SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85445
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

LINK EN FANFICTION PARA LAS QUE NO LO PUEDEN VER PASEN POR AQUÍII DISCULPEN LAS MOLESTIAS :(

Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 30: ¿De dónde vienen los bebes? No lo sé, pero seguro no vienen en repollos

Angela insistió en que debía beber té liviano y tostadas. No era un desayuno muy apetitoso, pero sin duda era mejor que el chocolate caliente y los pasteles que había provocado los vómitos de Bella. Había sospechado la semana anterior, cuando su menstruación se atrasó.

Y tres días atrás había tenido la certeza, al sentir un intenso malestar por la mañana, que se disipó al mediodía. Y, a medida que pasaban los días, su estado empeoraba. Esa mañana no había podido alejarse del cuarto de baño durante una hora. Temía qué podría ocurrir al día siguiente, y al día siguiente, por la mañana, se casaba Kate. No estaba segura de poder asistir a la boda y eso contribuía a deprimirla más aún, cuando en realidad debería estar felicísima.

A pesar de que ya había comido una tostada, su estómago seguía revuelto. Tan mal se sentía que le costaba recordar que su mayor deseo era tener un bebé. ¿Por qué no podía ser una de esas afortunadas mujeres que nunca habían estado descompuestas por las mañanas? Y había comenzado tan pronto. Sólo habían transcurrido dos semanas desde que concertara ese infamante convenio con Edward. Y una semana más tarde había sospechado que estaba encinta, lo que demostraba que no hubiera sido necesario establecer ese acuerdo, pues lo más probable era que hubiera concebido a su hijo la primera vez que hicieron el amor.

Bella puso la taza sobre la mesa que estaba junto al diván en que estaba recostada.

Fue un movimiento excesivo. Lo había descubierto con horror la mañana en que Edward le hizo el amor y su estómago se descompuso. En ese momento había apelado a todas sus fuerzas para no tener que avergonzarse confesándolo de inmediato. Y, egoístamente, se había acostado con él en dos ocasiones posteriores, sin decirle la verdad. Pero ya no podía postergarlo más. Esa mañana, apenas ella salió de la habitación de él, Edward despertó y la llamó. Las náuseas aumentaban, de modo que ya no podría hacer el amor por las mañanas.

Debía decírselo antes de que él lo descubriera y se diera cuenta de que ella estaba ignorando el convenio.

Demonios, cómo odiaba ese maldito convenio. Edward había sido tan maravillosamente cariñoso durante las dos últimas semanas, al menos en su dormitorio. Le hacía el amor con tanta frecuencia que ella sabía muy bien que no podía hacerlo con otra mujer, que era todo suyo. Cada noche parecía su noche de bodas; él era apasionado y tierno como nunca.

Pero fuera del dormitorio era un hombre diferente; se comportaba con indiferencia o era frío y sarcástico, pero nunca desagradable. Y Bella sabía que la culpa era del convenio; de esa manera él le hacía saber que estaba disgustado por las condiciones que ella le había impuesto.

Y ahora todo había concluido. Pero ella no deseaba que fuera así. Demonios, se había convertido en adicta a Edward peor, por propia decisión, lo perdería. Ella había dicho que sería durante un tiempo. Dos breves semanas.

-¿Deseabas verme?

No había llamado a la puerta sino que había entrado directamente. No había estado en esa habitación desde la noche en que ella había fingido estar indispuesta. Ahora no fingía.

Edward miró de forma rápida los nuevos muebles antes de fijar sus ojos azules sobre ella. Los nervios revolvieron el estómago de Bella.

-Voy a tener un bebé -dijo ella precipitadamente.

Él permaneció de pie frente a ella, las manos en los bolsillos. Su expresión no cambió.

Eso fue lo peor. Al menos pudo haber demostrado alguna alegría ante la noticia. O desagrado.

En ese momento, Bella hubiera preferido el desagrado. Hubiera preferido que se enfureciese, como la noche en que ella estableció sus condiciones.

