NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67737
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


ADAPTACIÓN DE NO ME MIRES ASÍ DE CASADO

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Capítulo 8: CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 8

Bella se despertó al oír un ruido, se estiró en la cama y de repente fue consciente de lo ocurrido la noche anterior. No se atrevía a mirar, pero lo hizo, estaba sola en la cama. ¿La había abandonado?

Oyó de nuevo un ruido, fuera alguien estaba abriendo los armarios de la cocina.

 Edward buscaba algo qué desayunar, qué mujer ¿De qué se alimentaba? Pues aparentemente estaba bastante bien formada y como había comprobado estaba jugosa, mmmm. Déjalo, busca el puto café.

Al final lo encontró, destapó el bote y comprobó que era de ínfima calidad, bueno nadie es perfecto, preparó una cafetera y mientras esperaba que el agua caliente se convirtiera en pseudo café pensó en que su primer regalo sería un buen café, de calidad, si pensaba pasar de nuevo aquí la noche, pero no del mismo modo, claro está, por la mañana necesitaría un café decente.

Se sorprendió al ir a coger una taza del armario que no había dos iguales ¿Sería a una nueva moda en vajillas? A su madre la daría un patatús, todo siempre tenía que estar conjuntado y él había adquirido esa rareza. Bueno, qué más da, escogió una y se sirvió el café, podía haber sido peor, si ella no tuviera una cafetera.

Mientras daba pequeños sorbos al café no pudo dejar de sonreír, de forma algo cínica, ahí estaba él, a las ocho de la mañana, con unas ojeras elocuentes, semi vestido con el pantalón y la camisa del esmoquin, en la cocina de una mujer a la que deseaba de forma casi dolorosa, tomando un sucedáneo horrible.

Lo gracioso iba a ser cuando llegase al hospital, tenía que ser rápido y llegar a su consulta donde poder cambiarse, ya que podía ser objeto de chismes al verle aparecer a esas horas vestido de esmoquin. Todos supondrán que ha pasado la noche fuera, seguramente con una mujer, en la cama y estarán en lo cierto.

No consumió todo el café, arrojó por la pila casi la mitad, recogió la cocina y lavó la taza que había usado.

Después se puso la chaqueta, guardó la pajarita en el bolsillo y se dispuso a marcharse.

Justo en el momento de acercarse a la puerta se detuvo, no estaba actuando bien, Bella, probablemente seguiría dormida, pero podía despedirse de ella, era lo correcto.

Entró con cautela en el dormitorio y la vio allí, tumbada de espaldas, con un brazo estirado y el otro doblado sobre sus ojos, como tapándose de la luz. Curiosa forma de dormir.

La tentación de apartar las sábanas y contemplarla desnuda era demasiado fuerte, y el tiempo de que disponía demasiado escaso, así que se acercó, se inclinó y depositó un suave beso en los labios, un roce, una caricia.

— ¿Te vas? —Le preguntó ella apartando el brazo de sus ojos y mirándole.

—Sí, tengo que estar en el hospital antes de una hora —Pasó la mano por su mejilla— Duerme, es temprano —. Dijo con ternura.

—Pero…

—Shhhh —Puso un dedo en los labios— descansa.

Edward se levantó y la dejó sola.

Ni un te llamaré, ni un te veo luego, ni nada de nada. No le culpaba.

Oyó cerrar la puerta de su apartamento y fue como si se la hubieran cerrado a ella en las narices.

Edward se había comportado como todo un caballero, pero nada más. Aun así reflexionó, durante unos instantes se había dejado llevar, le había susurrado al oído promesas de alto contenido sexual que jamás, nadie había pronunciado para ella, sólo pensar en hacerlas realidad era acercarse al éxtasis.

Pero visto lo visto esa posibilidad quedaba descartada. Vale, Edward podía ser lo suficientemente fogoso y provocador como para excitarla pero también lo suficientemente caballero y discreto como para dejarla sin decir nada.

