NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67718
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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El juego de Edward

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Capítulo 4: CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 4

Durante los dos días siguientes Bella creía estar a punto de perder la cordura. Las horas en el hospital pasaban con la misma lentitud de siempre pero Edward no había pasado a verla. ¿Por qué?

 

No creía que él fuera tan cobarde como para ahora mostrase tímido o peor aún arrepentido de lo sucedido dos noches atrás. Pero aun así… la hubiera gustado que se presentara en la habitación con su habitual toque de mandamás.

Durante esos dos días se había resignado y llevaba lo mejor que podía las diferentes pruebas a las que debía someterse, tanto si la gustaban como si no. Quedaba claro que por prescripción del doctor Cullen, pero aun así hubiera resultado más estimulante que él hubiera estado presente y sobretodo picarle un poco y llevarle la contraria.

 

Eso sí que era gratificante, sobre todo porque cuando ambos se enzarzaban en una discusión se terminaban divirtiendo con los ataques verbales. ¡Sí! Y si además él volvía a rematar la faena con un beso incendiario, pues mucho mejor.

 

Ella lo intentaría pero tenía tres cosas en contra, a saber: primera desde la inmovilidad de la cama las posibilidades de acecharlo eran escasas. Segunda, ella no era tan atrevida como Alice, le daría un soponcio si él rechaza ese supuesto avance y tercera, lo más importante, Edward no aparecía por ninguna parte.

Se obligó a sí misma a pensar en otra cosa, pero lo cierto es que sus hormonas la estaban poniendo en un aprieto, si estuviera en casa y ante la nada apetecible perspectiva del celibato podría optar por el plan B, su fiel vibrador, regalo de Alice, naturalmente; pero pedir a su amiga que se lo trajera al hospital le parecía muy fuerte, sin contar, por supuesto las bromas de ésta.

 

Y por no mencionar la posibilidad de que cierto doctor interrumpiera su sesión de sexo solitario a cualquier hora de la noche. Claro que bien mirado él no podría negarle eso, no había visto ningún cartel en el hospital con un consolador dentro de un círculo rojo y tachado. O… unirse a ella. Eso sí estaría bien.

No, por el momento aguantaría. ¿Cuánto? Eso era impredecible.

— ¡Hola cariño!, por fin estoy aquí.

—Hola —dijo desanimada— ¿Qué tal tu viaje de negocios?

—Genial, he conseguido que me encarguen la organización para la presentación de… ¡Tachan! ¡Cosméticos Green!

— ¡No!

— ¡Sí! —Chilló— Será algo fabuloso y por supuesto tú tienes que venir.

—Alice, te lo agradezco pero te recuerdo que no estoy aquí precisamente por voluntad propia cierto médico tiene control sobre mí.

— ¿Y eso es malo o bueno?

—No lo sé —Se encogió de hombros.

—Te veo muy desanimada.

—Y nerviosa. ¿Podrías cerrar bien la puerta y abrir la ventana?

— ¿Para?

—Para disfrutar de un cigarro de tranquilidad.

— ¿Y qué coño ha pasado con los que te di?

—Pues…

— ¡Te pillaron!

—Más o menos.

—Joder, mira que te lo advertí, y odio utilizar esa frase, que conste.

—No soy estúpida, yo no esperaba que a esas horas apareciese el doctor Cullen.

— ¿Edward? Eso suena interesante—. Alice se quedó pensativa— Pero bueno, aun tenías medio paquete si no recuerdo mal.

—Me los confiscó—. Dijo abatida.

—Pareces una principiante; seguro que lo dejaste a la vista, como si lo viera, fumando en trance.

—No soy gilipollas, me pilló desprevenida e hice lo que pude para salvar la situación.

Bella le contó el registro al que la sometió Edward para encontrar el tabaco, incluyendo el incidente de la mano entre sus piernas. Claro que no dijo nada de cómo acabó la velada. Alice la crucificaría de dos formas: a) con preguntas nada discretas y b) llamándola gilipollas unas mil veces por no agarrarle del cuello y obligarle a continuar.

No había pensado en esa posibilidad… Nota mental, si Edward vuelve a besarme, agarrarle del cuello sin posibilidad para que escape.

—Toma.

— ¿Estás loca? Si me pilla de nuevo con algo así… sólo quiero fumar un cigarrillo, contigo guardándome las espaldas ¿Vale? —rechazó el paquete (entero) de tabaco que Alice le ofrecía.