-Me alegra mucho por ti -dijo él suavemente-. De modo que han concluido tus viajes a mi dormitorio.

-Sí, a menos que...

-¿A menor que qué? -dijo él, interrumpiéndola adrede-. No es mi intención quebrantar tus reglas, cariño.

Ella se mordió los labios para no maldecir esas reglas en su presencia. De todos modos, no sabía qué había comenzado a decir cuando él la interrumpió. Pero era obvio que él no deseaba oírlo. Y ella había estado esperando, rogando, que él insistiera en olvidar el convenio y que le exigiera que se instalase definitivamente en su dormitorio. Pero no lo haría. ¿Es que ya no le importaba?

Ella desvió la mirada hacia la ventana y con voz inexpresiva dijo: -Necesitaré una habitación para el bebé.

-Emmett se marchará dentro de pocos días. Puedes redecorar la habitación.

Ella le había dado una oportunidad. Él pudo haber sugerido que fuera esa habitación. Era más conveniente pues estaba frente a la de él. Ella continuó mirando por la ventana.

-También es tu hijo, Edward. ¿No tienes ninguna preferencia respecto a los colores... o alguna otra cosa?

-Decide de acuerdo con tus gustos, querida. A propósito, esta noche no cenaré en casa.

Celebraremos la última noche lúcida de Garrett en el club.

A Bella le dolió la forma abrupta en que cambió de tema. Evidenciaba no tener interés alguno en el bebé, ni en ella. Él se volvió para salir de la habitación sin añadir nada más.

Cuando salió de la habitación, Edward golpeó el muro con el puño. En el interior de la habitación, las lágrimas rodaban por las mejillas de Bella. Se sobresaltó al oír el ruido, pero no le dio importancia.

Nunca se había sentido tan desdichada y ella era la culpable. Ni siquiera recordaba por qué había hecho ese estúpido convenio. Ah, sí. Había temido que le frecuencia de las relaciones íntimas con Edward la llevaran a enamorare de él. Bien, ya era demasiado tarde. Angela había estado en lo cierto.

-¿Era la noticia que esperabas?

Edward se volvió y vio a Emmett de pie junto a su habitación.

-Lo era.

-Infiero que la estrategia no está dando resultado, ¿no?

-Maldición, Emmett. Espero que te marches cuanto antes.

 -¿Por qué no se lo dices, Bella?

-No puedo -dijo Bella, bebiendo otro sorbo de su copa de champaña.

Durante la fiesta, que fue una pequeña reunión de las amigas de Kate en la casa de su madre, se mantuvieron apartadas de las demás. No sólo los caballeros podían celebrar la noche anterior a la boda. Pero Bella no estaba de ánimos para celebraciones, aunque había llegado a aceptar que Kate fuera muy feliz con ese matrimonio y ella compartía la felicidad de su amiga. Pero no podía demostrarlo.

Por desgracia, Kate había percibido su depresión y había hecho un aparte para hablar con ella, temiendo que Bella aún estuviera en contra de la boda. Sólo podría convencer a su amiga de que no era así diciéndole la verdad.

-Si fuera tan sencillo... -comenzó a decir Bella, pero Kate la interrumpió.

-Pero es sencillo. Sólo debes decir <<te amo>>. Dos palabritas, querida, y tus problemas desaparecerán.

Bella meneó la cabeza.

-La diferencia, reside en que esas palabras son sencillas para ti porque sabes que Garrett te ama. Pero Edward no me ama.

-¿Le has dado algo que pueda amar?

Bella hizo una mueca.

-No. Puede decirse que, desde que me casé, he sido una mujer malhumorada.

-Bien, tuviste motivos, ¿no es así? Fue lamentable para Sir Edward, pero dijiste que estabas segura de que sólo se había comportado mal esa única vez. Depende de ti, querida. Puedes hacerle saber que le has perdonado ese desliz y que deseas recomenzar, o puedes continuar como hasta ahora.