Cuando minutos, horas, o qué se yo después sonó el teléfono Bella lo cogió de mala leche, estaba en una especie de duermevela, descansando; miró de reojo el despertador, casi las once de la mañana.

— ¿Sí? —Preguntó bostezando e incorporándose en la cama.

—Buenos y bonitos días guapa. ¿No tienes nada que contarme?

—No. Alice, no, no tengo nada que contar —Volvió a bostezar.

—Ya veo, has dormido poco o nada ¿eh?

— ¿Te preocupa ahora si sufro de insomnio?

— ¿Sinceramente? no, simplemente intento averiguar si cierto médico atractivo y con un hermano de lo más adictivo ha dormido ahí esta noche —Alice se echó a reír.

—Sí, ha pasad…

— ¡Bieeeeen! —Interrumpió Alice.

—Ha dormido aquí, sí, repito, ha dormido aquí. Nada más —. Dijo en tono muy serio, recalcando sus palabras.

— ¿Y eso qué coño significa?

— ¿Dormir? —Preguntó empezando a molestarse con Alice.

—No te entiendo, de verdad que no, y todos son testigos de que lo he intentado unas cuantas veces —Parecía realmente frustrada al decirlo— Bella ¿De qué vas? Es evidente que le gustas, no te quita los ojos de encima y tú… ¡No puedo creer que seas tan estrecha!

— ¡No soy una estrecha! —Se defendió inmediatamente de esa acusación falsa.

—Pues explícamelo por qué no lo entiendo.

—Me dio una especie de tirón en la pierna, cuando… bueno, durante los preliminares —. Torció el gesto al recordarlo — Así que el súper doctor ganó al súper hombre y no hubo más —. Escuchó a Alice reírse—. No tiene ni puta gracia.

—Ya lo sé, pero… es que… lo siento, lo siento —Alice intentó calmarse— Está bien, supongo que volverás a verle ¿No?

—No, no lo creo.

— ¿Cómo? Y no me digas que no te apetece porque me presento ahí en diez minutos para darte dos collejas.

—No, no es eso, simplemente no hemos quedado en nada.

—Pues llámale —Sugirió Alice con paciencia y en tono burlón, señor, a veces Bella era toda una desesperación—. Sabes donde trabaja, o mejor, preséntate allí y juega a los médicos con él. ¡Por el amor de Dios Bella haz algo!

—No es tan sencillo.

— ¿Ah no? Sólo tienes que llamarle y decirle unas cuantas guarrerías, verás cómo en su hora libre para comer le tienes ahí —. La comunicación se cortó— ¿Bella?

Bella colgó a su amiga irritada, aun sabiendo que Alice llevaba razón, pero ¿Cómo iba a llamar a Edward y decirle guarrerías? Nunca antes había hecho eso

 

 

 

con ningún tipo, una cosa es pensar en ciertas cosas y otra muy diferente es decirlo en voz alta, aunque con Edward, bueno, él había sido más que explícito, no se sorprendería tanto, pero ella se moriría de vergüenza.

El teléfono interrumpió sus pensamientos a los pocos segundos. Descolgó con gesto de enfado.

—Vale está bien, le llamaré, le diré que estoy loca por follar con él, que quiero hacer unas cuantas cosas indecentes e incluso puede que ilegales, que me pone cachonda perdida, tanto que creo que de sólo pensarlo creo que he mojado las bragas. ¿Te parece bien eso? —Preguntó a su amiga— ¿Crees que entenderá el mensaje? —dijo esto último atropelladamente.

—He entendido el mensaje. ¿Estás bien? —Era Edward.

No, no, no, noooooo, no puede ser. Bella, tapó el auricular con una mano e intentó meterse el otro puño en la boca ¿Qué clase de gilipollas estaba hecha? Quería gritar, tirarse por la ventana, esconderse bajo la cama, cualquier cosa.