—Bueno, si quieres que él vuelva a cachearte no te queda otra alternativa. ¿No crees?

—No —dijo sin estar muy segura.

—A veces me pregunto… —habló sin mirarla— ¿Bella es una mujer de sangre caliente?

—No tengo ganas de tus bromas. Dame ese cigarrito, cierra bien la puerta y vigila. ¿Podrás hacerlo?

— ¡Qué sacrificios tengo que hacer! —dijo exagerando el tono y cerrando la puerta.

Bella disfrutó, en silencio, de ese placer prohibido, cuando acabó de fumar, borraron bien todas las huellas, ventilando la habitación del tal modo que podían haber pillado una pulmonía; los restos fueron guardados en una bolsa de papel a buen recaudo dentro del bolso de Alice, con la promesa de ésta de deshacerse de las pruebas nada más salir a la calle.

Perfecto.

— ¡Joder qué tarde es! —Exclamó Alice tras mirar su reloj— Debo estar en la oficina antes de media hora, lo siento cariño, me hubiera gustado quedarme más tiempo para hablar y conspirar contigo.

—No te preocupes.

—Bueno, piensa en ponerte buena para que puedas venir a la presentación de Green.

—Eso no va a ser posible.

—Es dentro de un mes. Tenemos tiempo. Bueno, un beso, te dejo.

Alice se marchó con una sonrisa conspiradora, lo cual no gustó a Bella, pero fin tampoco podía hacer mucho para remediarlo.

— ¿Puedo pasar?

—Adelante.

—Buenas hermanito.

—No tengo tiempo para tonterías. ¿A qué debo tu visita?

—Huy, huy, huy, cómo estamos ¿No?

—Mira, dentro de diez minutos comienzo una ronda, ve al grano.

—Está bien —Jasper se sentó frente a él y se estiró, creando esa expectación que Edward no soportaba— Como buen hijo —Sonrió con ironía— He venido a informarte de las intenciones de nuestra querida madre de organizar la fiesta más impresionante, concurrida y supongo que aburrida que se te ocurra para celebrar el sesenta cumpleaños de papá.

—Podrías habérmelo dicho por teléfono —dijo sin prestar mucha atención a su hermano mayor.

—Desde luego, pero puesto que estoy de vacaciones —Se encogió de hombros— Pensé que era buena idea visitarte y de paso charlar un rato.

— ¿De vacaciones? No te has tomado vacaciones en los últimos cinco años.

—Bueno, Oriente Medio está que arde, pero no soy tan buen periodista como para dejarme allí la piel.

—Me alegro, así por lo menos mamá no me dará la lata con lo peligroso que es el trabajo de su hijo mayor.

— ¿Se puede saber qué te pasa, Edward? Desde que he llegado estás de un humor de perros.

—Nada.

—Ya veo. Bueno en fin… ¿Qué me dices de comer juntos?

—Que lo veo un poco complicado. —Edward apenas le prestaba atención estaba examinando los resultados de las últimas pruebas de Bella.

Jasper observó a su hermano con curiosidad, si bien siempre destacaba por lo meticuloso de su trabajo, le veía, no sé, distraído, cuando normalmente, tras una larga ausencia, no paraban de hablar durante un buen rato, como buen periodista intuyó que allí pasaba algo, pero, en ese momento, dada la actitud de Edward no iba a insistir.

Unos golpes en la puerta interrumpió el silencio entre los dos hermanos.

—Buenos días, señora Henderson —dijo Edward distraído— ¿Ocurre algo?

—Tiene una visita —Contestó secamente.

—Ahora no estoy pasando consulta.

—Lo sé perfectamente, simplemente esa señorita insiste en verle.

— ¿Cómo está, señora Henderson? —Inquirió Jasper levantándose y sonriéndola de forma coqueta.

—Muy bien gracias señor Cullen —Contestó ella encantada por el detalle de acordarse de su nombre.

— ¿Y su familia? —Siguió preguntando Jasper haciendo que su hermano pusiera los ojos en blanco.

— ¿Quién quiere verme? —Interrumpió el médico ganándose una mirada asesina de Henderson.

—La tal señorita Brandon —La enfermera volvió a su tono habitual.

—Que pase —dijo el médico resignado, si no accedía a recibirla Alice podía ponerse demasiado insistente, y por otro lado sentía curiosidad por saber qué demonios quería.

