NO ME MIRES ASÍ

Autor: kdekrizia
Género: + 18
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 16/02/2014
Finalizado: SI
Votos: 44
Comentarios: 106
Visitas: 67728
Capítulos: 27

No se puede tener de todo en esta vida y cuanto antes se asuma, mejor. Esta extraña filosofía es la que Bella lleva a la práctica en su día a día. Centrada en su trabajo, medio enamorada de su compañero y evitando a toda costa ser arrastrada por su amiga a una vida social en la que no termina de sentirse cómoda.

Las relaciones de pareja son casi inexistentes y empieza a creer que son una leyenda urbana, pues hasta la fecha no ha tenido mucha suerte que digamos con el sexo opuesto. Sabe que nunca habrá una fila de hombres esperando a su puerta como les pasa a otras.

Por eso ha decidido ser pragmática y olvidarse de que los hombres existen pero no va a ser posible.

Durante una convalecencia en el hospital conocerá a Edward, un médico que va a estar muy pendiente de su recuperación. Éste tendrá que armarse de paciencia, y no sólo para que ella siga sus consejos médicos, sino para que deje de desconfiar, acepte la realidad y asuma, de una vez por todas, que sí se puede tener de casi todo en la vida.


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Capítulo 14: CAPÍTULO 14

CAPÍTULO 14

— ¡Para!

— ¿Qué?

—Que por aquí no se va a mi casa.

—Joder, qué susto me has dado.

—No era mi intención.

—Eso ya lo sé —Edward la miró de reojo— Pero hoy prefiero que nos quedemos en mi apartamento.

Bella gruñó.

— ¿Apartamento? Venga Edward, no seas modesto —Le dio un suave codazo— Eso no es un apartamento, entonces dónde yo vivo ¿En una ratonera?

Él, por prudencia, no contestó a eso.

—Mira, simplemente me parece estimulante cambiar de ambiente —dijo entrando en la urbanización.

— ¡Ja! Estimulante —Bella podía de lo más grosera si se lo proponía— Puedes decirlo ¿Sabes? Mi casa es una mierda.

—Yo no he dicho eso, simplemente… —Se estaba empezando a mosquear. — ¿Podemos disfrutar de una noche diferente?

— ¿Qué es eso de una noche diferente? —Bella se acordó del tacto del cubrecama de la cama de Edward. ¡Oh dios!— Vale, pero podías habérmelo dicho antes —fingió enfado.

—Ya, bueno, pero entonces probablemente te hubieras negado. —Probablemente no, seguro.

Puesto que ya había salido a relucir una Bella menos diplomática no esperó a que Edward abriera la puerta del copiloto, cuando la vio bajar del todoterreno simplemente suspiró y puso los ojos en blanco, claro que al fijarse bien en su trasero recubierto por los ajustados vaqueros pensó que le daba igual las mil y unas tonterías de la etiqueta, Bella estaba allí, con él, e iba disfrutar mucho, muchísimo. Recogió la botella de licor y subieron al ático. Ella le miraba de reojo, mientras Edward, nada más abrir la puerta examinó la correspondencia que había en la pequeña mesita de la entrada, parecía tan indiferente, tan tranquilo, joder, se supone que estaban allí para algo ¿No? bueno, pues que empiece el espectáculo.

Pues empiézalo tú gilipollas, dijo una vocecita en su interior.

Le siguió al inmenso salón, sin haber realizado ningún acercamiento, cobarde, allí él le sirvió una copa. Sin preguntar, claro.

—No puedo tomar alcohol.

—No trato de emborracharte para llevarte a la cama, si es lo que piensas.

—Ya lo sé, señor salido, simplemente no creo que con la medicación que cierto matasanos me ha obligado a tomar combine muy bien.

—Lo siento —Había olvidado la medicación—. Bueno, simplemente prueba un sorbito, está realmente bueno —Bella le miró escéptica— No te va a pasar nada —Ella lo volvió a rechazar— Está bien —dio un gran sorbo y se acercó a ella, besándola con ímpetu— ¿Te gusta?

—Mmmm… Sí —. Y se echó a reír descaradamente.

Se alejó de él mientras paseaba por la estancia, Edward le quitaba ojo de encima, apoyado en el respaldo del gran sofá, como ella iba tocando ligeramente las cosas.

Cualquiera que la conociera un poco se habría dado cuenta de que ella no se había criado en la abundancia, y ahora tampoco estaba como para tirar cohetes. Le intrigaba saber en clase de hogar había crecido, era una mujer demasiado pragmática, y por lo poco que había observado en el apartamento de ella gastaba lo justo y necesario.

¿Tacaña? , podía ser, aun así, no parecía de esas, simplemente parecía una mujer acostumbrada a vivir con pocos recursos y a sacar provecho de ellos. No podía reprochar eso, de todos modos, allí, en aquel gran salón se sentía un poco raro, no quería que se sintiera inferior, simplemente disfrutar con ella de unas ciertas comodidades. ¿Bella lo entendería así?