Qué alternativa, pensó Bella, todavía resentida. ¿Por qué debía ser ella quien hiciera todas las concesiones? Edward ni siquiera se había disculpado, y era probable que no lo hiciera.

-Un hombre como Sir Edward no aguardará siempre -prosiguió Kate-. Lo echarás en brazos de otra mujer.

-No necesita que yo lo haga -dijo Bella con amargura.

Pero Kate estaba en lo cierto. Si ella no compartía la cama de Edward, al final lo haría otra. Pero lo había sabido cuando celebró el convenio. En aquel momento no quiso reconocer ante sí misma que eso le importara. Pero le importaba, y mucho, porque lo amaba.

 

Bella regresó a su casa a las once y acababa de quitarse el abrigo y los guantes cuando la puerta volvió a abrirse y aparecieron Edward y Garrett. Dobson los miró y suspiró. Bella tuvo la sensación de haber presenciado ya la misma escena y no había sido divertida; sólo que esta vez era Edward quien servía de apoyo al otro. Garrett parecía medio dormido.

-Llegas temprano -dijo Bella con tono imperturbable.

-El muchacho se embriagó y perdió el conocimiento. Pensé que sería mejor acostarlo.

-¿De modo que lo trajiste aquí en lugar de llevarlo a su casa?

Edward se encogió de hombros.

-La fuerza de la costumbre, cariño. Cuando salíamos juntos por las noches, la mayoría de las veces Garrett venía a mi casa. Tiene su propia habitación aquí. Aunque en realidad, ahora la ocupas tú.

Se miraron mucho tiempo, hasta que Garrett dijo: -¿Qué es eso? ¿Quién ocupa mi habitación?

-No te preocupas, viejo, mi mujer tiene algunas cosas en ella, pero no tendrá inconveniente en sacarlas. ¿No es así, querida?

 

Bella sintió que su corazón palpitaba con fuerza. ¿Habría traído él a Garrett para que ella tuviera que cambiar de habitación? Y la única habitación a la que podía ir era a la de

Edward.

-No se moleste por mí, Lady Cullen.

Ella le entendió perfectamente, si bien farfullaba y no parecía capaz de situarla en el espacio; miró a Dobson en cambio.

-No es molestia, Garrett -dijo Bella-. Sólo tardaré un momento...

-No tienes tiempo -dijo Edward-. Es muy pesado y si lo dejo en el suelo, no se levantará. Ve delante nuestro, querida, y toma lo que necesites.

Ella lo hizo con premura. Recogió velozmente sus cosas y Edward dejó caer a Garrett en la cama. ¿La habitación de Garrett? De modo que los sonetos que había hallado allí le pertenecían. Nunca le hubiera creído capaz de escribirlos. Kate era más afortunada de lo que pensaba.

Salió deprisa de la habitación pues Edward había comenzado a desvestir a Garrett.

Cuando estuvo en él la puerta del corredor, miró concentrada dormitorio de Edward. Era eso lo que él deseaba que hiciera, ¿verdad? ¿Dónde podría dormir si no? Seth y Emmett probablemente aún no habían llegado, pero lo harían. Y sólo había cuatro dormitorios en la planta alta.

Entró, vacilante, en la habitación, esperando hallar a Willis, si bien lo había visto en pocas ocasiones allí últimamente; sólo acudía cuando Edward le llamaba. Pero la habitación estaba vacía. O Edward había planeado esto o no le había avisado a Willis. Además, según las costumbres londinenses, era temprano todavía. Willis no esperaría que su amo regresara tan pronto.

Bella suspiró, sin saber qué pensar. Pero no desperdiciaría la oportunidad. Ella misma no hubiera podido planearla mejor. No tendría que sacrificar su orgullo, confesando que había sido una tonta. Simplemente le demostraría a Edward que no le molestaba estar allí, sino que lo deseaba.