— ¿Bella?

— ¿Sí? —logró decir.

— ¿Estas bien? —Edward sonaba realmente preocupado.

—Más o menos —. Era la verdad, bien físicamente, la medicación surtía efecto pero su ánimo era otro cantar.

—Me alegro ¿Te gusta la comida italiana?

—Sí — ¿Eso era una invitación formal a cenar?

—Estupendo, hoy termino a las seis.

—Vale.

Bella se quedó sentada en la cama como si estuviera poseída, tonta o a saber. Definirlo en ese instante resultaba imposible. ¿Qué había pasado? ¿Alice tenía razón? ¿Le había dicho a Edward esas guarrerías?

Parece ser que sí y habían surtido efecto por lo visto.

—Hola Edward. ¿Puedo pasar? Es urgente.

—Sí, pero date prisa, en diez minutos empiezo la ronda.

—Vale, sólo necesito cinco —aseveró Mary conteniendo la risa—. Verás, he oído rumores.

— ¿Eso es urgente? —Contestó sin mirarla, sabiendo a qué se refería.

—Se dice, se comenta, se rumorea, que cierto doctor ha aparecido a primera hora, vestido, más o menos, de esmoquin y con evidentes signos de haber pasado la noche fuera de casa.

— ¿Y? —Lo sabía, por mucha prisa que se había dado, alguien le había reconocido.

— ¿Cómo qué Y? Necesito que me lo cuentes, maldita sea, por una vez que tú eres objeto de cotilleos, ya era hora, no vas a dejarme sin la historia completa.

—No hay nada que contar.

— ¡Y una mierda Edward! Yo te cuento hasta el último detalle de mi vida.

—Cosa que está muy bien, a ti te encanta hablar de tus conquistas, pero yo soy un caballero.

— ¡Qué antiguo! No seas bobo —Con intención de intimidarle se sentó encima de la mesa tapándole el acceso a los expedientes y chasqueó los dedos incitándole a hablar— Vamos, te escucho —Edward se recostó y suspiró.

—Sí, he pasado la noche fuera ¿contenta?

—No.

—Me lo temía.

—No te hagas el tipo duro, además cuanto antes se sepa la verdad antes dejarán de circular rumores falsos sobre ti —Le provocó.

— ¿Qué rumores?

—Primero tú.

Edward le contó más o menos que había acudido a una fiesta, acompañando a su hermano, (hasta ahí todo muy cierto) que se encontró con una conocida (cierto) y que acabaron en su apartamento, que ella no estaba bien y simplemente no pasó nada.

—Claro, y yo me chupo el dedo ¡Pooor Favooor!

— ¡Joder! Es la puta verdad, no pasó nada.

—Pero quieres que pase ¿Me equivoco? —lo confirmó con su silencio— Creí que te gustaba la chica esa que estuvo ingresada —Él desvió la mirada y Mary lo entendió— ¡Es ella! , joder Edward, menos mal.

— ¿Cómo que menos mal?

—Todos pensábamos que no ibas a atreverte. Como eres tan educado, tan caballero, apostado. Tan correcto… Era demasiado obvio.

—Lo que me faltaba por oír.

—Por supuesto yo he apostado por ti.

— ¿También con las enfermeras? —Una voz interrumpió.

—El que faltaba —masculló Edward.

—Hola Jasper ¿Cómo estás? —Preguntó amablemente Mary.

—No tan bien como tú —La miró de arriba a abajo— ¿Estás segura de que eres lesbiana?

—Sí, absolutamente —Mary se lo había soltado como último recurso ante la insistencia de éste por invitarla a salir.

—En fin —Suspiró.

—Confórmate con lo que tienes —Intervino Edward.

—Eso hago, pero nunca hay que cerrar todas las puertas —miró a Mary— Necesito hablar con Edward.

—Vale, pero yo también, si quieres podemos compartir información.

Jasper se rio.