Ella se sentía algo intimidada e incómoda, si bien sabía que él tenía el aspecto financiero solucionado eso no la hacía sentirse mejor. Edward no se mostraba pedante ni nada parecido respecto a eso, pero no podía dejar de pensar en ello.

Nadie debe avergonzarse de sus orígenes, de una infancia y adolescencia pasando estrecheces, pero Bella no podía evitarlo. Si bien había estado con hombres de una condición económica similar a la de Edward, simplemente al haberse tratado de un revolcón (a veces ni tan siquiera eso) no le preocupaba en lo más mínimo.

Pero con el médico no eran simples revolcones. Eran mucho más, en toda la extensión de la palabra.

No sólo el hecho de tener el mejor sexo de su vida sino también que entre ellos fluía algún tipo de corriente. Ninguno de los dos se había pronunciado al respecto, pero ya que habían repetido (una y otra vez) no se podía calificar sólo de sexo (excelente sexo), también podía ser que (a veces ocurre) esa atracción sexual inicial estaba durando más de lo previsto. Normalmente cuando sientes una fuerte atracción por alguien se te pasa en cuanto consigues el objeto (el hombre) de tus desvelos o fijas tu atención en otro objetivo. Cosa bastante habitual en la vida de Bella.

Se acercó a ella, dejando su copa sobre la mesa, estaba fantaseando mentalmente con ella y la necesidad de tocarla era imperativa. El beso de hacía unos minutos era tan poca cosa… más, necesitaba más. Ella pareció comprenderlo, ya que sin decir una palabra salió del salón, Edward apagó las luces y se dirigieron a su también inmenso dormitorio. Afortunadamente Jasper había salido y no había rastro de él. Tener a su hermano mayor rondando por la casa podría ser insufrible.

—Ven aquí —. Indicó suavemente cuando cerró la puerta y se quitó las gafas.

— ¿No puedes esperar eh?

Él negó con la cabeza e hizo señas con una mano para que se acercara. La envolvió en un abrazo, algo íntimo pero no necesariamente sexual. Bella aceptó encantada, ella también lo necesitaba, durante toda la noche había estado algo tensa, pensado en la forma de comportarse, quería ser una nueva Bella, ser más atrevida, no dejar siempre la responsabilidad en manos de él. No bastaba con insinuarse meneando el trasero.

Él, simplemente, la estaba abrazando y ella sintió el calor interior, no esperó más, acariciándole levemente el cuello se puso de puntillas para besarle el lóbulo de la oreja, notó como él contenía la respiración, estaba claro que no se lo esperaba. Si bien hasta ahora no le había negado nada, tampoco había hecho nada por él.

Mientras le mordisqueaba el cuello y la oreja fue bajando una mano por su pecho a la par que le desabotonaba la camisa. Él pareció entender a la perfección sus intenciones pues permanecía quieto. Era agradable contar con un amante (jo, qué bien sonaba la palabra, amante) que sabía interpretar tus gestos.

Le quitó la camisa, de forma impecable, y abandonó su cuello para ir besando todo su pecho, la fina línea de vello, Edward, apoyado en la pared, echó la cabeza hacia atrás. Estaba encantado con las atenciones de Bella, pero se preguntaba cuánto estaba dispuesta a atreverse. Bueno, siempre podía intervenir en el momento apropiado, ya que si ella continuaba con esa lentitud podía llegar a explotar de impaciencia.

Dejó de besarle el pecho para separarse un instante y mirarle fijamente, él tenía los ojos entrecerrados y una expresión contenida. Bien, eso era buena señal, iba por el buen camino. Tras pasar dos veces sus manos masajeándole el pecho se detuvo un instante en la cinturilla de los pantalones.

— ¿Voy bien? —Susurró ella, sabiendo de antemano la respuesta. Edward quería gritarla “Primero el cinturón” pero ella tenía otras intenciones, pasó un dedo por todo el contorno de su cintura bordeando los pantalones, haciéndole estremecerse. Eso era muy cruel.

—Bella no juegues con eso —dijo entrecortadamente.

—No tengo intención de hacerlo —. Mintió.

Dicho esto alcanzó sus labios y le besó con pasión obteniendo una entusiasta respuesta de él, simultáneamente empezó a desabrochar el cinturón, después con toda la tranquilidad del mundo el botón del pantalón notó como Edward se tensaba. Y eso que aún no me he empleado a fondo, pensó ella.

Fue bajando lentamente la cremallera, provocándole deliberadamente.

—Eres demasiado cruel.

—Lo sé —Le dio un pequeño mordisco en el pezón— Y me encanta —. Por si acaso no añadió: no he hecho más que empezar.

