SAGA DINASTIA CULLEN II: EMBAUCANDO AL AMOR (+18)

Autor: Danisabel
Género: + 18
Fecha Creación: 13/12/2010
Fecha Actualización: 24/01/2011
Finalizado: SI
Votos: 17
Comentarios: 87
Visitas: 85435
Capítulos: 32

En una carrera desesperada por conseguir marido, la adinerada y hermosa Isabella Swan busca a cualquier tipo de hombre dispuesto para contraer matrimonio, salvo uno… un libertino. ¿Qué sucederá cuando el mayor libertino y cabezota de Londres la ponga entre ceja y ceja? ¿Sucumbirá a sus encantos o buscara a ese marido aceptable que la salvara de las peligrosas maquinaciones de su primo?.

Esta historia es una adaptación del libro Tierna y Rebelde de Johanna Lindsey

LINK EN FANFICTION PARA LAS QUE NO LO PUEDEN VER PASEN POR AQUÍII DISCULPEN LAS MOLESTIAS :(

Link de la primera historia ... Saga dinastia Cullen I: El estigma del Amor


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Capítulo 18: NUESTRA SEGUNDA PRIMER NOCHE DE BODAS

Edward sacudió a Bella para despertarla, ya estaban cerca de Picadilly, donde se hallaba la casa de él. Deseó que Emmett hubiera salido esa noche y que Seth estuviera en la cama, pues ya era tarde, y no deseaba dar explicaciones. Además, durante todo el viaje, excepto cuando fue brevemente interrumpido por el asaltante, había estado añorando su cama.

No podía aguardar más tiempo. En ese momento, Bella no pensaba en el problema. Había dormido profundamente y tuvo dificultades para despertarse y tomar conciencia de que ya habían llegado. Sólo deseaba continuar durmiendo. Ya no pensaba en su noche de bodas, ni en su nuevo marido ni en nada. Pero alguien la sacudía con fuerza.

Edward quedó perplejo cuando Bella gimió, irritada y apartó la mano de él, negándose a abrir los ojos. Casi siempre, las mujeres no dormían en su presencia, de modo que no estaba habituado a esforzarse por despertar a una que se negaba a hacerlo. Le había sugerido que durmiera para descansar un poco, no para que lo hiciera durante toda la noche.

Edward lo intentó de nuevo.

-Vamos, Bella, ¿o es que has olvidado qué día es hoy?

-¿Mmm?

-¿No recuerdas las campanas de la boda? ¿No piensas en un marido que espera que te pongas algo suave y delgado y sensual para complacerlo?

Ella bostezó, pero logró sentarse, parpadeando y frotándose los ojos como una niña.

-No suelo viajar con esa clase de cosas.

Él sonrió. Por lo menos la mente de Bella funcionaba, aunque con una lentitud que le impedía darse cuenta de que él bromeaba.

-No te preocupes, querida. Esta mañana envié a por tus cosas.

Eso la despertó.

-No. Fue una tontería, pues aún no sabías si me casaría contigo o no. James pudo haber estado al acecho para averiguar adónde había ido yo.

Edward esperaba que así fuera y por eso lo había hecho. Si tenía suerte, el hombre que él había enviado para seguir el rastro de los perseguidores, tendría mañana una dirección para darle. Pero rió ante la preocupación de ella.

-Sé que uno no se casa todos los días, cariño, pero resulta desconcertante y muy perjudicial para el ego, que continuamente te olvides de tu condición de mujer casada. Lo estás y, cuanto antes lo sepa tu primo, mejor; de esa manera dejará de molestarte.

 

Ella comenzó a sonreír y luego su expresión se convirtió en una manifestación de gran deleite.

-Es verdad. Estoy tan habituada a huir de James, que supongo que tardaré un tiempo en acostumbrarme a la idea de que ya no necesito hacerlo. Ya está. Soy libre.

-No completamente, querida mía.

-No, no quise decir...

-Lo sé -dijo él, dando una palmadita en el mentón de Bella-. Pero ahora eres mía y estoy descubriendo de forma muy rápida que soy un latoso posesivo.

Era una frase absurda, pero Bella estaba segura de que él le tomaba el pelo, como siempre. Si alguna vez llegara a hablar de algún asunto con seriedad, probablemente ella moriría del shock.

Cambiando de tema, ella preguntó: -Edward, ¿por qué insististe en regresar a Londres esta noche?