—Quizás deberías quedarte —dijo pensativo— a lo mejor… ambos hemos venido por lo mismo.

— ¡Por favor! Estoy en mi consulta, esto no es la cafetería —Protestó Edward. Pero ninguno de los dos le hizo caso.

— ¿Cuál es la palabra clave?—. Preguntó Jasper, exponiéndose al cabreo de su hermano. Pero ese era el quid de la cuestión.

—Humm, ¿Bella?

—Vale ya, no pienso discutir nada de esto con dos cotillas de nivel superior así que largaos de aquí —. Edward se levantó cogió sus carpetas y se dirigió a la puerta.

—Edward, un momento, por favor —Interrumpió Mary con una amabilidad desquiciante— ¿Mando tu esmoquin a la tintorería o lo necesitas esta noche? —Jasper y Mary se echaron a reír a carcajadas mientras Edward salía dando un portazo.

 —Las cinco y no sé qué demonios ponerme —masculló Bella mientras miraba su armario. Había descartado todo cuanto tenía que ver con medias y zapatos de tacón, necesitaba ropa elegante, un restaurante italiano elegido por Edward  seguramente lo exigía, así que allí estaba, frente al armario, en bragas y sujetador, eso sí un conjunto monísimo, intentado encontrar algo que ponerse.

Vaqueros no, minifaldas por supuesto que no, debía ser algo que además de elegante resultase cómodo y fácil de quitar, se rio ante ese pensamiento.

Hacía siglos que no se ponía ese traje, ¿Todavía me valdrá? , lo extendió sobre la cama, el pantalón estaba arrugado, torció el gesto, una plancha rápida, la chaqueta por lo menos estaba en mejores condiciones. ¡Bien! , se probó a toda prisa el pantalón y vio que, aunque su trasero ahora lo rellenaba mejor, podía servir.

Para un traje negro, sólo hay una combinación posible, camisa blanca, pero ¿Y la ropa interior? El conjunto negro era ideal para seducir a Edward. ¿Blanco? ¿Tenía algún conjunto de ropa interior en blanco lo suficientemente idóneo para lo que la ocasión requería?

Rebuscó en el cajón de la ropa interior, los prácticos sujetadores de algodón eran además de horribles demasiado grandes, para trabajar estaban bien, pero ni realzaban, ni insinuaban, ni levantaban, ni aumentaban nada.

¿Quedaría muy mal si debajo de la camisa blanca llevara sujetador negro? Total, la chaqueta del traje disimulaba y con no quitársela en toda la cena… Decidido.

Cuando corría del baño al dormitorio para calzarse, unos cómodos zapatos para que a Edward no le entraran ganas de sermonearla, llamaron a la puerta.

¡Mierda, las seis y media!

—Hola —dijo sin aliento al abrir la puerta.

—Hola, ¿Puedo pasar?

—Sí, estaré en un minuto —Pero nada más decirlo se dio cuenta de que Edward estaba vestido con unos vaqueros, camisa gris y llevaba dos grandes bolsas—. ¿Qué es eso? —Le preguntó.

—La cena, ahora no me vengas con que no te gusta la comida italiana.

—Pensé qué saldríamos a cenar, me dijiste que… —Bueno, no se acordaba exactamente, estaba más preocupada por otras cosas— Vale, déjalo ahí, yo…— Yo he vuelto a hacer el ridículo.

—Estás muy bien así —Edward dejó las bolsas sobre la encimera y la alcanzó cuando ella se disponía a entrar a su dormitorio— Mmm —La abrazó.

—Edward —Se dio la vuelta para mirarle— Siento… Siento lo de esta mañana, yo no quería decir lo que dije… yo…

— ¿No? —Ella negó con la cabeza— ¡Qué pena! Yo me había hecho ilusiones —aseveró, quitándole la chaqueta negra.

—Edward…

— ¿Qué?

—Drógame si es necesario y acelera.