Pese a su impaciencia, Edward la dejó seguir, estaba realmente encantado, si Bella quería llevar la voz cantante pues nada, a aguantarse. No pudo evitar agarrarla por las caderas cuando ella empezó a acariciar su pene por encima de los boxers, iba demasiado despacio. Se entretuvo de esa forma todo cuando quiso mientras prodigaba pequeños besos y moriscos en el pecho. Cuando estaba a punto de tomar las riendas ella le bajo parcialmente la ropa interior y los pantalones para por fin tomarlo en su mano.

Bella estaba encantada, no sólo con la paciencia que él demostraba, sino por ella misma. ¿Cuántas veces habían hablado ella y Alice del poder femenino? Pues ahora tenía en sus manos (literalmente) ese poder, sintiéndole duro, esperando que ella actuase, y desde luego que iba a actuar. No sabía muy bien cómo hacerlo, si bien lo había visto (hacía dos días y para sorpresa suya se vio a escondidas una peli porno para intentar aclarar unas cosas y aprender otras) faltaba la clase práctica.

Empezó a doblar las rodillas bajando sus labios, abandonando sus pezones para detenerse un instante en el ombligo, la erección de Edward estaba en su cuello, apuntándola, a la espera de recibir sus atenciones.

— ¿Estás segura? —Él interrumpió sus divagaciones.

Pero no le contestó ni una sola palabra, se puso en cuclillas, y sin más le besó en la punta, primero de forma rápida para después una vez superado el miedo al primer contacto posar sus labios con más determinación. Sin la experiencia debida, pero con más voluntad que nadie, empezó a simultanear los movimientos de su mano con los de su boca provocando en Edward un fuerte gemido de pura satisfacción.

Era extraño, verse allí, ante él sin decir una sola palabra, permitiendo que él introdujera su polla en la boca. Cuando alguna vez había oído hablar de ese tipo de práctica siempre había mostrado su repulsión. Eso sólo lo hacían las putas y las ninfómanas. Gran error. Al parecer no era así, pues estaba disfrutando dándole placer a él.

Nunca antes se atrevió a dar este paso; cuando en alguna ocasión algún compañero de cama se lo había sugerido ella siempre se negó en redondo. Eso no se hace y punto. No daba más explicaciones.

Pero sin saber muy bien a qué atribuirlo, si a la confianza que desde el primer momento depositó Edward en ella, o si esto era lo más parecido a una relación que había tenido nunca, Bella estaba allí, frente a él, chupándole la polla, sin saber muy bien si esa era la forma acertada, pero aún no había escuchado ninguna protesta.

Edward no podía creerlo, joder, estaba apoyado contra la puerta, intentando no caerse, no sólo de la impresión. Le había dejado anonadado, el placer que le estaba proporcionando no sólo era físico. Sin saber qué hacer con sus manos las enredó en el cabello femenino, despeinándola, ayudándola con suaves movimientos. Le gustaría ir más rápido, imponer él el ritmo, pero no quería ni por asomo asustarla.

Empezaba a sentir dolor en las piernas debido a su posición en cuclillas, debía ponerse más cómoda, abandonó un instante su tarea, él la miró confundido, su mirada preguntaba: ¿Te has arrepentido? Pero cuando ella únicamente cambió de posición, colocándose de rodillas y regresó a su tarea él sonrió.

Ella notaba como cada vez Edward se agitaba con más fuerza, como sus manos ejercían más presión sobre su cabeza, eso sólo podía significar una cosa, estaba al borde e iba a correrse, y ella lo había logrado. Se movió aun con más rapidez, acelerando, sus manos jugaban, amasándole los testículos, recorriendo toda su longitud hasta de nuevo atraparlo en su boca.

—Bella… aparta —acertó a decir; no quería llegar a tanto, correrse en su boca era algo, de momento, innecesario.

Pero ella no le hizo el menor caso, continuó, más y más fuerte, llevándole al límite, hasta que él no pudo aguantar. Se atragantó, pues no esperaba ese chorro líquido tan abundante y caliente, como una principiante, es lo que era en ese aspecto, tosió.

Edward se dejó caer a su lado para darla golpecitos en la espalda, ¡Joder! pobre Bella, debía haberse mostrado más firme y apartarla. Pero cuando ella levantó la cabeza y dejó de toser exhibía una sonrisa encantadora. Sin rastro de culpa ni de vergüenza, estaba realmente contenta. Él le devolvió esa sonrisa y la abrazó. Dios santo, esta mujer es increíble hasta cuando se comporta como una novata.

— ¿Lo he hecho bien? —Consiguió preguntar ella al cabo de unos minutos. Estaba arrodillado junto a ella, aun con los pantalones a mitad del muslo, con ella en brazos. No esperaba esa pregunta precisamente.

—Bella, cariño, ¿Tú que crees?

—No lo sé —Se encogió de hombros— No estaba segura, pero para ser la primera vez… —Él arqueó una ceja— Bueno supongo que habré aprobado ¿No?

—Creo que deberé suspenderte —Se rio— Para que así practiques.