Los ojos de Edward brillaron, divertidos. -Las novias suelen estar nerviosas en su noche de bodas. Pensé que estarías más cómoda en una cama que ya conoces.

Sonrojándose, ella respondió en un susurro: -Supongo que me lo busqué.

-Así es.

-Pero hablaste de ruidos.

-¿Sí? No tiene importancia. Seremos muy silenciosos.

Otra vez bromeaba. Ella no estaba segura de que le agradase que lo hiciera esa noche.

No estaba segura de llegar a habituarse a sus bromas relativas a hacer el amor. Peor esa noche...

Ella bostezó y Edward sonrió. El coche se detuvo.

-Por fin -dijo él y saltó del coche-. Ven querida; haré el esfuerzo de llevarte en mis brazos para cruzar el umbral.

Ella tomó su mano y salió del carruaje. -No es necesario...

-Permíteme cumplir mi rol -dijo él, tomándola en sus brazos-. Después de todo, deben haber inventado esta curiosa costumbre por algún motivo. Tal vez para que la novia no pueda huir.

-Qué tontería -Ella rió y rodeó con su brazo el cuello de Edward. –Quizás algunas novias se desmayaron en el umbral y debieron ser llevadas al interior de la casa en brazos.

-¿Sólo algunas? -bromeó él-. Te aseguro que existe una gran ignorancia sobre cuanto ocurre en el lecho conyugal. En estos tiempos las madres no se atreven a tocar esos temas. Es una pena, porque los pobres novios se ven en grandes dificultados, tratando de calmar nervios y temores, cuando en realidad desean desflorar a sus esposas.

-Edward -exclamó ella, aunque le resultó difícil no reír ante la sonrisa malévola de él- ¿Necesitas decir esas cosas?

Luego añadió: -Además, algunas novias no tienen madres que las instruyan.

-Ah, nos estamos poniendo personales. -Él llamó a la puerta y luego la miró con ternura. -Pero, ¿no estabas atemorizada, verdad, cariño?

-No me diste tiempo para estarlo -dijo ella, sonrojándose.

-¿Y ahora que sabes de qué se trata?

-Creo que voy a desmayarme.

Él se echó a reír, pero cuando se abrió la puerta, convirtió la risa en tos. Dobson los contempló con expresión estoica. Bella experimentó cierta decepción ante su aire hastiado, como si estuviera muy habituado a ver a su amo en la puerta con una mujer en los brazos.

Pero cuando pasaron junto a Dobson y ella vio su expresión, se sintió aliviada; estaba confundido. Ella ocultó su sonrisa contra el hombro de Edward.

Por mirar, al mayordomo, no vio a Emmett Cullen, que en ese momento entraba en el vestíbulo, con una copa en la mano. No demostró sorpresa alguna y su voz sonó suave y serena.

-Imagino que no debería estar presenciando esto.

-Esperaba que no lo hicieras -dijo Edward, sin detenerse-. Pero ya que lo has hecho, te informo de que me he casado con esta joven.

-Demonios!!!.

-Lo hizo -dijo Bella, riendo, encantada ante su reacción-. ¿O supones que permitiría que cualquiera me llevara en brazos para cruzar el umbral de la puerta?

Edward se detuvo bruscamente, algo sorprendido al comprobar que había logrado desconcertar a ese hermano en particular. -Por Dios, Emmett, durante toda la vida he aguardado el momento de verte anonadado. Pero comprenderás que no puedo esperar a que reacciones, ¿verdad? -Y continuó su camino.

Cuando llegaron a la planta alta, Bella murmuró sonriendo. -Fuimos perversos, ¿no lo crees?

-De ninguna manera -dijo él- Si he de tenerte durante un rato a solas, era necesario dejar boquiabierto a mi hermano. La familia no tardará en bombardearnos con preguntas y buenos deseos. -Cuando entraron en la habitación de Edward, él se recostó contra la puerta, suspirando. -Al fin solos.

Antes de que Bella pudiera decir nada, la depositó en el suelo y, al mismo tiempo la obligó a volverse hacia él. Ella quedó prácticamente acostada sobre Edward, posición de la que ambos disfrutaron, mientras él la cubría de besos.

Él acarició sus mejillas con el dorso de sus dedos y ella abrió lentamente los ojos. Los de Edward estaban cargados de pasión. Su voz era una caricia y su aliento tibio rozaba los labios de ella.