Y lo hizo, empujándola con las caderas, rozándose hábilmente con ella fue entrando en el dormitorio, no se dio ni cuenta de que ella lo había ordenado, la cama hecha debidamente, sin rastro de ropa.

—Bella, no tan rápido.

— ¿Por qué? Ayer me dijiste que te dijera lo que me gustaba, pues bien, sé rápido.

Mientras la besaba con fuerza, fue desnudándola superficial y hábilmente, ella tampoco se quedó quieta, le quitó las gafas, un descuido impensable en Edward, para después ir directamente al pantalón, hoy no iba a haber juegos de seducción, ni preliminares excitantes (ambos habían tenido suficiente de eso) Edward era igual de competente en la versión abreviada como el la de larga duración, en cinco minutos ambos estaban lo suficientemente desprovistos de ropa como para follar pero aun así Edward se detuvo.

—Espera —jadeó.

— ¿Qué pasa ahora?

— ¿Estás bien? Quiero decir… —Estaba encima de ella, excitado a no poder más ¿Y se preocupa de eso?

—Edward, voy a empezar a sospechar de ti. —Le provocó.

— ¿Cómo?

Pero acto seguido la penetró de una embestida, Bella se agarró sin saber cómo a sus hombros, para no caerse de la cama, el último reto lanzado había surtido efecto. ¡Oh sí!

Él la agarró de las caderas para poder llevar el ritmo, Bella no paraba de moverse y eso iba a hacer que se corriera en menos de dos minutos. Intentó disminuir la velocidad pero ella le aferraba con fuerza.

— ¿Qué haces? —Preguntó ella totalmente atónita al ver como Edward salía de ella.

—Mírame —Ella lo hizo— Bella, así no aguantaré mucho y tú no te correrás.

— ¿Y eso que importa?

—Bella, no digas tonterías. Esto es para los dos, no me gustaría dejarte con la miel en los labios, no soy de esos —La miró con severidad— Y ni se te ocurra fingir.

—Bueno ¿Y qué propones?

La situación era absurda, los dos excitados, semi desnudos, tumbados en la cama y discutiendo sobre la forma que deberían hacerlo. Increíble pero cierto.

Bella echaba humo ¿Qué pretendía Edward? Vale para el orgullo de cualquier hombre (o por lo menos de la mayoría) satisfacer a una mujer era importante, pero la experiencia (limitada) le había demostrado que pasados unos minutos ellos, generalmente, se concentraban en su orgasmo, así que ella normalmente perdía el interés y se limitaba a seguir a la espera de que el tío en cuestión acabara. Rara vez había llegado al clímax durante un encuentro sexual, sí lo lograba con su vibrador, así que ¿Qué carajo le importaba a Edward?

Además tal y como se estaban desarrollando las cosas lo más probable es que sí se corriera esta vez.

—Primero, que no me mientas —Comenzó poniéndose de rodillas frente a ella—. Segundo, no quiero limitarme a lo básico —Empezó a acariciarle el vientre, bajando lentamente hacia su vello púbico, y allí se detuvo en seco— ¿Qué te has hecho aquí?

— ¿Te gusta? —Le preguntó con una sonrisa pícara, unos días antes, en el salón de belleza mientras se depilaba y se arreglaba el pelo se lo habían sugerido, además estaba muy de moda el arreglarse el vello púbico.

—Me encanta —dijo sinceramente, estaba sorprendido—. No sabía que se pudieran hacer estas cosas.

—Pues sí, aunque si quiero mantener el dibujo debo retocarlo una vez a la semana, como mínimo —Edward no dejaba de mirar y tocar la estrella que conformaba su vello púbico sabiamente rasurado— La próxima vez creo que probaré con algún tinte de color.

Estaba fascinado, aún más si podía, con esta mujer, nunca antes se había encontrado algo así, y mira que en el hospital se veía de todo.