— ¡Oh! ¡Qué frase tan trillada Edward! ¡Creí que eras más original —Bella no reprimió su genio ante ese comentario.

Edward se rio con ganas.

—Tienes razón —Se levantó ayudándola a ella y se subió los pantalones— Ahora… —Susurró al oído— quiero… hacer… algo… diferente… contigo, por supuesto.

— ¿Diferente? —Él asintió— ¿Cómo de diferente? —No estaba segura. — ¿Confías en mí?

—No —Contestó rápidamente.

—Sígueme.

La llevó hasta el borde de la cama, donde le levantó los brazos y le quitó la ajustada camiseta, dejándola en sujetador. Recorrió sus costados con ambas manos, arriba y abajo, desde la cintura hasta el pecho, una y otra vez, con ello pretendía que se sintiera más cómoda pero que no se despistara. Y ya de paso, sobarla un poco.

Frunció el entrecejo al tocarle los pechos por encima del sujetador.

— ¿Qué es esto?

—Es… —Ella se mordió el labio— Es un relleno, de gel, para ser exactos.

— ¿De gel? —Edward le desabrochó el sujetador, obviándola por completo y dedicándose a estudiar el sujetador en cuestión.

—Bueno… yo, no tengo las tetas como os gustan a los tíos —dijo a modo de justificación.

—No seas ridícula, están proporcionadas con tu cuerpo. —comento palpando el relleno con evidente curiosidad.

—Sí, claro, lo que tú digas —No estaba convencida— Había pensado en operarme pero…

—Ni se te ocurra ¿Me oyes?

¿Edward iba a regañarla ahora? ¿Cuándo estaba desnuda de cintura para arriba?

—Pero… ¿No te das cuenta? Mi cuerpo tiene forma de pera.

— ¿De pera?

—Sí, verás. Hay dos tipos de mujeres, las que tienen forma de manzana —hizo un movimiento explicativo con los brazos— Es decir más o menos igualadas y las que tenemos forma de pera —Pasó las manos por su cuerpo— tenemos caderas anchas pero poco pecho.

Edward ladeó la cabeza para ver mejor ese culito respingón. ¿De pera? En todo caso de una perita en dulce, pensó.

—Vamos a ver si me aclaro —reflexionó él— ¿Pretendes decirme que tu cuerpo, el cual a mí me encanta, no te gusta?

—Sé sincero, no soy una top model.

—No, no lo eres ¿Acaso importa? Porque haya tres o cuatro gilipollas que dicten las modas con mujeres amorfas y anoréxicas eso no quiere decir que nos gusten a los hombres.

Bella le regaló una sonrisa.

—Eso es lo que dicen todos, pero nunca veo al famosillo de turno con una chica normal y corriente.

—Hazme caso, tu cuerpo está más que bien.

— ¡Qué bien mientes! Hasta me has convencido.

—Ven aquí, perita —Ella le dio en el hombro— Voy a comerte de arriba a abajo. Ñam, ñam.

Le importaba un carajo si ella tenía forma de pera, manzana o vete tú a saber que otra chorrada, le encantaba y punto. La tenía en sus brazos, con las tetas al aire preparadas y listas para ser degustadas. Y empezó con ello. Tras intentar saciarse besándole los pezones, a los que dejó bien tiesos, la sentó en la cama y empezó a desprenderse de esos vaqueros ajustados, los cuáles no eran, para nada, fáciles de quitar. Se arrodilló ante ella, para desabrochar primero las sandalias y sacarle los pantalones. Ella se dejó caer hacia atrás con los brazos extendidos.

— ¡Qué suave! —Y empezó a contonearse mientras él la desnudaba, el tacto de ese cubrecama en su piel desnuda era increíble.

— ¿Qué haces? —Preguntó riéndose, parecía poseída.

—Me encanta la textura de esto —Pasó la mano sobre el suave tejido— Es fantástico.

—Es seda —aseveró él arrojando los dichosos vaqueros a un lado. Ahora estaba allí, tendida en su cama, contoneándose, tan sólo con las bragas puestas. ¿Esa noche iba a ser tan cruel?

Empezó a bajarle las bragas, ayudado por ella, que levantó las caderas, ronroneando, era asombroso, que el simple tacto de la colcha proporcionara tanto placer. En lo primero que fijó sus ojos fue en su vello público, era innegable que desde el primer día quedó anonadado. Le pasó la mano y ella se incorporó sobre los codos.

—Necesito retocarlo —murmuró ella.

—Déjame hacerlo a mí —. Dijo serio mirándola fijamente.

— ¡No! Es que… bueno, tenía pensado cambiar de dibujo —. Edward se rindió ante esa ingenuidad.

—Cómo quieras, pero déjame a mí, ¿Qué tenías pensado? —Preguntó mientras seguía acariciando el dibujo.

—No sé —Se encogió de hombros— Me dijeron que una flor, o un corazón quedarían bien.