Comenzó a quitarse la ropa. Cuando Edward entró en la habitación, se hallaba en camisa. La miró durante unos instantes y luego se dirigió a su cuarto de vestir. Bella se metió apresuradamente en la cama. Deseó que él hubiera dicho algo. Dios, esto le recordaba su noche de bodas. Y estaba tan nerviosa como lo había estado entonces.

 

Cuando él apareció, sólo llevaba una bata. Ella por lo menos había tenido tiempo de ponerse una bata de dormir. No quería ser tan obvia. Pero era obvio. Mientras él se dedicó a apagar las lámparas, el deseo encendió los ojos dorados de Bella al admirar su hermoso cuerpo. Lo había tenido en grandes dosis esos últimos días. Pero había descubierto que no era suficiente. Nunca lo sería. La habitación estaba a oscuras; sólo se filtraba por las ventanas un rayo plateado de luna. Antes de que los ojos de Bella se habituaran a la oscuridad, sus sentidos se encendieron. Podía oler el aroma de Edward cuando él se acercó. Cuando la cama cedió debajo de su peso, ella contuvo el aliento. Experimentó la misma sensación de vértigo que siempre la invadía cuando él estaba junto a ella. En un instante se inclinaría sobre ella. Sus labios besarían los suyos, cálidos, exigentes...

-Buenas noches, querida.

Ella abrió los ojos. Demonios, en definitiva, no había planeado el desalojo de la habitación de ella. Se atenía a las reglas que ella le había impuesto; no la tocaría cuando ella quedara encinta. No era justo. ¿Cómo podía hacerlo si ella estaba tendida a su lado, deseándolo más que a nada en el mundo?

-Edward.

-¿Sí?

Su tono de voz era cortante y la inhibió.

-Nada -murmuró ella.

Bella permaneció acostada, contando los latidos de su corazón, y deseando haber bebido más de dos copas de champaña en la fiesta de Kate. Pero había pensado en las náuseas de la mañana siguiente, antes de asistir a la boda. No había imaginado que le sería imposible dormir. La noche anterior había apoyado la cabeza en el pecho de Edward y había contado los latidos de él. Qué gran diferencia podía haber entre un día y otro. No, no era el día; era su maldito convenio.

No podía ser. Tendría que...

Oyó el gruñido y luego las manos de Edward la estrecharon contra su pecho. La besó salvajemente, con una pasión desatada que inflamó a ambos. Bella no opuso resistencia. Lo aceptó, feliz y tan aliviada que se abandonó por completo entre los brazos de él. El orgullo no importaba. Lo amaba. Se lo diría pero no en ese momento. Más tarde, cuando pudiera pensar de nuevo con claridad….

 

AHORA SI LLEGAMOS AL FINAL DE ESTA HISTORIA, BELLA YA ESTABA DECIDIDA, POR FIN REACCIONÓ Y POR FIN A EDWARD LE SALE ALGO BIEN JAJA.. YA ERA HORA NO CREEN?

 

Diosapagana: Queda confirmado,  no se puede creer en la palabra de un libertino,  por dios,  solo pensar en el celibato a Eddie  casi se le rompe… el corazón,  aunque veremos cómo salen de este hermoso pozo en el que los dos personajes están metidos.

Ahora si a solo dos capítulos del final,  les comento que espero que quieran seguir con nosotras para la próxima adaptación que continuara esta brillante saga,  en la cual yo seré la adaptadora oficial y Lebasi mi beta. Así que estén atentas para tomar la dirección de la última actualización después del final para continuar desde mi usuario de Fanfiction.  Y para las lectoras de lunanuevameyer,  es casi seguro que continúen desde el usuario de Lebasi,  que yo no tengo usuario allí.

Besos por cada review que dejen.

Priscila

 

Capítulo 29: El comienzo de mi CELIBATO Capítulo 31: YO SOY EL LIBERTINO DE TU CORAZON

 


 


 
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