-¿Alguna vez te detuviste a pensar que ésta es la única noche de tu vida en que todos saben que tienes la intención de hacer el amor? Oh, cariño, me encanta que te ruborices por mí.

-Es algo que sólo he estado haciendo últimamente... desde que te conocí.

 

Su respuesta fue un estímulo para los sentidos de Edward. La apartó de sí con manos temblorosas y gruñó con ternura.

-Fui un estúpido. No debí aguardar tanto tiempo. Te concederé cinco minutos para hacer cuanto necesites, pero, por Dios Bella, apiádate de mí y métete en la cama antes de que yo regrese.

-¿Con algo ligero y sensual?

-No, por Dios -exclamó él-. No podría tolerarlo en este momento.

Luego desapareció, encerrándose en su cuarto de vestir. Bella permaneció con una sonrisa boba y una tibia sensación de expectación en el estómago. ¿Había ella logrado eso?

¿Hacerle perder el control? Qué extraordinario. Pero ella tampoco estaba muy serena. Era muy distinto saber qué sucedería que no saberlo. Facilitaba las cosas. Experimentaba una gran ansiedad. Pero todavía era demasiado inexperta para no estar también un tanto nerviosa.

Con dedos torpes se despojó de sus ropas, pero logró hacerlo con rapidez. Su corazón latía a una velocidad anormal. Sus oídos estaban atentos al ruido de la puerta que se abriría en cualquier momento. Se metió en la cama; no sabía si cubrirse completamente con la sábana o dejar una parte de su cuerpo al descubierto. En ese momento triunfó la modestia. Se preguntó si la frecuencia modificaría las cosas; si llegaría a poder expresar cierta indiferencia.

Tratándose de Edward, lo dudaba. Lo más probable era que esto se convirtiera en un hábito.

Cuando regresó, Edward llevaba una bata larga de terciopelo color carmesí. Muy avergonzada, Bella percibió que ni siquiera había pensado en ponerse una camisa de dormir. No hubiera permanecido con ella durante mucho tiempo, pero, ¿no era indecoroso que una esposa aguardara a su marido desnuda en la cama? Quizás no; por lo menos esa noche. Y la sonrisa de Edward cuando se acercó a la cama expresaba su aprobación.

-Permiso -dijo él, sentándose a su lado y quitando las horquillas de sus cabellos. Ella tocó uno de los rizos que cayeron sobre sus hombros. -Lo olvidé.

-Me alegro.

Y era verdad. Adoraba sus cabellos y disfrutaba tocándolos. Dejó las horquillas a un lado y masajeó el cuero cabelludo de Bella hasta que ella cerró los ojos y en sus labios se dibujó una sonrisa soñadora.

-Qué agradable -murmuró ella suavemente.

-¿Lo es? ¿Y esto?

Apoyó sus labios sobre las sienes de ella y luego los deslizó hasta su boca. La besó apasionadamente antes de continuar, besando su cuello y luego sus senos. Bella se estremeció.

-Eso es demasiado agradable -murmuró ella.

Edward rió, complacido. -Oh, cariño, ¿realmente fue anoche? Parece que ha transcurrido una eternidad desde entonces.

Ella apoyó su mano sobre la mejilla de él y luego pasó un dedo sobre sus labios. - ¿Nada más que una eternidad?

 

Él la nombró con pasión y luego tomó su muñeca y besó la palma de su mano sin dejar de mirarla. Una corriente eléctrica, caliente y hormigueante, se estableció entre ambos. Y la mirada fija de él la traspasó, inmovilizándola, mientras él se quitaba la bata, apartaba la sábana y se tendía sobre Bella. Comenzó a besarla tan intensa y apasionadamente que, cuando la penetró, ella estaba transida de deseo, tanto que alcanzó la culminación de inmediato, lanzando un grito de plenitud que hizo que Edward también la alcanzara.

Rendida de placer, Bella sostuvo entre sus brazos el cuerpo transpirado de Edward y ambos aguardaron hasta que su respiración se normalizó. Ella no tenía prisa para que él se moviera y lo sostuvo con fuerza. Él tampoco deseaba moverse. Su cabeza se apoyó en el hombro de ella y su aliento rozó su cuello, provocándole levísimas cosquillas. Un escalofrío recorrió los brazos de Bella y él lo percibió.

-He actuado como un recién casado típico -dijo él, suspirando-. Impaciente, apresurado y ahora arrepentido. -Apoyó el peso de su cuerpo sobre los codos; Bella se conmocionó al sentir que la ingle de él presionaba sobre la suya. -Te otorga permiso para que me castigues, querida.