—Un corazón, definitivamente un corazón.

—Tú no tienes ni idea de cómo hacerlo.

—Te recuerdo —dijo con infinita paciencia— que soy hábil y preciso con las manos, no será más difícil que manejar un bisturí —Bella pareció pensar en eso— Pero ahora… no hablemos más de esto —Hizo presión con su dedo en la estrellita— ahora… vamos a lo importante —La colocó en medio de la cama—

Ponte boca abajo —Bella le miró ceñuda— Algo diferente ¿Recuerdas? No quería discutir en ese momento precisamente, así que hizo lo que él pedía, por lo que quedó acostada exhibiendo su trasero, apoyada sobre los brazos, le observó desnudarse y colocarse tras ella. Vale hasta ahí podía aceptar.

Edward se inclinó sobre ella para besarla en la nuca, ella encantada apartó su cabello, pero él de repente se detuvo y se levantó de la cama, le dio un cachete en el culo y acto seguido desapareció en lo que debía ser el cuarto de baño.

Giró la cabeza y se quedó como aturdida ¿A qué coño estaba jugando Edward ahora? Vio que salía del baño, esplendorosamente desnudo y erecto y se dirigía hacia ella, volvió a subirse en la cama, colocándose de nuevo de rodillas tras ella.

Tomó uno de los cojines y se le colocó en el abdomen, dejando su trasero levantado y más expuesto.

— ¿Pero qué…? ¡Está frío! —Siseó ella al notar un líquido en su espalda y escurrirse entre sus nalgas.

—Lo sé —dijo en un susurro y empezó a realizar círculos con un dedo expandiendo el aceite.

Bella le miró con la cabeza ladeada, le vio concentrado en su tarea y aspiró el aroma del gel, olía a algo muy similar al coco, pero más fuerte.

—Huele muy bien —Suspiró ella encantada con el masaje que estaba recibiendo.

Edward vertió un poco más de aceite, pero en vez de hacerlo de nuevo sobre la espalda, lo hizo intencionadamente sobre su trasero, dejando deliberadamente que se deslizara en la separación de sus nalgas. Ella se quedó inmóvil en el acto, ¿Había sido adrede?

Sí, había sido adrede, porque inmediatamente notó como Edward pasaba suavemente un dedo por ahí, lubricando la zona alrededor del ano, con tranquilidad, dejando que el aceite hiciese su cometido. Notó como ella se tensaba.

—Relájate —. Pidió él con voz serena.

—No, no creo que pueda —balbuceó.

Estaba excitada, estaba ansiosa por recibirle, pero aun así el modo en como Edward estaba llevando a cabo la lenta seducción la estaba haciendo tensarse inevitablemente. Él continuaba acariciándola donde se supone que no debía hacerlo.

Ya se había dado cuenta de que en alguna ocasión, mientras follaban, él estimulaba esa parte, con pequeños toques, que a primera vista parecería accidentales, pero ahora era más intenso. ¿Hasta dónde iba a llegar? ¿Deseaba averiguarlo? De repente notó como una mano invasora empezaba a recorrer su húmedo coño, apretando su clítoris, ¡Oh si! Esto ya está mejor, volvemos a territorio conocido, pensó y empezó a moverse contra esa mano.

Edward sabía que debía ir extremadamente despacio, primero para no asustarla y segundo para no hacerle daño. Vertió de nuevo el lubricante en el trasero de ella, mojando incluso la cama, pero no importaba, mientras que con una mano la masturbaba lentamente, haciéndola humedecerse al máximo, con la otra lubricó la zona del ano lo suficiente para poder penetrarla con un dedo.

— ¡Edward! —Protestó ella, al sentir la invasión. Intento apartarse pero él la sujetaba firmemente. Eso, bajo ningún concepto, era accidental.

—Tranquila, relájate Bella —dijo susurrando— Será increíble, te lo prometo. Ella no podía estar de acuerdo con eso, pero le otorgó, de momento, el beneficio de la duda.

Notaba los dedos de Edward en dos partes diferentes de su anatomía y lo más excitante es que iban sincronizados. Aceptó que la penetrara con un dedo por detrás, bueno, no era para ponerse a chillar, resultaba una novedad interesante, sentía algo inexplicable.

Edward sacó su dedo pero siguió acariciándole el clítoris, dejando que ella se fuera acercando más y más al orgasmo, pero teniendo cuidado en no adelantar acontecimientos.

Cambió de posición. Se pegó a ella aún más y colocó la punta de su pene contra el trasero de ella, presionó sólo un poquito. Iba a ser difícil, a pesar de la preparación. Presionó de nuevo, ella gritó, quiso apartarse, pero con la mano que le acariciaba el coño la tenía bien sujeta. Ella protestó vehementemente, eso no, dijo varias veces, pero lo cierto es que no lo decía convincentemente, porque seguía masturbándola, acercándola al clímax.

