SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85419
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

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Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 29: El comienzo de mi CELIBATO

El viaje hasta Piccadilly le pareció eterno y, por otra parte, no demasiado largo. Bella estaba invadida por una extraña euforia. Sin palabras que le distrajeran, oyendo tan sólo el parejo andar del caballo y los latidos del corazón de Edward cerca de su oído, le resultó fácil olvidar la realidad y encerrarse en un capullo de bienestar.

Le produjo un gran fastidio bajar del caballo para enfrentarse con sus enojosos problemas. En aquel momento, se sintió desorientada. Miró el sobre arrugado que estaba a sus pies durante varios segundos, antes de darse cuenta de qué se trataba y de agacharse para tomarlo. Pero Edward fue más rápido.

Bella gruñó para sus adentros. Había olvidado por completo esas estúpidas cuentas. Ya era grave que una de ellas cayera de su bolsillo, pero era peor que Edward la cogiera. Y hubiera sido muy afortunada si él se la hubiera entregado sin mirarla. Pero no lo hizo. La abrió.

-Edward.

Él la miró, arqueando una ceja.

-Está dirigida a mí -dijo él.

Ella comenzó a caminar hacia la casa pero él la tomó del brazo para detenerla, mientras leía el papel que sostenía con la otra mano.

Cuando habló, su voz sólo expresó curiosidad.

-¿Puedo saber qué haces con esto?

Ella se volvió.

-Es la cuenta de algunos de los muebles que compré.

-Es evidente, querida. Pregunté por qué está en tu poder.

-Pensaba pagarla. Por eso...

Se interrumpió al ver que él dirigía la mirada hacia el bolsillo de su falda. Otro sobre asomaba por allí. Durante el viaje se había salido de su sitio. Y antes de que pudiera decir otra palabra, Edward metió su mano en el bolsillo de ella y sacó las facturas restantes.

-¿También pensabas pagar éstas?

Ella asintió, pero él no la miraba, de manera que con dificultad dijo: -Sí.

-¿No hubiera sido entonces más apropiado que fueran enviadas a tu nombre?

Ella no comprendía por qué él tomaba el asunto con tanta serenidad.

-Pensé hacerlo pero lo olvidé.

-No, no lo olvidaste -dijo él, desanimándola. Luego la confundió al añadir en tono divertido: -No eres muy buena para regatear, querida. Pude haber comprado todo esto a mitad de precio.

Guardó las facturas en su bolsillo, tal como ella lo esperaba. No obstante, se irritó.

 - Son mis compras -le dijo.

-Pero adornan mi casa.

-Yo las compré -insistió ella-, y pienso pagarlas.

-No lo harás. No tenías intención de hacerlo, de modo que dejemos todo como está, ¿quieres?

Le sonreía. Sonreía.

-No seas terco, Edward. Ya tienes bastantes deudas. Deseo pagar por lo que...

-Calla, cariño -la interrumpió él, apoyando las manos sobre sus hombros-. Supongo que no debía dejar que creyeras que no sabía nada, pero parecías divertirte tanto creándome deudas que no quise arruinar tu diversión. -Rió al ver que ella bajaba la mirada con expresión culpable y levantó el mentón de Bella. -La verdad es que hubieras podido redecorar cien casas y no me hubiera inmutado.

-Pero no eres rico.

Él rió con alegría.

-Es bueno tener un hermano que es un genio, con el dinero. Carlisle tiene talento para ello. Y se ocupa de las finanzas de la familia, para tranquilidad de todos. Si después del trabajo que te has tomado para redecorar la casa, no te agrada, poseo varias propiedades en zonas vecinas, y también en Kent, Northampton, Norfolk, York, Lincoln, Wiltshire, Devon...

-Es suficiente.

-¿Te decepciona saber que no me casé contigo por tu dinero, querida?

-De todos modos, posees una parte de él, en virtud del contrato matrimonial. Esta mañana coloqué el dinero en una cuenta a tu nombre. -Por lo menos eso estaba aclarado.

Él dejó de reír.

-Irás al banco y lo depositarás para nuestros hijos. Y ya que hablamos del tema, debo decirte que yo te mantendré, Bella. Pagaré tu ropa, tus alhajas, todo aquello que adorne tu cuerpo.

-¿Y qué haré con mi dinero? -dijo ella ásperamente.

-Lo que desees, siempre que nada tenga que ver con vestidos, alimentación, casas ni todo aquello que yo deba proveer para ti. Sería aconsejable que me consultaras antes de gastarlo. De ese modo evitaremos futuras discusiones.

El espíritu independiente de Bella se sintió ofendido. Su corazón de mujer estaba encantado. Y la palabra hijos continuaba sonando en sus oídos. Implicaba el fin de las dificultades entre ambos, si bien no avizoraba esa posibilidad.

-Si vamos a continuar esta conversación, ¿no sería mejor entrar?

Edward sonrió ante el tono de voz impersonal de Bella. Él había aclarado la situación y además recobró su alegría inicial al comprobar que ella dejaba de lado su rencor.

