culpable... aún.

-¡Ja!

Edward ignoró su exclamación y fue hacia la puerta.

-Sería conveniente que me dijeras hasta cuándo piensas castigarme.

-No te estoy castigando -dijo ella con dureza.

-¿Ah no, cariño? -Él se volvió y dijo: -Bien, recuerda que este juego es para dos.

Durante el resto de la noche, Bella caviló sobre el posible significado de esas palabras

 

JAJAAJA.. POBRE EDWARD TODO LO QUE TIENE QUE SOPORTAR POR LA TOZUDES DE BELLA… Y ESA BELLA MATA AL TIGRE PARA DESPUÉS TENERLE MIEDO AL CUERO… ESTE PAR SIEMPRE ANDAN AGARRADOS DE LOS PELOS… NUNCA SE ARREGLARAN ¿O SI?...

 

Diosapagana: la pequeña escocesita es bastante testaruda, aunque ahora me pregunto quién será el lobo con piel de cordero en esta historia, o mejor dicho el león con piel de oveja, jjjajajajaaja.

Mi querida lectora sol brillante que ilumina mis días, estoy aquí pidiéndote un review, por esta historia que tanto adoramos y que tan atrapadas nos tiene a todas, para así poder hacer la fotosíntesis y cargarnos de energía para seguir trabajando gratis por Uds.

Besos y Mordiscos.

Priscila.

Capítulo 20: JUGANDO CON FUEGO!!! Capítulo 22: Siempre existe una razón para beber, el enojo o la abstinencia

 


 


 
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