Él sabía que ella no iba a aceptar esa forma de penetración si se lo hubiera propuesto, pocas mujeres lo hacían, pero la mayoría que lo habían probado, pese a tener reticencias iniciales, terminaban por admitir que resultaba placentero. Él quería que Bella lo experimentara de primera mano. Se lo dijo la primera vez, no quería sexo común, quería buen sexo, y ella también, aunque no lo dijera tan abiertamente.

¿Se estaría equivocando con ella? ¿Quizás aún era demasiado pronto como para probar estas cosas? Pronto o no, lo cierto es que las cosas estaban muy avanzadas como para echar marcha atrás. Lo intentó de nuevo, sujetándola firmemente, ella seguía demasiado tensa, ¡Joder! Así iba a resultar casi imposible.

—Bella, cariño, relájate, déjame entrar —Pidió intentando controlar su propia excitación mientras presionaba de nuevo.

—Para ti es fácil decirlo, Edward… no me convence esto.

—Chis, te encantará.

Estaba sintiendo algo inexplicable, si bien Edward la había sorprendido en otras ocasiones, esto era demasiado, notaba la invasión, pero era más el dolor mental que el físico lo que la impedía relajarse y disfrutar. Está haciendo algo que hasta hace no mucho era tabú para ella.

Notó como él iba traspasando el rígido anillo de músculos, manteniéndose ahí, dándole tiempo para que se adaptase, sin dejar de estimular su clítoris, sin dejar de repetirle una y otra vez cuanto la deseaba, lo bien que ambos iban a pasarlo, lo preciosa que era… mil y una palabras de ánimo, de cariño, de deseo.

Poco a poco fue entrando en ella, retirándose brevemente para volver a penetrarla, quería que Bella lo aceptara tal y como era, deseaba que experimentara nuevas sensaciones, aun a riesgo de pagar el sufrimiento de tanto contenerse. Pero una vez que él se acopló, más o menos, pues Bella no paraba de retorcerse, empezó a sentir el suave balanceo, los movimientos sincronizados, una mano en su entrepierna que continuaba tocándola hábilmente.

—Es… es, ooooh no puedo creerlo —. Jadeó empezando a aceptar la penetración anal y lo más importante: disfrutándola— ¡Edward!

Movió con más ímpetu el culo, haciendo que él, por un instante, se tambaleara.

—Eso es —Susurró él— déjate ir —Ordenó con voz ronca.

Y Bella lo hizo.

Pasó de la sorpresa inicial a un entusiasmo casi febril. Presionó con su trasero hacia Edward, haciendo que este se tambaleara, quería más, lo quería todo. No le importó expresar en voz alta lo increíble que era todo aquello.

—Edward… —gritó— Me… me… Ooooooh. ¡Dios!

— ¿Te corres? —Preguntó él retóricamente— Hazlo.

—Sííííí… —Siseó echando el trasero de nuevo con fuerte impulso hacia atrás como queriendo arrastrar a Edward al lugar dónde ella había llegado. — ¡Joder! Es increíble.

Repitió la maniobra y él emitió  otro gruñido, clavando las manos en la cadera de ella y perdiendo momentáneamente la orientación. Edward gritó sorprendido. Todas sus expectativas habían sido superadas. Él prácticamente no había hecho nada, la fuerza con la que Bella le arrastraba era brutal, ella le había llevado a un clímax desconcertante. Salió de ella y rodó a un lado de la cama, respirando de forma agitada, dobló una rodilla y se colocó un brazo sobre los ojos; estaba más sorprendido que ella. Jamás esperó esa reacción por parte de Bella. Sabía que iba a gustarla pero no imaginaba que esta demostrara tanto entusiasmo. Ladeó la cabeza para mirarla, seguía boca abajo, con la cara enterrada en la almohada.

— ¿Mañana podrás mirarme a la cara? —Preguntó bromeando, ella emitió un sonido ininteligible— ¿Eso es un sí o un no?

—Eres… —Se levantó sobre sus brazos y le arrojó la almohada.

—Vale, me figuro que eso es un sí.

Estuvieron unos minutos callados, Bella se pegó a él, descansando la cabeza sobre su pecho, Edward se entretuvo peinándola con los dedos, recorriendo su espalda húmeda, mezcla del sudor y el aceite lubricante. Bella era consciente del momento tan íntimo que compartían en esos momentos, una vez descargada la adrenalina y saciados, ahora estaban en ese extraño momento post coital tan difícil de lograr, de hecho con Edward era con el único que se quedaba tras el sexo de forma voluntaria, y tan difícil de explicar. Sentía esa afinidad, esa conexión, aun manteniendo el silencio, cosa que por otro lado empezaba a hacer que recapacitase sobre muchas cosas, entre ellas sino estaba radicalmente equivocada respecto a la posibilidad de encontrar un buen hombre, Edward se había cruzado en su camino y era un buen tío. Por eso estaba cruzando tantas líneas, antes prohibidas, con él, su mente estaba protestando, intentando cargarla de culpas pero su cuerpo, dulcemente acoplado al de Edward, la defendían de esas acusaciones y por lo tanto defendía al hombre que estaba junto a ella abrazándola.