 

Era una ofrenda de paz. Él también podía hacerla. Por fortuna, la idea que lo había rondado después de ese viaje en el que estuvieron tan juntos, se convirtió en una necesidad.

-El tema está agotado -dijo Edward, conduciéndola hacia el interior de la casa-, pero hay otro que debe ser solucionado de inmediato.

A Bella se le aceleró el corazón, pero no estaba segura de haber comprendido bien.

No quiso hacerse ilusiones hasta que él la tomó del brazo y la condujo hasta su habitación.

Aún entonces, después de que él hubo cerrado la puerta, no sabía cuáles podían ser sus intenciones. Él cruzó la habitación, se quitó el abrigo y lo arrojó sobre el maldito sillón que habían ocupado la noche anterior.

Ella frunció el ceño al mirarlo. Había aprendido la lección, tal como él lo decidiera. El rencor se agitó en su interior, luchando contra el deseo que la invadía por el solo hecho de estar nuevamente en esa habitación.

-Ven aquí, Bella.

Él estaba sentado sobre la cama y se desabrochaba poco a poco la camisa blanca. El corazón de Bella latió con violencia. Edward era una tentación inimaginable, pero no creía poder soportar otra vez su tratamiento formal.

-Supongo que aún te sientes capaz de simular deseo.

-¿Simular? -Edward arqueó las cejas. -Ya comprendo. Todavía no crees en la espontaneidad, ¿verdad, cariño? Ven y ayúdame con las botas, ¿quieres?

Ella lo hizo porque él no había respondido a su pregunta y no deseaba huir hasta tener la certeza. Podía soportar lo horrible, peor no la falta de pasión.

-Estás nerviosa -dijo él al ver que ella no se volvía después de dejar caer la segunda bota en el suelo-. No tienes por qué estarlo, querida. Debes aprovechar la oportunidad cuando se presenta.

Edward vio que la espalda de Bella se tornaba rígida y se arrepintió al instante de sus palabras. Anoche él había sido claro. Ella no lo olvidaría. Pero no podía repetir esa experiencia.

Él se inclinó para atraparla entre sus piernas; sus manos se deslizaron por las costillas de Bella hasta tomar sus senos. Apoyó su mejilla sobre la chaqueta de ella. Bella echó la cabeza hacia atrás y arqueó el cuerpo. Edward, encendido de deseo, la dejó caer sobre la cama y se inclinó sobre ella, manteniendo sus piernas entrelazadas con las de Bella.

-¿Simulación, querida? No creo que tú y yo seamos capaces de semejante proeza.

La besó con intensa pasión y Bella contuvo el aliento. Era exquisito. Era ese fuego devorador que todo lo consumía y que estaba más allá de todo razonamiento. Olvidó la noche anterior. Ahora la besaba como si en ello le fuera la vida, sin ocultamientos ni reticencias y su alma de mujer revivió entre sus brazos….

 

 

 

&&&&&&&&&&&&

 

 

 

-Me marcharé dentro de dos días -dijo Emmett cuando entró en el comedor.

-¿Necesitas ayuda para empaquetar?

-No seas tedioso, cachorro. Sabes bien que has estado encantado de tenerme aquí.

Edward gruñó y continuó comiendo su desayuno.

-¿Cuándo lo decidiste?

-Cuando comprendí que tu situación es irremediable. Ya no me divierte contemplarla.

Edward dejó su tenedor y miró con furia la espalda de su hermano que fue hacia el aparador y se sirvió el desayuno. En realidad, Edward consideraba que había hecho grandes progresos en las dos últimas semanas. Bastaba que tocara a Bella para que ella cayera en sus brazos. No veía nada de irremediable en ello. Pronto ella admitiría que lo necesitaba tanto como él a ella. Reconocería su locura y mandaría al diablo sus reglas. Pero, hasta entonces, él las respetaría al pie de la letra.

-¿Quieres explicar ese comentario?

Emmett se sentó frente a él y dijo, irritado: -Me agrada esta habitación tal como está ahora. ¿Cuánto te costó?

-Maldición, Emmett.

Emmett se encogió de hombros.

-Es obvio, querido muchacho. Ella comparte tu habitación a todas horas del día, pero cuando no estáis ocultos detrás de esa puerta, actuáis como si fuerais extraños. ¿Qué se ha hecho de tu poder para someter a las mujeres? ¿Es ella inmune a él?

-No es asunto tuyo.

-Lo sé.

De todos modos, Edward le respondió.

-No es inmune, pero tampoco es como las demás mujeres. Tiene ciertas ideas estrafalarias... la cuestión es que deseo que venga a mí por su voluntad y no sólo cuando sus sentidos están obnubilados por el deseo y no tiene alternativa.

-¿Quieres decir que ella... no va hacia ti, es eso?

Edward respondió frunciendo el ceño. Emmett rió.

-No me digas que no has aclarado ese pequeño malentendido acerca de la dulce Margie.

-¿Aún recuerdas su nombre?

Era evidente que Edward se mofaba, pero Emmett lo ignoró.