-¿Por qué?

-Bueno, si no lo sabes...

-¿Por qué, Edward?

-Por mi descontrol, naturalmente. Un hombre de mi edad y experiencia no tiene excusas, de modo que debo culparte. Me hiciste perder la cabeza.

-¿Acaso es malo eso?

-Tú lo decidirás dentro de un rato, cuando te haga el amor con más lentitud.

Ella rió. -Si no supiera que no es así, diría que estás tratando de que te adule. Debes saber que tu actuación no fue deficiente. Todo lo contrario. Estuviste maravilloso.

 

Él sonrió con seducción y ella se conmovió. Lanzó un suspiro entreabriendo los labios y él se inclinó para besarlos tiernamente.

Pero entonces se levantó, la cubrió sorpresivamente con la sábana y tomó la bata que había dejado caer con desidia en el suelo. Volvió a sentarse en el borde de la cama, pero a cierta distancia de ella. Debió servir a Bella de advertencia.

Con un suspiro fingido, dijo: -En lo que respecta al ruido.

Ella parpadeó. -¿El ruido?

-La exteriorización de tu temperamento escocés.

Bella sonrió, creyendo que él bromeaba. -Me enfadaré, ¿verdad?

-Es muy probable, pues debo decirte que hoy te mentí.

Ella se tornó seria. -¿Acerca de qué?

-¿No lo adivinas, querida mía? Ahora que me he casado, no tengo la menor intención de mantener a mis amantes. Te defraudo, ¿no?

-Pero, estuviste de acuerdo.

Él sonrió con masculina satisfacción. -Hoy hubiera aceptado cualquier cosa con tal de hacerte legalmente mía; incluso lo hubiera hecho por escrito, pero por fortuna no me lo exigiste.

Bella lo miró con incredulidad; la languidez fue reemplazada por la ira. Se sentía estafada. Estaba furiosa.

-Te casaste conmigo empleando falsedades.

-Me casé contigo de buena fe.

-Que no pedí ni deseaba. Y, si lo piensas, comprenderás cuán absurdo era tu pedido.

Tú no me pediste que me casara contigo; fui yo quien te lo pidió y deseo que sepas que jamás lo hice antes. Ni lo hubiera hecho desaprensivamente. He tenido amantes que pudieron durarme toda la vida. Ahora deseo una esposa.

La calma de él resulta ridícula frente a la furia de ella y Bella, avergonzada, bajó la voz. -Eso dices ahora, pero ¿qué sucederá dentro de un mes o de un año? Pronto tus ojos comenzarán a mirar a otras mujeres.

 

Edward sonrió, sabiendo que su sonrisa la enfurecería más aún. -Mis ojos las han estado mirando durante los últimos diecinueve años. Dales un descanso, Bella. Están fijos en ti y no desean moverse.

Ella entrecerró los ojos y lo miró enardecida, tal como él lo previera. -¿De modo que piensas que bromeo? Bien, déjame decirte...

Él se inclinó y la tomó de la cintura, arrastrándola por la cama y acercándola a su pecho. La sábana quedó atrás, pero ella estaba demasiado enfadada y no lo notó. Pero Edward no lo estaba y la sensación que experimentó debajo de su cinturon le hizo desear concluir con la discusión y volver a disfrutar de los placeres de su noche de bodas. Tanto alboroto porque sólo al quería a ella. Debería estar feliz en lugar de armar un revuelo.

Pero él lo había imaginado y tenía una respuesta preparada.

-¿Por qué no llegamos a un acuerdo, cariño? ¿Aún insistes en que tenga una amante?

-Demonios. ¿Acaso no te lo he estado diciendo? -dijo ella.

-Muy bien. -Sus ojos acariciaron el rostro de ella, se detuvieron en sus labios y su voz se hizo más profunda. -¿Estás preparada para desempeñar ese papel?

-¿Yo?

Él volvió a sonreír, con esa sonrisa enloquecedora. -¿Quién si no? Eres la única mujer que me interesa en este momento.

-No fue eso lo que quise decir y lo sabes.

-Tal vez, pero es todo cuanto puede hacer.

Bella no le creyó. -Seguramente hay una mujer a la que has estado frecuentando.

-Seguramente. En realidad hay varias. Pero ninguna de ellas es mi amante, cariño. Y deseo que sepas que no las he visto desde que te conocí. Pero eso nada tiene que ver ¿verdad?