¿Quién hubiera dicho hace unos meses que haría cosas tales como las que acababa de hacer? ¿O que se atrevería a comerle la polla aun tío? Se echó a reír tapándose la boca con una mano disimuladamente.

— ¿Qué te resulta tan gracioso? Cuéntame el chiste.

—No, no puedo.

—Bella, estoy cansado, “no, no puedo” “Edward eso no” “Edward eso no se hace” —dijo con voz chillona imitándola—. Creo que te he dejado claro que puedes hablar conmigo de lo que quieras.

—Si te lo cuento… me moriría de la vergüenza, por no decir que me llamarías tonta e infantil, como poco.

—Haz la prueba —. Dijo serio. Sabía el dilema interior de ella y podía adivinar que se refería a lo sucedido entre los dos desde que se cerró la puerta del dormitorio.

— ¿Cómo…? —Ya sabía la respuesta, Edward no se sentía incómodo con estos temas— Está bien, soy una ingenua, inexperta y tonta de los cojones que ha tenido hoy una de las mejores experiencias sexuales de su vida y además no me siento en absoluto culpable de ello, aunque quizás debiera —Soltó del tirón casi sin respirar— ¿Satisfecho?

—No, de ninguna manera. En absoluto —. Se giró para poder mirarla— Vayamos por partes, ni eres tonta, ni te debes sentir culpable. Respecto a lo del mejor sexo de tu vida, espero poder mejorarlo.

—Oh, a veces eres tan arrogante —Interrumpió ella, casi siempre esa vena de superioridad de Edwar la molestaba, y mucho—. El caso es que…— ¿Decir que estaba respondiendo tal y como él esperaba estaba bien?— El caso es que…

—Uy ¿Tú sin palabras? Me encanta.

Ella le pellizcó en represalia.

—El caso…—la animó él a continuar— ¡Ay!—protestó ante otra represalia— Señorita remilgos, es que tú misma te des cuenta de las cosas.

—Claro, claro —Bella se mostraba aun quisquillosa— Seamos sinceros, por favor, hasta hace bien poco no era capaz ni de…

—Puedes decirlo con toda la tranquilidad del mundo.

Bella se incorporó sentándose en la cama, ¿Por qué resultaba vergonzoso hablar de sexo? joder, si acabas de practicarlo con él. Además Edward lo ponía realmente fácil, hablaba de ello con naturalidad, tanta como lo practicaba; tenía razón, en una relación sexual se consiguen mejores resultados cuando expresas tus opiniones y tus deseos. Le miró de reojo, él seguía allí tumbado, tan pancho, desnudo, con una sonrisa… no sabía si deseaba besarlo o darle un bofetón para borrársela de la cara.

—Edward…

—Dime.

—Yo… siempre creí, bueno me dijeron que ciertas cosas sólo las hacían las putas —Él abrió un ojo y la miró, sorprendido de la tontería que acababa de oír, pero abrió el otro ojo al ver la expresión de ella— bueno, y las ninfómanas o las viciosas —apartó la mirada incapaz de seguir hablando.

—Bella cariño, eso, perdona que te diga y no quiero ofenderte, es una solemne tontería. El término ninfómana está en desuso hace mucho. ¿Disfrutar del sexo está mal? —Ella no respondió— Mírame, te lo ruego –Edward  se dio cuenta del debate interior y que casi estaba a punto de llorar.

Pero ella no podía seguir hablando con él de esa forma, tantos años oyendo lo mismo en boca de su madre. Tantos años mintiéndose a sí misma para olvidar una juventud traumática, tantas conversaciones con Alice para intentar salir adelante, ahora no servían de nada frente a un hombre que intencionadamente o no estaba tirando por tierra todos sus esfuerzos. Pero lo peor no era que lo hiciera, lo peor era reconocer que tenía razón. Casi se sentía una virgen delante de él, tan inexperta, tan timorata y sobretodo tan anticuada respecto a conceptos sexuales, que según todos los indicios debían ser de lo más normal.

Si ella misma había llegado a la conclusión de que había estado bien ¿Por qué entonces no lo decía tal cual? Estaba segura de que jamás él se reiría de ella por eso, bueno alguno tenía que ser el primero. No, no sabía a quién debía agradecer que fuera Edward quien estuviera junto a ella en esos momentos y que haya sido él y no otro quien le esté demostrando lo que el sexo puede llegar a ser.

Ella no pudo elegir a su primer amante, le fue impuesto, no le dieron opción a elegir como a las chicas de su edad, pero lo peor vino después al encontrarse sola y sin ayuda de su familia, es más la acusaron de haberlo provocado. Edward vio como una lágrima rodaba por su mejilla. Sin decir palabra se sentó junto a ella. No podía ser tan grave, bueno había sido una experiencia, increíble para ambos, Bella podía considerarlo una imposición en cierto modo, pero… sus pensamientos se detuvieron de repente.