-En realidad, la he visto a menudo. Es una delicia. -Pero la verdadera razón por la que había regresado a la taberna era aquella arpía con pantalones. -¿Nunca intentaste explicárselo?

-Lo hice. Pero no lo haré dos veces.

Emmett suspiró ante tanta terquedad, si bien la suya era similar.

-El orgullo es propio de los tontos, muchacho. Hace casi un mes que estás casado. Si hubiera sabido el desastre que harías, hubiera perseguido a la dama.

-Sobre mi cadáver -dijo Edward, fastidiado.

-Que susceptible estás. -Emmett sonrió. -Pero no importa. La ganaste. Peor lo que has hecho después es deplorable. Un poco de romance no estaría de más. ¿Acaso no quedó fascinada contigo a la luz de la luna?

Edward debió hacer un esfuerzo para no golpear a su hermano.

-Lo último que necesito de ti, Emmett, son consejos. En lo que concierne a mi mujer, tengo mi propia estrategia y, aunque parezca que no da resultado, lo da.

-Es la estrategia más extraña que he visto; enemigos de día, amantes de noche. Yo no tendría tanta paciencia. Si no se rinden ante el primer intento...

-¿No valen la pena?

-Algunas valen la pena. Pero para qué tomarse el trabajo, habiendo tantas disponibles.

-Pero yo tengo a Bella.

Emmett rió.

-De acuerdo. ¿Vale ella la pena?

Edward sonrió lentamente y Emmett calló. Sí, imaginaba que la pequeña escocesa valía un poco de paciencia. Pero en cuanto a la estrategia de Edward, tenía la impresión de que cavaba su propia fosa.

Angela apareció en la puerta.

-Disculpe, señor, pero Lady Bella desea hablar con usted.

-¿Dónde está? -preguntó Edward.

-En su habitación, señor. No se siente muy bien.

Edward hizo una seña a Angela para que se marchara y luego dijo.

-Mierda.

Emmett meneó la cabeza, fastidiado.

-¿Lo ves? Tu mujer está enferma y, en lugar de estar preocupado...

-Demonios, Emmett; no sabes qué mierda está ocurriendo, de modo que no te entrometas. Si está enferma, es porque lo ha estado deseando. Lo noté la otra mañana cuando... -Edward se interrumpió al ver que Emmett arqueaba una ceja. -Maldición. Me dirá que seré padre.

-Ah... pero es magnífico -dijo Emmett, encantado. Al ver que el gesto de Edward se tornaba más sombrío, dijo con vacilación: -¿No lo es?

-No, no lo es.

-Por Dios, Edward, los hijos son parte del matrimonio...

-Lo sé, idiota. Deseo ese hijo. Pero no las condiciones que trae aparejado.

Emmett comprendió mal y se echó a reír.

-Es el precio de la paternidad, ¿no lo sabías? Dios, sólo deberás alejarte de la cama de ella durante unos pocos meses. Puedes encontrar consuelo en otra parte.

Edward se puso de pie y, con voz serena pero helada, dijo:

 -Si deseara hallar consuelo en otra parte y si sólo fuera durante unos pocos meses, estarías en lo cierto, hermano. Pero en cuanto mi mujer me anuncie su embarazo, comenzará mi celibato.

Emmett, sorprendido, dijo: -¿De quién fue esa idea ridícula?

-Ciertamente, no fue mía.

-¿Quieres decir que sólo se acostó contigo para tener un hijo?

-Así es.

Emmett resopló.

-Odio decirte esto, querido muchacho, pero tengo la impresión de que tu mujer necesita una buena zurra.

-No; necesita reconocer que está equivocada y lo hará. Pero me sulfura no saber cuándo

 

HAYY AUN NO PUEDO DEJAR DE REIRME DE LAS COSAS DE EMMETT… Y LAS ESTUPIDECES DE BELLA… ERA OBVIO QUE EDWARD IBA A DEJAR PASAR LO DE LAS CUENTAS PORQUE TIENE MUCHO DINERO Y PORQUE AMA A BELLA POR SOBRE TODAS LAS COSAS… LAS ORACIONES QUE KATE DECÍA DIERON RESULTADO Y OTRO LIBERTINO SE A REGENARDOOO!!! :D…. ¿Quién SERA EL PROXIMO?

 

Diosapagana: otro miembro del Clan Cullen hará su aparición  para la desgracia de Edward.  Aunque no sé porque,  pero creo que será nuestra querida Bella la que le pese su pacto,  al ver que su marido es un hombre de palabra.  Jajajajajaja.

Mi bella lectora,  deliciosa y vivaz, se que estas allí,  oculta tras de la pantalla con el mouse en el botón de review para hacernos llegar tu comentario,  así que no te molesto mas para que nos digas como crees que será lo próximo que va a pasar.

Besos sin abstención.

Priscila.

Capítulo 28: ENMENDANDO ERRORES Capítulo 30: ¿De dónde vienen los bebes? No lo sé, pero seguro no vienen en repollos

 


 


 
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