La enfermera salió del despacho sin decir adiós y Edward miró a su hermano dirigiéndole una sonrisa.

—No me mires así, la señora Henderson me cae bien.

—Pues eres el único.

—Hola, hola —Alice entró sin llamar.

—Pasa y siéntate —Miró a su hermano mayor— ¿Nos dejas a solas?

—No—. Escaneó de arriba a abajo a Alice— De ninguna manera —Con aprobación por supuesto, nadie criticaría su perfecto traje canela ajustado y su chaqueta sastre sin blusa visible— No sin antes saber quién es.

—Jasper, por favor.

—Alice Brandon —Ella misma se presentó y le tendió la mano— Encantada —E hizo lo mismo que él un repaso y un examen visual a fondo.

—Es mi hermano, el impresentable de mi hermano mayor, para ser exactos. Jasper Cullen.

— ¡Oh! —Es lo único que pudo decir, ¡Sí! Eso era un representante cualificado del sexo masculino. ¡Sí!

—Bueno, ahora, hechas las presentaciones. ¿Nos dejas a solas?

—No importa —Interrumpió Alice— Lo que vengo a decirte no es confidencial.

—Te escucho —Y miró a su hermano que sonreía como un tonto.

—Verás, acabo de ver a Bella.

— ¿Quién es Bella? —Preguntó Jasper ganándose una mirada de advertencia de su hermano.

—Una de mis pacientes.

—Mi mejor amiga—. Le corrigió ella— Bueno el caso es que la encuentro deprimida, aburrida —levantó la mano para que la dejase continuar— Sí, ya sé que esto es un hospital, pero ¿No podrías hacer algo para animarla?

Evidentemente entre amigas no se contaban todo, pensó Edward, sino hubiera sufrido el acoso de Alice.

—Edward nunca ha sido la alegría de la fiesta —Apuntó Jasper.

—Haz el favor de no interrumpir —fijó de nuevo su atención en Alice— Hago lo que puedo, sinceramente, de todas formas… —Se calló, su hermano y Alice le miraban fijamente ¡Joder!—. ¿Qué? —Preguntó irritado.

—Nada—. Contestaron Jasper y Alice al mismo tiempo.

—En fin, sólo quería saber cuándo, más o menos, Bella podrá salir de aquí —Edward no dijo nada e Jasper se quedó con cara especulativa observando a su hermano— Verás, dentro de un mes tengo una presentación espectacular, soberbia —Alice hablaba entusiasmada— De cosméticos Green ¿los conoces? —Edward negó con la cabeza— Bueno, pues yo he organizado ese evento y me gustaría que Bella asistiera.

—No creo que, aun fuera del hospital, ella esté para esos saraos—. Se estaba poniendo nervioso con la expresión de su hermano.

Jasper permanecía inusualmente callado observándole y poniéndole en el disparador. Eso sí, sin quitar el ojo de Alice.

—Bueno, yo me encargaría de ella toda la noche así que… —Alice fue bajando la voz, abrió su bolso y sacó dos invitaciones— Bueno, también tú podrías personalmente… —a Jasper no le pasó desapercibido la pronunciación—… cuidar de ella.

Edward se quedó mudo. ¿Alice le estaba preparando una cita con Bella? ¿Y de qué se reía el estúpido de su hermano?

Alice se volvió para mirar a Jasper y buscó de nuevo en su bolso.

—Por supuesto, tú también estás invitado.

—Lo que faltaba —dijo Edward entre dientes.

—Bueno, creo que me voy —Miró el reloj— ¡Mierda, No llego! —Se acercó a Edward y con toda naturalidad le besó en la mejilla— Piénsalo ¿Vale? —Y salió disparada por la puerta.

—Interesante —apuntó Jasper.

— ¿El qué? —Preguntó Edward colocándose bien las gafas y concentrándose en el historial de Bella.

—Por el momento reservo mi derecho de opinión. ¿Tienes su número de teléfono?

— ¿El de quién?

—Joder Edward, es grave ¿Eh? De quién va a ser, hombre, de la señorita Brandon —Cogió las invitaciones que había dejado Alice— Creo que de esto me encargaré yo, conociéndote podrían acabar en la papelera—. Jasper miró las fotos que tenía su hermano en las manos— ¿Qué le ha pasado? —Preguntó.

—Una explosión —respondió tranquilamente, hablar de su trabajo era fácil y nada comprometedor. Jasper silbó— Pero ya está casi recuperada.