—Bella… ven aquí —Susurró él pero en la suavidad de su voz iba implícita una orden que no admitía discusión posible.

Puso las manos en su cintura, permaneciendo él de rodillas frente a ella, le separó la piernas para situarse entre ellas.

—Coloca los brazos hacia atrás.

Y entonces se introdujo de nuevo en ella logrando otra gran exclamación de placer en ella.

—Eso es —dijo y empezó a moverse rítmicamente.

Bella no se lo podía creer, el movimiento rotatorio de las caderas de Edward la estimulaban como nunca, en otras ocasiones durante la penetración se sentía a gusto, pero la zona exterior no era debidamente atendida; cerró los ojos, verdaderamente iba a tener que reconsiderar unas cuantas cosas. Las manos de Edward la guiaban para que siguiera sus movimientos.

—Esto es tan bueno —Suspiró ella, con los ojos cerrados.

—Abre los ojos, Bella, no quiero que te pierdas nada.

Ella lo hizo para encontrarse con los ojos oscuros de Edward observándola, deleitándose con sus reacciones a cada uno de sus movimientos.

No sólo la penetraba sino que acompañaba cada embestida con suaves caricias, en el vientre, en los pechos, sin dejar de sujetar con una mano las caderas de ella que parecían tener vida propia, le encantaba esa mujer, se dejaba guiar pero al mismo tiempo su vena rebelde estaba ahí, intentando tomar el control de la situación, pero Edward no iba a cedérselo, no hoy, quizás en otra ocasión ¿Otra ocasión? ¡Por favor! ¡Sí! Sabía que con una vez no sería suficiente, ella había representado el objeto de su deseo durante muchos días, y no era cuestión de limitarse a un polvo rápido.

Se estaba acercando, por difícil que resultase creer ella sentía ese hormiguero previo a un orgasmo, sí, se iba a correr.

—Creo… —jadeó— Sí… voy a…

— ¿Correrte? —jadeó él a su vez e incrementó el ritmo.

Dios, era preciosa, allí abierta para él, recibiéndole, sin exigencias, tomando lo que él daba y con evidentes muestras de gratitud, Bella estaba cerca, él lo sabía, así que desplazó una de sus manos para encontrar un clítoris hinchado, resbaladizo y comenzó a rozarlo con un dedo mientras continuaba con sus embestidas, notó cómo ella jadeaba cada vez más, como movía la cabeza de un lado a otro y se aferraba al borde del colchón. Así, así había deseado verla desde el primer momento, rendida ante él.

— ¡Síííí! —gritó ella, de forma escandalosa.

— ¿Te has corrido? —Ella asintió— Ahora ayúdame a llegar a mí.

Y lo hizo, le siguió, le arropó con sus piernas, dejando que él pudiera descansar todo su peso en ella. Le abrazó con fuerza, bailó con él, todo para recompensarle el inmenso placer que ella acababa de recibir. Sintiendo como Edward se abandonaba, jadeando, encima de ella y como al final la mordió en el hombro al eyacular en su interior.

Ella no dijo nada, aun después del mordisco en su hombro, no dijo nada, sólo buscó su rostro con las manos para poder tocarle y besarle. Él le había proporcionado un orgasmo increíble, muy lejos de los que su vibrador ofrecía.

Y era estupendo, a pesar de tener que haberle cedido el control y ser Edward quien hiciera la mayor parte del trabajo ella estaba encantada. ¡Por fin un hombre que no se preocupaba únicamente de su propia satisfacción!

Toda una novedad.

— ¿Qué ocurre? —Preguntó Edward levantando la mirándola fijamente.

—Nada —Estaba muerta de vergüenza— ha sido increíble.

— ¿Tú crees? —Se burló. Claro que había sido increíble.

—Entiendo —dijo algo desconcertada, para él parecía haber sido de lo más normal.

—Deja de poner esas caras —La besó.