La cuestión es que no deseo volver a acostarme con ninguna de ellas. Estás atada a mí.

-Edward, por favor habla en serio aunque sólo sea una vez -rogó ella con exasperación.

-Querida mía, jamás he hablado tan seriamente en mi vida. ¿Cómo hacerle el amor a otra mujer si eres la única que deseo? Sabes que no se puede. El deseo no obedece a la voluntad. ¿O no has pensado en ello?

Ella lo miraba, confundida y algo asombrada, pero luego frunció el ceño y apretó los labios. -Pero eso no significa que en algún momento no te agrade alguien a quien veas.

Edward suspiró, fastidiado. -Si ese día llega, te juro Bella que no me importará.

Bastará que te imagine, tal como estás ahora y eso alcanzará para complacerme.

Ella exhaló un bufido. -Sabes decir muy bien las cosas, lo admito. Pero olvidas que no me amas.

Él la arrojó sobre la cama y cubrió su cuerpo con el suyo. -Entonces estudiemos cuáles son mis sentimientos, ¿quieres? -Su voz parecía un ronroneo, pero era obvio que había perdido la paciencia. -Existe una gran cantidad de deseo. Ha sido una tortura aguardar hasta ahora para tocarte. Existe una gran posesividad, la que he descubierto hace poco. Existen celos, que he experimentado durante semanas. -Arqueó las cejas y ella lo miró, asombrada. - No me digas que te sorprende.

-¿Tuviste celos? ¿De quién?

-De todos, incluso de mi maldito hermano. Y, ya que hablamos del tema, debes saber que los caballeros con los que pensabas casarte eran todos muy adecuados, a excepción de

Fleming, que es realmente raro. Fueron todo mentiras, Bella, porque no toleraba la idea de que ninguno de ellos te tuviera.

En ese momento la sostenía de los brazos, esperando la violenta reacción de ella después de esa confesión. Pero Bella permaneció inmóvil; el azoramiento era mayor que el enojo.

-Entonces... debes quererme un poco –dijo ella en voz muy baja y vacilante.

-Mierda -explotó él-. ¿Me hubiera casado contigo de no ser así?

 

Para nada intimidada, ella le recordó: -Te casaste conmigo para ayudarme a salir de una situación horrenda y te lo agradezco.

Edward cerró brevemente los ojos, tratando de controlarse. Cuando los abrió, su mirada era dura. Pero su voz, serenamente arrogante.

-Querida mía, si sólo hubiera deseado salvarte, como tú dices, hubiera podido provocar la muerte prematura de tu primo sin mayores inconvenientes. Pero te quería para mí; así de sencillo. -El tono de su voz cambió y se tornó severo. -Y si vuelves a decirme que frecuente a otras mujeres, me convertiré en un marido arcaico y te daré una zurra. ¿He sido claro? No habrá otras mujeres; ni ahora, ni nunca.

Aguardó que ella estallara. Pero ella sonrió, Edward no supo qué pensar de ese cambio súbito. Hasta que ella dijo:

-¿No mencionaste antes algo acerca de hacerlo más lentamente? Se supone que yo debía decidir...

Él rió, interrumpiéndola. Su risa era profunda y exultante. -No cambies nunca, cariño.

No te querría si fueras diferente.

Y procedió a poseerla a su manera, con la amplia colaboración de ella.

 

¿Algo me quieres?.... pero es que esa Bella si es toonttaaaaa… no le cree al pobre Ed cuando le dice que la quiere de verdad no puedo con esto chicas, nos leemos en el próximo capitulo dejen sus opiniones…

Diosapagana: Deja a esa tonta y tómame a mí!!! (Grita la escritora desesperada a Edward) por dios que mujer exasperante es nuestra Bella, yo lo violaría tantas veces que ni ganas de ver a ninguna mujer más. Pero que se le va a ser, dios le da pan a quien no tiene dientes. Y yo que tengo una hermosa dentadura... jajajajja

Mi preciosa lectora, si tu también le quieres hincar los dientes a los bellos hombros de Edward deberás esperar, porque primero estoy yo y segunda la señorita Lebasi, pero mientras esperas déjanos un review, así decidimos cual es la tercera.

Besos y mordidas

Capítulo 17: Sr y Sra Cullen!! Capítulo 19: COMENZANDO LA CACERIA DEL ZORRO

 


 


 
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