Y eso no debía hacerle mucha gracia, por lo visto si esa paciente estaba bien tenía que firmar el alta y mandarla a su casa.

—Es ella ¿No?

— ¿Quién?

Jasper señaló con la el historial que Edward sostenía.

—La chica a la que tú tienes que cuidar en una fiesta —Y se echó a reír.

— ¿Sabes? No tengo tiempo para tonterías, y sí, tengo el número de teléfono de Alice.

—Dámelo —Suplicó— Hacía tiempo que no veía una mujer así.

—Llevas mucho tiempo fuera del país —dijo Edward algo malicioso.

—Sí —Suspiró— Creo que tengo que replantearme algunas cosas.

— ¡Oh por favor! ¿Cuándo va a durar tu replanteamiento esta vez? ¿Un mes? ¿Dos?

Edward conocía perfectamente el carácter inquieto de su hermano mayor, sabía que permanecer en el mismo lugar era su muerte por aburrimiento, por eso aceptaba de buen gusto ser corresponsal en lugares que muchos periodistas odiaban. Jasper se había arriesgado en más de una ocasión, pero aun así no cambiaba su estilo de vida.

—Creo que estoy enamorado —aseveró Jasper haciendo gala de sus aptitudes teatrales.

— ¿Por qué no me sorprende? —Su hermano no le hizo ni caso— ¡Ah espera! Esta me la sé, Buenas piernas, magnífico escote, trasero firme, melena castaña…

—Edward, ¿De quién hablas? —Jasper le miró sin comprender al principio de quién hablaba— Alice es morena —dijo riéndose.

—Bueno, tampoco hay tanta diferencia

—¡Mierda, esa era Bella!. Sospecho que no estamos hablando de la misma mujer.

—Te dejo —decidió cortar por lo sano— Tengo que realizar mi ronda y voy con retraso.

Jasper no dijo nada. ¿Para qué? De todas formas Edward siempre resultaba demasiado reservado.

Decidió dejar la visita a la habitación de Bella para el final, así dispondría de más tiempo y sin la presión de una enfermera recordándole que hay otros pacientes que visitar.

Reconoció para sí que había estado algo grosero con dos de los internos a causa de las prisas, no quería entretenerse más de lo necesario. Si bien no era imprescindible visitar a Bella, ya que conocía los resultados de las pruebas realizadas y podría comentarlas con ella en cualquier momento, deseaba verla, esa era la realidad.

Despidió a la enfermera, pues era cierto que no precisaba su ayuda y fue directo a la habitación de Bella, tenía ganas de estar con ella y de ver su reacción tras dos días sin aparecer por hospital, dos días en los que no le hubiera importado hacer horas extras, era la primera vez que no se alegraba de sus días libres, aun así se los había tomado, por el bien de su salud mental y el descanso físico.

Llamó suavemente con los nudillos y entró, no quería sobresaltarla, aunque Bella debía estar acostumbrada a que entrasen a su habitación sin previo aviso para realizarle pruebas, él no quería interrumpirla, en caso de que estuviera haciendo algo. Era un comportamiento altamente estúpido, él era el médico, no pedía permiso para acceder a las habitaciones de sus pacientes, pero aun así lo hizo. Aun a sabiendas de estar comportándose como un gilipollas de manual.

La encontró dormida, con la cabeza ligeramente inclinada hacia un lado, expresión serena, y lo más curioso, tenía el dichoso libro apoyado en su pecho. Una palabra: deliciosa.

Se quedó mirándola como un auténtico bobo, no quería despertarla, no era necesario, pero también sentía la necesidad de tener preparada la excusa más convincente posible por si ella abría los ojos y le encontraba, allí de pie mirándola, sin motivo aparente, cierto que tenía a mano el historial pero ni siquiera lo había abierto.

No tenía más sentido permanecer allí, por lo que sacó del bolso de su bata el regalo que la había traído y lo dejó con todo el cuidado posible en la mesita auxiliar para que ella lo viera nada más despertar.

Debía salir de allí inmediatamente, la tentación de besarla. Entre otras cosas, era cada vez mayor, y aun sabiendo que posiblemente le respondería, tal y como había hecho la vez anterior, esa no era forma de seducir a una mujer. ¿O sí?

Se marchó cerrando cuidadosamente.

Capítulo 3: CAPÍTULO 3 Capítulo 5: CAPÍTULO 5

 
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