—Yo no pongo ninguna cara —Intentó apartarse de él.

—Ven aquí —La atrapó a tiempo rodeándola por la cintura— Bella, Bella, Bella… ¿Siempre gritas así? —Estaba divirtiéndose.

—No —dijo seria.

— ¿Eso es una especie de cumplido? —Ella no contestó— ¡Vaya! —Pareció meditarlo— Pero creo que aun puedo hacerte gritar más.

—No seas farolero.

— ¿Tienes con tu vibrador orgasmos parecidos?

—Me voy de aquí —Intentó zafarse pero él la retuvo.

—Bueno, eso lo comprobaremos más tarde —Bella le miró con cara de pocos amigos— No me mires así, tengo derecho a saberlo, me han parecido un poco exagerados tus gritos —. Ella gruñó— Vale, lo confieso, me han encantado tus gritos, estás preciosa cuando te corres —dijo con voz susurrante y tierna, Bella se rindió.

La abrazó y ella se dejó querer, era agradable que un hombre hiciese eso tras haber tenido sexo y que no se diera inmediatamente la vuelta para dormir, Edward estaba abrazándola, acariciándola sutilmente con las yemas de los dedos, apenas manteniendo el contacto, ayudándola a relajarse, ahora sus manos no tenían intención sexual únicamente, simplemente quería sentirla.

Permanecieron así bastante tiempo, hasta que él se acordó de algo importante.

— ¿Estás dormida?

—Sí, y no me despiertes —respondió gruñona.

Edward no le hizo caso y la obligó a mirarle.

— ¿Sabes que no hemos usado protección?

—No —dijo sin parecer saber de qué estaba hablando.

— ¡Bella! ¿Quieres escucharme, por favor? , esto es importante.

— ¡No me grites! Te he oído la primera vez.

— ¿Y?

—Tomo la píldora —mentía descaradamente pero era lo más lógico.

—Hummm —Pareció pensarlo— Pero aun así… puede que con tanta medicación se hayan alterado los efectos. Y durante tu estancia en el hospital no la tomabas.

Ahí la habían pillado, ¿Ves? Eso te pasa por liarte con un médico e intentar colarle un gol.

—No te preocupes, tengo un ciclo bastante regular, mi periodo se terminó hace tres días —Eso pareció convencerlo más—. Se incorporó dispuesta a cambiar de tema.

—No sé… —Edward dudaba, sabía que el riesgo era bajo, pero…

— ¿Qué pasa con esa cena?

—Que seguramente estará fría.

Edward tiró de ella para levantarla, pues se comportaba de forma remolona, dándole un fuerte beso, regalándole una sonrisa y mostrándole con pruebas fehacientes que no había acabado ni mucho menos con ella.

Bella se puso unos cómodos pantalones cortos de deporte con camiseta a juego, pasó del sujetador. Edward tuvo que acomodarse como pudo los vaqueros, y decidió abrocharse la camisa por si alguna inocente gota de comida le caía. Bella se rio de él, no conocía a nadie tan tiquismiquis y tan finolis. Él criticó abiertamente su mal llamado café, obsequiándola con un bote de exquisito café y tirando delante de sus narices ese brebaje. También lanzó las pullas correspondientes al meterse con su vajilla, ella hizo caso omiso, le dijo “confórmate con lo que hay”. No había posibilidad de discusión.

Una vez que dejaron de criticarse mutuamente Bella cedió el mando de la cocina a un más que experto Edward, había que reconocerlo, pese a que la comida, en principio comida envasada, (a la que ella estaba tan acostumbrada) él consiguió una vez dispuesta sobre la barra de la cocina que pareciera algo de lo más sofisticado.

— ¿De pequeño jugabas a las casitas? —Preguntó mordaz.

—Y a los médicos —respondió dándole una palmada en el trasero.

 

 

Capítulo 7: CAPÍTULO 7 Capítulo 9: CAPÍTULO 9

 
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