—Bella… —La envolvió en sus brazos, como queriéndola proteger con su propio cuerpo— ¿Qué te hicieron? —Preguntó en un tono de voz bajo. Ella intentó soltarse. Había dado en el clavo.

—Déjame, por favor —dijo con irritación.

—Háblame Bella —Siguió utilizando un tono de voz suave.

Pero ella se negó a responder, consciente que aun sentía vergüenza por haber sido violada, tal y como su madre pronosticaba: vas provocando. Y una cosa llevó a lo otra. Durante mucho tiempo fue incapaz de volver a acercarse a un hombre. Sólo hasta que conoció a Jacob volvió a tener ciertos deseos sexuales, claro que visto ahora con perspectiva también podían deberse a que al saber que nunca se materializarían, eran eso, simples fantasías. Después con esfuerzo, largas charlas con Alice y un poquito de valor volvió a tener relaciones sexuales, pero estas fueron tan, tan insatisfactorias… siempre creyó que era culpa suya, sólo podía conseguir un orgasmo cuando ella se masturbaba, pero no con un hombre.

Hasta ahora.

Sentía el cuerpo de él rodeándola, transmitiéndole apoyo y cariño, pero no era suficiente para abrirse a él. Su pasado era eso, su pasado, y Edward… ¿su futuro? Por si acaso no debía mezclar las cosas. Él permanecía callado, esperando una respuesta, un gesto, su silencio era para ella el mejor tributo, no insistía, no la presionaba. Bien. Se giró en sus brazos para mirarle, los ojos azules de Edward se concentraron en ella, su expresión era seria, extraña, pero ella le sonrió, acto seguido le acunó la cara con las manos y le besó, suavemente notando como él la correspondía.

Estaba satisfecha, consigo misma y debía mostrarse tal cual. A la mierda los tapujos. A la mierda el pasado. Eso sólo acarrearía malos rollos, complicaciones.

— ¿Sabes? No sé por qué contigo hago cosas que antes no me atrevía a hacer —Sonrió— No sé qué tienes, o que me das, pero gracias.

Edward meditó unos instantes esas palabras, darle las gracias estaba bien cuando atendía a un paciente, cuando cedía su asiento, cuando dejaba paso… pero de momento Bella había hablado con una sinceridad desconocida hasta el momento. Y al igual que en su idea de descubrir paso a paso su sexualidad también estaba  interesado en descubrir poco a poco su personalidad y sobre todo a conocer sus secretos. Le dio un beso rápido, antes de soltarla y abandonarla en la cama.

— ¿Dónde vas? —La pregunta murió sin respuesta.

Se tumbó en la cama, notó aun la humedad en la colcha, se estiró completamente, sin ni tan siquiera taparse, se estaba demasiado bien así, su cuerpo estaba caliente, sensibilizado y aun increíblemente excitado, pensar en cómo había reaccionado la hizo excitarse más. Disimuladamente se tocó entre las piernas y notó que estaba húmeda, hinchada. ¡Cielo santo! ¿Desde cuándo le pasaban estas cosas?

La respuesta acababa de dejarla sola en la cama.

— ¿Qué…? —Gritó ella al ver que Edward la cogía en brazos; se había quedado adormilada.

—Shhh.

Atravesó la habitación con ella en brazos hasta llegar al cuarto de baño. Cuando entraron Bella se corrigió, eso no era un cuarto de baño, parecía más bien unas termas romanas; una decoración exquisita en mármol gris, con todos los accesorios dispuestos de forma independiente (así sí podía compartirse un baño).

Edward la dejó de pie frente a una enorme bañera.

—Entra —dijo tendiendo la mano para ayudarla.

— ¿Ahora?

—Un baño te vendrá bien, nos vendrá bien a los dos. Entra —. Bella metió primero un pie con cierta reserva, pero el agua estaba a la temperatura ideal.

—Déjame sitio.

Edward se apoyó en la bañera dejando que ella se recostara en su pecho, estiró una mano y programó el jacuzzi.

—Ooooh, ooooooooooh —Exclamó Bella— Nunca había probado un chisme de éstos, oooooh.

Edward se echó a reír. Bella se recostó en el cerrando los ojos.

—Sabía que iba a gustarte.

—Últimamente aciertas siempre —Le contestó en tono socarrón pero sonriendo— Que sepas que esto también lo hago por primera vez.

Después de eso no hubo más palabras, se dedicaron a enjabonarse, frotarse mutuamente, a veces había provocación, como un simple juego, no tenía por qué ser todo de carácter sexual. Los dos lo sabían.

Capítulo 13: CAPÍTULO 13 Capítulo 15: CAPÍTULO 15

 
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